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Archivos de etiqueta: ausencia

El hueco de tu cuerpo

07 Jueves May 2020

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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amor, ausencia, cama, Con las ganas, día 913, La fabulosa historia de, Música, nostalgia, Sin haber venido, tristeza, vacíos, Zahara

Veo el hueco de tu cuerpo, miro al lado, y solo veo el hueco dejado, la cama se hace gigante, miro de soslayo, me da miedo afrontarlo. Solo veo hueco, vacío donde antes hubo tanto, todo lleno, repleto de vivencias, aciertos y fracasos. Ausencia del cuerpo ajado, hoy solo carencia de tu peso a mi lado. Y no recuerdo lo bueno o lo malo, solo la falta de tu presencia, todo lo demás quedó en el pasado. En el despertar me veo solitaria y no encuentro donde posar mis ojos, que siempre buscaron ese lugar que tú ocupabas, hoy reduciendo mis sentimientos a nostalgias, pero no veo nada de lo que fue, solo veo que no estás. Me recreo en buscar, buscarte, me imagino o fantaseo que te levantaste por cualquier motivo que invento, y espero, espero tu vuelta en cualquier momento. Y  me giro, toco tu hueco, ese hundimiento que te acoge en tu sueño, y caigo, vuelvo a equivocarme, ya no acoge tu dormir, desde hace tiempo estás desaparecido, pero a veces no lo tengo asumido. Y me vienes a la mente y te creo conmigo, y te miro sin sentido, no hay nada que mirar no te voy a encontrar, pero sin quererlo insisto. Hace tiempo que lo sé, y me lo repito, pero casi todas las mañanas me pasa lo mismo, me quedo aturdida y por un instante, abstraída, ensoñando como sería el despertar de este día, si tú otra vez, me lo alegrarías, como antes, tantas veces. Y quiero que te aparezcas y visualizar aquellos días de dulzuras, de juegos y  risas, pero no lo consigo ver, se ha borrado tu cuerpo de mi cama y muchas cosas con él, y me pone triste que no pueda sentir otra vez ni siquiera dentro de mi cabeza, lo vivido junto a ti. Es como si todo lo que va unido a tu imagen se haya difuminado o embarrado de tal manera que no lo reconozco, y si aparece no me parece aquello que fue, si no que creo que mezclo las historias y te atribuyo lo que no es y en cambio no consigo atribuirte lo que compartimos. Tu hueco frío, nadie lo ha calentado desde tu partida, lo miro, y lo remiro, y la angustia primera se pasa, dos segundos de tristeza cada mañana, saltan las lágrimas y las trago y me digo “ya pasó”, pero cada amanecer vuelve a suceder. Respiro hondo, muy profundo, cierro los ojos, los abro otra vez, pero todo sigue igual, el silencio atruena por toda la habitación y me hace daño a los oídos. Busco en mi mente qué sonidos nos hubiesen acompañado en el despertar y no los encuentro, ni encuentro las palabras que me decías y me dirías ahora aquí al lado de mi cuerpo, qué susurros eran aquellos que ya no recuerdo, y no hace tanto que fueron, y te maldigo por llevarte todo ello con tu cuerpo. El silencio que no se trunca, hace caer más lágrimas sobre mis manos, que intentan consolar todo este desánimo, este ritual de miedos y preguntas, de alboradas que asustan. Miro el hueco, aún hundido, o es mi invención que lo cree hundido, y me sigo engañando para no sentir el daño, saber que ya no estarás no lo quiero aceptar, y me hurgo dentro para sacarte poco a poco pero ni así puedo, y no sé porqué no te saco de adentro, y me confundo, ¿quiero o no quiero?, e intento corregirme y decir que ya nunca estarás en ese hueco, y tiemblo con la soledad del amanecer, en el que no sé lo que siento, si rabia, odio, amor, tristeza o miedo, no sé qué me pasa, pero sé que te echo de menos.

 

 

 

.     *Zahara nos acompaña el texto con su música sosegada, tranquila y desgarrada de ausencias y huecos vacíos en las madrugadas.

“Con las ganas”                            “Sin haber venido“                                 

.     **NA: Publicado originalmente el 5 de Marzo de 2012. Hoy recibe una nueva oportunidad.

