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Archivos de etiqueta: nostalgia

El hueco de tu cuerpo

07 Jueves May 2020

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 10 comentarios

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amor, ausencia, cama, Con las ganas, día 913, La fabulosa historia de, Música, nostalgia, Sin haber venido, tristeza, vacíos, Zahara

Veo el hueco de tu cuerpo, miro al lado, y solo veo el hueco dejado, la cama se hace gigante, miro de soslayo, me da miedo afrontarlo. Solo veo hueco, vacío donde antes hubo tanto, todo lleno, repleto de vivencias, aciertos y fracasos. Ausencia del cuerpo ajado, hoy solo carencia de tu peso a mi lado. Y no recuerdo lo bueno o lo malo, solo la falta de tu presencia, todo lo demás quedó en el pasado. En el despertar me veo solitaria y no encuentro donde posar mis ojos, que siempre buscaron ese lugar que tú ocupabas, hoy reduciendo mis sentimientos a nostalgias, pero no veo nada de lo que fue, solo veo que no estás. Me recreo en buscar, buscarte, me imagino o fantaseo que te levantaste por cualquier motivo que invento, y espero, espero tu vuelta en cualquier momento. Y  me giro, toco tu hueco, ese hundimiento que te acoge en tu sueño, y caigo, vuelvo a equivocarme, ya no acoge tu dormir, desde hace tiempo estás desaparecido, pero a veces no lo tengo asumido. Y me vienes a la mente y te creo conmigo, y te miro sin sentido, no hay nada que mirar no te voy a encontrar, pero sin quererlo insisto. Hace tiempo que lo sé, y me lo repito, pero casi todas las mañanas me pasa lo mismo, me quedo aturdida y por un instante, abstraída, ensoñando como sería el despertar de este día, si tú otra vez, me lo alegrarías, como antes, tantas veces. Y quiero que te aparezcas y visualizar aquellos días de dulzuras, de juegos y  risas, pero no lo consigo ver, se ha borrado tu cuerpo de mi cama y muchas cosas con él, y me pone triste que no pueda sentir otra vez ni siquiera dentro de mi cabeza, lo vivido junto a ti. Es como si todo lo que va unido a tu imagen se haya difuminado o embarrado de tal manera que no lo reconozco, y si aparece no me parece aquello que fue, si no que creo que mezclo las historias y te atribuyo lo que no es y en cambio no consigo atribuirte lo que compartimos. Tu hueco frío, nadie lo ha calentado desde tu partida, lo miro, y lo remiro, y la angustia primera se pasa, dos segundos de tristeza cada mañana, saltan las lágrimas y las trago y me digo “ya pasó”, pero cada amanecer vuelve a suceder. Respiro hondo, muy profundo, cierro los ojos, los abro otra vez, pero todo sigue igual, el silencio atruena por toda la habitación y me hace daño a los oídos. Busco en mi mente qué sonidos nos hubiesen acompañado en el despertar y no los encuentro, ni encuentro las palabras que me decías y me dirías ahora aquí al lado de mi cuerpo, qué susurros eran aquellos que ya no recuerdo, y no hace tanto que fueron, y te maldigo por llevarte todo ello con tu cuerpo. El silencio que no se trunca, hace caer más lágrimas sobre mis manos, que intentan consolar todo este desánimo, este ritual de miedos y preguntas, de alboradas que asustan. Miro el hueco, aún hundido, o es mi invención que lo cree hundido, y me sigo engañando para no sentir el daño, saber que ya no estarás no lo quiero aceptar, y me hurgo dentro para sacarte poco a poco pero ni así puedo, y no sé porqué no te saco de adentro, y me confundo, ¿quiero o no quiero?, e intento corregirme y decir que ya nunca estarás en ese hueco, y tiemblo con la soledad del amanecer, en el que no sé lo que siento, si rabia, odio, amor, tristeza o miedo, no sé qué me pasa, pero sé que te echo de menos.

 

 

 

.     *Zahara nos acompaña el texto con su música sosegada, tranquila y desgarrada de ausencias y huecos vacíos en las madrugadas.

“Con las ganas”                            “Sin haber venido“                                 

.     **NA: Publicado originalmente el 5 de Marzo de 2012. Hoy recibe una nueva oportunidad.

