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desafectos

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Archivos de etiqueta: Frío

Resquebrajado

29 lunes Nov 2021

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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alma, amor, BSO, Cavatina, desamparo, escalofrío, Frío, hijo, miradas, The deer hunter

Me parte el alma. Me parte el alma cuando se gira y desde allí con la puerta entornada, casi cerrada, de la mano de las monitoras y cuidadoras que lo acompañan en ese lapso de tiempo antes de que llegue la hora de clase me mira, con una mirada intensa, fija, con esa cara llena de seriedad y tristeza, con esos ojos suplicantes que me dicen; no te vayas, quiero seguir a tu lado, quiero estar contigo, no me abandones, y que me deja unos segundos petrificado sin poder evitar devolverle esa misma desazón ese mismo desamparo que percibo en él y que de repente me asola a mí, y aunque no llora, sé que por dentro se rompe como yo me rompo, que siente un frío que quizás aún no entiende, como yo siento ese escalofrío que me recorre todo el cuerpo que me angustia y ahoga, que hace que sienta los ojos inflamarse y puntearse de brillos líquidos, y salgo con todo el amor que le tengo anudado a la garganta, y exánime me quedo unos minutos dentro del coche reponiéndome, con la tristeza borboteando dentro y fuera de mí.

.     *Y en ese cruce de miradas resuena “Cavatina” de la BSO de «The deer hunter«

«Cavatina«

bso-the-deer-hunter

.     **NA: Publicado originalmente el 30 de Enero de 2017. Hoy recibe una segunda oportunidad.

.     ***Al hijo

Confuso llanto

24 miércoles Nov 2021

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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En estos días, enfermedad, Frío, Gris, hijo, invierno, llanto, lluvia, Música, miedo, Mujeres, Nacimiento, Rostro, Silvio Rodríguez, sol, temor

Se me agolpan las palabras, las emociones, las imágenes. Las intento digerir y ordenar y no puedo. Se me agolpan estos días, estas angustias y miedos, temerosos días de pérdida del recién llegado. Horas amargas de espera y duda y deseos de mejora y sanación, aun no sabiendo si hay enfermedad o mal irreversible o acaso reversible, o sin saber ni siquiera si habrá dolencia tras la complicación. Indefenso él. Tememos, aunque nos digamos que no hemos de temer. Nos preguntamos si ese rostro que ya vimos lo volveremos a ver o cesará antes de haber iniciado su periplo, si ese rostro que antes no era y que hoy es por haberlo visto, y que se ha quedado en la retina, fijo y nítido, seguirá iluminándonos como hoy me lo parece, en este día de invierno gris y lluvioso. Ya no sale el sol, sólo su rostro. Días de aguacero que acompañan esta grisura que se empecina en ahogar la alegría esperada por la llegada del hijo. El cielo se abate sobre la ciudad envolviéndola con nubes oscuras, frías y húmedas, ensombreciendo las calles, haciendo parecer que la noche se aproxima fuera de hora. Como si alguien fuese cerrando los postigos, tal cual antes se hacía, para ahuyentar la felicidad y traer el duelo, enlutando la casa que ahora y como nunca necesita su rostro para ser alumbrada. Quedando todo bajo una atmósfera húmeda que cala los huesos. Días de lágrimas asaltantes en el precipicio del parpado, de lágrimas contenidas y amarradas y sustraídas de su inminente camino para mostrar la fortaleza que no se tiene, la entereza que se desmorona en la soledad de cualquier esquina o ventanal por el que mirar y asomarse  para respirar profundamente e intentar distraerse con el perfil de la ciudad, para no pensar. Intentando sostenerme para sostener al otro, que más frágil se muestra sin saber de la fragilidad del compañero amado. Lloramos a escondidas, hasta que no hay manera de ocultarlo y ocultarse. Ella llora por sus rincones, yo lloro por los míos y nos encontramos en la cocina y nos miramos y lloramos juntos, lloramos en la alcoba, en el cuarto de baño, en el dormitorio del recién nacido, que aún no lo ha habitado. Lloramos y no sabemos porque lloramos, solo nos miramos y nos abrazamos y lloramos. Las lágrimas brotan y brotan con desconsuelo y sin sentido. No es dolor, no es júbilo, es solo llanto, agua salada cayendo con mueca amarga pero no de amargura. Sólo llanto. Confuso llanto.

 

.

 

.     *Silvio Rodríguez ilustra con su canción el sentir del texto; en estos días no sale el sol si no su rostro. Aunque su autor la escribiese con otro sentido, esta canción hoy la convierto en un canto en primera persona hacía el hijo.

 

«En estos días«

Silvio Rodriguez - Mujeres 1978

.     **NA: Publicado originalmente el 23 de Enero de 2014. Hoy recibe una nueva oportunidad.

.     ***Al hijo

.

