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desafectos

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Archivos de etiqueta: locura

La fiebre de tu veneno

15 Viernes May 2020

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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Bebe, Fiebre, locura, Música, Muchachito bombo infierno, Ojala no te hubiera conocido, Tu silencio, Veneno

Tu veneno me trae la fiebre, me la trae a la cama, empapo las sábanas, me hace hablar en voz alta, delirar, recordar que me abandonaste sin empezar, intoxicado por ti desde entonces me digo ojalá no te hubiese conocido. Tu silencio me clava una vez más tu presencia en mi cabeza, tu negativa a seguir conmigo, la renuncia a una vida juntos, me lacera. El instinto de supervivencia me dice que debo olvidar pero la soledad todo lo altera, tu veneno me trae la fiebre y el llanto. Busco refugio las horas que te recuerdo, y no lo encuentro, el aislamiento en el que quiero estar para no ver ni recordar no me surte efecto, vuelves y vuelves y no puedo más en esta habitación que se me torna claustrofóbica, donde la humedad de mi cuerpo lo cubre todo, el aire viciado se convierte en ponzoña que me arrastra hasta los infiernos de la locura, desvarío enajenado por lo acontecido, por no superar tu marcha, por pensar que fui el culpable, y ese mutismo tuyo me destruye, no soy persona, soy despojos, soy muñeco, soy trapo, mi mente engendra fantasías de regresos y retornos y reapariciones, que nunca llegan, que me lastiman mil veces, quiero olvidar y no puedo, quiero sentir algo que no sea dolor y no consigo descansar, la fiebre de tu veneno en mi cabeza está.

 

 

 

.    *Muchachito bombo infierno y Bebe nos ayudan con su música a entender este veneno que se nos inocula silenciosamente y nos lleva al borde del abismo.

“Ojala no te hubiera conocido nunca”             “Tu silencio”

              

 

.     **NA: Publicado originalmente el 29 de Enero de 2012. Hoy recibe una nueva oportunidad.

Hiere y arruina, la palabra

15 Miércoles Abr 2020

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 34 comentarios

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Al fin sola al fin loca, Christina Rosenvinge, desafecto, desamor, desencuentro, Enfado, Flores raras, loca, locura, Música, palabras, Ruptura, Sola

¿Puede una palabra arruinarlo todo? ¿Una frase puede arruinar un pasado común y un futuro posible que ya no será? ¿Puede un momento de ofuscación desbaratar lo común? ¿Puede deshacerse el lazo por una palabra que resulta ofensiva y dolorosa? ¿Puede para alguien doler tanto un vocablo, a priori inocuo y sólo descriptivo sobre un acto para el que lo verbaliza? Puede.

La voz no ahogada, a veces ahoga. Lo dicho como defensa o purga en un enredo o discusión o enfado, pero sin intención de ser arma arrojadiza se transforma en dardo o daga que hiere y saja. La palabra que no parecía en exceso grave se convierte para el otro en un exceso y hace yaga incurable y comienza su desangre a borbotones, licuando el amor hasta ese momento habido por ser insoportable e inasumible el insulto que ha sentido recibir. Y duele más ese sonido expelido por el amante que un bofetón, mucho más, duele como si lo más grave hubiese sido dicho, como si lo más deshonroso hubiese sido puesto en boca del amado, que ya no puede entenderse como tal; y el –perdón- y la disculpa no bastan cuando el puñal en forma de palabra ha entrado tan hondo que corta la respiración.

Nunca se sabe bien del todo con que carga emocional está lleno el vocabulario que guarda y atesora cada uno; las palabras son palabras pero cada uno las hincha y moldea con unos matices que las transforman y dan vigores e importancias no compartidos y no comunes. No hablo de palabras gruesas y cargadas de acritud que por sí solas denotan insulto y humillación o agravio y ofensa entendidas por todos por igual. Hablo de palabras menos agresivas o al menos dichas sin el ánimo de provocación y más como descripción ante el acto imprudente. Pero lo escuchado en un momento crítico puede cegar el entendimiento de tal manera que ante lo oído se rompa todo y no quede nada. Una palabra, seguida de una corta frase desliza el final de manera abrupta.

– Loca. Estás loca.

Y seguido, como una exhalación surge la respuesta tajante de ruptura, y el silencio, largo silencio, denso silencio, tenso silencio por horas. Después, los días compartidos en los que continúa el silencio y el trato formal de los que cohabitan pero cargado de duelo, con deseo de fin y olvido. Insostenible lo cotidiano en una atmósfera colmada de ultraje que si se alarga se emponzoña más, caldo perfecto para el rencor cuando ya nada queda para ella, salvo un adiós con miradas huidizas.

Como siempre hizo con sus decisiones no hubo cambio de opinión, no reculó, no dio un paso atrás después de la reflexión y el pensamiento en frío. No aceptó la disculpa ni apartó su enfado, se dejó llevar hasta el final por lo que entendía como dolorosa afrenta. La rabia y el dolor tensan el rostro y la mirada queda brillante, apartando los restos del naufragio para evitar la posible salvación.

Uno se pregunta qué fantasmas recorrieron sus estancias, qué miedos cargaron la palabra que la hizo tan pesada, que vivencias afloraron con esa palabra temida y odiada, qué pasado hubo cercano o lejano que infirió a ese estado como lo peor con lo que a uno se le puede designar, o si hubo sangre de su sangre o sangre cercana realmente marcada por ese adjetivo común que deja de serlo para convertirse en un epíteto tan ominoso que lleva a un acto, ahora sin duda, cargado de cierta locura, de pérdida de la razón, un acto visceral, nada meditado que acaba con todo.

 

.

.

.     *Quizá sin saberlo su destino era arruinar lo común para terminar al fin sola, al fin loca, como canta Christina Rosenvinge.

“Al fin sola, al fin loca“

Christina Rosenvinge - flores raras

.     ** Publicado originalmente 23 de Octubre de 2015. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Suave amarillo pastel (o una locura veraniega)

24 Martes Mar 2020

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 17 comentarios

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ascensor, Buena Suerte, calor, casualidad, ciudad, deseo, encuentro animal, escalera, lectura, locura, Los Limones, Música, paseo, Persecución, placer, sexo, Sube la marea, Te voy siguiendo, Verano

