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Archivos de etiqueta: llanto

Confuso llanto

24 miércoles Nov 2021

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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En estos días, enfermedad, Frío, Gris, hijo, invierno, llanto, lluvia, Música, miedo, Mujeres, Nacimiento, Rostro, Silvio Rodríguez, sol, temor

Se me agolpan las palabras, las emociones, las imágenes. Las intento digerir y ordenar y no puedo. Se me agolpan estos días, estas angustias y miedos, temerosos días de pérdida del recién llegado. Horas amargas de espera y duda y deseos de mejora y sanación, aun no sabiendo si hay enfermedad o mal irreversible o acaso reversible, o sin saber ni siquiera si habrá dolencia tras la complicación. Indefenso él. Tememos, aunque nos digamos que no hemos de temer. Nos preguntamos si ese rostro que ya vimos lo volveremos a ver o cesará antes de haber iniciado su periplo, si ese rostro que antes no era y que hoy es por haberlo visto, y que se ha quedado en la retina, fijo y nítido, seguirá iluminándonos como hoy me lo parece, en este día de invierno gris y lluvioso. Ya no sale el sol, sólo su rostro. Días de aguacero que acompañan esta grisura que se empecina en ahogar la alegría esperada por la llegada del hijo. El cielo se abate sobre la ciudad envolviéndola con nubes oscuras, frías y húmedas, ensombreciendo las calles, haciendo parecer que la noche se aproxima fuera de hora. Como si alguien fuese cerrando los postigos, tal cual antes se hacía, para ahuyentar la felicidad y traer el duelo, enlutando la casa que ahora y como nunca necesita su rostro para ser alumbrada. Quedando todo bajo una atmósfera húmeda que cala los huesos. Días de lágrimas asaltantes en el precipicio del parpado, de lágrimas contenidas y amarradas y sustraídas de su inminente camino para mostrar la fortaleza que no se tiene, la entereza que se desmorona en la soledad de cualquier esquina o ventanal por el que mirar y asomarse  para respirar profundamente e intentar distraerse con el perfil de la ciudad, para no pensar. Intentando sostenerme para sostener al otro, que más frágil se muestra sin saber de la fragilidad del compañero amado. Lloramos a escondidas, hasta que no hay manera de ocultarlo y ocultarse. Ella llora por sus rincones, yo lloro por los míos y nos encontramos en la cocina y nos miramos y lloramos juntos, lloramos en la alcoba, en el cuarto de baño, en el dormitorio del recién nacido, que aún no lo ha habitado. Lloramos y no sabemos porque lloramos, solo nos miramos y nos abrazamos y lloramos. Las lágrimas brotan y brotan con desconsuelo y sin sentido. No es dolor, no es júbilo, es solo llanto, agua salada cayendo con mueca amarga pero no de amargura. Sólo llanto. Confuso llanto.

 

.

 

.     *Silvio Rodríguez ilustra con su canción el sentir del texto; en estos días no sale el sol si no su rostro. Aunque su autor la escribiese con otro sentido, esta canción hoy la convierto en un canto en primera persona hacía el hijo.

 

«En estos días«

Silvio Rodriguez - Mujeres 1978

.     **NA: Publicado originalmente el 23 de Enero de 2014. Hoy recibe una nueva oportunidad.

.     ***Al hijo

.

Miedo

07 martes Abr 2020

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

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angustia, Cerrado, Christina Rosenvinge, descansar, dormir, higuera, infancia, llanto, Música, mente, miedo, viento

Miedo.

Viento mueves la higuera,

higuera rozas la teja.

Miedo.

Angustia de lo incierto,

duda infante

que acechas susurrante,

golpeando una y otra vez.

 

Ni siquiera lloro,

qué monstruo soy,

¿o seco estoy?

 

El llanto va por dentro,

y sin una gota me encuentro.

La mente no puede más,

emboscada en este infierno,

patio interno.

Huid de mi lado,

vagad por otros tejados.

Fuera el miedo,

descansar y dormir quiero.

 

 

 

.     *Christina Rosenvinge quiere en su canción que la dejen en paz los demonios que la acechan, como en el poema lo quiere nuestro protagonista.

«Cerrado«

.     ** Publicado originalmente 5 de Noviembre de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Deseo suicida

24 martes Sep 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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Alfonsina y el mar, conversación, enfermedad, final, Lágrimas, llanto, mar, Música, Mercedes Sosa, miedo, Muerte, Mujeres Argentinas, puenting, suicidio, vejez

Se puede elucubrar mucho sobre los suicidas, sobre si realmente se quieren quitar la vida o solo pretenden llamar la atención, o si se produce en él un desequilibrio momentáneo que en un punto se revierte y toma conciencia de lo que está realizando y no lo quiere llevar a término, y quizás a veces lo demora para que alguien lo libre y rescate de eso que está intentando finalizar. Pero eso sería pensarles como niños que quieren que se fijen en ellos, y que es una manera de alertar a los otros, de decir con un grito desesperado que necesitan que les hagan caso, que necesitan ayuda.

-No es fácil suicidarse-, me dijo; -Pensé que sería sencillo, pensé que tendría valor-.

