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Archivos de etiqueta: desafecto

Mística lactante, mística maternal

12 Martes Ene 2021

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 36 comentarios

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afecto, amor, Bebe, Cuídame, desafecto, desamor, dolor, dudas, EBS, Ella Baila Sola, Grietas, hijo, Jorge Drexler, Lactancia, leche, madre, Maternidad, Mística, Música, Parto, pechos, Pedro Guerra, Por ti, Reencuentros

I

Ayer se me cayó una lágrima. Estaba dando el pecho al niño, sentada en el butacón elegido y comprado para ello, para mi comodidad y su comodidad. Lo sostenía entre mis brazos, bien sujeto y colocado para que llegase cómodamente a la mama, llevaba un rato pidiendo comer, y mientras le cambiaba el pañal se empezó a impacientar, y cuando está con esa ansia, es de temer, succiona con toda su fuerza.

Una lágrima grande, muy grande, como esas primeras gotas de tormenta de verano que levantan polvo al contacto con la arena seca y dejan un círculo amplio. Casi ni rozó la mejilla, pero arrastró con ella algunas otras; éstas sí que se deslizaron por el rostro bajando con menos fuerza, despacio, las percibí húmedas y con pesada abundancia, sintiendo como avanzaban por toda la cara, hacia el abismo unas, y continuando por el mentón para seguir su camino por el cuello otras. Esa primera enorme, cayó rápida y se precipitó hacia la almohada en donde tenía apoyado al bebé. No fue una lágrima lánguida y lenta bajando por la mejilla como las siguientes, supongo que fue mi posición, inclinada un poco la cabeza hacia adelante para llevar mi pecho hacia el niño lo que hizo que abriéndose paso entre las pestañas que no fueron capaces de contenerla, y encontrado el vacío enseguida cayese rauda desde el ojo hasta encontrarse con la tela que la recibió como gota de lluvia, dejando marcado un amplio redondel de agua y sal. No era de ternura ni de alegría ni de miedo ni de duda, no era una lágrima de felicidad, era una lágrima de dolor, de dolor inmenso, dolor de grieta profunda. No es la primera vez que me pasa, ya son varias tomas, varios días en los que ha sucedido, en los que dar de comer al pequeño se me convierte en un suplicio. Un dolor que hace que tense mis piernas, que las estire y levante a la vez que mi cuerpo se dobla levemente sobre el bebé, a la vez que un apretar de dientes acalla ese grito que quisiera lanzar al aire, pero que no evita ese brillo en mi mirada que se transforma en agua salada. Un dolor que no quiero que se transforme en rechazo hacia el muchacho, que no es su intención aún hacer daño, ahora es sólo supervivencia e instinto natural, ya le llegará el tiempo en que sus decisiones si sean meditadas y el daño lo haga a propósito y con conciencia de molestar o hacer mal. Nadie nos libramos de hacerlo, de procurar el perjuicio de otros en alguna ocasión o al menos el deseo de que suceda algún padecimiento por envidia o desacuerdo en pensamiento o por una trifulca que nos enfrenta, y que nos lleva a la irracionalidad de querer la amargura y sufrimiento de esos otros. Yo querré que esto no suceda, que sea una persona de bien, pero quién sabe si lo conseguiré, y menos ahora que los inicios duros nublan mi entendimiento.

Me siento como un animal, como una vaca. Cuando me descuido tengo dos grandes marcas en la camiseta que llevo puesta, sin motivo aparente mis pechos comienzan a segregar la leche, me miro y me veo como en esas imágenes de fiestas de camisetas mojadas, pero no me veo atractiva ni seductora como en ellas se ve y se muestran esas chicas.

Siento que huelo a leche todo el día. Ya sea por la leche desbordada que lo empapa todo o por la proximidad de una toma a otra que hace que sienta que todo el día tengo leche cayendo y calándolo todo, como cuando el bebé se aparta y el chorro sigue saliendo – igual que en aquella imagen de la película “La teta y la luna”- y mojo la cara del pobre pequeño o mi ropa o la almohada en la que le apoyo o incluso en ocasiones llega a manchar el suelo. Hay veces que me pongo a dar uno de los pechos y es el otro el que empieza a exudar leche como si fuese un conducto roto, incontenible, como si una fuente tuviese dos caños y al abrir el grifo ambos soltasen el agua, haya o no balde para recogerla, en este caso haya o no niño que pueda aprovechar esa preciada leche. Y empapo todo el sujetador y maldigo mi estupidez y mi falta de cuidado y mi olvido de ponerme los protectores. Los discos absorbentes son mis fieles compañeros para que esto no suceda, pero con las prisas a veces se me olvida ponérmelos; por indicación de la matrona es mejor no abusar de ellos, no llevándolos constantemente para que los pezones se sequen y no queden mucho tiempo húmedos, es por ello, por no secarse bien lo que hace que las heridas y grietas no se cierren, al igual que no debo abusar de las cremas protectoras para los pezones, por el mismo motivo. Y en estas me veo por la casa con las “lolas” al aire durante un buen rato, para que se sequen los pezones y la aureola de forma natural después de cada toma.

Me esfuerzo y persevero pese al dolor que me produce el momento de dar el pecho, entiendo a tantas mujeres que desisten y lo dejan, y deciden no pasar por el calvario cuando este se vuelve insoportable. Incluso algunas ni se ponen a ello, buscan cualquier excusa para no amantar, -nada criticable-. Es fácil convencerse de que no vale la pena ese sufrimiento, ese esclavismo. Las leches de hoy son tan buenas como la materna, y aunque son muchos los que abogan por la natural en detrimento de la manufacturada porque mejora el sistema inmunológico y de defensas del bebé, es entendible que algunas mujeres al primer revés en el proceso de la lactancia tomen la determinación de dar el biberón. Soy algo testaruda y pensando que es mejor mi leche que la tratada químicamente -“en polvo”-, me digo que debo aguantar un poco, si al primer traspié ya doy un paso atrás cómo me mantendré fuerte y firme para una educación correcta, aunque en el fondo una cosa no tiene nada que ver con la otra, no sé si pierdo la lucidez a ratos y me vuelvo paranoica. Quizás esté haciéndolo mal y antes de tirar la toalla voy a buscar el cambio de postura; en el manual para la lactancia aparecen diferentes formas de dar el pecho, para que se elija el que mejor se ajuste a las necesidades de cada mujer según el tamaño del niño y de los pechos de ella.

