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Archivos de etiqueta: Los Rodríguez

Lo mal que nos comunicamos

21 jueves Nov 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 22 comentarios

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anuncios, comunicación, descanso, lenguaje, Los Rodríguez, Música, palabras, Palabras mas palabras menos, publicidad, Recuerdos, Ruptura

Llego a casa cansado físicamente, pero sobre todo mentalmente, bregar a diario con las palabras es agotador, todo el día decidiendo e interpretando y gestionando las expresiones de otros; que hablan, escriben y cuentan cada vez peor o de manera más críptica, no ya con su intencionalidad si no por la falta de destreza con el idioma, con el lenguaje, y no hablo de hacerlo con errores gramaticales o sintácticos, si no por la elección de conceptos y palabras equivocadas en un intento de mostrar nítidas sus opiniones, pero no consiguiéndolo, y contrariamente creando una nebulosa por la que adentrarse en busca de algo que aprovechar, algo con sentido lógico, es toda una aventura. Hay gente que cuando se comunica con nosotros debería darnos un anexo explicativo para que su mensaje lo podamos entender. Muy alejados ellos del dardo en la palabra que decía Lázaro Carreter. Y el cansancio se hace mayor cuando has de convencer a un tercero de que lo que está leyendo no es con el sentido que a él le llega o él interpreta, si no con otro que no se ajusta a lo que se ha preguntado o de lo que se está hablando, o que lo dicho va en otra dirección a la que esos vocablos nos podrían llevar en una primera impresión por su falaz utilización y que tan lejanas quedan de su finalidad real. También he de reconocer que a veces nuestras preguntas son demasiado ambiguas o no están del todo bien redactadas.

Me descalzo, es una delicia liberar los pies de la opresión sufrida todo el día, me pongo ropa cómoda de la que tengo para estar por casa, sólo con estos dos gestos parece que uno ya empieza a revitalizarse, a tomar fuerzas, el proceso físico de recuperación ya está en marcha, ahora queda el dejarse caer en el sillón y que la mente se una a ese proceso de relajación. Antes, cojo una cerveza del frigorífico y la vierto en un vaso que también mantengo dentro de la nevera. Según la estoy echando ya casi la saboreo, como en esos anuncios que al caer la cerveza se forma la espuma y se te hace la boca agua deseando tener una cerca para beberla; en este caso ese sueño se va a cumplir ya mismo, y además sin la necesidad de irme a una isla o una cala y pasármelo “superdivertido” ligando o quizás en un concierto, todo muy hípster.  Se dará cuenta esa gente que esta idea publicitaria ya está agotada.

Me siento en mi sillón preferido, es preferido por que no hay otro, pero me gusta darle ese protagonismo, “Mi sillón”, una tonta extravagancia. Me quedo ahí unos segundos callado escuchando el silencio, respiro hondo, doy un sorbo de mi cerveza y abro un libro, aunque esto parezca contrario al descanso necesario, si llego como he dicho, con la cabeza atiborrada de palabras-; pero éstas lúcidas, por una vez en el día, me ayudan a desintoxicarme. Pero hay días, en los que esas palabras escritas no entran en mi cabeza ocupada sin darme cuenta en buscarte, buscar alrededor de la estancia entre los muebles que los dos decidimos colocar en ese o aquel rincón, buscarte en las paredes en donde aún cuelgan los cuadros que elegimos en nuestros viajes. Es imposible encontrarte pero es difícil no verte en cada mirada a mí alrededor, todo eres tú, todo es tuyo y mío, aunque ahora sólo es mío. Quizás yo tan embebido en mis palabras laborales no dejaba ninguna para las cuestiones domésticas, quizás llegaba tan desgastado que no me salían las necesarias para poder comunicarme, quizás como esos textos que leo en el trabajo y no dicen lo que deberían decir, yo tampoco supe expresarme ante tus interrogantes, ante las preguntas de tus ojos que quizás no miraba tanto como hubiese sido necesario. No supe interpretar tus gestos, ni interpretar tus frases, ni ese; – no pasa nada, y mis palabras ante ello no eran réplica coherente para discernir que algo nos pasabas, por supuesto no supe darme cuenta de que mi discurso era una entelequia indescifrable para ti y para lo nuestro y quizás te cansaste como yo de darle vueltas y sentido a mi decir fuera y alejado de lo que tú querías y necesitabas oír. Me fijo en la pantalla bien grande de la nueva televisión, aquella que compramos no hace tanto en la que queríamos ver películas de amor, bien pegados los dos en el sofá. Y recuerdo cómo te reías de mi cuando veías que las lágrimas humedecían mis ojos y tragaba saliva cuando la peli era sensiblera o con un duro embate para el devenir de los personajes, y cómo en esos casos me abrazabas y me decías; – Amor, si es que eres muy sensible. Veo mi propio reflejo en la negra pantalla que se me ofrece como un oscuro espejo, hago una mueca y me digo que la sensibilidad no es un aval para que te quieran por siempre.