Thais

16 Viernes Ago 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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Al final de este viaje, ausencia, Óleo a una mujer con sombrero, congoja, Copas, delicadeza, dependencia, desesperanza, flechazo, Música, Mujer con sombrero, silencio, Silvio Rodríguez, teléfono, tristeza, voz

Como aquella diosa griega yo la vi. Con un sombrero, aun estando en un bar de copas, aun estando plagado de gente, siendo el último reducto en la zona donde seguir alargando la noche.  A mi paso cerca de ella, casi en la entrada, pegada a la puerta, muy próximos uno del otro por lo atestado de la sala, nuestras miradas se cruzaron y mi gesto con mueca de sorpresa ante su belleza quizás le hizo gracia y me devolvió una sonrisa de esas que derriten los hielos por su calor, esas sonrisas que aceleran el corazón y pueblan la mente de ficciones venideras, dejando a uno cara de bobo. Por ser ya la hora casi de cierre pensé que se marchaba por el atuendo calzado en la cabeza, pero equivocado estaba, puesto que desde lejos la vislumbré en el mismo lugar con las sienes cubiertas por ese fieltro de color camel, parlante con sus acompañantes durante la estancia en el local. De todas formas no le di más importancia, era una belleza inalcanzable, y solo se me escaparon un par de miradas en busca de ese sombrero desde mi alejado lugar, y difícil de observar dentro del laberíntico local.

Avanzó el tiempo y la campanilla de cierre nos empujó a ir abandonando el sitio, y desfilando poco a poco fue saliendo la gente desde el fondo del garito, y desde allí, desde esa profundidad nos marchábamos mis compañeros de noche y yo, cuando me topo de nuevo con ella, que aún apuraba los últimos minutos antes del cese total. Y de repente veo que al verme desde cierta distancia, se gira casi por completo para regalarme de nuevo su rostro, visión telúrica pero que me parece en ese instante celestial. Llegando a ella, me oigo hablando, sin ni siquiera darme cuenta; la digo algo, me dice algo, y siendo ya el final de la noche mis palabras se dirigen por los argumentos de la pena, evidenciando y verbalizando que nos hemos encontrado demasiado tarde. Todo sucede tan rápido, todo en menos de un minuto según avanzo a su lado, sus ojos chisporrotean, sus mejillas se ven como porcelana, sus labios se mueven con la lentitud de la promesa deseada, y surge de su boca la petición jamás esperada, – “dame tu teléfono” -.

La marea de gente que pugna por abandonar el local me lleva en volandas y no puedo parar a su lado, no tengo bolígrafo, ni tarjeta que alcanzarle con el número apuntado, y le digo mi teléfono cantado esas cifras como impulso desesperado, a sabiendas que se perderá en el aire y nunca será por ella marcado. Y salgo a la calle y el frío del invierno no lo siento por lo azorado, por pensar la oportunidad que pasó a mi lado y ya veo diluirse en la noche acabada. Pido al portero regresar al interior y este me deniega la petición, lo intento con el invento de búsqueda de un amigo dentro, y el tipo mal encarado me dice que me aparte a un lado. Dudo que hacer, si esperar en la puerta o marchar, mis amigos me conminan a decidir, ellos quieren partir. Me pliego a sus requerimientos y comienzo el ascenso de la cuesta en su compañía, mirando cada dos pasos hacia atrás, buscando con la mirada la puerta del local por si ella saliese, pero el final de la noche me deja sin su presencia. Regresando a casa, en el taxi me regodeo en la visión y en la mala suerte de un encuentro acabado antes de empezado.