Desde la mar infinita

28 martes Abr 2020

Posted by albertodieguez in Música, Poesía, Reflexiones

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alma, Amaral, Estrella de mar, Frío, invierno, Música, Nada, Nada de nada, Te necesito, Una pequeña parte del mundo

Desde la mar infinita
desde la carne encontrada
desde el delirio del tiempo
te necesito sin falta
te espero con ansia
te busco con rabia
y no sé cómo encontrar
esa nada.

Nada que surge
surge y se aplaca
donde el tiempo rompe
rompe con ganas
ganas de verte
de sentir tus ansias
tus iras, tus odios pero
sentirte al alba.

Sin ese deseo
no podría vivir
tú me mueves
como títere en danza.
Danza de un infinito
que arruga el alba
ese delirio de deseo y
ansia, ansia por seguir
tú mirada, hasta ese
fondo que busca tu alma.

Alma confusa, alma de
Otro, Otro que no soy
yo y que me mata,
con esa sensación de gente
que no sigue otra cosa
que tú piel hilada,
hilada al tiempo
ese tiempo que no es
nada, eso que tú y
yo queremos, aunque
no lo sabemos, y todo
lo nuestro se dilata.
Hace que el tiempo discurra,
que el deseo sea, mucho más
que todo y se convierta en
NADA.

 

 

 

.     *En este poema en el que deseamos y esperamos a quién no está, y en la espera todo se nos convierte en nada, confluye con Amaral que nos recuerda esa necesidad y esa nada que trae la realidad…

.          «Te necesito»                                          «Nada de Nada«

Una pequeña parte del mundo amaral

Estrella de Mar amaral

 

 

 

 

 

 

 

.    **NA: Originalmente publicado el 23 de Enero de 2012. Hoy recibe una nueva oportunidad.

El frío, la manta y el amante

29 domingo Dic 2019

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

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amante, Canción para nadie, Frío, invierno, Izal, manta, Música

Echo en falta ese frío,

ese invierno que haga que uno desee el resguardo y el calor del hogar,

y acurrucarse con la manta y el amante.

Este invierno no me gusta,

sin frío sin manta sin amante.

.

.

.

.     *Cuando uno está sin amante lo evoca futuro como Izal** en su canción…

«Canción para nadie«

Mikel Izal maqueta

.

.     **NA: No he conseguido averiguar en qué disco se publicó esta canción, supongo que sería de Mikel Izal antes de la formación actual del grupo, por eso no he podido adjuntar, como de costumbre, la portada del disco en donde aparece la canció que elijo para los textos. Añado una foto que encontré en Internet que parece ser de una maqueta de sus inicios y pudiera estar ahí recogida (pero esto último que digo no es seguro).

.     *** Publicado originalmente 12 de abril de 2016. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Frío tras el calor del invierno

31 jueves Oct 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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Adiós, amigos, Amistad, amor, Amor entre amigos, ¿Quién?, calor, desamor, Despedida, Efecto Mariposa, Frío, Música, Ruptura, Vivo en vivo

Quiero respetar tu decisión, y quisiera seguir como si nada, como si todo fluyese como antes, pero me cuesta pensar que haya que apartar todo el afecto, quiero decir el beso de recibimiento o el de despedida o el abrazo por una alegría de uno o del otro. Pareciera que para estar tranquila quisieras borrarme de tu círculo más próximo, ya me has dicho que ya no, y así lo asumo, pero la siguiente propuesta de indiferencia, de apartar hasta el olvido, no la comprendo bien. No hablo de beso o abrazo a escondidas, una felicitación no necesita de las sombras para darse. Me hablas de; -“para no tentar nada”. Lo respetaré también. Y como lo has decidido y lo quieres, ya no intentaré volver a convencerte de ir un fin de semana juntos fuera de la ciudad a un hotel, ni nada tentador por el estilo, ni siquiera a tomar un café alejados de los amigos comunes que no hemos querido que vean que nuestras soledades las acompañamos de vez en cuando, por no decir que bastante a menudo. El grupo no intuye que el frío nos ha llevado a buscarnos y darnos algo de calor, que he apagado mis tristezas en tus aguas, y tú te has curado alguna de las heridas de tu ruptura que siguen sin cicatrizar del todo aun habiendo pasado mucho tiempo. Quiero asumirlo con naturalidad aunque no comprendo ésta decisión y me surgen fantasmas de que ésta determinación no es sólo por lo que me cuentas y temo que ha surgido alguien que hace que ya no me sientas necesario y que pone una distancia que ya nunca se reducirá entre los dos. Sí, claro que los celos copan mi mente y mi cuerpo. Siento que fui utilizado, y aunque nos fuimos dejando llevar y nunca hablamos de poner ciertos sentimientos en ello no pude evitarlo y caí en ese hechizo de enamoramiento que creía que estaba bajo control, que lo nuestro era amistad y acompañarnos con algo de sexo, que se fue transformando en bastante sexo, pero me doy cuenta que no era así, que no lo tenía todo controlado como yo creía al oír tus palabras de ruptura; qué tontería por mi parte decir ruptura cuando claramente según tú nunca hubo esa adhesión firme que deba desligarse con descalabro, para denominarlo así; tu visión es más de una leve ligazón y un fácil despegarnos con suave dejadez, un dejar de estar juntos sin trauma, con un simple alejamiento que no produce dolor, sólo un recuerdo grato, como me has repetido varias veces.

