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Archivos de etiqueta: encuentro

Hoy ya es mañana

20 sábado Jun 2020

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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encuentro, Javier Marías, La buena vida, Música, Mirando atrás, Tu rostro mañana

Veo su rostro allá a lo lejos, en la otra esquina, no es su rostro de ayer pero no es el rostro que esperaba, no es aquel rostro que yo creía vería mañana. El tiempo pasó y no es aquella persona que creí sería, no está como esperaba, no es mejor ni peor pero no es lo que imaginaba. El tiempo dejó surcos como a todos, no son feos ni bonitos, sólo son la vida marcada. Creemos que encontraremos ese tiempo pasado como allí fantaseábamos, fijamos nuestros recuerdos en ese espacio en el que planeamos un futuro inexistente, cuando no pensamos en mañana. Hoy veo su perfil, que no es aquel idolatrado, es otro que reconozco y descubro ajado, pero no por el tiempo si no por el desamparo, veo un perfil desenfocado, una luz apagada, un residuo del brillo que desprendía su rostro de ayer que no le acompañó en este mañana. La veo moverse como recordaba siempre resuelta, pero no le acompaña esa sonrisa de siempre, avanza con semblante que no cabe en mi memoria, que no concibe mi recuerdo de ayer que no se transformó en mañana. La sigo con la mirada desde mi esquina, observo su esbelta figura y su andar despreocupado y su mirar con vista perdida, no me ve, quizás yo tampoco tengo el rostro que esperaba en mí mañana ni siquiera conserve el que tuve ayer cuando los dos nos miramos cara a cara pensando que esos rostros no cambiarían mañana. Veo su rostro que no es el de ayer pero tampoco el que pensé tendría mañana, quizás por eso no siento lo de ayer ni lo que esperaba sentir mañana, estoy frío, no noto nada de aquel fuego que en mí levantaba, estoy con mi rostro enjuto listo para enfrentarme a su mirada, lo pienso mejor, no hace falta puede que no le guste mi rostro que ya no es el de ayer hoy ya llevo el de mañana, sucede cuando miramos atrás y lo que hoy encontramos allá no estaba y ninguno de los dos sabíamos cómo serían, y hoy ya es mañana.

 

 

 

.     *De Javier Marías, le tomé prestado su “Rostro Mañana” para mi inspiración en este texto, lo acompañamos con esa mirada atrás de La buena vida.

«Mirando atrás«

 

.     **NA: Publicado originalmente el 24 de Enero de 2012. Hoy recibe una nueva oportunidad.

Cortinas echadas para dormir

26 jueves Mar 2020

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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asiáticos, cena, cita, cortinas, deseo, encuentro, hotel, La noche eterna-Los días no vividos, Los Seres únicos, Love of lesbian, Música, observar, placer, sexo, ventana, voyeur

Pienso si yo lo hago o no, si alguna vez estando en un hotel busqué el amparo del visillo o de la gruesa cortina antes del sueño, para, no ya evitar la luz durante el descanso si no evitar a otros lo que dentro de la habitación acontecía, o si por el contrario no me importó cierto exhibicionismo dejando a la vista sin pudor el interior a posibles observadores. Hay gente que sólo evita la luz o las miradas cuando duerme.