Necesito seguir sacudiéndome el cansancio y ahora también tu imagen, y enciendo el televisor. Me dejo llevar sin mucha atención por los programas y publicidades que les acompañan y les dan de comer.  Y es ahí donde vuelvo a sufrir otro revolcón comunicativo de los que estaba consiguiendo desembarazarme con metódica dedicación. Ante mí, una batería de anuncios, intentando seducirme para que sea un consumidor de su producto o marca, o al menos que lo tenga en cuenta si surge la necesidad de ello o más aún, algunos osados intentan que sin esa necesidad en mi vida yo me la cree bajo el influjo de su sugestión, y he de reconocer que algunos lo consiguen.  Lo hacen de mil maneras diferentes, de lo racional a lo irracional, de lo tradicional a lo más vanguardista, del reclamo con aires del pasado que ahora dicen “Vintage” a la utilización de la tecnología más futurista. Y en esa amalgama de imágenes e ideas y formas de comunicar, surgen los que nos dan un bofetón, y te quedas noqueado, pero no por lo positivo, sino porque dos segundos después de acabar el anuncio dices:

-¿Qué me han querido decir? ¿Qué se ha fumado el creativo? ¿Cómo ha conseguido colar este anuncio a esa empresa?

En otros casos dices; -Qué bonito, pero no me he enterado de nada. Estos son resultado de muchos artificios visuales, llamativos la mayoría de ellos, pero que no llegas a entender que han querido decir. Por ejemplo; una especie de náufrago recorriendo un trasatlántico. Todo muy visual y con ritmo siguiendo la línea de sus buenas campañas anteriores, pero, esta vez  ¿qué me han querido contar? ¿Qué me haga un crucero? Normalmente sus anuncios aunque algo surrealistas contaban una historia más o menos “seguible” o entendible, pero en esta ocasión me perdí.

Y pienso otra vez, como antes con la gente que se expresa mal, que algunos anuncios nos deberían llegar con un anexo explicativo para poder entender esa deriva creativa.

La intención de diferenciarse llega a hacer que algunos anuncios sean descabellados y que en vez de beneficiar a la marca sólo se convierta en un absurdo despilfarro, que si bien no llega perjudicar a la marca sí posiciona mentalmente a la marca en un área del cerebro del usuario que quizás no sea el idóneo, y sin duda sí que es un derroche de dinero sin retorno. Aunque es evidente que en algunos casos lo que se intenta solamente es notoriedad, llamar la atención, buscar esa “viralidad” tan de moda, que es tan fugaz como intrascendente la mayoría de las veces, que convierte ciertas campañas publicitarias en algo ridículo. Esto como en todo va por modas; recuerdo la moda de las canciones y bailes en los anuncios como si fuesen musicales, y como a una marca le dio resultado, muchas se lanzaron en busca del mismo maná, fracasando o cansando al personal por insistentes y pesados con una fórmula que ya no resultaba original. Algo parecido pasó en la época de los anuncios surrealistas de los Hipermercados que también la alargaron en el tiempo en exceso siendo unos cansinos y perdiendo toda la gracia inicial. Muchas veces los publicistas se ahogan en su propio éxito intentando agotar hasta la saciedad una línea publicitaria o peor aún trasladar una idea que tuvo éxito con un producto a otros muy diferentes como si lo que funciona para un mercado pudiese hacerlo para cualquier otro. Y ya no hablemos del responsable de la publicidad de una compañía que llama a la empresa del creativo de turno y les dice; – Quiero que me hagáis lo que habéis hecho para esa marca.