La voz es suave, delicada, de terciopelo, no la recordaba así, el teléfono acentúa esa calidez que me llega por el auricular. La imagen que tengo de ella casa a la perfección con esa tonalidad. Me estremece unir ese sonido y esa imagen. Estoy sorprendido, estoy alucinando, es su voz, sin duda, es ella, la diosa nocturna, aún un poco incrédulo de que memorizase el teléfono dicho de carrerilla por mí, y cogido al vuelo por ella. Me habla, me pregunta si la recuerdo, me sonrío; cómo no recordarla, han pasado cinco días desde ese breve encuentro, es jueves, ¿me llamará para quedar este fin de semana?, no doy crédito pienso, e imagino que esto esté sucediendo, la felicidad me está ahogando. Lo pienso y me sosiego, no debo adelantar acontecimientos. Le hablo de mi sorpresa por su memoria, su capacidad de captar los números y guardarlos en la cabeza, ella rebaja y declina mis piropos a su mente, diciendo que al poco rato para evitar olvidarle apuntó el número con lápiz de ojos en una servilleta. Entonces me gana más todavía, está claro que le interesaba recordarlo y recordarme, si no lo podría haber dejado estar en el aire y quizás si al día siguiente lo hubiese recordado, puede que me hubiese llamado. Estoy palpitante, y con sonrisa de bobo, me veo en el espejo felizmente ilusionado. Después de varias frases, me dice que quizás me parezca una locura la llamada, pero necesitaba hablar con alguien, yo la presto mis oídos para que me cuente, qué le sucede, qué necesidad la empujó a llamar a un desconocido solo para hablar. Y ella habla de su soledad, lleva tiempo en la ciudad pero no siente amigos con los que desahogar su ánimo contraído, me dice que mi breve visión le trasmitió serenidad, le hizo pensar que yo escucharía sin preguntar sin importunar en demasía, yo sigo al otro lado del teléfono pasmado, desconcertado. Me cuenta que es de Granada, que está estudiando Danza en Madrid, que en su ciudad no había una escuela de la calidad de la de aquí, y para poder progresar debía venir, que le ha costado mucho separarse de su familia, y que a ratos se siente triste, muy triste. Yo no sé qué decir, no tengo experiencia en este tipo de situaciones, improviso palabras que reconforten su ánimo, su voz se me ha vuelto desesperada, la angustia la percibo como si fuese mía, pasan los minutos, muchos minutos, ella finalmente descargada de su desconsuelo, me dice que la perdone, que no tiene derecho a hacerme esto que me ha hecho, contarme sus desdichas de vacío y congoja. Nos decimos adiós, sin antes decirle que no se preocupe, que me llame cuando lo necesite, que me llame cuando quiera.

Cuelgo, y me quedo abstraído, atrapado en un ensueño, ¿será verdad lo vivido hasta hace un momento?

Pasan varios días y su voz se desliza otra vez por el teléfono, me da un vuelco el corazón al escucharla de nuevo, realmente pensé que nunca más sabría de ella. Pregunta si puedo hablar con ella, si tengo tiempo, y le digo que sí, que para ella siempre tendré tiempo, que si es necesario correré en su busca si así lo desea, y ella lo agradece, aunque por su tono, percibo que cree que lo digo por galantería con ánimo de ligue, y no entiende que yo soy como ella, que el frío espiritual me tiene helado muchas veces y quizás no sabe que la comprendo, que su estado no me queda lejos, que aquello que la atenaza me agarra a mi también bien dentro, y mis palabras para ella las convierto en arrullos para mis adentros, susurros que me confortan el alma, que en cada palabra va algo de mí. Me cuenta que hoy ha llorado, que acaba de hablar con su padre, al que está muy unida, y ha tenido que hacer un gran esfuerzo para parecer animada. A su familia no les trasmite lo mal que lo está pasando, no quiere que se enteren, han hecho un esfuerzo para que ella haga lo que más desee, que es bailar, que es la danza clásica, y si viesen que se encuentra fatal, la dirán que se vuelva, que deje sus sueños si éstos la van a hacer sufrir, pero ella es algo testaruda y no se quiere dar por vencida, y se dice que lleva poco tiempo fuera y que ha de ser fuerte y acostumbrase a la soledad, al frío, al calor familiar lejano. Se me pone un nudo en la garganta, su voz suena atormentada, percibo ese llanto sufrido hace unos minutos, esa aflicción condensada durante su diálogo con el padre y derramada en sollozo al colgar. Me desgarra imaginar todo, esa delicadeza física que recuerdo de ella, a media oscuridad, sin querer salir de casa, allí al otro lado del  auricular, sin poder abrazarla para que descanse de sus tormentos internos, de sus disquisiciones negativas sobre su vida. Le acompaño por ese camino de tristeza, escucho y escucho, y su dolor ya es mi dolor, y temo un fatal desenlace, y pido un encuentro para verla de nuevo, y ella esquiva y evita quedar. Y así pasan los días con llamadas, primero muy seguidas, incluso a veces varias en la misma semana, y después, más distanciadas, aunque sus penas no se van mitigando, ella se va ausentando, me asusta llegar un día y no oír su voz, y sé que eso sucederá, que desde el primer instante solo es una pintura en mi mente, una belleza ausente. Una mujer con sombrero. Y ahora soy yo el que espera pegado al teléfono que suene, que me pida que la escuche, ahora soy yo el que la necesita, sentir que le soy útil, que ella tiene dependencia de mí, y no me doy cuenta de que soy yo el dependiente de ella.