Más que un verano volcado en una pulsera

05 Sábado Oct 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 41 comentarios

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afecto, amor, desafecto, hoy, India Martínez, lectura, Música, nostalgia, Otras verdades, pueblo, pulsera, Recuerdos, Verano

Me hiciste recordar de pronto aquellas vacaciones que pasé en el pueblo en donde vivía mi tía, y a la hora de la siesta, cuando el calor tórrido invitaba a buscar el frescor  y la sombra de la casa, yo salía en busca de esa sombra fuera de ella, frente a la era, cerca de la carretera, en donde la encontraba bajo el edificio del “transformador” y los árboles que le rodeaban. Allí, en soledad, con mi libro “La sombra del ciprés es alargada” en la mano, me llegaba el aroma del cereal recién cosechado y oía el silenció tan atronador que me dejaba embebido sin poder iniciar la lectura o interrumpiéndola, para poder deleitarme con ese aroma y ese silencio y ese paisaje calcinado por el sol, todo amarillo, reinante el ocre, y salpicado aquí y allá de verde al borde del tajo gris que se abría camino entre esos campos en dirección al siguiente pueblo. Solo, observar aquella quietud era reconfortante. A veces deseaba que apareciese alguien a interrumpir aquello, el propósito de estar allí era la lectura pero quizás más el encuentro con los amigos, y sobre todo el deseo de que alguna de las chicas llegase, algo que sabía muy improbable a aquellas horas, puesto que las madres y padres, como bien sabes, no os permitían salir hasta mucho más tarde, a la hora del paseo. En otros ratos, deseaba que nadie interrumpiese esos instantes de mirada errante y amada soledad, lacónico en la espera, que sabía que sería larga e infructuosa. Incluso me molestaba que llegase quién no quería que lo hiciese, -aun siendo un buen amigo-, al menos hasta más tarde, hasta haber disfrutado de la leve brisa que acariciaba inconstante mi rostro, y mecía y agitaba a ráfagas las hojas de los árboles levantando un sonido de rasgueo, ese que rompe y aja el callado silencio, y se lleva brevemente el calor seco de mi cara y mis ojos que más los siento en el horizonte que cercanos a las letras del libro que no leo, pero evoco por estar allí en ellas al señor Lesmes y ese invierno frío de Ávila que contrasta con este verano tan caluroso en tierras de la Alcarria. Pasados esos minutos deseaba la llegada de algo que me distrajese o de alguien, ahora sí, que me sacudiese la melancolía y la soledad, esa constante que sentía. La tristeza y pesadumbre que me provocaba mi vida, una pesada carga que teñía de gris todo mi futuro. Quizá no supe ser feliz en aquella época aunque tan bien me lo pasaba. Quizá fueron las lecturas encadenadas que hice en esos años las que resultaron ser demoledoras para mi pensamiento en ese momento y para el de futuro, o quizá llegaron a mí esas lecturas seguidas por que yo ya era así. Los libros le llegan a uno en un orden arbitrario y no sabes muy bien que curiosa casualidad te lleva de uno a otro.

Me hiciste recordar tu extremada delgadez de ese verano, tu pelo lacio y piel morena; cierro los ojos y te recuerdo muy morena de tez, ojos oscuros y boca de labios finos, tan acorde con tu rostro delgado y anguloso, de pómulos dominantes, una cara que te mostraba sería y distante, pero que rápido era desmentida por esa sonrisa amplia que te mostraba tan guapa ante mis ojos, -esa, que acabo de rescatar para ponerle nombre-. Me hiciste recordar esa pulsera tuya que me quedé casi sin quererlo, y tuve muchos años guardada en un armario pero a la vista, siempre estuviste muy presente, yo siempre soñador. No sé muy bien a que fue debido que llegase a mis manos, si me la diste en prenda, ya cercano el final del verano en algún inocente juego nocturno, y después no tuve momento de devolvértela puesto que precipitadamente abandonaste el pueblo, y ya no te volví a ver. Creo recordar que algún familiar repentinamente enfermó gravemente, o ya enfermo el desenlace final se aceleró y tuvisteis que marchar para poder despediros y acompañarle en sus últimos momentos y si no a él por llegar tarde, a los familiares más cercanos y dolientes por la situación inesperada o quizás esperada hace tiempo pero igual de dolorosa, no lo sé con certeza. El asunto hizo que se acortasen tus vacaciones, ya quedaban menos de dos semanas para la llegada de septiembre y tus padres decidieron no volver, quizás como duelo por el deceso que hace que nos incomode a veces seguir con nuestra vida en seguida y parece que se guarda más respecto y mejor la memoria si nos evitamos la diversión y felicidad, por eso nos fastidia tanto una muerte en los momentos vacacionales, nos decimos; vaya fastidio, por qué en este momento, por qué no antes o después y no ahora que arruina mis días de descanso y de ruptura con lo rutinario y de merecidas vacaciones y en cambio me somete al encierro y negación del disfrute, para no poner en duda mi afecto hacia el que ya no estará nunca más entre nosotros.

