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Archivos de etiqueta: Traición

Aromas y silencio

30 Viernes Ago 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 18 comentarios

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amor, aroma, cama, desamor, dormir, Infidelidad, Mª José Hernández, No voy a llorar, noche, olor, pensamientos, piel, Ruptura, Señales de humo, sexo, Traición

Ella estaba aún despierta cuando sonó la puerta. A él se le oía andar con sigilo, sin duda no quería molestarla ni despertarla, no era demasiado tarde, la madrugada aún no estaba muy avanzada, pero lo suficiente como para que estuviese dormida profundamente. Le sintió desnudarse en la habitación de al lado, e ir al baño que estaba fuera de su habitación, luego entrar en la alcoba y encender la luz del baño del dormitorio para tener luz y poder coger el pijama del armario, -con esa luz se puede ver sin molestar-. Ella no se mueve, no quiere que se dé cuenta de que está despierta,  que se desveló hace rato, pero no le apetece preguntar cómo le ha ido, ni saber dónde estuvo, quisiera de verdad estar dormida. Él, aunque con cuidado de no hacer ruido, se ha movido rápido por la casa y la estancia y ya estaba metido en la cama, había pasado como mucho cinco minutos desde su llegada. Sintió como su cuerpo hundió un poco el colchón, y quedó cerca de ella, de su nariz. Ella estaba girada para el lado donde dormía él.

No le llegó el olor a tabaco que esperaba desprendiera su piel, adherido en los bares de copas en los que habría estado con los amigos con los que dijo salir, y eso la entristeció más. Conocía perfectamente el olor de su piel, y le llegó nítido, pero matizado. Enseguida distinguió otro aroma mezclado con aquel que tan bien conocía, y no era el del jabón de haberse lavado la cara y las manos como le había sentido en el cuarto de baño, era otro diferente, demasiado a limpio para las horas que eran, y ni siquiera era el olor del gel matinal ya conocido. Su cabeza se volvió a llenar de dudas y reproches pensados que decirle, pero callados desde hace días. Es verdad que estaba un poco sorprendida, además de ese tufo a humo y tabaco que no le llegó, tampoco le llegó ese fino perfume que había podido vislumbrar en otros regresos, esta vez no. Esto le llevó a ponerle en el borde de los ojos unas lágrimas, y sintió apretar la mandíbula y la rabia se descontrolaba por su interior, le daban ganas de ponerse a golpearle, a decirle: -” cabrón, eres un cabrón”-. Sin duda ya había dado el paso, ese paso  que ella nunca pensó que llegaría, quizás tapándose y vendándose los ojos.

El perfume en una ropa es fácil de defender, es más, es una demencia acusar por ello, alguien muy perfumado a cualquiera nos deja su marca en nuestra ropa y eso no significa nada. Hay muchas mujeres y algunos hombres que utilizan fuertes fragancias que se van pegando a las prendas y si además ha habido algún contacto físico con ellas ya es inevitable llevártela puesta. Y ella no le acusó, no lo hizo nunca porque le parecía ser una paranoica, aunque internamente se reconcomía por ello. Sobre todo cuando desde hace tiempo, no era en su ropa si no en su piel donde atisbaba otros olores, otros que no eran los del hogar, y los celos afloraban de pensar que otra piel contactaba con la piel de él, la piel amada tanto tiempo, tan deseada, tan mimada por ella. Piel que sentía traicionera y huida a otros campos de placer.

