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desafectos

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Archivos de etiqueta: Marlango

Ahora

27 Viernes Mar 2020

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

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Ahora, amor, conocerse, El Porvenir, enamorarse, Marlango, Música, Yo sola

Nos gustamos hablando,

luego nos gustamos físicamente,

luego nos gustamos sexualmente,

luego nos empezamos a querer casi sin darnos cuenta,

luego nos empezamos a necesitar,

y ahora, ay ahora!!,

ahora no podemos vivir sin el otro…

 

 

 

.     *Yo sola no puedo, dice Marlango, como también nos dice el poema.

“Yo sola“

Gotas con sal

03 Martes Dic 2019

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

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Adiós, Fito Páez, Lágrimas, Marlango, Música, No sé si es Baires o Madrid, Pétalo de sal, Ruptura

En el mismo bar, en el mismo lugar,

donde hubo besos afrutados,

tus labios se hacen pétalos salados.

Me miras,

te miro,

pero ya no nos miramos igual,

me miras distante, alejada,

con una mirada ajada

por el deseo de huir.

Te miro triste

por el deseo que me impediste,

veo borrosas tus pupilas que dicen en la distancia ya no,

mis ojos miopes, tan lejanos

no ven ya los tuyos brillar,

los míos sí que lo hacen, gotas con sal.

 

 

 

.     *No es tan trágico como dice la canción de Fito Paez acompañado de Marlango, pero sin dramatismo sí que es cierto que con los años todo aquello se nos vuelve pétalos de sal…

“Pétalo de sal“

fito-paez-no-se-si-es-baires-o-madrid

.     ** Publicado originalmente 23 de Abril de 2014. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Carácter de mujer

19 Lunes Ago 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 32 comentarios

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amor, carácter, decisión, deseo, Educación, escote, Exquisita, familia, Hombres, individualidad, libertad, machismo, madre, Marlango, Música, miradas, mujer, padre, padres, sexismo, sexo, transparencia, Un día extraordinario, vestimenta

Tengo buen cuerpo, soy guapa y tengo carácter. Esto queda fatal decirlo de una misma, pero si no me lo digo yo quién me lo dirá. Bueno…, mis padres. Siempre o casi siempre para los padres, los hijos son lo mejor y ganan por goleada al resto de hijos. Aunque hay excepciones en las que los padres son monstruos que asustan  y empequeñecen, que no dejan desarrollarse como persona, que todas las decisiones son puestas en duda, son matizadas. Hay padres que con su autoritarismo no dejan que se sea libre de decidir, y si son hijas con más fuerza y decisión, padres que dicen: -“Qué van a pensar de ti, que van a pensar de nosotros”.

Que dicen: – “¡Qué educación van a creer que te he dado!”,

Que dicen: – “¡Dónde vas así vestida, pareces una puta!”.

Y entonces anulan a sus hijas, siempre o casi siempre a las hijas, no a los hijos, los hijos son otra cosa.

Hay padres que ensombrecen todo. Y cuando digo padres, digo padres y madres. La madre muchas veces es peor aún que el padre. La madre como mujer desaprueba los actos de las hijas, la madre por su educación poco liberal intenta inculcar esos mismo valores encorsetados y opresivos a las niñas, que se le muestran desvalidas y a merced de cualquier desaprensivo, e intentan salvarlas de su inconsciencia, de ellas mismas, de  ser mujer.

La misma madre que hace que el hijo no haga nada en casa es la que despotrica porque la hija toma ejemplo del hermano, y comienza el enfrentamiento entre ambas mujeres por el agravio comparativo. Y para salir el hermano tiene el beneplácito de la madre y la hija tiene mil obstáculos para el mismo fin. Y ante la disputa surge la figura pacificadora y arbitraria del padre que termina por asestar el rejón o estocada final para dar la razón a la madre. Y la hija se cerciora por completo del trato injusto y diferente por ser ella mujer y no hombre y por no tener los mismos beneficios que el hermano que campa a sus anchas por la casa y fuera de ella. Y el padre emerge como figura castigadora, auspiciada aún más por la madre, ungiéndole como padre talibán en el refuerzo y descargo de ella, de la madre.

