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Archivos de etiqueta: piel

Cuando era tu Ángel

20 Miércoles May 2020

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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alas, amor, caricias, Danza Invisible, Danza Invisible 1984-1989, Edén, El Ángel caído, insomnio, Javier Ojeda, Música, noche, oscuridad, piel, sexo

En la noche, cuando el sueño me quita el sueño, cuando pienso en lo hecho y en lo deshecho, cuando todo lo claro y luminoso se ensombrece, cuando el cansancio no me deja descansar, vienes y vas. En la nocturnidad te haces más evidente, y te veo mejor en la oscuridad, te apareces y presentas, y te acercas y alejas. Sucumbo a un delirio sin rumbo, que me zarandea y me aturde. Te intuyo intrusiva en mi descansar que no consigue llegar. Caes y te levantas a mi lado, y miro y ya no estás. Nítida te veía un instante antes, y te difuminas en cada segundo cuando intento tocarte. Como cuando las caricias que te hacía te erizaban la piel, encrespando todo el vello, y tú estremecida por el escalofrío, te retorcías y me pedías que parara, no podías aguantar ese suplicio que a la vez era placer, e intentabas alejarte un poco para no estar a mi alcance, para que mis manos, mis dedos, no pudiesen seguir rozando centímetro a centímetro cada poro de tu piel, que se me trasformaba en desierto por el que perderme, y sediento buscaba tu boca donde saciar mi avidez. Tu desnudez, me excitaba tanto que no podía esperar y el resto de mi cuerpo, ya no solo las palmas y las yemas, si no todos mis miembros iban al encuentro de la piel, epidermis de aromas tentadores, y humores ansiados, de delicias prometedoras, que cálida me trasportaba feliz por toda ella, con el deseo como guía y cicerone, para saber el camino por donde debía discurrir mi exploración y travesía, rastreando cada uno de tus movimientos, cada una de tus respuestas a mis actos, suaves y delicados, siempre entregados a ti. Y tú dada la vuelta, medio acurrucada como si quisieras poner tierra de por medio, como si darme la espalda fuese tu manera de huir, eras todo provocación y coquetería convirtiéndose esa huida en una falsedad, siendo en realidad la manera invitadora de mostrarme todo lo que querías compartir, para facilitarme el asedio que esperabas recibir, y yo sin dilación te envolvía con todo mi cuerpo como una cascara que te protegiese y quedabas cercada por todo mi yo, te abrazaba como si alas suaves y sedosas tuviese, y tu melena se hacía a un lado para dejar tu cuello libre para mis labios, que se deshacían en besos que volvían a hacer que tu piel se encrespase. Ya, mi sexo endurecido buscaba entrar en ti para un goce que habíamos prolongado y dilatado, y encontraba que era recibido por ti con afán, todo rociado ya con tus efluvios, que deseosos esperaban para mezclarse con los míos. Pero me hago consciente que esto no sucede, ni sucederá más, salvo en mi cabeza, cuando cada noche que insomne y turbado, sin el sosiego necesario para dormir, vuelvas otra vez como espectro y fantasma a revivir en mí, todos esos momentos, agazapados los dos en la cama, y después exhaustos, en los que nos prometíamos amor para el resto de los días. En esta vigilia, hechizado otra vez vuelvo a no entender nada, vuelvo a sentir este sufrimiento que me persigue por ese error que cometí, y que te hizo marchar, debo acostumbrarme a que jamás volverás, me quemaré en mi infierno a donde me mandaste. Caí de tu edén y dejé de ser para ti el ángel que con alas te abrazaba.

 

 

 

.     *Hoy ponemos la música de Danza Invisible para el texto de un ángel caído en desgracia, que recuerda aquel edén perdido.

“El Ángel caído“

 

.     **NA: Publicado originalmente el 25 de Abril 2012. Hoy recibe una nueva oportunidad.

Aromas y silencio

30 Viernes Ago 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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amor, aroma, cama, desamor, dormir, Infidelidad, Mª José Hernández, No voy a llorar, noche, olor, pensamientos, piel, Ruptura, Señales de humo, sexo, Traición

Ella estaba aún despierta cuando sonó la puerta. A él se le oía andar con sigilo, sin duda no quería molestarla ni despertarla, no era demasiado tarde, la madrugada aún no estaba muy avanzada, pero lo suficiente como para que estuviese dormida profundamente. Le sintió desnudarse en la habitación de al lado, e ir al baño que estaba fuera de su habitación, luego entrar en la alcoba y encender la luz del baño del dormitorio para tener luz y poder coger el pijama del armario, -con esa luz se puede ver sin molestar-. Ella no se mueve, no quiere que se dé cuenta de que está despierta,  que se desveló hace rato, pero no le apetece preguntar cómo le ha ido, ni saber dónde estuvo, quisiera de verdad estar dormida. Él, aunque con cuidado de no hacer ruido, se ha movido rápido por la casa y la estancia y ya estaba metido en la cama, había pasado como mucho cinco minutos desde su llegada. Sintió como su cuerpo hundió un poco el colchón, y quedó cerca de ella, de su nariz. Ella estaba girada para el lado donde dormía él.

No le llegó el olor a tabaco que esperaba desprendiera su piel, adherido en los bares de copas en los que habría estado con los amigos con los que dijo salir, y eso la entristeció más. Conocía perfectamente el olor de su piel, y le llegó nítido, pero matizado. Enseguida distinguió otro aroma mezclado con aquel que tan bien conocía, y no era el del jabón de haberse lavado la cara y las manos como le había sentido en el cuarto de baño, era otro diferente, demasiado a limpio para las horas que eran, y ni siquiera era el olor del gel matinal ya conocido. Su cabeza se volvió a llenar de dudas y reproches pensados que decirle, pero callados desde hace días. Es verdad que estaba un poco sorprendida, además de ese tufo a humo y tabaco que no le llegó, tampoco le llegó ese fino perfume que había podido vislumbrar en otros regresos, esta vez no. Esto le llevó a ponerle en el borde de los ojos unas lágrimas, y sintió apretar la mandíbula y la rabia se descontrolaba por su interior, le daban ganas de ponerse a golpearle, a decirle: -” cabrón, eres un cabrón”-. Sin duda ya había dado el paso, ese paso  que ella nunca pensó que llegaría, quizás tapándose y vendándose los ojos.