Esto me recordó cuando fui a hacer Puenting y piensas que será sencillo, que te dejarás caer con facilidad, pero cuando estás al otro lado de la barandilla, cuando ya todo está listo, el arnés y las cuerdas en su sitio, cuando ya solo depende de tu decisión, de un pequeño impulso hacia el vacío o ni siquiera impulso, un dejarse caer hacia la nada que nos sujete. Es ahí cuando el cuerpo no responde a la mente, o es la misma mente la que piensa una cosa y ordena al cuerpo otra. El caso es que tú dices;  Allá voy. Cuentas, uno, dos y tres, y dices; Ya! Y te das cuenta que no, que no has podido hacerlo, que aun sigues encaramado y bien agarrado a la barandilla metálica, sientes que las manos aprisionan el metal, y que casi te estás haciendo daño, que tu cuerpo hizo el movimiento de separación de la vertical, tus brazos dejaron de estar encogidos y se alargaron estirándose por completo, alejándote de lugar de agarre y sujeción, pero tus manos no hicieron lo que debían hacer acompasando el movimiento de cuerpo y brazos, es decir, dejar de agarrar. Ellas siguen allí haciendo lo que no debían de seguir haciendo, sujetándote para evitar la posible caída. Velando por tu vida. Vuelves a ponerte a salvo verticalmente, y te das cuenta que no has conseguido saltar, y lo vuelves a intentar, esta vez tomas la precaución de abrir las manos antes de iniciar el alejamiento del cuerpo de la barandilla, y ya sí, ya nada te retiene y sin vuelta atrás caes con la subida bestial de adrenalina, y la cara se te desencaja por el miedo que tú nunca dejas de tener, aunque hayas decidido por voluntad propia hacer aquello.

Pienso que el suicidarse o la decisión de suicidarse, debe ser algo así. Decides hacerlo pero nunca dejas de temer el resultado. Quieres hacerlo pero algo en ti te frena. Esos casos son los que la gente luego dice que lo intentó quizás para llamar la atención, que en el fondo no se quería suicidar, pero eso es simplificar demasiado cuando el acto no se lleva a término sin retorno.

-Hay días en los que quisiera morirme-, me dice.

Sentado frente a mí, mirándome a los ojos, pero con la vista perdida, como si no me viese, como si estuviese viendo a través de mí, -igual le soy transparente en ese instante-, pienso. Callo y le observo. Le miro. Su rostro hierático no me deja vislumbrar que pasa por su mente, su cara solo me muestra una persona que parece que no está allí. Sigo en silencio para que continúe, para que me diga más, para que me cuente el motivo de esa reflexión, de ese deseo que me ha dejado helado. El silencio se dilata y avanzan los minutos, sin que crucemos palabra. No hay frases, ni preguntas, ni respuestas por tanto. No le exijo argumentos que me expliquen los motivos. Entre él y yo hay una pequeña distancia, no más de setenta centímetros, la longitud de la mesa que nos separa, pero realmente hay una distancia abismal, le siento lejísimos, él no está allí, en aquel lugar. No digo nada, espero para saber cuándo él decida que debo saber. Aunque en realidad, me doy cuenta que no espero ni he dejado de hablarle ni musito nada, no por respeto a sus motivaciones que me mostrará seguramente o eso espero, no guardo silencio por darle tiempo a que organice su pensamiento y me cuente, si no, que lo que hace que calle es que no sé qué decir, no sé qué decirle. Noqueado por esa confesión la mente ha sufrido cierta parálisis y me va lenta, muy lenta. Busco en mí, argumentos, preguntas, ánimos, para articular lo que debo decirle y como decirle; que eso es una barbaridad que no tiene motivos para esas locas ideas, para ese fin de acabar antes de que la naturaleza dé por finalizado su existir. Pasa por mi cabeza, que quizás esté enfermo y yo no lo sepa y que me dirá que se cansó de luchar, de bregar con el mal que lo aqueja, y que aunque la batalla no ha sido aún ganada por la enfermedad, él se rinde, pues no estima que alargar temporalmente la lucha sirva para algo. Está cansado de la inutilidad de cada amanecer en el que calzarse la armadura de medicamentos para una pelea interna que le va mermando sus ganas de vivir, aunque nadie lo veamos. Sus ilusiones ya no existen, ya no tiene proyectos que cimenten cada despertar.

Miro la taza de café que hace rato dejó de humear, pienso que se ha quedado frío, tanto como yo cuando escuché ese anuncio de muerte deseada.

Mira por la ventana.

-¿Estás enfermo?

Sin girar la cabeza, contesta; -No-, y veo una leve sonrisa de circunstancias, como si supiese que esa sería una de mis preguntas, o al menos como si supiese que eso pasaría por mi cabeza.

-No, no es nada de eso, no tiene nada que ver con enfermedades o que haya perdido la cabeza o la esté perdiendo.

-Entonces se me escapa-, le digo, a la vez que intento que la voz no me suene angustiada.

-No tiene nada de misterio, es sólo que ya me gustaría cesar mi existir, pero como te decía no es fácil ser elemento activo, aunque lo desees. Hay que ser valeroso para llevarlo a cabo. Para mí sería una bendición no despertarme una mañana, o contraer esa enfermedad que tú me suponías, pero claro que fuese una enfermedad rápida y no dolorosa.

