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Archivos de etiqueta: Serrat

Duda hacia la vejez

10 viernes Abr 2020

Posted by albertodieguez in Música, Poesía, Reflexiones

≈ 21 comentarios

Etiquetas

Bienaventurados, Desaparecer, duda, Llegar a viejo, Manolo García, Música, Muerte, Nunca el tiempo es perdido, Rosa de Alejandría, Serrat, vejez, viejo

No sé si quiero llegar a viejo,

no sé si quiero.

No sé si quiero llegar a viejo,

no sé, ¿sí quiero?

No sé si quiero llegar a viejo,

no sé, sí quiero.

No sé si quiero llegar a viejo,

No sé si no quiero.

No sé si quiero llegar a viejo,

No sé, no quiero.

¿Sé que no quiero llegar a viejo?

no sé si no quiero.

Solo sé, que enfermo viejo,

no quiero.

 

 

 

.     *Ante esta duda, para cada día obtengo una respuesta, y muchas veces ni siquiera hallo respuesta si no más duda. Como dice la canción de Manolo García, “Alejarme quiero de esta vida que yo vivo sin convencimiento”, y añado, alejarme quiero, cuando la duda sea la que guíe mi vida.

.     Nota: Hoy dejo dos canciones, una directa, la de Serrat, acorde con el tema, y otra en la que yo leí entre líneas, y creí ver algo de mi texto de manera más simbólica y críptica.

«Rosa de Alejandría«

manolo_garcia-nunca_el_tiempo_es_perdido-front

 

 

 

 

 

 

 

 

«Llegar a viejo«

 

 

 

 

 

 

 

 

.     ** Publicado originalmente 30 de Enero de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Final de la rutina

26 sábado Oct 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 23 comentarios

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Accidente, despertar, ducha, En Transito, erección, Hoy puede ser un gran día, Música, Muerte, rutina, Serrat, vecinos

Ella le despierta como casi siempre con una llamada desde la ducha, hasta ese momento, el sueño placentero lo mece. Sale del letargo camino del baño como un zombi, casi con los ojos cerrados. Una leve sonrisa en ella lo recibe como primera visión, una bella visión, la sonrisa y el cuerpo desnudo. Ella le dice; -¡¡Hala!!-. Él va con una fuerte erección matinal. Le cede el paso para que sea él el que entre en la ducha a la vez que ella sale diciéndole; -Ten cuidado, no te caigas mareado-, y suelta una pequeña carcajada. Él sonríe, y le dice que no es para tanto.

Sin la ducha no se puede poner en marcha. Tras aquel amanecer como otro cualquiera, llega el desayuno y demás rutinas matinales. Casi de manera mecánica, todo sucede prácticamente igual día tras día antes de emprender el camino al trabajo, preciado trabajo en estos tiempos. A veces piensa que esa rutina lo asfixia; la pareja, el trabajo, los amigos, todo igual, ayer, hoy y mañana. Oye llorar al niño de los vecinos. Se dice: Llora demasiado ese chaval, los padres deben estar cansados y desquiciados de tanto grito y llanto, se le oye en todo momento, en la noche y al amanecer, en la siesta y al atardecer, y cuando la noche se aproxima también. Se apiada de los padres aunque no le caen bien, no son muy educados en el trato, incluso diría que son mal educados, no saludando por la calle como extraños y no vecinos que se conocen, otras veces evitan el contacto visual para no estar forzados al saludo, haciéndose los despistados mirando para otro lado. Siempre con caras serias, siempre como infelices, con lo que uno puede pensar que es el agotamiento lo que les ha hecho tener ese carácter huidizo para lo afable y amistoso con los vecinos, pero ya lo eran antes del hijo, con lo que el agotamiento no es el motivo de su conducta.

La rutina, es su devenir diario. Tras el desayuno y lavado de boca, breve paso por el baño. Despedirse de ella. Coger el bolso y la chaqueta, salir de casa, pulsar el botón del ascensor, bajar al garaje, montarse en el coche, ponerlo en marcha, abrir la puerta del garaje, subir la rampa y salir a la calle, encender la radio, -nunca antes de salir del garaje-, y durante el trayecto, escuchar las noticias o la tertulia matinal o música indistintamente, pasando de una emisora a otra, pero no dejando de ser rutinario todo, desde el despertar hasta la llegada al trabajo que es más rutina, más aburrimiento, y tras la jornada laboral el regreso al hogar. Pero hoy la rutina ya no es tal, hoy ha cambiado algo. Hoy, ahora, se da cuenta de que eso que tanto detestaba, ese pasar un día y otro y otro casi de la misma manera, sin cambios sin sobresaltos, no es otra cosa que la vida. Vivir, la vida, es eso, lo que pasa mientras no pasa nada. Pero hoy si ha pasado. La primera sensación ha sido de fastidio, en el fondo aunque le hastía la rutina, cuando algo se sale de lo pensado y previsto lo altera, lo primero que pensó es que llegaría tarde a trabajar y le ha trastornado, no le gusta llegar tarde, siempre lo hace antes de que entre el resto de empleados, y sobre todo lo hace, porque le gusta tener organizado el trabajo que luego debe distribuir, hoy pensó que no le daría tiempo. Luego pasados unos minutos ya no le ha dado importancia, es más, no ha dado importancia a nada, ni siquiera a tantas cosas a las que siempre se las había dado. Todo ha sido muy rápido. Zarandeado y agitado violentamente durante un breve momento, hasta quedar quieto, todo muy quieto, y rodeado de nylon blanco. Ha intentado fijar la vista pero le costaba enfocar. De pronto se ha sentido muy cansado, con mucho sueño, ha querido pensar pero no ha podido, estaba con una rara sensación de placidez, como drogado, se ha sentido relajado, muy relajado. Advertía caras. Caras muy próximas a las suya, las veía como en una nebulosa. Caras que no conocía, y que quizás a él sí le conocían puesto que le hablaban, o eso creía, al menos movían sus labios, pero pronto dejó de verlas. Llegó el final de la rutina, el final de todo.

 

 

 

.     *Nunca sabemos cuándo y cuánto de abrupto será el final de la rutina, por lo que lo ideal es evitar sentirse aplastado por ella y seguir los consejos de la canción de Serrat para cada uno de los días que vivimos.