Hacía tiempo que no veía que sucediese, ayer lo volví a presenciar. Estaban allí, con una toalla alrededor del cuerpo, él a la altura de la cintura, ella cubriendo casi todo su cuerpo desde las axilas, no debían tener albornoces. Deduje que se habían bañado o duchado hacía unos minutos, estaban sentados cerca de la ventana, a él lo veía de espaldas a ella de perfil. Comían. Debían haber pedido cena al servicio de habitaciones o quizás ellos mismos habían traído algo para tomar, desde mi observatorio no veía la mesa de donde iban cogiendo la comida ni lo que comían. Parecían contentos, con actitud cómplice. No veía del todo bien sus rostros, no llevaba puestas las gafas y mi miopía hacía que no fuesen del todo nítidas sus caras, pero percibía perfectamente sus rasgos asiáticos y cómo ella sonreía y reía de forma receptiva los comentarios de él que con sus movimientos y lenguaje corporal daban a entender cierto flirteo sexual. Yo me estaba adelantando a algo que no era evidente a priori, pero que a poco que el observador pusiese atención y una pequeña dosis de su propia experiencia podría llevarle a concebir que aquello eran preámbulos al sexo, preámbulos como juego del deseo que transpiraba por los poros de aquella pareja y que se percibía desde la distancia. Uno lo sabe, sabe que aunque están comiendo y bebiendo y charlando animadamente, todo es una escena algo forzada y fingida que ralentiza y retiene esa pasión que se les desboca sin poder evitar que sea percibida por mí e incluso por ellos mismos aun intentando dar sensación de calma y cautela, de no parecer que la avidez les comanda. Me pregunto, como en otras ocasiones ha pasado, cuánto tardarán en levantarse y correr la cortina para lejos de miradas furtivas irse a la cama a dar rienda suelta a ese deseo sexual imparable e inaplazable ya, o si acaso, tras echar la cortina si no podrán evitar comenzar su escarceo sexual allí mismo, sin buscar la cama, dejando caer las toallas y tomándose no ya las viandas habidas hasta el momento si no sus bocas ávidas del fruto corporal, lenguas redentoras de cuerpos lascivos. No me muevo por un rato, esperando que se cumpla lo que creo que sucederá pero con la esperanza, también ha pasado alguna vez, de que no caigan en el pudor de ser vistos por la ventana o qué se olviden de que la cortina está apartada, pero después de unos minutos temiendo que será infructuosa esa espera sigo con mis quehaceres, de vez en cuando vuelvo a mirar para constatar que siguen aún allí, con sus toallas puestas tomando esos bocados que sacien el hambre del cuerpo pero no del deseo. Voy a la habitación a ponerme ropa cómoda, y de paso aprovecho para ponerme las gafas y mejorar la nitidez de la escena algo borrosa por la miopía, desde allí les veo más frontalmente, la tensión sexual ha crecido, no sé, puede parecer raro pero lo percibo desde esta distancia, creo que el desenlace no puede tardar, él, con un leve bamboleo en su asiento se ha aproximado a ella, ambos han reído, ella abiertamente, es como si lo dicho por él hubiese sido una buena ocurrencia que se prestaba a celebrar con jolgorio. Me quedo observando, esperando lo inminente, pero pareciera que tras este trance de breve juerga se hubiesen vuelto a distanciar como si tras el chiste hubiese habido un parón, como cuando hay unas grandes y largas carcajadas y finalmente quedamos sin resuello y la celebración de la gracia es seguida por un silencio para el descanso de tanta risa y fiesta, esos momentos que nos tomamos para coger aire y nuevas fuerzas para poder seguir festejando, ese silencio que a veces se hace incómodo, sobre todo entre nuevos conocidos, por temer que aquella diversión no vaya a continuar así de intensa, les veo volver a dirigir sus movimientos hacia la mesa, ella ahora bebe de una copa. Dudo sin son pareja estable o amantes ocasionales, o si es la primera vez que intiman, por esta última situación vista me decantaría por esta última opción, necesitando parecerse ambos divertidos y sin parar de serlo. No parece que lo que creía inminente fuese a suceder, decido volver a la cocina para prepararme algo de cena. Abro el frigorífico, cojo los ingredientes para una ensalada y los dispongo en la encimera cerca de la ventana para de vez en cuando seguir las evoluciones de la pareja mientras lo preparo. Cuando miro de nuevo ya no están próximos a la ventana, me maldigo, qué poca paciencia tuve, en el breve tiempo que les he perdido de vista entre el dormitorio y la cocina con parada en el frigorífico para sacar la comida, todo se ha precipitado. Ahora les veo en la cama, desnudos, él, algo fofo, encima de ella. Sólo veo dos cuerpos abrazados, no percibo como es ella, esto me da rabia, me hubiese gustado saber cómo es su desnudez. El hombre la cubre con su cuerpo en toda su longitud, tieso, como tenso, se mueve encima de la mujer, aunque es un movimiento casi imperceptible, no sé realmente si es que ya han acabado o es algún juego que están experimentando y simplemente él está dentro y es ella la que con sus movimientos vaginales lo está follando. Desde su posición ella podría verme, justo mi ventana, en una planta superior, está en el ángulo de visión perfecto para que una persona tumbada en la cama a poco que levantase la vista hacia su ventana podría verme con tanta facilidad como yo a ella, pero no tiene la cabeza hacia el lado de la ventana con lo que no hay ese peligro de descubrirme observando si lo hiciese de manera descarada, aun así, me mantengo no demasiado próximo a la ventana, estoy algo agazapado como si por casualidad o necesidades tuviese que permanecer en esa zona de la cocina. No han pasado ni un minuto y ya no se percibe movimiento alguno, me intriga, permanecen allí uno encima del otro, sin ninguna acción más. Sigo elucubrando sobre esta manera de tener sexo, no sé si es una técnica oriental desconocida para mí, o sí es que han sido raudos y ya han terminado, a veces el deseo es tan desaforado que uno no puede evitar acabar tan rápido que lo que se necesita es tiempo para un intento más largo y prolongado, quizás es eso lo que están haciendo ahora, tomarse un tiempo. Dejo de observar y me dedico cinco minutos a elaborar la ensalada, la termino, y vuelvo a buscar con la mirada a mis amantes. Absorto, me quedo mirando, hoy no es mi día, ya no están en la cama, se han debido de levantar en esos minutos que cejé en mi voyerismo, se me ha vuelto a escapar la visión de la desnudez de ella, me quedo un rato por si regresasen a la cama o apareciesen dentro de mí ángulo de visión, pero el resultado es infructuoso con lo que decido ponerme la mesa para la cena en el salón, en cada ida a la cocina a por los cubiertos, los platos, el embutido y demás cosas, voy echando un vistazo por si han regresado. Al final, desisto y me doy por vencido, está claro que ya no tendré más espectáculo de ellos, sin duda están en el cuarto de baño; relajándose en la bañera o bien siguiendo la fiesta allí, hoy está claro que me quedaré sin ver detalles de cuerpos desnudos con tórridas escenas de sexo como en otras ocasiones sí que las disfruté. A media noche me levanto a beber agua a la cocina y no puedo evitar mirar hacia la ventana de los asiáticos, las cortinas están echadas.

 

 

 

 

.     *Desde su atalaya, el protagonista ve aquellos a los que observa como seres únicos, a los que desearía pedir permiso para unirse a ellos y así también sentirse único y no tan trivial, sin darse cuenta que quizás todos seamos únicos como canta Love of lesbian.

«Los Seres únicos«

Love of lesbian. La noche eterna-los días no vividos

.     ** Publicado originalmente 24 de Mayo de 2016. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Lucidez etílica en los alrededores del “si hubiera”

08 viernes Nov 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 21 comentarios

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alcohol, Amistad, charla, conversación, encuentro, Fito y fitipaldis, Música, Me equivocaría otra vez, Pasado, Por la boca vive el pez, posibilidades, Recuerdoos

Llevábamos varias horas bebiendo y recordando viejos tiempos, y viejas situaciones, hablando de antiguos amigos de los que habíamos perdido la pista, y nos preguntábamos qué habría sido de ellos, y venían a nuestra cabeza momentos compartidos con esos de los que ya no sabemos, situaciones hilarantes en muchos casos. Grandes y largas borracheras, en cortos viajes. Caímos en el recuerdo de mujeres que fueron algo, -pocas-, y de otras que fueron nada, -muchas-, y de la gran mayoría que se quedaron sólo en miradas y espejismo, y como siempre pasa, nos centramos en las que no llegaron a buen puerto y en los espejismo; en lo que nos hubiese gustado que muchas del nada estuviesen en el algo incluso que hubiesen entrado a formar parte del mucho y que los espejismos se hubiesen transmutado en realidades palpables. Nos recreamos en imaginar qué hubiese pasado si tal o cual vez hubiésemos aceptado la invitación o insinuación, o si no nos hubiésemos dedicado al alcohol tan denodadamente en aquellas ocasiones en las que decidimos posponer el encuentro para después, llegando a ese después con pocas posibilidades de victoria manejados por la ebriedad, o ya demasiado tarde, como en esas veces en las que tardamos en decidirnos y cuando lo hicimos, empujados por el punto de alcohol, ya era hora de cierre y recogimiento. Tendimos como siempre a fantasear más con lo que podía haber sido que con lo que fue.

Yo le conté mi reciente encuentro con alguien de mi pasado que me dejó algo tocado, y que a veces me daba por pensar en qué hubiese sucedido si hubiese actuado de una u otra forma ante ciertas situaciones, qué hubiese pasado si con esa persona las cosas hubiesen sucedido de otra manera, pero que pensar en ello me parecía pensar en algo muy volátil, puesto que cada vez que lo pienso los sentimientos varían, pasando del deseo a un cambio en aquel momento que hubiese hecho no estar en donde estoy, hasta un rechazo frontal a esa posibilidad, puesto que lo que he vivido me ha dado momentos felices, y en donde estoy, es un buen lugar, -no sé si el mejor-, pero si un lugar agradable y confortable. Y así me muevo constantemente, desorientado por los sentimientos contradictorios que generan esos momentos intangibles del “si hubiera”.