Entre los dos a priori no había distanciamiento ni falta de sexo, ¿cómo él podía jugar al doble juego? Se sentía herida por ver que ya no era su amada, la única, que tantas veces él le dijo al oído ser, por eso su enfado se teñía de dolor. Qué ha pasado para que ya nada sea como fue, qué cansancio provocó ya en él. Y porqué de su cobardía, por qué no le dijo: “Ya no, ya no quiero que seas la única y por ello es mejor hablarlo y dejarlo estar, quiero no hacerte daño”. Sin embargo, aquí me trae a la cama el aroma de otro baño, del baño para limpiar la piel, para evitar que me llegue el aroma de esa otra que no es la mía ni la suya, que así aseada llega como si con ello pudiese librarse de la mala conciencia o esconder la felonía. Pensar en su piel con otra piel, me lo he imaginado siempre en encuentros breves, en cualquier lugar, en un aquí te pillo aquí te mato, quise engañarme y no pensar en hoteles y casas con subterfugios absurdos para no enfrentarme a la posibilidad verdadera e incluso me llegué a decir que eran fantasías mías y que no había nada de infidelidad en aquellos olores nuevos que le acompañaban. Pero un olor a “recién duchado” a estas horas de la noche, me dice que hubo cama, y que el olor a sexo o la culpabilidad o ambas cosas, era tan fuerte que no dudó que debía borrarlo antes del regreso.

En este tiempo corto, no hace mucho de ello, de que lo que intuyo creo que se confirma, empecé a dudar si aún le quiero, y más ahora, más en esta noche terrible, que sé que no fue fortuito su acto como inocente encuentro y abogado por el alcohol que le hizo perder la cabeza, y más lo entiendo como una vileza y no azar del tiempo, y sí premeditado, pues el cuerpo fue lavado para no dejar resto. Si perdonar este posible suceso en un tiempo me preguntaba, ya la pregunta es holgada, el amor se hizo trazas y la pena es la que manda. Me da rabia, claro que le quiero, y no entiendo por qué me ha hecho esto, me va a costar mucho desprenderme de él, de sus caricias, de sus besos, de su mirada cómplice, todo eso que me sigue dando y si no fuese por este olor, de ello yo seguiría participando. Pero no ya, ya sé y como sé no puedo seguir con ello. Cuando los recibido ahora sólo percibo frialdad, como algo falso dado, como un papel interpretado, sin sentimiento real, le veo cínico en cada movimiento, en cada gesto en cada caricia que rechazo y esquivo con leve desdén, pero que ya desde hoy se hará más elocuente, mañana lo acompañaré con verbo, con palabras de reproche seguramente, palabras que tapen las lágrimas y la ira por destruir lo que tenemos, lo que teníamos, lo que ya no será.

Él sigue a mi lado, y puede que sea la última vez.  Cuando hable y diga o quizás balbucee, porque no sé si las frases me saldrán directas o por el contrario no sepa por dónde empezar ni como decir lo que me ahoga y asfixia, hablarle de este aroma que me arranca las lágrimas, de esta noche que me confirma el duelo presentido, le pediré que explique o cuente y afronte como fue. Ya amanece.

 

–          Me quieres contar.

–          ¿El qué?

–          Lo que sucede.

–          . . . .

–          ¿No me dices nada?

–          . . . .

–          ¿Pero tío de qué vas?

–          De nada, ¿por?

–          Joder!! ¿cómo que de nada?

–          No te pillo.

–          ¿Cómo que no te pillo?, yo si te he pillado.

–          Empiezas a levantarme la voz y sabes que no me gusta.

–          No te he levantado la voz, y si la levanto, tengo más que motivos.

–          Eso es lo que no entiendo, qué motivos puedes tener.

–          Venga tío, lo sabes de sobra…

–          ¿Sé, el qué?

–

–

–          Sabes perfectamente que es lo que pasa. Lo que me flipa es esto, ésta compostura tan falsa sabiendo que ya lo sé, pero no, tú sigues a lo tuyo, negando la evidencia.

–          . . . .

 

 

.     * Mª José Hernández acompaña el relato con su música, y al igual que nuestra protagonista siente que él emprendió la huida.

“No voy a llorar“

Señales de humo (2011)

.     **NA: Publicado originalmente el 9 de Octubre de 2013.Hoy recibe una segunda oportunidad.