«Hoy puede ser un gran día«

Serrat-En_Transito-Frontal

.     ** Publicado originalmente 19 de Mayo de 2014. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Un paseo de gustos cambiantes

23 lunes Sep 2019

Posted by albertodieguez in Música, Reflexiones, Relato

≈ 33 comentarios

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aroma, bondad, buenas acciones, cambios, deporte, escribir, fútbol, igualdad, Leer, Música, Me gusta, Mediterráneo, Mujeres, No me gusta, paseo, Serrat, Tío Alberto, viajar

Me doy cuenta que he cambiado o mejor dicho, que estoy en constante cambio, las verdades que antes eran un sólido pilar, ya no me lo parecen, o incluso han sido derribadas por mí o por otros. Me doy cuenta que hay cosas que antes me gustaban, que ya no me gustan, o al menos, no me gustan con tanta fuerza e insistencia  y cosas que antes no me gustaban, que las he cogido gusto y cariño. Hay cosas que recuerdo de antes y siguen estando, hay cosas tangibles y otras intangibles que se apartaron de mis deseos y placeres, cambiándose por otras nuevas y diferentes. Hay algunas que siguen con fuerza desde siempre como algunos olores. Como hoy mismo que acaba de caer una pequeña tormenta y huele a lluvia, me gusta el olor después de la lluvia, a la tierra mojada y la atmosfera con ese aroma, pero no me gusta el olor a humedad reconcentrada que queda en algunos lugares por causa del agua estancada o por filtraciones. Aprovechando que ya ha escampado y que no va a llover más, bajo a pasear, me gusta pasear, andar sin ningún motivo, sin ningún lugar al que tener que ir, dejarme llevar por calles o bulevares o por parques. Cerca de casa hay uno por el que me dejo caer de vez en cuando, sobre todo cuando acaban de pasar los jardineros arreglándolo y cortando el césped y estando próximo a él me llega ese olor, entonces no puedo evitar dirigirme hacía allí, me gusta el olor a hierba recién cortada, y me gusta andar por la hierba con los pies descalzos, hoy no lo haré, empapada por la lluvia, pero con ese buen olor de hierba mojada en el ambiente no puedo dejar de inspirar con fuerza para llenarme de bienestar. No me gusta que la gente deteriore y ensucie el césped de los parques dejándolo lleno de papeles y botellas, como veo hoy allí cerca de unos setos, y pienso: «cuánto nos queda por avanzar como sociedad en el respeto de unos con los otros».  Hay gente muy cochina, y me desespera que se tiren papeles al suelo y que los fumadores tiren las colillas por la calle y que cuando están en la playa apaguen el cigarro en la arena y lo entierren como para hacerlo desaparecer.

Salgo del parque y avanzo por la calle, observo a la gente, me gusta imaginarme donde irán y que será de sus vidas, no me gusta lo que veo de algunas de esas vidas, con futuros oscuros, me gusta la igualdad de oportunidades, y no me gusta que los que tienen mucho no repartan algo con los más necesitados. Paso por delante de una boca de metro y veo a una pareja cargada de maletas, sin duda comienzan sus vacaciones, les envidio un poco, a mi aún me quedan días para poder disfrutarlas, van con muchos bultos y maletas pesadas, temo que se pueda caer escaleras abajo el chico que es el que traslada más peso y me presto a ayudarle, al principio me dice que no, pero insisto y accede, le ayudo a bajar las maletas, me gusta ayudar a la gente dentro de mis posibilidades, no me gusta el que puede y no ayuda. Últimamente lo hago mucho, echar una mano, parece una tontería, son pequeños gestos, como el de las maletas, o ayudar a una mujer con el carrito del niño, o indicar una calle a alguien que se ve perdido, nimios gestos seguramente, pero que me reconfortan. Tras acarrear esas maletas escaleras abajo, rehago el camino hacia la calle para continuar mi paseo. Paso por delante del escaparate de la pequeña librería del barrio, que cada día me pregunto cómo consigue seguir abierta, miro un momento los libros expuestos, y pienso en un par de títulos que me gustaría leer, me gusta leer, pero no me gusta leer cualquier libro, hay historias que no me interesan, aunque entiendo que hay gustos para todos, y esos libros que a mí no me gustan tendrán su público, a mí me gusta escribir y me gusta que me lean y supongo que pasará lo mismo, a muchos no les interesarán mis historias nada de nada.

Veo un poco más adelante que han abierto una vinoteca, me gusta el vino, no me gusta que crean que voy de entendidillo por encontrar matices organolépticos cuando lo bebo, pero sobre todo me gusta beberlo y compartirlo con los amigos, pero no me gusta hacerlo tan de tarde en tarde como suele pasar.

Con los años hubo gustos que dejaron de serlo no se ya si porque me hice viejo o por que descubrí que no me compensaba ese gusto si hace que no disfrute de otros. Además, me pasa como a mucha gente, que en las cosas positivas siempre veo una «cara b» que nos matiza eso que nos gusta, la lucha es que esa negatividad no vele lo bueno de lo que disfrutamos, y pienso esto al pasar delante del quiosco de prensa y ver las portadas de los periódicos deportivos, me gusta el fútbol, pero no soporto y no me gusta en muchos casos el maniqueísmo de los periodistas que lo cubren, pero procuro que esto no interfiera en mi disfrute cuando me informo de este deporte. Observo en la portada a Rafa Nadal que vuelve a ganar después de varios meses en el “dique seco”, es un portento de deportista, también veo una reseña a Mireia Belmonte que ha batido dos record mundiales en piscina corta. Realmente me doy cuenta que me gusta prácticamente todo el deporte, y además de verlo, practicarlo, lo que no me gusta es no poder hacerlo como antes, desde la operación de ligamentos de la rodilla queda vedado el disfrute sin luego resentirme y decir ya no vuelvo.