Hacía mucho calor. Uno de esos días tórridos de verano. Iba leyendo por la calle cuando al alzar por un momento la vista del libro me topé con aquella visión. No sé si fue el calor o ese contoneo suyo al andar, o esa falda amarilla ajustadísima que no dejaba ninguna duda de que su trasero era perfecto, y que las curvas de sus caderas y su cintura que lo enmarcaban eran un tobogán por el que deslizarse que daba vértigo y por eso imposible no sentirse atraído y desear caer por él, lo que hizo que ya no me pudiese concentrar en la lectura, miraba el libro, las páginas, los enunciados, las letra, pero ya no asimilaba el sentido de lo escrito. No pude evitar mirar, incluso mirar con descaro, no me importó que la gente con la que me cruzaba, -nos cruzábamos ambos-, viese que miraba su culo. No pude evitar seguir andando detrás de ella a cierta distancia para tener una buena visión, acomodé mi paso a su paso, y me dispuse a deleitarme con sus andares, un bamboleo suave y etéreo, hasta el momento en que nuestros caminos se tuviesen que separar. Rezaba porque el trayecto coincidente fuese largo. Iba hipnotizado, como si un péndulo se moviese delante de mí haciéndome estar en trance, desposeyéndome del  control de mis actos. Cómo explicar aquello, cómo explicar esa cadencia en el andar, ese movimiento parsimonioso y lento, sutil y vaporoso. Una diosa se me mostraba delante de mí. Varias manzanas pude deleitarme con ese caramelo que iba saboreando mentalmente, hasta que ella giró inesperadamente, cambiando la dirección en la que nos dirigíamos ambos. Esto hacía que fuese a perderla de vista, mi diversión acababa pronto, sólo habían sido tres o cuatro minutos, los que había ido tras ese amarillo suave, nada chillón, nada estrambótico en su tonalidad. Un amarillo pastel que lucía elegante con la blusa blanca en la parte alta, bien ceñida dentro de aquella falda, rematada esa unión de ambas prendas por un cinturón blanco acharolado que iba a juego con los zapatos de tacón alto, pero no exagerado, permitiéndole andar con porte elegante, sin esos andares dubitativos y feos de las que se mueven con calzados difíciles de acomodar en un paso firme y seguro. Yo seguía con el libro abierto como si leyese, pero ya no leía, era una simple pose, una manera de parecer que iba lentamente en un paseo distraído, emulando otras ocasiones en las que sí era cierto ese transitar por las calles.

Andaba a pocos metros de ella, y ese cambio de rumbo me iba a dejar huérfano de esa visión tan exuberante, ya la estaba perdiendo de vista antes de poder ver ni siquiera su rostro, que aún no me había parado a pensar cómo sería, puesto que había sido demasiado corto el espacio de tiempo de la visión como para comenzar a elucubrar sobre su posible belleza, eso siempre viene más tarde. El cabello pelirrojo en media melena, dejaba las puertas abiertas a que pudiese ser una guapa mujer, pero también podría no serlo. Ya me había pasado muchas veces que al ir detrás de una mujer que prometía belleza por su figura y su peinado, -indistinto el color de pelo-, al sobrepasarla, un leve giro por mi parte para alimentar mi “voyeurismo” me llevaba a la decepción de ver que sus facciones no acompañaban grácilmente al resto del cuerpo. Al llegar a la bocacalle por la que ella viró, sin pensarlo yo también lo hice, ella seguía diez o doce pasos por delante, respiré con alivio al ver que no entraba en ningún portal. Me dije a mi mismo que estaba un poco tarado, ese no era mi camino, esa dirección se alejaba de mi destino. Además, qué conseguía con ir detrás de una mujer desconocida, a qué juego estaba jugando, a qué había sido debido ese impulso absurdo de seguir persiguiendo “un culo”.

En el cruce con la siguiente calle el semáforo estaba en rojo para los peatones, ella se había detenido allí, y yo no tuve otra alternativa que aproximarme y quedarme cerca de ella a un lado pero un paso por detrás. Seguía con mi libro abierto, dando ese aire distraído que me convenía. En la breve espera ella miró hacia mi lado y me vio, intuí que algo le había interesado o al menos llamado la atención en mí dirección puesto que volteo de nuevo la cabeza instintivamente antes de terminar de mirar al frente. Yo a ella por fin le vi el rostro, por el que ya sí que me empezaba a preguntar cómo sería. No era de una belleza arrolladora, de esas mujeres que incluso asustan a los hombres por sentirlas inalcanzables, pero era guapa o mejor dicho tenía mucho atractivo, diría que era poseedora de ese halo que tienen algunas mujeres que las hacen irresistibles aun no teniendo las facciones más refinadas o sutiles que suelen gustar más. Iba maquillada tenuemente.

El semáforo dio vía libre a los peatones, comenzó su marcha y tras ella, dos viandantes más, yo también lo hice aunque lo demoré un poco haciéndome el despistado para poder avanzar como hasta el momento, a cierta distancia.

Tenía unas bonitas piernas, tensas y duras a cada paso. El muslo era amplio, no con la delgadez casi enfermiza que no me gusta, pero tampoco llegando a esas piernas próximas a la obesidad que hacen que una minifalda deje en mal lugar a quién la porta por no saber elegir el atuendo para su cuerpo. El exceso de volumen no me desagrada ni me es negativo para apreciar la belleza de una mujer, pero para lucirlo hay que elegir las prendas más adecuadas para atraer y no por el contrario que surja el rechazo por parecernos una imagen esperpéntica. Sus gemelos eran perfectos, y tanto ellos como los muslos y cómo no, sus glúteos, quedaban realzados, sin duda, por ese tacón de siete centímetros que calculé desde la distancia. Aunque íbamos despacio, yo andaba bastante acalorado, no sé si era ese calor bochornoso del día o los nervios de la boba situación que estaba protagonizando. El caso es que había comenzado a tener bastante sed, sentía la boca seca, y me fastidió pensar que si pudiese besar a aquella mujer no sería un beso fresco y de líquida humedad, y sí en cambio de fluido pastoso.

En mi afán de que no se notase demasiado que iba tras ella, en el escaparate de una óptica me detuve a mirar unos modelos de gafas de sol. Cuando me quise dar cuenta la distancia había aumentado mucho, ella aun no yendo más deprisa que antes se había alejado demasiado, me dispuse a acelerar el paso, pero desistí, me di cuenta que no tenía ningún sentido lo que estaba haciendo. Solo me quedaba aprovechar en la distancia los últimos momentos de aquel iluso deseo visual antes de volver a enfilar el camino más recto hacia mi casa, no me quedaba otra que seguir por esa calle hasta el siguiente cruce  abandonado,  cuando ella volvió la cabeza un poco, con un movimiento lento para ver quién iba a su espalda. Este mismo movimiento lo repitió varias veces en un corto espacio de tiempo. Supongo que al no verme pensó que ya había desparecido de la calle, y para cerciorarse por completo giró del todo la cabeza, perdiendo todo el disimulo. Yo ya miraba con descaro en la lejanía que me permitía no parecer que el objeto de mi mirada era ella, llevaba el libro semi-cerrado portándolo en la mano con el brazo caído a un lado de mí cuerpo, utilizando mi dedo índice como marca-páginas para continuar la lectura en algún momento cuando la distracción desaparecida me lo permitiese, cuando ya aquella vista quedase lejana o perdida si llegaba a su destino.

Al percibir que ella oteaba tras su espalda e inferir que me buscaba con la vista, un mayor calor me recorrió por todo el cuerpo, a la vez que me hizo esbozar una pequeña sonrisa de satisfacción para mis adentros. Esto ya era mucho para mí, ya iba a estar contento el resto del camino a casa con esa satisfacción de saber que le has interesado a una mujer desconocida, este suceso iba a alimentar mi ego durante unas cuantas horas, quién sabe si incluso esa satisfacción la llevase hasta las últimas consecuencias en soledad. Tras verme, ella aminoró el paso. Lo noté puesto que yo no había acelerado el mío y en pocos metros ya me estaba aproximando. Ella giro de nuevo su cabeza, yo ya no podía remolonear más y no tenía otra alternativa que seguir andando al ritmo que iba y no ralentizar mí marcha, si lo hubiese hecho habría podido asustarla pareciendo que la perseguía; algo que no era del todo falso. Cuando me hallaba a unos tres o cuatro metros de alcanzarla, ella estaba pasando por delante de un portal, y aprovechando que una persona salía de allí, se detuvo de pronto y antes que se cerrase la puerta, la sujetó y se quedó con ella abierta y en el momento de llegar yo a su altura, a la vez que me miraba oí su voz que decía: ¿Entras?