Destemplado cuerpo

22 Miércoles May 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 9 comentarios

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abrazar, abrazos, Adiós, amanecer, aroma, calor, casa, Christina Rosenvinge, destemplado, Frío, invernal, jersey, Lágrimas, llanto, Música, Nadie como tú, nostalgia, olor, Ruptura, Traición, Tu labio superior

Ya son muchas las mañanas en las que se repite ese estado anímico, desde aquella primera vez en la que lo sentí así. Cada mañana aparece el recuerdo de su calor, y la cama se hace fría. Las mañanas son gélidas sin un cuerpo que te temple. Ese cuerpo, que furtivo se escabulló de entre las sábanas, dejando un aroma que no se evapora en el aire, que ha quedado impregnado, no ya en las sábanas si no en todo el cuarto, las paredes no consiguen librarse de él. Y cada amanecer ese olor me arrebata los sentidos y caigo otra vez, en el no olvido, aunque lucho cada día por librarme de él y olvidar.

La casa, es pequeña pero se me hace gigante, de pasillos infinitos y estancias enormes. Y no quiero salir de la cama para no perderme por el piso en busca del ser que ya no está, en busca del que dijo sentirse desertor cuando propuso un adiós. Y giro el cuerpo y la cabeza y pongo la cara apretada contra la almohada. La nariz y la boca oprimidas por el peso, sienten la ausencia de aire que respirar y quisiera sentir esa asfixia hasta el final, pero no me atrevo a seguir. Y creo percibir su perfume aún en ella, como si no hubiese pasado ya mucho tiempo sin recibir su cabeza para darle descanso, como si en todo este tiempo ese cabezal no hubiese sido cambiado y lavado, aunque hubo tentaciones de no hacerlo para salvaguardar esa esencia que hoy se vuelve dañina al fantasear que aún está y se aspira. Me doy media vuelta y miro la pared, la silla, el armario. Quizás ahí dentro esté la solución momentánea a esta sensación de tristeza azul, de frescor de auroras invernales que dejan el cuerpo yerto, esperando entrar en calor con el abrazo del amado.

Allí tengo su jersey, ese jersey que le cogí para sentir los abrazos que ya casi no me daba e intuía que no me daría más, y que hace que me acurruque por aquí y por allá de vez en cuando, en los momentos que ya no puedo más con la soledad y la ausencia, los días en los que deambular por la casa que ya no pisará, y por la que paseo y paseo como si de un palacio se tratase, dando pasos y más pasos, recorriendo una y otra vez las mismas habitaciones y el mismo salón, una y otra vez, como si en algún momento fuese a encontrar a quién bien sé que no hallaré. Volvió con su familia, que es lo normal, – me repito-,  que supiese que no iba a prosperar no hace que me deje de odiar, por estúpida, por creer que lo podía cambiar. Y en esas ocasiones en las que me pongo el jersey y me abrazo para sentirle, y cierro los ojos, y su perfume, el que su cuerpo dejó en el tejido que aproximo a mi cara y rozo con suavidad, y son mi nariz y mi olfato los que quieren recuperar para mis adentros aquel resto de él tan leve y efímero y falso. Y acurrucada en un rincón, la angustia y las lágrimas caen y se deslizan lentamente por la mejilla para precipitarse sobre su jersey, ese que ahora le sustituye, y me rasga el alma. Y cada mañana tengo el deseo de sentir sus abrazos y hundir mi cabeza en su jersey y dejarme llevar al tiempo pretérito, al de las promesas, sabedores de la imposibilidad de cumplirlas pero aún así dichas y lanzadas y refrendadas con actos que las hiciesen creíbles y venideras en un futuro, que hoy ya no existe. Solo existe el frío de la soledad no querida, no buscada. Y la mañana se vuelve el peor momento del día y el deseo de acabar por siempre lo empaña todo, y cuesta levantarse sin esa necesidad del llanto, de la triste mueca frente al espejo, y bajo la ducha las lágrimas que me bañan un mañana sí y otro también. Y debería partir y cambiar y huir y empezar, y sé lo que tendría que hacer pero el cuerpo destemplado no ayuda a viajar.