Y llegó ese tiempo fatídico que tanto temía, pasaron las semanas que formaron meses y la voz quedó dormida, y ahora quisiera poder ver que sigue existiendo, que la ausencia de llamadas no es por el cese de vida, no quisiera creer que acabó con su vida, aunque en mi conciencia nadie me quita la idea que no pudo con su tristeza, que fue más fuerte que el deseo de vida.

Quizás por ello, por verla como la diosa que su nombre conlleva, me cortejó para su causa, para su lucha, que no era una lucha contra otros, sino batalla interna. Una batalla que quizás la hizo perecer en la contienda.

 

 

 

 

.     *En busca de música para el texto encuentro esta canción de Silvio Rodríguez que pareciera escrita para esta vivencia relatada.

“Óleo a una mujer con sombrero“

**Thais: Nombre de origen Griego que proviene de una diosa que cortejaba a los hombres de la época para que lucharan por ella, en las guerras, su significado es un rayo de luz, aunque también se le adhiere la flor más bella y preciada.

.     ***NA: Publicado originalmente el 16 de Noviembre de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Descubriendo otros caminos

25 Jueves Jul 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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anal, ausencia, autosatisfacción, bañera, baño, Bebe, calor, Con mis manos, ducha, invierno, juguetes eróticos, masturbación, Música, mujer, onanismo, Pafuera telarañas, sexo, Soledad, tristeza, Verano

La ducha y el baño de espuma es para ella algo muy relajante. Le gusta en verano darse una buena ducha cuando vuelve a casa después de la jornada laboral con el calor estival. Le refresca y deja como nueva, renovada. Igual le pasa por las mañanas, necesita una buena ducha para ponerse en marcha, antes que un buen café cargado es necesario un buen chorro de agua cayendo por su cabeza y deslizándose por su cuerpo que se desentumece del abrazo del sueño. En invierno, de vez en cuando, le gusta un baño con mucha espuma y agua calentita, cerrar los ojos y dejar su mente en blanco, solo sentir el agua y las sales penetrar, hidratar y suavizar su piel. En esas ocasiones de placentero bienestar, después de los primeros minutos de huida mental y desconexión con la rutina, los pensamientos vuelven a ella poco a poco y comienza a revisar el día pasado, la semana pasada, el mes acontecido, y así, al final hace recuento sin darse cuenta de su vida, no puede evitarlo. Se cuestiona porqué está donde está, feliz, sola, “single” como está de moda decir ahora, sin pareja ni carga familiar, y aunque no le pesa, a veces echa en falta tener un hombre cerca, pero es cierto que cuando quiere sexo no le cuesta encontrarlo. Luego le sobra a su lado, quiere volver rápido a su singularidad, huyendo del emparejamiento, de la dualidad, quiere ese sentir de dominio total sobre todo lo que viva. Ya tuvo un él, que la anuló hasta solo quererle y no quererse y después solo quedó el silencio. Pero no puede evitar que cuando en su vida cesa el ruido y manda esa ausencia de sonido, él se hace presente brevemente.