Sigo mi paseo, pasaré al supermercado a comprarme chocolate, ya no me queda, me gusta el chocolate del 85% de cacao, pero no me gusta que me moleste el riñón si me paso en su consumo. Después tengo que ir a buscar la documentación para mi viaje de vacaciones, me gusta viajar, una pasión tardía pero que ahora es una de las grandes de mi vida, y no me gusta no poder viajar todo lo que quisiera. Según entro en el supermercado una chica me echa una buena mirada, se me forma una sonrisa interior, me gusta gustar, es un engorde de ego que no lleva a ninguna parte, pero me gusta, supongo que cuando sea viejito muchas tonterías se me pasarán y sobre todo esta última de gustar. Me gusta pensar que tendré una vida plena y que final de mis días, como resumen, cantaré la canción de Serrat que contiene mi nombre.

 

 

 

.     *Miguel lanza una propuesta sobre lo que Gusta y No gusta, y aunque no me gusta hacer listas vitales ni suelo jugar con los estereotipos de contraposiciones, puesto que vivo en la duda constante y no tengo tantas certezas convalidadas en la vida, me decido a escribirlo y ficcionarlo un poquito, dando pinceladas de gustos y no gustos, pero que no quiere decir que mañana todo lo dicho no sea una gran falacia, incluso que hoy sea una falsa realidad del ciudadano modelo que quisiera ser.

«Tío Alberto«

Serrat - Mediterráneo

.     **NA: Publicado originalmente el 12 de Agosto de 2013). Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Regalando palabras (7ª parte)

14 miércoles Ago 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 9 comentarios

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afecto, amor, café, cena, cita, cobardía, compañera, compañeros, Copas, desafecto, duda, En Transito, Fiesta, frases, insomnio, llanto, Música, miedo, noche, nota, notas, piropo, Porque la quería, Serrat, tristeza

Las dos notas descansaban encima de la mesilla; “Los hombres como tú solo se encuentran en los mejores sueños” y “No te olvides de la fiesta, no vayas a faltar”.  Una, un piropo que cualquiera desearía recibir, la otra una cita que nadie evitaría. Las estuvo contemplando durante mucho tiempo, las cogió y las dejó varias veces, las leyó y las olió como ya hiciera en alguna que otra ocasión por si algún aroma le daba pistas sobre su autoría. Realmente era absurdo buscar olores o perfumes; aunque los hubiese, no tenía en su cabeza con qué compararlos y no se veía aspirando e inhalando por ahí para conseguir certezas de quién estaba detrás de estas palabras regaladas que tanto daño le estaban haciendo. Irónicamente lo que debía ser alegría y placer por ser destinatario de esas letras, no lo eran, contrariamente su mundo se desmoronaba por dos papeles garabateados y eso le dolía, todo lo construido durante tantos años, tantas convicciones derribadas al exhalar esas silabas su boca cuando bisbiseando las leía una y otra vez. Estuvo largo rato con la mirada perdida, absorto. Mirando al frente, mirando su anodino frente de armario, inerte, a ratos parecía catatónico. Se levantó de la cama. Ya lo había hecho antes; dos, tres, quizá cuatro veces, acercándose a la cocina a beber. Tenía la boca seca, optó de nuevo por agua, sin el resultado de saciarse y tranquilizarse que perseguía con esas idas y venidas, pensó que si seguía bebiendo agua terminaría con dolor de barriga; entonces aun siendo horas algo intempestivas decidió prepararse un café bien caliente en taza grande con una pizca de leche para intentar conciliar el sueño, la cafeína no le impedía dormir, al contrario le sumía en un estado reconfortante que lo llevaba con más facilidad al descanso.

Toda la tarde estuvo con los nervios metidos dentro preguntándose si había tomado la mejor decisión, si aquella determinación era valiente o por el contrario de un gran cobarde.

Mientras se toma el café allí sentado en la cocina, en esa madrugada que se le alargaba como si el tiempo no avanzase, se deja llevar por la imaginación pensado como estaría transcurriendo la velada en el lugar al que había evitado ir, el lugar al que le conminaba esa segunda nota, esa cita, que quizás no era una cita y sólo se tornaba así en su parecer. En ese momento ya estarían con las copas, la cena habría acabado hacía un par de horas o más, y ahora estarían repartidos en diversos corrillos, según se sintieran más identificados; agrupándose por las mismas afinidades o afectos o departamentos o jerarquías, como suele pasar en las fiestas de empresa en la que estos grupos suelen ser bastante estancos y  aunque algunas personas tengan la capacidad de moverse con soltura entre varios de ellos, lo normal y general es que cada grupúsculo sea un ente cerrado y endogámico, y sus miembros no tiendan a aventurarse a la mezcla e intercambio. Veía con nitidez el grupo en el que estaría integrado, como las veces anteriores, -las pocas veces anteriores sería más ajustado decir, puesto que en cuanto podía eludía esas reuniones festivas -. Inicialmente se ve en su grupo de compañeros de departamento -en el que no se encuentra demasiado a gusto-, pero sin perder de vista al reducido grupo en el que se sentiría más cómodo sin duda, y al que en cuanto pudiera se deslizaría sigilosamente, que no es otro que el de afinidades en el que se encontraría Helena. Se ve ya en ese grupo y se ve nervioso, más nervioso de lo habitual, sin la naturalidad que debiera por haber intimado con ella no hacía mucho y que se reflejaba en la oficina hasta la llegada de aquellas notas a su vida, o quizás por eso mismo, por haber intimado siente esa inseguridad y ese nerviosismo de adolescente descubriendo al otro sexo. Se ve intentando sosegarse, pero su corazón palpita como nunca, y se le llena la cabeza de palabras que quisiera decir pero su boca no se abre, sus pupilas brillan de emoción y miran con deleite como ella habla y dice y él asiente a todo como un fan a su ídolo, escucha pero no oye, simplemente está colmado de alegría, inmensa alegría que se agolpa en su pecho. Idiotamente se muere de amor.

Se serena y vuelve a la realidad, mira el reloj, es muy tarde, debería irse a dormir, regresa a su cuarto, se siente cansado pero los parpados no quieren caer. Siente humedad en sus ojos, y como se desborda bajando por una de sus mejillas un riachuelo salado. Se limpia el rostro. Se dice que es absurdo todo esto, que se ha hecho castillos en el aire como un inocente. ¿Cómo él, tan analítico se ha dejado llevar por el impulso irracional?

