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desafectos

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Archivos de etiqueta: miedo

Confuso llanto

24 miércoles Nov 2021

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 55 comentarios

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En estos días, enfermedad, Frío, Gris, hijo, invierno, llanto, lluvia, Música, miedo, Mujeres, Nacimiento, Rostro, Silvio Rodríguez, sol, temor

Se me agolpan las palabras, las emociones, las imágenes. Las intento digerir y ordenar y no puedo. Se me agolpan estos días, estas angustias y miedos, temerosos días de pérdida del recién llegado. Horas amargas de espera y duda y deseos de mejora y sanación, aun no sabiendo si hay enfermedad o mal irreversible o acaso reversible, o sin saber ni siquiera si habrá dolencia tras la complicación. Indefenso él. Tememos, aunque nos digamos que no hemos de temer. Nos preguntamos si ese rostro que ya vimos lo volveremos a ver o cesará antes de haber iniciado su periplo, si ese rostro que antes no era y que hoy es por haberlo visto, y que se ha quedado en la retina, fijo y nítido, seguirá iluminándonos como hoy me lo parece, en este día de invierno gris y lluvioso. Ya no sale el sol, sólo su rostro. Días de aguacero que acompañan esta grisura que se empecina en ahogar la alegría esperada por la llegada del hijo. El cielo se abate sobre la ciudad envolviéndola con nubes oscuras, frías y húmedas, ensombreciendo las calles, haciendo parecer que la noche se aproxima fuera de hora. Como si alguien fuese cerrando los postigos, tal cual antes se hacía, para ahuyentar la felicidad y traer el duelo, enlutando la casa que ahora y como nunca necesita su rostro para ser alumbrada. Quedando todo bajo una atmósfera húmeda que cala los huesos. Días de lágrimas asaltantes en el precipicio del parpado, de lágrimas contenidas y amarradas y sustraídas de su inminente camino para mostrar la fortaleza que no se tiene, la entereza que se desmorona en la soledad de cualquier esquina o ventanal por el que mirar y asomarse  para respirar profundamente e intentar distraerse con el perfil de la ciudad, para no pensar. Intentando sostenerme para sostener al otro, que más frágil se muestra sin saber de la fragilidad del compañero amado. Lloramos a escondidas, hasta que no hay manera de ocultarlo y ocultarse. Ella llora por sus rincones, yo lloro por los míos y nos encontramos en la cocina y nos miramos y lloramos juntos, lloramos en la alcoba, en el cuarto de baño, en el dormitorio del recién nacido, que aún no lo ha habitado. Lloramos y no sabemos porque lloramos, solo nos miramos y nos abrazamos y lloramos. Las lágrimas brotan y brotan con desconsuelo y sin sentido. No es dolor, no es júbilo, es solo llanto, agua salada cayendo con mueca amarga pero no de amargura. Sólo llanto. Confuso llanto.

 

.

 

.     *Silvio Rodríguez ilustra con su canción el sentir del texto; en estos días no sale el sol si no su rostro. Aunque su autor la escribiese con otro sentido, esta canción hoy la convierto en un canto en primera persona hacía el hijo.

 

«En estos días«

Silvio Rodriguez - Mujeres 1978

.     **NA: Publicado originalmente el 23 de Enero de 2014. Hoy recibe una nueva oportunidad.

.     ***Al hijo

.

Miedo

07 martes Abr 2020

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

≈ 6 comentarios

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angustia, Cerrado, Christina Rosenvinge, descansar, dormir, higuera, infancia, llanto, Música, mente, miedo, viento

Miedo.

Viento mueves la higuera,

higuera rozas la teja.

Miedo.

Angustia de lo incierto,

duda infante

que acechas susurrante,

golpeando una y otra vez.

 

Ni siquiera lloro,

qué monstruo soy,

¿o seco estoy?

 

El llanto va por dentro,

y sin una gota me encuentro.

La mente no puede más,

emboscada en este infierno,

patio interno.

Huid de mi lado,

vagad por otros tejados.

Fuera el miedo,

descansar y dormir quiero.

 

 

 

.     *Christina Rosenvinge quiere en su canción que la dejen en paz los demonios que la acechan, como en el poema lo quiere nuestro protagonista.

«Cerrado«

.     ** Publicado originalmente 5 de Noviembre de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Otra idea de felicidad

25 lunes Nov 2019

Posted by albertodieguez in Música, Poesía, Relato

≈ 14 comentarios

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Bebe, cuchillo, Felicidad, Infelicidad, Lo echamos a suertes, Malo, Música, miedo, Muerte, Odio, oportunidad, Pafuera telarañas, pareja, suerte, Violencia, Violencia de género

Dormir separada de su hombre,

no era su idea de felicidad.

Dormir con un cuchillo bajo la almohada,

no era su idea de felicidad.

 

Poner cerrojo en la puerta de su alcoba,

no era su idea de felicidad.

Los gritos a su regreso,

no era su idea de felicidad.

 

Que le llamen puta,

no era su idea de felicidad.

El olor a alcohol a su vuelta,

no era su idea de felicidad.

 

Las amenazas de quitarle la vida,

no era su idea de felicidad.

El maltrato psicológico,

no era su idea de felicidad.

 

Evitar encontrarse en el hogar con su marido,

no era  su idea de felicidad.

Vivir con miedo,

no era su idea de felicidad.

 

Ser su esclava y sirvienta,

no era su idea de felicidad.

Sentirse culpable,

no era su idea de felicidad.

 

Odiar,

no era su idea de felicidad.

Desear la muerte de alguien,

no era su idea de felicidad.

 

Convivir con el padre de sus cuatro hijos,

se convirtió en su idea de infelicidad.

 

Su muerte supuso liberación.

Su muerte le devolvió la felicidad.

 

La suerte le dio otra oportunidad.

 

 

 

.     *Quizás ella debía haberse vuelto como el fuego y haber sacado el valor para quemar sus puños de acero como dice la canción de Bebe, y no esperar y tentar con su pasividad a que la vida le diese una nueva oportunidad, que por suerte tuvo.