Y en estas estoy medio aturullado otra vez como en el trabajo con mensajes absurdos y confusos; viendo perros que rastrean, gente que es golpeada por una mano gigante, un tipo recibiendo bofetadas en la cara, mensajes poco cívicos, como el de llevar un perro suelto en el asiento delantero del coche, y los que más me asquean de responsabilidad social corporativa. Cuando llega el unicornio rosa ya no me queda otra que apagar el televisor si no quiero caer otra vez en el agotamiento y perder el poco equilibrio mental que me queda. Todo queda en silencio, muy en silencio, ya no estas para enredarnos con las palabras y hablar de la mala publicidad, no estas para que compartamos esas dudas sobre lo que nos han querido decir esos anuncios tan raros y absurdos, ni alabar en algunos pocos casos los buenos que a veces nos hacían reír.

 

 

 

.     *Como en la publicidad que no da bien su mensaje evitando con ello la fidelización del cliente, en cualquier campo de la vida, una mala comunicación nos lleva a que no nos entendamos por exceso de palabras o por defecto de ellas, y en la pareja esto se acentúa y todo acaba por lo mal que nos comunicamos. Al final todo son palabras más, palabras menos, como nos cantan Los Rodríguez.

«Palabras más, palabras menos«

Los Rodriguez - palabras-mas-palabras-menos

.     **Publicado originalmente 27 de Noviembre de 2014. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Deseo suicida (2ª parte)

25 miércoles Sep 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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conversación, Ejercito, Guardia, La puerta de al lado, Los Rodríguez, Música, Mili, morir, Muerte, Palabras mas palabras menos, Recuerdo, suicidio

Gira su cabeza, y mira de nuevo por la ventana, parece que mira en lontananza, como si el edificio que se nos aparece frente a nuestro ventanal, próximo, muy próximo en esta calle estrecha y peatonal del barrio viejo, no estuviese y pudiese mirar a lo lejos. Cómo hace un rato yo me sentí transparente ante su mirada, esta vez intuyo que ese viejo edificio no está allí para él, esta vez es el edificio el que ha desaparecido de su vista. Él allí ve, quizás cerca o quizás alejado, ese mar en el que acaba de contar que se sumerge y que no es un mar, ya es su mar. El silencio nos envuelve. No digo nada, no dice nada. Yo acompaño su mirada y veo también ese edificio, que me evoca otro edificio, un edificio transitado en mi juventud. Traspaso sus paredes y lo que me encuentro no es el interior de este si no de aquel rememorado. De pronto ya no estoy en este lugar, sino en otro, horas antes de llegar a este edificio que tengo en frente pero que es otro. Veo el patio empedrado, patio amplio como corresponde a esos lugares, rodeado por los diferentes edificios de oficinas y dormitorios. Es un día señalado.