No sé. No sé si hago bien las cosas. Me encuentro mal, muy mal, no me da tiempo a nada, no puedo salir de casa, estoy en una mazmorra aunque sin llave echada ni barrotes en las ventanas. Pero es una cárcel. Con un carcelero al que empiezo a querer, en un estado de síndrome de Estocolmo que me idiotiza. Me siento como una esclava atada a una “demanda” sin horarios y sin un minuto para mí.

Me intento convencer de que todo va bien. Pero no lo siento así. Lloro. Tengo los sentimientos a flor de piel. Me siento triste en un momento que debería sentir con completa felicidad, es irracional y absurdo que no pueda estar disfrutando de estos momentos únicos e irrepetibles, como tantas veces me han repetido los que ya han pasado por ello; – Disfrútalo, que se pasa rápido-. Quizá por ello mismo me agobio, por no sentir ese placer y disfrute, por notar que pasan los días y se escapan esos momentos irrepetibles y que no soy capaz de aprovecharlos y vivirlos con plena alegría. Contrariamente quiero que pasen rápidos, que pasen estos primeros meses que se me hacen insoportables y largos, demasiado largos. Dicen que después ya es mejor, y quiero que llegue ese mejor cuanto antes, lo de ahora no es mi idea de felicidad.

Sé que debe ser por las hormonas que las tengo alteradas por el embarazo y el parto y todo el proceso químico que sucede en mí interior, pero que lo sepa no quiere decir que consiga evitar sentirme fatal y que me entren ganas de llorar en muchos momentos del día. Día que me paso prácticamente sola con el hijo, sin relacionarme con nadie más. Intento decirme que no soy mala madre por no sentir el misticismo de la maternidad ni de la lactancia. Ese momento que cuentan algunas mujeres en la que hay una simbiosis perfecta entre madre e hijo, un momento que los hombres nunca podrán entender y que las mujeres que no lo han pasado tampoco, un momento en el que una siente que está dándole el maná de vida a aquella criatura que se ve pequeña y desamparada, y que tú como madre vas a proteger sobre todas las cosas, por encima de cualquier eventualidad. Pero yo eso no lo llego a sentir, no llego a percibir ese estado transcendental y mágico, aunque sí lo otro; que daría cualquier cosa por el hijo, por protegerle, por evitarle males y apartarle a los malvados. No he sentido esa plenitud al dar el pecho nunca ni antes de que comenzasen estos dolores infernales, ni por supuesto ahora con las grietas que hacen que no pueda ni levemente rozarme el pezón con nada, hasta la tela del camisón me daña, y que hacen que cada vez que el niño me pide comer sepa que las lágrimas volverán a brotar durante unos instantes.

……..

II

Han pasado días desde las últimas lágrimas. Con los consejos de la matrona y el cambio de postura las grietas se han ido cerrando y aunque en el inicio de la toma sigue molestando un poco, ya no se puede llamar dolor. Estoy más contenta, aunque sigo sin sentir el universo sobre mí cuando doy el pecho, pero sí que noto que cada día quiero más y más al pequeño. Ya han pasado un par de meses desde el parto, difícil parto el que sufrí, y que todo el mundo se empeña en decirme que olvidaré y que no recordaré lo mal que lo pasé, pero yo sé que no será así, hay que ser estúpida para olvidarlo o relativizarlo con el paso de los años, para decir; -bien sufrido fue con el fin de tener lo que se tiene ahora-.

El afecto ha ido creciendo en mí hacia él y cada día le quiero más, un sentimiento que reconozco que no me llegó por el mero hecho de darle a luz, el amor se ha ido cimentando día a día. Quizás por ello he aguantado el dolor en esos días pasados. Con este sentimiento vuelvo a pensar que no soy una buena madre, y que quizás no lo llegue a ser nunca, cómo no sentir inmediatamente un amor desaforado por aquel que llegó al mundo por ti. Incluso me pregunto sobre mi forma de relacionarme con lo que me rodea, no sé si albergo cierta insensibilidad o falta de empatía o si los afectos y desafectos que invoco se me muestran esquivos a la inmediatez, y están purgados del impulso descontrolado e irracional y solo surgen con el trato más largo y cercano, más racional se podría decir, aunque a veces sea lo contrario y el compromiso duradero sea el que lleva a un sentir irracional por la cercanía y proximidad que aturden y ciegan. Se supone que el cariño y el amor deben desvincularse del pensamiento racional y que deben salir de adentro sin entender a que son debidos y sin ponerles dudas o pegas o reparos a esos sentimientos y menos aún trabas. Dicho fríamente, si lo hubiese perdido a las horas de nacer o a los pocos días cuando parecía complicarse su existir o gravitaba sobre él un existir incompleto y nada pleno, me hubiese dolido mucho, muchísimo sin duda, pero si pasase ahora, sentiría que se me desgarra el corazón.

No se puede negar que un lazo existe y amor inicial lo hay, sería también estúpido negarlo. Cómo negar ese dolor y pena por no poder ver al hijo tras el parto, cuando se lo llevaron rápido, y casi ni sabes cómo es, separados, él en la sala de neonatología por sus complicaciones durante la expulsión y yo en la habitación reposando las horas aconsejadas por los médicos, y cuando pasado ese tiempo quieres ir a verlo pero no puedes andar tanto trecho y sentarte en la silla de ruedas es un suplicio por las almorranas enormes que te han salido, y lo intentas y no aguantas el dolor y lloras y dices; -No puedo-, el mundo se te viene encima. Entonces pides al marido que te traiga una foto, que lo quieres ver. No sé si sientes en realidad un deber, o un deseo de comprobar que está bien, o es una imposición tuya de empezar a quererle ya mismo, y solo puedes quererle si lo ves, y realmente no le has visto. Ya cuando al día siguiente por fin los calmantes hacen efecto y puedes ir, y estas frente a la entrada de esa sala en la que se hallan los que han llegado prematuros o con problemas, respiras hondo, y cuando las puertas se abren al contacto del interruptor, entras y no sabes a donde ir, y una voz a tu lado te dice; -Allí, al fondo, en la esquina. Te aproximas con cierto temor de lo que te vas a encontrar, y le ves tan indefenso, con tubitos por la nariz, protegido y al calor de una incubadora, encerrado entre paredes de metacrilato que le aíslan del aire y del mundo al que ha llegado. Las lágrimas te abordan y te emocionas, y lloras, y no puedes evitarlo y quieres mantenerte fuerte pero no lo consigues todo es desconsuelo y llanto y abrazo del marido que te apoya, y escuchas de las enfermeras los ánimos que te dan y dicen que todo va a ir bien. Pero tú tienes miedo de perderle, ya le has visto ya le estás queriendo, ya te está pidiendo tus cuidados aún sin llorar y sin quejido alguno, sólo con su presencia.