Aturdido, no sé por dónde continuar, si insistir en que es un desvarío, o callar. Su edad avanzada, aunque no tanto, me hace comprenderle un poco en esa terrible aspiración. El fin de las ilusiones, pensar que ya todo está hecho y que el camino que queda no sirve nada más que para seguir avanzando sin objetivo, solo por la inercia de avanzar, con todas o casi todas las experiencias cumplidas. Lo llego a entender. Siempre es una decisión respetable, pero no siempre es soportada por la racionalidad, y menos cuando esa decisión viene dada antes de la vejez. ¿Puede alguien no desear vivir sin estar con sus funciones mentales trastornadas? He conocido varios casos cercanos, gente que he tratado y siendo jóvenes han decidido acabar su existencia física. No sé lo que ha pasado en sus cabezas, y por tanto no sabría decir si estaban trastornados o no.

Empiezo a temer, que siga hablando. Por egoísmo y por miedo a la vez, por querer evitarme algo que se me vuelve desagradable de pensarlo y me comienza a agobiar sólo por intuirlo. Algo a lo que no sabría cómo enfrentarme, si tendría valor o si la cobardía se apoderaría de mí, empezando a buscar escusas con las que argumentar la petición de desistir de su empeño, no para salvarle si no para salvarme.

-He pensado cómo podría hacerlo, realmente hay muchas posibilidades, muchas maneras; empezando por el salto al vacío desde un viaducto, fíjate que el de Madrid lo acristalaron para que la gente no saltase desde él. Cortarse las venas y dejarse llevar en una bañera dándose un baño. Utilizar pastillas o algún veneno. Incluso uno puede intentar hacerse con heroína e inyectarse una sobredosis. Pero todas las opciones requieren tener gran osadía, no ya en los preámbulos de preparación, eso hasta resultaría fácil y entretenido como cuando preparas un viaje, si no en el momento de llevarlo a cabo uno mismo. Sería más sencillo que otro te ayudase, que otro fuese el que te empujase desde el borde del viaducto, que fuese otro el que te acompañase en tu último baño y te hiciese los cortes definitivos, que fuese otro el que te hiciese ese cóctel de pastillas nocivas o te suministrase el tósigo mortal, o que fuese otro el que diluyese el polvo en la cucharilla calentada y después con la jeringa hincase ese fuego letal. No, no te asustes, no te voy a pedir que seas ese otro, tu cara delata ese pensamiento ayudado por mis palabras. Sólo digo que seguramente sería más fácil llegar a ello. En mi ensueño, pienso que alguien que conoce éste mi deseo, se apiada, y sin yo saberlo un día obra y cumple lo que yo quiero. Eso, como un accidente que provoca la muerte repentina, sería algo con lo que sueño.

Hay organizaciones que ayudan morir, pero creo que sólo a gente que está con enfermedades terminales. Organizaciones para la Eutanasia, para conseguir una muerte digna, antes de que la enfermedad denigre. Es una pena que no hagan esa misma labor para gente que no está enferma y que quisiera morir.

Escucho, sólo escucho, no soy capaz de interrumpirlo. Habla sosegadamente sin ningún atropello, sin ninguna excitación que me parezca que lo hace sin reflexión, por el contrario lo hace con calma, fluyendo todas sus frases de manera lenta, y suavemente vuelan a mi alrededor hipnóticas, generando cierto vértigo, haciendo que no me parezca real todo aquello, me siento algo mareado, como drogado. Le oigo continuar.

-También he elucubrado con tener un fin más poético, al estilo de lo que relata la canción sobre el final decidido por la poetisa Storni; internarme en el mar lentamente, en un mar cálido, un mar que me arrope y que me dé el calor que necesito y que seguramente necesite más en ese momento, pues estaré con miedo, mucho miedo, y frío, mucho frío, por más que sea lo que más deseo, en ese instante estaré helado, tiritando y con lágrimas. Lágrimas de despedida. Lágrimas saladas uniéndose a un mar salado, y así, dejaría algo de mí en ese mar, que será para siempre mi mar.

 

 

 

.     *Por lo que nos encoge el alma, siempre quisiéramos creer que suicidarse es un alarde tan poético como en la canción; “Alfonsina y el mar”, entonada por Mercedes Sosa

«Alfonsina y el mar«

mercedes-sosa-mujeres-argentinas-lp-1969-folklore_MLA-O-2654253352_052012

.     **NA: Publicado originalmente el 14 de Febrero de 2014). Hoy recibe una segunda oportunidad.

                                                       .Continúa: «Deseo Suicida» (2ª parte)

La felicidad a ratos

17 sábado Ago 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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añoranza, ahogo, amor, antepasados, culpa, Días y Flores, dolor, Felicidad, Infelicidad, llanto, Música, muertos, mujer, nostalgia, pena, Pequeña serenata diurna, Silvio Rodríguez, tristeza

A veces la tristeza le agarra del cuello y lo zarandea, le lleva casi al ahogamiento para dejarle como un trapo viejo, tirado. Otras veces la añoranza le sostiene en volandas y no le deja poner los pies en el suelo. Y flota y flota sin rumbo en un espacio onírico de recuerdos, y sin remedio, pasado un tiempo, cae desde lo alto, haciéndose polvo todos los huesos. En ocasiones la nostalgia lo arrebata de lo cotidiano y diario, y vuelca su mente al pasado, le aturde, le anula para el tiempo cercano y la vida se le hace insoportable para seguir luchando. Le pone en peligro, a punto de perder el trabajo ido de sus quehaceres queda vulnerado. En otras ocasiones la melancolía lo hunde en su sofá preferido, allí se siente seguro, a salvo de las alegrías de los otros que tanto daño le haría, en el asiento se acurruca y no quiere ver más vida, sufre silente los males que se imagina. Hay días en los que el desconsuelo se apropia de su alma y el rostro se le tuerce, y la mueca muestra la lágrima viva que cae por su rostro y todo lo irriga, solo puede buscar rincones donde aliviar este desamparo, buscando un sosiego que solo en un muro cree haber encontrado y que le transmite la calma que necesita, huye de las gentes que lo quieren y aman, solo necesita la oscura sombra de una esquina cercana.