Ella descubrió su cuerpo algo tarde, nunca fue mojigata en el tema sexual, pero tampoco se obsesionó con buscar el placer corporal, no tuvo esos ataques de calentura que en la adolescencia le transmitían padecer sus amigas. Ya algo más mayor sí que se le despertó un buen apetito sexual y aprendió a disfrutar de él. A veces se piensa a sí misma como una persona que se inicia tarde en las cosas, pero no siente que se quede rezagada, más bien se dice que las cosas le llegan en el momento que mejor le vienen a su vida, desde hace tiempo intenta ser optimista, ver las cosas sin dramatismo, aunque es cierto que no siempre lo consigue. Ahora, con bastantes más años a esos de los primeros impulsos, desinhibida por completo, se ha ido encontrando a ella misma.

En esos días de duchas veraniegas, en ciertas ocasiones vuelve no solo con el calor producto de la época de estío, sino también un calor interior, y al refrescarse, la ducha fría no aplaca ese fervor sexual que trajo y necesita desfogarse, y el chorro de agua es un magnifico masajeador, bien dirigido, un cosquilleo refulge entre las piernas, y ayudado por unos dedos ya expertos, consiguen dar placer a un clítoris deseoso de un contacto que haga subir por su espalda un espasmo eléctrico, espasmo que sale de sus entrañas, dejándola doblada y extasiada. Aunque en esos casos de onanismo, es durante los baños de espuma que se da en invierno, cuando más disfruta de ese roce y fricción en la parte elevada de la vulva, sintiendo esa calidez del agua a la vez que las yemas de sus dedos presionan y circundan toda la zona, centro de ese placer, y surge un profundo suspiro y jadeo, acompañado de leve taquicardia que hincha su pecho en busca de un aire que siente que le falta, hasta llegar al orgasmo.

En estos últimos años abandonó un tabú que tenía desde la adolescencia, pero que por cierta casualidad descubrió placentero no hace demasiado tiempo. Duchándose y enjabonándose, al pasar por la parte anal, introdujo levemente un dedo por allí de forma azarosa, nunca tuvo tentaciones de buscar deleite por ese lugar, que por Freud sabía que en la que infancia se encuentra placer en el control del esfínter denominándola fase anal, y aunque ya había visto muchas escenas de sexo en las que mujeres conseguían gozar aprovechando las terminaciones nerviosas de ese orificio, ella siempre lo rechazó, hasta aquel día, en el que al ver la facilidad con que pudo introducir su dedo por la lubricidad del gel utilizado, y sin dolor para ella, decidió, siempre abierta a nuevas sensaciones, explorar y probar  a dar un pequeño masaje, presionando los lados, avanzando poco a poco en busca de las paredes internas de la vagina, que al sentir esa compresión se excitó invitándola a seguir con el juego. Siguió investigando un breve rato, con cuidado y sorpresa a la vez por lo que estaba haciendo, y aunque estaba bastante excitada prefirió parar, dejarlo y posponerlo para otra ocasión, no sin antes masturbarse, esa  fruición despertada tenía que aplacarla, y tan excitada estaba por esas sensaciones que aún contenían su cuerpo que tardó muy poco en correrse fuerte, muy fuerte.

Para repetir esa sensación, ese descubrimiento, decidió que ya era hora de tener juguetes eróticos para sus momentos de intima búsqueda de autosatisfacción, nunca se había comprado un consolador, y había llegado el momento, y ya que se lanzaba pensó que un pack completo sería lo ideal para también ampliar a su recién estrenado juego y nuevo hallazgo. Su soledad elegida, a veces triste, al menos sería lo más placentera que pudiera, y desde entonces sus baños son aún mejores.

 

 

 

.     *La protagonista del relato con sus manos, como en la canción de Bebe, busca satisfacer las ausencias elegidas.

“Con mis manos“

Bebe Pa fuera telarañas

.     **NA: Publicado originalmente el 17 de Diciembre de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad

Vacío amanecer

20 Lunes May 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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abandono, amanecer, ausencia, Desorientación, despertar, duda, El breve espacio en que no estás, Música, Pablo Milanés, Querido Pablo, vacío

Mira de reojo el hueco de su cuerpo ausente, un frío le recorre el suyo, una presciencia le llena de incertidumbre. Se acumula de golpe toda la melancolía, la nostalgia de ese olor que no sabe si es ya suyo, ese olor que no le pertenece, inspira profundamente con los ojos cerrados, pero el aroma no llega, su mente vuela en busca de lo que no está, quiere traer algo que llene la ausencia, ¿pero qué elegir entre tanto recuerdo? Y por un instante fluye el deseo de que vuelva ese mundo que hoy se ha parado, su pájaro no le dio cuerda, pero la mente traicionera no le ayuda, quizás para poner distancia, para darse cuenta  si quiere empezar de nuevo, si otro mundo es posible.