Te quedaste allí, congelada en unos días de mi pasado, de un verano, sólo un verano, menos que un verano. Sin un beso que recordar, sólo mi deseo y mi amor ingenuo, sólo tu imagen, sólo tu pulsera durante tanto tiempo guardada pero que ya no tengo. Me deshice de ella cuando esa presencia a la vista podía ponerme en apuros teniendo que dar explicaciones que no me apetecía dar, y queriendo evitar los celos tuve que renunciar a su posesión, y fue como renunciar a ti, no creas que no me costó, aunque pensándolo fríamente era absurdo todo, tanto guardarla como no querer dar explicaciones a un nuevo amor sobre una alhaja que sólo era algo importante para mí por la carga emocional que yo le había dado, por todo el afecto que había volcado en ella, y por no enterrar un verano, que para mí no había sido un verano más, pero al final para no incomodar y no incomodarme volatilicé lo material de ese tiempo, aunque quedó lo intangible. Ahora vuelve a hacerse material aquel verano contigo delante, con tu presencia, con tus besos en mi mejilla, con el roce de mis labios en las tuyas, con mi mano tocando tu cintura en ese acto. No eres la misma, tu cuerpo y tu rostro han cambiado, por eso me ha costado reconocerte, aunque tus ojos negros siguen destellando y tu sonrisa lo inunda todo como antaño. Te toco, toco el pasado, ese que ya sólo estaba en la memoria, y me contengo el impulso de darte un abrazo, quisiera abrazarte, quisiera darte el abrazo que nunca te di. Tontamente hasta tu perfume me huele a verano, y me lleva a esos días. Me hiciste recordar un tiempo que me hizo feliz, aunque también fue un tiempo de muchas dudas y bastante tristeza rememorando esa felicidad estival, sin la posibilidad de recuperarla, sin ningún dato de tus señas; nadie me las supo dar, nadie las tenía, o eso me dijeron. Después de un par de días sin verte, me dieron la noticia de que ya no estabas en el pueblo, y que quizás volvieses el fin de semana, pero no hubo tal regreso, y se me torció el gesto y ya el final del verano se me volvió como acaban siempre los veranos, tormentosos. Todo se me cayó por tierra, mi intención de escribirte y luego poder verte ya en la ciudad se esfumaron. Yo creía que te gustaba, y tener tu pulsera como tesoro rehén cuya devolución me reclamabas desde día siguiente de yo poseerla, era mi baza para poder verte y tontear un poco más y antes de que acabase el verano pedirte tu dirección, justo antes del acontecimiento nefasto del familiar que lo transmutó todo y que ensombreció mis planes evitando ese encuentro y esa petición. De repente aquella pulsera se convirtió en toda mi esperanza, tenía la excusa perfecta para poder contactar contigo; devolvértela. Esa era la ocasión ideal para volver a verte otros días pero ya en la ciudad; días que no hubo. Como dije, nadie quiso facilitarme la manera de dar con tu dirección. Esa pulsera se fue cargando de ilusiones, ensueños, visiones y revisiones de días idealizados, de cándida juventud en la que nunca me atrevía a decir las cosas que sentía, siempre comedido, siempre correcto, siempre cauto… con miedo al fracaso y al rechazo. Y me pregunto, ahora que hacemos si ya no hay tiempo para enmendarlo, lo que no fue no será,  ya hay otras vidas que ocupan el lugar reservado en aquel verano, y hay otras causas y otros azares… pero… y te parecerá loco y atrevido… aunque sólo sea una vez, cómo me gustaría hacer lo que no hicimos aquel verano y recuperar todo este tiempo separados.

 

 

.     *Versionando a Gloria Estefan, India Martínez nos expresa con esta canción todo lo que nuestro protagonista ha sentido durante años, y lo que quisiera que sucediese hoy.

“Hoy“

India_Martinez-Otras_Verdades-Frontal

 

.     **NA: A Chelo, que con una foto y Machado de su mano me devolvió al pueblo y me hizo traer este relato.

 

.     ***NA: Publicado originalmente el 28 de Marzo de 2014. Hoy recibe una segunda oportunidad.