«Malo«

Bebe Pa fuera telarañas

.     ** Publicado originalmente 5 de Diciembre de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Afligida solución temporal

15 viernes Nov 2019

Posted by albertodieguez in Música, Microrrelato, Relato

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Ajuste de cuentas, amor, Caminando en círculos, duda, Homosexualidad, Infidelidad, Música, miedo, Quique González

Cuando se marcha cierra despacio la puerta, y a veces echa la llave como si no quedase nadie dentro, como si no quedase nada. Pero yo sigo allí, aún en la cama, y me sonrío y pienso que su despiste le hace cerrar creyendo que ambos salimos. En ocasiones me recorre cierto escalofrío por el cuerpo como si lo que quisiera es dejarme allí sin poder marcharme como temiendo que no estuviese al volver. Otras veces ese escalofrío me es doloroso por creer que cierra porque ya no piensa en mí, porque al cruzar esa puerta, su mente ya se ha alejado del todo y he sido borrado por completo de él, de su vida. Sospecho que soy sólo un alto en el camino, un soplo de aire fresco necesario de vez en cuando para seguir avanzando cuando el aire de su vida diaria se vicia haciéndose irrespirable, y que me tiene como una ventana que se abre y renueva el oxígeno de una estancia. Quizá sólo soy para él esa ventana, que al salir de la casa cierra hasta que necesite ventilar de nuevo. Entonces veo a su mujer y a sus hijas como un gas tóxico que lo ahoga y que soy una solución temporal para no morir de asfixia.

 

 

 

.

.    *El protagonista quisiera que al marcharse un día su amante le dijese lo que canta en esta canción Quique González; “No nos lo perdonarán, será definitivo, será para volver contigo otra vez”.

«Caminando en círculos«

quique-gonzalez-ajuste-de-cuentas

.     ** Publicado originalmente 19 de Mayo de 2019. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Deseo suicida

24 martes Sep 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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Alfonsina y el mar, conversación, enfermedad, final, Lágrimas, llanto, mar, Música, Mercedes Sosa, miedo, Muerte, Mujeres Argentinas, puenting, suicidio, vejez

Se puede elucubrar mucho sobre los suicidas, sobre si realmente se quieren quitar la vida o solo pretenden llamar la atención, o si se produce en él un desequilibrio momentáneo que en un punto se revierte y toma conciencia de lo que está realizando y no lo quiere llevar a término, y quizás a veces lo demora para que alguien lo libre y rescate de eso que está intentando finalizar. Pero eso sería pensarles como niños que quieren que se fijen en ellos, y que es una manera de alertar a los otros, de decir con un grito desesperado que necesitan que les hagan caso, que necesitan ayuda.

-No es fácil suicidarse-, me dijo; -Pensé que sería sencillo, pensé que tendría valor-.

Esto me recordó cuando fui a hacer Puenting y piensas que será sencillo, que te dejarás caer con facilidad, pero cuando estás al otro lado de la barandilla, cuando ya todo está listo, el arnés y las cuerdas en su sitio, cuando ya solo depende de tu decisión, de un pequeño impulso hacia el vacío o ni siquiera impulso, un dejarse caer hacia la nada que nos sujete. Es ahí cuando el cuerpo no responde a la mente, o es la misma mente la que piensa una cosa y ordena al cuerpo otra. El caso es que tú dices;  Allá voy. Cuentas, uno, dos y tres, y dices; Ya! Y te das cuenta que no, que no has podido hacerlo, que aun sigues encaramado y bien agarrado a la barandilla metálica, sientes que las manos aprisionan el metal, y que casi te estás haciendo daño, que tu cuerpo hizo el movimiento de separación de la vertical, tus brazos dejaron de estar encogidos y se alargaron estirándose por completo, alejándote de lugar de agarre y sujeción, pero tus manos no hicieron lo que debían hacer acompasando el movimiento de cuerpo y brazos, es decir, dejar de agarrar. Ellas siguen allí haciendo lo que no debían de seguir haciendo, sujetándote para evitar la posible caída. Velando por tu vida. Vuelves a ponerte a salvo verticalmente, y te das cuenta que no has conseguido saltar, y lo vuelves a intentar, esta vez tomas la precaución de abrir las manos antes de iniciar el alejamiento del cuerpo de la barandilla, y ya sí, ya nada te retiene y sin vuelta atrás caes con la subida bestial de adrenalina, y la cara se te desencaja por el miedo que tú nunca dejas de tener, aunque hayas decidido por voluntad propia hacer aquello.

Pienso que el suicidarse o la decisión de suicidarse, debe ser algo así. Decides hacerlo pero nunca dejas de temer el resultado. Quieres hacerlo pero algo en ti te frena. Esos casos son los que la gente luego dice que lo intentó quizás para llamar la atención, que en el fondo no se quería suicidar, pero eso es simplificar demasiado cuando el acto no se lleva a término sin retorno.

-Hay días en los que quisiera morirme-, me dice.

Sentado frente a mí, mirándome a los ojos, pero con la vista perdida, como si no me viese, como si estuviese viendo a través de mí, -igual le soy transparente en ese instante-, pienso. Callo y le observo. Le miro. Su rostro hierático no me deja vislumbrar que pasa por su mente, su cara solo me muestra una persona que parece que no está allí. Sigo en silencio para que continúe, para que me diga más, para que me cuente el motivo de esa reflexión, de ese deseo que me ha dejado helado. El silencio se dilata y avanzan los minutos, sin que crucemos palabra. No hay frases, ni preguntas, ni respuestas por tanto. No le exijo argumentos que me expliquen los motivos. Entre él y yo hay una pequeña distancia, no más de setenta centímetros, la longitud de la mesa que nos separa, pero realmente hay una distancia abismal, le siento lejísimos, él no está allí, en aquel lugar. No digo nada, espero para saber cuándo él decida que debo saber. Aunque en realidad, me doy cuenta que no espero ni he dejado de hablarle ni musito nada, no por respeto a sus motivaciones que me mostrará seguramente o eso espero, no guardo silencio por darle tiempo a que organice su pensamiento y me cuente, si no, que lo que hace que calle es que no sé qué decir, no sé qué decirle. Noqueado por esa confesión la mente ha sufrido cierta parálisis y me va lenta, muy lenta. Busco en mí, argumentos, preguntas, ánimos, para articular lo que debo decirle y como decirle; que eso es una barbaridad que no tiene motivos para esas locas ideas, para ese fin de acabar antes de que la naturaleza dé por finalizado su existir. Pasa por mi cabeza, que quizás esté enfermo y yo no lo sepa y que me dirá que se cansó de luchar, de bregar con el mal que lo aqueja, y que aunque la batalla no ha sido aún ganada por la enfermedad, él se rinde, pues no estima que alargar temporalmente la lucha sirva para algo. Está cansado de la inutilidad de cada amanecer en el que calzarse la armadura de medicamentos para una pelea interna que le va mermando sus ganas de vivir, aunque nadie lo veamos. Sus ilusiones ya no existen, ya no tiene proyectos que cimenten cada despertar.

Miro la taza de café que hace rato dejó de humear, pienso que se ha quedado frío, tanto como yo cuando escuché ese anuncio de muerte deseada.