El perfume en una ropa es fácil de defender, es más, es una demencia acusar por ello, alguien muy perfumado a cualquiera nos deja su marca en nuestra ropa y eso no significa nada. Hay muchas mujeres y algunos hombres que utilizan fuertes fragancias que se van pegando a las prendas y si además ha habido algún contacto físico con ellas ya es inevitable llevártela puesta. Y ella no le acusó, no lo hizo nunca porque le parecía ser una paranoica, aunque internamente se reconcomía por ello. Sobre todo cuando desde hace tiempo, no era en su ropa si no en su piel donde atisbaba otros olores, otros que no eran los del hogar, y los celos afloraban de pensar que otra piel contactaba con la piel de él, la piel amada tanto tiempo, tan deseada, tan mimada por ella. Piel que sentía traicionera y huida a otros campos de placer.

Entre los dos a priori no había distanciamiento ni falta de sexo, ¿cómo él podía jugar al doble juego? Se sentía herida por ver que ya no era su amada, la única, que tantas veces él le dijo al oído ser, por eso su enfado se teñía de dolor. Qué ha pasado para que ya nada sea como fue, qué cansancio provocó ya en él. Y porqué de su cobardía, por qué no le dijo: “Ya no, ya no quiero que seas la única y por ello es mejor hablarlo y dejarlo estar, quiero no hacerte daño”. Sin embargo, aquí me trae a la cama el aroma de otro baño, del baño para limpiar la piel, para evitar que me llegue el aroma de esa otra que no es la mía ni la suya, que así aseada llega como si con ello pudiese librarse de la mala conciencia o esconder la felonía. Pensar en su piel con otra piel, me lo he imaginado siempre en encuentros breves, en cualquier lugar, en un aquí te pillo aquí te mato, quise engañarme y no pensar en hoteles y casas con subterfugios absurdos para no enfrentarme a la posibilidad verdadera e incluso me llegué a decir que eran fantasías mías y que no había nada de infidelidad en aquellos olores nuevos que le acompañaban. Pero un olor a “recién duchado” a estas horas de la noche, me dice que hubo cama, y que el olor a sexo o la culpabilidad o ambas cosas, era tan fuerte que no dudó que debía borrarlo antes del regreso.

En este tiempo corto, no hace mucho de ello, de que lo que intuyo creo que se confirma, empecé a dudar si aún le quiero, y más ahora, más en esta noche terrible, que sé que no fue fortuito su acto como inocente encuentro y abogado por el alcohol que le hizo perder la cabeza, y más lo entiendo como una vileza y no azar del tiempo, y sí premeditado, pues el cuerpo fue lavado para no dejar resto. Si perdonar este posible suceso en un tiempo me preguntaba, ya la pregunta es holgada, el amor se hizo trazas y la pena es la que manda. Me da rabia, claro que le quiero, y no entiendo por qué me ha hecho esto, me va a costar mucho desprenderme de él, de sus caricias, de sus besos, de su mirada cómplice, todo eso que me sigue dando y si no fuese por este olor, de ello yo seguiría participando. Pero no ya, ya sé y como sé no puedo seguir con ello. Cuando los recibido ahora sólo percibo frialdad, como algo falso dado, como un papel interpretado, sin sentimiento real, le veo cínico en cada movimiento, en cada gesto en cada caricia que rechazo y esquivo con leve desdén, pero que ya desde hoy se hará más elocuente, mañana lo acompañaré con verbo, con palabras de reproche seguramente, palabras que tapen las lágrimas y la ira por destruir lo que tenemos, lo que teníamos, lo que ya no será.

Él sigue a mi lado, y puede que sea la última vez.  Cuando hable y diga o quizás balbucee, porque no sé si las frases me saldrán directas o por el contrario no sepa por dónde empezar ni como decir lo que me ahoga y asfixia, hablarle de este aroma que me arranca las lágrimas, de esta noche que me confirma el duelo presentido, le pediré que explique o cuente y afronte como fue. Ya amanece.

 

–          Me quieres contar.

–          ¿El qué?

–          Lo que sucede.

–          . . . .

–          ¿No me dices nada?

–          . . . .

–          ¿Pero tío de qué vas?

–          De nada, ¿por?

–          Joder!! ¿cómo que de nada?

–          No te pillo.

–          ¿Cómo que no te pillo?, yo si te he pillado.

–          Empiezas a levantarme la voz y sabes que no me gusta.

–          No te he levantado la voz, y si la levanto, tengo más que motivos.

–          Eso es lo que no entiendo, qué motivos puedes tener.

–          Venga tío, lo sabes de sobra…

–          ¿Sé, el qué?

–

–

–          Sabes perfectamente que es lo que pasa. Lo que me flipa es esto, ésta compostura tan falsa sabiendo que ya lo sé, pero no, tú sigues a lo tuyo, negando la evidencia.

–          . . . .

 

 

.     * Mª José Hernández acompaña el relato con su música, y al igual que nuestra protagonista siente que él emprendió la huida.

“No voy a llorar“

Señales de humo (2011)

.     **NA: Publicado originalmente el 9 de Octubre de 2013.Hoy recibe una segunda oportunidad.