Pasó que sin darme cuenta me había acostumbrado a ti, que mi vida sin percibirlo estaba girando ya sólo sobre la tuya, éramos una pareja sin ser una pareja, dos solteros que siempre van juntos, y juntos acaban en la cama sin que nadie lo sepa y sin que nadie lo sospeche, -para ellos somos tan diferentes-, en eso sí que conseguimos absoluta discreción, y reconozco que me costaba reprimir la tentación de cogerte la mano, al ir andando junto al resto del grupo, y a veces no podía evitar dejarme llevar por el impulso y acariciarla, inventando subterfugios para ponerme a tu lado y con el revés de mi mano rozar la tuya con un leve toque de mis dedos. Quiero creer que tú también te estabas prendando de mí y que prefieres no seguir, aunque este pensamiento también me cuesta entenderlo si fuese así, ¿qué tengo de malo?, ¿que puede tener de malo un futuro conmigo? Me gustaría pensar que tu problema radica en la duda o indecisión o incluso en el miedo, pensando que lo que va bien así se estropeará si avanzamos en ello y más si lo oficializamos para los otros y para nosotros. Ya no seríamos esos amigos que se comprenden tan bien, ya quizás no perdonaríamos actitudes y posturas que siendo amigos, aun muy íntimos, se pasan por alto pero que siendo pareja no. Pero son ganas de engañarme, para tomar un poco de aire, porque lo que pasa es que cuando me faltas me muero, y lo sé desde hace semanas, cuando en la soledad de mi casa no hacía otra cosa que estar contigo en pensamiento, lo sé ahora que ya me faltas pese a que todavía estas cerca de mí. Ya no puedo mirarte como un amigo, ya no puedo ser tu amigo, y menos si quieres evitar el beso o el abrazo o el mínimo afecto en público. Aunque sé que no te gusta que te diga esto, que te enfadas cuando te repito que después de ti no hay nada, -antes tampoco lo hubo-,  y que siendo una frase hecha la siento muy profunda, y me costará tiempo desterrarla para que sí que haya algo tras tu paso, tras tu huella. Ir vaciándome de ti es lo primero, si no nunca habrá posibilidad para que alguien ocupe y llene lo que ahora rebosa. Sé que si te veo no lo podré superar, y por eso estoy aquí, frente a ti conteniendo la rabia e intentando evitar una escena de melodrama, eso sí, no habrá lágrimas por mi parte, eso va a ser fácil, ya he derramado todas las guardadas para ti antes de venir. No volveremos a vernos, incluso pondré verdadera distancia entre los dos yéndome de la ciudad, ésta es la última vez que me verás. No más mi imagen ni mis palabras ni mis peticiones de reconsideración ni mis posibles futuros reproches que he procurado guardarme bien adentro para no lanzártelos con odio, no quiero odiar, pero después de todo esto, sólo me queda decirte adiós.

 

 

 

.     *Quién vendrá, que no parezca sobrar, sí no hay hueco después de lo compartido, si todo está tan a rebosar que parece que no hay sitio para nada ni para nadie, como nos cantan Efecto Mariposa.

«¿Quién?«

Efecto_Mariposa-Vivo_En_Vivo-Frontal.     ** Publicado originalmente 3 de Diciembre de 2014. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Corta falda con vuelo (2ª parte)

07 miércoles Ago 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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19 días y 500 noches, abandono, Adiós, Asiento, Ópera, Cercanías, coito, comida, culo, estación, excitación, falda, falda con vuelo, falda corta, felación, ferrocarril, Frío, grupo, lascivo, masturbación, Música, melena, metro, minfalda, muslo, piel, Ramal Norte, Sabina, sexo, suavidad, Tren, visión, voyeur

El Ramal es un trayecto que une la que fuera Estación del Norte de ferrocarril con la estación de Ópera, – ahora esa estación de tren es con otro nombre intercambiador de transportes, de “Cercanías” y líneas de metro que por allí transitan y confluyen -. Es un recorrido de una única estación, en la que el mismo conductor hace una y otra vez el mismo trayecto, cambiando una y otra vez de cabina para dirigir el mismo convoy de una estación a otra, recorriendo el andén en un paseo cadencioso, sosegado y calmoso de la cabecera a la cola, que se convierte en cabecera para la vuelta a la estación anterior, que fue origen y ahora se convierte en destino de un viaje que por aquel entonces tenía una duración de un minuto y medio, aunque duraba normalmente más puesto que se paraba dentro del túnel un lapso de tiempo, que nunca entendí a que era debido. Ese trecho desde la estación de Ópera, fue realizado muchas veces por mí en una época en la que una amiga que vivía a las afuera, se acercaba y marchaba de la ciudad en “Cercanías”. Era ese el lugar, esa estación la elegida para encontrarse conmigo y para marcharse de mi lado, despedirse de mí tras estar juntos. Yo iba a buscarla por la mañana o a media tarde y a despedirla cuando el día se había agotado.