Luego avanzan los días y pasan las semanas y ya sólo sientes que te debes a él, ya sólo él, ya no eres tú la prioridad ni para ti misma, y notas que te está robando algo de ti, que te succiona el alma, tienes la sensación de estar en aquella película de “La invasión de los ladrones de cuerpos”, ya no eres tú misma. Los sentimientos han variado de tal manera que siento que no llevo el timón de ellos. Sigo sin sentir la mística de la maternidad pero aprecio que no soy la misma. Quizás sea esa la mística, la perdida de la conciencia del yo.

Esa mística de la que tanto me hablan las que pasaron por ella y la sintieron y la sienten, y no se les va, diría que incluso cada día más se les refuerza, como una ideología o una fe que echa raíces fuertes después de una primera aproximación y ya no se puede arrancar lo que ha brotado.

Me siento mal a ratos por no percibirla, por no hacerme fanática y fiel seguidora de ella, de esa religión en la que se convierte la maternidad, por tener y experimentar sentimientos contradictorios por amar al hijo tanto y por desear a la vez que pase el tiempo rápido, por desear que como en algunos deportes cuando vas ganando el reloj avance más aprisa para llegar antes al pitido final, a la victoria y a la celebración, que sin duda seguro tendré, y pronto me llegará con el hijo. Todos me lo dicen, que antes o después veré la luz y me convertiré. No digo que no, puede que dentro de unos meses o unos años sea la defensora a ultranza de esta fe, y sea la militante más fervorosa, nunca digas de esta agua no beberé, me enseñaron. Mientras tanto intentaré no martirizarme por sentirme una mala madre, y seguiré dedicándome con todo mi esfuerzo y todo mi amor a proteger su fragilidad.

 

 

.     *Cómo nos canta EBS, la protagonista siente su vida empeñada por verle sonreír… y sabe que ese niño le está demandando ya todos los cuidados para mañana, como cantan Pedro Guerra y Jorge Drexler.

“Por ti”                                                      “Cuídame“

Ella Baila Sola     reencuentros

.     **NA: Publicado originalmente el 18 de Marzo de 2014. Hoy recibe una segunda oportunidad.

La habitación

14 Martes Jul 2020

Posted by albertodieguez in Música, Microrrelato, Relato

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amor, amor efímero, desafecto, falsedad, habitación, Música, proyectos, Seguramente me lo merezco, Solo me has rozado, Tulsa, viajes

En el blog “el bic naranja”, su autor Fernando Vicente, los viernes propone un ejercicio de creatividad, mostrando un vídeo o una foto para que cada uno desarrolle y cuente la historia que le sugiera ese elemento; catalizador y detonante. Me traigo aquí mi aportación que hice allí a vuela pluma, para la foto de abajo sobre la que él decía:

Esta semana, os planteo un reto: ¿seremos capaces de introducir conflicto y cambio a una imagen de amor tan idílica como esta que os traigo de Puuung?”

La habitación

.

La habitación.

Otro día que se nos va a pasar aquí encerrados, tumbados, perdiéndonos un magnifico día de sol primaveral, enclaustrados en esta asfixiante habitación. Cierro los ojos y me dejo llevar a otros lugares, me fugo con otras compañías, con otras amantes. Acariciando a este gato, haciendo que me place pero que lanzaría por la ventana si pudiera, no soporto a este animal siempre encima de nosotros, se supone que los gatos son independientes y van a su aire y este no hace más que quitarnos el aire de lo pesado e insistente que está siempre. Ella aún no sabe que detesto a los animales. Sigue en su nube desde hace días, ilusionada y empeñada en decidir ya la ruta que quiere que hagamos, planificando con la guía de viajes las vacaciones que por un descuido imprudentemente le propuse.

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.     *Cuando ella se sacuda esa felicidad “nubladora” quizás cante y sienta suya esta canción de Tulsa.

“Seguramente me lo merezco“

Tulsa - Sólo me has rozado

.     **NA: Publicado originalmente el 25 de Junio de 2015. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Hiere y arruina, la palabra

15 Miércoles Abr 2020

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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Al fin sola al fin loca, Christina Rosenvinge, desafecto, desamor, desencuentro, Enfado, Flores raras, loca, locura, Música, palabras, Ruptura, Sola

¿Puede una palabra arruinarlo todo? ¿Una frase puede arruinar un pasado común y un futuro posible que ya no será? ¿Puede un momento de ofuscación desbaratar lo común? ¿Puede deshacerse el lazo por una palabra que resulta ofensiva y dolorosa? ¿Puede para alguien doler tanto un vocablo, a priori inocuo y sólo descriptivo sobre un acto para el que lo verbaliza? Puede.

La voz no ahogada, a veces ahoga. Lo dicho como defensa o purga en un enredo o discusión o enfado, pero sin intención de ser arma arrojadiza se transforma en dardo o daga que hiere y saja. La palabra que no parecía en exceso grave se convierte para el otro en un exceso y hace yaga incurable y comienza su desangre a borbotones, licuando el amor hasta ese momento habido por ser insoportable e inasumible el insulto que ha sentido recibir. Y duele más ese sonido expelido por el amante que un bofetón, mucho más, duele como si lo más grave hubiese sido dicho, como si lo más deshonroso hubiese sido puesto en boca del amado, que ya no puede entenderse como tal; y el –perdón- y la disculpa no bastan cuando el puñal en forma de palabra ha entrado tan hondo que corta la respiración.

Nunca se sabe bien del todo con que carga emocional está lleno el vocabulario que guarda y atesora cada uno; las palabras son palabras pero cada uno las hincha y moldea con unos matices que las transforman y dan vigores e importancias no compartidos y no comunes. No hablo de palabras gruesas y cargadas de acritud que por sí solas denotan insulto y humillación o agravio y ofensa entendidas por todos por igual. Hablo de palabras menos agresivas o al menos dichas sin el ánimo de provocación y más como descripción ante el acto imprudente. Pero lo escuchado en un momento crítico puede cegar el entendimiento de tal manera que ante lo oído se rompa todo y no quede nada. Una palabra, seguida de una corta frase desliza el final de manera abrupta.

– Loca. Estás loca.

Y seguido, como una exhalación surge la respuesta tajante de ruptura, y el silencio, largo silencio, denso silencio, tenso silencio por horas. Después, los días compartidos en los que continúa el silencio y el trato formal de los que cohabitan pero cargado de duelo, con deseo de fin y olvido. Insostenible lo cotidiano en una atmósfera colmada de ultraje que si se alarga se emponzoña más, caldo perfecto para el rencor cuando ya nada queda para ella, salvo un adiós con miradas huidizas.