La felicidad a ratos

17 Sábado Ago 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 23 comentarios

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añoranza, ahogo, amor, antepasados, culpa, Días y Flores, dolor, Felicidad, Infelicidad, llanto, Música, muertos, mujer, nostalgia, pena, Pequeña serenata diurna, Silvio Rodríguez, tristeza

A veces la tristeza le agarra del cuello y lo zarandea, le lleva casi al ahogamiento para dejarle como un trapo viejo, tirado. Otras veces la añoranza le sostiene en volandas y no le deja poner los pies en el suelo. Y flota y flota sin rumbo en un espacio onírico de recuerdos, y sin remedio, pasado un tiempo, cae desde lo alto, haciéndose polvo todos los huesos. En ocasiones la nostalgia lo arrebata de lo cotidiano y diario, y vuelca su mente al pasado, le aturde, le anula para el tiempo cercano y la vida se le hace insoportable para seguir luchando. Le pone en peligro, a punto de perder el trabajo ido de sus quehaceres queda vulnerado. En otras ocasiones la melancolía lo hunde en su sofá preferido, allí se siente seguro, a salvo de las alegrías de los otros que tanto daño le haría, en el asiento se acurruca y no quiere ver más vida, sufre silente los males que se imagina. Hay días en los que el desconsuelo se apropia de su alma y el rostro se le tuerce, y la mueca muestra la lágrima viva que cae por su rostro y todo lo irriga, solo puede buscar rincones donde aliviar este desamparo, buscando un sosiego que solo en un muro cree haber encontrado y que le transmite la calma que necesita, huye de las gentes que lo quieren y aman, solo necesita la oscura sombra de una esquina cercana.

Pero hay días que luce el sol por la ventana, y se da cuenta cuán feliz es su vida, comparada. Y siente dolor por sus muertos que quedaron enterrados en tiempos infelices, comparados. En esos días quiere salir a vivir, quiere huir del sofá al que se siente atado. Esos días, desprende las manos que el cuello le tienen atenazado, quiere coger aire, y profundo seguir respirando. Aquellos días de sol, se le enturbia la mirada al darse cuenta de cuánto estaba equivocado, por dejarse llevar por el hartazgo. Y quiere despegar los pies de la tierra, esta vez sí de manera querida, y dejarse llevar  por un vuelo de buenos deseos y fines.  Esos soleados momentos siente euforia, el pecho se le infla y la sonrisa se le marca en el rostro con brillo en sus ojos por ver futuro y no solo recuerdos de y por tiempos pasados. Luchar contra seguir volando es como no seguir luchando por nuevos instantes venideros con proyectos renovados. El sol pone luz y alumbra las tinieblas que lo retenían y ve salir de esa oscuridad a la mujer que lo acompaña, esa que lo ama sin pedir nada, esa que lo anima en sus horas bajas, esa que él arrincona y aparta cuando el delirio de la tristeza le acompaña. Y por un breve espacio de tiempo se siente gigante, con una mujer a la que quiere y le quiere, bañados de libertad.

Pero enseguida los rayos que iluminan y dan calor se van y vuelve la ausencia de luz y regresa el frío, y ese rato de tiempo jovial y esperanzado se transforma y cae y el llanto se abre paso y se siente culpable de su felicidad, y no puede con su alma y la angustia rige de nuevo su estar en este mundo que se le hace ingrato. Y son más los pensamientos que le sacuden y agobian y dejan caer, que los que le acunan, aunque esa mujer se desviva por él.

 

 

 

.     *Para musicalizar el texto me ayudo de ésta canción de Silvio Rodríguez en la que nos habla de ese instante de felicidad que siente el protagonista del relato. De los motivos simples que le llevan a serlo por un momento, y como se siente casi culpable, por ese breve bienestar que quizás sus muertos no pudieron disfrutar, y a los que pide perdón.

“Pequeña serenata diurna“

Silvio_Rodriguez_-_Dias_y_Flores_-_Front

.     **NA: Publicado originalmente el 14 de Enero de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Destemplado cuerpo

22 Miércoles May 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 9 comentarios

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abrazar, abrazos, Adiós, amanecer, aroma, calor, casa, Christina Rosenvinge, destemplado, Frío, invernal, jersey, Lágrimas, llanto, Música, Nadie como tú, nostalgia, olor, Ruptura, Traición, Tu labio superior

Ya son muchas las mañanas en las que se repite ese estado anímico, desde aquella primera vez en la que lo sentí así. Cada mañana aparece el recuerdo de su calor, y la cama se hace fría. Las mañanas son gélidas sin un cuerpo que te temple. Ese cuerpo, que furtivo se escabulló de entre las sábanas, dejando un aroma que no se evapora en el aire, que ha quedado impregnado, no ya en las sábanas si no en todo el cuarto, las paredes no consiguen librarse de él. Y cada amanecer ese olor me arrebata los sentidos y caigo otra vez, en el no olvido, aunque lucho cada día por librarme de él y olvidar.