Abrigó la posibilidad de que estuviese equivocado en su elección de vida y que estas notas fuesen la señal que marcaba su error, pero fue efímero ese espejismo, enseguida concibió que la equivocación era el cambio de pensamiento y que lo que creyó una señal era solo una percepción engañosa auspiciada por él mismo. Siente dolor en el pecho. Se acuesta y apaga la luz sin mucha convicción de poder dormir. Mañana debería volver a su nada cotidiana, a su vida sin perspectivas, sin proyectos como tan bien le había ido hasta ahora. Sin vincularse afectivamente a alguien, nadie en su horizonte. Aún estaba a tiempo de volver a su rutina sin desbaratar nada suyo ni de otros, a tiempo de volver a su deambular solitario por la ciudad. Seguro que no saldría bien, no estaba hecho para compartir la soledad, desde siempre lo supo desde la infancia se fue preparando para ello y lo había conseguido, no debía flaquear ahora. Seguro que antes o después se vería que la cosa no funciona por él, algo misántropo. Es mejor que ella no pierda el tiempo con una persona como él.

Tenía todo el fin de semana para pensar como ir alejándose y evitar el contacto con ella, el encuentro y la conversación casual no buscada pero si aceptada con alegría hasta ahora, y deseada los últimos días; sabe que no le va a ser fácil pero no debe dudar en que es lo mejor. El cansancio y la oscuridad lo acunan. No será difícil rehuirla, sabe de sus costumbres y horarios y no será complicado moverse eludiendo esa posible coincidencia en los pasillos. El alba despunta y por fin cae rendido, acomodando el rostro de ella en sus sueños en donde para siempre lo quiere guardar, para cada noche encontrarlo allí, esperando ser retomado.

 

 

 

.                                                                                              Fin

.

.     *Él, que huyó del amor, del enamoramiento, no lo pudo evitar y porque creyó quererla se apartó, no confiaba él… como nos canta Serrat.

«Porque la quería«

Serrat-En_Transito-Frontal

.     **NA: Publicado originalmente el 01 de Junio de 2015. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Cuestión de sangre

09 martes Ene 2018

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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Álbum blanco, familia, Los Enemigos, Música, relaciones familiares, sangre, Señora, Serrat

Uno sabe cuándo no es bienvenido y aceptado en una familia cuando su imagen no es añadida como una más, cuando se busca entre tantos retratos repartidos por la casa y no aparece su rostro en lugar alguno ni en solitario ni acompañando a otras caras más o menos familiares o cercanas, cuando no hay rastro de algún momento compartido, cuando quedas en los cajones a cubierto de los ojos de los visitantes y de uno mismo al llegar de visita efímera por unas horas o para estar varios días compartiendo convivencias allí, como también en esos otros momentos vacacionales alejados de la casa. Cuando tu rostro no lo ves al menos junto a la hija el día de la boda o al nieto que ya sí está presente enmarcado, ya sea encima de una mesa o colgando de alguna pared. Si ya uno lo intuía antes, cuando observando las habitaciones y salones era imposible adivinar su estancia o su paso por la casa, se evidencia aún más cuando ya pasados bastantes años de su llegada sigue como ausente, y sin embargo se acomoda con facilidad entre las fotos al nuevo ser recién llegado, al venido de la unión de la hija y del “extraño”, del forastero. Entonces, queda claro y evidente que solo eres alguien que llegó con la puerta entornada y se ha colado por un tiempo y están a la espera de tu marcha para cerrarla. Marcha que no sería traumática ni dolorosa para ellos aunque sí lo fuese y mucho para la hija y el nieto, ellos le quitarían hierro al asunto de la pérdida o desaparición si fuese con carácter abrupto e inesperado y traumático, y más si la partida fuese elegida por uno, en tal caso se cargarían de razones para evidenciar y decir; que ya se lo imaginaban que no era buena elección, que desde el inicio se veía venir que ahora todo sería mejor. Se podría entender esa actitud si uno se mostrase esquivo en la relación, si no hubiese contacto más o menos cercano en el tiempo, en esos casos uno puede conceder que se le margine y quede a un lado, el contacto hace el cariño y estar alejado y mostrarse reacio a compartir momentos con la familia política lleva a una relación fría y distante, pero si no es el caso y no hay ese cese en la relación, ni bruma ni disputa que haya dado pie a la desconfianza hacia el emparentado es más difícil aceptar el rechazo velado, la insidia latente. Empatizando y poniéndose en su piel se llega a entender aunque no compartir esa duda y esa sombra negra hacia el advenedizo cuando hay bienes o riqueza de por medio, ese pensamiento de “no es uno de los nuestros” o es un “arrimado”, como se piensa en muchas familias con dinero y el allegado no tiene el dinero la posición o la alcurnia que estiman necesario para estar a su altura.

Pero cuando no hay reflejo ni de esto último, uno estima que el desencuentro es infundado que si bien uno no pretende ser agasajado y querido igual que a los hijos, ni mucho menos que al nieto, sí al menos desea ser aceptado e integrado, sin rechazo ni traba cuando no hay objeto para el recelo o la desconfianza y por tanto no se entiende la vacilación y discordia. Y aunque en las fechas navideñas, todo parezca tregua y beneplácito, no ha de llevar a engaño, es aceptación algo ficticia y pautada, es asunción y obligación inevitable en momentos de unión familiar por empuje de la tradición y los convencionalismos. No es que se tenga por obligación que estar y ser mostrado en los altares familiares, en muchos hogares no predominan las fotos ni de los propios habitantes, quizás unas pocas del hijo o hija preferidos, sí siempre de los nietos si los hay, pero en las casas que sí son dados a tener retratos de los miembros, la ausencia de uno en ellas, que en cierta forma debería tener relevancia al fin y al cabo es el padre del nieto y elección de la hija, se conforma como delación de que no se le siente así con esa relevancia y sí como un elemento simplemente necesario, al menos a priori, o accesorio que bien podría ya dejar de serlo en cualquier momento. Si cuando lo hay, atisbas ese pequeño altar familiar y vislumbras a otros y no tu presencia, puedes mirar hacia la puerta y la verás que siempre está y la mantienen entornada o entreabierta, invitadora.