Pero hay días que luce el sol por la ventana, y se da cuenta cuán feliz es su vida, comparada. Y siente dolor por sus muertos que quedaron enterrados en tiempos infelices, comparados. En esos días quiere salir a vivir, quiere huir del sofá al que se siente atado. Esos días, desprende las manos que el cuello le tienen atenazado, quiere coger aire, y profundo seguir respirando. Aquellos días de sol, se le enturbia la mirada al darse cuenta de cuánto estaba equivocado, por dejarse llevar por el hartazgo. Y quiere despegar los pies de la tierra, esta vez sí de manera querida, y dejarse llevar  por un vuelo de buenos deseos y fines.  Esos soleados momentos siente euforia, el pecho se le infla y la sonrisa se le marca en el rostro con brillo en sus ojos por ver futuro y no solo recuerdos de y por tiempos pasados. Luchar contra seguir volando es como no seguir luchando por nuevos instantes venideros con proyectos renovados. El sol pone luz y alumbra las tinieblas que lo retenían y ve salir de esa oscuridad a la mujer que lo acompaña, esa que lo ama sin pedir nada, esa que lo anima en sus horas bajas, esa que él arrincona y aparta cuando el delirio de la tristeza le acompaña. Y por un breve espacio de tiempo se siente gigante, con una mujer a la que quiere y le quiere, bañados de libertad.

Pero enseguida los rayos que iluminan y dan calor se van y vuelve la ausencia de luz y regresa el frío, y ese rato de tiempo jovial y esperanzado se transforma y cae y el llanto se abre paso y se siente culpable de su felicidad, y no puede con su alma y la angustia rige de nuevo su estar en este mundo que se le hace ingrato. Y son más los pensamientos que le sacuden y agobian y dejan caer, que los que le acunan, aunque esa mujer se desviva por él.

 

 

 

.     *Para musicalizar el texto me ayudo de ésta canción de Silvio Rodríguez en la que nos habla de ese instante de felicidad que siente el protagonista del relato. De los motivos simples que le llevan a serlo por un momento, y como se siente casi culpable, por ese breve bienestar que quizás sus muertos no pudieron disfrutar, y a los que pide perdón.

«Pequeña serenata diurna«

Silvio_Rodriguez_-_Dias_y_Flores_-_Front

.     **NA: Publicado originalmente el 14 de Enero de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Regalando palabras (7ª parte)

14 miércoles Ago 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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afecto, amor, café, cena, cita, cobardía, compañera, compañeros, Copas, desafecto, duda, En Transito, Fiesta, frases, insomnio, llanto, Música, miedo, noche, nota, notas, piropo, Porque la quería, Serrat, tristeza

Las dos notas descansaban encima de la mesilla; “Los hombres como tú solo se encuentran en los mejores sueños” y “No te olvides de la fiesta, no vayas a faltar”.  Una, un piropo que cualquiera desearía recibir, la otra una cita que nadie evitaría. Las estuvo contemplando durante mucho tiempo, las cogió y las dejó varias veces, las leyó y las olió como ya hiciera en alguna que otra ocasión por si algún aroma le daba pistas sobre su autoría. Realmente era absurdo buscar olores o perfumes; aunque los hubiese, no tenía en su cabeza con qué compararlos y no se veía aspirando e inhalando por ahí para conseguir certezas de quién estaba detrás de estas palabras regaladas que tanto daño le estaban haciendo. Irónicamente lo que debía ser alegría y placer por ser destinatario de esas letras, no lo eran, contrariamente su mundo se desmoronaba por dos papeles garabateados y eso le dolía, todo lo construido durante tantos años, tantas convicciones derribadas al exhalar esas silabas su boca cuando bisbiseando las leía una y otra vez. Estuvo largo rato con la mirada perdida, absorto. Mirando al frente, mirando su anodino frente de armario, inerte, a ratos parecía catatónico. Se levantó de la cama. Ya lo había hecho antes; dos, tres, quizá cuatro veces, acercándose a la cocina a beber. Tenía la boca seca, optó de nuevo por agua, sin el resultado de saciarse y tranquilizarse que perseguía con esas idas y venidas, pensó que si seguía bebiendo agua terminaría con dolor de barriga; entonces aun siendo horas algo intempestivas decidió prepararse un café bien caliente en taza grande con una pizca de leche para intentar conciliar el sueño, la cafeína no le impedía dormir, al contrario le sumía en un estado reconfortante que lo llevaba con más facilidad al descanso.

Toda la tarde estuvo con los nervios metidos dentro preguntándose si había tomado la mejor decisión, si aquella determinación era valiente o por el contrario de un gran cobarde.