De nuevo, me dejé llevar instintivamente, y no dudé un segundo. De forma natural franqueé la puerta, que ella sostenía para permitirme el paso, como si aquel fuese mi destino, como si fuese la entrada de mi propio portal o de un lugar habitual para mí.

Todo sucedió muy rápido. Yo avancé por aquel “hall” hasta situarme frente al ascensor, y seguidamente pulsé el botón de llamada. Me giré esperando su llegada. No sabía dónde debería ir, no sabía a qué piso subir. Temí que ella hubiese desaparecido. Pero no, allí estaba avanzando hacía mi posición. Llegó a mi lado justo cuando se abrieron las puertas del ascensor, yo le cedí el paso caballeroso, aunque realmente fue un gesto movido por el miedo de que ella no entrase, de que se arrepintiese y aprovechase ese momento para huir de una situación un tanto rara. Sentía como si el corazón se me fuese a salir por la garganta. No podía creerme lo que estaba pasando.  Al entrar y casi sin darse tiempo de cerrarse las puertas nos miramos y ella me dijo; -¿Y ahora qué?-.

– Subamos a tu casa -, le dije.

Ella contestó que no vivía allí. Me quedé sorprendido, pero entendí que si era esto locura, subirse a un extraño a su casa sería mayor aún. No sé de donde saqué el valor, pero di un paso al frente y le besé. Ella acepto mis labios y me ofreció los suyos. Pese a mi sed y mi boca seca por los nervios, no fue un mal beso como temí durante el paseo, cuando imaginaba un beso que nunca pensé que sucedería. Enseguida nuestras bocas se mostraron bien jugosas. El edificio tenía doce plantas, pulsé el botón de la novena, como podría haber pulsado cualquier otro. Ascendimos hasta esa planta, y al llegar le cogí de la mano, y nos dirigimos hacia las escaleras. Abrimos la puerta que separa y protege las viviendas del tiro de escalera en caso de incendio, salimos a esa zona y volvimos a cerrar la puerta. Si todas estaban cerradas como esta, tendríamos intimidad suficiente para no ser sorprendidos allí. Subimos un tramo de escalera y nos quedamos entre dos plantas, nos quedamos un momento escuchando para ver si todo estaba en silencio. Así lo era. Nos miramos y nos sonreímos con complicidad. Nos volvimos a besar, yo esta vez no pude evitar bajar mis manos por su espalda y acariciar y apretar ese culo que me había atraído como un imán hasta ese lugar. Deslicé su falda hacia arriba, para poder tocar sus nalgas libres de tela, sin nada que impidiese sentir su piel. Ella se dejó hacer. Me desasí de ella y me senté en la escalera, le hice que subiese unos peldaños quedando yo por debajo de su cintura entre sus piernas. Lo que veía desde ahí me gustaba, la falda toda subida y ajustada a sus caderas dejaban a mí vista sus muslos pétreos que admiré a distancia, y su tanga de encaje qué deslicé enseguida hacia abajo, dejándome ver su pubis pelirrojo recortado. Besé el interior de sus muslos y enseguida sentí como se tensaba su cuerpo, fui subiendo en dirección a su sexo, y con mi nariz roce su vello y levemente su vulva. Hasta allí podía olerse su perfume, pareciera que también lo hubiese perfumado. Separé mi rosto unos centímetros de aquel tentador lugar. Chupé mi pulgar, y lo deslice suavemente por sus labios internos, volví a humedecerlo con mi saliva y continué, enseguida noté que no necesitaría hacerlo más, ya su humedad se abría camino y al introducir un poco más mi dedo sentí mojarse bien todo él.  Aproveché su lubricante natural para deslizar mi dedo con suavidad e introduciéndolo más hondo sutilmente, presioné levemente y subí por esa carnosidad bien mojada en busca del clítoris, que rápido encontré para presionarlo y masajearlo, con fuerza y delicadeza a la vez. Cuando noté que todo allí empezaba a desbocarse; su respiración cada vez más acelerada me lo indicaba, a la vez que su lubricidad aumentaba escurriendo por mi pulgar hasta la mano, y ella agarraba con mayor presión mí cabeza. Me levante, y le di la vuelta para sentir su culo apoyarse en mi sexo que seguía guardado dentro del pantalón. Ella se apretó hacía atrás. Mi mano derecha buscó su coño, está vez con la yema del dedo corazón busqué sus labios que seguían bien mojados, y tras deslizarlo arriba y abajo varias veces lentamente, lo introduje muy hondo hasta sentir que la palma de la mano y el resto de dedos hacían tope. Moví mi dedo allí dentro masajeando todo el interior a la vez que por momentos deslizaba la mano hacia arriba para que la parte del dedo que se une a la palma, rozara y apretara el clítoris con cierta dureza. Después introduje un segundo dedo y después un tercero. Ella ya no aguantó mucho más. Se dejó ir, hasta que sujetó mi mano para que no siguiese, ya se estaba corriendo y no soportaba que la tocase más, cerrando y apretando las piernas medio encogidas y un poco flexionadas, con mi mano aún allí para qué parase, pero  que con travesura, yo aún movía de vez en cuando y veía como ella sufría a cada leve movimiento un espasmo a la vez que sus labios decían muy suavemente y casi sin aliento; -“quieetooo”-.  Los jadeos habían resonado por el hueco de la escalera y su fuerte respiración aun lo hacía.

Mientras la mantenía aún entre mis brazos, con un abrazo que la envolvía, y mis labios posados en su cuello, ella recuperaba el resuello, a la vez que buscaba con su mano mi entrepierna, palpando lo abultado que estaba, la solté para poder desabrocharme el pantalón  y así poder sentir su mano en mi miembro que ya no aguantaba más aquel encierro. Posé mi pene y mis testículos en aquella piel blanca que recubría su perfecto culo, piel suave que aún me excitó más.  Ella acaricio mi escroto y agarró mi pene empezando a masturbarlo. En mi posición sería difícil poder penetrarla, por lo que como en una danza, la hice girar, a la vez que yo acompañaba ese movimiento, haciéndola subir un peldaño y así yo quedaba lo suficientemente bajo para poder obrar con mayor facilidad. Tan excitado estaba que no pensaba con claridad sólo actuaba, sólo me dejaba llevar por el deseo y las ganas de correrme, sentía los testículo a reventar y la sangre circulaba por unas venas que ya no soportaban más presión en aquel lugar. Me dispuse a introducirme en ella, cuando me dijo; -ponte algo- Maldita sea, pensé.

-No tengo nada, no llevo preservativos-, le dije. A la vez que notaba que mi pene por ese revés iba a desinflarse en breve.