– Cierto, se puede decir que “el si hubiera” es la forma verbal más etérea… tras esa expresión gran parte de la vida queda en el limbo. Y por ello, pensarlo, quizás no valga la pena, y seguramente que no lo vale, pero no se puede evitar dejarse llevar por esa pregunta; ¿Qué hubiese pasado?, ya sea formulada a nosotros mismos o a otros involucrados, para imaginar otros pasados, otros caminos, otros futuros. Esos quizás son la otra vida, esa que se queda en el camino a cada decisión, o a cada casualidad; hay veces que el ir o estar no es decisión propia y sí más el resultado de circunstancias no controladas del todo por nosotros. Regodearse en ello, puede que no sea lo mejor, es vivir en un eterno: Porqué sucedió de aquella manera y no de otra. Es nocivo y tóxico para nuestra salud mental.

Además ese estado melancólico del «hubiera» o «hubiéramos» se cierne una y otra vez sobre nosotros a cada paso que ya es pasado, y en cada decisión que nos deja un único pasado lineal, real y muchos posibles, y ya imposibles, sólo imaginados, desparramados a nuestra espalda… cientos de vidas que podemos volver a vivir falsamente… aunque es verdad,  que cuando caemos en esa nostalgia de la posibilidad no vivida, llegamos a tener sensaciones imaginadas, incluso a veces podemos sentir como pasa de nuestra mente a nuestro cuerpo, lo somatizamos, sentimos acelerarse el corazón, se nos hace un nudo en la garganta, las lágrimas pugnan por salir, y hasta cerramos los ojos para aspirar los aromas de un entorno que no es veraz…

Pero todo es una mentira, no podemos escapar de un lugar, una fotografía, una imagen en nuestra mente, queremos avanzar y no lo conseguimos, estamos encerrados en un mundo finito, y cuando hemos avanzado, acercándonos a los bordes y ya no hay nada conocido y hemos agotado nuestras referencias, como en esos mapas de los primeros navegantes. Somos incapaces de alargar lo que sucedería mucho más allá de ese preciso instante, que sí es muy nítido pero que en el avanzar el horizonte se va difuminando hasta que una niebla nos empaña toda la visión y todo se acaba, dejándonos en un vacío insoportable, entonces despertamos en otro plano astral, éste de realidad a veces complaciente y otras, desplaciente. Toda esa amplitud de posibilidades del pasado, al final se queda en dos únicos planos; lo que ha sido y lo que no ha sido, lo que fue y lo que podría haber sido, no siempre tintado del deseo de que hubiese sido de otra manera,  muchas veces sólo movidos por la curiosidad, y que se repetirá en todos nuestros presentes, incesantemente.

Es verdad que quizás nos queramos engañar pensando que hay algo interesante en los resquicios de lo no vivido, sobre todo, suele pasar cuando añoramos a alguien que ya no es presente, o se nos hace presente alguien del pasado, o lo vivido no nos parece interesante y fantaseamos de cómo sería nuestra vida actual; “Si hubiéramos..”. Pero luego, casi siempre nos rajamos, y nos conformamos con lo que somos y hemos sido y nos quedamos quietecitos no vaya a saltar por los aires lo que tenemos. Con los años nos volvemos conservadores y menos críticos.

Siempre peroraba con insolente profundidad cuando derramaba en su discurso sus pensamientos, como si fuese sentando cátedra, como si estuviese en un aula Magna, y más aún cuando el alcohol inundaba sus venas y le soltaba la lengua, amontonando argumentos a veces inconexos. El estado etílico de ambos era lo suficientemente elevado como para dar vueltas y vueltas sobre una misma cuestión como muchas veces nos había pasado, como otras nos volvería a pasar.

 

 

.     *Tras caer brevemente en la flaqueza del “si hubiera”, la mayoría de las veces la gente, sin verdadera profunda reflexión, suele decir que está contenta con el camino elegido, con el derrotero que llevó su vida, y ante la pregunta de si cambiarían algo, responden que no cambiarían las cosas, incluidas sus erradas decisiones, y al igual que Fito y fitipaldis, se equivocarían otra vez.

 «Me equivocaría otra vez«

Fito y fitipaldid - por la boca vive el pez cover, portada por la boca vive el pez

.     **NA: Este texto surge de las respuestas a los comentarios al poema “Y si hubiésemos estado”.

.     ***Publicado originalmente 26 de Marzo de 2015. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Irónico vértigo de techos alto se

02 lunes Sep 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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comienzo, desconocidos, Efecto Mariposa, encuentro, hombre, Ironía, Música, mujer, pueblo, Recuerdos, reencuentro, sexo, tiempo, vacaciones, Verano

– Cuando me has llamado y me has dicho hola, y has pronunciado mi nombre frente a mí con una amplia sonrisa, te he mirado intentando ubicarte. La voz no me era conocida, y tu presencia física tampoco me resultaba familiar, salvo tu sonrisa, esa sí me lo era, pero me costaba adivinar porqué. Y de pronto, me ha llegado, no sé, cómo una leve brisa fresca en este día caluroso de verano, y me ha hecho recordar el lugar de donde procedía esa sonrisa, el lugar de mis recuerdos en donde bucear y de donde la debía rescatar para poder ponerle nombre.

– Ah! Vaya! Qué poético. Tu cara, y que no contestases me despistaron, pensé que no te acordabas de mí.

– He tenido un momento de recuerdos de golpe que han inundado mi cabeza, por eso me he quedado callado, ha sido como un torrente que me impedía hablar, lo siento; Sí, claro que me acuerdo, como no acordarme, lo raro es que tú lo hicieses y me reconocieras, me veo tan diferente.

– No estás tan cambiado.

– Bueno, quizás no tanto, aunque con muchísima menos cara de niño. Sonará mal, pero yo me veo mucho mejor ahora.

– Es verdad que estás mejor, cierto que parecías muy niño, pero quedan bastantes de tus rasgos de joven.

– Claro, por eso no te atraería mucho, ya se sabe que a las chicas de joven les gustan más mayores que los de su edad, y yo encima parecía menor. Nunca hiciste caso de mi interés por ti en esos dos meses de verano, y a hora resulta que te acuerdas hasta de mi nombre; es verdad que yo estoy sorprendido de que haber recordado el tuyo así de repente. Me alegra verte. Joder!! Casi 20 años después. ¿Cómo te va la vida?