Como siempre hizo con sus decisiones no hubo cambio de opinión, no reculó, no dio un paso atrás después de la reflexión y el pensamiento en frío. No aceptó la disculpa ni apartó su enfado, se dejó llevar hasta el final por lo que entendía como dolorosa afrenta. La rabia y el dolor tensan el rostro y la mirada queda brillante, apartando los restos del naufragio para evitar la posible salvación.

Uno se pregunta qué fantasmas recorrieron sus estancias, qué miedos cargaron la palabra que la hizo tan pesada, que vivencias afloraron con esa palabra temida y odiada, qué pasado hubo cercano o lejano que infirió a ese estado como lo peor con lo que a uno se le puede designar, o si hubo sangre de su sangre o sangre cercana realmente marcada por ese adjetivo común que deja de serlo para convertirse en un epíteto tan ominoso que lleva a un acto, ahora sin duda, cargado de cierta locura, de pérdida de la razón, un acto visceral, nada meditado que acaba con todo.

 

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.     *Quizá sin saberlo su destino era arruinar lo común para terminar al fin sola, al fin loca, como canta Christina Rosenvinge.

“Al fin sola, al fin loca“

Christina Rosenvinge - flores raras

.     ** Publicado originalmente 23 de Octubre de 2015. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Herido corazón

06 Lunes Abr 2020

Posted by albertodieguez in Frases, Música, Micropoesía

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afecto, amor, Carlos Santana, corazón, Corazón espinado, desafecto, Fernando Olvera, herido, Maná, Música, placebo, Supernatural

Micropoema 10-Herido corazón

 

 

 

.     *Santana y Fher Olvera de Maná nos cantan su corazón espinado para acompañar al nuestro herido.

“Corazón espinado“

santana-supernatural

 

     **NA: La tarjeta fue realizada con Notegraphy.

.     ** Publicado originalmente 24 de Marzo de 2014. Hoy recibe una segunda oportunidad6

Necesitada Poesía

27 Jueves Feb 2020

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

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afecto, amor, desafecto, desamor, Música, Poesía, Silvio Rodríguez, Te doy una canción

Desafectados necesitamos la poesía,

enamorados necesitamos la poesía,

contra el miedo de amar tenemos la poesía.

 

Dar el paso y quebrar el miedo es hacer poesía.

 

Cuando te pienso brota poesía

Cuando te siento eres poesía

Poesía en el canto

Poesía en el llanto

Poesía necesitada para explicar

Poesía para comprender e interpretar

Poesía para la lastima arrancar

Poesía vibrante para aceptar el desplante

Poesía lujuriosa para el sueño, para el desvelo la prosa

Poesía soñadora en la retina instigadora.

 

No solo poesía leída,

sino poesía brotada de la más profunda mirada,

introspectiva la mirada

y la poesía encontrada,

lacerante la poesía cuando el desencuentro

es el encuentro de almas ofuscadas,

luciérnaga poética de luz almidonada,

de oscuros pensamientos libera

la poesía atesorada.

Reducto de los cantos viejos

que en rescate vienen para decir

lo que siento, cuando el miedo

me impide buscarte,

y buscar tu recuerdo.

 

 

.     *Silvio nos canta estas ganas de gastar papeles y hablar en el silencio, y esa necesidad de dar una canción o un poema donde contar y volcar todos esos sentimientos hacia la persona amada.

“Te doy una canción“

Silvio_Rodriguez-Te_Doy_Una_Cancion-Frontal

.     ** Publicado originalmente 7 de Agosto de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad.

En el huerto de Melibea

17 Martes Dic 2019

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

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Comala, desafecto, desamor, dudas, Huerto de Melibea, Música, Quién fuera, Recuerdos, Silvio, Silvio Rodríguez

En el huerto de Melibea

paseo y pierdo el tiempo

o no lo pierdo, el que se

pierde soy yo, me pierdo

en los recuerdos, en los vericuetos

que hay del pasado

que no se me muestra cómo pasado,

si cierro los ojos es ahora

y si los abro, te veo aquí a mi lado

como si éste huerto fuese aquel jardín Botánico

o ese parque o ese bulevar, y

si los cierro ya no eres, no sé quién eres,

un rostro lejano que creo saber

que tiene unido un nombre que se me

escapa de la boca sin poderlo pronunciar

no sé articular las letras que lo conforman

realmente no sé las letras

la memoria flaquea en el huerto

de Melibea. Añoro esa tarde

contigo, aunque estás no es lo mismo

ya no es esa tarde, ya las tardes se oscurecen

de pronto sin poder disfrutar de las puestas de sol

se pasa del día a la noche

como mis recuerdos

pasan de la luz a la oscuridad

más que oscuridad

es vacío

es nada

es lugar pero sin gente,

y si no están los que habitaron

ese momento, el momento

queda en nada, sin vida y es

como si no hubiesen vivido, el lugar

se me vuelve Comala y yo empiezo a tener

miedo de no recordar…

 

 

 

.     **En el huerto se deja llevar y se pierde y surge la carencia del presente, como en la canción de Silvio, con su corazón en fuga herido de duda de amor.

“Quién fuera“

Silvio Rodriguez - Silvio

.     ** Publicado originalmente 20 de Febrero de 2015. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Obediencia

06 Viernes Dic 2019

Posted by albertodieguez in Música, Reflexiones, Relato

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Ética, Conformismo, desafecto, Desafecto Social, El baile de los muertos, El juego de la muerte, La noche temática, Moral, Obediencia, Orden, Ordenes, pareja, Rebeldia, Ruptura, Santacruz, Supersubmarina, voluntad

Saber que era uno de esos pocos rebeldes me hizo verle con cierto punto de admiración, por no aceptar el incumplimiento sobre algo acordado y no aceptar la orden de callar y seguir como si no pasase nada. Contestatario de lo que no era asumible por ser gravoso para él y los que le rodean. Su acción de rebeldía posible, significaba enfrentarse al poder fáctico, y le puso en el punto de mira, le etiquetaron como un ser peligroso por oponerse y no plegarse, por no someterse al dictamen de los que ordenaban. Le tacharon de peligro social, de incitador a la ruptura en la convivencia, y responsabilizaron de provocar enfrentamiento entre unos y otros por su postura de insubordinación.

No creo en la anarquía, creo en las normas y que éstas se deben seguir para poder vertebrar los derechos y deberes en la ciudadanía, y la insumisión sin un argumento que razone la negativa o la protesta no entra dentro de mi ideario, pero cuando las decisiones se tornan injustas, o pueden dañar a otros, incluso llevarles a la muerte, o en detrimento del respeto y protección de minorías, o cuando esas decisiones incluso son contrarías a los derechos de las personas, estos argumentos se hacen tan evidentes que no cabe otra posibilidad que alzar la voz y decir: “no estoy de acuerdo”, “lo que se quiere hacer no es justo”, o “no puedo hacer eso”, cuando se nos conmina a ser los actores en ello.