Mientras se toma el café allí sentado en la cocina, en esa madrugada que se le alargaba como si el tiempo no avanzase, se deja llevar por la imaginación pensado como estaría transcurriendo la velada en el lugar al que había evitado ir, el lugar al que le conminaba esa segunda nota, esa cita, que quizás no era una cita y sólo se tornaba así en su parecer. En ese momento ya estarían con las copas, la cena habría acabado hacía un par de horas o más, y ahora estarían repartidos en diversos corrillos, según se sintieran más identificados; agrupándose por las mismas afinidades o afectos o departamentos o jerarquías, como suele pasar en las fiestas de empresa en la que estos grupos suelen ser bastante estancos y  aunque algunas personas tengan la capacidad de moverse con soltura entre varios de ellos, lo normal y general es que cada grupúsculo sea un ente cerrado y endogámico, y sus miembros no tiendan a aventurarse a la mezcla e intercambio. Veía con nitidez el grupo en el que estaría integrado, como las veces anteriores, -las pocas veces anteriores sería más ajustado decir, puesto que en cuanto podía eludía esas reuniones festivas -. Inicialmente se ve en su grupo de compañeros de departamento -en el que no se encuentra demasiado a gusto-, pero sin perder de vista al reducido grupo en el que se sentiría más cómodo sin duda, y al que en cuanto pudiera se deslizaría sigilosamente, que no es otro que el de afinidades en el que se encontraría Helena. Se ve ya en ese grupo y se ve nervioso, más nervioso de lo habitual, sin la naturalidad que debiera por haber intimado con ella no hacía mucho y que se reflejaba en la oficina hasta la llegada de aquellas notas a su vida, o quizás por eso mismo, por haber intimado siente esa inseguridad y ese nerviosismo de adolescente descubriendo al otro sexo. Se ve intentando sosegarse, pero su corazón palpita como nunca, y se le llena la cabeza de palabras que quisiera decir pero su boca no se abre, sus pupilas brillan de emoción y miran con deleite como ella habla y dice y él asiente a todo como un fan a su ídolo, escucha pero no oye, simplemente está colmado de alegría, inmensa alegría que se agolpa en su pecho. Idiotamente se muere de amor.

Se serena y vuelve a la realidad, mira el reloj, es muy tarde, debería irse a dormir, regresa a su cuarto, se siente cansado pero los parpados no quieren caer. Siente humedad en sus ojos, y como se desborda bajando por una de sus mejillas un riachuelo salado. Se limpia el rostro. Se dice que es absurdo todo esto, que se ha hecho castillos en el aire como un inocente. ¿Cómo él, tan analítico se ha dejado llevar por el impulso irracional?

Abrigó la posibilidad de que estuviese equivocado en su elección de vida y que estas notas fuesen la señal que marcaba su error, pero fue efímero ese espejismo, enseguida concibió que la equivocación era el cambio de pensamiento y que lo que creyó una señal era solo una percepción engañosa auspiciada por él mismo. Siente dolor en el pecho. Se acuesta y apaga la luz sin mucha convicción de poder dormir. Mañana debería volver a su nada cotidiana, a su vida sin perspectivas, sin proyectos como tan bien le había ido hasta ahora. Sin vincularse afectivamente a alguien, nadie en su horizonte. Aún estaba a tiempo de volver a su rutina sin desbaratar nada suyo ni de otros, a tiempo de volver a su deambular solitario por la ciudad. Seguro que no saldría bien, no estaba hecho para compartir la soledad, desde siempre lo supo desde la infancia se fue preparando para ello y lo había conseguido, no debía flaquear ahora. Seguro que antes o después se vería que la cosa no funciona por él, algo misántropo. Es mejor que ella no pierda el tiempo con una persona como él.

Tenía todo el fin de semana para pensar como ir alejándose y evitar el contacto con ella, el encuentro y la conversación casual no buscada pero si aceptada con alegría hasta ahora, y deseada los últimos días; sabe que no le va a ser fácil pero no debe dudar en que es lo mejor. El cansancio y la oscuridad lo acunan. No será difícil rehuirla, sabe de sus costumbres y horarios y no será complicado moverse eludiendo esa posible coincidencia en los pasillos. El alba despunta y por fin cae rendido, acomodando el rostro de ella en sus sueños en donde para siempre lo quiere guardar, para cada noche encontrarlo allí, esperando ser retomado.

 

 

 

.                                                                                              Fin

.

.     *Él, que huyó del amor, del enamoramiento, no lo pudo evitar y porque creyó quererla se apartó, no confiaba él… como nos canta Serrat.

«Porque la quería«

Serrat-En_Transito-Frontal

.     **NA: Publicado originalmente el 01 de Junio de 2015. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Destemplado cuerpo

22 miércoles May 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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abrazar, abrazos, Adiós, amanecer, aroma, calor, casa, Christina Rosenvinge, destemplado, Frío, invernal, jersey, Lágrimas, llanto, Música, Nadie como tú, nostalgia, olor, Ruptura, Traición, Tu labio superior

Ya son muchas las mañanas en las que se repite ese estado anímico, desde aquella primera vez en la que lo sentí así. Cada mañana aparece el recuerdo de su calor, y la cama se hace fría. Las mañanas son gélidas sin un cuerpo que te temple. Ese cuerpo, que furtivo se escabulló de entre las sábanas, dejando un aroma que no se evapora en el aire, que ha quedado impregnado, no ya en las sábanas si no en todo el cuarto, las paredes no consiguen librarse de él. Y cada amanecer ese olor me arrebata los sentidos y caigo otra vez, en el no olvido, aunque lucho cada día por librarme de él y olvidar.