– Pues me va, no me puedo quejar, ¿y tú?

– También bien, diría que mucho mejor de lo esperado cuando nos conocimos, bueno en esa época tampoco es que pensase demasiado en el futuro.

– Claro, éramos muy jóvenes para hacer planes. Tengo algo de tiempo libre, ¿tomamos algo?

– Pues… no sé, voy un poco apretado pero… venga vale, tengo una… no, casi dos horas, si quieres nos lo tomamos. Mira, ¿allí mismo?  ¿En aquel bar?

– Vale, vamos. Me alegra mucho haberte reconocido. ¿Sabes?, se me aceleró el corazón un poco, no sabía si hablarte.  Tenías que haberte visto la cara que has puesto cuando te he hablado. Ese tiempo, callado mirándome, se me ha hecho eterno. Pensé que me había equivocado o que te importunaba, hay a gente que le molesta que alguien de su pasado aparezca, así de improviso.

– No, no, era como te he dicho, que no te ubicaba.

– Pues te costó colocarme en el tu puzle de vida, quizás tenías olvidado ese momento de juventud en el que nos conocimos.  Me intriga saber qué has pensado durante ese silencio, o qué te traje a la memoria para quedarte así.

– No sé, sería largo de contarte.

– Tenemos casi dos horas, me has dicho

– Sí claro. Ahí estuviste rápida.

– Quizás te parezca una tía rara, acercarme así y hablarte. Realmente somos desconocidos, y voy y te pido tomar algo para hablar como si fuésemos viejos amigos.

– Peculiar la situación sí que es.

-Sí claro, peculiar es una buena forma de decirlo, pero es que ha sido un impulso.

– Qué fuerte!! Verte ahora tras tanto tiempo. Me has traído algo tan lejano que debería estar brumoso pero aunque no lo creas todo aquello está muy nítido en mí cabeza.

– ¿Sí? ¿Y cómo es que lo recuerdas tan bien?

– Imposible de olvidar, solo estuve allí un verano, para mi es aquel gran verano, de los que más recuerdo, quizá para ti sería un verano más.

– Claro, yo veraneaba allí habitualmente, pero algo diferente debió ser para que no se me borrasen tus facciones y las haya reconocido hoy entre la multitud. ¿Qué pensaste en ese silencio?

– Bueno, lo primero que pensé, es que te habías equivocado, no recordaba a nadie como tú.

– Bueno, no te lo reprocho he cambiado bastante. Cuando me conociste era un palo, superdelgada, muy niña aún, y ahora ya ves con kilos y curvas de más.

– Bueno, no tan cambiada, sino no te habría reconocido.

– Sí, pero tardaste.

– Mujer tantos años… pero…

– Sí, se lo que vas a decir; la cara es igual. Pero no es igual está bastante más rellenita.

– No, iba a decirte, lo que antes te dije, la sonrisa sigue siendo igual, y el brillo de tu mirada también es aquel que recuerdo.

– Bah!!, que va, pero gracias por decírmelo,

-Te veo muy alegre, feliz.

-Intento ser feliz.

Y tras esa frase desplegó una sonrisa que la apuntalaba, no dejando dudas de que decía la verdad, que vivía esa verdad sin fisuras, o eso le pareció a él.

 

La vista puesta en ese techo alto, siente como si se alejase más y más, le parece que su altura fuese aumentando a cada momento. Cierra los ojos. Reconstruye otra vez ese encuentro inicial y lo que siguió, lo que hablaron. No deja de dar vueltas en su cabeza lo sucedido. Le contó cómo recordaba él aquel verano; que al principio se presentaba muy aburrido, no conocía a nadie allí, pero por suerte su tía intermedió con la madre de “A” para que este le sacase de casa e hiciese de cicerone por el pueblo, y se hicieron muy buenos amigos. Él, estuvo preguntando por todos los chicos y chicas del grupo. Ella no pudo contarle demasiado, los siguientes veranos, poco a poco dejaron de ir por el pueblo de vacaciones muchos de ellos, el caso es que el contacto se perdió.; – Ya se sabe, se crece y uno va prefiriendo otras vacaciones, otras amistades -. Ella sí que seguía yendo, nunca faltaba su visita cada año, como mínimo aparecía por allí una semana, la de fiestas en verano.  Hablaron mucho. Cayeron varias cervezas, ella era muy locuaz, él que normalmente no lo era también estuvo bastante hablador, preguntando e interesándose por la vida de ella y contestando a las muchas preguntas que le lanzaba. Callaron de vez en cuando, silencios que no se hicieron largos ni incómodos, sorprendentemente. Había pasado poca más de una hora cuando ella le preguntó que hacía por esa zona, y el contesto que cortarse el pelo. Aunque vivía bastante lejos, se cortaba el pelo por allí desde hacía mucho tiempo; – vamos, una de esas cosas que la haces por costumbre y no las cambias sin saber muy bien porqué, se es más fiel al peluquero que a la pareja-, le dijo. – ¿Y tú? ¿Qué haces por aquí? -. Ella le contestó que vivía por aquel barrio, a lo que él le dijo que le gustaba la zona, que estaba muy bien, y que hace años tuvo intención de trasladarse a ese barrio y buscó piso por allí; le gustaban esas casas antiguas de techos altos, pero no encontró nada que cuadrase con su presupuesto que era bastante escaso. Entonces ella, con naturalidad, le invito a ver su casa, que era de las características que él decía y situada a una manzana del bar en el que estaban, el dudó unos momentos, aunque realmente no tenía nada que hacer, la excusa de disponer sólo de dos horas fue mero teatro para ponerle tiempo de caducidad si la cosa se ponía tediosa, volvió a mirar el reloj, aun no se cumplía el tiempo que le dijo disponer, además, quizás quedase feo rechazar esa visita, aceptó y en menos de cinco minutos estaban subiendo en un antiguo ascensor, en el que no había mucho más espacio que para ellos dos. Sin quererlo se sintió algo excitado por esa situación de encierro y proximidad. Pero enseguida intentó alejar esa idea de su cabeza, no quería montarse una película equivocada. Además a priori no era el tipo de chica que le gustaba, bueno de cara sí que lo era, tenía unas bellas facciones, todo encajaba perfectamente en ese rostro y su sonrisa era de esas que desarma e invita a entregarse, pero estaba algo “rellenita”, justo en ese límite de lo que él solía considerar atractivo en una mujer, y que pasada esa frontera, o en ella misma, solía desestimar. La casa era amplia y bonita, estaba decorada con gusto. Era curioso que en el tiempo que llevaban hablando ninguno hubiese preguntado si estaban emparejados. Es verdad que navegaron bastante rato en un mar de recuerdos de aquel verano, pero según avanzaban hacia la actualidad, seguían evitando voluntaria o involuntariamente esa pregunta que al fin llegó por su parte; -¿Y vives sola? ¿No tienes pareja? Ella dijo que sí que vivía sola y que ahora no tenía pareja. – Jo, qué gozada toda ésta casa para ti sola. Ella le preguntó si él no vivía solo. – Sí, sí vivo solo, pero en algo mucho más pequeñito, lo tengo mono, pero esta casa es mucho más chula. Enseguida se arrepintió de esas palabras, ese vocabulario tan infantil o afeminado; “mono”, “chulo”, quizás ella lo creería inmaduro o incluso gay. Intento que ella no lo pensase diciendo que le gustaba mucho la arquitectura y la decoración, como todas las artes, desde la música a la pintura, pasando cómo no, por la literatura, y que ya no sabía en dónde meter los libros que leía.