Mira por la ventana.

-¿Estás enfermo?

Sin girar la cabeza, contesta; -No-, y veo una leve sonrisa de circunstancias, como si supiese que esa sería una de mis preguntas, o al menos como si supiese que eso pasaría por mi cabeza.

-No, no es nada de eso, no tiene nada que ver con enfermedades o que haya perdido la cabeza o la esté perdiendo.

-Entonces se me escapa-, le digo, a la vez que intento que la voz no me suene angustiada.

-No tiene nada de misterio, es sólo que ya me gustaría cesar mi existir, pero como te decía no es fácil ser elemento activo, aunque lo desees. Hay que ser valeroso para llevarlo a cabo. Para mí sería una bendición no despertarme una mañana, o contraer esa enfermedad que tú me suponías, pero claro que fuese una enfermedad rápida y no dolorosa.

Aturdido, no sé por dónde continuar, si insistir en que es un desvarío, o callar. Su edad avanzada, aunque no tanto, me hace comprenderle un poco en esa terrible aspiración. El fin de las ilusiones, pensar que ya todo está hecho y que el camino que queda no sirve nada más que para seguir avanzando sin objetivo, solo por la inercia de avanzar, con todas o casi todas las experiencias cumplidas. Lo llego a entender. Siempre es una decisión respetable, pero no siempre es soportada por la racionalidad, y menos cuando esa decisión viene dada antes de la vejez. ¿Puede alguien no desear vivir sin estar con sus funciones mentales trastornadas? He conocido varios casos cercanos, gente que he tratado y siendo jóvenes han decidido acabar su existencia física. No sé lo que ha pasado en sus cabezas, y por tanto no sabría decir si estaban trastornados o no.

Empiezo a temer, que siga hablando. Por egoísmo y por miedo a la vez, por querer evitarme algo que se me vuelve desagradable de pensarlo y me comienza a agobiar sólo por intuirlo. Algo a lo que no sabría cómo enfrentarme, si tendría valor o si la cobardía se apoderaría de mí, empezando a buscar escusas con las que argumentar la petición de desistir de su empeño, no para salvarle si no para salvarme.

-He pensado cómo podría hacerlo, realmente hay muchas posibilidades, muchas maneras; empezando por el salto al vacío desde un viaducto, fíjate que el de Madrid lo acristalaron para que la gente no saltase desde él. Cortarse las venas y dejarse llevar en una bañera dándose un baño. Utilizar pastillas o algún veneno. Incluso uno puede intentar hacerse con heroína e inyectarse una sobredosis. Pero todas las opciones requieren tener gran osadía, no ya en los preámbulos de preparación, eso hasta resultaría fácil y entretenido como cuando preparas un viaje, si no en el momento de llevarlo a cabo uno mismo. Sería más sencillo que otro te ayudase, que otro fuese el que te empujase desde el borde del viaducto, que fuese otro el que te acompañase en tu último baño y te hiciese los cortes definitivos, que fuese otro el que te hiciese ese cóctel de pastillas nocivas o te suministrase el tósigo mortal, o que fuese otro el que diluyese el polvo en la cucharilla calentada y después con la jeringa hincase ese fuego letal. No, no te asustes, no te voy a pedir que seas ese otro, tu cara delata ese pensamiento ayudado por mis palabras. Sólo digo que seguramente sería más fácil llegar a ello. En mi ensueño, pienso que alguien que conoce éste mi deseo, se apiada, y sin yo saberlo un día obra y cumple lo que yo quiero. Eso, como un accidente que provoca la muerte repentina, sería algo con lo que sueño.

Hay organizaciones que ayudan morir, pero creo que sólo a gente que está con enfermedades terminales. Organizaciones para la Eutanasia, para conseguir una muerte digna, antes de que la enfermedad denigre. Es una pena que no hagan esa misma labor para gente que no está enferma y que quisiera morir.

Escucho, sólo escucho, no soy capaz de interrumpirlo. Habla sosegadamente sin ningún atropello, sin ninguna excitación que me parezca que lo hace sin reflexión, por el contrario lo hace con calma, fluyendo todas sus frases de manera lenta, y suavemente vuelan a mi alrededor hipnóticas, generando cierto vértigo, haciendo que no me parezca real todo aquello, me siento algo mareado, como drogado. Le oigo continuar.

-También he elucubrado con tener un fin más poético, al estilo de lo que relata la canción sobre el final decidido por la poetisa Storni; internarme en el mar lentamente, en un mar cálido, un mar que me arrope y que me dé el calor que necesito y que seguramente necesite más en ese momento, pues estaré con miedo, mucho miedo, y frío, mucho frío, por más que sea lo que más deseo, en ese instante estaré helado, tiritando y con lágrimas. Lágrimas de despedida. Lágrimas saladas uniéndose a un mar salado, y así, dejaría algo de mí en ese mar, que será para siempre mi mar.

 

 

 

.     *Por lo que nos encoge el alma, siempre quisiéramos creer que suicidarse es un alarde tan poético como en la canción; “Alfonsina y el mar”, entonada por Mercedes Sosa

«Alfonsina y el mar«

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.     **NA: Publicado originalmente el 14 de Febrero de 2014). Hoy recibe una segunda oportunidad.

                                                       .Continúa: «Deseo Suicida» (2ª parte)

La humillación

10 martes Sep 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 40 comentarios

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agresión, daño, discoteca, escuchante, humillación, miedo, Odio, oyente, Periodistas, Radio, Sávese quien pueda, TV, Un día en el mundo, vejación, venganza, vergüenza, Vetusta Morla

Uno no sabe lo que es la humillación hasta que no ha sido puesto frente a ella o la ha sufrido, aunque a veces uno se expone a ella y la nutre con sus actos o sus palabras y no se da ni cuenta de que se está humillando a sí mismo. Verla de frente, si son otros el objetivo de ella es doloroso y apena y avergüenza, por lo que uno ve, y piensa en la aberración que está presenciando, como cuando uno mira un programa de televisión y el que sale en pantalla es vilipendiado o sirve de diana para la mofa y escarnio de esas personas que le rodean allí si está presente en el plató y si no está da igual, lo denigran y calumnian igualmente, con grandes gritos y aspavientos; o cuando el invitado o entrevistado habla y se expresa fatal por su falta de costumbre ante las cámaras o a veces por incultura y falta de estudios; o todos esos que por la calle responden incongruencias a periodistas o reporteros, y en todos estos casos viéndolo uno se pone colorado por vergüenza ajena y ha de cambiar el canal, y parece que así se libra de ello y descansa de tal turbación.