Miro el armario, la distancia hasta la cama se me hace tan larga que me da miedo levantarme, y congelarme por el camino antes de encontrar allá adentro, la fibra que me traiga su calor. Quisiera despedirme de él, tirar su jersey y dejarle atrás, pero no puedo, me cuesta tanto que cuando lo intento me puede la imagen de los buenos ratos y los buenos tiempos, me olvido de la afrenta por la renuncia a seguir, a avanzar juntos. Olvido que la ausencia es para siempre, y su regreso al hogar del que me dijo que escapó para conmigo encontrarse está consumado. Con este frío interior, busco calor, y solo encuentro dentro de mí su abrazo, para hacerme creer que con ese recuerdo no me hielo. Y no añoro sus ojos, ni sus besos, ni sus palabras, sino sus brazos que abrigaban mi desasosiego, que me daban el cariño que hoy ya no siento. La nostalgia de los días anteriores al abandono, cuando no había traición ni engaño, me acomoda cada amanecer un estado de embriaguez, que me tumba y aplasta, que evita la posibilidad de iniciar el día con ánimo renovado de vida, y aunque ya ha pasado tiempo, es ayer siempre para mí y me deja destemplado el cuerpo.

 

 

 

 

.     *Las mañanas de Christina Rosenvinge se convierten en duros amaneceres por el recuerdo de una dolorosa ruptura, igual que la protagonista del texto, con ese frío que no se puede sacar de adentro.

“Nadie como tú“

.     **NA: Publicado originalmente el 17 de Agosto de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Viejos tiempos (8ª parte)

06 Sábado Abr 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 8 comentarios

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amigas, ¡Sigue!, deseo, dudas, El canto de la Sirena, estúpido, fantasear, Los Limones, Música, miedo, pareja, Presente, temor, Traición

Miedo. Esa es la palabra, miedo a seguir y miedo a no seguir. Él tiene miedo. Ella algo incómoda por tan largo silencio, se decide a hacer lo que no hace él, habla. La tiene algo desconcertada, al inicio no reparó demasiado en él, luego con su forma de estar se hizo la idea de que era un tipo algo excéntrico, que en el fondo pegaba con su amiga, bastante loca de joven. No era guapo, pero tenía atractivo. Musitó: “a otro bar”.

Él salió de su inopia, algo sorprendido, no creía lo que oía, sus sueños de hace un minuto se convertían en realidad, no esperaba que ella le insinuase largarse de allí, tal deslealtad con su amiga no entraba dentro de su imaginación, al menos que se concretase tan pronto.

¿Cómo? – Le contesta-.

Ella le sonríe, y le dice que era la pregunta de antes, cuando él les contesto de manera tan singular. Que la pregunta era, “que si cambiaban de bar”.

Él volvió a la realidad con la aclaración de ella, qué estúpido se sentía. Siempre fantaseando, siempre esperando que sin mover un dedo todo se le volviese propicio, sin arriesgar se mutase la suerte en su favor, que los cantos de sirena le condujesen y llevasen al puerto deseado y no al equivocado. Cómo se le pudo pasar por la cabeza, ni tan siquiera brevemente, esa idea. Pretender que ocurriese una escena de película.  << Chica conoce a chico, novio de su amiga, y el deseo y amor tórrido surgen de manera imparable y tienen que fugarse en el acto, sin importarles el dolor que van a generar en la otra persona, nexo común de ambos >>.  Estas cosas no pasan en la vida real, o no en la suya, siempre con vida anodina, según él. Inconformista con lo que tiene, nunca satisfecho con lo que hay en su existencia, aunque siempre acomodado a lo que le rodea sin ir a buscar lo que anhela, salvo excepciones, como cuando su sueño era su pareja y lo siguió hasta lograr alcanzarlo. En esos viejos tiempos, en los que su amiga no era compañera de viaje, esos viejos tiempos en los que él no pensaba que hubiese otros tiempos anteriores que un día se presentarían para ser también algo suyo, tiempos de los que recelar y sospechar.