Abre los ojos. Se siente mareado. Ese techo lejano parece moverse. Vuelve a cerrar los parpados. Es irónico buscar ahora el porqué, pero lo hace. Qué les hizo terminar en la cama si eran prácticamente desconocidos. Qué se fue tejiendo a su alrededor para terminar allí antes de acabar aquella tarde. Qué hizo que ella se fuese abriendo de esa manera, contándole cada vez más intimidades de su vida, dejando al descubierto que esa intención denodada de ser feliz venía a consecuencia de unas malas experiencias sentimentales, que le hicieron prometerse vivir felizmente la vida. Sí que es verdad que para eso era bueno, para escuchar, sabía hacerlo, sabía escuchar y eso hacía que ellas cada vez se mostrasen más, y sin darse cuenta hacía que las mujeres se sintiesen bien, a gusto a su lado. Quizás fue eso simplemente, que ella sintiese refugio en él. Realmente no sabe que le impulsó a hacerlo, ese momento en el que él sin mediar palabra la beso. Ella no se opuso, por el contrario cerro los ojos, y dejo que sus labios se fundiese con los suyos en un baile suave y de una cadenciosa lentitud. Su sonrisa, su boca, ya había despertado en él cierto deseo cuando estuvieron hablando toda la tarde, sus labios eran de una perfecta carnalidad, y sería necio negar que por algún momento pensó como serían su besos; no siempre una boca perfecta de labios ideales son los que mejor besan, había tenido experiencias desilusionantes en ese sentido, aunque en sentido contrario también, besos que resultaron ser fantásticos salidos de bocas que no prometían o al menos no invitaban a creer en esa delicia que luego fueron. Pero esa flaqueza que pasó por su cabeza, enseguida fue apartada como algo absurdo y poco posible. Sólo volvió a pensar en ello, cuando caminaban hacia la casa. Ahí si pensó que quizás ella quisiese algo más que conversación, y empezó a idear como desembarazarse de una situación incómoda si llegaba a suceder, pero intentó dejar de fantasear, al fin y al cabo él no estaba por la labor, no era su tipo. Y ya se sabe que si dos no quieren no pasa nada. Sentados en el sofá siguieron charlando animadamente, de repente ella le dijo que le iba a dar una sorpresa, y se fue a una estantería  de donde, tras dudar brevemente ante ella, extrajo un libro, qué resulto ser un bonito álbum de fotos. Le enseño unas fotografías de aquel verano, y para su sorpresa él estaba en varias de ellas, no recordaba que se hubiesen hecho fotos, pero la evidencia no dejaba dudas de que sí que las hubo. Ella se río, y dijo; -Ves, nunca has estado olvidado, de vez en cuando ojeo estas fotos y en ellas estás, y como eres el único del que nunca más supe, siempre me preguntaba qué sería de ese que apareció una vez y ya nunca más. Y fíjate, qué cosas de la vida que ahora estas aquí sentado a mi lado -. Y desplegó su sonrisa, y él la besó, fue un largo beso, delicado, dos bocas frescas, dulcemente amalgamadas las lenguas, sin reticencias y sin urgencias como si se conociesen esas lenguas desde tiempo inmemorial y supiesen que ritmo y que contorsión debían dar en cada instante para disfrutar de ese beso eterno.