Con su acto, me hizo pensar que yo también debería hacerlo, que debería salir de la cueva y luchar por lo justo, que no debemos ser cómplices del verdugo, que no debemos ser partícipes y mucho menos la herramienta con la que golpear a otros bajo la idea que nos inculcan de que no hay para todos, y así ser nosotros los que hagamos el trabajo sucio pisando a los demás insolidariamente, creando la coartada perfecta para reforzar la insidia de quién nos ordena.

Y su acción me hizo pensar que no ya solo contra las instituciones viciadas debería tener desobediencia, también cuando lo pactado y contratado me sea cambiado y variado, y no aceptar esas modificaciones con conformidad cuando las reglas han sido transformadas y el juego ya no termina según las condiciones iniciales, siendo alteradas unilateralmente y sin pacto alguno.

Pienso en mi actitud y en la de la mayoría de los que me rodean y veo disciplina extrema sin analizar si es correcto o incorrecto lo que se nos inculca y transmite, o a veces sabiendo que no es bueno, nos decimos: “no podemos hacer nada”, “es lo que hay” o “ellos tienen la sartén por el mango”, incluso a veces les respaldamos diciendo: “cierta razón tienen”; y todas estas respuestas que percibo no me gustan, pero dar el paso al frente angustia, y genera temor e incertidumbre. La pasividad contemplativa de muchos se convierte en el motor de transmisión para sentirse a salvo y que ellos lo entiendan como un acto activo de confirmación de sus acciones. Y ese dócil pasivo queda convertido en sumiso activo que da pavor.

La obediencia debida; asusta, da miedo cuando es llevada al fin último. No hay más que mirar al pasado. No alzar la voz, sumisión sin pensamiento. Nos auguran y anuncian el paso a seguir y en una carrera ciega nos lanzamos por la senda aprendida, silentes no dudamos la orden a cumplir cómplices del poder. Olvidamos la lucha y la trasgresión para estar confortables con nosotros mismos. Nos decimos: yo no he decidido, fueron de otros las órdenes, los castigos, los dolores infligidos, los desmanes sociales por otros fueron debidos, no yo, que no decidí, no yo, que sólo actué como me mandaron, como me dijeron que debía de hacer, ellos dijeron que era por su bien, por nuestro bien. Traicionamos lo conseguido, con voluntad rendida, nos refugiamos en obediencia debida. Callamos, asumimos y otorgamos la verdad por otros decidida, bajo el manto de la sumisión nos amparamos para no decir no, cerramos o nos vendamos los ojos para no sentir, y con un balido nos vale para asentir.

Nos quedamos quietos, sin decir ni hacer, acurrucados en el seno del hogar, y las protestas las miramos lejanas, como si ellos, los que las hacen y se oponen, fueran de otro lugar, de otro país, de otro planeta, no vecinos y amigos, ni compañeros ni familia, y los miramos como a niños que tienen pataleta, puesto que los que mandan así nos lo cuentan: “que no te influya”, dicen,  y procuran el desprestigio argumentando el capricho insolidario de aquellos que se manifiestan y se rebelan. Nos plegamos a su envite de sosegada incumbencia, y nos piden transigencia por nuestro bien. Disciplinados aceptamos el mandato de fiel siervo que a su amo debe respeto, si el daño es a otros y a nosotros no nos va en ello, que luchen los demás por conseguir lo que todos perdemos. Perdida nuestra dignidad y nuestra moral, y nuestros principios añicos hechos, que podemos esperar de una sociedad que se esconde bajo el halo del mandato satisfecho.

Cuando con gran excitación le conté a ella lo que había hecho él, y todo lo que había provocado en mí, cómo había revuelto todo mí interior, me miró raro. Llevábamos cuatro años conviviendo y nos sabíamos diferentes uno del otro pero nunca había visto esa mirada. No coincidíamos en muchas cosas, pero sí en la atracción y el amor que nos teníamos desde que nos conocimos, todo bien sazonado con buen sexo, eso nunca nos faltó. Pero esa mirada me puso en alerta, y tanto me movió como la acción de él.

Me había dejado llevar por el conformismo, casi siempre siguiendo las decisiones de ella, y no poniendo nunca en duda que era lo mejor para ambos, siempre evitando la confrontación y guardando en un cajón los temas en los que divergíamos. Ella pensaba en nosotros como un todo, y quería estar en una burbuja, que no nos influyeran las cosas que nos rodeaban, decía que nuestra felicidad estaría asegurada si nos manteníamos al margen de lo que podría perturbarnos. Pero,  ¿cómo se vive al margen de la sociedad que nos rodea?, ¿cómo podemos evitar que no nos afecten los actos de los demás? Esa mirada me descubrió que aunque la quiera no puedo ni quiero dejar de alterarme con las acciones de los otros, pero quiero tener a alguien que me acompañe en ese camino, no quiero la obediencia ciega que estaba teniendo con ella y hacía ella, y supe que por ese camino no me seguiría. Descubrí que la primera rebeldía la tenía que afrontar en casa, decidirme, y no resignarme, ¿cómo convivir con esa mirada? Y fue ver sus ojos en mí y brotar las palabras calladas sin saber que las callaba, fue ver su asombro y su displicencia a lo que le contaba, y surgir con brillo de tristeza en mis ojos la frase que lo precipitó todo: tenemos que hablar.

 

 

 

.     *Para el texto de hoy la banda sonora nos la pone Supersubmarina con su llamada a despertar del letargo, un mensaje muy próximo al del relato.

“El baile de los muertos“

Supersubmarina-Santacruz-Frontal

    **Os dejo el enlace a la noche temática “El juego de la muerte” un buen documental (que recomiendo) sobre la obediencia y la influencia del medio televisivo, y que tuvo mucho que ver en que surgiera este texto.

