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Archivos de etiqueta: desamor

Mística lactante, mística maternal

12 martes Ene 2021

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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afecto, amor, Bebe, Cuídame, desafecto, desamor, dolor, dudas, EBS, Ella Baila Sola, Grietas, hijo, Jorge Drexler, Lactancia, leche, madre, Maternidad, Mística, Música, Parto, pechos, Pedro Guerra, Por ti, Reencuentros

I

Ayer se me cayó una lágrima. Estaba dando el pecho al niño, sentada en el butacón elegido y comprado para ello, para mi comodidad y su comodidad. Lo sostenía entre mis brazos, bien sujeto y colocado para que llegase cómodamente a la mama, llevaba un rato pidiendo comer, y mientras le cambiaba el pañal se empezó a impacientar, y cuando está con esa ansia, es de temer, succiona con toda su fuerza.

Una lágrima grande, muy grande, como esas primeras gotas de tormenta de verano que levantan polvo al contacto con la arena seca y dejan un círculo amplio. Casi ni rozó la mejilla, pero arrastró con ella algunas otras; éstas sí que se deslizaron por el rostro bajando con menos fuerza, despacio, las percibí húmedas y con pesada abundancia, sintiendo como avanzaban por toda la cara, hacia el abismo unas, y continuando por el mentón para seguir su camino por el cuello otras. Esa primera enorme, cayó rápida y se precipitó hacia la almohada en donde tenía apoyado al bebé. No fue una lágrima lánguida y lenta bajando por la mejilla como las siguientes, supongo que fue mi posición, inclinada un poco la cabeza hacia adelante para llevar mi pecho hacia el niño lo que hizo que abriéndose paso entre las pestañas que no fueron capaces de contenerla, y encontrado el vacío enseguida cayese rauda desde el ojo hasta encontrarse con la tela que la recibió como gota de lluvia, dejando marcado un amplio redondel de agua y sal. No era de ternura ni de alegría ni de miedo ni de duda, no era una lágrima de felicidad, era una lágrima de dolor, de dolor inmenso, dolor de grieta profunda. No es la primera vez que me pasa, ya son varias tomas, varios días en los que ha sucedido, en los que dar de comer al pequeño se me convierte en un suplicio. Un dolor que hace que tense mis piernas, que las estire y levante a la vez que mi cuerpo se dobla levemente sobre el bebé, a la vez que un apretar de dientes acalla ese grito que quisiera lanzar al aire, pero que no evita ese brillo en mi mirada que se transforma en agua salada. Un dolor que no quiero que se transforme en rechazo hacia el muchacho, que no es su intención aún hacer daño, ahora es sólo supervivencia e instinto natural, ya le llegará el tiempo en que sus decisiones si sean meditadas y el daño lo haga a propósito y con conciencia de molestar o hacer mal. Nadie nos libramos de hacerlo, de procurar el perjuicio de otros en alguna ocasión o al menos el deseo de que suceda algún padecimiento por envidia o desacuerdo en pensamiento o por una trifulca que nos enfrenta, y que nos lleva a la irracionalidad de querer la amargura y sufrimiento de esos otros. Yo querré que esto no suceda, que sea una persona de bien, pero quién sabe si lo conseguiré, y menos ahora que los inicios duros nublan mi entendimiento.

Me siento como un animal, como una vaca. Cuando me descuido tengo dos grandes marcas en la camiseta que llevo puesta, sin motivo aparente mis pechos comienzan a segregar la leche, me miro y me veo como en esas imágenes de fiestas de camisetas mojadas, pero no me veo atractiva ni seductora como en ellas se ve y se muestran esas chicas.

Siento que huelo a leche todo el día. Ya sea por la leche desbordada que lo empapa todo o por la proximidad de una toma a otra que hace que sienta que todo el día tengo leche cayendo y calándolo todo, como cuando el bebé se aparta y el chorro sigue saliendo – igual que en aquella imagen de la película “La teta y la luna”- y mojo la cara del pobre pequeño o mi ropa o la almohada en la que le apoyo o incluso en ocasiones llega a manchar el suelo. Hay veces que me pongo a dar uno de los pechos y es el otro el que empieza a exudar leche como si fuese un conducto roto, incontenible, como si una fuente tuviese dos caños y al abrir el grifo ambos soltasen el agua, haya o no balde para recogerla, en este caso haya o no niño que pueda aprovechar esa preciada leche. Y empapo todo el sujetador y maldigo mi estupidez y mi falta de cuidado y mi olvido de ponerme los protectores. Los discos absorbentes son mis fieles compañeros para que esto no suceda, pero con las prisas a veces se me olvida ponérmelos; por indicación de la matrona es mejor no abusar de ellos, no llevándolos constantemente para que los pezones se sequen y no queden mucho tiempo húmedos, es por ello, por no secarse bien lo que hace que las heridas y grietas no se cierren, al igual que no debo abusar de las cremas protectoras para los pezones, por el mismo motivo. Y en estas me veo por la casa con las “lolas” al aire durante un buen rato, para que se sequen los pezones y la aureola de forma natural después de cada toma.