La casa, es pequeña pero se me hace gigante, de pasillos infinitos y estancias enormes. Y no quiero salir de la cama para no perderme por el piso en busca del ser que ya no está, en busca del que dijo sentirse desertor cuando propuso un adiós. Y giro el cuerpo y la cabeza y pongo la cara apretada contra la almohada. La nariz y la boca oprimidas por el peso, sienten la ausencia de aire que respirar y quisiera sentir esa asfixia hasta el final, pero no me atrevo a seguir. Y creo percibir su perfume aún en ella, como si no hubiese pasado ya mucho tiempo sin recibir su cabeza para darle descanso, como si en todo este tiempo ese cabezal no hubiese sido cambiado y lavado, aunque hubo tentaciones de no hacerlo para salvaguardar esa esencia que hoy se vuelve dañina al fantasear que aún está y se aspira. Me doy media vuelta y miro la pared, la silla, el armario. Quizás ahí dentro esté la solución momentánea a esta sensación de tristeza azul, de frescor de auroras invernales que dejan el cuerpo yerto, esperando entrar en calor con el abrazo del amado.

Allí tengo su jersey, ese jersey que le cogí para sentir los abrazos que ya casi no me daba e intuía que no me daría más, y que hace que me acurruque por aquí y por allá de vez en cuando, en los momentos que ya no puedo más con la soledad y la ausencia, los días en los que deambular por la casa que ya no pisará, y por la que paseo y paseo como si de un palacio se tratase, dando pasos y más pasos, recorriendo una y otra vez las mismas habitaciones y el mismo salón, una y otra vez, como si en algún momento fuese a encontrar a quién bien sé que no hallaré. Volvió con su familia, que es lo normal, – me repito-,  que supiese que no iba a prosperar no hace que me deje de odiar, por estúpida, por creer que lo podía cambiar. Y en esas ocasiones en las que me pongo el jersey y me abrazo para sentirle, y cierro los ojos, y su perfume, el que su cuerpo dejó en el tejido que aproximo a mi cara y rozo con suavidad, y son mi nariz y mi olfato los que quieren recuperar para mis adentros aquel resto de él tan leve y efímero y falso. Y acurrucada en un rincón, la angustia y las lágrimas caen y se deslizan lentamente por la mejilla para precipitarse sobre su jersey, ese que ahora le sustituye, y me rasga el alma. Y cada mañana tengo el deseo de sentir sus abrazos y hundir mi cabeza en su jersey y dejarme llevar al tiempo pretérito, al de las promesas, sabedores de la imposibilidad de cumplirlas pero aún así dichas y lanzadas y refrendadas con actos que las hiciesen creíbles y venideras en un futuro, que hoy ya no existe. Solo existe el frío de la soledad no querida, no buscada. Y la mañana se vuelve el peor momento del día y el deseo de acabar por siempre lo empaña todo, y cuesta levantarse sin esa necesidad del llanto, de la triste mueca frente al espejo, y bajo la ducha las lágrimas que me bañan un mañana sí y otro también. Y debería partir y cambiar y huir y empezar, y sé lo que tendría que hacer pero el cuerpo destemplado no ayuda a viajar.

Miro el armario, la distancia hasta la cama se me hace tan larga que me da miedo levantarme, y congelarme por el camino antes de encontrar allá adentro, la fibra que me traiga su calor. Quisiera despedirme de él, tirar su jersey y dejarle atrás, pero no puedo, me cuesta tanto que cuando lo intento me puede la imagen de los buenos ratos y los buenos tiempos, me olvido de la afrenta por la renuncia a seguir, a avanzar juntos. Olvido que la ausencia es para siempre, y su regreso al hogar del que me dijo que escapó para conmigo encontrarse está consumado. Con este frío interior, busco calor, y solo encuentro dentro de mí su abrazo, para hacerme creer que con ese recuerdo no me hielo. Y no añoro sus ojos, ni sus besos, ni sus palabras, sino sus brazos que abrigaban mi desasosiego, que me daban el cariño que hoy ya no siento. La nostalgia de los días anteriores al abandono, cuando no había traición ni engaño, me acomoda cada amanecer un estado de embriaguez, que me tumba y aplasta, que evita la posibilidad de iniciar el día con ánimo renovado de vida, y aunque ya ha pasado tiempo, es ayer siempre para mí y me deja destemplado el cuerpo.

 

 

 

 

.     *Las mañanas de Christina Rosenvinge se convierten en duros amaneceres por el recuerdo de una dolorosa ruptura, igual que la protagonista del texto, con ese frío que no se puede sacar de adentro.

«Nadie como tú«

.     **NA: Publicado originalmente el 17 de Agosto de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Varado

10 viernes May 2019

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

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angustia, Despedida, intuición, llanto, Música, Mujeres, Nada, Silvio Rodríguez, varado, Y nada más

Hoy buscando para republicar, releo este poema escrito y publicado casi 6 años antes de que sucediese realmente lo que luego fue un reflejo anticipado en el poema de lo que sentí.

Cuando aquella última noche volví del hospital algo me hizo pensar que todo acabaría en unas horas, y así fue, tres horas después de abandonar el hospital estaba de regreso para verle marmóreo y frío, sin esa respiración angustiosa que nos entristecía pensando que estaba sufriendo.

Tras la llamada dando la noticia, me sentí como cuenta el poema, con una angustia difícil de describir, un llanto interior, sin lágrimas, y mucha sensación de vacío y ausencia, ya no estaría más, papá sólo viviría en nuestros recuerdos.

Ha pasado un año y tres meses, pero cada día que le pienso se me hace un nudo en la garganta.