“El juego de la muerte“

.     *** Publicado originalmente 1 de Octubre de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Más que un verano volcado en una pulsera

05 Sábado Oct 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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afecto, amor, desafecto, hoy, India Martínez, lectura, Música, nostalgia, Otras verdades, pueblo, pulsera, Recuerdos, Verano

Me hiciste recordar de pronto aquellas vacaciones que pasé en el pueblo en donde vivía mi tía, y a la hora de la siesta, cuando el calor tórrido invitaba a buscar el frescor  y la sombra de la casa, yo salía en busca de esa sombra fuera de ella, frente a la era, cerca de la carretera, en donde la encontraba bajo el edificio del “transformador” y los árboles que le rodeaban. Allí, en soledad, con mi libro “La sombra del ciprés es alargada” en la mano, me llegaba el aroma del cereal recién cosechado y oía el silenció tan atronador que me dejaba embebido sin poder iniciar la lectura o interrumpiéndola, para poder deleitarme con ese aroma y ese silencio y ese paisaje calcinado por el sol, todo amarillo, reinante el ocre, y salpicado aquí y allá de verde al borde del tajo gris que se abría camino entre esos campos en dirección al siguiente pueblo. Solo, observar aquella quietud era reconfortante. A veces deseaba que apareciese alguien a interrumpir aquello, el propósito de estar allí era la lectura pero quizás más el encuentro con los amigos, y sobre todo el deseo de que alguna de las chicas llegase, algo que sabía muy improbable a aquellas horas, puesto que las madres y padres, como bien sabes, no os permitían salir hasta mucho más tarde, a la hora del paseo. En otros ratos, deseaba que nadie interrumpiese esos instantes de mirada errante y amada soledad, lacónico en la espera, que sabía que sería larga e infructuosa. Incluso me molestaba que llegase quién no quería que lo hiciese, -aun siendo un buen amigo-, al menos hasta más tarde, hasta haber disfrutado de la leve brisa que acariciaba inconstante mi rostro, y mecía y agitaba a ráfagas las hojas de los árboles levantando un sonido de rasgueo, ese que rompe y aja el callado silencio, y se lleva brevemente el calor seco de mi cara y mis ojos que más los siento en el horizonte que cercanos a las letras del libro que no leo, pero evoco por estar allí en ellas al señor Lesmes y ese invierno frío de Ávila que contrasta con este verano tan caluroso en tierras de la Alcarria. Pasados esos minutos deseaba la llegada de algo que me distrajese o de alguien, ahora sí, que me sacudiese la melancolía y la soledad, esa constante que sentía. La tristeza y pesadumbre que me provocaba mi vida, una pesada carga que teñía de gris todo mi futuro. Quizá no supe ser feliz en aquella época aunque tan bien me lo pasaba. Quizá fueron las lecturas encadenadas que hice en esos años las que resultaron ser demoledoras para mi pensamiento en ese momento y para el de futuro, o quizá llegaron a mí esas lecturas seguidas por que yo ya era así. Los libros le llegan a uno en un orden arbitrario y no sabes muy bien que curiosa casualidad te lleva de uno a otro.

Me hiciste recordar tu extremada delgadez de ese verano, tu pelo lacio y piel morena; cierro los ojos y te recuerdo muy morena de tez, ojos oscuros y boca de labios finos, tan acorde con tu rostro delgado y anguloso, de pómulos dominantes, una cara que te mostraba sería y distante, pero que rápido era desmentida por esa sonrisa amplia que te mostraba tan guapa ante mis ojos, -esa, que acabo de rescatar para ponerle nombre-. Me hiciste recordar esa pulsera tuya que me quedé casi sin quererlo, y tuve muchos años guardada en un armario pero a la vista, siempre estuviste muy presente, yo siempre soñador. No sé muy bien a que fue debido que llegase a mis manos, si me la diste en prenda, ya cercano el final del verano en algún inocente juego nocturno, y después no tuve momento de devolvértela puesto que precipitadamente abandonaste el pueblo, y ya no te volví a ver. Creo recordar que algún familiar repentinamente enfermó gravemente, o ya enfermo el desenlace final se aceleró y tuvisteis que marchar para poder despediros y acompañarle en sus últimos momentos y si no a él por llegar tarde, a los familiares más cercanos y dolientes por la situación inesperada o quizás esperada hace tiempo pero igual de dolorosa, no lo sé con certeza. El asunto hizo que se acortasen tus vacaciones, ya quedaban menos de dos semanas para la llegada de septiembre y tus padres decidieron no volver, quizás como duelo por el deceso que hace que nos incomode a veces seguir con nuestra vida en seguida y parece que se guarda más respecto y mejor la memoria si nos evitamos la diversión y felicidad, por eso nos fastidia tanto una muerte en los momentos vacacionales, nos decimos; vaya fastidio, por qué en este momento, por qué no antes o después y no ahora que arruina mis días de descanso y de ruptura con lo rutinario y de merecidas vacaciones y en cambio me somete al encierro y negación del disfrute, para no poner en duda mi afecto hacia el que ya no estará nunca más entre nosotros.

Te quedaste allí, congelada en unos días de mi pasado, de un verano, sólo un verano, menos que un verano. Sin un beso que recordar, sólo mi deseo y mi amor ingenuo, sólo tu imagen, sólo tu pulsera durante tanto tiempo guardada pero que ya no tengo. Me deshice de ella cuando esa presencia a la vista podía ponerme en apuros teniendo que dar explicaciones que no me apetecía dar, y queriendo evitar los celos tuve que renunciar a su posesión, y fue como renunciar a ti, no creas que no me costó, aunque pensándolo fríamente era absurdo todo, tanto guardarla como no querer dar explicaciones a un nuevo amor sobre una alhaja que sólo era algo importante para mí por la carga emocional que yo le había dado, por todo el afecto que había volcado en ella, y por no enterrar un verano, que para mí no había sido un verano más, pero al final para no incomodar y no incomodarme volatilicé lo material de ese tiempo, aunque quedó lo intangible. Ahora vuelve a hacerse material aquel verano contigo delante, con tu presencia, con tus besos en mi mejilla, con el roce de mis labios en las tuyas, con mi mano tocando tu cintura en ese acto. No eres la misma, tu cuerpo y tu rostro han cambiado, por eso me ha costado reconocerte, aunque tus ojos negros siguen destellando y tu sonrisa lo inunda todo como antaño. Te toco, toco el pasado, ese que ya sólo estaba en la memoria, y me contengo el impulso de darte un abrazo, quisiera abrazarte, quisiera darte el abrazo que nunca te di. Tontamente hasta tu perfume me huele a verano, y me lleva a esos días. Me hiciste recordar un tiempo que me hizo feliz, aunque también fue un tiempo de muchas dudas y bastante tristeza rememorando esa felicidad estival, sin la posibilidad de recuperarla, sin ningún dato de tus señas; nadie me las supo dar, nadie las tenía, o eso me dijeron. Después de un par de días sin verte, me dieron la noticia de que ya no estabas en el pueblo, y que quizás volvieses el fin de semana, pero no hubo tal regreso, y se me torció el gesto y ya el final del verano se me volvió como acaban siempre los veranos, tormentosos. Todo se me cayó por tierra, mi intención de escribirte y luego poder verte ya en la ciudad se esfumaron. Yo creía que te gustaba, y tener tu pulsera como tesoro rehén cuya devolución me reclamabas desde día siguiente de yo poseerla, era mi baza para poder verte y tontear un poco más y antes de que acabase el verano pedirte tu dirección, justo antes del acontecimiento nefasto del familiar que lo transmutó todo y que ensombreció mis planes evitando ese encuentro y esa petición. De repente aquella pulsera se convirtió en toda mi esperanza, tenía la excusa perfecta para poder contactar contigo; devolvértela. Esa era la ocasión ideal para volver a verte otros días pero ya en la ciudad; días que no hubo. Como dije, nadie quiso facilitarme la manera de dar con tu dirección. Esa pulsera se fue cargando de ilusiones, ensueños, visiones y revisiones de días idealizados, de cándida juventud en la que nunca me atrevía a decir las cosas que sentía, siempre comedido, siempre correcto, siempre cauto… con miedo al fracaso y al rechazo. Y me pregunto, ahora que hacemos si ya no hay tiempo para enmendarlo, lo que no fue no será,  ya hay otras vidas que ocupan el lugar reservado en aquel verano, y hay otras causas y otros azares… pero… y te parecerá loco y atrevido… aunque sólo sea una vez, cómo me gustaría hacer lo que no hicimos aquel verano y recuperar todo este tiempo separados.