Me esfuerzo y persevero pese al dolor que me produce el momento de dar el pecho, entiendo a tantas mujeres que desisten y lo dejan, y deciden no pasar por el calvario cuando este se vuelve insoportable. Incluso algunas ni se ponen a ello, buscan cualquier excusa para no amantar, -nada criticable-. Es fácil convencerse de que no vale la pena ese sufrimiento, ese esclavismo. Las leches de hoy son tan buenas como la materna, y aunque son muchos los que abogan por la natural en detrimento de la manufacturada porque mejora el sistema inmunológico y de defensas del bebé, es entendible que algunas mujeres al primer revés en el proceso de la lactancia tomen la determinación de dar el biberón. Soy algo testaruda y pensando que es mejor mi leche que la tratada químicamente -“en polvo”-, me digo que debo aguantar un poco, si al primer traspié ya doy un paso atrás cómo me mantendré fuerte y firme para una educación correcta, aunque en el fondo una cosa no tiene nada que ver con la otra, no sé si pierdo la lucidez a ratos y me vuelvo paranoica. Quizás esté haciéndolo mal y antes de tirar la toalla voy a buscar el cambio de postura; en el manual para la lactancia aparecen diferentes formas de dar el pecho, para que se elija el que mejor se ajuste a las necesidades de cada mujer según el tamaño del niño y de los pechos de ella.

No sé. No sé si hago bien las cosas. Me encuentro mal, muy mal, no me da tiempo a nada, no puedo salir de casa, estoy en una mazmorra aunque sin llave echada ni barrotes en las ventanas. Pero es una cárcel. Con un carcelero al que empiezo a querer, en un estado de síndrome de Estocolmo que me idiotiza. Me siento como una esclava atada a una “demanda” sin horarios y sin un minuto para mí.

Me intento convencer de que todo va bien. Pero no lo siento así. Lloro. Tengo los sentimientos a flor de piel. Me siento triste en un momento que debería sentir con completa felicidad, es irracional y absurdo que no pueda estar disfrutando de estos momentos únicos e irrepetibles, como tantas veces me han repetido los que ya han pasado por ello; – Disfrútalo, que se pasa rápido-. Quizá por ello mismo me agobio, por no sentir ese placer y disfrute, por notar que pasan los días y se escapan esos momentos irrepetibles y que no soy capaz de aprovecharlos y vivirlos con plena alegría. Contrariamente quiero que pasen rápidos, que pasen estos primeros meses que se me hacen insoportables y largos, demasiado largos. Dicen que después ya es mejor, y quiero que llegue ese mejor cuanto antes, lo de ahora no es mi idea de felicidad.

Sé que debe ser por las hormonas que las tengo alteradas por el embarazo y el parto y todo el proceso químico que sucede en mí interior, pero que lo sepa no quiere decir que consiga evitar sentirme fatal y que me entren ganas de llorar en muchos momentos del día. Día que me paso prácticamente sola con el hijo, sin relacionarme con nadie más. Intento decirme que no soy mala madre por no sentir el misticismo de la maternidad ni de la lactancia. Ese momento que cuentan algunas mujeres en la que hay una simbiosis perfecta entre madre e hijo, un momento que los hombres nunca podrán entender y que las mujeres que no lo han pasado tampoco, un momento en el que una siente que está dándole el maná de vida a aquella criatura que se ve pequeña y desamparada, y que tú como madre vas a proteger sobre todas las cosas, por encima de cualquier eventualidad. Pero yo eso no lo llego a sentir, no llego a percibir ese estado transcendental y mágico, aunque sí lo otro; que daría cualquier cosa por el hijo, por protegerle, por evitarle males y apartarle a los malvados. No he sentido esa plenitud al dar el pecho nunca ni antes de que comenzasen estos dolores infernales, ni por supuesto ahora con las grietas que hacen que no pueda ni levemente rozarme el pezón con nada, hasta la tela del camisón me daña, y que hacen que cada vez que el niño me pide comer sepa que las lágrimas volverán a brotar durante unos instantes.

……..

II

Han pasado días desde las últimas lágrimas. Con los consejos de la matrona y el cambio de postura las grietas se han ido cerrando y aunque en el inicio de la toma sigue molestando un poco, ya no se puede llamar dolor. Estoy más contenta, aunque sigo sin sentir el universo sobre mí cuando doy el pecho, pero sí que noto que cada día quiero más y más al pequeño. Ya han pasado un par de meses desde el parto, difícil parto el que sufrí, y que todo el mundo se empeña en decirme que olvidaré y que no recordaré lo mal que lo pasé, pero yo sé que no será así, hay que ser estúpida para olvidarlo o relativizarlo con el paso de los años, para decir; -bien sufrido fue con el fin de tener lo que se tiene ahora-.