“Talibán”, palabra muy de moda, pero no hay que irse en busca de otros vocablos en otras religiones u otras culturas para encontrar una palabra que conlleva un comportamiento similar a aquél que nos suena mejor por ser lejano y parecernos que nosotros no somos participes de ello, ese comportamiento que siempre hemos tenido muy cerca y que, quizás por ello, el significado pierde fuerza y se entiende y acepta como normal. Decir: “padre machista”, nos parece menos fuerte que lo otro, cuando es lo mismo. Coartar la libertad de la mujer, la esposa y la hija, como estado natural de existencia, como un ser inferior a él, que domina la casa y la sociedad por ser hombre.

La madre que muchas veces esconde su verdadero pensar, diciendo a la hija que si por ella fuera no sería así, que es mejor no llevar la contraria al padre, pero miente y hace que el odio de la hija sólo crezca hacia el padre y no hacia ambos, puesto que ve a la madre como víctima igual que ella, y aunque hay ocasiones en que esto es así, otras tantas es falso y simulado y la madre está más que de acuerdo con el padre, e incluso con mayor insistencia conmina al padre para que se muestre duro con la niña, que según su pensamiento se le descarría.

Por suerte no tuve esos padres, y mi forma de ser no obedece a una postura contestataria, sino a una certeza de que todos somos iguales, hombres y mujeres, y que estamos aquí para disfrutar y vivir lo más intensamente posible. La vida es corta y es una pena echarla a perder, no dar rienda suelta y aprovechar cada minuto es un delito, es un momento y un tiempo que no se recupera.

Por eso no tengo tapujos, y me gusta hacer lo que me gusta. Tomar mis decisiones con sus aciertos y sus errores. A veces puedo parecer frívola, pero los que me conocen bien, cierto que no son muchos, saben que no lo soy, que debajo de mis vaqueros ajustados, de mis vestidos y mis tacones, de mi máscara de ojos y mis labios pintados, hay mucho más. Que detrás de mis manos perfectas con uñas esmaltadas, hay unas manos fuertes capaces del trabajo manual, del golpe en la cara y de la caricia más sensual. Que me apetezca salir arreglada y bien pintada según la ocasión, no quiere decir que sea tonta, que me miren con recelo ellas y con descaro ellos, no me incomoda. Yo decido en cada momento cómo y cuándo quiero. Y si voy muy escotada y alguno se fija en ello, lo decidí al salir, y es lógico que sus ojos no puedan evitar mirar lo que muestro y dejo a la imaginación, que eso es lo peor para ellos, con eso los tendrás rendidos e hipnotizados. En algunos casos sus miradas son ordinarias y burdas, pero no en todos los casos.

No soy del tipo de mujeres que se pone escote y luego va todo el rato recolocándolo para evitar enseñar lo que ya en casa es evidente que iba a estar al albur de los demás, o esas otras mujeres que se ponen blusas transparentes y después van por la calle o el metro molestas  con las miradas de hombres o mujeres e intentan tapar algo con los brazos esa visión, y ven impúdicas esas miradas y ese interés con descaro de ellos por cierta parte de su cuerpo, como si aquella blusa que deja ver su ropa interior no fuese invitadora a los ojos y miradas de los demás. Tampoco soy de esas mujeres que me pongo minifalda de infarto y luego todo el tiempo pierdo la compostura y elegancia tirando de ella hacia abajo, en esos caso es mejor optar por no ponerla, es mejor una falta corta pero que no se mueva de sus sitio esas que trepan por el cuerpo son incomodas y horrorosas, la dejan a una en una situación ridícula de movimientos y aspavientos de recato cuando vas con una prenda que se da de bofetadas con el recato.

No siempre el mirar de una transparencia o un escote o la falda corta es algo baboso, a veces, muchas veces, es de admiración y placer contemplativo, sobre todo si lo mostrado es mostrado a propósito, y siempre que no sea un mirar agresivo ni irrespetuoso o insidioso, a mí me halaga, para eso lo llevo, incluso si al pasar por el lado de un hombre yo arreglada hasta el tuétano no me mirase pensaría que algo va mal. Si una mujer empezando la madurez no hace girarse a un hombre, o al menos, hace que este mire recatadamente mi presencia, me tendría que replantear si ya entré en ese mundo del estar sin ser vista como un fantasma en un castillo que sólo es presentida por los animales que acompañan a los habitantes de la casa.