 

 

.     *Versionando a Gloria Estefan, India Martínez nos expresa con esta canción todo lo que nuestro protagonista ha sentido durante años, y lo que quisiera que sucediese hoy.

“Hoy“

India_Martinez-Otras_Verdades-Frontal

 

.     **NA: A Chelo, que con una foto y Machado de su mano me devolvió al pueblo y me hizo traer este relato.

 

.     ***NA: Publicado originalmente el 28 de Marzo de 2014. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Cartografía perdida

22 Domingo Sep 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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Alejamiento, amor, camino, Cartografía, Daiquiri Blues, derrota, desafecto, desamor, Deslumbrado, Mapa, Música, perdido, Quique González

Cartografié tu cuerpo y me fui por la deriva equivocada, por la derrota que me llevó a la derrota, y me dejó con un rumbo dudoso. No supe navegar por tus escollos. Rutilante te veía y pensé que sabría seguir esa luz, que sabría moverme guiado por tus destellos, pero me estaba equivocando. Eso mismo me debió cegar,  o al menos, dejar la atmosfera cargada como en un desierto, de tal manera que no supe adivinar los caminos a seguir, los buenos, los que me llevasen por la vía del entendimiento. Todo se turbó en espejismo que me desviaba de la senda buena.

Y el recuerdo de ese cuerpo que tanto admiré, por el que tantos días vagué y recorrí, perdiendo la noción del tiempo, con mis dedos, mis labios, mis párpados, mis brazos, mis piernas y mi sexo. Mi duro sexo que no podía evitar derramarse tras ese paseo de deleites táctiles y visuales, de edén aromático por el olfato guiado, con los ojos cerrados cuando tanta belleza no se hacía soportable a la vista, cuando ya no podía mantener mis pupilas navegando por dunas de bello erizado, contornos dibujados en un horizonte de sábanas y almohada. Luz tenue entrando por la ventana en mañanas de estío, luz cálida de lámparas en noches de frío invernal. Dulce brisa, en siestas primaverales, y escalofrío de ráfaga otoñal. Todas las estaciones eran una en tu cuerpo, en tu vaivén, en tu sonrisa, todas las estaciones eran una, eras mi estación, donde el frío y el calor se aúnan, donde el sudor y el escalofrío se juntan resultado de un sol abrasador que destempla al cuerpo, como al cuerpo que a ti se arrima.

Todo ese mapa de sensaciones y sentimientos queda arrugado y deformado por el tiempo, ya no sé cómo interpretar aquellos signos que marqué en otro momento, ya dudo del camino de vuelta que me llevó a lo lejos, perdido de ti, como en un descuido azaroso, errando el destino, errando la senda, por márgenes de barrancos y desatinos. Había trazado cada curva, cada margen, cada sima en mi mapa interno, cada giro bien marcado y balizado, para no despeñarme en el duro paso hacia un futuro que nos llevase al paraíso y no al infierno. Purgatorio no hay, solo camino angosto, y me encuentro desterrado a la vereda, por buscar atajos que simplificasen el paso por acantilados que surgieron en el trato incómodo, del día y la noche que se nos hicieron insalvables, deslumbrados por lo cotidiano y el cansancio de lo rutinario.

Te lo digo ahora que miro y no veo el brillo de esa luciérnaga en nocturnidad que siempre aparecía en las noches sin luna. Desde este reducto donde me encuentro, me ahoga el paso presuroso por no ser el paso cierto, el bueno, el que me acerque a lo que el trazo de mi mano hizo bosquejo, para un día volver sin demora a navegar por tus pechos. Casi despeñado, casi perdido por completo. Te lo digo, y no sé si lo entiendes pues te fuiste lejos, tan lejos que percibo que no quieres ser faro para dar luz para un regreso. ¿Realmente lo creo?, ¿creo que seas tú quién esquiva darme luz o brújula o sextante? ¿O soy yo el que borra el trazo en el mapa de mis sentimientos? Ya dudo, lo dudo todo menos de lo que fue cierto, los arrecifes de coral que era todo tu cuerpo. Pero las líneas cinceladas en mi mente para no desperdiciar el tiempo en pos de un camino turbulento, han quedado erosionadas y corroídas, difusas a la interpretación, dañadas por el tiempo y el cansancio y la distancia que me dejaron fuera, aislado de lo que será tu futuro que ya no centellea para decirme vuelve, que ya no refulge para mí.

 

 

.

.     *El camino marcado en los planos imaginados e imaginarios de nuestro protagonista quedaron difusos y borrados como en la canción de Quique González.

“Deslumbrado“

quique-gonzalez-daiquiri-blues

.     **NA: Publicado originalmente el 5 de Julio de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Problema y solución

04 Miércoles Sep 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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Cafetería, callar, Decir, desafecto, desamor, Efecto Mariposa, escribir, escritos, Granito de arena, Leer, Literatura, Música, No decir, notas, ocultar, Ordenadores, palabras, papeles, pareja, Vivo en vivo

-“Dejar de querer no se deja fácilmente, pero sí que creo que el desapego y el desafecto llegan paulatinamente, y cuando se hacen presentes es más valiente decirlo y sucumbir ante la realidad que seguir hasta un final que quizás no sea el mejor final, puesto que puede que no sea nuestra mejor historia, acaso haya otra historia esperándonos para ser contada y vivida más plenamente”.