Pero visto y no visto, ella, medio agachada como estaba esperando mi embestida, alargó la mano a su bolso posado en el suelo y sacó un condón y me lo dio. Lo cogí, no era mi marca preferida, pero rápido sin perder un segundo lo abrí y me lo puse, antes de que la flacidez empezase a evidenciarse. Ella seguía inclinada, apoyándose en la barandilla de la escalera, lo que hacía que la redondez de su figura se me mostrase en todo su esplendor. Un blanco inmaculado el de su piel. Deslice mi mano desde detrás hasta su vulva buscando el camino de su clítoris para masajeárselo a la vez que introducía mi verga suavemente. Ya no estaba tan dura, pero lo suficiente para entrar sin demasiados problemas. Ella gimió, esta vez el sonido se propago por la escalera en un tono más elevado, en las siguientes embestidas ella comenzó a gritar con fuertes alaridos que podían atraer la atención de los vecinos y ponernos en un aprieto, y no pude por menos que poner mi mano libre sobre su boca, al menos conseguí amortiguar algo esos gritos de placer, dejé de masajear su coño, se hacía difícil hacerlo todo a la vez, y aunque no conseguí un gran ritmo, por la fogosidad acumulada enseguida noté que me correría, y así fue, no duré casi nada, entre los nervios y la excitación fue un abrir y cerrar de ojos, pero intenso. Sin desinflarme rápido aguanté lo suficiente para continuar. Por suerte ella también estaba incontenible y poquísimo después terminó, diría que casi simultáneamente. Nos quedamos así un rato, yo abrazándole con todo mi cuerpo, rodeándole con todo mi ser,  y ella dejándose abrazar, con el tiempo detenido, recobrando el aliento, como acurrucados, como si nada importase en el mundo, unos instantes de serenidad, de paz. Tan a gusto que pareciese que siempre habíamos estado juntos, compartiendo esta intimidad. Ella se desembarazó de mí, se giró y me beso, un beso suave en los labios, y después un beso prolongado con su lengua paseándose por toda mi boca. Me miró sería, fijamente y apretó los labios hacia adentro con ese gesto que da un aire de pensamiento y duda. Suspiró. Yo le miraba a los ojos, era la primera vez que era consciente del color de sus ojos. Un bello color verde. Sería ese color de ojos con su pelo cobrizo lo que le daba ese toque especial, un atractivo superior, que el conjunto de sus facciones no daban a primera vista como una mujer bella. Yo no hablaba, no sabía que decir, seguro que si hablaba rompería el hechizo en el que estaba sumido. Al final fue ella la que dijo; -¿Nos vamos?-. Yo asentí, no sabía si pedirle el teléfono, si decirle si le acompañaba. Ahora me entraban las dudas y los miedos que antes, con el no pensar y la osadía y el arrojo o la inconsciencia y el instinto sexual, no se produjeron o al menos se mantuvieron al margen, quizás porque la adrenalina y la testosterona obnubilan y ciegan el pensamiento racional y nos hacen actuar sin reflexionar.

Bajamos en el ascensor, casi en silencio. Yo musite; -ha estado bien esta locura, ¿no?-. Ella sonrió, y dijo; – muy bien-. Aunque lacónica, me pareció sincera su respuesta.

Me disponía a decir si nos podríamos ver de nuevo, cuando ella se me adelantó; -bueno, quizás nos encontremos otra vez, este camino lo suelo recorrer-. Era lo más parecido a una cita de esas que surgen en bares de copas, cita sin cita, como evitando el compromiso serio pero dando pie a emplazarse allí, tipo; -“yo suelo venir por el local, ya nos veremos”–,  y tú vas el fin de semana siguiente como si hubieses quedado, pero allí no aparece la persona esperada, y sientes la noche arruinarse por toda la ilusión que habías puesto en ella, y en muchas ocasiones no vuelves a verla nunca, por más que repites noches y noches con la esperanza como bandera. Por eso sabía que a veces esa frase era sincera, pero las más de las veces, esa misma frase es la manera de escabullirse. Aquellas palabras de ella eran algo similar, una posibilidad lejana dejada en el aire; -si nos vemos quizás podamos repetir-. Pero a la vez era un; -adiós, hasta nunca-. Y seguidamente me dijo que preferiría que nos despidiésemos aquí, que le diese cinco minutos y que después saliese yo. Sólo adiviné a decir; -Ok-.Me dio un beso en los labios, que me pareció dulcísimo, y salió del portal. Me quedé allí, primero mirando como salía por esa puerta, deleitándome de nuevo con su figura, su elegante contoneo seguía hipnotizándome, cuando desapareció de mi vista me quedé con la mirada perdida entre los buzones dándole vueltas a lo sucedido, viendo los titulares de esos cajetines me di cuenta que no nos habíamos dicho los nombres ni siquiera. Un encuentro de lo más animal. Salí de allí a los cinco minutos y ni rastro de ella, ni una pista de por donde habría emprendido el camino.

Cada día hago el mismo camino de regreso a casa tras el trabajo aunque supone no hacer el recorrido más corto, es más, supone dar un rodeo absurdo. Al pasó por aquel portal me estremezco, lo transito con gran devoción como si fuese un santuario. No he vuelto a verla. Me digo que quizás ella haya cambiado de casa, y ya no viva por aquella zona o que su horario de rutina diaria se haya visto afectada por cualquier motivo, todo ello por no querer pensar que el motivo de que no aparezca es por mí, que  lo que ha hecho es cambiar su camino para evitarme. Ese pensamiento me corroe, eso significa claramente que prefiere no toparse conmigo, prefiere que no haya ningún contacto ni siquiera casual, ¿tan mal lo hice, tan mal lo pasó?, mi ego de machito se resiente con este pensamiento. O quizás está avergonzada por lo sucedido y no sabría cómo actuar si nos encontrásemos. Dentro de mi estupidez eso reconforta más. Aunque no sé de qué me sorprendo, en mi afán de soltería, yo he actuado de la misma manera alguna vez, he estado con una mujer y luego, si te he visto no me acuerdo, poniendo todos los medios para ese olvido. Pero ni siquiera esto hace que no me sienta como un gilipollas, herido, abandonado, como utilizado y rechazado. No puedo decir que la amo, o que estoy enamorado, sería necio por mi parte, pero hay un deseo atroz por encontrarme con ella otra vez que se ha convertido en una obsesión, la tengo metida en la cabeza todo el día y toda la noche, no dejo de tenerla en mis pensamientos y en mis sueños, sueños tintados en un suave amarillo pastel, que claro, son bastante húmedos. Supongo que por haber sido algo diferente, fuera de lo normal, lo tengo idealizado y quisiera repetirlo como fuese, pero tendré que superarlo, tendré que pasar página, tendré que olvidarla, quizás deba empezar desde hoy mismo, hay tantos tonos ahí afuera, quizás deba comenzar a perseguir otros colores, quizás la suerte me vuelva a sonreír.

 

 

 

.     *Los Limones nos prestan la música de su persecución obsesiva de un poético admirador secreto, para esta otra persecución del relato, más carnal; algo increíble, fantasiosa, obsesiva y cínica.

“Te voy siguiendo“

Los Limones - sube la marea

 

.     ** Publicado originalmente 24 de Julio de 2014. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Doloroso rumor

25 Jueves Abr 2019

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

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dolor, enfermo, grito, La noche eterna-Los días no vividos, locura, Love of lesbian, Música, Ruido, rumor, runrún, susurro, voces, Wio

Un rumor corre por la calleja,

dice que me deja.