Y también pasa escuchando la radio, cuando entra en antena una llamada y lo que dice el oyente o escuchante, que ahora dicen, como para darle categoría, no sé ya si a la persona que está al otro lado de las ondas o por vanidad de los profesionales de la radio que se sienten mejor pensando que para quienes hablan les escuchan y no solo les oyen, cosa que me parece horrenda y pretenciosa, aunque lo hagan para darle más empaque a sus seguidores, en el fondo me suena más que es para alimentar su propio ego, no sentir que hablan a la nada, que hablan para nadie. Como decía, también en la radio aparece este sentimiento de bochorno, a veces uno escucha el relato de quién ha llamado a la emisora a dar su opinión entrando en directo o dejándola en un “contestador” y uno intenta pasar de ser escuchante a ser sólo oyente puesto que lo que escucha es penoso, no ya solo por la idea transmitida si no como lo transmite, o se desmarca hablando de algo que no viene a cuento al programa, y es entonces cuando indefectiblemente se va la mano para cambiar el dial y poder librarse de esa humillante imagen que está dejando de sí mismo esa persona, que quizás ni se da cuenta de que se está poniendo en evidencia. Pero en estos casos se es un elemento pasivo, meros observadores y escuchadores, aunque las situaciones nos azoren hasta el punto de intentar desprendernos de aquella visión o de aquellos discursos que nos parecen deleznables para el sentido común, en cambio hay otras situaciones en las que somos participes, protagonistas en esa humillación, no ya impuesta por nosotros mismos ni elegida como algunos de los casos anteriores, si no infligida por otros, unos que creyeron el deber de dar un escarmiento, so pena de limpiar su honor. Un ajuste de cuentas, de unas cuentas que uno no cree deber ni ser moroso de nada para con ese que ahora quiere cobrar para su regocijo y reposición de honra. Invitados como elementos activos de la situación aunque nos reservan un papel pasivo.

De cualquier modo, verlo de frente  y sentirlo si no eres tú el humillado tampoco es lo mismo que si la humillación cae sobre ti, y la vejación se hace en tus propias carnes, y se ceba en tu rostro y en tu dolor y en tu llanto; perdida la dignidad, por el miedo y la indefensión y la repulsión al acto no consentido.

Es un sentimiento horroroso cuando se sufre, quizás difícil de imaginar si nunca has pasado por ello. Lo más próximo a veces es escucharlo de la boca de otros que tuvieron que pasar ese mal trance e incluso les cuesta pensar que la desgracia cayó de esa manera sobre ellos, y no aciertan con las palabras que determinen sus sentimientos, su estado anímico de ahora y de cuando lo sufrieron. El de ahora puedes intentar intuirlo si consigues verle los ojos; bajos, arrastrados por el suelo, van con la cabeza baja, muy agachada como con un gran peso, triste la expresión y el llanto en el borde de los parpados siempre a punto de salir. Pero el de aquel día no se puede intuir ni por aproximación saber si antes no lo has visto, no has visto el rostro del humillado en pleno acto, en pleno momento de ofensa y burla. Pero yo sí lo vi, brevemente o no tan breve siendo sincero; el morbo hace que uno se recree en esas cosas que siempre dice nunca vería, o por las que asegura no se dejará llevar por asco o aprensión y convencimiento de que mirarlo no te hace mejor persona y al verlo formas parte de ello y eres participe de algo nauseabundo, y en vez de apagar o cambiar de canal o de dial como siempre uno hace, o procura hacer y defiende esa postura ante otros, se deja llevar por aquello que resulta hasta desagradable visionar.

Las imágenes no necesitaban grandes comentarios, el sonido grabado era más que descriptivo del trauma acaecido allí.

Parece ser que el encuentro se produjo de manera casual y fortuita, pero llevó a un desenlace grotesco. En aquella discoteca atestada de gente, fue mala pata que el destino hiciese que se pudiesen juntar de nuevo sus vidas, era un local inmenso y con tanta gente que lo normal hubiese sido que no se hubiesen visto, ni haber sabido uno del otro, pero la mala fortuna hizo que él con varios amigos decidiese moverse del lugar donde estaban cerca de una barra para ir a pedir a otra y de paso ver como estaba “el ganado” por otras partes de la “disco”, donde se ubicaban no había chicas accesibles a sus intereses.

Al avanzar entre la multitud, en una zona alta en la que se podía apreciar la pista y gran parte del sitio, vio su cara casi de improviso, y al verlo no le dio gran trascendencia, sólo lo le sonrió y le saludó, pero enseguida se dio cuenta de que su saludo no era bien recibido, al ver como el conocido tensaba la mandíbula y abría ostensiblemente los ojos, y al llegar a su altura le agarró del brazo cuando éste le iba a dar la mano. Él iba el último del grupo, por lo que sus amigos no se percataron de que quedaba rezagado y enseguida lo perdieron de vista. La música estaba muy alta y casi no podían oírse si no se acercaban mucho, el conocido le dijo que cómo se atrevía a saludarlo.

–          ¿Cómo te atreves?

–          ¿Qué dices? – un poco confuso, no entendía ese recibimiento.

–          ¡Cabrón, que sé lo que pasó en la fiesta de fin de año!

(-Ah, era eso, -ya comenzó a comprender esa actitud del conocido).

Era el novio de una amiga suya, y en Nochevieja él no asistió a la fiesta en la que estuvieron, y finalizando la noche con bastante alcohol por las venas de todos los amigos y amigas, se enrolló con ella, con la novia de éste que ahora tenía enfrente. Aunque realmente solo estuvieron besándose sin llegar a nada más, dándose cuenta del error absurdo habían decidido olvidar el “percance”.

El caso es que ahora estaba frente al novio y se preguntaba cómo se había enterado él, a no ser que se lo hubiese dicho ella misma nadie más se lo podía haber contado, casi nadie fue testigo de ello, o eso creía. Pero estaba un poco aturdido, no entendía muy bien qué estaba pasando, él ya no iba con ese grupo de amigos, pero  por lo que tenía entendido, ellos ya no eran pareja, como para que viniese ahora con estas cuentas.

Lo que sucedió a continuación, pasó muy rápido.

El conocido le espetó si le gustaba joder a la gente y romper parejas, que qué era eso de liarse con las novias de otros. De repente se vio rodeado de tres individuos más y empezó a ponerse nervioso. 

En todo el rato el conocido no le soltó del brazo, y esto le había mantenido muy cercano a él, por el ruido estas pocas palabras que se cruzaron fueron muy cerca del oído, y como final y despedida le dijo:

–          ¡Anda, vete de aquí! lárgate de mí vista!

–          ¿De qué vas? ¿Quién eres tú para decirme que me vaya?