Una visión coral

24 Sábado Ago 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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amigos, areola, autobús, bronceado, Conocerte, coral, desatino, deseo, destino, encuentro, erótico, escote, flechazo, Fracciones de un segundo, lúbrico, lectura, libros, Lujuria, Música, obsesión, parada, pasear, pechos, pezón, piel, Second, sexo, tetas, transporte público, vestido, voyeur

Al encontrármelo por la calle me alegró verlo, hacía bastante que no hablábamos y que no coincidíamos para charlar y tomar algo, ni siquiera el teléfono nos había servido para saber uno del otro, quizás cada uno ocupado en demasía con lo nuestro como para parar un segundo y preguntarnos por el otro, por el buen amigo que siempre fuimos. Él caminaba algo distraído como siempre, y yo tampoco es que fuese muy atento, no lo suelo estar cuando deambulo por las aceras, siempre con la mente en otras cosas. Casi pasamos uno junto al otro sin darnos ni cuenta. Además era raro encontrarlo por allí y más teniendo en cuenta que no era habitual que ejerciese de peatón últimamente, salvo por el centro de la ciudad, por lo que yo recordaba.

Cuando se lo hice saber me contó que no suele viajar en transporte público en los últimos tiempos, como antes siempre hacía. Aunque salvo en hora punta nunca le ha disgustado, pero por ir a trabajar en coche, esa asiduidad ha quedado reducida mucho puesto que por la proximidad de su casa al centro, si no es al trabajo suele moverse andando para el resto de gestiones, ya sea comprar, pasear, ir a alguna exposición o quedar con amigos y hacer vida social. Pero de un tiempo a esta parte lo tiene que hacer varias tardes a la semana para regresar a su casa. Lo hace en autobús, un trayecto no demasiado largo, lo que le permite leer un poco. Es la única pega que le pone al autobús, -aparte de la de tardar más-, frente al metro, que en el autobús dependiendo del recorrido no puede leer puesto que se marea; con los frenazos, y los arranques constantes, las curvas bruscas y ese entrar y salir de su carril reservado, pero en este caso la distancia es poca y además casi todo muy recto. Me comentaba, cuánto estaba disfrutando de nuevo este desplazarse en trasporte público, mucho más distraído y ameno que el coche privado, además siente el pulso de la calle, que en otro caso queda desvirtuado y distante. Cada día entiende más porqué los políticos no están al tanto de la ciudadanía y es debido a ello, a su aislamiento en sus coches oficiales u oficiosos. Nos pusimos al día de lo divino y de lo humano y dentro de todo ello, como no podía ser de otra manera, salió el tema de las mujeres, un tema que siempre solía salir en nuestras conversaciones, con anécdotas pasadas y alguna deseada. Y fue cuando me habló del suceso que le tenía trastornado desde hacía unos días.

Una de esas veces que hizo el trayecto en autobús, tuvo que ir a situarse a la zona del pasillo final, justo antes de donde están los asientos enfrentados, se dispuso a seguir la lectura del libro que estaba leyendo ya en la parada mientras esperaba. Y fue ahí cuando sucedió todo, cuando su lectura se hizo difícil y complicada de seguir. Un vistazo lo desconcertó. Un giro leve de cabeza y mirada de soslayo más invitadora y cómplice que dura y desaprobadora, le hizo buscar el cuerpo que acompañaba a ese rostro que por su leve movimiento le hizo fijarse en él. Encontrando una mirada profunda de ojos verdes. Viajaba sentada de espalda a la dirección en la que se desplazaban, con lo que veía de perfil su rostro.

El color coral le sentaba bien a aquella piel que comenzaba ya tiznándose de verano y sol.

Enseguida descubrió el sendero hacía sus pechos sutilmente bronceados, quizás aún no con la fuerza que marcaron en su retina otras pieles con ese color bello en otros veranos. El vestido era ligero y escotado, su mirada no podía dejar de transitar por el margen que se desbocaba hacía adentro de aquella tela, que liviana y vaporosa se posaba sobre su cuerpo, dibujando sencillos movimientos en cada suspiro. Los pechos rozaban dulcemente esa gasa, que hacía ciertos pliegues deliciosos para la imaginación. Desbordante fantasía aquélla que pululaba en su cabeza, pero que esta vez no era necesario ejercitarla demasiado. Bajo aquel manto no había ropa interior, y la tela dejaba entrever un encrespamiento de los pezones. El aire acondicionado y la tela suave rozando con ellos los endurecía por el tacto entre sedoso y algo áspero a la vez que a ella seguramente le gustaba sentir. Él desde su posición podía ver aquel pecho liberarse de la tela al inclinarse hacia adelante dejándole una visión turbadora y a la vez reveladora de un cuerpo deseado eternamente. Tragó saliva y se mojó los labios, sintiendo la boca seca, daría cualquier cosa por lanzarse a beber de aquella fuente de placer, e imagina poder saciar su sed. Y ya la boca se le hacía agua. Y más aún al descubrir, según avanza su vista por aquellos senos, la oscuridad de la areola y del pezón que dejó de ser rosado por lo contraído en que está y se yergue desafiante. Él piensa que ella está excitada, tiene los pezones bien duros, y él no puede alejar la vista de ellos. Está convencido de que ella sabe que lo está viendo, ella no se reclina hacia atrás para evitar esa visión, es más, claramente adquiere una postura que ahueca el vestido hacía adelante.

No era de las mujeres que van muy escotadas y luego reprimen las miradas de los demás haciéndoles parecer sucios por mirar y observar aquello que ellas van mostrando por su propia decisión, ya sea un profundo canalillo o una trasparencia que deja ver más de lo que tapa, y hacen movimientos y aspavientos para colocar un escote desbocado que ya en casa se veía que iba a traerle ese tipo de “problemas”, y miran instigadoras a aquellos que se dejan llevar por la mirada hacia el lugar prohibido. Y él siente como su verga comienza a llenarse de sangre, siente como poco a poco, la excitación se está concentrando más allá de su mente. No puede evitar dejar llevarse por un impulso y desliza su mano por aquel escote invitador a la vista y ahora al tacto. Lo hace suave, lento y delicadamente, ella no se mueve, deja hacer al extraño. Él llega a la zona del pezón y pasa sus dedos por ellos, sintiéndolos duros, inhiestos, yertos, y desearía poder chuparlos, metérselos en la boca y mordisquearlos y succionarlos, y ve como ella se muerde el labio inferior.