 

 

.     *Tras mucho buscar para acompañar la entrada encontré este “Señora” de un joven Serrat, que de algún modo enlaza algo con el texto. Y si alguien la quiere escuchar más cañera dejo también la versión que “Los Enemigos” hicieron para el álbum tributo «Serrat… eres único!».

«Señora«

 

 

 

 

 

 

 

«Señora«

Para vivir

29 viernes Sep 2017

Posted by albertodieguez in Música, Microrrelato, Reflexiones

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Cuando me vaya, Fracaso, Joan Manuel Serrat, La vida no vale nada, Música, Pablo Milanés, Para vivir, Serrat

En ciertos momentos el paso del tiempo lleva a la certidumbre de que estuvimos equivocados, que lo proyectado no se cumplió, que se jugó a intentarlo y que la realidad se nos echó encima, que el cansancio nos venció, y que ya no queda tiempo para vivir, que por el uno o por el otro hemos fracasado y nos quedamos desnudos sin nada del otro que nos acompañe, y con el dolor de no poder sentir.

 

.

.     *Serrat nos golpea con esta dura ruptura, en la que se va desnudo como llegó y Pablo Milanés nos llena de dolor por no ver futuro, por no poder sentir.

.         “Cuando me vaya”                                 “Para vivir”

     

 

.     **NA: Publicado originalmente el 4 de Enero de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad. No te pierdas las canciones son lo mejor de la entrada.

Cipreses

17 lunes Feb 2014

Posted by albertodieguez in Frases, Música, Micropoesía

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almas, cementerio, cielo, Cipreses, Mediterráneo, Muerte, Publo blanco, Serrat

Micropoema 7-Cipreses

 

 

*Por si no fuese indiferente nacer o morir, como dice la canción de Serrat.

«Pueblo blanco«

Serrat - Mediterráneo

 

**NA: Esta entrada tan de cementerio enlaza casi sin darme cuenta con la anterior, -de tan presente la muerte-, aunque lo mejor de ésta, es la canción.

***NA: La tarjeta realizada con Notegraphy.

Una llamada incómoda (o un desafecto educacional)

18 miércoles Sep 2013

Posted by albertodieguez in Música, Reflexiones, Relato

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A quien corresponda, A usted, Desafecto Social, Educación, Empleo, En Transito, Estudiar, Indidia, llamada, matrícula, Ministro, Noticias, Recortes, rutina, Serrat, Trabajo, Universidad

Durante el camino en coche, va oyendo la radio y a ratos escuchándola, va asimilando las noticias que lo fueron ayer y lo serán hoy, y a veces se enfada con lo que oye y el desánimo le ensombrece la mirada, y le crispa e irrita el pensamiento. En ocasiones verbaliza ese malestar en voz alta, como si hablase con alguien, como un loco que habla para entender y entenderse así mismo, para invocar a la cordura y que ésta nos libre de todo esto que está envilecido, como si diciéndolo se liberase y todo se esfumara y fuese bondad lo que quedase, y no ese escalofrío que llega y se queda cuando ve y oye, cuando tras el acaloramiento entiende que no hay camino, que solo hay abismo.

Llegar a su puesto de  trabajo  es comenzar con la rutina; comprobar lo que hay para el día, asignar las tareas a la gente de la que es responsable, gestionar prioridades según los calendarios a cumplir, y estar alerta ante las sorpresas venideras que como en cualquier trabajo siempre están acechantes para darte un revolcón y todo lo que has pensado y preparado para la jornada, para la semana entera incluso, se vaya al traste y haya que empezar a darle una vuelta a todo lo decidido, que ya no vale.

Su mesa suele estar ordenada, dentro de cierto desorden, papeles con anotaciones, con fechas, con información necesaria para el seguimiento de los trabajos a realizar o que ya están llevándose a cabo, pero siempre en un orden que él controla. El desorden le altera.

Ha llegado pronto, le gusta llegar un poco antes del horario de entrada para ponerse un poco al día y organizarse antes de que llegue el resto del equipo. Suena el teléfono. Eso le encabrona un poco, si suena tan pronto suele significar; o problemas o que alguien del equipo no vendrá por algún motivo, y desde los últimos despidos aunque hay menos labor, una pieza menos desbarajusta todo lo ideado y el puzzle de “gente-trabajo” empieza a no encajar.

Coge el teléfono  con un “Diga” cansino, sin mucho ánimo, casi no le sale, como cuando has estado mucho tiempo callado y la voz no te surge firme, nítida, más bien con una especie de “gallo”. Se da cuenta, aclara la voz y lo repite: “Diga”.

Al otro lado, de primeras no escucha nada, no se oye voz alguna. A veces pasa con los teléfonos que aunque ya estamos en comunicación, no se oye nada, hay un breve vacío, un silencio que nos inquieta puesto que nos deja con la duda de quién llama, quién nos está llamando. Mira la pantalla del terminal, allí aparece un número de teléfono fijo, por tanto es de fuera de la oficina, y rápidamente piensa que será alguna persona del departamento que quiere avisar que llegará tarde o que está enfermo y ni siquiera llegará ese día. Al fin se oye una voz, una voz femenina, que le nombra, y rápidamente se presenta, dice su nombre y le dice si se acuerda, el asiente rápido con un; “Sí, claro”, y es cierto, antes de que ella se presente, él reconoció la voz, y le puso cara, y recordó su rostro, un rostro joven, casi adolescente, y sonriente, siempre sonriente. La recordaba como una chica vital, alegre y divertida. Un poco sorprendido, se muestra afable con ella, sin cinismo, lo siente así;

– ¿Cuánto tiempo, qué tal te va todo?

– Bien, tirando como se puede -contesta.

Ella, trasmite con su voz, lo que él recuerda de su rostro; energía y dinamismo. Ella trabajó hace bastante tiempo atrás para la empresa, para su equipo, con contratos de obra para conseguir dinero a la vez que estudiaba, pero llegó un momento que compaginar ambas cosas se hizo complicado y dejó de trabajar para poder centrarse en el estudio, ya no solo era parar y dejarlo en épocas de exámenes, los estudios se pusieron algo más difíciles y las exigencias mayores, incluso con prácticas, hizo que abandonase este trabajo, que al fin y al cabo era provisional.