El afecto ha ido creciendo en mí hacia él y cada día le quiero más, un sentimiento que reconozco que no me llegó por el mero hecho de darle a luz, el amor se ha ido cimentando día a día. Quizás por ello he aguantado el dolor en esos días pasados. Con este sentimiento vuelvo a pensar que no soy una buena madre, y que quizás no lo llegue a ser nunca, cómo no sentir inmediatamente un amor desaforado por aquel que llegó al mundo por ti. Incluso me pregunto sobre mi forma de relacionarme con lo que me rodea, no sé si albergo cierta insensibilidad o falta de empatía o si los afectos y desafectos que invoco se me muestran esquivos a la inmediatez, y están purgados del impulso descontrolado e irracional y solo surgen con el trato más largo y cercano, más racional se podría decir, aunque a veces sea lo contrario y el compromiso duradero sea el que lleva a un sentir irracional por la cercanía y proximidad que aturden y ciegan. Se supone que el cariño y el amor deben desvincularse del pensamiento racional y que deben salir de adentro sin entender a que son debidos y sin ponerles dudas o pegas o reparos a esos sentimientos y menos aún trabas. Dicho fríamente, si lo hubiese perdido a las horas de nacer o a los pocos días cuando parecía complicarse su existir o gravitaba sobre él un existir incompleto y nada pleno, me hubiese dolido mucho, muchísimo sin duda, pero si pasase ahora, sentiría que se me desgarra el corazón.

No se puede negar que un lazo existe y amor inicial lo hay, sería también estúpido negarlo. Cómo negar ese dolor y pena por no poder ver al hijo tras el parto, cuando se lo llevaron rápido, y casi ni sabes cómo es, separados, él en la sala de neonatología por sus complicaciones durante la expulsión y yo en la habitación reposando las horas aconsejadas por los médicos, y cuando pasado ese tiempo quieres ir a verlo pero no puedes andar tanto trecho y sentarte en la silla de ruedas es un suplicio por las almorranas enormes que te han salido, y lo intentas y no aguantas el dolor y lloras y dices; -No puedo-, el mundo se te viene encima. Entonces pides al marido que te traiga una foto, que lo quieres ver. No sé si sientes en realidad un deber, o un deseo de comprobar que está bien, o es una imposición tuya de empezar a quererle ya mismo, y solo puedes quererle si lo ves, y realmente no le has visto. Ya cuando al día siguiente por fin los calmantes hacen efecto y puedes ir, y estas frente a la entrada de esa sala en la que se hallan los que han llegado prematuros o con problemas, respiras hondo, y cuando las puertas se abren al contacto del interruptor, entras y no sabes a donde ir, y una voz a tu lado te dice; -Allí, al fondo, en la esquina. Te aproximas con cierto temor de lo que te vas a encontrar, y le ves tan indefenso, con tubitos por la nariz, protegido y al calor de una incubadora, encerrado entre paredes de metacrilato que le aíslan del aire y del mundo al que ha llegado. Las lágrimas te abordan y te emocionas, y lloras, y no puedes evitarlo y quieres mantenerte fuerte pero no lo consigues todo es desconsuelo y llanto y abrazo del marido que te apoya, y escuchas de las enfermeras los ánimos que te dan y dicen que todo va a ir bien. Pero tú tienes miedo de perderle, ya le has visto ya le estás queriendo, ya te está pidiendo tus cuidados aún sin llorar y sin quejido alguno, sólo con su presencia.

Luego avanzan los días y pasan las semanas y ya sólo sientes que te debes a él, ya sólo él, ya no eres tú la prioridad ni para ti misma, y notas que te está robando algo de ti, que te succiona el alma, tienes la sensación de estar en aquella película de “La invasión de los ladrones de cuerpos”, ya no eres tú misma. Los sentimientos han variado de tal manera que siento que no llevo el timón de ellos. Sigo sin sentir la mística de la maternidad pero aprecio que no soy la misma. Quizás sea esa la mística, la perdida de la conciencia del yo.

Esa mística de la que tanto me hablan las que pasaron por ella y la sintieron y la sienten, y no se les va, diría que incluso cada día más se les refuerza, como una ideología o una fe que echa raíces fuertes después de una primera aproximación y ya no se puede arrancar lo que ha brotado.

Me siento mal a ratos por no percibirla, por no hacerme fanática y fiel seguidora de ella, de esa religión en la que se convierte la maternidad, por tener y experimentar sentimientos contradictorios por amar al hijo tanto y por desear a la vez que pase el tiempo rápido, por desear que como en algunos deportes cuando vas ganando el reloj avance más aprisa para llegar antes al pitido final, a la victoria y a la celebración, que sin duda seguro tendré, y pronto me llegará con el hijo. Todos me lo dicen, que antes o después veré la luz y me convertiré. No digo que no, puede que dentro de unos meses o unos años sea la defensora a ultranza de esta fe, y sea la militante más fervorosa, nunca digas de esta agua no beberé, me enseñaron. Mientras tanto intentaré no martirizarme por sentirme una mala madre, y seguiré dedicándome con todo mi esfuerzo y todo mi amor a proteger su fragilidad.