De repente oyó una voz que le hizo salir de este último ensueño, era ella que le hablaba y le decía si le permitía el paso.

Él disculpándose por su torpeza, le dijo que sí.

– Sí, cómo no, no bajo todavía.

Y es entonces cuando recibe esa frase que lo martillea desde ese momento.

– !Qué pena!

Él, pasmado, no sabe qué decir ni qué hacer, salvo mirarla con deleite y estupefacción, y con más cara de tonto aun cuando pasa muy cerca de él, por la estrechez del pasillo, no evitando acercarse a él, más si cabe, forzando la situación, y rozando sus pechos al de él, y con voz queda y susurrante, sin mirarle, diciendo.

–Siempre vengo a la misma hora.

Él se gira y ve como su melena y toda ella se aleja por el pasillo y se baja en la parada.

Desde ese día va un poco como lo encontré, con la mente vagando y despistado, con un solo objetivo en el día, coger el autobús a la misma hora que aquel día. Sube a él y revisa visualmente a cada pasajero en busca de su pasajera. Cree que se está volviendo algo loco. Llegando a pensar que no fue real, que ella nunca dijo aquellas palabras, esas frases, y que nunca jamás ella cogerá ese autobús de nuevo y que ya no podrá encontrarla. A veces se dice por qué no se bajó en ese preciso momento, en esa parada como ha hecho después algún día para quedarse allí a la espera de varios autobuses, por ver si ella aparecía, pero todo ha sido infructuoso. Aunque él insiste.

Y me habló un tanto dolido y triste, de que ya ese día no la podría ver por haberse entretenido conmigo, pero que no importaba, que valió la pena poder contar a alguien este desatino, dejar salir la angustia de este destino.

 

 

 

 

.     *Me pregunto si él habrá encontrado a esa mujer que por azar, con su lúbrica visión y tan breves palabras, le dejaron ido, obsesionado, y con tantas ganas de conocerla como Second nos cuenta en su canción.

“Conocerte“

second-Fracciones de un segundo

.     **NA: Publicado originalmente el 12 de Julio de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

En el césped de un atardecer

22 Jueves Ago 2019

Posted by albertodieguez in Música, Poesía, Relato

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amarillo, aroma, calor, campo, césped, Cuentos chinos para niños del Japón, descalzo, deseo, espiga, frescor, Love of lesbian, Música, piel, pies, placer, Recuerdos, rocio, sol, Un día en el parque, verde

Piso descalzo el césped, recién cortado.

El aroma embriaga,

me gusta.

Me gusta la sensación en las plantas,

la piel en contacto con la hierba

siempre me gustó.

Deseo cerrar los ojos,

y me dejo llevar por el deseo,

quiero sentir el aire por mis pulmones

llenándolos de esta fragancia.

Aspiro profundamente, hasta sentirlo muy dentro.

Este olor me arrebata, es uno de mis preferidos.

No sé porqué pero me estremece,

y se me hace nudo la garganta.

Una congoja me invade, no de miedos ni malos avatares,

sólo una emoción que colma, y lágrimas surcan la cara.

El frío recorre mi cuerpo, me encrespa el vello.

Qué sentido tiene esto, me pregunto, y no encuentro.

Espigas verdes vienen de otro tiempo,

se muestran con visión primaveral,

antes que el calor las vuelva pastizal,

amarillo de veranos y calores.

Prefiero el verde, que exhala frescor donde se halla.

Por los párpados cerrados entra la luz rojiza,

resplandeciente fulgor.

El sol en la cara y la humedad en los pies.

La pradera la siento fresca, no quiero abrir los ojos.

A gusto, estoy a gusto,

aunque con cierto mareo,

vértigo que me hace pensar que me muevo y dudo si caer puedo.

Los parques me atrajeron, nunca me dieron miedo,

ni con la noche cayendo, ni en el solitario amanecer.

Atrás de la casa, un campo, no era césped lo que había en él,

sólo hierbajos y retama, que con rocío también me gustaba oler,

y llegando la tarde, empezando a oscurecer,

las espigas rondando el cuerpo en el cálido anochecer.

Tormenta de estío, da fresco aroma al nocturno jugar.

Aspiro y respiro, una y otra vez,

se confunden aroma y roce cercano de piel.

Quizás sea éste recuerdo el que me da escalofrío en este atardecer.

.     *El texto nos lleva al disfrute de una tarde de parque que nos agarra los sentimientos por dentro y nos voltea, y nos hace rodar como en la canción de Love of Lesbian.

“Un día en el parque”

Love of lesbian - cuentos-chinos-

.     **NA: Publicado originalmente el 9 de Mayo de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Corta falda con vuelo (2ª parte)

07 Miércoles Ago 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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19 días y 500 noches, abandono, Adiós, Asiento, Ópera, Cercanías, coito, comida, culo, estación, excitación, falda, falda con vuelo, falda corta, felación, ferrocarril, Frío, grupo, lascivo, masturbación, Música, melena, metro, minfalda, muslo, piel, Ramal Norte, Sabina, sexo, suavidad, Tren, visión, voyeur

El Ramal es un trayecto que une la que fuera Estación del Norte de ferrocarril con la estación de Ópera, – ahora esa estación de tren es con otro nombre intercambiador de transportes, de “Cercanías” y líneas de metro que por allí transitan y confluyen -. Es un recorrido de una única estación, en la que el mismo conductor hace una y otra vez el mismo trayecto, cambiando una y otra vez de cabina para dirigir el mismo convoy de una estación a otra, recorriendo el andén en un paseo cadencioso, sosegado y calmoso de la cabecera a la cola, que se convierte en cabecera para la vuelta a la estación anterior, que fue origen y ahora se convierte en destino de un viaje que por aquel entonces tenía una duración de un minuto y medio, aunque duraba normalmente más puesto que se paraba dentro del túnel un lapso de tiempo, que nunca entendí a que era debido. Ese trecho desde la estación de Ópera, fue realizado muchas veces por mí en una época en la que una amiga que vivía a las afuera, se acercaba y marchaba de la ciudad en “Cercanías”. Era ese el lugar, esa estación la elegida para encontrarse conmigo y para marcharse de mi lado, despedirse de mí tras estar juntos. Yo iba a buscarla por la mañana o a media tarde y a despedirla cuando el día se había agotado.