Después de ponerse muy rápido al día de cómo les iba a uno y al otro, de preguntarse por las vacaciones, -ahora es Septiembre y están recientes,- y cruzarse los típicos parabienes, llegó el tema central de la llamada, que era no otra cosa que la de petición de trabajo.

Ella le pregunta si hay posibilidad de trabajar, no en jornada completa, tiene clases por la mañana y sería para trabajar por las tardes, si es que aún tienen ese turno. Que necesita trabajar para poder pagar la matrícula de la Universidad que las tasas han subido mucho y tiene que buscar la manera de pagarlas.

En ese momento él, que ya casi se iba esperando este final, este fin en la llamada, se removió en la silla, para decirle que no había nada de momento, no había esa posibilidad, que la cosa estaba floja, muy floja desde hace tiempo, que por la poca contratación había ido saliendo gente paulatinamente de la empresa, con despidos y acuerdos de prejubilaciones, y que en su área, no estaba pudiendo contar con la gente que venía a reforzar en periodos vacacionales o en Navidades cuando se concentraba más trabajo, porque esos picos ya no llegan y por tanto no contrata casi a gente temporalmente.

Le dice que se lo imaginaba, que todo está fatal, que ya ha mirado otras posibilidades y tampoco hubo suerte. Intenta darle alguna esperanza, le dice que cree que un poco más adelante puede que se reactive el negocio, que hay un proyecto potente que pudiese entrar en breve y como está con la gente justa quizás pueda contar con ella, que espera que en menos de un par de meses necesite incorporar gente.

Ella contesta que genial, que se lo agradece, que si puede brindarle esa posibilidad sería fantástico.

Él se siente un poco mal, sabe que esto que le dice de aumento de trabajo, es más deseo que realidad, pero como otras veces ha hecho, a poco que aumente el flujo de trabajo, en vez de absorberlo entre el personal ya existente, tirará de listado para ayudar dentro de lo que puede a dar trabajo, y anota su posible horario, por si surgiese que la tenga que llamar.

Ella, ante este pequeño resquicio, se lanza a decir que tiene compañeros y amigos, que también buscan empleo y que si él necesita más gente que también podría contar con ellos, que incluso en el horario no se fije, que no dude o se detenga en esas pequeñeces, que se adaptarían a cualquiera. A algunos de ellos, les han subido tanto las tasas que no se podrán matricular de todas las asignaturas, que incluso algunos tendrán que dejar de estudiar a no ser que encuentren de donde sacar el dinero, ya los padres no pueden asumir ese gasto.

Quedaron en eso, en hablarse, en llamarse más adelante, y ha pasado un año, y él no ha podido cumplir con las expectativas que inocentemente le quiso dar para que la llamada no fuese complemente frustrante para ella. Él  quedó algo taciturno, entre el enojo y la tristeza, el enfado con los dirigentes que estaban estrangulando la Educación de esta manera y la rabia por no poder hacer nada, por no poder ayudar.

Ha pasado un año y piensa en ese año transcurrido, en todo el dinero que se ha recortado en becas y ayudas a los estudiantes y a sus familias, y otra subida potente en las tasas. Todo tildado de necesario y envuelto en la bandera de la búsqueda de la excelencia, de premiar al mejor estudiante, de dar al que se lo gana, cuando lo que se premia es al que tiene más dinero, que es el que podrá estudiar, es el que no tiene que buscar la manera de pagarlo trabajando.

Y hoy cuando todo ha transcurrido como todos los días, como hace un año, con un despertar similar, con el paso lento hacia la ducha, el desayuno con zumo y café, el viaje en el coche escuchando la radio y la llegada al trabajo para preparar el día, ha recordado aquella llamada, ha asimilado de golpe, lo oído de camino, la insidia de un ministro que dice que las protestas contra su reforma educativa son una protesta política, -que muy bien no se sabe que es lo que quiere decir con eso, salvo que significase que no es por lo hecho sino por quién lo hace-. Pues claro que es una protesta política, contra su “Política educativa”, educativa con minúscula, claro. Ese mismo ministro que compara las protestas, a las habidas en México y Chile, como fiesta de cumpleaños las de aquí, cuando el espejo en el que debería mirar es en los vecinos más cercanos, en los socios europeos del país. Un ministro de Educación que dice que no tiene porqué estudiar todo el mundo, se descalifica solo. Y piensa todo esto, frente a su ordenador, y vuelve a verse como hace un año al colgar el teléfono, con la mirada ausente, desanimado con el horizonte sombrío que espera.

 

 

    *Los recortes en Educación, Sanidad, Protección Social, etc… nos ahogan y debilitan como ciudadanía y como sociedad, y para poner música al desafecto que esto produce, Serrat nos hizo ya hace mucho tiempo el favor de crear canciones, que se le podrían cantar ahora mismo al ministro de educación y otros compañeros y sin duda, a su jefe.

«A usted»                          «A quién corresponda«

Serrat-En_Transito-Frontal

Milongas que quizás ni fueron

09 martes Jul 2013

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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En Transito, Esos locos bajitos, falsedad, Hombre del saco, La Mano Negra, madre, Música, mentiras, Milonga, niñez, niños, Piscina, reuerdos, Serrat, Zapatilla

El recuerdo de la madre siempre fue bueno, no tenía constancia de grandes castigos, ni de amenazas, ni engaños para provecho de ella en desventaja de ellos por la inocencia de estos que debían oírlo y sufrirlo, o quizás traicionó al recuerdo verdadero y lo invistió de bondad, por ser la madre una figura referente, alguien que cuidó y protegió de las desventuras iniciales, cuando púberes no sabían ni por donde se andaban ni por donde debían andar, quizás demasiado protectora para con los pequeños o quizás demasiado “falderos” estos dos últimos, que se llevaban largos años con el resto, y de los que quizás no se ocupó de la misma manera, -de los mayores-, por las necesidades de la época, dura época para sacar a una familia numerosa adelante, con el trabajo en el hogar y fuera de él, para traer salario con el que completar al del padre y poder dar de comer a los hijos, que pronto se tuvieron que poner a trabajar. Los años aquellos de los que ahora hace memoria, se muestran algo confusos, incluso sin saber muy bien lo que es vivido o contado por otros miembros de la familia, los hermanos que sí que por la proximidad en edad y lo traviesos que eran, fueron quebradero de cabeza para ella, para la madre, y a ellos sí que quizás les contó milongas, falsos cuentos para tenerlos atados en corto y que no se le desmelenasen en exceso, ya que además delegó en ellos el cuidado del cuarto niño cuando llegó, no sin cierta sorpresa por no ser buscado con insistencia aunque sí buscado.