Todavía se sorprende de ese impulso, de lo que vino después ya no tanto, cuando se empieza, lo siguiente venidero ya no es de extrañar, la búsqueda del cuerpo del otro por las manos exploradoras, moviéndose con la misma calma que ese beso deja en el aire, los ojos cerrados todavía, se abren como para pedir disculpas por la osadía, y descubren el centelleo y brillo de los de ella, y siente ese mismo centelleo en sus propias pupilas. Con la certeza visual de que no hay duda ni arrepentimiento en ninguno de los dos, avanzan en el desvestirse, lo hacen sin prisas, con sutileza, como si la celeridad pudiese hacer estallar ese instante y todo se pudiese estropear. Como en una coreografía aprendida y entrenada, se ponen en pie, siguen besándose. Los botones de las camisas ya están libres, y sus cuerpos ya se sienten sin la tela, la piel con la piel enardece aún más sus deseos, ella le desabrocha el cinturón, y el pantalón se desliza hacia el suelo, él le baja los suyos más ajustados. Dejan de besarse y se miran a los ojos, sonríen, no hablan. Todo va con sensación de lentitud pero va sucediendo rápido. El deseo no le aminora ante la desnudez de ella, siente que esa no delgadez le es excitante, todo su cuerpo va un poco más allá del canon establecido por la moda, quizás esté algo pasada de peso para su estatura pero no se le muestra desproporcionada, al contrario todo tiene armonía, y firmeza, esto lo ve y sobre todo lo nota al acariciar su cuerpo, según sus manos han ido desligándolo de la ropa. Ella se libera del sujetador y afloran unos pechos más grandes de lo que él había podido atisbar mientras la ropa los cubría, hace también desaparecer sutilmente el tanga, él hace lo mismo con su ropa interior, y surge irremediable el falo en inhiesto estado, que él acomoda hacia arriba entre su cuerpo y el de ella cuando se unen en abrazo en busca de retomar ese beso que habían aplazado. Con la misma delicadeza de lenta danza con la que se alzaron retoman el sofá. Sus caderas se le muestran amplias y contundentes, y duras las nalgas, cuando posa sus manos mientras ella se ha puesto encima de él al ir tumbándose en el sofá. Con ella a horcajadas, la cintura le parece que se le ha estrechado, por esa posición en la que las piernas se separan y la pelvis se acomoda y acopla, y entonces toman protagonismo las caderas que parecen ampliarse, y se ofrecen atrayentes para asirse a ellas y apretar gustosos los glúteos, haciéndoles partícipes también del empuje de los sexos que en breve se encontrarán. Y ese encuentro se produjo enseguida, con parsimonia pero no exenta de cierta fiereza. No necesitaron mucho más, los besos lascivos, las manos aquí y allá en busca del deleite de la piel y la carne, repasándose cada centímetro del cuerpo, los seños de ella de grandes areolas y sus pezones erectos rozando el pecho de él, algo que lo encendía más, y casi sin quererlo y sin pensarlo, él ya estaba dentro de ella sin tomar medidas protectoras, ninguno de los dos lo encontró necesario seguramente por la procacidad del momento y sin caer en lo temerario. Entró tan fácil, deslizándose suavemente, estaba tan húmedo y lubricado que no tuvo ningún problema para abrirse paso, tan excitado que pensaba que se correría aunque no llegase a penetrarla. Realmente no fue él quien penetro si no que ella buscó su verga con sus movimientos encima de él, y fue su vulva quién atrajo hacía sí, aquel pene, y con él dentro, sus caderas y cintura comenzaron a moverse circularmente, y a un lado a y a otro, rozándose por todas las cavidades internas de su vagina, también los labios internos y externos querían participar y sentir esa placentera fricción y se ceñían con fruición al sexo que albergaban y por el que se deslizaban luego con movimientos de arriba abajo, y viceversa. Muy tumbada sobre él, rozando su monte de venus con el inicio de vientre de él, para que la base del pene fuese masajeando y rozando su clítoris con tal movimiento. Él rompía de vez en cuando esos movimientos con una brusca embestida que ella recibía con placer, pero ella enseguida continuaba con aquel roce que la estaba volviendo loca, cada vez más rápidos los movimientos y con más violencia, él se había dejado hacer, y ya no aguataba más, se iba a correr, no tenía ya fuerzas para más embestidas, se iba a ir, pero quería aguantar hasta que ella se corriese, pero no lo logró, y se fue, con placentero orgasmo apretando los dientes, sintió como eyaculó profusamente. Ella sin hacer caso, siguió y siguió con sus movimientos, y aunque su miembro aún no estaba desinflado del todo ya daba muestras de flacidez, pero para ella era lo de menos, tenía ya todo su placer concentrado en ese punto carnoso de la vulva que tanto gustó le estaba dando, parecía como si él no estuviese allí, y por fin ella con un largo; uhmmm, diosss!!! Se dejó caer por completo sobre él. Estaban sudorosos, ambos exhausto. Él, algo avergonzado, aunque tampoco demasiado, por no haberle aguantado. No era un gran corredor de fondo ya metido en materia, por eso prefería tener un largo preámbulo y que le dejasen hacer, para que sus parejas llegasen próximas al orgasmo antes de la penetración.

Ella sigue dormida. Él ya no sabe cuánto rato lleva despierto mirando el techo, que siente altísimo, muy alejado de él, tiene cierta sensación de vértigo, ¿o es la situación la que le da vértigo? En este desvelo reconstruyendo lo sucedido y buscando el porqué, además del techo, ha observado toda la habitación. Muebles de Ikea, como casi toda la casa, pero todo puesto con muy buen gusto como ya pudo apreciar, la habitación se hace acogedora, todo aparece muy ordenado, como el resto del piso. Eso le gusta, no soporta el caos, y por su experiencia en otras aventuras, sabe que hay muchas mujeres que son un desastre, y lo van dejando todo por ahí, prendas encima de sillas o de radiadores, incluso fuera de la alcoba en cualquier parte de la casa. En algunos casos este desorden no está a primera vista pero tienen armarios atiborrados de ropa sin orden, y que por desgracia llegas a abrir y descubres una ingente cantidad de ropa apelotonada. Al principio, llegó a pensar que eran casos singulares, pero con la repetición empezó a dudar de que fuesen casos aislados y raros, a no ser que su vida se hubiese aliado con la excepción y la viviese permanentemente. En la parte de sus amigos se confirmaba ese axioma de que los “tíos” son desastrosos, él se siente excepción, hasta algo enfermizo.  No sabe qué hora es. La persiana a medio bajar, hace que ya no entra casi luz natural en la alcoba, está anocheciendo, deben ser cerca de las diez, es verano, y por la ventana abierta entran apagados ruidos de la calle; murmullos de gente, tráfico, corretear de algunos niños jugando. Debe haberse dormido un par de horas. No sabe qué hacer, si levantarse con sigilo y marcharse o esperar, aunque parece dormida profundamente seguro que la despertaría al vestirse. Le gustaría darse una ducha. Piensa que ha hecho el gilipollas por follar sin condón, y no sólo una vez, sino dos, en el sofá y luego en la cama, debería preguntarle si toma “píldora” o si usa algún otro método anticonceptivo. Es de necios lamentarse de lo que ya no tiene remedio, pero le jode ser tan inconsciente. La verdad es que ha disfrutado, pero no quiere que esto sucedido, lo bien que se han sentido uno con el otro, y que se haya quedado y no haya salido corriendo enseguida, lo entienda como un comienzo. Tampoco quisiera hacerle daño, no quisiera quedar como un cabrón. Aunque esto tampoco importa mucho, además en una noche, o una tarde mejor dicho, no cree que dé tiempo a dejar tan mala huella. Quizás se esté comiendo la cabeza por nada, y ella esté haciéndose la dormida esperando y deseando que se marche. Puede que se haya arrepentido de lo sucedido, o no, pero no quiere que él se crea que esto puede ser un inicio, sino simplemente disfrutar de sexo. Con este pensamiento, absurdamente se siente utilizado, siente que ha sido follado, y es irónico pensar esto puesto que él ha querido y ha participado activamente, aunque es verdad que no sabe cómo llegó a tal deseo si ella no estaba dentro de sus apetencias como mujer. Sigue mirando el alto techo, le gustan los techos altos, le gustaría vivir en esa casa. Cierra los ojos, siente vértigo.

 

 

 

.     *El protagonista siente la ironía de lo sucedido, como todo es irónico para Efecto Mariposa en su canción;  Es difícil tener fría la cabeza y caliente el corazón, y animar un alma rota y no volver la vista atrás… Es todo irónico al final. Sorpresas que te va dando la vida.