Aquel día, en mitad del patio, todo sucede como siempre que debemos desplazarnos fuera de nuestro emplazamiento; se forma, se pasa lista, hay lectura de efemérides y seguidamente se sube a los camiones. Son dos vehículos en los que nos trasladamos todo el grupo en dirección al Cuartel General para hacer el cambio de guardia, y estar allí durante veinticuatro horas hasta el relevo siguiente. Salvo los suboficiales que van en cabina, el resto de la soldadesca, van sentados en la parte posterior. Hace frío, está despuntando el día, ya no hay oscuridad, pero aún el sol tímidamente alumbra y calienta poco. Los camiones arrancan, pero todavía no se mueven. Nos apretamos unos junto a otros según hemos ido subiendo, yo de los últimos, hasta completar todos los lugares disponibles. Cierran la trampilla y enseguida se oyen voces desde el final de la caja del camión, desde la parte más cercana a la cabina, conminando con rudeza a que se baje la lona y dé la intimidad necesaria, alejada de la posible vista de los mandos, para los negocios que se van a llevar a cabo. Rápido empieza el trasiego de sustancias y de dinero de unas manos a otras. El hachís y las pastillas anfetaminas, van de las manos de los vendedores a las manos de los compradores, el mercado está muy activo, un tercio de los que allí nos encontramos mercadean raudos, incluso algunos de los que no creía que entrasen en ese juego hacen buen acopio para que las próximas horas se les pase lo mejor y lo antes posible. Todo tiene que hacerse muy deprisa, puede que algún suboficial tenga que subir a la caja por falta de espacio en la cabina, y para ese momento todo tiene que estar en orden y parecer normal. En mayor o menor medida conozco a todos los que están en el asunto, comprando y vendiendo, a unos más por ser de mi compañía, a otros menos por no serlo y solo coincidir en servicios, y a unos pocos únicamente de vista, es la primera vez que voy con ellos de retén. Con algunos de los que no son de mi compañía he coincidido bastante, pareciera que estamos en la misma página del furriel y nos hacen coincidir en las mismas labores; cocina, limpieza, guardias. Sentimos como el camión se pone en marcha, ya cada uno vuelve a su lugar después de las compras, es más seguro sentarse por los vaivenes. Durante el trayecto, empieza la labor de liar los “porros”, es más cómodo tener varios liados que tener que hacerlo en “el cuerpo de guardia”. Incluso alguno se atreve a encender uno yéndose a fumarlo al final del camión, abriendo la lona para que el olor no delate. Hay voces tímidas que piden que lo apague, protestas por el miedo a que el suboficial al mando advierta que se ha fumado “chocolate” en el camión y nos veamos arrestados todos. Pero el que fuma tiene fama de pendenciero y nadie insiste demasiado cuando el tipo hace oídos sordos a las protestas, ni siquiera hace caso a sus amigos que se lo piden.

 