La vida está llena de escotes por los que asomarse y unos dejan huella y marcan, y otros solo deleitan la vista, no es lo que se ve si no lo que uno compone dentro de sí mismo para vestir ese escote con nuestra percepción y nuestros sentimientos, y hay hombres que ponen mucho sentimiento en ese mirar y recrearse, y a mí me gusta cuando veo que se hace sin chabacanería, sin ser zafio, con estilo. Hay hombres que saben mirar. Sí que es cierto que la mayoría no, se desbordan en grosería cuando lo que se luce deja ver o intuir o levemente descubrir ciertos encantos, es ahí donde se sabe si un hombre merece la pena, el que observa con delicadeza sin abrumar ni agobiar, el que mira con el deseo contenido y que se lleva tu imagen con él, el que sabes que más que mirar entra en trance, porque no ve solo una parte de carne, ve más allá, ve lo que le gustaría hacerte, ve lo suave que sería estar y entrar en contacto con la piel que ve, y eso se lo veo en la cara, sé diferenciar al tipo que te violaría y al que te trataría con todo el cuidado del mundo, aquél que se preocuparía primero de darte placer, porque él disfruta viendo cómo consigue darte ese goce para luego desbocarse y tocar el cielo juntos, o un poquito después, para asegurase de que tú has llegado plenamente. Veo sus manos, para mí son importantes, y sé si serán delicadas en el roce y el trato, aunque reconozco que algunas veces me confundí y no atisbé, no supe ver a primera vista lo fenomenal que podía ser un amante hasta haber sentido sus dedos buscar donde a muchos ni se les ocurriría, y seducirme con sus besos y con esas manos deleitosas, tanto que solo con ellas, como si de un instrumento musical se tratase han sabido sacar toda la música y gemido contenido en mí.

No tengo pareja, de momento no encontré nadie con el que quiera compartir mi día a día, pero es mi decisión, estoy a gusto en mi situación, solitaria, que no sola. Quizás algunas de mis conocidas hablen a mis espaldas, de mi forma de ser, de mi elección libertaria, de sexo cuando quiero y con quién me gusta. Ellas quizás como esas madres sexistas no lo entiendan, y me vean como una “puta” por hacer lo que a los hombres se les tiene en pleitesía, o quizás es envidia por mi osadía que ellas nunca tuvieron, no ya ahora que encontraron pareja “definitiva” y es más lógica su fidelidad, sino antes cuando a locas se salía en busca de diversión y nunca se atrevieron a llevarla al sexo.

Puede que haya gente  que piense que en la vejez me encontraré sola y me acordaré de los años de locura en los que algunos me ofrecieron la estabilidad emocional que ellos decían ver que necesitaba, pero vivo el aquí y el ahora, no quiero pensar en ser una anciana venerable con su venerable maridito anciano, quizás no llegue a esa edad en la que perdonamos todas las cosas a la gente solo por ser viejos, aunque hayan sido lo peor de lo peor, la peor calaña habida en el mundo. No sé si llegaré a ese momento vital, probablemente sí, pero hasta entonces quiero vivir cada instante plenamente y si un día me enamoro hasta los huesos bienvenido sea, no nos engañemos, cuando eso llega no hay quién lo pare sin sucumbir a la infelicidad en el intento. Y si no llega nadie, seguiré viviendo.

 

 

 

 

.     *La Protagonista del relato no pierde su rumbo como en la canción de Marlango. Se siente exquisita.

“Exquisita“

Marlango - un día extraordinario

.     **NA: Publicado originalmente el 26 de Julio de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Adiós silente

12 Viernes Abr 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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Adiós, Bar, daño, dolor, Enfado, Malas temporadas, Marlango, Música, observar, Ruptura, silencio, tristeza, Vete, voyeur