Pero esto son sólo palabras, es sólo literatura, la vida es más complicada, aquí es todo más fácil decirlo y que parezca fácil hacerlo, por eso lo escribo, por eso te lo digo y no te lo digo, te lo estoy diciendo aquí, pero falsamente, puesto que nunca llegará a tus oídos, ni a tus ojos para ser leído. Hoy me armé de valor y me lancé para dejar de ser un cobarde, para no seguir engañándote cuando te digo lo que te digo y no siento en verdad eso que verbalizo y con voz melosa y cicatera de verdades infundadas y buenas palabras te envuelvo, y tu sonrisa y el brillo en tu mirar me devuelve al malestar de mentir y no hallar la manera de no disfrazar y falsificar lo que en verdad llevo dentro que no es amor sino alejamiento, deseo de partida y comienzo de nuevo, de búsqueda, pero sin disimulos y engaños explorando los caminos deseados, las colinas a subir para ver otros paisajes y otear otros campos.

“Nosotros somos el problema casi siempre, en nosotros está la solución siempre”, me digo. Yo soy el problema, y yo soy la solución, al menos en lo que concierne a mí, lo que me hará no sentir la vida perdida, lo que evitará la amargura. Cómo evitar mi pesar sin trasladártelo a ti, sin hacer que mi liberación se transforme en tu desconsuelo y aflicción. Yo sólo veo ruinas endebles donde tú ves el castillo sólido al completo, yo lo veo de papel ajado que cederá con el viento, con mi soplido si me atreviera a hacerlo. Pero realmente el viento lo que se llevará son estas palabras, es este papel, en el que pongo lo que no me atrevo a decir de viva voz, que se trastabilla cada vez que frente a tus ojos lo pienso, y que hace que baje los míos hacia el suelo, y que aparente cansancio físico, cuando lo que me cansa es lo nuestro. Este peso, esta carga, este trauma.  Agobiado y triste e infeliz, se me muestra el hoy, y peor aún, el mañana y el pasado mañana  y el resto de los días hasta la muerte, que me llegará quizás antes por las ganas de vivir desaparecidas, por el tedio de la convivencia no querida, por el poco valor a dar un paso, a haberlo dado cuando había tiempo. He buscado y rebuscado e indagado dentro de mí y a mi alrededor para solventar este estado de ánimo, me he dicho tantas veces que el problema soy yo y que si miro dentro será sencillo solucionarlo, y fácil encontrar el error en el que me muevo y por el que vivo falseando todo lo que concibo, todo lo que nos concierne y emponzoña lo nuestro. Y el yerro no se muestra y entonces asumo que no es tan sencillo saber el motivo del fallo en la relación. Nunca hubo desaires ni discusiones ni palabras mal sonantes ni voces elevadas ni reproches constantes. Eso es lo peor, que no hay, no hubo una motivación para este lastre que me hunde y ahoga en la tristeza más lacerante.-

El papel arrugado en el suelo de la cafetería a mis pies me llamó la atención, no sé que me impulsó a cogerlo, quizás mi curiosidad o quizás más mi vena cotilla de saber que podría contener. En aquél lugar hay mucha gente que va a leer y escribir y consultar páginas web o sus redes sociales o sus correos personales en sus “portátiles”, y también hay gente que se acerca a leer libros en papel, y pocos ya a escribir en papel. Quizás fue esto lo que me llevó a recogerlo, la cada vez menor posibilidad de encontrarse lo escrito por alguien tirado en el suelo, el ver que era un folio hecho bola, no ya caído u olvidado, si no desprendido de él por su autor o autora a propósito con ánimo de convertirlo en deshecho. Cada vez más lo que se escribe es en formato electrónico y cuando uno se deshace de ello se borra y desparece con más facilidad y menor posibilidad de que un extraño lo pueda leer, que alguien ajeno al destinatario final, si es que lo hubiese, pueda saber lo que uno escribe sin el deseo de que sea así, leído por casualidad o por accidente, recogido del suelo o de una papelera. A no ser que el que lo lea lo busque con un propósito de saber y conocer investigando en tu ordenador, pero eso sería como leer en un cuaderno o agenda o diario sin consentimiento, eso sería otra cosa, sería como una violación de tu intimidad. Y esto bien podría parecerse, pero no lo veo así, no está acompañado de la alevosía de la búsqueda, es más un encuentro fortuito con la palabra y el grito necesario de quién lo ha escrito. Es cierto que turba un poco leer la intimidad de alguien, cuando ese alguien no lo ha elegido como público. Uno traga saliva, e incluso se sonroja, por creerse un poco en falta, pero el deseo de saber es más fuerte y la lectura se hace rauda y con ganas de interiorizar y conocer lo sentimientos de quién puso esas letras, esos pensamientos y en este caso sentimientos, de desamor, desafecto y desaliento.

Al terminar de leer un poco de ahogo surge, y la espera a la pareja se hace más impaciente, quiero contarle lo que he encontrado y que también lo lea y congratularme con ella de que no tenemos ese problema, que esa flaqueza no la hay entre los dos, pero la tardanza hace que le dé vueltas al asunto y me empieza a asustar, porque hoy no siento lo que he leído pero quizás como dice el papel, pueda llegar alguna vez el cansancio de uno en el otro, poco a poco sin ruido sin avisar, y que lo que hoy se ve imposible llegue a suceder, que llegue el momento que uno de los dos necesite irse a un bar para escribir lo que no se atreve a decir con las palabras a los oídos del otro. Y miro alrededor tontamente para ver si puedo identificar a quién escribió eso y que ahora esté con su pareja como si nada, con total normalidad, esa normalidad que ahora ya no consigo para mi, ya no estoy seguro de querer enseñar ese texto a mi pareja, no quiero plantearme que lo que he leído quizás ya esté empezando en mí o en ella, sé que si se lo muestro lo hablaremos y elucubraremos sobre ello, y ese hálito pueda quedar posado entre nosotros. Miro por el ventanal, miro a la puerta de entrada, y por fin veo llegar a mi cita, por fin puedo olvidarme de este papel escrito y lo arrugo y lo tiro. Pero en el fondo no lo olvido.

 

. 

 

.     *Teme que se conviertan en dos extraños como en la canción de Efecto Mariposa, y le asusta y no quiere ni pensárselo, teme que lo leído se convierta en profecía.

“Granito de Arena“

Efecto_Mariposa-Vivo_En_Vivo-Frontal

 

.     **NA: Publicado originalmente el 20 de Junio de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad.

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