Nos gustaba ese sitio. Al inicio de nuestras citas el edificio central estuvo cerrado, hasta que hicieron obras y lo convirtieron en centro comercial, por tanto, vimos y fuimos testigos de cómo cambiaba la fisonomía del lugar. Esa estructura de vigas de acero típicas de las estaciones de finales del siglo XIX nos parecía bellísima, era el marco ideal para nuestro amor, como las parejas de las películas en blanco y negro que se decían adiós en las estaciones, un toque romántico para nuestra relación.

Estar allí, cuando llegaba su tren era fantástico, intentar descubrirla por alguna de las ventanillas al pasar el tren antes de pararse por completo, y si no lo había conseguido, buscar por qué vagón saldría, y cuando daba con ella, verla bajar las escaleras, elegante y bella. Y ese beso de recibimiento y encuentro, aromatizado con su perfume que tanto me gustaba, y ahora casi puedo percibir, recuerdo esa blusa blanca, muy blanca, que le sentaba tan bien y le hacía aparecer tan radiante, con su larga melena rizada.

El vagón, o mejor dicho, los dos vagones que componían el convoy del Ramal Norte, la mayoría de las veces iban con poca gente, no demasiados viajeros tenían la necesidad de utilizarlo, puesto que no todos los llegados en el “Cercanías” tenían como destino ir al centro de la ciudad o salir del centro de la ciudad por aquella estación. Además estaba muy marcado ese transitar de gente por el horario de los trenes, dependiendo el destino; cada treinta minutos, o cada cuarenta y cinco, o cada sesenta. Y si la hora era ya muy avanzada, cercana a los últimos trenes antes de cesar y suspender el servicio por la llegada de la noche, en esos casos viajábamos solos en el vagón. Y fue eso, la ausencia de gente lo que hizo desbordarse el deseo. Muchas veces camino de aquella despedida, íbamos sumidos en un calentón sexual, que refrenábamos por estar en sitio público, pero ante la ausencia en el vagón de gente y miradas de otros, a veces además de besos, dejábamos que nuestras manos tentasen y palpasen al otro con fruición, yo sus pechos y su culo y ella mi sexo, todo ello por encima de la ropa, haciéndose más corto ese minuto y medio o dos minutos, que duraba el avance hacía el destino de la despedida. Luego yo en casa fantaseaba con aquel instante e imaginaba que el tren quedaba un buen rato parado en el túnel y que allí nos desfogábamos a gusto. Una de las veces que viajábamos como únicos pasajeros, con la calentura que traíamos subida, me atreví a sacar mi sexo, todo inhiesto que pugnaba por liberarse de lo que le mantenía atrapado. Ella en un principio sorprendida me pidió que lo guardase y ante mi insistencia, cogió con su mano mi miembro y lo masturbó breve y nerviosamente, pero esta vez no hubo suerte y no se detuvo el tren en mitad del túnel, con lo que al ver la luz de la estación tuvimos que dejarlo estar, con el consiguiente dolor, que al llegar a casa tuve que aliviar.

Nos amábamos tanto que queríamos amarnos en todas partes, en cualquier sitio. El deseo nos cegaba. Tras buena charla con un café y pastel de zanahoria, y después un grato paseo, todo se convertía en ardor y pasión, en busca de parques y portales que nos diesen cobijo, para al menos bregar un rato uno con el cuerpo del otro, con abrazos, besos y suspiros, sin importar mucho el lugar elegido. Ese suceso del Ramal en el que me mostré tan osado, disparó el morbo en mí, e hizo que la siguiente vez que pude por la soledad del vagón, volviera a sacar mi pene, esta vez ella no dudo mucho y se agachó para introducirlo en su boca, era tal la excitación por el lugar en el que lo estábamos haciendo, que los dos minutos que duró el trayecto con pequeña pausa en el túnel incluida, bastó para que me corriese. No fue el mejor orgasmo del mundo, incluso estaba algo avergonzado por haber durado tan poco, pero fue tan morboso que más tarde en casa solo pensaba en lo sucedido.

Ella tenía muchas faldas cortas con un poco de vuelo, que me encantaban, puesto que me permitía con facilidad acariciar sus nalgas por debajo de ella y sentir la suavidad de su piel en esa zona, casi siempre cubierta y por tanto protegida de las intemperies que podrían dañarla y curtirla, volviéndola áspera y poco grata al tacto. Aunque ella intentaba evitarlo e impedirlo si pensaba que podría haber ojos vigilantes. Aquel día le pedí que viniese con una de esas faldas, a ella le extraño que le solicitase que se vistiese de una forma en particular, nunca le exigí por fetichismo ninguna prenda hasta entonces, pero me hizo caso sin darle demasiadas vueltas al asunto. Me alegré como siempre al recibirla, esta vez más si cabe, al verla vestida como le había sugerido, pero toda la tarde estuve deseando que llegase el momento de despedirnos, de tomar ese camino que tanto morbo me producía, estaba excitadísimo y deseando que no hubiese más pasajeros que nosotros, pero mala suerte, en el andén había gente y subió al metro, se iba al traste mi plan.