De esas conversaciones sobre lo que debió ser algo de patraña por parte de la madre, o actos negados por ella, recuerda pocas cosas, pero una la tiene clara en su memoria y fue el vuelo de la zapatilla, como toda madre de aquel periodo, y que si bien para él no fue en exceso desenfundada de su pie, sí que fue testigo de un  acto de lanzamiento de este objeto hacia uno de los hermanos con certero tino en la ceja de éste con herida “contuso-cortante” incluida. Un clásico de las madres de antes,  no de las de ahora que no zurran a los hijos, a veces no por deseo, si no por no ser denunciada por terceros.

De pequeño los otros niños contaban cosas fantásticas, como que había hombres peligrosos con sacos que se los podrían llevar si no eran buenos, y en el colegio había un grupo malévolo llamado la “Mano Negra”.  Pero no consta que fuese la madre cómplice de estas tretas y falsedades comunes en los mentideros. Si bien recuerda la norma impuesta, menos terrorífica, cuando iban a la piscina de que pasasen dos horas después de comer para bañarse o en su defecto para evitar este receso en el divertimento en el agua, había que ir inmediatamente al chapuzón mojándose las muñecas y nuca primero, antes de que pasase media hora, puesto que a partir de esos 30 minutos, ya no había “tu tía” y se podía cortar la digestión. Quizás esto no era en sí una mentira y sí algo de saber popular, pero nunca se probó científicamente si esto era verdad. Otra milonguilla era un remedio contra el mareo, algo así como  que había que ponerse esparadrapo en forma de cruz en el ombligo durante el viaje en coche o autocar, aunque realmente no queda muy asegurado que la madre alentase ese remedio. Como decía la memoria es falsa y juega a despistarnos, sobre todo cuando lo que ha de recordarse no fue marcado y repetido con insistencia en los años a los que nos queremos remitir.

Son tópicos quizás, pero sucede, lo de que los malos recuerdos y mentiras vertidas en los niños se borran con facilidad y solo sobreviven los buenos y felices momentos, y más si están tamizados por ser el padre o la madre los responsables de lo sucedido y vivido. Puede que lo de los engaños para mantenernos controlados, algunos los hayamos dejado en un cajón y olvidados por completo o al finalizar esos años nos hicieran un lavado de cerebro, que todo es posible.

.

Nota al texto:

*El juego consiste en decir tres Milonguillas contadas por nuestras madres y poner un vídeo de un “zapateao” hecho por uno mismo.

    **By, me metió en este juego del “Milongueo” de las madres, y se me hacía difícil aceptar, pues no ha sido mi madre de muchas mentiras al menos en mi recuerdo, pero bueno al final aquí he dejado un breve relato con el tema de las posibles falsedades que las madres vierten sobre los niños, siempre según ellas por el bien de los vástagos, esos locos bajitos que hay que domesticar como dice la canción de Serrat.

«Esos locos bajitos«

Serrat-En_Transito-Frontal

***Momento congelado de “Zapateao” uzbeko sobre cojín.

Zapateo uzbeko

^^Mis candidatos son los siguientes blogs para continuar con las milongas, si quieren claro. 

Agniezka, Una cabeza Sembrada, Karmel, Comedieta, Sin Sueño

Siete pecados librescos

24 miércoles Abr 2013

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 49 comentarios

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Avaricia, desvelo, envidia, Fiebre, Gula, Ira, León Felipe, lectura, libros, Lujuria, Música, Mediterráneo, noche, Orgullo, Pecados, Pereza, Serrat, Vencidos, vigilia

los-siete-pecados-capitales-de-la-lectura

Adwoa me condena al purgatorio hasta que no expíe mis pecados capitales con la lectura, con los libros y los autores. En un principio, yo quiero resistirme, no me gustaron los confesionarios nunca. No soy amigo de las sotanas y los capillitas, y las iglesias me alteran, no los templos, sino la organización eclesiástica cualquiera sea su creencia y su dogma.

Pero finalmente aquí me muestro, dando vaga respuesta a las preguntas relacionadas con los pecados y los libros, más por su interés de conocerme (según dice, le costó bastante interesarse y querer seguir mis escritos), que por mi interés en confesar.

Como el blog está centrado en relatos y poesía, he decidido contestar de dos maneras: Una escueta y directa, tipo test y otra un poco más acorde con el blog, más trabajada e inventada para entretenimiento de todos y con el placer que me provoca contar historias ficticias y apoyadas en el quicio de mi recuerdo manipulado. Que cada uno elija el que más le guste. 

**NA: Al final del todo encontraréis los pecadores que he seleccionado para este juego al que me he prestado.

Versión Test.

Avaricia: ¿Cuál es tu libro más caro y el más barato? Mis compras suelen ser los libros normales, nada de ediciones fabulosas, la horquilla entre los 5 y 30 euros creo que es lo que gasto.

Ira: ¿con qué autor tienes una relación amor-odio?  Ira suena fuerte y no es un sentimiento real, pero sí que hay un autor que me fastidia por lo bien que escribe y te alarga una historia para luego en pocas páginas dar por zanjado el libro, quizás lo adivinasteis: Javier Pérez Reverte

Gula: ¿Qué libro te devoras una vez tras otra? No soy de relecturas, pero reconozco que «El Principito» es el libro al que he recurrido varias veces.

Pereza: ¿Qué libro no has leído por flojera?  Son muchos los aplazados, más que por flojera por pensar que no es el momento, que ya tendré tiempo de su lectura. Aunque hay uno que dejé a medias y le tengo pendiente, como una espina y es Ulises de Joyce.

Orgullo: ¿De qué libro hablas para sonar intelectual? No me gusta sonar intelectual, quiero decir  tener esa pose, sobre todo si es potenciada para distanciarme o parecer por encima de los demás. Considero que he leído tan poco que casi soy un analfabeto, hay tanto por aprender.