Retornó aquel pensamiento, cuando años atrás se planteó dejarlo todo, empezar de la nada, pero el mundo giraba tan aprisa que el vértigo apartó de su mente esa posibilidad, ahora la decisión no había sido suya, estaba como ausente, sin saber qué hacer, qué decir, todo el mundo que conocía de pronto se había desplomado, mejor dicho, se había quedado quieto, sin movimiento, todo detenido. Un incesante deseo de recuperar la normalidad agitaba su ser, estaba empezando a tener ansiedad por saber, por comprender qué sucedía, y por qué sucedía, que pasó la noche anterior para que este nuevo día fuese tan diferente, tan abrupto, tan… extraño. Salirse de la costumbre ha trastocado todo, no consigue controlar la brújula de su mente, no sabe qué camino tomar, qué dirección será la correcta, cierra los ojos y aspira en busca de un olor que le devuelva la tranquilidad, aún sabiendo que no llegará, ni la esencia ni el sosiego.

Soñamos mucho con el paraíso o paraísos sucesivos que desde ya son paraísos perdidos, este pensamiento le taladra una y otra vez, su paraíso encontrado ha desaparecido de golpe, sin esperarlo, ayer estaba, hoy ya no.

Temor, pero temor a qué. Quizás a levantarse y deambular por la casa, que le hará ser consciente del vacío, del silencio doloroso a sus oídos. Siente un mareo que le ata a las sábanas, siente un gran peso que le aturde y aplasta. Es como una enorme resaca que le embota la mente y el estómago le amenaza con nauseas. Ese estado de malestar que sube desde las entrañas a la cabeza le hace sentir un sudor frío como fiebre por enfermedad que empapa la almohada. Mira de soslayo una vez más, como no queriendo afrontar. El tiempo pausado que parece no avanzar se eterniza aún más en su pensamiento vacuo por la imposibilidad de fijar su pensamiento. Se pregunta si eso será la enfermedad mental, no poder fijar ideas, no ser dueño de los pensamientos y que estos salten de aquí a allá sin razón, y llevándonos a la sinrazón. Siente el latido en la cabeza, que le está mortificando. Porqué se siente así, se pregunta, si no hubo promesas de eternidades. Esa imposibilidad de hilar sus pensamientos le atormenta aún más. Si no consigue dominarse y dominar su juicio, no podrá saber, y sin saber, la duda no desaparecerá, y su sueño se desvanecerá.

 

 

 

.     *Pablo Milanés nos presta su breve espacio de vacío para dar voz al vacío encontrado por el protagonista del texto.

“El breve espacio en que no estás“

.     **NA: Publicado originalmente el 14 de Agosto de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Nunca faltas en mí

15 Lunes Ene 2018

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

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Antonio Carmona, ausencia, Música, Uno 2 y 3, Vengo venenoso

De la ausencia y de ti surgen

estos pensamientos de duelo lejano

que hoy – ¿superado? – vuelven a mí.

Hace que no sé de ti, pero tú sigues aquí,

¿porque luchar con ello?, ya sólo

convivir con esto me queda, recuerdos de ardor,

de lujurias y, de por qué negarlo, amor.

 

O quizás era sólo deseo, pero la ausencia

enardece ese deseo, aquí en el metro

a la espera, en este andén con murmullos

de fondo, solitario, te sigo recordando.

Qué hiciste en mí, para marcarme así

qué vi en ti, para sufrir así.

 

Saboreo este dolor que me confunde,

¡qué raro dolor me inflige tu ausencia!

Si es dolor porqué sigo cayendo en él.

Sentado en el vagón

te sigo, en pensamiento y

obsesión, grata obsesión por

verte hoy, mañana o en el fin,

pero verte, tenerte, sentirte

y que Tú me tengas a mí.