Más tarde, horas más tarde, terminada mi guardia, tumbado en la cama baja de la litera, en aquella habitación mal ventilada y poco iluminada, con ese olor a manta polvorienta y “a cerrado” que lo envuelve todo y hace el ambiente algo pesado e irrespirable, repaso lo sucedido en el camión, -aún hoy, ahora, dentro de ese edificio que no es el edificio que mis ojos ven, lo hago- y si ha tenido algo que ver con lo sucedido después. Pienso qué puede llevar a un individuo a ese acto, cuando horas antes se comportaba con normalidad dentro del camión, como uno más, qué pasaría por su cabeza en su puesto de guardia en esos minutos previos. Sería premeditado o un impulso descontrolado, lo que le llevo a ese fin. También me pregunto, si será que se ha pasado con las “anfetas” y los porros y sufrió un delirio que le llevó a un final fatal. Él era de ese grupo que sin ser de mi compañía coincidía a menudo en los servicios asignados, ya fuese en cocina o de guardia, y aunque era algo raro, no se le veía especialmente depresivo, digo lo de especialmente puesto que aquel lugar sí que invitaba a la depresión y había bastante gente que de una u otra forma lo estaba; por la excesiva juventud o por la lejanía a su hogar, o por la dureza de los ejercicios físicos y del orden cerrado, o el trato de los mandos o con los demás quintos, -no siempre de trato amable, en muchos casos todo lo contrario, amenazante y belicoso-, pero nada delataba que en el caso de él algo así estuviese sucediendo, es más, él no estaba lejos de su casa, puesto que era de esta misma ciudad, todas las tardes aprovechando su pase “Pernocta” volvía con su familia o quizás no, eso no lo sé con certeza. Quién sabe si el problema estaba ahí, en el seno familiar. La noticia fue como una sacudida. Yo me había pasado el día, desde la mañana hasta entrada la tarde, en mi posición a las puertas de las oficinas del JEME. Al llegar al cuerpo de guardia algún compañero me lo dijo: -¿Sabes lo de “M”?-. Y no, no sabía lo de “M”. Aunque no daba crédito, me lo aseguraron con tal insistencia que terminé por creerlo; había sucedido pasadas las cinco de la tarde, cuando fueron a relevarle de su puesto en el acuartelamiento, se lo encontraron tirado en el suelo con un disparo en la “barriga”, realizado por el mismo con su “subfusil ametrallador” y que cuando se lo llevaron en la ambulancia ya iba muerto. Como  la noticia de su muerte no estaba confirmada, yo quería pensar que había sido un accidente o que aun intencionadamente sólo habría quedado herido, una herida superficial, no excesivamente grave. No pensaba que alguien tuviese el valor de quitarse de en medio tan joven, -yo al menos no lo tenía-, sí que pensé que podría haber intentado herirse para salir antes libre del “Servicio Militar”, diagnosticado con problemas psiquiátricos, ya algún caso de ese tipo había llegado a mis oídos. Ante mi pregunta de si nadie oyó el disparo, ninguno de los preguntados me supo responder. Parecía que la gente no quería hablar demasiado de lo sucedido, probablemente incluso por orden de los mandos. Era un tema tabú o como de mal fario. Pronto cayó la noche, y tras una frugal cena, me fui a dormir, algo que creí me sería difícil, pero no lo fue tanto. Aunque antes de poder conciliar el sueño me vinieron a la cabeza los últimos momentos que le vi en el camión, su ir y venir “trapicheando”, y vi con nitidez su palidez, era muy pálido, y delgado, bastante delgado, y pensé que en la muerte, esa palidez y delgadez suya harían que ya desde un inicio pareciese antes cadáver que otros cadáveres. Esas ojeras marcadas también se me mostraron claras, esas que delataban su consumo, aun para cualquiera que no supiese de éste. Con esa imagen de fondo aparecieron las preguntas, y las sombras que hay detrás de las preguntas que no tienen respuesta. Y me cuestionaba si sería finalmente alguna vez capaz de ese acto. Yo que no hacía mucho, en la nocturnidad y el frío invernal, con la vergüenza y el miedo de no tener un horizonte claro, ni siquiera un camino elegido, pasó por mi mente la posibilidad de acabar con todo allí en una garita alejada, por el mero desfallecimiento de vivir, por la falta de ganas de seguir antes de iniciar ningún camino, y no tuve el aplomo de hacerlo en esa deprimente y triste noche, en la que las lágrimas cayeron sobre la braga que cubría todo mi rostro salvo los ojos, convenciéndome de que eran producto del gélido invierno. Y me dormí, la muerte cercana no me quitó el sueño, contrariamente a lo que siempre pensé. Dormí bien, y de ese sueño voy despertando y como de una nebulosa voy saliendo de ese edificio que no es aquel edificio y desando mis pasos dados antes hacia esa fachada, y vuelvo a mi café, y busco su rostro; no sé cuánto tiempo llevamos así callados mirando sin ver afuera, viendo otra realidad más allá de la mirada. Él aún sigue en otro lugar. Tenía escondido o puede que dormido desde aquella noche ese suicida pensamiento. Quizás por ello este día ni siquiera al inicio de la conversación caí en ello, quizás no he querido volver a pensar nunca en ese deseo de cese que él me ha vuelto a poner hoy junto al café, para no saberme incapaz de ese acto. Veo su perfil, bien marcado con los surcos del tiempo, sus ojos cada vez más pequeños, e intento mentalmente unirme a su causa. Aunque me aclaró que no me pedía nada. Quisiera ayudarle a dar el paso y estar con él en esos últimos momentos deseados, pero creo que no tengo valor tampoco para ello, me faltan las fuerzas para decir esas palabras que quizás a él le gustarían oír; – No te preocupes, yo te acompaño-. Y poner un cartel que diga no molestar. Me siento algo angustiado y confuso. Le quiero, y por ello quisiera tenerlo el máximo de tiempo conmigo pero también quisiera que él no sufriese, que no fuese infeliz en el final de su vida y me da la sensación que si no con un gran trauma sí con el dolor de la apatía ha perdido la felicidad. Bajo la vista. Muevo la taza y tomo un último sorbo de café, no me sabe bien. Miró en su interior y veo posos. Hay momentos en que la vida son esos posos que al removerlos salen a flote y dejan un sabor amargo. Hoy es un día de posos.