«Ironía«

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.     **NA: Publicado originalmente el 28 de Enero de 2015. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Una visión coral

24 sábado Ago 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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Al encontrármelo por la calle me alegró verlo, hacía bastante que no hablábamos y que no coincidíamos para charlar y tomar algo, ni siquiera el teléfono nos había servido para saber uno del otro, quizás cada uno ocupado en demasía con lo nuestro como para parar un segundo y preguntarnos por el otro, por el buen amigo que siempre fuimos. Él caminaba algo distraído como siempre, y yo tampoco es que fuese muy atento, no lo suelo estar cuando deambulo por las aceras, siempre con la mente en otras cosas. Casi pasamos uno junto al otro sin darnos ni cuenta. Además era raro encontrarlo por allí y más teniendo en cuenta que no era habitual que ejerciese de peatón últimamente, salvo por el centro de la ciudad, por lo que yo recordaba.

Cuando se lo hice saber me contó que no suele viajar en transporte público en los últimos tiempos, como antes siempre hacía. Aunque salvo en hora punta nunca le ha disgustado, pero por ir a trabajar en coche, esa asiduidad ha quedado reducida mucho puesto que por la proximidad de su casa al centro, si no es al trabajo suele moverse andando para el resto de gestiones, ya sea comprar, pasear, ir a alguna exposición o quedar con amigos y hacer vida social. Pero de un tiempo a esta parte lo tiene que hacer varias tardes a la semana para regresar a su casa. Lo hace en autobús, un trayecto no demasiado largo, lo que le permite leer un poco. Es la única pega que le pone al autobús, -aparte de la de tardar más-, frente al metro, que en el autobús dependiendo del recorrido no puede leer puesto que se marea; con los frenazos, y los arranques constantes, las curvas bruscas y ese entrar y salir de su carril reservado, pero en este caso la distancia es poca y además casi todo muy recto. Me comentaba, cuánto estaba disfrutando de nuevo este desplazarse en trasporte público, mucho más distraído y ameno que el coche privado, además siente el pulso de la calle, que en otro caso queda desvirtuado y distante. Cada día entiende más porqué los políticos no están al tanto de la ciudadanía y es debido a ello, a su aislamiento en sus coches oficiales u oficiosos. Nos pusimos al día de lo divino y de lo humano y dentro de todo ello, como no podía ser de otra manera, salió el tema de las mujeres, un tema que siempre solía salir en nuestras conversaciones, con anécdotas pasadas y alguna deseada. Y fue cuando me habló del suceso que le tenía trastornado desde hacía unos días.

Una de esas veces que hizo el trayecto en autobús, tuvo que ir a situarse a la zona del pasillo final, justo antes de donde están los asientos enfrentados, se dispuso a seguir la lectura del libro que estaba leyendo ya en la parada mientras esperaba. Y fue ahí cuando sucedió todo, cuando su lectura se hizo difícil y complicada de seguir. Un vistazo lo desconcertó. Un giro leve de cabeza y mirada de soslayo más invitadora y cómplice que dura y desaprobadora, le hizo buscar el cuerpo que acompañaba a ese rostro que por su leve movimiento le hizo fijarse en él. Encontrando una mirada profunda de ojos verdes. Viajaba sentada de espalda a la dirección en la que se desplazaban, con lo que veía de perfil su rostro.

El color coral le sentaba bien a aquella piel que comenzaba ya tiznándose de verano y sol.

Enseguida descubrió el sendero hacía sus pechos sutilmente bronceados, quizás aún no con la fuerza que marcaron en su retina otras pieles con ese color bello en otros veranos. El vestido era ligero y escotado, su mirada no podía dejar de transitar por el margen que se desbocaba hacía adentro de aquella tela, que liviana y vaporosa se posaba sobre su cuerpo, dibujando sencillos movimientos en cada suspiro. Los pechos rozaban dulcemente esa gasa, que hacía ciertos pliegues deliciosos para la imaginación. Desbordante fantasía aquélla que pululaba en su cabeza, pero que esta vez no era necesario ejercitarla demasiado. Bajo aquel manto no había ropa interior, y la tela dejaba entrever un encrespamiento de los pezones. El aire acondicionado y la tela suave rozando con ellos los endurecía por el tacto entre sedoso y algo áspero a la vez que a ella seguramente le gustaba sentir. Él desde su posición podía ver aquel pecho liberarse de la tela al inclinarse hacia adelante dejándole una visión turbadora y a la vez reveladora de un cuerpo deseado eternamente. Tragó saliva y se mojó los labios, sintiendo la boca seca, daría cualquier cosa por lanzarse a beber de aquella fuente de placer, e imagina poder saciar su sed. Y ya la boca se le hacía agua. Y más aún al descubrir, según avanza su vista por aquellos senos, la oscuridad de la areola y del pezón que dejó de ser rosado por lo contraído en que está y se yergue desafiante. Él piensa que ella está excitada, tiene los pezones bien duros, y él no puede alejar la vista de ellos. Está convencido de que ella sabe que lo está viendo, ella no se reclina hacia atrás para evitar esa visión, es más, claramente adquiere una postura que ahueca el vestido hacía adelante.

No era de las mujeres que van muy escotadas y luego reprimen las miradas de los demás haciéndoles parecer sucios por mirar y observar aquello que ellas van mostrando por su propia decisión, ya sea un profundo canalillo o una trasparencia que deja ver más de lo que tapa, y hacen movimientos y aspavientos para colocar un escote desbocado que ya en casa se veía que iba a traerle ese tipo de “problemas”, y miran instigadoras a aquellos que se dejan llevar por la mirada hacia el lugar prohibido. Y él siente como su verga comienza a llenarse de sangre, siente como poco a poco, la excitación se está concentrando más allá de su mente. No puede evitar dejar llevarse por un impulso y desliza su mano por aquel escote invitador a la vista y ahora al tacto. Lo hace suave, lento y delicadamente, ella no se mueve, deja hacer al extraño. Él llega a la zona del pezón y pasa sus dedos por ellos, sintiéndolos duros, inhiestos, yertos, y desearía poder chuparlos, metérselos en la boca y mordisquearlos y succionarlos, y ve como ella se muerde el labio inferior.

De repente oyó una voz que le hizo salir de este último ensueño, era ella que le hablaba y le decía si le permitía el paso.

Él disculpándose por su torpeza, le dijo que sí.

– Sí, cómo no, no bajo todavía.

Y es entonces cuando recibe esa frase que lo martillea desde ese momento.

– !Qué pena!