Lujuria. ¿Qué encuentras atractivo en los personajes femeninos o masculinos? No soy mitómano, con lo que si en la vida real no hay cabida para ello, no encuentro atractivo tampoco en los personajes escritos cánones lujuriosos a los que seguir.

Envidia: ¿Qué libro te gustaría recibir cómo regalo? Cualquiera que venga regalado con cariño.

Versión Relato.

«Los siete pecados librescos»

La fiebre. La fiebre le tiene empapado y algo desorientado. Se despierta a cada rato, la vigilia le aturde el pensamiento, desea seguir durmiendo y no lo consigue. Frío. Suda por la calentura que a la vez le provoca escalofrío. Sed. Tiene sed pero no quiere levantarse en busca del agua que se la aplaque, teme caerse en el trayecto. Da vueltas en la cama y la mente se le llena de pensamientos. Vértigo. Siente el mareo y la enfermedad que no sabe de dónde viene. A la cabeza le van y le vienen recuerdos, historias  que se le mezclan y confunden, sin discernir lo real de lo ficticio, de aquello leído de lo otro vivido, de lo deseado y anhelado con lo hecho y realizado.

Como aquel Quijano, se le presentan batallas idealizadas, palabras que le enfadan a veces, y otras que le alegran y agradan. Se le aparecen los libros leídos y los aplazados, le angustian estos últimos, los postergados, puesto que siente que ya no tendrá tiempo de resarcirse con su lectura retrasada, se da cuenta de su pecado de Pereza, y se pregunta ¿Qué libro no ha leído por flojera? , y se le amontonan y amalgaman unos y otros y otros más, que fue dejando por desidia, porque estimaba que tendría tiempo de ello, en un tiempo futuro cuando no le quedasen más que ganas para la lectura. Tantos son que se avergüenza y siente la Ira, pensando en los libros leídos que lo defraudaron y evitaron que otros fueran leídos, y se pregunta: ¿Con qué autor tiene una relación amor-odio? Y no sabría contestar, le aparecen caras pero no podría concretar, aunque en su delirio quizás se le fija una faz con más nitidez, ese que le gusta en su contar pero que le engaña y decepciona una y otra vez con sus finales, y ve su tez delgada y poblada de corta barba, es Perez-Reverte. Ese rostro, no sabe muy bien por qué le trae otro rostro, iniciático en la lectura para él, alguien que siendo colegial le inoculó el virus  de los libros, y traga saliva, siente la boca seca, siente palpitaciones al advertir su pecado en esa infancia, pecado de Avaricia, cuando quería coleccionar libros que compraba semanalmente y que luego no leía y quedaban en la estantería, en ese impulso de coleccionismo infantil, absurdo y pasajero por no tener dinero. Y el tema pecuniario le lleva a preguntarse: ¿Cuál es el libro más caro y el más barato que nunca compró?, dándose cuenta de que no gastó nunca ni mucho ni poco, siempre fue en término medio, sin locuras pero sin escatimar en pasta dura, que prefiere a las ediciones de bolsillo que son ahora su sino, pero no Envidia, a quien se compra las primeras ediciones, con grandes letras y amplios márgenes, y con la excitación visual de bellos libros se pregunta: ¿Qué libro le gustaría recibir cómo regalo?, y no encuentra preferencia, hoy se siente a salvo, y en su purgar pecados entiende que lo importante es de quién viene ese regalo. Todo gira a su alrededor, y a la vez él avanza, en un vaivén desquiciado de mente ida, y huido el entendimiento por el sueño extraviado, esto que está sintiendo es como una catarsis, un purgatorio donde espiar sus pecados de soberbia intelectual, por ser lector habitual, y piensa quizás en haber pecado de Orgullo por ello, pero enseguida lo rechaza, darse respuesta a su pregunta, ¿De qué libro habla para sonar intelectual?, sabiendo que no lo hay, que nunca utilizó ninguna lectura para sonar letrado y en boga, y al reflexionar a este respecto, recuerda sus lecturas y las que le marcaron, quizás más por su mensaje, y se cuestiona: ¿Qué libro devora una vez tras otra?, que le lleva al pecado de la Gula, de degustar de vez en cuando para paladear sus letras, y aunque no es muy dado a relecturas, tiene que reconocer que de vez en cuando,  pasado el tiempo, cae por las páginas de “El Principito” para dejarse llevar por su magia y su sabiduría. Y siendo ese personaje protagonista tan blanco y limpio de corazón, se da cuenta de que no cae en el pecado de la Lujuria, cuando se pregunta: ¿Qué encuentra atractivo en los personajes femeninos o masculinos?, la lujuria no está en lo leído, y la piensa de carne y hueso. Y la noche avanza y con este pensamiento último cae rendido, como Alonso en su último retiro. Y busca un cuento de aquellos que ha leído que lo tranquilice y dé un respiro, en espera del amanecer que le saque de este delirio de fiebre y desvarío. Enfermo del amor y desdicha, de las vidas de otros encontradas en los libros, queda vencido.

*Para finalizar, como siempre música para el texto. Esta vez Serrat nos canta, el gran poema de León Felipe, que como nuestro protagonista queda Vencido en su batallar con la vida y los libros.

«Vencidos»

Serrat - Mediterráneo

**Para completar el juego al que me presté, tengo que nominar unos pecadores para que hagan lo mismo, responder a las preguntas, yo pondré los nombres pero si alguno pasa de hacerlo, lo entiendo, yo soy de su pensamiento y esta vez me traicioné.

***Ellos 7 y los motivos:

Dessjuest, para saber si su pasión por el ciclismo está ligada a los pecados de la lectura.

Nergal, para encontrar las raíces del Nergalés.

Inspi, para encontrar las fuentes de ese romanticismo.

Comedieta, porque sé que últimamente no escribe y así la obligo a poner unas líneas, y de paso saber algo más de ella.

Ana Azul, me intriga esa pasión suya por las listas con curiosidades, a veces estrafalarias.

Kátharsis – Masalladelapalabra, para saber algo más de esos ojos hipnóticos.

Después del sexo, porque seguro que Carlos me sorprende con sus respuestas.

La vida está llena de afectos y desafectos.

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