–          ¡Cómo que de qué voy, lárgate si no quieres que sea peor!

Una amenaza así de chulesca, en mitad de tanta gente,  es más fácil afrontarla, no creyendo que pueda ser llevado a cabo el acto amenazante. En cualquiera de los casos decidió no tentar a la suerte y marcharse.

–          ¡Que desaparezcas de mi vista!

–          Ya, ya me voy, ¡no hace falta que empujes!

El incidente le había dejado mal cuerpo, una situación así es desagradable y además en el transcurso había perdido de vista a sus amigos, dio una vuelta por el local oteando aquí y allá en busca de sus colegas, cerca de las barras era más fácil que los localizase, por la querencia que ésta tenía para ellos, pero tampoco hubo suerte. Pasada  casi media hora de búsqueda decidió marcharse. Se iba algo preocupado hacia la puerta, una sombra de intranquilidad le ocupaba la mente, estaba nervioso, era ya madrugada avanzada, y quizás sería difícil encontrar un Taxi, y temía volverse a encontrar con el conocido y sus amigos.

Los malos presagios ahogan, y él se ahogaba, el corazón le palpitaba en exceso, no sabía si achacarlo a la gran ingesta de alcohol o al suceso. También estaba un poco dubitativo en qué hacer, si debía marcharse sin sus amigos como si les diese plantón, aunque realmente era al contrario, la imposibilidad de encontrarlos le hacía sentirse plantado.

Todo lo siguiente, cuando a uno se lo cuentan no puede dar pábulo sobre su veracidad, por entenderlo exagerado y desorbitado, son esas cosas que uno no imagina que puedan suceder, salvo en las películas en las que se fuerzan los argumentos para generar historias entretenidas e impactantes, alejadas de la realidad, pero que a la gente le gusta ver. Y esto es, ver, lo que ha hecho que sí que crea no ya el relato del interior de la discoteca, si no lo habido fuera.

En la puerta había poca gente y poco tráfico, la zona no estaba muy bien iluminada y decidió cambiar de calle en busca de un Taxi, por allí a esas horas sería demasiada casualidad que pasase alguno. Según avanzaba oyó pasos a su espalda pero no le dio importancia, seguía saliendo gente de la discoteca aunque aún quedaban un par de horas hasta el cierre. Al girar la esquina fue cuando oyó unos pasos rápidos y fuertes como de alguien corriendo, varias personas corriendo, cuando giró la cabeza para mirar qué sucedía, vio como le agarraban cuatro individuos, y dos chicas que les acompañaban eran testigos de ello. Él quiso protestar, pero recibió un golpe en la cara que le hizo caer mareado, debió ser un golpe certero en el mentón, puesto que le dejó atolondrado, y no supo muy bien que pasó seguidamente, puesto que lo que recuerda es que estaba en el parque cercano a la discoteca, rodeado por los cuatro chicos y las dos chicas, una de ellas con un móvil grabándolo todo.

El miedo debe atenazar de tal manera que deja mudo, uno debe pensar que si grita todo será peor, y si no lo hace puede salir indemne de la situación comprometida en la que se encuentra, que los daños que sufrirá serán menores, que el agresor se compadecerá por no crear jaleo ni importunar su acción con alboroto, que el secuestrador lo liberará antes y sin represalia. Qué equivocado se está, en una situación así, todo lo malo que pienses se quedará corto, no da tiempo a pensar en lo malo que puede sucederte porque primero estás intentando ordenar tus pensamientos en saber por qué estás ahí, qué quieren de ti. Y cuando empiezas a entender y comprender ya es tarde y lo que pensabas podía pasarte ya te está pasando.

Oyó de nuevo la voz del conocido, le vio la cara con sonrisa cínica y los ojos brillantes inyectados en sangre, como de ido, un loco frente a él pensó, pero enseguida se dio cuenta de que estaba hasta arriba de alcohol y droga, posiblemente cocaína por el brillo de los ojos, y anfetaminas por la excitación en los movimientos y su hablar frenético, y que esas sustancias le diesen ese aspecto de demente, los amigos y amigas no le iban a la zaga, todos estaban muy alterados y con risas algo histéricas y absurdas, una de las chicas no dejaba de grabar toda esta situación incompresible para él.

Bajarse los pantalones era el inicio de la humillación, era el primer pago de una deuda no contraída o al menos no conocida, como cuando te embargan la cuenta por una multa de tráfico que no te llegó nunca ni nunca supiste de su existencia por no ser notificada, ni consciente de la posibilidad de ella por no saber que se cometió infracción alguna. La humillación se iba envolviendo de palabras y palabras, en las que sobresalían los exabruptos de machote, del tipo:

–          “Si te gusta joder a los demás también te gustará que te jodan”

–          “Te gustaría joderte también a mis amigas, ellas puede que quieran, dicen que eres guapete”

–          “Enseñadle las tetas, a ver si se le pone dura”

Y ellas divertidas le hacen caso y le muestran los pechos desnudos.

–          “Huy, no parece que te engorde la polla”

–          “No parece que como hace años te la ponga dura la novia de otro, quizás necesitas saber que ellas son nuestras novias para excitarte”

–          Ya sé lo que tú necesitas.

Por si acaso quisiera huir, estaba bien agarrado por dos de los cuatro chicos. Uno de ellos parecía más pasivo, sin intervenir, casi como no queriendo participar, aunque sin hacer nada por evitar la situación.

La denigración seguía avanzando y ya eran los calzoncillos los bajados, dejando su sexo al aire, sexo que supuso risitas de las chicas por verlo pequeño y asustado, tanto como el dueño de ese apéndice que casi desaparecía entre el vello púbico.

Las lágrimas ya asomaban y caían por las mejillas, había entrado en pánico y solo balbuceaba: «¡¡dejadme!!, yo no os he hecho nada”. Para evitar que hablase le taparon la boca con un pañuelo sacado del bolso de una de las chicas que al rebuscar sacó también un “consolador” que llevaba en él, algo que provocó las risotadas de todos los chicos, a la vez que le hacían comentarios de poco gusto sobre sus necesidades sexuales y que ellos le podrían proporcionar algo mejor.

La humillación iba subiendo de tono, le hicieron que se arrodillase  y se pusiese a “cuatro patas”, fue entonces cuando aquello se desbocaba sin remisión, tomando un cariz de juego feo, de burla y ofensa depravada, no ya para dar un susto y una lección por una afrenta lanzada en un remoto pasado y de la que se está cobrando prenda y pasando factura. Una de las chicas se subió a su espalda como si lo montase, y le golpeó en el culo cual si fuese un caballo al que arrease para avanzar. La otra chica no dejaba de grabar. La diversión ya no parecía poder ir más allá, cuando el conocido volvió a repetir: “Te gustará que te jodan”,  y se bajó los pantalones sacando su pene flácido, ante la mirada horrorizada del humillado. Unos segundos que se hicieron largos, muy largos, mirando el miembro viril de aquel tipo, a la vez que se movía con violencia para intentar desembarazarse de los que le sujetaban, y descabalgar a la chica.