Un murmullo por la alameda,

me avisa, que no se queda.

Un susurro por las plazas,

declara que me da calabazas.

Un zumbido a mi costado,

asevera, nunca más estará a tu lado.

Un runrún cercano,

afirma que me quiere lejano.

Un son con sordina,

señala que me abomina.

Un sonido estridente,

propone que no soy su referente.

Un ruido ominoso,

sostiene que le soy doloroso.

La voz de una garganta,

ora que ya no me aguanta.

 

Bataholas y hablillas

llegan a mi inconsciente este amanecer,

deseo huir para no enloquecer.

Interferencias distorsionan la realidad,

me hacen dudar si no serán verdad.

 

Oigo un grito interno,

si marcha, enfermo!!.

 

 

.     *Love of lesbian nos dejan su canción sobre voces y ruidos distorsionados que enloquecen, como el poema que también nos trae un rumor de voces y ruidos dolorosos y enfermizos.

“Wio“

.     **NA: Publicado originalmente el 1 de Agosto de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Soliloquio

31 Miércoles Ene 2018

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 14 comentarios

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A por ellos que son pocos y cobardes, Cadillac solitario, cordura, loco, locura, Loquillo, luz, Música, mirada, ojos, olor, Recuerdos, Soliloquios

Soliloquios de locura

espejismos de cordura

sensatez divina

que nadie adivina

suspiros de la psique

que se ahoga y no respira

la voz no se oye

los ojos no aman

todo se vuelve negro

cuando tú faltas

Huelo tu mirada

veo tu voz

oigo tu olor

saboreo tu suavidad

toco tu sabor

te siento en todo

Todo se mezcla al

recordarte

me estremezco solo con

nombrarte

todo en mi mente

se vuelve delirio

por tenerte

Ese olor

te trajo ante mí

Esa voz

te invocó ante mí

Esa luz

creí eras tú

loco de mí

Tú ya no volverás

a mí

Pero mi mente

me traicionará

una vez más

 

 

.     *Loquillo nos pone música al poema, desde su famoso Cadillac, recordando también a otra chica que nunca volverá.

“Cadillac solitario“

.     **NA: Publicado originalmente el 30 de Marzo de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Sintiendo la locura

30 Miércoles Nov 2016

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

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#MiércolesDePoesía, amor, Jarabe de Palo, locura, Música, Poesía, Te miro y tiemblo

Sintiendo la locura

que me aborda

en cada esquina,

súbita granada

que golpea,

precisa,

ahogado en

la idea de tener,

tenerte, cerca,

susurrante.

.

Desquiciado en

otra esquina,

maldita esquina.

¿Qué te guardas

en la sombra?

Sombra aniquilante,

acechante al desprevenido.

.

¿Qué augurios

de silencio traes?

Resquemor de lo que

Llegará.

.

Intrínseco paso.

¿Qué yugo me espera

tras la esquina?

Recuerdos pasivos

que me atrapan

por el miedo

contenido.

.

¿Qué traiciones

me esperan

en aquella esquina?

Sin duda

Tú eres mi

mayor esquina.

.

Tú, de quien me rehago

mil visiones,

por quien lloro por dentro,

dudando de tu amor sincero

por falta de palabras de afecto.

Tú, que te guardas tus sentimientos,

para no hacerte daño.

Tú, que me matas por esos silencios,

que rasgan mi corazón,

que laceran todo mi ser.

Por ti siento no sé qué,

O sí lo sé, y me da miedo

decir Te quiero.

 

 

*Jarabe de Palo y Antonio Carmona ponen música a este poema que como la canción aún venera…

“Te miro y tiemblo“

 

.     **NA: Publicado originalmente el 11 de Febrero de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad, sumándome a los #MiércolesDePoesía.

Locura de dulces labios

10 Lunes Oct 2016

Posted by albertodieguez in Música, Reflexiones, Relato

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Besos, cartas, Dulces labios, El canto del loco, locura, Música, Peter Pan, Un millón de cicatrices

Llegó con sus amigos y sus pantalones rotos, raídos, a la moda en ese momento, bueno más bien a la moda de algunos atrevidos, llamaron la atención en ese pequeño pueblo, habían llegado a pasar el fin de semana, mejor dicho a pasar la noche del sábado. Primero visitaron a la abuela que hizo un comentario al respecto de los pantalones, y después marcharon al mini-salón de actos del pueblo donde se celebraba el baile por las fiestas patronales, el lugar era algo desangelado, patético y decadente como todo el pueblo, formaban un grupo de cuatro que rápidamente tomaron la barra, llegaron con ganas de juerga y baile, no había demasiada gente, la noche no prometía ser memorable pero el alcohol fue nublándolo todo, no sabe muy bien cómo fue pero se vio charlando con una muchacha, él tenía veinte años aunque no los aparentaba, su cara de niño quizás fue lo que atrajo a la chica, ella le dijo que tenía dieciocho, tiempo después supo que le mintió, eran algunos menos, la noche avanzó y pasado el tiempo se encontró fuera del local con ella, besándose apasionadamente, tenía unos dulces labios y besaba como los ángeles, él confuso y aturdido por el alcohol no se creía lo que estaba pasando, momentos antes la vio con alguien que creyó eran sus padres y ella ahora no parecía esconderse de nadie, algo raro si estuviese en lo cierto en su primer pensamiento, y estuvieron mucho tiempo abrazados, mirándose, besándose y mimándose primero en el local y después en la noche fría, noche de invierno, a la intemperie, sin lugar donde seguir su mutuo asedio, y llegó la despedida, teléfonos cambiados y direcciones donde escribir. Eran de ciudades distintas, no muy lejanas, pero no cercanas como para una proximidad habitual y entre ambos comenzó una relación epistolar. Solo se volvieron a ver una vez, ella en un hospital operada de apendicitis y él visitándola, fue la segunda vez que consiguió saborear sus dulces labios, húmedos y deliciosos, con suaves besos, lentos y sosegados, tranquilos y graduales, cada vez más intensos y tórridos, con el ardor y bochorno recorriendo todo el cuerpo, rememoraban aquella primera vez que se besaron tan delicadamente, con tanta pausa y calma como esta vez, allí con aire fresco en esta ocasión con tanto calor de hospital, pero el tiempo de visita se acabó y esa boca ya sólo sería recuerdo y evocación, sobre todo evocación que es ese estado en el que no ya nos acordamos de lo que fue, sino que lo traemos hasta nuestro lado como fantasma para recrearnos de esas sensaciones e incluso sentir que las revivimos, que esos labios vuelven a rozar los nuestros que aquella boca se junta a nuestra boca y las manos acarician el rostro y tocan y agarran la cintura, y nos sentimos seguros y no queremos zafarnos de esa presión y sentimos la respiración del otro junto a nuestro cuello. Esa reminiscencia del pasado le mantuvo durante mucho tiempo ido, sus cartas eran delirantes de amor y ensueño y emoción, y ella cada vez espaciaba más sus respuestas y todo se fue diluyendo con la distancia y el imposible encuentro, él siguió escribiendo y cada vez parecía más hundido y deprimido, y las cartas se mojaban con lágrimas de estremecimiento, ella a lo lejos siguió siendo su consuelo y alivio, era en quién volcar todas sus tristezas y desamparos y desalientos de su vida, y tras un periodo de silencio sin escribir lo hizo con más nostalgia y ahogo y pesadumbre que nunca, y esta vez tan mal lo debió ver ella que le contestó que si necesitaba ayuda. Entonces él se dio cuenta que era injusto cargar en ella toda esa aflicción y amargura y tomando conciencia que si la quería no podía fustigarla con sus congojas, quiso quitarle ese peso y la liberó de esas penas que no eran las suyas, las de ella sino de él y su cabeza trastornada y todo se perdió en la nada, ya no hubo donde escribir, donde arrojar todo su dolor y se sintió huérfano y solo, tremendamente solo y tan falto de ilusión que decidió dejar de vivir, tenía tantas cicatrices en su interior que sólo quería descansar y conseguir la paz.