Pero jugándomela a que ella pudiese perder el tren, le pedí que nos fuésemos en el siguiente metro y no en ese, en espera de que no quedase nadie más que nosotros para el trayecto. Y ella accedió, aunque no entendía a que venía mi interés de no ir en ese próximo. Por suerte nadie vino y pudimos hacer el trayecto en solitario. Nada más iniciar el viaje, saqué mi sexo por entre la bragueta y le pedí que se sentase encima de espaldas a mí, ella puso reparos, pero le insistí diciéndole que me diese ese gusto, que era solo por probar, y aprovechando el vuelo de la falda solo era necesario apartar el tanga a un lado para que ella pudiese introducirse mi verga.  Ella estaba tan excitada y lubricada que fácilmente entró todo mi sexo, y ella se movió ondulante y arriba y abajo, aproveché las manos libres para con una tocarle el clítoris con hábiles dedos a la vez que estaba dentro de ella, y con la otra los pechos, mis manos eran raudas y delicadas a la vez. Por un momento miré el reflejo en la ventanilla y vi sus ojos cerrados y su labio superior mordido, ver que ella estaba disfrutando disparó mi excitación. Un pequeño frenazo dentro del túnel casi nos hizo caer, había parado el metro, esto haría que el final del viaje se retrasase al menos un poco, ¡estábamos de suerte!, y sí que la tuvimos con creces, puesto que estuvimos dentro del túnel bastante tiempo parados, no sabría decir cuánto, no estábamos para contar minutos, pero fueron suficientes para acabar lo iniciado, era tal la excitación de ambos que no tardamos demasiado en irnos los dos.

Fue corto, pero tan intenso lo vivido que es difícil olvidar esas sensaciones, ese palpitar fortísimo, quizás producto de los nervios, y ese irrefrenable espasmo cuando nos llegó el delirio consumado, por el deseo loco desbocado que hizo que perdiésemos la cabeza para hacer aquello, el corazón se nos salía por la boca, estábamos sudorosos por todo lo acontecido, por el sexo y el miedo contenido a ser descubiertos, y con una risa floja, los ojos chispeantes y los rostros encendidos terminamos ese viaje que jamás sería repetido. Ella en la despedida, haciéndose la enfadada, pero desmentida por su rostro divertido, me dijo que era un golfo y que lo tenía todo pensado, yo no pude por más que no llevarle la contraria, poniendo cara de santo.

Miro la mesa próxima y veo la corta falda con vuelo que me trajo a la mente esa época y ese día tan especial, y aquella otra corta falda con vuelo que voló y se posó y se desparramó encima de mis piernas, para ser testigo y no molestar, para estar sin fastidiar, para cubrir y tapar lo que sucedía fuera de nuestra vista, para convertirse en el breve sayo que adecenta lo que podría escandalizar. Aquello es lo que me queda de ella, bueno otros recuerdos más también, algunos paseos, algunas risas, ella era de reír, pero el más vivo y perseverante recuerdo es ese, el transcurrido en un vagón de metro. Luego vino el cansancio y el hastío, uno del otro, ya no buscábamos rincones para darnos calor, y las camas de hoteles se hicieron frías, y los encuentros y las despedidas, dejaron de ser especiales, y dejé de interesarme por ir en su busca y acompañarla en la marcha o despedida, y dejé de transitar aquel cordón umbilical entre el centro y la estación de partida, y ella no insistió en que la recibiese o besase cuando su tren salía, y al final fríamente cesaron los encuentros y las despedidas. Pasado poco tiempo quise recuperarla, y recuperar aquella pasión, aquello perdido, ya tarde, quise evitar primero mi abandono y luego su abandono definitivo. Desde entonces algunos días y muchas noches, cuando veo una falda corta con vuelo no puedo dejar de pensar en el “Ramal Norte”, y una sonrisa triste y cínica se me dibuja en el rostro.

 

 

 …..                                                                                 FIN

 

.     *Como canta Sabina, también nuestro protagonista se quedó solo y tardó pocos días y muchas noches en olvidarla… cuando definitivamente se fue con su corta falda.

«19 días y 500 noches«

Sabina - 19 días y 500 noches

.     **NA: Publicado originalmente el 16 de Abril de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Destemplado cuerpo

22 miércoles May 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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abrazar, abrazos, Adiós, amanecer, aroma, calor, casa, Christina Rosenvinge, destemplado, Frío, invernal, jersey, Lágrimas, llanto, Música, Nadie como tú, nostalgia, olor, Ruptura, Traición, Tu labio superior

Ya son muchas las mañanas en las que se repite ese estado anímico, desde aquella primera vez en la que lo sentí así. Cada mañana aparece el recuerdo de su calor, y la cama se hace fría. Las mañanas son gélidas sin un cuerpo que te temple. Ese cuerpo, que furtivo se escabulló de entre las sábanas, dejando un aroma que no se evapora en el aire, que ha quedado impregnado, no ya en las sábanas si no en todo el cuarto, las paredes no consiguen librarse de él. Y cada amanecer ese olor me arrebata los sentidos y caigo otra vez, en el no olvido, aunque lucho cada día por librarme de él y olvidar.