Desde mi mesa en el bar, observaba a aquella pareja que parecía algo distante, bueno mejor dicho muy distante. Las caras muy largas denotaban el enfado, no estaban en su mejor día, era evidente. No se miraban, los ojos de ella con la vista perdida en lontananza, yendo tras la vidriera que daba a la calle, en busca de transeúntes que la llevasen lejos de allí. Él con la vista en la mesa, jugueteando con el vaso, (que estaba) lleno de cerveza, solo le había proferido un pequeño sorbo nada más traerla, ya hacía al menos 10 minutos.- Se le va a calentar- pensé. Desde que llegaron no habían cruzado casi palabra, salvo un inicial reproche de ella  nada más sentarse, en cuanto el camarero desapreció de su lado a por las bebidas que habían pedido. Ella, pelirroja, con melena abundante recogido en una coleta, y con esa belleza algo dura de las mujeres con ese color de pelo, tenía pecas, no demasiadas, las justas para darle un toque singular a su rostro. Ni muchas ni pocas, se diría que se eligió la cantidad justa para no afear la cara y sí para hacerla más atractiva, uno mirándola, desearía contarle esos lunares de un marrón suave, que se ven algo más por estar sobre una tez lechosa, pero que por efecto del sol, había tintado en un tono algo bronceado, no mucho, pues este tipo de pieles si se pasan con el sol, se enrojece demasiado y no toma ese color tostado. Me pareció reconocer en esa muchacha en su paso veloz cerca de mí a una actriz, y quizás eso es lo que me hizo interesarme en ellos, a él no lo reconocía. Después, ya el interés no era por ser una persona con posible fama, no era actriz de primera fila, pero sí de carrera incipiente y posiblemente podría destacar en el futuro. Como digo, no fue ese el objeto de mí interés, fue más el intentar descubrir cuál era el motivo de esa desavenencia, porqué estaban con ese enfado, qué se traslucía en sus rostros y sus gestos. El cuerpo nos dice mucho de nuestro estado anímico, y en este caso era un libro abierto, sus cuerpos aún estando cerca mostraban una predisposición al alejamiento, un alejamiento que deseaban. Cosa que me llamó la atención más si cabe: Porqué seguir allí si no querían estar allí. Los ojos no se miraban frente a frente, la vista huidiza delataba que mirarse era reprocharse, enfrentarse con los ojos del otro podría hacer que tuviesen que hablarse y quizás si hablaban, podrían decirse palabras hirientes, quizás ese fuese el motivo esencial de no mirarse, no hacerse más daño. Él intentó un leve acercamiento verbal, dijo algo inaudible para mí, no estaba próximo a ellos, por una parte esto me beneficiaba para poder observar sin ser descubierto pero por otro lado me daba rabia, pues no podía escuchar nada de lo dicho. Me gusta escuchar y elucubrar sobre lo que veo que me rodea y me llama la atención, por eso lo que sucede cerca o no tan cerca, me genera expectación, igualmente voy paseando por las calles y una ventana abierta con las cortinas descorridas atrae por completo mi necesidad de mirar y espiar lo hallado allí, me intereso por la decoración, por cómo viven los que habitan el lugar, imagino cómo será la estancia completa, pues solo vislumbro una muy pequeña parte de ella. Cualquiera podría decir que soy un cotilla y si bien no es exacto, sí que  en el sentido visual mi actitud se podría definir así, aunque en mi caso me atrevería a decir que en su sentido más suave y menos malicioso del término, diría que es más en sentido de voyeur, pues es búsqueda visual y no de saber para utilizarlo como información en beneficio propio o de daño de los otros.

En este caso como no había tenido una visión anterior de la posible discusión, o un gesto o una voz más alta que otra en la que hubiese podido intuir de dónde venía ese enojo, era más intrigante saber de dónde procedía la riña. Ella giró su cabeza, tras las palabras de él, espetándole algo y volviendo a mirar por el ventanal. Se la veía realmente enfadada. Él cogió aire e hizo un gesto de malestar, girando su cuerpo hacia un lado, dio un trago largo de la cerveza. Ella no había probado su bebida de refresco, quizás el nudo que tenía en la garganta no le dejaba tragar, quizás la angustia de la situación le hacía no tener ganas de nada, ni de beber, ni de conversar. Pero sí que se le notaba una ira contenida, un chispazo en sus ojos, dejaba ver que podría llorar si se dejase llevar, seguramente en otro lugar, sin público, seguro que ya estaría soltando lágrimas. Intentaba imaginar qué dolor le había infligido él, qué se habría derrumbado entre los dos. Sin duda era una gran decepción para ella, más que para él, o al menos él no parecía sufrirlo tanto, no parecía tan afectado. En la cara de ella había preguntas sin respuesta. Allí seguían sin hablarse, en tenso silencio, con muchas conversaciones alrededor de ellos, con muchos ruidos que para ellos quedaban en segundo plano, como banda sonora, a un inminente adiós. Desde mi mesa era partícipe de su tristeza, sobre todo la de ella. No sé porqué pero la entendía y a la vez la compadecía, era una situación incómoda para la pareja, e incluso lo estaba siendo para mí. A él le veía como verdugo e inspirador de esta situación, ella parecía preguntarle, aún sin mirarle, sin dirigirle la palabra; qué quería de ella, dónde habían quedado esos días por los que por ella vivía, qué hacía allí aún. Porqué destruyó el amor que le dio con ilusión. Porqué no se marchaba ya, y dejaba de regodearse del dolor que le estaba produciendo. En completo silencio, parecía estar gritándole ¡Vete!.