Nos gustaba ese sitio. Al inicio de nuestras citas el edificio central estuvo cerrado, hasta que hicieron obras y lo convirtieron en centro comercial, por tanto, vimos y fuimos testigos de cómo cambiaba la fisonomía del lugar. Esa estructura de vigas de acero típicas de las estaciones de finales del siglo XIX nos parecía bellísima, era el marco ideal para nuestro amor, como las parejas de las películas en blanco y negro que se decían adiós en las estaciones, un toque romántico para nuestra relación.

Estar allí, cuando llegaba su tren era fantástico, intentar descubrirla por alguna de las ventanillas al pasar el tren antes de pararse por completo, y si no lo había conseguido, buscar por qué vagón saldría, y cuando daba con ella, verla bajar las escaleras, elegante y bella. Y ese beso de recibimiento y encuentro, aromatizado con su perfume que tanto me gustaba, y ahora casi puedo percibir, recuerdo esa blusa blanca, muy blanca, que le sentaba tan bien y le hacía aparecer tan radiante, con su larga melena rizada.

El vagón, o mejor dicho, los dos vagones que componían el convoy del Ramal Norte, la mayoría de las veces iban con poca gente, no demasiados viajeros tenían la necesidad de utilizarlo, puesto que no todos los llegados en el “Cercanías” tenían como destino ir al centro de la ciudad o salir del centro de la ciudad por aquella estación. Además estaba muy marcado ese transitar de gente por el horario de los trenes, dependiendo el destino; cada treinta minutos, o cada cuarenta y cinco, o cada sesenta. Y si la hora era ya muy avanzada, cercana a los últimos trenes antes de cesar y suspender el servicio por la llegada de la noche, en esos casos viajábamos solos en el vagón. Y fue eso, la ausencia de gente lo que hizo desbordarse el deseo. Muchas veces camino de aquella despedida, íbamos sumidos en un calentón sexual, que refrenábamos por estar en sitio público, pero ante la ausencia en el vagón de gente y miradas de otros, a veces además de besos, dejábamos que nuestras manos tentasen y palpasen al otro con fruición, yo sus pechos y su culo y ella mi sexo, todo ello por encima de la ropa, haciéndose más corto ese minuto y medio o dos minutos, que duraba el avance hacía el destino de la despedida. Luego yo en casa fantaseaba con aquel instante e imaginaba que el tren quedaba un buen rato parado en el túnel y que allí nos desfogábamos a gusto. Una de las veces que viajábamos como únicos pasajeros, con la calentura que traíamos subida, me atreví a sacar mi sexo, todo inhiesto que pugnaba por liberarse de lo que le mantenía atrapado. Ella en un principio sorprendida me pidió que lo guardase y ante mi insistencia, cogió con su mano mi miembro y lo masturbó breve y nerviosamente, pero esta vez no hubo suerte y no se detuvo el tren en mitad del túnel, con lo que al ver la luz de la estación tuvimos que dejarlo estar, con el consiguiente dolor, que al llegar a casa tuve que aliviar.

Nos amábamos tanto que queríamos amarnos en todas partes, en cualquier sitio. El deseo nos cegaba. Tras buena charla con un café y pastel de zanahoria, y después un grato paseo, todo se convertía en ardor y pasión, en busca de parques y portales que nos diesen cobijo, para al menos bregar un rato uno con el cuerpo del otro, con abrazos, besos y suspiros, sin importar mucho el lugar elegido. Ese suceso del Ramal en el que me mostré tan osado, disparó el morbo en mí, e hizo que la siguiente vez que pude por la soledad del vagón, volviera a sacar mi pene, esta vez ella no dudo mucho y se agachó para introducirlo en su boca, era tal la excitación por el lugar en el que lo estábamos haciendo, que los dos minutos que duró el trayecto con pequeña pausa en el túnel incluida, bastó para que me corriese. No fue el mejor orgasmo del mundo, incluso estaba algo avergonzado por haber durado tan poco, pero fue tan morboso que más tarde en casa solo pensaba en lo sucedido.

Ella tenía muchas faldas cortas con un poco de vuelo, que me encantaban, puesto que me permitía con facilidad acariciar sus nalgas por debajo de ella y sentir la suavidad de su piel en esa zona, casi siempre cubierta y por tanto protegida de las intemperies que podrían dañarla y curtirla, volviéndola áspera y poco grata al tacto. Aunque ella intentaba evitarlo e impedirlo si pensaba que podría haber ojos vigilantes. Aquel día le pedí que viniese con una de esas faldas, a ella le extraño que le solicitase que se vistiese de una forma en particular, nunca le exigí por fetichismo ninguna prenda hasta entonces, pero me hizo caso sin darle demasiadas vueltas al asunto. Me alegré como siempre al recibirla, esta vez más si cabe, al verla vestida como le había sugerido, pero toda la tarde estuve deseando que llegase el momento de despedirnos, de tomar ese camino que tanto morbo me producía, estaba excitadísimo y deseando que no hubiese más pasajeros que nosotros, pero mala suerte, en el andén había gente y subió al metro, se iba al traste mi plan.