 

Viajo a casa cansado, pero Tú

nunca faltas en mí.

 

 

.     *Hoy la música de Antonio Carmona nos dice que no importa lo que no fue, que el reloj no se parará aunque estemos esperando que algún día nos digan, sí.

“Una, 2 y 3…“

.     **NA: Publicado originalmente el 22 de Febrero de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad con leve cambio.

Lluvia interior

09 Martes May 2017

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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ausencia, Circular, dolor, lluvia, Música, Quiero ser tú, Recuerdos, separación, Vega, Y llueve

Miro caer el agua, y sin que toque mi cuerpo siento como empapa. Y lo percibo, porque es por dentro por donde me estoy mojando, es en el interior donde se inunda todo. La lluvia tras la ventana, cayendo sobre los chopos, ponen un punto de melancolía y tristeza en este día, que al mirar hacia dentro, hacia mí, veo esa lluvia que cala lo más profundo, quizás sean las lágrimas que bajan por mi mejilla lo que hace que sienta toda esa humedad interior que da frío. Cuando llegan estos días en los que la vida se nos presenta deprimente y gris, todo es otoño en el interior, pero un otoño de días fríos y sin sol, sin luz, todo oscuridad. Y los recuerdos caen uno a uno, como las hojas de los árboles, y llenan el suelo de ellos, lo tapizan, y los ves todos amontonados, mezclados, y resurgen y se levantan por una brisa que los zarandea de un lado a otro, no con ventolera si no con la suavidad de una corriente de aire suave y fresca, que eriza nuestra piel al sentirla y observar cómo se alzan esas memorias, que se ponen en pié y se visualizan, claras y evidentes, como si sucediesen en ese momento. Los días pasados se nos aparecen como presente, y lo que estaba allí parado, se pone en marcha y sale de la sombra a la luz y pasea delante de nosotros y todos nuestros sentimientos que estaban con ellos dormidos despiertan y brotan con fuerza, resurge un dolor abandonado y aislado, que encerrábamos en un armario apartado en el interior, y que al escaparse de él nos desconsuela y atormenta por no saber cómo tratarlo. Allí estaba oculto y bien guardado pero en estos días de lluvia intensa dentro de nosotros lo arrastra a un lugar tan visible que hace daño verlo allá silente tanto tiempo y ahora alborotado, y como una jauría nos empieza a devorar las entrañas ese dolor de ausencias, queridas o encontradas, buscadas o impuestas, pero ausencias desconsoladas. La agobiante sensación de descontrol de nuestra vida, nos aborda de golpe, hiriente, siendo tu reflejo en el cristal de mi ventana interior llena de gotas de agua las que distorsionan tu imagen, y no te veo nítido como eras antes, el delirio que me acompaña en estos momentos me hace dudar de lo que aprecio este día de otoño interior que te trajo a mí con otros muchos recuerdos, pero el tuyo se hace con más fuerza y vigor y anula el resto, quedando como siempre por encima de todos los demás. En esa época todo lo que no fueses tú no tenía consistencia para mí, y cada vez que emerges vuelve a suceder, todo lo puedes, todo lo velas y todo queda bajo un halo que envuelve cualquier situación y entonces solo quedas tú como protagonista, y es cuando quisiera ser tú, para poder decidir quedarte a mi lado y que nunca hubiese existido el alejamiento que nos separó, y que me hizo saber que no hay nada después de ti, que lo que vino no era como lo que tuve contigo, que los días no lucieron igual, que los que vinieron detrás no eran lo esperado y es que desde que tú no estás solo llueve y llueve, fuera y dentro de mí, lágrimas que trago y limpio de mi rostro que siente como dejan marcas en él, y la soledad no ayuda a salir de este eterno otoño, con cielo cerrado de nubes que no dejan llegar un sol que ilumine mi vida, y vuelve el agua a caer por mi interior inundándolo todo y ahogando mi corazón.

 

 

 

.     *El relato de hoy lo acompañamos con Vega, que nos trae lluvia y soledad, con el deseo de que vuelvan a cuidarla.