La casa, es pequeña pero se me hace gigante, de pasillos infinitos y estancias enormes. Y no quiero salir de la cama para no perderme por el piso en busca del ser que ya no está, en busca del que dijo sentirse desertor cuando propuso un adiós. Y giro el cuerpo y la cabeza y pongo la cara apretada contra la almohada. La nariz y la boca oprimidas por el peso, sienten la ausencia de aire que respirar y quisiera sentir esa asfixia hasta el final, pero no me atrevo a seguir. Y creo percibir su perfume aún en ella, como si no hubiese pasado ya mucho tiempo sin recibir su cabeza para darle descanso, como si en todo este tiempo ese cabezal no hubiese sido cambiado y lavado, aunque hubo tentaciones de no hacerlo para salvaguardar esa esencia que hoy se vuelve dañina al fantasear que aún está y se aspira. Me doy media vuelta y miro la pared, la silla, el armario. Quizás ahí dentro esté la solución momentánea a esta sensación de tristeza azul, de frescor de auroras invernales que dejan el cuerpo yerto, esperando entrar en calor con el abrazo del amado.

Allí tengo su jersey, ese jersey que le cogí para sentir los abrazos que ya casi no me daba e intuía que no me daría más, y que hace que me acurruque por aquí y por allá de vez en cuando, en los momentos que ya no puedo más con la soledad y la ausencia, los días en los que deambular por la casa que ya no pisará, y por la que paseo y paseo como si de un palacio se tratase, dando pasos y más pasos, recorriendo una y otra vez las mismas habitaciones y el mismo salón, una y otra vez, como si en algún momento fuese a encontrar a quién bien sé que no hallaré. Volvió con su familia, que es lo normal, – me repito-,  que supiese que no iba a prosperar no hace que me deje de odiar, por estúpida, por creer que lo podía cambiar. Y en esas ocasiones en las que me pongo el jersey y me abrazo para sentirle, y cierro los ojos, y su perfume, el que su cuerpo dejó en el tejido que aproximo a mi cara y rozo con suavidad, y son mi nariz y mi olfato los que quieren recuperar para mis adentros aquel resto de él tan leve y efímero y falso. Y acurrucada en un rincón, la angustia y las lágrimas caen y se deslizan lentamente por la mejilla para precipitarse sobre su jersey, ese que ahora le sustituye, y me rasga el alma. Y cada mañana tengo el deseo de sentir sus abrazos y hundir mi cabeza en su jersey y dejarme llevar al tiempo pretérito, al de las promesas, sabedores de la imposibilidad de cumplirlas pero aún así dichas y lanzadas y refrendadas con actos que las hiciesen creíbles y venideras en un futuro, que hoy ya no existe. Solo existe el frío de la soledad no querida, no buscada. Y la mañana se vuelve el peor momento del día y el deseo de acabar por siempre lo empaña todo, y cuesta levantarse sin esa necesidad del llanto, de la triste mueca frente al espejo, y bajo la ducha las lágrimas que me bañan un mañana sí y otro también. Y debería partir y cambiar y huir y empezar, y sé lo que tendría que hacer pero el cuerpo destemplado no ayuda a viajar.

Miro el armario, la distancia hasta la cama se me hace tan larga que me da miedo levantarme, y congelarme por el camino antes de encontrar allá adentro, la fibra que me traiga su calor. Quisiera despedirme de él, tirar su jersey y dejarle atrás, pero no puedo, me cuesta tanto que cuando lo intento me puede la imagen de los buenos ratos y los buenos tiempos, me olvido de la afrenta por la renuncia a seguir, a avanzar juntos. Olvido que la ausencia es para siempre, y su regreso al hogar del que me dijo que escapó para conmigo encontrarse está consumado. Con este frío interior, busco calor, y solo encuentro dentro de mí su abrazo, para hacerme creer que con ese recuerdo no me hielo. Y no añoro sus ojos, ni sus besos, ni sus palabras, sino sus brazos que abrigaban mi desasosiego, que me daban el cariño que hoy ya no siento. La nostalgia de los días anteriores al abandono, cuando no había traición ni engaño, me acomoda cada amanecer un estado de embriaguez, que me tumba y aplasta, que evita la posibilidad de iniciar el día con ánimo renovado de vida, y aunque ya ha pasado tiempo, es ayer siempre para mí y me deja destemplado el cuerpo.

 

 

 

 

.     *Las mañanas de Christina Rosenvinge se convierten en duros amaneceres por el recuerdo de una dolorosa ruptura, igual que la protagonista del texto, con ese frío que no se puede sacar de adentro.