“Lo malo es que, ¿ves?, no se me pone dura, no me pones, ´maricón´, estás de suerte”. Y un respiro pareció pasarle por la cara bien enfocada por la cámara. El rostro congestionado con el pañuelo amordazándolo, ese mismo rostro que pareció destensarse un segundo, sufrió un súbito cambio y el horror se hizo más patente de golpe, de repente, transmutando en deseo de morirse y desaparecer y que esta pesadilla terminase, cuando oyó al conocido decirle: “O quizás no tuviste tanta suerte”, a la vez que le mostraba el “consolador” bastante grueso con su forma de pene; “Hay días que es mejor no salir de casa, y lanzó una carcajada”.

Cuando has visto la cara de la humillación es difícil olvidarla, ver la rabia, el dolor, la vergüenza, el miedo. El relato no es comparable a la imagen, uno puede pensar que lo que le cuentan es humillante, degradante, uno puede oírlo de palabra por el mismo humillado o por terceros, o leerlo como relato del que lo sufrió o de otro que transcribe ese relato de lo acontecido, y solidarizarse con la persona que crees que no merece haber pasado por ello, haber recibido una tunda por una cuenta pendiente, por un acto de un pasado lejano, por algo habido en la juventud, cuando casi no somos conscientes de la transcendencia de los actos. Y si es impactante la imagen, ésta es aún más cuando va acompañada del sonido del llanto y el grito y el chillido desgarrador del que están desgarrando, y ver la sangre del vejado y la saña del que veja, es algo que difícilmente no deja huella, y uno piensa en cuantas de estas situaciones hay en el mundo que no nos llegan. Y uno no sabe lo que es la humillación hasta que no ha sido puesto frente a ella.

.

 

 

 

.     *Nos lo canta Vetusta Morla, hay tanto idiota ahí fuera que avergüenza y daña, que solo nos queda el sálvese quien pueda.

«Sálvese quien pueda«

Vetusta_Morla-Un_Dia_En_El_Mundo-Frontal

.     **NA: Publicado originalmente el 13 de Agosto de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad

Regalando palabras (7ª parte)

14 miércoles Ago 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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afecto, amor, café, cena, cita, cobardía, compañera, compañeros, Copas, desafecto, duda, En Transito, Fiesta, frases, insomnio, llanto, Música, miedo, noche, nota, notas, piropo, Porque la quería, Serrat, tristeza

Las dos notas descansaban encima de la mesilla; “Los hombres como tú solo se encuentran en los mejores sueños” y “No te olvides de la fiesta, no vayas a faltar”.  Una, un piropo que cualquiera desearía recibir, la otra una cita que nadie evitaría. Las estuvo contemplando durante mucho tiempo, las cogió y las dejó varias veces, las leyó y las olió como ya hiciera en alguna que otra ocasión por si algún aroma le daba pistas sobre su autoría. Realmente era absurdo buscar olores o perfumes; aunque los hubiese, no tenía en su cabeza con qué compararlos y no se veía aspirando e inhalando por ahí para conseguir certezas de quién estaba detrás de estas palabras regaladas que tanto daño le estaban haciendo. Irónicamente lo que debía ser alegría y placer por ser destinatario de esas letras, no lo eran, contrariamente su mundo se desmoronaba por dos papeles garabateados y eso le dolía, todo lo construido durante tantos años, tantas convicciones derribadas al exhalar esas silabas su boca cuando bisbiseando las leía una y otra vez. Estuvo largo rato con la mirada perdida, absorto. Mirando al frente, mirando su anodino frente de armario, inerte, a ratos parecía catatónico. Se levantó de la cama. Ya lo había hecho antes; dos, tres, quizá cuatro veces, acercándose a la cocina a beber. Tenía la boca seca, optó de nuevo por agua, sin el resultado de saciarse y tranquilizarse que perseguía con esas idas y venidas, pensó que si seguía bebiendo agua terminaría con dolor de barriga; entonces aun siendo horas algo intempestivas decidió prepararse un café bien caliente en taza grande con una pizca de leche para intentar conciliar el sueño, la cafeína no le impedía dormir, al contrario le sumía en un estado reconfortante que lo llevaba con más facilidad al descanso.

Toda la tarde estuvo con los nervios metidos dentro preguntándose si había tomado la mejor decisión, si aquella determinación era valiente o por el contrario de un gran cobarde.

Mientras se toma el café allí sentado en la cocina, en esa madrugada que se le alargaba como si el tiempo no avanzase, se deja llevar por la imaginación pensado como estaría transcurriendo la velada en el lugar al que había evitado ir, el lugar al que le conminaba esa segunda nota, esa cita, que quizás no era una cita y sólo se tornaba así en su parecer. En ese momento ya estarían con las copas, la cena habría acabado hacía un par de horas o más, y ahora estarían repartidos en diversos corrillos, según se sintieran más identificados; agrupándose por las mismas afinidades o afectos o departamentos o jerarquías, como suele pasar en las fiestas de empresa en la que estos grupos suelen ser bastante estancos y  aunque algunas personas tengan la capacidad de moverse con soltura entre varios de ellos, lo normal y general es que cada grupúsculo sea un ente cerrado y endogámico, y sus miembros no tiendan a aventurarse a la mezcla e intercambio. Veía con nitidez el grupo en el que estaría integrado, como las veces anteriores, -las pocas veces anteriores sería más ajustado decir, puesto que en cuanto podía eludía esas reuniones festivas -. Inicialmente se ve en su grupo de compañeros de departamento -en el que no se encuentra demasiado a gusto-, pero sin perder de vista al reducido grupo en el que se sentiría más cómodo sin duda, y al que en cuanto pudiera se deslizaría sigilosamente, que no es otro que el de afinidades en el que se encontraría Helena. Se ve ya en ese grupo y se ve nervioso, más nervioso de lo habitual, sin la naturalidad que debiera por haber intimado con ella no hacía mucho y que se reflejaba en la oficina hasta la llegada de aquellas notas a su vida, o quizás por eso mismo, por haber intimado siente esa inseguridad y ese nerviosismo de adolescente descubriendo al otro sexo. Se ve intentando sosegarse, pero su corazón palpita como nunca, y se le llena la cabeza de palabras que quisiera decir pero su boca no se abre, sus pupilas brillan de emoción y miran con deleite como ella habla y dice y él asiente a todo como un fan a su ídolo, escucha pero no oye, simplemente está colmado de alegría, inmensa alegría que se agolpa en su pecho. Idiotamente se muere de amor.