 

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.     *La locura nos llega de recrearnos en el dolor y el recuerdo y nos vamos llenando de cicatrices internas difíciles de cerrar, hoy nos lo cuenta El canto del loco.

“Un millón de cicatrices”                     “Peter Pan“

 

.     **NA: Publicado originalmente el 8 de Febrero de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

El accidente

28 Lunes Sep 2015

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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Accidente, cerebro, daño cerebral, Ictus, locura, Música, Supersubmarina, Trastorno mental, Trastornos oculares, Tráfico

En el blog “el bic naranja”, su autor Fernando Vicente, los viernes propone un ejercicio de creatividad, mostrando un vídeo o una foto para que cada uno desarrolle y cuente la historia que le sugiera ese elemento; catalizador y detonante. Esta vez su propuesta fue diferente y en vez de una provocación visual fue textual. Traigo aquí mi aportación que hice empujado por lo que proponía, llevándolo al extremo.

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El accidente.

Todo cambió en aquel accidente de tráfico, aunque quizás pudo ser un año antes cuando tuvo el ictus que durante un tiempo le dejó temporalmente con negligencia hemisférica. Sintió que la vida se le truncaba y ponía muy cuesta arriba en ese momento, luchó por superarlo y superarse de aquel revés, fue duro para él y para los de su alrededor, sobre todo en esos momento en los que tuvo brotes del síndrome de Charles Bonnety, en los que parecía haber perdido la cabeza con sus visiones, angustiando a todos los que le querían. Por suerte aquello fue remitiendo, y aunque tuvo durante un tiempo visión ciega no viendo todos los objetos que estaban a su vista, poco a poco fue recuperando todo el campo de visión, y así empezó a dejar de sentirse un inválido tan joven, poco había pasado desde sus cuarenta. A los ocho meses del infarto cerebral ya casi estaba recuperado del todo y con ánimo para volver a trabajar, necesitaba salir de ese encierro rutinario del enfermo sin demasiado horizonte. El médico le dijo que podía volver a conducir por la mejoría de su vista, y esto fue otro empujón hacía la normalidad.

Volvía a ser octubre un año después y por fin regresaba a su puesto de trabajo, el siempre odiado trabajo se convertía en una bendición. Con pareja, tras un tiempo de oscurantismo anímico tras su divorcio y un año negro por la enfermedad parecía que la vida se le mostraba desde cero, una oportunidad nueva para la felicidad.

Tres días disfrutando la euforia, y al cuarto, volvía el desastre. Fue visto y no visto. El impacto brutal dejó el coche para desguace, el vehículo que lo embistió a gran velocidad se saltó el semáforo justo en el fatídico momento en el que él pasaba por ese cruce. De ese instante realmente no recuerda nada, sabe lo que le contaron, que tuvieron que sacarle los bomberos al quedar atrapado dentro del coche y cómo los presentes pensaban que estaría muerto; había mucha sangre y él estaba entre un amasijo de metal y plástico. Los creyentes hablarían de un milagro, los que creen en el destino pensarían que no le había llegado su hora, y otros, que simplemente tuvo buena suerte.

Cuando recuperó la conciencia varios días después en el hospital, estaba bastante sedado por los múltiples traumatismos resultantes de la colisión; Los órganos internos no sufrieron daños preocupantes, y a nivel sicomotriz no tenía problemas con sus extremidades, al menos no había quedado paralítico; aunque no le permitían moverse por las costillas rotas y por las cervicales que sí habían sufrido con el impacto y un collarín las inmovilizaba. Las primeras horas al despertar, algo desorientado sufría de akinetopsia, al principio no lo percibió pero al momento que entró una enfermera y se dirigió hacia él pensó que algo andaba mal, la veía desplazarse como fotograma a fotograma, además veía el mobiliario de su entorno como encogido, mucho más pequeño de lo que debería ser, le vino a la mente Alicia. Él no sabía que estaba sufriendo micropsia. Las pruebas oculares que le habían realizado habían dado como resultado que el ojo debería ver con normalidad, pero no estaban seguros de que el cerebro no hubiese sufrido daños irreversibles, con la recuperación de la conciencia podrían empezar a evaluar si esos daños que en las pruebas diagnósticas se perfilaban como posibles se hacían realidad y mostraban su cara más amarga. Esos primeros problemas visuales fueron desapareciendo a los pocos días, los médicos en ese momento pensaron que quizás fuera como una especie de reajuste, como cuando una máquina ha sido desconectada y necesita unos minutos para volver a sincronizar los diferentes periféricos. Esos mismos días en algunos test visuales detectaron que tenía problemas para interpretar objetos de su entorno, los veía pero no podía saber que eran, como si fuese la primera vez que lo veía o se le hubiese borrado la palabra para designarlo; pronto se dieron cuenta que el problema no era visual, los ojos ya trabajaban correctamente pero era el cerebro el que no interpretaba lo visualizado el diagnostico no podía ser otro, estaba padeciendo agnosia visual, y aunque había mejorado y superado otros problemas visuales, eran pesimistas ante este diagnóstico que constataba el mal presagio de que el cerebro había quedado dañado.

Fue tomando conciencia de lo sucedido según le fueron contando el accidente. Durante su estancia en el hospital no dejó ni un día de maldecir su mala suerte en la vida, se lamentaba de su destino, llegando a pensar hasta en la superstición del mal de ojo; -¿Quién me quiere mal? ¿Quién me ha echado el cenizo?

Tardó cinco largos meses en salir del hospital, el estado físico había tenido una recuperación relativamente rápida, pero la parte neurológica llevó más tiempo, hasta que los doctores decidieron permitirle la salida del hospital y que acudiese periódicamente a las consultas. Ahora hace vida casi normal en la residencia en la que está internado desde que por el síndrome de Capgras se hizo insostenible la convivencia con él por los brotes tan continuados. No se fía de nadie, piensa que todos lo quieren engañar y que suplantan a sus familiares para conseguir su fin, piensa que todo el mundo le quiere joder la vida; – ¿Qué he hecho yo para que la gente me quiera mal? Hoy cumple cuarenta y ocho años, hoy otra vez no entenderá porqué algunos extraños vienen a verlo con su chica y una tarta.

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.     *El protagonista termina moviéndose entre lo visionario y la realidad… como nos canta Supersubmarina.

“Supersubmarina“

Supersubmarina - Supersubmarina Ep

.