 

 

Varado aquí,

con una angustia vespertina,

todo queda en mi retina,

borroso por el llanto,

todo me parece lejano,

y sin embargo no hace tanto.

Fue hace una hora,

cuando intuí el fatal desenlace.

No puedo llorar,

sólo angustia me queda,

tanto tiempo preparándome,

y al final surge el llanto,

llanto interior, que nubla

la visión.

Lágrimas no hay,

solo mirada ausente.

Nada más.

 

 

 

.     *El poema, como la canción de Silvio Rodríguez nos trae la angustia de la vida que pasa, sabiendo que no hay nada más…

«Y nada más«

.     **NA: Publicado originalmente el 9 de Agosto de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Viejos tiempos (2ª parte)

26 martes Mar 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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amigas, Amistad, celos, dudas, E.B.S., El tiempo de mi felicidad, Ella Baila Sola, Felicidad, Infelicidad, llanto, Música, Pasado, Presente, Recuerdos, tristeza

Se repone, se lava la cara, se la seca con el papel para tal efecto, y respira hondo, muy profundo, no sabe porqué pero tiene ganas de llorar. Por un momento aguanta el tipo, traga saliva, sigue con la cabeza baja, mirando el lavabo, no se atreve a alzar la vista hacia el espejo, no quiere ver, no quiere encontrarse con lo que puede reflejar, ni tampoco lo que pudiese encontrar al otro lado del mismo. Pero el llanto le vence y hace pucheros, callados sonidos, ahogando ese deseo de que las lágrimas se derramen y sean acompañadas de sonidos lastimeros. Llora brevemente, lo suficiente para echar fuera de sí, momentáneamente, la tristeza que le tiene poseído.  Vuelve a refrescarse la cara para eliminar las señales del dolor que le ha atacado de manera sorpresiva, y que le ha dejado maltrecho emocionalmente. Aprieta la mandíbula para desentumecer la sonrisa y poder salir con cara resplandeciente, falsamente alegre, fingiendo normalidad, vestido de hipocresía.

Lo que no entiende es este arrebato que le ha venido, porqué esta situación tan trivial en un principio, tan habitual en reencuentros de viejos amigos, puede haberle llevado a este estado, a esta ansiedad por lo no vivido. El nuevo presente que ahora tiene enfrente le ha dejado trastornado. Quizás esta situación solo ha sido el desencadenante de algo que ya tenía dentro. Esta simple conversación sirvió de espoleta para el estallido en su interior. Lo bueno y agradable se le ha vuelto malo y desagradable. Sentarse allí con ellas y sobrellevar la tarde dignamente va a ser complicado. Se acerca con intranquilidad, no quiere que se le note la desazón que azogado le mantiene algo irritado, no quisiera que ellas tan felices lo noten. Y pareciera que lo consigue, no le han hecho demasiado caso cuando ha llegado de vuelta. Ya se siente fuera del presente de ellas y mucho más fuera del futuro de su pareja. Aparecen más nombres y situaciones lejanas en el tiempo pero que están ahora allí tan vivas y presentes que casi desprenden los aromas de aquellos aires viciados y viciosos que él no aspiró y que en este preciso instante, inhala y llena todos los pulmones de esa brisa salina y de salitre, de pueblo de costa, de playa donde sucedió, y que hoy se hizo presente. Lo ve todo tan próximo, tan cercano a su piel, que cree sentir en este instante el roce de alguna mano, paseándose por la espalda de ella, ve las lentes oscuras de alguien apartarse para ver mejor y dejar ver su ojos y su mirada obscena, invitadora y lo peor es  la sonrisa cómplice que se dibuja en el rostro de ella. Ver esta imagen tan presente le rasga, y no puede por menos apartar la vista a un lado, lejos de la conversación, de las eternas amigas.

Ellas continúan con sus comentarios en tiempo presente, aunque vayan acompañados de un “recuerdas” momentáneo y efímero como parte de un sicalíptico retruécano que ellas conocen y del que a él le dejan ignorante de su origen y finalidad. Un fin de felicidad para ellas y no compartida con él. Nunca pensó que pudiese tener celos del pasado de ella, y ahora, como ese pasado no es pasado sino presente, él se escuda en ello para excusarse de esta flaqueza que jamás pensó tendría. Él siempre fue muy liberal para los sentimientos y al final se siente mal por resultar ser igual que todos o casi todos, posesivo hasta para los pensamientos, más allá de los propios actos del otro. Tener recelo de una amiga de su pareja  es lo que menos hubiese imaginado, quizás de un amigo sí, pero de una mujer, impensable hace tiempo, y sin embargo, aquí está odiándola, sintiendo que le está robando el tiempo de su felicidad.

 

 

 

.     *El protagonista del texto siente que le roban el tiempo de su felicidad, ese tiempo que espera que le llegue algún día a Ella Baila Sola en su canción.