Pero jugándomela a que ella pudiese perder el tren, le pedí que nos fuésemos en el siguiente metro y no en ese, en espera de que no quedase nadie más que nosotros para el trayecto. Y ella accedió, aunque no entendía a que venía mi interés de no ir en ese próximo. Por suerte nadie vino y pudimos hacer el trayecto en solitario. Nada más iniciar el viaje, saqué mi sexo por entre la bragueta y le pedí que se sentase encima de espaldas a mí, ella puso reparos, pero le insistí diciéndole que me diese ese gusto, que era solo por probar, y aprovechando el vuelo de la falda solo era necesario apartar el tanga a un lado para que ella pudiese introducirse mi verga.  Ella estaba tan excitada y lubricada que fácilmente entró todo mi sexo, y ella se movió ondulante y arriba y abajo, aproveché las manos libres para con una tocarle el clítoris con hábiles dedos a la vez que estaba dentro de ella, y con la otra los pechos, mis manos eran raudas y delicadas a la vez. Por un momento miré el reflejo en la ventanilla y vi sus ojos cerrados y su labio superior mordido, ver que ella estaba disfrutando disparó mi excitación. Un pequeño frenazo dentro del túnel casi nos hizo caer, había parado el metro, esto haría que el final del viaje se retrasase al menos un poco, ¡estábamos de suerte!, y sí que la tuvimos con creces, puesto que estuvimos dentro del túnel bastante tiempo parados, no sabría decir cuánto, no estábamos para contar minutos, pero fueron suficientes para acabar lo iniciado, era tal la excitación de ambos que no tardamos demasiado en irnos los dos.

Fue corto, pero tan intenso lo vivido que es difícil olvidar esas sensaciones, ese palpitar fortísimo, quizás producto de los nervios, y ese irrefrenable espasmo cuando nos llegó el delirio consumado, por el deseo loco desbocado que hizo que perdiésemos la cabeza para hacer aquello, el corazón se nos salía por la boca, estábamos sudorosos por todo lo acontecido, por el sexo y el miedo contenido a ser descubiertos, y con una risa floja, los ojos chispeantes y los rostros encendidos terminamos ese viaje que jamás sería repetido. Ella en la despedida, haciéndose la enfadada, pero desmentida por su rostro divertido, me dijo que era un golfo y que lo tenía todo pensado, yo no pude por más que no llevarle la contraria, poniendo cara de santo.

Miro la mesa próxima y veo la corta falda con vuelo que me trajo a la mente esa época y ese día tan especial, y aquella otra corta falda con vuelo que voló y se posó y se desparramó encima de mis piernas, para ser testigo y no molestar, para estar sin fastidiar, para cubrir y tapar lo que sucedía fuera de nuestra vista, para convertirse en el breve sayo que adecenta lo que podría escandalizar. Aquello es lo que me queda de ella, bueno otros recuerdos más también, algunos paseos, algunas risas, ella era de reír, pero el más vivo y perseverante recuerdo es ese, el transcurrido en un vagón de metro. Luego vino el cansancio y el hastío, uno del otro, ya no buscábamos rincones para darnos calor, y las camas de hoteles se hicieron frías, y los encuentros y las despedidas, dejaron de ser especiales, y dejé de interesarme por ir en su busca y acompañarla en la marcha o despedida, y dejé de transitar aquel cordón umbilical entre el centro y la estación de partida, y ella no insistió en que la recibiese o besase cuando su tren salía, y al final fríamente cesaron los encuentros y las despedidas. Pasado poco tiempo quise recuperarla, y recuperar aquella pasión, aquello perdido, ya tarde, quise evitar primero mi abandono y luego su abandono definitivo. Desde entonces algunos días y muchas noches, cuando veo una falda corta con vuelo no puedo dejar de pensar en el “Ramal Norte”, y una sonrisa triste y cínica se me dibuja en el rostro.

 

 

 …..                                                                                 FIN

 

.     *Como canta Sabina, también nuestro protagonista se quedó solo y tardó pocos días y muchas noches en olvidarla… cuando definitivamente se fue con su corta falda.

“19 días y 500 noches“

Sabina - 19 días y 500 noches

.     **NA: Publicado originalmente el 16 de Abril de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Corta falda con vuelo (1ª parte)

07 Miércoles Ago 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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Asiento, comida, culo, Estopa, excitación, falda, falda con vuelo, falda corta, grupo, La raja de tu falda, lascivo, madera, Música, melena, metro, minfalda, muslo, piel, Ramal Norte, restaurante, Silla, suavidad, visión, voyeur

Desde mi sitio le pude ver la pierna, el muslo libre de tela, piel al aire hasta la rodilla, donde comenzaba una bota alta, estilo mosquetero que tan de moda están o estuvieron no hace demasiado, las modas son tan rápidas y pasajeras que nunca sabes si algo está de moda o demodé. Al sentarme a mi mesa, no había reparado en ella, en su extremidad, cuando dirigí la mirada a ese grupo que lo formaban tres hombres y una mujer, ella de espaldas con melena larga, quizás tuvo las piernas cruzadas como suelen estar las mujeres cuando están sentadas, como costumbre por indicación en la niñez de que las chicas recatadas debían estar con las piernas cruzadas, y no semi-abiertas o abiertas como chicos.

En espera del segundo plato, hice un repaso visual al local, como entretenimiento en la demora, y fue en ese momento cuando me percate de ello, quizás volví mi mirada a aquella mesa en busca de esa melena vista antes, siempre una melena larga, lisa o rizada, más aún estas últimas, sean castañas, morenas, rubias o pelirrojas, te crea unas expectativas de belleza en el ser que la porta, quizás por ello las religiones en general hacen que las mujeres lleven el pelo tapado o recogido y escondido a la vista, para evitar despertar en el hombre pensamientos y deseos que según sus doctrinas son sucios y negativos para el ser humano, especialmente para los hombres, convirtiendo a las mujeres en portadoras y culpables de la tentación al vicio.