****NA: Vicente en su propuesta nos decía:

La semana pasada leí este artículo sobre trastornos visuales que me hizo pensar acerca de lo mucho que dependemos de que nuestros ojos no nos engañen. Y se me ocurrió que tal vez podríais escribir historias relacionadas con alguno de estos trastornos:

negligencia hemisférica: incapacidad para ver nada lo que sucede en la mitad izquierda de tu campo de visión.

síndrome de Charles Bonnet: los que lo sufren, ciegos o personas con visión mermada, experimentan alucinaciones visuales que les hacen “ver” con todo detalle imágenes lógicas (gente, lugares…) o totalmente disparatadas.

visión ciega: el cerebro no es capaz de interpretar parte de las imágenes que los ojos le transmiten por lo que el paciente no ve algunos objetos de su campo visual. Sin embargo, si debe esquivar esos mismos objetos, el cerebro los “verá” y ordenará al cuerpo que los sortee.

akinetopsia o incapacidad para ver el movimiento: las personas que la sufren perciben el movimiento como una sucesión de imágenes fijas.

micropsia: percepción de lo que te rodea como más pequeño de lo que en realidad es.

agnosia visual: la persona es incapaz de reconocer o comprender estímulos visuales. Puede ver con normalidad,  pero es incapaz de interpretar25 lo que está viendo.

síndrome de Capgras o de los dobles: quien lo padece es incapaz de asociar el rostro de un ser querido con dicha persona y lo considera un impostor.

Reconozco que esta semana os lo he puesto difícil, pero, si lo pensáis, un protagonista con alguno de estos trastornos os dará mucho juego.

.

** Como puse al inicio, yo lo llevé al extremo y mi personaje sufrió todo, y no sólo uno de los trastornos.

Blanco tintado de rojo

24 Viernes Jul 2015

Posted by albertodieguez in Música, Microrrelato

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amante, corazón, despecho, El espíritu del vino, Héroes del Silencio, Improvisación, La sirena varada, locura, Música, mujer, sangre

En el blog “el bic naranja”, su autor Fernando Vicente, los viernes propone un ejercicio de creatividad, mostrando un vídeo o una foto para que cada uno desarrolle y cuente la historia que le sugiera ese elemento; catalizador y detonante. Me traigo aquí mi aportación que hice allí a vuela pluma, sobre la foto de abajo de la que él decía:

-En cuanto vi esta fotografía de Josephine Cardin, no pude resistirme a traerla aquí. La técnica usada, la ambientación, el color, la postura de la modelo, todo me lleva a imaginar una historia gótica. ¿Qué se te ocurre a ti?

Corazón en la mano- Josephine Cardin

Blanco tintado de rojo

¿Le arranqué el corazón o me lo arranqué yo? No sé de quién era aquello que estaba en mi mano y que manchaba mi blanco vestido. Ese intenso rojo tintando la tela, descendiendo como un río. Río que se llevó mi vida. No sé cómo fue, ni que sucedió. Ahora, salvo cierto dolor, no percibo nada en el interior de mi pecho, por eso dudo si fue el mío el apartado del cuerpo. No hallo sentimientos en mí, siento una nada interior, no odio pero tampoco amo, no encuentro placeres no encuentro belleza pero tampoco encuentro la fealdad ni hay algo que me genere asco y repugnancia en el trato. Me dicen que debo perdonar y perdonarme. Esto no hace más que confundirme, en este entorno de paredes blancas en el que me encuentro.

.

.     *Ella ha quedado varada como esa sirena cantada por Héroes del Silencio.

“La sirena varada“

Herores del silencio - el-espiritu-del-vino

.    **NA: En estos días de sequedad creativa vuelvo a tirar de lo que hice a vuelapluma.

Desquite en el puente

05 Jueves Jun 2014

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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amor, asesinato, despecho, El puente azul, Infidelidad, investigador, locura, Música, Muerte, Odio, politica, politicos, Radio Futura, Tierra para bailar

Incluso, sin haber estado contaminado por nuestro seguimiento del caso, yo al leerlo lo hubiese percibido. Era evidente que el crimen no era un crimen político, aunque ella detentase tantos cargos en la administración pública de su región, mi experiencia me decía claramente que no iban por ahí los tiros, -nunca mejor dicho-. Los Periódicos y las redes sociales echaban humo elucubrando con una venganza por diferencias políticas, unos diciendo; “quién siembra vientos recoge tempestades”, otros; “a esto nos ha llevado la crispación política”. Pero ninguno de ellos tenía razón, era una lectura muy sencilla e interesada la de esas afirmaciones. Era bastante evidente si te paras a pensar un poco, en este país las diferencias políticas no se suelen resolver así, salvo de algunos trastornados, y que en casos de este tipo, descerrajar cuatro tiros en mitad de la calle, suena más a ajuste de cuentas o venganza o despecho, y afloran enseguida, con poco que te informes, las causas reales. Pero el deseo de dar una opinión con inmediatez lleva a que se hagan análisis apresurados y equivocados o interesados, hasta de las desgracias se quiere sacar tajada y beneficio tanto los partidarios de la víctima como los detractores y enemigos de la misma. Mucho antes de informarse a fondo, aparecen las primeras hipótesis en los medios, también demasiado raudas como para estar fundamentas. Un despido, una sentencia en contra desestimando la reclamación de indemnización, era el otro argumento que se ponía como móvil para el asesinato, pero no cuadraba que la autora fuese otra persona y no la despedida, que fuese la madre no encajaba en el asunto. Si algunos de los opinantes, se hubiese parado a pensar antes de lanzar sus opiniones a los cuatro vientos, no tendrían que estar rectificando como siempre.