Y vuelve su vista en busca de ella, hacia la puerta de los aseos, ha sido un acto instintivo, no sabe muy bien si esperando su regreso o por el contrario deseando que se alargue y dilate el tiempo, o incluso que se hubiese marchado porque hubiese adivinado su pensamiento y con razón, le dejase y se alejase de su lado para siempre por su felonía. Y le da un escalofrío, pensar en perderla le aterra, y se sorprende de este pensamiento tan contradictorio con el que lleva razonando las últimas horas. Aunque piensa si es razonamiento realmente lo que pasa por su mente, discurrir ordenando las ideas para llegar a una conclusión es razonar, pero él no consigue ordenar las ideas que le vienen y le van, descontroladas, chocando unas con otras, escapándosele del  ordenamiento que les intenta imponer, y claro mucho menos lograr una conclusión, una decisión. ¿La sigue queriendo? el amor no se puede desvanecer así como así, se dice.

Contesta que por él está bien el cambiar de lugar, la sondea. ¿Nos vamos ya?

Le mira intensamente, y le dice que falta ella. Para distender, y que parezca que era broma, él sonríe abiertamente, sabe que no tiene un sonrisa preciosa, pero siempre le dijeron que era bonita, con ella intenta que no parezca que estaba hablando en serio. Sabe del posible error que ha cometido, la cara de ella delata que está pensando si él es “un cara”, tirándole los “tejos” casi en presencia de su amiga. Se arrepiente ipso facto de su comentario poco afortunado. Está perdiendo el dominio de sus actos, dice lo que no debiera como si hubiese tomado una pócima para decir la verdad. Pero, ¿es esa la verdad? ¿No es un desvarío simplemente? La boca de ella entre abierta, con los labios levemente húmedos, se hace tan tentadora, acompañada con esa mirada, insistente, que lo escruta e intimida, pero a la vez le atrae como un imán. Está demente. No sabe a dónde va, no sabe a dónde le lleva este presente.

 

                                                                                             .

 

.     *El protagonista se siente desorientado y confuso, no sabe a dónde va como en la canción de Los Limones.

“El canto de la Sirena“

.     **NA: Publicado originalmente el 20 de Julio de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

                                                          …Continúa “Viejos tiempos (9ª parte)“

Traición

03 Lunes Dic 2018

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 4 comentarios

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A por ellos que son pocos y cobardes, Alaska y Dinarama, ¿Cómo pudiste hacerme esto a mí?, Desafectos, desamor, Deseo carnal, dolor, La Mataré, llanto, Loquillo, Música, Ruptura, Soledad, Solo, Traición