En ese momento es cuando vi que llevaba minifalda, la piel blanca en contraste con la oscuridad de la ropa y las botas, entiendo que fue lo que me llamó la atención y despertó en mí el interés, una piel al aire y más si es en la parte alta de la pierna más allá de la rodilla o en el escote si es en la parte alta del cuerpo, siempre llama la atención, al menos de los hombres. La minifalda era con algo de vuelo, y caía breve, casi por todo el lateral de la silla, esto quería decir que ella no estaba del todo sentada sobre la tela, al menos parte de sus glúteos, como sus muslos descansaban directamente en la madera del asiento, me excite con este pensamiento. Ella en el momento que hice este descubrimiento tenía las piernas levemente separadas, imagine el interior de sus muslos tensos. No se la veía incómoda por tener su piel al contacto con algo diferente a una tela, en roce con algo menos suave, y pensé que estaría acostumbrada, es más, pensé que muchas mujeres estarían acostumbradas a que su cuerpo esté en fricción con el mobiliario donde se sientan. La rugosa madera de las sillas o bancos, el frío de la piedra o el mármol de los asientos del metro o de algunos parques, sobre todo en las épocas en las que portando falda no llevan medias o pantys. Volví a fijarme en ella, ahora tenía las piernas cruzadas y no veía su carne, pero me fijé que su breve falda por la parte de atrás, quedaba posada en la silla, y no bajo su cuerpo, con lo que era por completo su culo libre de tela el que estaba sobre el asiento. Imaginé que llevaba tanga y que los dos carrillos estaban allí libres al aire, ahora algo tensos al estar las piernas cruzadas, y los muslos internos rozándose uno con el otro, imaginé ese tacto suave de piel con piel, fantaseé que ella sentiría su propia suavidad, y le gustaría. Volví a mi plato para seguir comiendo, pero no pude evitar enseguida echar la vista hacia aquella parte del restaurante, otra vez estaba con las piernas descruzadas, un poco más abiertas que antes. Por la vestimenta y su larga melena y por el muslo visto, – volvía a estar bastante visible-, pensé que sería joven, no jovenzuela, pero no más de veinticinco, cuando mi sorpresa fue mayor al verle el rostro, se giró en busca del camarero, ella tendría cerca de cuarenta. Era de esas mujeres que aparenta menos edad con su vestimenta que en el rostro que tienen, que si bien no denota todos sus años vividos, si que desmienten los pensados al ver su indumentaria, al igual que las hay al contrario, visten poco acorde a su juventud. Sentí casi mayor excitación con este descubrimiento de la edad, las mujeres jóvenes me atraen, pero las que son ya más maduras me seducen si cabe más. Sentí hasta que mi sexo se endurecía algo y notaba mayor apretura en la bragueta. Me sonreí al imaginar de nuevo como estaban las nalgas al contacto con la silla y no con la falda, y me llevó a recordar qué fácil es acceder con esas faldas a la piel del trasero y a la vulva, cuando el deseo se hace camino consentido y permitido y disfrutado, y me hizo pensar en el “Ramal Norte” de Metro.

 

 

 

.     *El protagonista del relato se deja llevar por esa visión reveladora para su recuerdo y su deseo lascivo y de voyeur, como en la canción de Estopa.

“La raja de tu falda“

Estopa

.     **NA: Publicado originalmente el 15 de Abril de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad.

.                                           Continúa… Corta falda con vuelo (2ª parte)

Sin tu piel, la hiel

07 Miércoles Jun 2017

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

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amor, Buscar, desamor, hiel, Infiel, La unión, Música, Pecado, piel

Mi piel sin tu piel no es piel

es desierto, aridez y fango

es hiel

es dolor, angustia y llanto

 

Mi piel sin tu piel no es fiel

es búsqueda de un canto,

lisonja a mis oídos

que traiga otra piel

a mis sentidos

que se van apagando

 

Recuerdo tu piel rozando mi piel

dulce miel,

ahora olvidada

 

Mi piel ajada

ya no es piel,

es corteza arrugada,

es cáscara partida

por donde escapa mi vida

 

Busco tu piel en otra piel

cada madrugada,

y siento que mi piel es infiel

 

En la búsqueda no soy fiel

ni a tu piel

ni a otra piel que no sea tu piel

 

Y por no tener tu piel

mi vida es hiel

y dolor al alba.

 

 

 

.     *Hoy, la música de La Unión nos acompaña el poema, también ellos buscaron en otros lechos lo perdido, y tampoco consiguieron olvidar.

“Pecado“

.     **NA: Publicado originalmente el 15 de Marzo de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Piel sin piel

01 Jueves Jun 2017

Posted by albertodieguez in Música, Reflexiones, Relato

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Adiós, desamor, desencuentro, Dile al sol, final, Infidelidad, La Oreja de Van Gogh, Lo que te conté mientras te hacías la dormida, Música, piel, Qué puedo pedir, Tú y yo

La pareja que éramos, quedó herida de muerte aquella primera vez que nos supimos traicionados. No era fácil asimilar un desencuentro como aquel, aunque en los últimos meses nuestra relación estaba en un punto raro, estábamos juntos pero no nos sentíamos unidos, ¿qué nos pasa?, nos preguntábamos, y no había respuestas, solo silencios, realmente el silencio era lo que nos confortaba, era el estado ideal, cada uno en un mutismo y reserva, que dejaba al otro fuera y alejado, algo que ocultábamos con horarios incompatibles para no estar obligados al encuentro no deseado. Y la distancia hace el olvido, aunque esa distancia sea de centímetros, la piel necesita piel, y cuando nos distanciamos de ella, de su tacto y roce, pierde ese recuerdo de calor y escalofrío de la otra piel, de la del amado. La ausencia de piel acentúa el breve trecho que nos separa, convirtiéndolo en kilómetros de distancia. A veces nos aísla más ese espacio tan pequeño y a la vez tan grande, que se transforma en continentes separados por un océano que nos parece infranqueable y nos da pereza comenzar el viaje, el trayecto se nos antoja cansado, y ni siquiera buscamos sacar el pasaje. Y la rutina, nos vuelve la vida insoportablemente tediosa, y quizás ese hastío, nos lleva a buscar algún aliciente a la desgana, algo que nos impulse y active. Nos seduce la novedad, siempre lo novedoso nos excita, nos abre nuevas ventanas por donde mirar, nuevos paisajes con los que deleitarnos, nuevas sensaciones que nos vitalizan y nos sentimos renovados. Sería el empeño de encontrarnos otra vez así, con nuevas fuerzas y nuevas ilusiones lo que hizo que nos distanciáramos más, quizás sería lo que te movió a ti a serme infiel. Y ese día en el que te confesabas, ese día que me clavaste la daga y comencé a sangrar, ese día todo cambió.