Nos había contratado su novio, el de la fallecida, y en nuestro seguimiento e investigación nos topamos con lo que no esperábamos, bueno, sí que lo esperábamos puesto que las sospechas del novio parecían tener bastante fundamento, por eso aceptamos el caso, no solemos aceptar casos en los que dudamos de la veracidad de la exposición del cliente que nos quiere contratar. Seis meses atrás, cuando empezó toda la investigación, nos costó bastante movernos con sigilo en el seguimiento y recogida de información sobre el objetivo. Era una persona con mucho poder e influencia y había que andarse con pies de plomo, cualquier paso en falso nos delataría, era fácil que alguna de las personas consultadas o preguntadas le fuese con el cuento de que hay gente husmeando por ahí sobre ella y sus intimidades. Este tipo de gente se granjea con facilidad lealtades y más si ha hecho algo por uno. Aunque de igual manera atraen enemigos, por eso mismo, por no haber hecho lo que estimaban que debían haber realizado en su favor o incluso por pensar que han dado a otros lo que estimaban que era suyo. Hay muchos intereses económicos que dependen de decisiones que se muestran arbitrarias y caciquiles y eso conlleva fuertes alianzas y amistades con unos, y grandes enemistades con otros que se sienten vilipendiados y perjudicados. Nuestra profesionalidad hizo que los tres miembros que estuvimos inmersos en la investigación no cometiésemos errores, nuestra maquinaria estaba bien engrasada, aunque no fue fácil ir encajando el sentido de sus movimientos puesto que con tantos cargos las excusas y coartadas para moverse sin una rutina habitual era a veces desesperante. El trabajo de campo fue bastante duro durante los meses que estuvimos tras sus idas y venidas con un seguimiento constante, día y noche, con una climatología bastante adversa. Nosotros no estábamos acostumbrados a esa exigencia climática, no éramos de aquella latitud, nos habíamos desplazado a esa ciudad en la que el invierno es un “crudo invierno”. Nuestro cliente optó por nosotros por nuestra buena fama dentro del sector y además, por no ser de la ciudad, nos aclaró. El seguimiento fue un poco de locos, bastantes contactos y reuniones se sucedían fuera de los múltiples despachos que ella tenía, por lo que no sabíamos qué nos iba a deparar cada día. Solía almorzar a menudo con personas de diferentes ámbitos; gente anónima, políticos de su partido y de los de la oposición, funcionarios, y muchos empresarios, tanto de las empresas participadas en las que ella tenía toma de decisiones como de otras que entendemos intentaban hacérsele presentes por si en un futuro surgiese algún posible negocio o adjudicación. Lo más llamativo era que en muchas ocasiones los comensales eran compañeros de gerencia o de consorcio o de consejería, y que en vez de reunirse en los despachos lo hacía siempre con unas buenas viandas de por medio, que claro está, cargaban a la empresa o consejería o consorcio en cuestión, sin ninguna necesidad de haberse llevado a cabo ese gasto. Los mejores restaurantes de la ciudad eran testigos y acogían a estos comensales. No sabíamos exactamente que trataban en esas comidas, nunca pusimos micrófonos, nuestro cometido no era saber lo que se hablaba, nuestro fin era averiguar con quién se veía, más que de lo que se decía. Su vida social era igualmente viva, saliendo a menudo de cena y recibiendo amigos en su casa, amigos que variaban bastante, pero algunos de ellos eran más constantes y repetían más a menudo. Las pesquisas hicieron que poco a poco el caso tomase sentido, fuimos hilando unas y otras informaciones, hasta llegar a la conclusión final; las sospechas de él eran fundadas. Aunque el cliente no sabía quién podía ser su amante, nosotros ya sí que podíamos darle esa información. Ella se veía con otro como intuía quién nos contrató. Era uno de las personas que más repetía esas visitas a su casa y aunque siempre terminaba por marcharse, en muchas ocasiones lo hacía bien entrada la madrugada, y en algunos casos no lo vimos salir hasta el día siguiente. Descubrimos que esto venía de lejos, de muy lejos. El hombre con el que tenía una relación íntima al margen de su novio oficial era amigo de ella desde hacía muchos años y estaba casado. La mujer del amante conocía a nuestra investigada, es más, ambas mujeres eran bastante amigas también. Conocidas desde su juventud, compañeras de partido político y con una relación de familiaridad notable. Esto no nos sorprendió, pues en muchos de los casos investigados han dado estos mismos resultados, los amantes suelen pertenecer a un entorno muy cercano y conocen bien a los terceros en discordia.

El informe concluyente se lo dimos una semana antes del incidente en aquel puente. Al oír las noticias me sentí mal, pensé que en un arrebato él se había vengado de la ofensa que quizás sintió por considerarse engañado por ella. Uno cuando hace un trabajo y lo da por cerrado no es responsable de los actos que puedan producirse seguidamente. Aunque nunca ha llegado a nuestro conocimiento una acción violenta o de maltrato o definitiva como es un asesinato, uno siempre se pone en alerta con noticas de violencia de género, por si le fuesen familiares los nombres de los involucrados.

En muchos casos, y de forma habitual, es que al descubrirse finalmente la afrenta se produzca una separación de la pareja no muy amistosa. Pero no siempre es así, en todos estos años he visto muchas cosas y reacciones diferentes; desde que el cliente haya roto el informe delante nuestro pidiendo destruir todo lo archivado en la investigación, hasta en otras ocasiones llevarse el cliente el informe pero con la intención de guardarlo en un cajón e intentar olvidarlo. Es curioso como en estos casos la confirmación y constatación de sus dudas y miedos y de que era real lo que pensaban, les bastaba, y simplemente deseaban seguir con su vida en una farsa de desconocimiento. He visto bastantes veces esa reacción, pero aún no la comprendo, seguir la vida como si todo fuese bien, no deja de generarme estupor. ¿Qué soledades quiere uno espantar o dejar al margen como para obviar y asumir que uno no es lo principal para otra persona? ¿Qué oscuridades quieres evitar cerrando los ojos?  Esta forma de encararlo lo he vivido con clientes de ambos sexos. Se de otros casos en la que las parejas se han puesto frente a frente y lo han hablado y han superado la situación como un error cometido por el otro pero que estiman no es lo suficientemente grave para romper el amor que se tienen y ese deseo de seguir conviviendo y envejeciendo juntos. Me pregunto, si la duda no planeará constantemente en esa relación, y cuando uno se ausente por días, el otro no tendrá la sombra del posible engaño acechante. Si se hará gigante esa duda; si ha pasado una vez por que no se ha de repetir. Sería un pensamiento lógico y desquiciante para mi entender, los celos son indomables y si de por sí lo son en el recelo y la sospecha, mayor deberá ser cuando hay certeza y reconocimiento de haber sucedido lo temido ya en alguna ocasión.

Había pasado sólo una semana y ella había sido abatida en ese puente, muerta con cuatro tiros en su cuerpo y el culpable no era mi cliente. Respiré hondo al saberlo. El móvil del asesinato aún se mostraba como una incógnita para  la policía y los medios de comunicación. La presunta asesina parecía tener la sangre fría ante la policía, y eso estaba generando dudas en entender los motivos del posible acto y de su forma  tan febril de llevarlo a cabo. Parece que la relación entre la fallecida y su amante, no debía de saberlo demasiada gente, pero yo intuyo que de alguna manera ella descubrió o llegó a la misma conclusión del informe que nosotros hicimos para nuestro cliente. Eso sí, por la premeditación que pareciera que hay en el asesinato, no creo que hubiese descubierto el engaño hace poco, los datos recogidos en su piso de la ciudad llevan a pensar a la policía que llevaba rumiando el acto de venganza desde hace dos años, pero sin un plan preciso de cómo realizarlo, y esto descoloca más aún a los investigadores; programar un asesinato sin buscarse una coartada que te libre de acusación, y sin prepararse un plan de fuga del lugar del atentado, no estaba dentro de la lógica policial. Si al menos no lo hubiese llevado a cabo a plena luz del día y en un lugar tan transitado, y sí por la noche y en lugar apartado quizás podrían entenderlo y no verlo como un “pronto” o enajenación transitoria.  Pero  ellos no saben lo que yo sé, y no pueden llegar, en este caso, a la conclusión de que el despecho nubla el entendimiento y que no se terminan de planear las cosas cuando el odio se cruza por los ojos. La venganza pasional no atiende a la lógica y la rabia desatada no deja pensar en las consecuencias que ese acto, aun siendo premeditado, podrá tener en su vida futura. Dicen que en la cárcel se la ve tranquila como si se hubiese quitado un peso de encima, como si hubiese cumplido con un deber que la liberó de una mala sangre que le volvía loca.

 

 

.     *Como Radio Futura nos canta; se cruzaron los deseos en el puente azul y a las nubes se fue el pensamiento.

 “El puente azul“

Radio-Futura-Tierra-Para-Bailar-Delantera

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