Solo. Solitario. Solamente en soledad, reconcomiéndose por dentro. Recordando lo que había visto, la traición. Los había visto juntos, al principio pensó que podía ser amistad, pero fue un pensamiento efímero, enseguida y sin buscarlo se encontró con una realidad que ahora le estaba consumiendo. Ese instante se repetía una y otra vez en su cabeza, esa mano que acariciaba el pelo, esa mano que surcaba con suavidad la cintura, esa mano que cogía la mano de ella, era como si le golpease directamente en el mentón, y grogui no pudiese pensar con claridad. Se resistía a llorar para no nublar la vista y poder ver con claridad y no distorsionar una visión tan dolorosa. Pero ese mareo que le producía el shock de recrear mentalmente el instante en que sus labios se acercaron y se rozaron levemente, ese vértigo le hacía no pensar con transparencia, todo se le movía alrededor. Estuvo días sin dormir bien desde el suceso, estuvo incómodo con ella, con la cabeza en otra parte, principalmente en una calle, aquella que para él era la calle de entrada al infierno, donde vio el encuentro. Ella no podía entender qué le pasaba, qué le preocupaba y se lo repetía muchas veces, si tenía problemas en el trabajo o si era otro motivo personal, y él esquivo, eludía dar explicaciones, achacaba su ensimismamiento y mal humor al entorno laboral que decía asfixiarle. Pero no pudo seguir más con ese juego de perro y gato, de mentira sobre mentira. Entonces se lo dijo, le dijo que lo sabía, conocía la deslealtad y que no entendía qué fue lo que la llevó a la infidelidad. No quiso escuchar las excusas de ella, salió en estampida y ahora pasados los días, la cabeza le sigue dando vueltas y solo piensa en arrancarla de su memoria y borrar aquella huella, sobre todo la marca dejada por aquel momento. Los celos cada día van en aumento, cuando ya deberían ir a menos. La felonía debería ir quedando amortiguada por el tiempo pasado, pero no remiten los odios levantados en su interior. Hace planes para deshacerse de ella, no físicamente, eso nunca, pero fantasea con pasar página encontrando otra persona que le alivie la cólera, que le traiga el sosiego perdido, una tranquilidad que llevaba en su vida cotidiana cuando creía que su existir estaba pautado hasta el final de los días. Él, que siempre huyó de los sobresaltos, se topó con lo inesperado, con lo insospechado, con la deserción sentimental por parte de la pareja que adivinaba como eterna. Y piensa en matarla virtualmente, eliminarla de su vida, dándole vueltas una vez y otra a cómo hacerlo. Ya procura no coincidir con amigos comunes que la traigan a su presencia no corpórea pero si emocional, hasta procura no ir a los lugares comunes en los que ambos estuvieron tantas veces y que no le traerían más que aflicción. Pero cuando queda solo, solitario, solamente en soledad, todo se transforma y se hunde y las lágrimas con las que lucha porque no broten, ganan la batalla y salen torrenciales como llanto de niño, con la mueca amplia en la cara, con el dolor desgarrador de la desilusión cuando ésta es inesperada. Solo piensa en suprimirla, y sacar y extirpar de dentro su recuerdo, el de los buenos tiempos y el desalentador, el de aquella tarde ya lejana, pero tan cercana cada día que arrebata el sentido, y en la locura transitoria pide que sea devorada y destruida por una mano divina para que él pueda descansar. Le surgen mil demonios que tiene que aplacar para no ser esa mano sentenciadora y justiciera que se convertiría en mano ensangrentada, de una fatalidad absurda que no va con su forma de ser, nada violenta y siempre pacífica, huidizo de la pelea y abogado de la palabra. Y con el silencio que le acompaña en los momento de soledad, en esos malos momentos, se rehace y piensa en seguir adelante e intentar salir del pozo en el que está sumido por un desafecto tan frustrante y dejar los pensamientos negros sobre la que hasta hace poco fue su amada, y que a partir de ahora por su deseo, el de ella y por su respeto, el de él, quedarán en nada, y aquella calle quedará olvidada.

 

 

 

.     *Hoy ponemos música algo políticamente incorrecta al relato de celos y deseos de destrucción inicial, con canciones de Loquillo y Alaska y Dinarama

“La Mataré”                                     “¿Cómo pudiste hacerme esto a mí?“

          

.     **Si padeces violencia de género, no dudes, llama al 016.

.  ***NA: Publicado originalmente el 9 de Abril de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Tristes notas de piano

06 Lunes May 2013

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

≈ 23 comentarios

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Ana Belén, Con las manos llenas, El hombre del piano, Música, Melancolía, Piano, Recuerdos, Solo, Traición, tristeza

Música de piano.

Solo estoy.

Quiero ver todo,

no veo nada.

El silencio atenaza.

 

El vaso vacío

nubla la vista enmarañada.

 

Mirada furtiva,

casi enmascarada.

Todos los recuerdos,

me anudan la garganta.

 

Mente traicionera,

me hiciste hoy una mala jugada.

Melancolía para este día,

tristeza para mañana.

 

 

    *Hay veces que la mente te traiciona y te recuerda la derrota constante a la que estás aferrado, como nos canta Ana Belén.

“El hombre del piano”

Ana_Belen-Con_Las_Manos_Llenas-Frontal

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