Se serena y vuelve a la realidad, mira el reloj, es muy tarde, debería irse a dormir, regresa a su cuarto, se siente cansado pero los parpados no quieren caer. Siente humedad en sus ojos, y como se desborda bajando por una de sus mejillas un riachuelo salado. Se limpia el rostro. Se dice que es absurdo todo esto, que se ha hecho castillos en el aire como un inocente. ¿Cómo él, tan analítico se ha dejado llevar por el impulso irracional?

Abrigó la posibilidad de que estuviese equivocado en su elección de vida y que estas notas fuesen la señal que marcaba su error, pero fue efímero ese espejismo, enseguida concibió que la equivocación era el cambio de pensamiento y que lo que creyó una señal era solo una percepción engañosa auspiciada por él mismo. Siente dolor en el pecho. Se acuesta y apaga la luz sin mucha convicción de poder dormir. Mañana debería volver a su nada cotidiana, a su vida sin perspectivas, sin proyectos como tan bien le había ido hasta ahora. Sin vincularse afectivamente a alguien, nadie en su horizonte. Aún estaba a tiempo de volver a su rutina sin desbaratar nada suyo ni de otros, a tiempo de volver a su deambular solitario por la ciudad. Seguro que no saldría bien, no estaba hecho para compartir la soledad, desde siempre lo supo desde la infancia se fue preparando para ello y lo había conseguido, no debía flaquear ahora. Seguro que antes o después se vería que la cosa no funciona por él, algo misántropo. Es mejor que ella no pierda el tiempo con una persona como él.

Tenía todo el fin de semana para pensar como ir alejándose y evitar el contacto con ella, el encuentro y la conversación casual no buscada pero si aceptada con alegría hasta ahora, y deseada los últimos días; sabe que no le va a ser fácil pero no debe dudar en que es lo mejor. El cansancio y la oscuridad lo acunan. No será difícil rehuirla, sabe de sus costumbres y horarios y no será complicado moverse eludiendo esa posible coincidencia en los pasillos. El alba despunta y por fin cae rendido, acomodando el rostro de ella en sus sueños en donde para siempre lo quiere guardar, para cada noche encontrarlo allí, esperando ser retomado.

 

 

 

.                                                                                              Fin

.

.     *Él, que huyó del amor, del enamoramiento, no lo pudo evitar y porque creyó quererla se apartó, no confiaba él… como nos canta Serrat.

«Porque la quería«

Serrat-En_Transito-Frontal

.     **NA: Publicado originalmente el 01 de Junio de 2015. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Viejos tiempos (8ª parte)

06 sábado Abr 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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amigas, ¡Sigue!, deseo, dudas, El canto de la Sirena, estúpido, fantasear, Los Limones, Música, miedo, pareja, Presente, temor, Traición

Miedo. Esa es la palabra, miedo a seguir y miedo a no seguir. Él tiene miedo. Ella algo incómoda por tan largo silencio, se decide a hacer lo que no hace él, habla. La tiene algo desconcertada, al inicio no reparó demasiado en él, luego con su forma de estar se hizo la idea de que era un tipo algo excéntrico, que en el fondo pegaba con su amiga, bastante loca de joven. No era guapo, pero tenía atractivo. Musitó: “a otro bar”.

Él salió de su inopia, algo sorprendido, no creía lo que oía, sus sueños de hace un minuto se convertían en realidad, no esperaba que ella le insinuase largarse de allí, tal deslealtad con su amiga no entraba dentro de su imaginación, al menos que se concretase tan pronto.

¿Cómo? – Le contesta-.

Ella le sonríe, y le dice que era la pregunta de antes, cuando él les contesto de manera tan singular. Que la pregunta era, “que si cambiaban de bar”.

Él volvió a la realidad con la aclaración de ella, qué estúpido se sentía. Siempre fantaseando, siempre esperando que sin mover un dedo todo se le volviese propicio, sin arriesgar se mutase la suerte en su favor, que los cantos de sirena le condujesen y llevasen al puerto deseado y no al equivocado. Cómo se le pudo pasar por la cabeza, ni tan siquiera brevemente, esa idea. Pretender que ocurriese una escena de película.  << Chica conoce a chico, novio de su amiga, y el deseo y amor tórrido surgen de manera imparable y tienen que fugarse en el acto, sin importarles el dolor que van a generar en la otra persona, nexo común de ambos >>.  Estas cosas no pasan en la vida real, o no en la suya, siempre con vida anodina, según él. Inconformista con lo que tiene, nunca satisfecho con lo que hay en su existencia, aunque siempre acomodado a lo que le rodea sin ir a buscar lo que anhela, salvo excepciones, como cuando su sueño era su pareja y lo siguió hasta lograr alcanzarlo. En esos viejos tiempos, en los que su amiga no era compañera de viaje, esos viejos tiempos en los que él no pensaba que hubiese otros tiempos anteriores que un día se presentarían para ser también algo suyo, tiempos de los que recelar y sospechar.

Y vuelve su vista en busca de ella, hacia la puerta de los aseos, ha sido un acto instintivo, no sabe muy bien si esperando su regreso o por el contrario deseando que se alargue y dilate el tiempo, o incluso que se hubiese marchado porque hubiese adivinado su pensamiento y con razón, le dejase y se alejase de su lado para siempre por su felonía. Y le da un escalofrío, pensar en perderla le aterra, y se sorprende de este pensamiento tan contradictorio con el que lleva razonando las últimas horas. Aunque piensa si es razonamiento realmente lo que pasa por su mente, discurrir ordenando las ideas para llegar a una conclusión es razonar, pero él no consigue ordenar las ideas que le vienen y le van, descontroladas, chocando unas con otras, escapándosele del  ordenamiento que les intenta imponer, y claro mucho menos lograr una conclusión, una decisión. ¿La sigue queriendo? el amor no se puede desvanecer así como así, se dice.

Contesta que por él está bien el cambiar de lugar, la sondea. ¿Nos vamos ya?