La casa, es pequeña pero se me hace gigante, de pasillos infinitos y estancias enormes. Y no quiero salir de la cama para no perderme por el piso en busca del ser que ya no está, en busca del que dijo sentirse desertor cuando propuso un adiós. Y giro el cuerpo y la cabeza y pongo la cara apretada contra la almohada. La nariz y la boca oprimidas por el peso, sienten la ausencia de aire que respirar y quisiera sentir esa asfixia hasta el final, pero no me atrevo a seguir. Y creo percibir su perfume aún en ella, como si no hubiese pasado ya mucho tiempo sin recibir su cabeza para darle descanso, como si en todo este tiempo ese cabezal no hubiese sido cambiado y lavado, aunque hubo tentaciones de no hacerlo para salvaguardar esa esencia que hoy se vuelve dañina al fantasear que aún está y se aspira. Me doy media vuelta y miro la pared, la silla, el armario. Quizás ahí dentro esté la solución momentánea a esta sensación de tristeza azul, de frescor de auroras invernales que dejan el cuerpo yerto, esperando entrar en calor con el abrazo del amado.

Allí tengo su jersey, ese jersey que le cogí para sentir los abrazos que ya casi no me daba e intuía que no me daría más, y que hace que me acurruque por aquí y por allá de vez en cuando, en los momentos que ya no puedo más con la soledad y la ausencia, los días en los que deambular por la casa que ya no pisará, y por la que paseo y paseo como si de un palacio se tratase, dando pasos y más pasos, recorriendo una y otra vez las mismas habitaciones y el mismo salón, una y otra vez, como si en algún momento fuese a encontrar a quién bien sé que no hallaré. Volvió con su familia, que es lo normal, – me repito-,  que supiese que no iba a prosperar no hace que me deje de odiar, por estúpida, por creer que lo podía cambiar. Y en esas ocasiones en las que me pongo el jersey y me abrazo para sentirle, y cierro los ojos, y su perfume, el que su cuerpo dejó en el tejido que aproximo a mi cara y rozo con suavidad, y son mi nariz y mi olfato los que quieren recuperar para mis adentros aquel resto de él tan leve y efímero y falso. Y acurrucada en un rincón, la angustia y las lágrimas caen y se deslizan lentamente por la mejilla para precipitarse sobre su jersey, ese que ahora le sustituye, y me rasga el alma. Y cada mañana tengo el deseo de sentir sus abrazos y hundir mi cabeza en su jersey y dejarme llevar al tiempo pretérito, al de las promesas, sabedores de la imposibilidad de cumplirlas pero aún así dichas y lanzadas y refrendadas con actos que las hiciesen creíbles y venideras en un futuro, que hoy ya no existe. Solo existe el frío de la soledad no querida, no buscada. Y la mañana se vuelve el peor momento del día y el deseo de acabar por siempre lo empaña todo, y cuesta levantarse sin esa necesidad del llanto, de la triste mueca frente al espejo, y bajo la ducha las lágrimas que me bañan un mañana sí y otro también. Y debería partir y cambiar y huir y empezar, y sé lo que tendría que hacer pero el cuerpo destemplado no ayuda a viajar.

Miro el armario, la distancia hasta la cama se me hace tan larga que me da miedo levantarme, y congelarme por el camino antes de encontrar allá adentro, la fibra que me traiga su calor. Quisiera despedirme de él, tirar su jersey y dejarle atrás, pero no puedo, me cuesta tanto que cuando lo intento me puede la imagen de los buenos ratos y los buenos tiempos, me olvido de la afrenta por la renuncia a seguir, a avanzar juntos. Olvido que la ausencia es para siempre, y su regreso al hogar del que me dijo que escapó para conmigo encontrarse está consumado. Con este frío interior, busco calor, y solo encuentro dentro de mí su abrazo, para hacerme creer que con ese recuerdo no me hielo. Y no añoro sus ojos, ni sus besos, ni sus palabras, sino sus brazos que abrigaban mi desasosiego, que me daban el cariño que hoy ya no siento. La nostalgia de los días anteriores al abandono, cuando no había traición ni engaño, me acomoda cada amanecer un estado de embriaguez, que me tumba y aplasta, que evita la posibilidad de iniciar el día con ánimo renovado de vida, y aunque ya ha pasado tiempo, es ayer siempre para mí y me deja destemplado el cuerpo.