Tu reconocimiento de la falta, que acaso ni lo fuese, pensando en lo lejos que estábamos uno del otro aún tan cerca, hizo que lo poco que quedaba se resquebrajase y que incluso con los esfuerzos por minimizar tus palabras y que lo contado quedase en una anécdota, una circunstancia que no interferiría entre nosotros, no fue posible. La llaga ya estaba abierta, y la duda, el peor de los virus entrando por ella, gangrenando todo el sentimiento. Yo por mi parte también buscaba distracciones, aunque nunca hasta culminar, siempre marcando un final antes de caer en la traición, por un pudor que ahora veo absurdo, era juego y diversión, y yo lo ensuciaba con remordimiento y falso sentimiento de lealtad a lo nuestro, cuando sabía que lo nuestro ya no era, pero todavía me sentía en la necesidad de serte fiel, de no caer en la felonía, pues aún no había habido la ruptura verbal, aunque la física, la de la piel, ya era evidente hacía tiempo, pese a que no la queríamos ver. Y necesitábamos a alguien que la arropase, y nos atemperase el frío que sentíamos por la falta de piel próxima, con risa y entretenimiento que nos hiciese olvidar la incomunicación del hogar, donde estaba el otro esperando en su encierro.

Cuando tú me declaraste tu acto, diciendo que estuviste con alguien y que lo sientes, que nos sabes cómo fue, que no lo querías hacer pero pasó, me dolió, más por rabia que por celos, más por ira que por envidia, más por ser el acto antes que la separación, saberse presa del engaño es sufrimiento, incluso cuando ya no había vínculo real, y nuestros sentimientos estaban anestesiados, pero de repente, ese acto, los convierte en sensibles y delicados, los despierta de ese sueño lánguido, y ese despertar nos duele, y recobramos los afectos que en un tiempo creíamos muertos y enterrados. La posesión sobre el otro que creímos eterna, se muestra en fuga y vemos distanciarse, nos sorprendemos diciéndonos que nos daremos tiempo para la reflexión, cuando sabemos que la reflexión ya está hecha y la decisión tomada, pero aún así, lo hicimos y seguimos un poco más, andando uno al lado del otro cada día, siguiendo con nuestros silencios, acompañándonos en la soledad que ambos nos infligíamos, pero la pareja estaba herida de muerte y las palabras que nos negábamos a decir, brotaron solas y el desencuentro se hizo verbo y nos dijimos, ya no puedo.

 

 

 

.     *La oreja de Van Gogh nos arropa el texto con dos canciones que también nos hablan del final de la pareja, cuando ya no queda nada que haga seguir.

“Tú y yo”                                                                   “Qué puedo pedir”

  

 

.     **NA: Publicado originalmente el 14 de Marzo de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Universo difuminado

06 Viernes May 2016

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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Domingo astromántico, fantasmas, Love of lesbian, Música, miradas, piel, Recuerdos, Universos infinitos

En el recuerdo de ese momento, preciso, claro, siento que pudiera tocarte, que estás aquí a un palmo, y que puedo sentir la suavidad de tu piel, ver el brillo de tu mirada, y la radiante sonrisa que siempre te acompañaba. Ese instante, nítido, se transforma en una delicia que voy saboreando lentamente, muy lentamente. Ese tiempo trae a mi lado tu presencia, que llega acompañada de mil momentos más, miles de situaciones que quedaron lejanas y hundidas en un pozo de olvido.
Esa presencia que tengo a mi lado me coge la mano, esa mano que deseaba cogieras una y otra vez en esa época, pero que pocas veces pasaba. Oigo tus Guaus!, y no puedo dejar de sonreírme, hasta una vez te regalé uno por escrito, me sonrojo al pensar lo naif que fui.
Siento tu respiración junto a mi oído, ese resuello de cansancio tras los juegos deportivos.
Siento que te siento, y te presiento a mi lado, y que estás conmigo, pero siento que no te siento junto a mi cuando alzo la vista y veo el horizonte vacío, cuando miro y no te veo, cuando es brumoso el recuerdo recordado, cuando la soledad me abrasa, ya no estás, te has difuminado, y observo que allá a lo lejos no queda nada, salvo una niebla que no me deja seguir tu estela deseada, tras ella quedan fantasmas, visiones vinculadas al pasado, queriendo que vuelvan a ser algo más que visiones, que se hagan realidad y sean, pero con el tiempo he aprendido que tu magia no me hace efecto, salvo en sueños y que no sé porqué intento volverte a tocar si me soltaste al viento y tu figura dejó de estar y se desvaneció, menos de mi mente, y me pregunto cómo voy a continuar, si estos universos infinitos no me dejan en paz.

 

 

.     *Un recuerdo dominical de ensueño nos trae vagos fantasmas del pasado enlazados con Love of Lesbian.

“Domingo astromántico”                                          “Universos infinitos”

love-of-lesbian-cuentos-chinos-para-ninos-del-japonManiobras_de_Escapismo love of lesbiam

 

 

 

 

 

.     **NA: Publicado originalmente el 23 de Enero de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

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