 

 

 

.     *Ante la falta de valor esperaré a que el tiempo me venga a buscar… como nos cantan Los Rodriguez.

«La puerta de al lado«

Los Rodriguez - palabras-mas-palabras-menos

 

.     **NA: Publicado originalmente el 4 de Noviembre de 2014). Hoy recibe una segunda oportunidad.

.        ***NA: Si quieres conocer como hemos llegado hasta aquí, te invito a que vayas a leer la primera parte; «Deseo suicida«.

 

Para no olvidar

12 martes Sep 2017

Posted by albertodieguez in Música, Microrrelato

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abandono, Dormido, Los Rodríguez, Música, Para no olvidar, Soñar, Todavía una canción de amor

Solo sé que no sé nada de tu vida, creo que nunca te llegué a conocer aunque estuvimos muy cerca pronto nos apartamos uno del otro, presenté mis credenciales a tu risa pero tú no me devolviste la mirada, seguramente si alguna vez te encuentro será dormido, pero mientras tanto déjame soñar que me quedo en tu cintura atado hasta la mañana, y si un día me reconoces pasa de largo no quisiera salir de este letargo, estropear este recuerdo que tengo como una lanza en el costado, doloroso como una canción de amor despechado, como sentirse abandonado, y que recreo para hundirte más en el alcohol, pero que saboreo como si fuese lo único que hace de la vida tener sentido, trágico, pero sentido.
Cuando pienso y repienso, lo que trato de decirte es que no quiero salir a buscarte por no correr el riesgo de encontrarte, que me desespero de esperarte pero que me aterra la idea de encontrarte y no saber decir que no, que el recuerdo me invade pero que quiero que sea solo eso, recuerdo, iluminado por las noches en bares, desterrado de la conciencia para no sufrir un amor impracticable.

 

.

.     *Hoy acompañados de unos jóvenes Los Rodríguez capaces de transmitirnos todas sus amarguras bajo un rock teñido con toques de rumba como ellos mismo reconocían.

«Para no olvidar»                                   «Todavía una canción de amor«

 

.     **NA: Publicado originalmente el 17 de Enero de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

.     ***La música siempre inspira y este texto viene de la mano de estas dos buenísimas canciones; eran mis primeros pinitos escribiendo y básicamente uno reinterpreta, acomoda y reutiliza en el texto parte de las canciones para crear algo propio.

Por la luz de tus ojos

07 viernes Abr 2017

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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amor, Ariel Rot, deseo, Dulce mirada, La mirada del adiós, Los Rodríguez, Música, mirada, ojos, Recuerdos, Ruptura

Por la luz de tus ojos me podría ir muriendo, luz que emanaba secretos, dulces miradas que detenían el tiempo. Y es morir recordar tus labios que fueron promesas de lascivias y besos mundanos, y sentir tu cuerpo apretado al mío, cálido y tibio, y tu piel sensible a mi tacto, que se estremecía y me hacía estremecer. Abrazos en la desnudez de los sentidos, no nos movíamos por no romper el hechizo. Tras el tiempo amándonos y libándonos mutuamente, nos llegaba el silencio y el sosiego, y el orgasmo quedaba parado, allá, mítico, y nuestra memoria y nuestros cuerpos entrelazados, morían a cada segundo por haberse encontrado. Y el brillo de tu mirada, me hacía temblar, mirada intensa que deslizabas sobre mí. Y el vello se erizaba con tu simple mirar, anticipándose al placer venidero, goces traídos de otro tiempo.