 

 

.     *Cómo nos canta EBS, la protagonista siente su vida empeñada por verle sonreír… y sabe que ese niño le está demandando ya todos los cuidados para mañana, como cantan Pedro Guerra y Jorge Drexler.

«Por ti»                                                      «Cuídame«

Ella Baila Sola     reencuentros

.     **NA: Publicado originalmente el 18 de Marzo de 2014. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Volver a empezar

16 jueves Abr 2020

Posted by albertodieguez in Música, Reflexiones, Relato

≈ 7 comentarios

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Al respirar, amor, Caminos, Desafectos, desamor, Empezar, Música, respirar, Ruptura, Sharabbey Road, Un día en el mundo, Vetusta Morla

Allá, lejos de la multitud, sumidos en el desamparo, en la isla salvaje, despojados de la civilización, nos unimos como nadie, todo estaba en contra de nosotros pero nos hicimos fuertes y luchamos por querernos, pero aquello pasó y hoy he decidido que ya no más, la rutina asesina nos ha hecho desbocar, todos los avatares que pasamos no nos han hecho madurar, el amor se acabó y no queda por lo que batallar, cada uno mira para otro lado cuando despertamos, las lágrimas por ti no me hacen feliz y necesito echar a volar. Del recuerdo no podemos continuar alimentando un futuro que nos hace daño, necesitamos otros corazones que buscar, que nos refugien y quieran y que nos traigan felicidad, esa que ni tú ni yo nos podemos dar. No me digas que los buenos tiempos volverán, es engañarse una vez más, no vale la pena, es mejor afrontar una ruptura que no dejarse acomodar por el tedio, solo hay una vida que vivir y debemos hacerlo sin sufrir, busquemos otras islas donde poder empezar bajo otras palmeras que nos hagan disfrutar de un amor duradero que no nos supimos dar, ese amor se extinguió, no son reproches solo te quiero contar que ya lo nuestro no tiene donde llegar, que el horizonte está tan lejos que es mejor parar, hace tiempo que nos perdimos y no avanzamos de la mano, nuestros caminos se bifurcan y no quiero seguir a tu lado, tu quieres decidir por dos pero yo estoy cansado, necesito descansar, necesito tomar aire y respirar, quiero la soledad, los días están contados y no hay nada más que perder, es hora de volver a empezar.

 

 

 

.     *A veces los caminos no están claros y se ven lejanos y nuestro compañero de viaje no nos deja respirar y necesitamos separarnos para no sucumbir en el trayecto, Vetusta Morla nos lo recuerda.

«Al Respirar»           «Sharabbey Road«

Vetusta_Morla-Un_Dia_En_El_Mundo-Frontal

.     **NA: Publicado originalmente el 27 de Enero de 2012. Hoy recibe una nueva oportunidad.

Hiere y arruina, la palabra

15 miércoles Abr 2020

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 34 comentarios

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Al fin sola al fin loca, Christina Rosenvinge, desafecto, desamor, desencuentro, Enfado, Flores raras, loca, locura, Música, palabras, Ruptura, Sola

¿Puede una palabra arruinarlo todo? ¿Una frase puede arruinar un pasado común y un futuro posible que ya no será? ¿Puede un momento de ofuscación desbaratar lo común? ¿Puede deshacerse el lazo por una palabra que resulta ofensiva y dolorosa? ¿Puede para alguien doler tanto un vocablo, a priori inocuo y sólo descriptivo sobre un acto para el que lo verbaliza? Puede.

La voz no ahogada, a veces ahoga. Lo dicho como defensa o purga en un enredo o discusión o enfado, pero sin intención de ser arma arrojadiza se transforma en dardo o daga que hiere y saja. La palabra que no parecía en exceso grave se convierte para el otro en un exceso y hace yaga incurable y comienza su desangre a borbotones, licuando el amor hasta ese momento habido por ser insoportable e inasumible el insulto que ha sentido recibir. Y duele más ese sonido expelido por el amante que un bofetón, mucho más, duele como si lo más grave hubiese sido dicho, como si lo más deshonroso hubiese sido puesto en boca del amado, que ya no puede entenderse como tal; y el –perdón- y la disculpa no bastan cuando el puñal en forma de palabra ha entrado tan hondo que corta la respiración.

Nunca se sabe bien del todo con que carga emocional está lleno el vocabulario que guarda y atesora cada uno; las palabras son palabras pero cada uno las hincha y moldea con unos matices que las transforman y dan vigores e importancias no compartidos y no comunes. No hablo de palabras gruesas y cargadas de acritud que por sí solas denotan insulto y humillación o agravio y ofensa entendidas por todos por igual. Hablo de palabras menos agresivas o al menos dichas sin el ánimo de provocación y más como descripción ante el acto imprudente. Pero lo escuchado en un momento crítico puede cegar el entendimiento de tal manera que ante lo oído se rompa todo y no quede nada. Una palabra, seguida de una corta frase desliza el final de manera abrupta.