«Nadie como tú«

.     **NA: Publicado originalmente el 17 de Agosto de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Fría madrugada

14 jueves Dic 2017

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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alba, alma, amanecer, Amaral, angustia, Esta madrugada, Frío, insomnio, madrugada, Música, Pájaros en la cabeza, Recuerdos, Refree, tristeza

Esta madrugada desperté, y tú no estabas junto a mí, cuánto deseé que no te marcharas esa otra madrugada. Estoy helado en esta noche amarga, en esta mala hora, que se hace infinita. Toda la tristeza me vino a acompañar. Todo el llanto quiere aparecer en esta hora desangelada. No puedo dormir recordándote, cuando ya te había olvidado, pero este silencio me traicionó con un despertar desasosegante, cuando la luna entró por la ventana para ahuyentarme. Quiero que la oscuridad de mi alma se ilumine, deseo que llegue el alba, pero quédate un rato que tengo frío, al menos abrígame con tus recuerdos que quizás ya no compartas con los míos. Ha pasado tanto, que no entiendo porque me vinieron a ver aquellos tiempos, ya no sé por dónde andas, en esta ciudad que compartimos, a la que llegamos juntos y hoy cada uno vaga por distintos caminos. Esta calma me desarma las intenciones de dormir y de poder huir de esta madrugada a un amanecer que nunca llega. Quiero esa luz que alumbre mi oscuridad, en la que de pronto se vio envuelto este insomne glacial. Quiero que llegue el alba para descansar, que el rocío se escarche en la ventana por donde se me escapa el alma. Dame calor aunque sea la última vez, prometo no volver a desfallecer, prometo no pedir más tu regreso en esta mala hora, y no caer en tu recuerdo bajo la intemperie de una noche angustiosa y dolorosa.

Creo oír un Chelo, como un quejido, como un lamento que me acompaña este sentimiento, y no encuentro esa ilusión por vivir que me abrasaba por dentro, que hacía que quisiera comerme el mundo, quizás es por eso, que de pronto se me vino todo el universo al suelo. Y no sé porqué te cuento esto si tú ya estás muy lejos de mí. No sé como vino esto que me pilló desprevenido. Quiero despertar, esto debe ser un mal sueño. Será que perdí todas las ansias por la vida, será que te echo de menos, que te me vuelves como la verdad única que habita mi recuerdo. Quisiera tu calor, quisiera tu cariño esta madrugada, que se me hace eterna de pensar que nunca vas a estar, por mucho que pida que hoy te quedes conmigo hasta que entre la luz por el postigo. En esta mala hora de desvelo que me ahoga.

 

 

 

.     *Esta versión de la canción de Amaral con la colaboración de Refree me sedujo, no pudiendo evitar convertir en un relato bastante fiel a lo que ella canta, una noche triste de insomnio, frío y recuerdos.

«Esta madrugada«

 

.     **NA: Publicado originalmente el 10 Mayo de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Una noche atribulada

23 lunes Oct 2017

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 11 comentarios

Etiquetas

alcohol, Bisexualidad, deseo, Fiesta, Frío, Homosexualidad, La marea, Música, noche, resaca, sexo, trío, Un día en el mundo, Vetusta Morla

Foto; David San Cristobal

 