Fingir que aquello no existió es hacernos un flaco favor, sobre todo, es arrancarnos parte de nuestra vida, extirpar lo bueno y bello que nos sucedió. Aquellas tardes, horas en la cama, infinitas, descanso al desenfreno para volver a iniciarlo, una y otra vez, hasta que el atardecer se convertía en noche y la noche en amanecer, y seguíamos allí, encerrados en las sombras del placer. En la penumbra, tus ojos resplandecían aún más, iluminando toda la estancia, y entonces tu sonrisa plena de felicidad se veía clara y diáfana, entregada a mí para que me perdiera por ella. Y yo lo hacía, me iba tras los dientes blancos, perfectos, tras la boca carnosa, presagio de húmedos besos, y por allí me deshacía en ti. No nos queríamos ir, no salir, estar siempre así, uno al lado del otro con la vida alejada, en el lugar que habíamos decidido para que nadie encontrara nuestra fragilidad, que compartíamos y alimentábamos uno del otro, cada vez más quebradizos y sensibles a un mundo hostil.

Y los ojos por los que se me iba acabando la vida, me susurraban esos días que no acabaría nunca ese sentir, y yo lo creí. Y fuimos avanzando, reconociéndonos y explorando los deseos, y los cuerpos indefensos recibieron unos cuantos arañazos, que se profundizaron, y fueron heridas,  que hoy convertidas en cicatrices no se olvidan. Nuestras manos y dedos ansiosos por tener al otro amarrado, nos fueron marcando, y poco a poco asfixiando. Apretando y apretando sin medir el daño, pero cada vez que nos mirábamos, tus ojos me curaban del espanto, en el fondo de ellos yo me diluía y no sentía el daño.

Hoy por aquellos ojos seguiría muriendo, en la distancia lo hago, con el recuerdo, luz que emanabas y te guardaste secretos, y no los compartirás si no con otro, no yo desde aquellos tiempos. De tanto amarnos nos dábamos sufrimiento, de tanto querernos, los afectos se convirtieron en puñales, dagas que se nos clavaron profundas, o peor aún fueron saetas que son difíciles de sacar, más complicadas de extraer, con su punta de garfio. El filo frío, cortante del acero entra y sale, rápido y limpio, sólo manchado de sangre, raudo y mortífero al instante, pero los arpones te desangran poco a poco y la herida que dejan al sacarlos es grande.

Y por los tajos y picas recibidas, nos fuimos vaciando y no quedó nada dentro, quedamos débiles y flojos y sin fuerzas para avanzar, secos los sentimientos, de tanto amar dejamos de amarnos, y el cariño se transformó en cansancio y hastío, que minó lo más profundo, lo de adentro, lo que no se ve y nos mueve, el deseo.

Deseo del otro, deseo de fundirnos en uno, sentirnos inmunes al mundo. Pero no lo fuimos, no fuimos inmunes a lo de alrededor, a la vida, y la burbuja estalló y la eclosión nos lanzó lejos, uno del otro, volvíamos a ser dos. Nuestro estado delicado, nos hizo buscar otros de quién tomar fuerzas, que nos diese lo que nos dejamos atrás, succionado por el otro. Y creíamos que ya no podríamos sentir igual, pero al poco, supimos que no era así, que hay más, y buscaste a quién dar secretos que se quedaron allí dentro de tus ojos, y lo encontraste y me dejaste atrás y yo busqué y encontré, pero nunca secretos como los de tus ojos, por los que aún en este tiempo, por ellos me podría ir muriendo.

 

 

 

.     *Los Rodríguez y Ariel Rot, nos dejan sus miradas para acompañar otra mirada, otros ojos, los del texto.

«La mirada del adiós»               «Dulce mirada»

 

.     **NA: Publicado originalmente el 2 de Marzo de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Ahogado en alcohol

01 miércoles Jun 2016

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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Bares, Clavado en un bar, La copa rota, Los Rodríguez, Maná, Música, Olvido