– Loca. Estás loca.

Y seguido, como una exhalación surge la respuesta tajante de ruptura, y el silencio, largo silencio, denso silencio, tenso silencio por horas. Después, los días compartidos en los que continúa el silencio y el trato formal de los que cohabitan pero cargado de duelo, con deseo de fin y olvido. Insostenible lo cotidiano en una atmósfera colmada de ultraje que si se alarga se emponzoña más, caldo perfecto para el rencor cuando ya nada queda para ella, salvo un adiós con miradas huidizas.

Como siempre hizo con sus decisiones no hubo cambio de opinión, no reculó, no dio un paso atrás después de la reflexión y el pensamiento en frío. No aceptó la disculpa ni apartó su enfado, se dejó llevar hasta el final por lo que entendía como dolorosa afrenta. La rabia y el dolor tensan el rostro y la mirada queda brillante, apartando los restos del naufragio para evitar la posible salvación.

Uno se pregunta qué fantasmas recorrieron sus estancias, qué miedos cargaron la palabra que la hizo tan pesada, que vivencias afloraron con esa palabra temida y odiada, qué pasado hubo cercano o lejano que infirió a ese estado como lo peor con lo que a uno se le puede designar, o si hubo sangre de su sangre o sangre cercana realmente marcada por ese adjetivo común que deja de serlo para convertirse en un epíteto tan ominoso que lleva a un acto, ahora sin duda, cargado de cierta locura, de pérdida de la razón, un acto visceral, nada meditado que acaba con todo.

 

.

.

.     *Quizá sin saberlo su destino era arruinar lo común para terminar al fin sola, al fin loca, como canta Christina Rosenvinge.

«Al fin sola, al fin loca«

Christina Rosenvinge - flores raras

.     ** Publicado originalmente 23 de Octubre de 2015. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

En ti soy nada

03 viernes Abr 2020

Posted by albertodieguez in Música, Micropoesía

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amor, anulación, boca, desamor, diluirse, La pareja tóxica, mirada, Nada, Pregunta al polvo, Zahara

Micropoema 5-En ti soy nada

 

 

 

.     *Zahara nos acompaña con su música el texto de hoy, que se vuelve agua, polvo y nada.

«Pregúntale al polvo«

NA: La tarjeta realizada con Notegraphy.

.     ** Publicado originalmente 20 de Noviembre de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Necesitada Poesía

27 jueves Feb 2020

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

≈ 25 comentarios

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afecto, amor, desafecto, desamor, Música, Poesía, Silvio Rodríguez, Te doy una canción

Desafectados necesitamos la poesía,

enamorados necesitamos la poesía,

contra el miedo de amar tenemos la poesía.

 

Dar el paso y quebrar el miedo es hacer poesía.

 

Cuando te pienso brota poesía

Cuando te siento eres poesía

Poesía en el canto

Poesía en el llanto

Poesía necesitada para explicar

Poesía para comprender e interpretar

Poesía para la lastima arrancar

Poesía vibrante para aceptar el desplante

Poesía lujuriosa para el sueño, para el desvelo la prosa

Poesía soñadora en la retina instigadora.

 

No solo poesía leída,

sino poesía brotada de la más profunda mirada,

introspectiva la mirada

y la poesía encontrada,

lacerante la poesía cuando el desencuentro

es el encuentro de almas ofuscadas,

luciérnaga poética de luz almidonada,

de oscuros pensamientos libera

la poesía atesorada.

Reducto de los cantos viejos

que en rescate vienen para decir

lo que siento, cuando el miedo

me impide buscarte,

y buscar tu recuerdo.

 

 

.     *Silvio nos canta estas ganas de gastar papeles y hablar en el silencio, y esa necesidad de dar una canción o un poema donde contar y volcar todos esos sentimientos hacia la persona amada.

«Te doy una canción«

Silvio_Rodriguez-Te_Doy_Una_Cancion-Frontal

.     ** Publicado originalmente 7 de Agosto de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Seca tinta gris

28 martes Ene 2020

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

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cerebro, desamor, escritura, folio en blanco, Midiendo el tiempo con canciones, Ni las intenciones, Papel, Ruidoblanco, Ruptura, sentimientos, tinta

Se seca la tinta gris

en el tintero de mi cerebro,

siento que no hay nada,

que agotado el elemento

el papel queda huérfano,

no se puede tintar

no llegan las palabras

no surgen los sentimientos.

 

Se rasga el papel en la tentativa

y no queda constancia de la misiva,

sólo el folio sajado

muestra la herida del proyecto fracasado.

 

Ahondo más y más en el dolor

más y más en cada intento,

apretando como si dependiera de ello

y el fluir obedeciese a la presión

y no al profundo afecto

con el que te quisiera decir y no puedo.

 

Repito la acción y ya no es leve corte,

es un rasgado lamento en el blanco desierto

surgiendo como abismo en el frío glaciar recién descubierto,

insalvable este despeñadero nos aleja sin denuedo.