Sólo recuerda con verdadera nitidez aquellas botellas y latas vacías encima de la mesa, quizás es porque fue lo primero que vio al despertarse aterida de frío y dolorida. No recuerda con precisión en que momento todo le empezó a dar vueltas y él comenzó a besarla y acariciarla por todas partes, ella se dejaba hacer permitiendo que la desnudase con fogosidad y avidez. Sigue helada en su casa, no ha conseguido entrar en calor. Intenta recordar que fue lo que la empujó a aceptar su invitación, quizás subir a aquella casa no fue lo más acertado. Cuando despertó estaba tirada en aquel sofá, desnuda. Una fuerte resaca le impedía pensar con claridad. ¿Qué es lo que había hecho? No quedaba nadie allí, salvo ellos tres, desnudos. Ya no había ni rastro de los otros que estuvieron en la fiesta. No conocía a nadie en ella cuando aceptó subir a aquella casa con su amiga que pronto la abandonaría. Se fueron marchando todos poco a poco, y al final se quedaron ella, él  y aquella chica delgada de labios gruesos y bella sonrisa que no se había separado de su lado en toda la noche. Ahora está confusa, y helada. Recuerda los cuerpos enredados, los gruesos labios teñidos de un rojo hipnótico deambulando dulcemente por su piel. Siente algo de dolor en su coño y en su culo. En un frenético desenlace acepto los juguetes que la chica propuso, los utilizó con ella y con él, y dejó que ellos los utilizasen con ella misma. Se dejó hacer analmente con el dildo, con cierto desenfreno y violencia mientras era penetrada por el chico, lo que la llevo a un placer extenuante. Nunca se había planteado usar juguetes y menos si tenía a mano a un chico, y aunque no recuerda todo con claridad, sí que ese momento le aparece fuera de la bruma como muy placentero. Busca rastrear todos los momentos vividos entre los tres pero tiene lagunas, se piensa gilipollas por beber tanto y perder el control. Está confusa, no vivió con total conciencia todo lo que estaba pasando, en cierta forma se siente violada, aunque lo disfrutó y lo consintió todo, no era dueña de todos sus actos ni de todos sus sentidos. Se despertó por el frío del lugar y el estar en completa desnudez. La sordidez que le produce lo ocurrido la tiene descolocada, no quiere pensar que lo que hizo no fue correcto pero por otro lado se piensa sucia y descarriada. Yo no soy así, se dice. Marchó del lugar, con un horrible dolor de cabeza mientras ellos aún dormían, y en cierta forma ahora se arrepiente. No recuerda sus nombres, ni tiene sus teléfonos, eso le da rabia, todo quedará como un sueño, y si quisiese saber más sobre ellos no habría posibilidad, salvo la de presentarse en aquella dirección sin saber si sería bienvenida. Llegarse físicamente a un lugar, y decir; – Hola soy la de la otra noche-, no se atrevería a hacerlo, una llamada sí que quizás la hiciese, la distancia y el parapeto del teléfono le ayudarían a lanzarse al abismo. Aunque se detesta un poco por lo que ha pasado, algo internamente la empuja a desear que se repitiese. Va entrando en calor. No recuerda muy bien los rasgos de él, incluso duda si lo reconocería por la calle, si más los de ella, esa delgadez en contraste con unos senos grandes, puede que algo desproporcionados para ese cuerpo tirando a huesudo, unos labios gruesos de cálidos besos en perfecta armonía con el resto del rostro, era bella, con la piel muy blanca, pelirroja, con el vello púbico sin depilar en exceso, quizás le gusta verse con esa mata rojiza entre sus piernas, a ella le gustó, se asombra que todo lo de ella sea lo que más nítido ve de esas horas pasadas. Nunca tuvo tendencias homosexuales, y esto la confunde más, no le crea rechazo el haber tenido sexo con una chica, incluso ahora rememorándolo se moja los labios al recordar los besos recibidos de esos carnosos labios. El frío le ha abandonado, ahora le urge cómo conseguir volver a verla.

 

 

 

.     *Esa noche fue como una Marea imprevista que lo arrasó todo y le dejó la piel cuarteada como canta Vetusta Morla.

«La marea«

 

.     **NA: Hace ya unos meses, no recuerdo bien en que blog publicaban la foto de las botellas conminando a contar alguna historia inspirada en ella, y rápidamente me surgió el inicio de este texto que apunté y dejé con la intención de una horas después seguir escribiendo, pero sin tiempo para volver a ello ahí se quedó la cosa. Pasadas unas semanas volví sobre la foto y la frase escrita para ampliarlo y cerrar la historia que tenía algo formada en la cabeza y avancé brevemente el texto pero tuve que volver a dejarlo sin terminar. En una tercera incursión por fin tomo la forma definitiva que ciertamente se apartó de esa idea que tenía en la cabeza. Luego he tardado bastante en publicarlo buscando una música que de alguna manera pudiese encajar con el texto, y casi dándome por vencido recupero este tema que ya utilicé con otro texto pero que de manera onírica también creo que sirve para este.

1987 un sueño ardiente

15 viernes Sep 2017

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 4 comentarios

Etiquetas

1987, Adiós, Desafectos, El sueño ardiendo, Frío, invierno, Música, Nadadora

El frío me hace recordar que todo se truncó, que en esta ciudad siempre es invierno cuando no estás tú, que ya la primavera no entrará en la capital. Hoy me doy cuenta que cada abrazo que me dabas que cada beso recibido y dado no fueron para nada, que aquel 87 fue un año especial, que nuestro amor era sincero mientras duró, ese sueño ardiente nos mantuvo en un idilio que nunca creímos efímero. Hoy me doy cuenta que los labios partidos a besos nos dejaron con las bocas heridas de tanto hacerlo, y al principio, cuando encuentren otros labios escocerán los nuevos besos. Ahora que sé que te fuiste para no volver, me siento solo y sé que me olvidarás y encontrarás otros caminos y paseos que recorrer junto a otro que no seré yo, no te lo echo en cara, ni te lo reprocho, solo soy consciente hoy que eso pasará, tú no irás a buscarme ni yo te cogeré la mano, y tu brazo no se colgará de mi brazo, no nos perderemos por las calles de esta ciudad que hoy tan fría me parece, el invierno se prolongará indefinidamente y quizás tenga que migrar, todos los lugares me recuerdan las caminatas sin destino que ambos hacíamos, hoy soy consciente que nada volverá, tus pasos y mis pasos se podrán encontrar pero no irán uno al lado del otro más, lo probable es que se crucen con la cabeza baja, evitando mirar, yendo acompañados de otros que nada sabrán.

 

 

.    *Un año con sueños ardientes es especial para bien o para mal, Nadadora nos lo cuenta en estas canciones.

«1987»                     «El sueño ardiendo«

 

.     **NA: Publicado originalmente el de 4 de Febrero de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad levemente retocado.

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