 

 

 

 

.     *Las mañanas de Christina Rosenvinge se convierten en duros amaneceres por el recuerdo de una dolorosa ruptura, igual que la protagonista del texto, con ese frío que no se puede sacar de adentro.

“Nadie como tú“

.     **NA: Publicado originalmente el 17 de Agosto de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Recuerdos del patio

11 Miércoles May 2016

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

≈ 4 comentarios

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Los Secretos, Machado, nostalgia, Patio, Recuerdos, siesta, Volver a ser un niño

Tumbado,
oigo los cánticos,
tarareos de la madre
haciendo labores,
corriente de aire
recorre el pasillo
pasa por el comedor
donde estoy tumbado.
Al fondo la calle
al fondo el patio
flores a un lado
al otro sol y empedrado.

El almendro asoma
con la higuera se da la mano
recuerdos de infancia
olores lejanos.

Olores a limpio
vuelven a mí regazo
olores frescos
corriente de lo lejano.

Ayer sentí la Rosa
del fondo de mí patio
Rosa que hoy inunda
mí ser de sollozos y llanto.

Hortensia
violácea y rosada
hoja grande
macetón que soportas
ésta belleza gigante
que siempre me acompañó
llegando a éste instante.

Hortensia
en tu rincón
nunca faltaste,
mi niñez es Hortensia
violeta y rosa
verde, grande y verde
suspiro de primavera
siesta de verano
tranquilidad en el patio,
hora del sosiego
el sol esta abrasando
pero todo es sombra en el patio.

Agua que refresca,
todo se inunda de olores,
al atardecer
el sol empieza a ceder
y agotado comienza su marcha,
por fin el descanso,
el patio irrumpe en olores
todo está regado.

Mi infancia es Hortensia
Soledad y Hortensia
Enfermedad y Hortensia
Tristeza y Hortensia
Libros y Hortensia
Sólo Hortensia.

 

 

.     *Sin duda, influenciado por Machado que tanta poesía trajo a mi lado en la temprana juventud, queda este poema, acentuado hoy con la nostalgia de Los Secretos que nos llevan a ser de nuevo un niño.

“Volver a ser un niño“

 

.     **NA: Publicado originalmente el 23 de Enero de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Paseando

25 Viernes May 2012

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

≈ 12 comentarios

Etiquetas

anhelo, ciudad, Copenhague, Música, Melancolía, nostalgia, paseo, Un día en el mundo, Vetusta Morla

Paseo,

deambulo,

apartado de la realidad

aún yendo por su arteria principal,

que hoy gris

invita a la melancolía.

Melancolía que eriza la piel,

que llena de humedad

los ojos que no te ven.

 

Sigo calle arriba,

me deleito con sus edificios.

Aún en este centro

solo me encuentro,

soledad que traspasa mis poros

y agua salada deja en mi rostro.

Nostalgia no sé de qué

no sé porqué.

Lluvia que moja mi ser.

Solo siento dolor en el alma

que a los lejos oye la calma.

Grito callado

por no conseguir lo anhelado.

 

*Vetusta Morla quisiera dejarse llevar a otro lugar, como el protagonista del poema que deambula solitario por la ciudad gris, y se deja llevar anhelante por la melancolía y la nostalgia…

“Copenhague”

Deambular

17 Martes Abr 2012

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

≈ 8 comentarios

Etiquetas

abandono, Concha Buika, Deambular, Melancolía, Mi niña Lola, nostalgia, Nostalgias

Deambular

Andar sin destino

Paseando la ausencia

de un ser querido

Encontrar rostros extraños

ninguno amado

si acaso alguno deseado

por olvidar mi destino

 

No volver a escuchar tu risa

ni sentir tus labios

no acunarme en tus brazos

 

Otras pronto recibirán tu amor

angustia por el abandono

por el dolor del desamor

 

Soledad absoluta

Inundada melancolía

La nostalgia se afana

por arrasarme el día

 

*Concha Buika nos regala con su voz sus Nostalgias, para poner música a la nostalgia del poema, que trastorna el día.

“Nostalgias“

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