.               “Y llueve”                              “Quiero ser tú”

 

.     **NA: Publicado originalmente el 7 de Marzo de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

En cada latido

27 Jueves Abr 2017

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

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amor, anhelo, ausencia, Aute, Cuerpo a cuerpo, delirio, espejismo, latido, Música, Poesía, Sin tu latido

Tengo un amor

no correspondido

que me hunde

en cada latido.

.

Hoy en mi delirio

he vuelto a encontrarte,

te odio por éste sentimiento

de amarte.

Oigo el deseo susurrando,

expectante, porque

no te tengo cerca,

ni ahora ni antes,

sólo fue un espejismo

que me partió en dos,

uno ha muerto, otro vive

suplicante.

Vuelve,

te necesito cuanto antes.

.

Tengo un amor

no correspondido

que me hunde

en cada latido.

 

 

*Luis Eduardo Aute nos presta su música para acompañar y enriquecer la poesía de hoy.

“Sin tu latido“

 

.     **NA: Publicado originalmente el 18 de Febrero de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Polvo de Marfil

12 Martes Mar 2013

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

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ausencia, dardos, estimulante, Física y Química, luna, marfil, Música, noche, Peor para el sol, polvo, ruina, Sabina, sentidos, sueño

Marfil resplandeciente,

luz nocturna,

para lobos esteparios

Arruinas mi alma,

mar negro,

al verte hecha ceniza.

Sal y rompe el sueño,

dejará de ser un sueño,

ya será realidad.

Viaje estimulante,

tabique de platino,

para los sentidos.

Noche lujuriosa,

dardos hipnóticos,

triste celebración.

Desconcertante luna,

ruina solitaria,

ausente tú.

 

 

.     *En las noches de juegos, en los que el disloque mece, por tu ausencia, por no haber llegado aún, ni ser todavía. Y nos lleva por esos caminos en cada caída del sol, como en la canción de Sabina.

“Peor para el sol“

Sabina - FisicaYQuimica_Front

El Sol no llega

09 Martes Oct 2012

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

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Adiós, ausencia, azares, camino, depresión, Descartes, llanto, Música, nombre, Rosana, Ruptura, Silvio Rodríguez

Una guitarra suena de fondo,

una melodía que está invocando

lo que ahora ya no siento a mi lado.

El lucero que brilla en la mañana

alumbrando lo que ya no estará.

 

Una llamada desesperada.

Ternura infinita,

respondiendo a lo rudo

del tiempo librado en la huella.

 

Horas felices tuvimos,

y desaparecen por el hueco de las cicatrices.

Te llamo y aún no te marchaste,

observando la senda que te me robará.

 

El camino que elegiste será duro,

unas veces con risa y otras con llanto.

Y llanto infinito me acompañará

en mi caminar,

por este destino sin entender lo sucedido.

 

Por causas y efectos ya no seguiremos al lado.

Por causas y azares la risa se fugo de mí.

Por afectos con defecto la depresión es en mí.

 

Me dejas tu nombre labrado en la mente.

Un nombre cegador que lo esconde todo,

bajo lágrimas de ausencias futuras

y azarosas, invitadoras a poner fin al sol que alumbra

nubes, que no dejan pasar la luz y hacen gris el existir.

 

 

 

 

.     *Silvio Rodríguez canta a ese nombre que ya se le escapa de su lado, igual que el poema,  evocador del abandono venidero y del nombre que queda, que todo lo ciega y deja nublado el futuro.

“Rosana“

No lloro

28 Jueves Jun 2012

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

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Etiquetas

alma, ausencia, Christina Rosenvinge, Frío, llanto, Música, Nacho Vegas, No lloro por ti, Verano fatal

Hoy ,

quiero que brote

lo que el alma pide,

llanto.

Lejano, por sentir tu lejanía.

Cercano, por la ausencia de tu cercanía.

Escalofrío.

Frío, piel erizada,

lágrimas que no surgen,

pero rompen mi alma.

Tanto por lo que llorar,

pero en él, tú ya no estás.

 

*Christina Rosenvinge y Nacho Vegas, nos recuerdan algunas sensibilidades por las que llorar, pero en la que no tiene cabida el amante que nos hizo daño, como en el poema.

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