«El tiempo de mi felicidad«

.     **NA: Publicado originalmente el 10 de Julio de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

                                                      …Continúa «Viejos tiempos (3ª parte)«

Traición

03 lunes Dic 2018

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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A por ellos que son pocos y cobardes, Alaska y Dinarama, ¿Cómo pudiste hacerme esto a mí?, Desafectos, desamor, Deseo carnal, dolor, La Mataré, llanto, Loquillo, Música, Ruptura, Soledad, Solo, Traición

Solo. Solitario. Solamente en soledad, reconcomiéndose por dentro. Recordando lo que había visto, la traición. Los había visto juntos, al principio pensó que podía ser amistad, pero fue un pensamiento efímero, enseguida y sin buscarlo se encontró con una realidad que ahora le estaba consumiendo. Ese instante se repetía una y otra vez en su cabeza, esa mano que acariciaba el pelo, esa mano que surcaba con suavidad la cintura, esa mano que cogía la mano de ella, era como si le golpease directamente en el mentón, y grogui no pudiese pensar con claridad. Se resistía a llorar para no nublar la vista y poder ver con claridad y no distorsionar una visión tan dolorosa. Pero ese mareo que le producía el shock de recrear mentalmente el instante en que sus labios se acercaron y se rozaron levemente, ese vértigo le hacía no pensar con transparencia, todo se le movía alrededor. Estuvo días sin dormir bien desde el suceso, estuvo incómodo con ella, con la cabeza en otra parte, principalmente en una calle, aquella que para él era la calle de entrada al infierno, donde vio el encuentro. Ella no podía entender qué le pasaba, qué le preocupaba y se lo repetía muchas veces, si tenía problemas en el trabajo o si era otro motivo personal, y él esquivo, eludía dar explicaciones, achacaba su ensimismamiento y mal humor al entorno laboral que decía asfixiarle. Pero no pudo seguir más con ese juego de perro y gato, de mentira sobre mentira. Entonces se lo dijo, le dijo que lo sabía, conocía la deslealtad y que no entendía qué fue lo que la llevó a la infidelidad. No quiso escuchar las excusas de ella, salió en estampida y ahora pasados los días, la cabeza le sigue dando vueltas y solo piensa en arrancarla de su memoria y borrar aquella huella, sobre todo la marca dejada por aquel momento. Los celos cada día van en aumento, cuando ya deberían ir a menos. La felonía debería ir quedando amortiguada por el tiempo pasado, pero no remiten los odios levantados en su interior. Hace planes para deshacerse de ella, no físicamente, eso nunca, pero fantasea con pasar página encontrando otra persona que le alivie la cólera, que le traiga el sosiego perdido, una tranquilidad que llevaba en su vida cotidiana cuando creía que su existir estaba pautado hasta el final de los días. Él, que siempre huyó de los sobresaltos, se topó con lo inesperado, con lo insospechado, con la deserción sentimental por parte de la pareja que adivinaba como eterna. Y piensa en matarla virtualmente, eliminarla de su vida, dándole vueltas una vez y otra a cómo hacerlo. Ya procura no coincidir con amigos comunes que la traigan a su presencia no corpórea pero si emocional, hasta procura no ir a los lugares comunes en los que ambos estuvieron tantas veces y que no le traerían más que aflicción. Pero cuando queda solo, solitario, solamente en soledad, todo se transforma y se hunde y las lágrimas con las que lucha porque no broten, ganan la batalla y salen torrenciales como llanto de niño, con la mueca amplia en la cara, con el dolor desgarrador de la desilusión cuando ésta es inesperada. Solo piensa en suprimirla, y sacar y extirpar de dentro su recuerdo, el de los buenos tiempos y el desalentador, el de aquella tarde ya lejana, pero tan cercana cada día que arrebata el sentido, y en la locura transitoria pide que sea devorada y destruida por una mano divina para que él pueda descansar. Le surgen mil demonios que tiene que aplacar para no ser esa mano sentenciadora y justiciera que se convertiría en mano ensangrentada, de una fatalidad absurda que no va con su forma de ser, nada violenta y siempre pacífica, huidizo de la pelea y abogado de la palabra. Y con el silencio que le acompaña en los momento de soledad, en esos malos momentos, se rehace y piensa en seguir adelante e intentar salir del pozo en el que está sumido por un desafecto tan frustrante y dejar los pensamientos negros sobre la que hasta hace poco fue su amada, y que a partir de ahora por su deseo, el de ella y por su respeto, el de él, quedarán en nada, y aquella calle quedará olvidada.

 

 

 

.     *Hoy ponemos música algo políticamente incorrecta al relato de celos y deseos de destrucción inicial, con canciones de Loquillo y Alaska y Dinarama

«La Mataré»                                     «¿Cómo pudiste hacerme esto a mí?«

          

.     **Si padeces violencia de género, no dudes, llama al 016.

.  ***NA: Publicado originalmente el 9 de Abril de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Los días que no fueron

01 miércoles Ago 2018

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

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añoranza, abandono, huida, La noche eterna-Los días no vividos, llanto, Los días no vividos, Love of lesbian, Música, Recuerdos

Postrado.

Tanto tiempo para pensar

que estoy agotado.

Los sentimientos golpean,

los recuerdos empujan,

los deseos estrujan

y yo me desespero,

no consigo expresar

todo lo que quiero.

.

Si fuera capaz

de decirte lo que te añoro,

lo que por ti lloro,

lágrimas saladas

caen por mi cara,

cara desencajada

por el dolor que me acompaña.

.

Compañía dolorosa.

Compañía de desamor.

Compañía de frustración

por tu partida,

saliste antes de llegar,

huiste antes de aceptar.

.

Sortilegios hago,

pues  tu rechazo no comprendo,

aunque sí que entiendo

que sentías amenazada

esa vida recién estrenada.

 

 

 

.     *El poema nos hablaba de lo que no fue, de lo que no pudo ser, y Love of lesbian nos dejan sus días no vividos… que viene a ser lo mismo.

«Los días no vividos«

.     **NA: Publicado originalmente el 1 de Junio de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad

 

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