 

El tajo da vértigo, miro con desaliento,

la duda la mano atenaza,

en el desgarrado,

ya no hay lugar en dónde decir

te echo de menos,

no hay forma de escribir

te quiero,

seca la tinta gris

en el tintero de mi cerebro.

 

 

 

.     *En esta distancia que nos separa, nos quedamos secos, y el objeto de escritura se vuelve filoso y rompe y rasga en donde debería dejar bella palabra, y ya no queda nada que decir, no quedan ni las intenciones, como cantan  Ruidoblanco.

«Ni las intenciones«

ruidoblanco - midiendo el tiempo con canciones

 

.     ** Publicado originalmente 16 de Octubre de 2014. Hoy recibe una segunda oportunidad.

En el huerto de Melibea

17 martes Dic 2019

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

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Comala, desafecto, desamor, dudas, Huerto de Melibea, Música, Quién fuera, Recuerdos, Silvio, Silvio Rodríguez

En el huerto de Melibea

paseo y pierdo el tiempo

o no lo pierdo, el que se

pierde soy yo, me pierdo

en los recuerdos, en los vericuetos

que hay del pasado

que no se me muestra cómo pasado,

si cierro los ojos es ahora

y si los abro, te veo aquí a mi lado

como si éste huerto fuese aquel jardín Botánico

o ese parque o ese bulevar, y

si los cierro ya no eres, no sé quién eres,

un rostro lejano que creo saber

que tiene unido un nombre que se me

escapa de la boca sin poderlo pronunciar

no sé articular las letras que lo conforman

realmente no sé las letras

la memoria flaquea en el huerto

de Melibea. Añoro esa tarde

contigo, aunque estás no es lo mismo

ya no es esa tarde, ya las tardes se oscurecen

de pronto sin poder disfrutar de las puestas de sol

se pasa del día a la noche

como mis recuerdos

pasan de la luz a la oscuridad

más que oscuridad

es vacío

es nada

es lugar pero sin gente,

y si no están los que habitaron

ese momento, el momento

queda en nada, sin vida y es

como si no hubiesen vivido, el lugar

se me vuelve Comala y yo empiezo a tener

miedo de no recordar…

 

 

 

.     **En el huerto se deja llevar y se pierde y surge la carencia del presente, como en la canción de Silvio, con su corazón en fuga herido de duda de amor.

«Quién fuera«

Silvio Rodriguez - Silvio

.     ** Publicado originalmente 20 de Febrero de 2015. Hoy recibe una segunda oportunidad.

No molestar aun soñando algo contigo

17 domingo Nov 2019

Posted by albertodieguez in Música, Microrrelato

≈ 31 comentarios

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Algo contigo, amor, Andrés Calamaro, celos, desamor, deseo, El cantante, Enamoramiento, Isabel Vinardell, Isabelle Laudenbach, La Rumorosa, Los Panchos, Música, Vicentico

Me obceco en impedir que aparezcan las preguntas insidiosas, los celos desatinados, inexcusables siempre, sin derecho a espetártelos como lanza hiriente. Los celos posesivos, siempre injustificados; nadie es posesión de nadie y tú menos aún de mí, más cuando veo claro lo baldío de mis intenciones, apartadas y esquivadas por ti. Pero en mi soledad no puedo evitar instigarme a tener algo contigo, cuesta tanto el control y el alejamiento falsamente voluntario. No exagero, intento cada vez molestar menos, no acosar y guardar mi lengua para que no diga lo que no debe, y así, si  no lo pronuncio tampoco lo escribo, pero a veces no lo consigo y me traiciono y hablo de más y digo inoportunamente lo que debería acallar y esconder para que no aflore, y no decir, cuánto deseo tener algo contigo.

.     *Es difícil convivir con el objeto de nuestro deseo tan cercano y tan esquivo a la vez, y acallar las palabras y no decirle lo que nos canta Calamaro.

«Algo contigo«

Andres-Calamaro-El-Cantante-Del-2004-Delantera

**NA: Esta canción de Chico Novarro popularizada por los Panchos, ha sido y es muy versionada, os dejo algunas de ellas por sí queréis escuchar esas variaciones.

Fiel al Original: Los Panchos

Con un ligero toque de Jazz: Isabel Vinardell

Intimista (voz, guitarra y suave arreglo electrónico): Isabel Vinardell y Isabelle Laudenbach

Con leve pincelada aflamencada: Rosario

Con acento de México: La Rumorosa

Por el tamiz salsero: Vicentico (El que fuera componente de Los Fabulosos Cadillacs)

.     *** Publicado originalmente 13 de Abril de 2015. Hoy recibe una segunda oportunidad

El hotel, no era un dulce hotel

14 jueves Nov 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 26 comentarios

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amor, canciones, cassettes, desamor, Hotel dulce hotel, magnetofón, Música, Que se llama Soledad, Recuerdos, Sabina, Soledad