 

 

.     *El silencio muchas veces dice más que las palabras. Desde la distancia ese silencio nos habla a los que observamos, como en el relato, que nos muestra el final y el adiós de una relación, un silencio que parece estar diciendo márcharte, vete, igual que en la versión que hace Marlango de esta canción para la banda sonora de Malas Temporadas.

“Vete“

.     **NA: Publicado originalmente el 25 de Julio de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Beso, verdad o atrevimiento

05 Miércoles Dic 2018

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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atrevimiento, Besos, Bocas prestadas, caricias, descubrimientos, infancia, juego sexual, juegos, labios, lengua, Marlango, Música, Recuerdos, sexualidad, tacto, Un día extraordinario, verdad

En mi infancia de precoz sexualidad, fueron los primeros juegos de descubrimiento. Juegos sexuales de besos, tactos y verdades reales o medio inventadas, y si no inventadas, encubiertas o falseadas. Allá, arriba de mi calle, cuesta empinada, que como desde almena de un castillo veía el resto de la calle y de mi casa allí abajo a un paso. Bajo la luz de las farolas, amarilla y cálida, en aquella acera de cemento y piedra, pegados a la pared para refugiarnos del frío, en tardes y noches invernales de calles desiertas, que se convertían en cómplices de estos rituales, de diversiones menos infantiles que las acostumbradas por la edad que me tocaba. Yo, el más pequeño de todos, participaba como principiante y descubridor de secretos guardados bajo ropajes. Volvía tarde a casa con la bronca consecuente por parte de la madre, preocupada por la hora de regreso para un infante tan pequeño, más de una vez tuvieron que subir mis hermanos en mi busca, pero quién iba pensar en la vuelta con tales juegos. Primeros besos o morreos que se decían, con lenguas que se enlazaban húmedas, primeros contactos de esa parte que siempre había sido utilizada para otros menesteres menos sexuales y más gastronómicos. Por primera vez se progresaba de los besos, en un inicio en las mejillas ruborizadas, para después avanzar por el rostro y ser más osados, acercándonos a los labios que se convertían en el paradigma del placer, en la tierra prometida, pero que tras sentir ese calor de los labios del otro, que se hacía efímero, ya estábamos pensando en más. Y más vendría después, cuando ya no se hablaba de besos, de unir y juntar los labios, ya era un paso más, era dejar que la lengua pasase al otro lado de nuestros dientes en busca del interior de aquella boca que se nos ofrecía tímida, a veces primero teniendo que rozar con nuestra lengua los otros labios para que nos dejasen pasar, y ese breve roce de la lengua con el labio ya era una maravilla nueva, ya era algo mucho mejor que el paraíso anterior de labios unidos, y luego sentir la viscosidad de otra carne, otra lengua que se enredaba, y era algo rápido, muy veloz, con vergüenza por hacer algo nuevo y prohibido o mal visto, y no realizado antes, y que pocas veces será repetido en un futuro cercano. Y tímidos nos mostrábamos todos y todas, que éramos novatos en estas lides. Y más yo, el benjamín del grupo, que no levantaba dos palmos del suelo.

Después, llegaría el atrevimiento, en el que por primera vez se tocarían unos pechos, unas veces incipientes, pues estaban empezando a salir y crecer y que pronto necesitarían de sujetadores, y otras, ya bien formados de mujer recién estrenada, primero sobre la ropa, después, más lanzados aún, bajo la vestimenta.  Y se palparían los primero vellos púbicos, mucho antes que fuese yo quien lo tuviese. Aquellas caricias de carnes suaves y pezones que se encrespaban al roce, eran delirios pacatos, y en el avanzar de la mano, el dulce tacto de la piel de la tripa tan tersa y aterciopelada, no se olvida.