Estoy en un bar que se convierte en el refugio del desamor, del fracaso sentimental. El alcohol me nubla la mente, me cataliza esas lágrimas que nos cuesta tanto que florezcan cuando nuestro estado anímico se mueve entre el amor y el odio, entre la incomprensión y la incredulidad.
El abandono sea deseado, provocado o sufrido nos lleva a la desesperación y toda la melancolía nos aborda de golpe, nos flagelamos con los recuerdos que nos ahogan, que nos hacen un nudo en la garganta que no nos deja gritar, nos sumimos en un letargo, en una levitación de la conciencia sobre lo que nos rodea, perdemos el equilibrio mental y corporal y caemos en un estado físico decrépito. Estoy en el bar apoyando la cabeza sobre la mesa, me quiero levantar y no puedo, solo veo un fondo borroso y nublado, la bebida y el líquido salado de mis ojos no me dejan ver el futuro que me espera, o mejor dicho sí que lo dejan ver, pero distorsionado, herrumbroso sin tu brújula que a tan buenos lugares me llevaron, que enderezaron un rumbo que llevaba derroteros peligrosos y ahora vuelven a encontrar escollos que sin duda no sé si sabré bordear. Me levanto como puedo y tambaleante salgo y no sé como llego a casa, caigo en una cama que me recibe fría sin ti, ¿qué pasó? me pregunto, qué errores nos hicieron odiarnos hasta no aguantarnos, hasta no poder ser amigos, hasta desear el olvido.

 

 

.     *Hoy acompañan al texto canciones de Maná y Los Rodríguez, lamentos sentimentales en bares donde nos refugiamos para pasar el trance empapados en alcohol.

«Clavado en un bar»                        «La copa rota»

 

 

.     **NA: Publicado originalmente el 19 de Enero de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Casanova enamoradizo

11 jueves Dic 2014

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

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amor, Casanova, Dulce condena, Enamoramiento, Hasta luego, Los Rodríguez, Pasado, Presente, tiempo

Hubo un tiempo,

en el que todas se enamoraban de mí,

 

un brevísimo tiempo.

 

Hubo un tiempo,

en el que de todas me enamoraba,

 

un largo tiempo.

 

Este tiempo, es un largo tiempo.

 

 

 

 

.     *Una dura pero dulce condena, como nos cantan Los Rodríguez.

«Dulce condena«

hasta luego

 

 

**NA: Agradecer a Carmen de Con mucho Garbo que me haya nominado-premiado para el Liebster Award. Como en todas las demás ocasiones en las que fui premiado-nominado, no seguiré con la cadena de nominaciones al uso, y concedo el premio-nominación a todos los blogueros que me leen y a los que leo.

Sucumbirás

26 miércoles Mar 2014

Posted by albertodieguez in Frases, Música, Micropoesía

≈ 25 comentarios

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amor, Buena Suerte, desamor, deseo, La mirada del adiós, Los Rodríguez, Música, Sucumbir

Micropoema 11-Sucumbirás

 

 

.     *Aunque tú lo evitas huyendo cuando te ves cercada, antes o después caerás en esa mirada que te lleve a él…  Los Rodriguez nos ponen la música en busca de esa mirada que nos dé una dosis de amor… quizás verdadero.

«La mirada del adiós«

Los_Rodriguez-Buena_Suerte-Frontal

 

.     **NA: La tarjeta fue realizada con Notegraphy.

 

Vía láctea

02 lunes Jul 2012

Posted by albertodieguez in Música, Poesía, Reflexiones

≈ 7 comentarios

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desamor, estrellas, Frío, intemperie, Los Rodríguez, Música, noches, Palabras mas palabras menos, Soledad

Luces tintinean,

te digo te quiero.

Bóveda celeste,

luces del pasado,

te digo sigue a mi lado,

tu silencio me enajena,

estoy llorando,

miro el cielo estrellado,

repito, sigue a mi lado,

caigo desfallecido,

indigente mal perfumado,

muero, pero no a tu lado.

Nebulosa. Niebla,

ruta ciega que atrajo

mi vida, mi alma,

mi corazón, y me dejó

sin razón.

Sendero del delirio,

recuerdo de noches infinitas

de mil amores.

Sentí tu inmensidad,

quise perderme en tu camino.

Desde entonces aquí sigo,

en intemperies solitarias,

acurrucado en el frío.

 

 

 

.     *El amor nos puede llevar a una indigencia donde solo nos acompañan las estrellas, como en la canción de Los Rodríguez.

«En un hotel de mil estrellas«

La vida está llena de afectos y desafectos.

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Días de afectos y desafectos

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