Le mira intensamente, y le dice que falta ella. Para distender, y que parezca que era broma, él sonríe abiertamente, sabe que no tiene un sonrisa preciosa, pero siempre le dijeron que era bonita, con ella intenta que no parezca que estaba hablando en serio. Sabe del posible error que ha cometido, la cara de ella delata que está pensando si él es “un cara”, tirándole los “tejos” casi en presencia de su amiga. Se arrepiente ipso facto de su comentario poco afortunado. Está perdiendo el dominio de sus actos, dice lo que no debiera como si hubiese tomado una pócima para decir la verdad. Pero, ¿es esa la verdad? ¿No es un desvarío simplemente? La boca de ella entre abierta, con los labios levemente húmedos, se hace tan tentadora, acompañada con esa mirada, insistente, que lo escruta e intimida, pero a la vez le atrae como un imán. Está demente. No sabe a dónde va, no sabe a dónde le lleva este presente.

 

                                                                                             .

 

.     *El protagonista se siente desorientado y confuso, no sabe a dónde va como en la canción de Los Limones.

«El canto de la Sirena«

.     **NA: Publicado originalmente el 20 de Julio de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

                                                          …Continúa «Viejos tiempos (9ª parte)«

Viejos tiempos (7ª parte)

05 viernes Abr 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 9 comentarios

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amigas, amor, cambio, Déjame huir, deseo, dudas, huir, Instintos naturales, La rabia, Música, miedo, pareja, Pasado, Presente, salir, temor

No dice. No habla. El silencio se alarga. Ensimismado en sus pensamientos está ausente. Pensando que es un canalla. Qué le sucede, qué originó este estado en el que lo atávico tomó tal importancia que lo trastocó todo. Lo remoto, lo no conocido hasta ahora se presentó con tal fuerza que lo arrasó todo. Piensa que el deseo de cambio que se le ha formado como pensamiento único en el transcurso de la tarde ha sido debido a algún desajuste neuronal, quiere encontrar un motivo fisiológico antes que admitir un motivo emocional. Él quiere a su pareja, cómo no la va a querer, si fue él quien en los momentos primeros, cuando hubo flaqueza por parte de ella, insistió en apostar por la relación. ¿Entonces qué paso? Qué hubo en este paso de tiempo, qué se fue deslizando en el presente continuo, qué se inoculó en él para que el pensamiento se le emponzoñase. Quizás lo cotidiano, lo rutinario, el día a día, el presente sin alicientes se le apareciese hoy como un espectro fantasmal, no esperado, no invitado por nadie, pero invocado por ellas sin darse cuenta, por ese presente pasado que se hizo ente prodigioso que lo volvió consciente de un existencia plana, sin emoción. Ahora se da cuenta de que como pareja poco a poco han ido cerrando el círculo, cada vez menos amigos, cada vez menos contactos con otros, se auto-convencieron de que no necesitaban de nada ni de nadie, que lo que les gustaba hacer y compartir lo podían hacer ellos solos, sin la compañía de otros, sin necesidad de decir y quedar y explicar. Ella tan independiente de lo social, de los convencionalismos, ella siempre quiso ser libre del entorno, y él, también algo misántropo, vio en ella su alter ego, lo ideal encontrado. Quizás por ello le pareció más inaudito lo contado por ambas durante la reunión, durante el desembarco de los viejos tiempos de ellas que ya también son los suyos. Las vivencias en aquel presente chocan con las del presente compartido hasta hoy con él. Esas locuras contadas no encajan con la sobriedad de ella, es como si se le hubiese aparecido una nueva persona junto a él, alguien desconocido, y tiene que asimilar si lo descubierto y lo topado, quiere que forme parte de su presente activo, porque de su presente sí que ya no lo podrá desterrar, pero sí quizás elegir donde ubicarlo y que pase a un segundo término y que quede al margen, en otra dimensión presente pero paralela, que sea parte de su presente coetáneo pero no del más directo y decisorio, aunque en el fondo nunca dejará de estar y siempre formará parte de las decisiones a tomar.

Quisiera hacer un paréntesis, tomarse el tiempo de probar otros cuerpos, otros rostros, otros labios, otras manos que tocar. Saber de otros pensamientos, de otras ilusiones, de otras frustraciones diferentes a las ya conocidas y asumidas, y participadas. Ver en frente la tentación para una mente nueva, dislocada por los acontecimientos, le hace turbarse. Ella, la amiga, delante se le muestra como una divinidad intocable aún teniéndola tan cerca, se le muestra como los frutos que poder salir a recolectar con una vida nueva, pero el miedo atenaza, ¿y si toma el camino equivocado? Hoy no debería tomar decisiones, hacerlo así, por un impulso, de manera poco sosegada, no es lo más inteligente, dejarse llevar por lo irracional, lo primitivo que surgió en él por un entorno que se le volvió hostil no debe guiar sus actos. Siempre ha sido más calmado a la hora de decidir las directrices con las que pautar su vida. Pero a la vez piensa que quizás, este actuar tan cauto es lo que le ha llevado a esta situación, este estado de agitación interna. Por momentos siente ahogo, siente que el corazón le sube a la garganta, y pasado unos minutos se tranquiliza y supera esas crisis física, pero que agudiza la mental. El temor es lo que le está evitando hacer. No habla, no dice, no hace. Egoístamente piensa en la posibilidad de pedir una tregua, un impás de espera, irse con la alternativa de retorno. Quisiera que le dejase huir, salir, y poder volver si piensa que se ha equivocado, que lo que tenía es mejor que lo nuevo lejos hallado.

 

 

.     *El protagonista quisiera carta blanca para irse, pero con la posibilidad de volver, al igual que la canción de La rabia, en la que pide que le deje marchar pero que siga a su lado por si acaso se siente equivocado.

«Déjame huir«

.     **NA: Publicado originalmente el 18 de Julio de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

                                                          …Continúa «Viejos tiempos (8ª parte)«

Por lo que fuimos

26 viernes Oct 2012

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

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amor, búsqueda, desesperante, desquiciante, duda, encuentro, espera, locura, Música, miedo, risa, Solo me has rozado, temor, Tulsa, Ya no somos invencibles

Saldré y te buscaré,

te perseguiré.

Y si no te encuentro,

esperaré.

Desquiciado en la espera,

espera que enloquece,

locura cuerda

por no poder verte,

por no poder sentirte,

por no poder oírte.

Ni siquiera esto.

Poder oír tu risa,

tu grácil gracias,

desquiciante,

desesperante,

por ya no haberlo.

Y si te adivino dónde,

seguiré en la puerta,

parado, a la espera,

con temor de encontrarte

y descubrir que ya no nos queremos.

 

 

 

.     *Tulsa nos recuerda en su canción, que lo habido y destruido, cuando lo reencontramos ya no vuelve a ser como ayer, igual que en el poema, en el que el protagonista teme el encuentro.

«Ya no somos invencibles«

 

La vida está llena de afectos y desafectos.

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