Dentro del juego, la verdad importaba menos, era la elección menos elegida, solo se buscaba ella cuando entre los participantes, el que podía decidir no quería el trato más sexual con el otro, o por el contrario, cuando deseaba saber del otro algo que les conciliase a otros lugares, a otros momentos y este era ese instante en el que poder cerciorarse si el deseo de uno era compartido por el otro más allá de lo inmediato, como si esta confesión fuera la llave para algo más, lejos de allí, sin los otros. Y todos estos actos eran tan livianos y raudos que realmente casi no nos deleitábamos en ese momento que se nos hacía fugaz, si no después en la casa, con el recuerdo agigantado de lo sucedido y vivido, de las nuevas sensaciones aprendidas y aprehendidas con avidez de la novedad que queremos guardar bajo la almohada para que nunca se nos olviden, primeros recuerdos de aromas de sexualidad y deseo.

Aquellos juegos son recuerdos también de los primero desafectos, doliente afecto por aquellas chicas, algunas con mote, qué duros somos en la infancia con las etiquetas y apelativos. En esa época quedé ya marcado por el desafecto, no era el primero, ese me vino aún más pequeño. Las gemelas fueron mis primeros iconos sexuales, los primeros pechos vistos y tocados con libidinosa lujuria y no como mero tacto furtivo, en ese momento eran todas tan mayores que nunca me engañé a mí mismo, con destinos fingidos, sabiendo que lo de aquellos días eran bocas prestadas. Y ellos y ellas, mayores que yo, me descubrieron estos deleites de la vida demasiado pronto. Y pasó después mucho tiempo para que volviera por esos caminos, pero desde entonces solo queda eso, buscar. “Beso, verdad y atrevimiento”.

 

 

 

.     *Marlango nos prestan sus bocas, para poner música al recuerdo de aquellas bocas que nos fueron prestadas para los primeros besos y descubrimientos sexuales en la infancia.

“Bocas prestadas“

.     **NA: Publicado originalmente el 19 de Junio de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Seguir soñando

22 Viernes Jun 2012

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

≈ 8 comentarios

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Lo que sueñas vuela, Marlango, Música, Melancolía, Recuerdos, Soñar, Un día extraordinario, volar

Miro melancólico

lo que fue,

dos meses de frenesí,

que de pronto

rompí.

Impaciente espero

el regreso

para compartir.

 

Todo se precipitó

a la nada,

odiada nada.

 

Miro las estrellas,

y pienso si fue

un sueño.

Si lo fue,

quiero seguir durmiendo,

o soñar despierto

para volar con tu recuerdo.

 

*Marlango nos dice que lo que se sueña vuela, por eso en el poema queremos seguir soñando para que se haga de nuevo lo que pasó.

“Lo que sueñas vuela”

Sin ti

20 Miércoles Jun 2012

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

≈ 8 comentarios

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amor, angustia, ausencia, corazón, Despedida, dolor, grito, Liberación, llanto, lluvia, Marlango, Música, partida, regreso, Un día extraordinario, Un día sin ti

Angustiado

por la despedida,

en la  intemperie,

estoy llorando,

o es lluvia.

Laceran mi rostro puñales

de dolor por tu partida.

¿Porqué no llorar?

Si es liberación.

Quizás me acostumbre

al encierro prolongado.

 

Abstraído por el

olvido,

surge que oigo

algo,

algo lejano.

Lluvia árida

que rompe

singular encuentro,

noticia lejana

de alguien que dice

que ama.

Lloro por que la noticia

no es para mí.

 

Solo en el andén sigo esperando

ese tren

que traiga tu cuerpo.

Te veo en todas,

pero no eres ninguna.

Solo llanto al creer verte,

surge de mi alma,

llanto de angustia,

angustia desenfrenada.

Esa despedida

que alumbra toda mi vida,

porque quisiera

nunca hubiese habido tal despedida.

Espero el regreso

de aquel amor

que fundió mi corazón,

y que hoy por ti

grita: Dónde estás sin mí.

 

 

.     *Marlango nos cuenta lo penoso que será estar un día sin él, al igual que la penosa angustia que siente el protagonista del poema.

“Un día sin ti“

La vida está llena de afectos y desafectos.

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