Me desangro por los recuerdos cada vez que por azar escucho aquellas canciones oídas hasta la saciedad en mi cuarto, en la penumbra del mediodía o en la aburrida y ociosa tarde de verano o en la oscuridad insomne de la noche, a solas, dando una y otra vez la vuelta a la cinta en ese cacharro que llamábamos magnetofón, aquel “Hotel, dulce hotel” que tan melancólico me ponía con algunas de sus canciones, sonando una y otra vez. Reviviendo y haciendo mío lo que cantaba Sabina. Yo también me sentía así, como él decía en cada una de sus comparaciones, -incluida esa rima algo absurda del torero tras el telón de acero- , y cada vez que el repetía en su canción; “Así estoy yo, así estoy yo, sin ti”, yo lo aseveraba y repetía como una letanía. Y al son de otra canción, me imaginaba que tendríamos amor eterno, pero que también temía durase lo que dura un corto invierno y que tú volases, como poco a poco veía que se hacía realidad. Nunca hubo nada, sólo conversación, miradas, risas y deseo, un deseo tan contenido, y tan contenido de vergüenza que ahogaba y que finalmente ahogó o mejor dicho no llegó a ahogar, eso hubiese sido que respirábamos vida conjunta y la verdad es que no la llegamos a respirar. La duda e inseguridad lo que hizo es evitar que en ese aire hubiese oxigeno que pudiésemos inhalar, con lo que allí realmente entre los dos nunca hubo vida que ahogar. Y aunque yo no me daba cuenta de que no había oxígeno, si era consciente de que no había besos, ansiados besos, pero incluso así, sentía la letra de “Los besos de judas” como una certeza de lo que estaba pasando; me daba cuerda y de pronto un tirón, y sentía que lo nuestro era jugar al gato y el ratón, y cuando yo más le buscaba y me mostraba, ella más se escondía y me esquivaba. No era “Mónica” como él cantaba pero lo era con otro nombre suspirado entre las paredes de mi habitación, y en las escaleras en donde hacía guardia con la esperanza de verla y que desapareciese esa indecisión, que a mí me paralizaba y que creía que a ella le dominaba, pero que en el fondo no era indecisión era un cierre de puerta y en el umbral me había quedado yo. Saltaba las canciones que menos me gustaban y volvía una y otras vez a las letras que más arrugaban mi corazón, era lo único que me arrullaba y me dormitaba el desvelo, la angustia y la soledad; esa amante inoportuna. Y cuando sonaba esa melodía, ya el aire era irrespirable por la densa melancolía. Los meses pasaban y ese estado y sentimiento no cambiaba, era aún peor; -ella desaparecida por completo-, por lo que las frases se tornaban más reales y me sentía más identificado con esa canción; “Que se llama soledad”, y cuando la nostalgia de momentos juntos me atacaba, salía a mandarle un mensaje en una botella que primero tenía que vaciar, y después, claro, no era capaz de mandar el mensaje, y de tanto no hacer y esperar desesperé y no hubo otra opción que llegar a los “Cuernos”; que tontería decir cuernos cuando no hay relación, pero así lo sentía, cuando buscaba los brazos y senos de otras, los labios dulces que se dejaban besar, como besaba los suyos cada noche, con la banda sonora del cassette de fondo y rumiando alguna imagen suya del día o de otros días si ese no la había conseguido ver.

Aquel hotel empezó a dejar de ser dulce para parecerme más que amargo, incluso hubo un tiempo que casi lo aborrecía, pero con el paso de los años cesó tal amargura y su sabor ha quedado en agridulce, porque cada vez que vuelvo a ellas, a esas canciones, o me siento sorprendido por ellas, totalmente desprevenido, llega abrumador su recuerdo; entonces, dulcemente la amo y agriamente la detesto a partes iguales, dulcemente la deseo y agriamente me detesto.

 

 

 

.     *En ese develo, atormentado por la incomprensión, cuando nuestra amante no es quién quisiéramos y sí otra inoportuna que es la soledad, toma más fuerza esta canción de Sabina.

«Que se llama soledad«

Sabina - Hotel_Dulce hotel

.     ** Publicado originalmente 24 de Septiembre de 2014. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Frío tras el calor del invierno

31 jueves Oct 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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Adiós, amigos, Amistad, amor, Amor entre amigos, ¿Quién?, calor, desamor, Despedida, Efecto Mariposa, Frío, Música, Ruptura, Vivo en vivo

Quiero respetar tu decisión, y quisiera seguir como si nada, como si todo fluyese como antes, pero me cuesta pensar que haya que apartar todo el afecto, quiero decir el beso de recibimiento o el de despedida o el abrazo por una alegría de uno o del otro. Pareciera que para estar tranquila quisieras borrarme de tu círculo más próximo, ya me has dicho que ya no, y así lo asumo, pero la siguiente propuesta de indiferencia, de apartar hasta el olvido, no la comprendo bien. No hablo de beso o abrazo a escondidas, una felicitación no necesita de las sombras para darse. Me hablas de; -“para no tentar nada”. Lo respetaré también. Y como lo has decidido y lo quieres, ya no intentaré volver a convencerte de ir un fin de semana juntos fuera de la ciudad a un hotel, ni nada tentador por el estilo, ni siquiera a tomar un café alejados de los amigos comunes que no hemos querido que vean que nuestras soledades las acompañamos de vez en cuando, por no decir que bastante a menudo. El grupo no intuye que el frío nos ha llevado a buscarnos y darnos algo de calor, que he apagado mis tristezas en tus aguas, y tú te has curado alguna de las heridas de tu ruptura que siguen sin cicatrizar del todo aun habiendo pasado mucho tiempo. Quiero asumirlo con naturalidad aunque no comprendo ésta decisión y me surgen fantasmas de que ésta determinación no es sólo por lo que me cuentas y temo que ha surgido alguien que hace que ya no me sientas necesario y que pone una distancia que ya nunca se reducirá entre los dos. Sí, claro que los celos copan mi mente y mi cuerpo. Siento que fui utilizado, y aunque nos fuimos dejando llevar y nunca hablamos de poner ciertos sentimientos en ello no pude evitarlo y caí en ese hechizo de enamoramiento que creía que estaba bajo control, que lo nuestro era amistad y acompañarnos con algo de sexo, que se fue transformando en bastante sexo, pero me doy cuenta que no era así, que no lo tenía todo controlado como yo creía al oír tus palabras de ruptura; qué tontería por mi parte decir ruptura cuando claramente según tú nunca hubo esa adhesión firme que deba desligarse con descalabro, para denominarlo así; tu visión es más de una leve ligazón y un fácil despegarnos con suave dejadez, un dejar de estar juntos sin trauma, con un simple alejamiento que no produce dolor, sólo un recuerdo grato, como me has repetido varias veces.

Pasó que sin darme cuenta me había acostumbrado a ti, que mi vida sin percibirlo estaba girando ya sólo sobre la tuya, éramos una pareja sin ser una pareja, dos solteros que siempre van juntos, y juntos acaban en la cama sin que nadie lo sepa y sin que nadie lo sospeche, -para ellos somos tan diferentes-, en eso sí que conseguimos absoluta discreción, y reconozco que me costaba reprimir la tentación de cogerte la mano, al ir andando junto al resto del grupo, y a veces no podía evitar dejarme llevar por el impulso y acariciarla, inventando subterfugios para ponerme a tu lado y con el revés de mi mano rozar la tuya con un leve toque de mis dedos. Quiero creer que tú también te estabas prendando de mí y que prefieres no seguir, aunque este pensamiento también me cuesta entenderlo si fuese así, ¿qué tengo de malo?, ¿que puede tener de malo un futuro conmigo? Me gustaría pensar que tu problema radica en la duda o indecisión o incluso en el miedo, pensando que lo que va bien así se estropeará si avanzamos en ello y más si lo oficializamos para los otros y para nosotros. Ya no seríamos esos amigos que se comprenden tan bien, ya quizás no perdonaríamos actitudes y posturas que siendo amigos, aun muy íntimos, se pasan por alto pero que siendo pareja no. Pero son ganas de engañarme, para tomar un poco de aire, porque lo que pasa es que cuando me faltas me muero, y lo sé desde hace semanas, cuando en la soledad de mi casa no hacía otra cosa que estar contigo en pensamiento, lo sé ahora que ya me faltas pese a que todavía estas cerca de mí. Ya no puedo mirarte como un amigo, ya no puedo ser tu amigo, y menos si quieres evitar el beso o el abrazo o el mínimo afecto en público. Aunque sé que no te gusta que te diga esto, que te enfadas cuando te repito que después de ti no hay nada, -antes tampoco lo hubo-,  y que siendo una frase hecha la siento muy profunda, y me costará tiempo desterrarla para que sí que haya algo tras tu paso, tras tu huella. Ir vaciándome de ti es lo primero, si no nunca habrá posibilidad para que alguien ocupe y llene lo que ahora rebosa. Sé que si te veo no lo podré superar, y por eso estoy aquí, frente a ti conteniendo la rabia e intentando evitar una escena de melodrama, eso sí, no habrá lágrimas por mi parte, eso va a ser fácil, ya he derramado todas las guardadas para ti antes de venir. No volveremos a vernos, incluso pondré verdadera distancia entre los dos yéndome de la ciudad, ésta es la última vez que me verás. No más mi imagen ni mis palabras ni mis peticiones de reconsideración ni mis posibles futuros reproches que he procurado guardarme bien adentro para no lanzártelos con odio, no quiero odiar, pero después de todo esto, sólo me queda decirte adiós.

 

 

 

.     *Quién vendrá, que no parezca sobrar, sí no hay hueco después de lo compartido, si todo está tan a rebosar que parece que no hay sitio para nada ni para nadie, como nos cantan Efecto Mariposa.

«¿Quién?«

Efecto_Mariposa-Vivo_En_Vivo-Frontal.     ** Publicado originalmente 3 de Diciembre de 2014. Hoy recibe una segunda oportunidad.

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