Él, pasmado, no sabe qué decir ni qué hacer, salvo mirarla con deleite y estupefacción, y con más cara de tonto aun cuando pasa muy cerca de él, por la estrechez del pasillo, no evitando acercarse a él, más si cabe, forzando la situación, y rozando sus pechos al de él, y con voz queda y susurrante, sin mirarle, diciendo.

–Siempre vengo a la misma hora.

Él se gira y ve como su melena y toda ella se aleja por el pasillo y se baja en la parada.

Desde ese día va un poco como lo encontré, con la mente vagando y despistado, con un solo objetivo en el día, coger el autobús a la misma hora que aquel día. Sube a él y revisa visualmente a cada pasajero en busca de su pasajera. Cree que se está volviendo algo loco. Llegando a pensar que no fue real, que ella nunca dijo aquellas palabras, esas frases, y que nunca jamás ella cogerá ese autobús de nuevo y que ya no podrá encontrarla. A veces se dice por qué no se bajó en ese preciso momento, en esa parada como ha hecho después algún día para quedarse allí a la espera de varios autobuses, por ver si ella aparecía, pero todo ha sido infructuoso. Aunque él insiste.

Y me habló un tanto dolido y triste, de que ya ese día no la podría ver por haberse entretenido conmigo, pero que no importaba, que valió la pena poder contar a alguien este desatino, dejar salir la angustia de este destino.

 

 

 

 

.     *Me pregunto si él habrá encontrado a esa mujer que por azar, con su lúbrica visión y tan breves palabras, le dejaron ido, obsesionado, y con tantas ganas de conocerla como Second nos cuenta en su canción.

«Conocerte«

second-Fracciones de un segundo

.     **NA: Publicado originalmente el 12 de Julio de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

El primer día de un cambio (3ª parte)

02 viernes Ago 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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Adiós, Afectos, amanecer, amor, cama, cambio, cariño, complejidades, desamor, desencuentro, deseo, despertar, desvelo, dormir, Efecto Mariposa, encuentro, hastío, hombre, insomnio, ligar, Música, mujer, Otra historia, pareja, Ruptura, sexo, Supermercado, vigilia, vino, Vivo en vivo

Los despertares eran fantásticos, aquello se convertía en tal placer que era difícil que ya el día no fuese ideal. Juntos en la cama él se giraba hacía ella y pasaba suavemente la mano por su pelo y dibujaba con un leve roce su oreja y, muy suave,  pasaba el reverso del dedo por la mejilla y con los ojos chispeantes le decía te quiero, ella entonces le ofrecía una sonrisa, bella, resplandeciente, parecía que no hubiese estado durmiendo ocho horas, esa sonrisa borraba todo atisbo de la imagen que tenemos generalmente al salir del sueño, y que no suele ser la idílica de las películas, más bien el de un rostro embotado, el pelo enmarañado y no digamos si ese despertar viene precedido de haberse acostado algo ebrio o después de una larga noche, o de ambas cosas juntas, que ya nos dejan con un deplorable aspecto.

La cama era grande y con espacio amplio para cada uno, que los separaba para dormir a gusto sin molestar al otro con los giros o movimientos o desvelos que se producen en la horas nocturnas, unos sin consciencia, otros demasiado conscientes con insomnio y vigilia y preocupación que nos arruinan la noche y el descanso. Esa distancia quedaba en nada cada mañana, cuando sus cuerpos se buscaban para darse los buenos días y las primeras caricias y besos matinales y decirse palabras dulces antes de levantarse. Y los fines de semana estos cortejos se alargaban y acercaban sus cuerpos para darse caricias y agasajos con todo ello. Entonces las ropas nocturnas sobraban y se hacía necesario hacerlas desaparecer para sentir la piel de uno sobre el otro y la calidez de los cuerpos que mimosos se mostraban con todo el día por delante para estar y compartir, y juntos dilataban el momento de ir a desayunar, y abrazados y arrullados dejaban el mundo al margen y con esa desnudez y ese amor el deseo se abría paso, y ella sentía como la erección de él iba aumentando y se iba inflamando y al rozarla con ella en la pierna o el culo, era señal inequívoca que seguía excitándole aún con sus 50 años pasados, y era como una tarjeta de visita, como credenciales para ser recibido, y ella tan excitada como él, sentía ya la humedad entre sus piernas y echaba la mano bajo las sábanas en busca de ese miembro que llamaba a su puerta para constatar que lo notado era cierto y real y sentir como ya crecido, más que pedir audiencia, reclamaba y exigía atención. Entonces él ante esa acción busca sus pechos y baja su mano hacía su vagina y descubre lo lúbrica que está, y ella con un leve movimiento abre y separa un poco sus piernas para ofrecerle un acceso mejor, y él comienza a jugar con su clítoris, presionando y masajeando como sabe que le gusta. Y sin mucha más demora por la excitación de ambos, ella se voltea y se pone encima de él y con facilidad hace que el pene inhiesto entre duro y grande, pero deslizándose adentro con dulce suavidad, y ella rítmicamente se mueve buscando el orgasmo y aceptando las embestidas de él desde abajo, aguantando hasta sentir que ella está a punto de venirse, y él entonces se deja llevar al percibir como se contraen todos los músculos vaginales por los espasmos del coito venidero; Y al sentir esa presión no soporta más ese placer y se deja ir y eyacula con violencia llegando juntos al final, jadeantes y con la respiración entrecortada, sudorosos.

Sin duda en la cama lo han pasado bien, siempre supieron gozarlo, desde aquel encuentro en el supermercado, tan deseado por ambos como se confesaron enseguida, cuando ella dudando ante la estantería de vinos cual elegir él se atrevió a recomendarle uno. Y como ambos estaban predispuestos y deseosos de conocerse, todo fue fácil y sencillo. Conectaron muy bien, el utilizó toda su verborrea pero de forma muy natural, nada forzada, cierto que había elegido un tema del que hablar que le gustaba y del que además tenía ciertos conocimientos, quizás por ello se lanzó y atrevió en la sección de vinos a hacer lo que llevaba tiempo pensando sin osarlo, pues lo que dijese no sonaría a tonterías de adolescentes. Ella se sorprendió a si misma mostrándole esa sonrisa que había imaginado darle algún día, y aceptando su consejo, y más se sorprendió cuando instintivamente le sugirió probarlo juntos en su casa para que si no estaba bueno pudiese echarle la culpa y si lo estaba poder darle las gracias de alguna manera. Argumentó que no quisiera regalar ese vino a unos amigos sin haberlo probado y que una botella para ella sola era mucho. Luego, al llegar a casa pensó que quizás él pensase que era una “fresca”, pero en el fondo no le importaba, hacía algunos días que había decidido dar un cambio a su vida.  A él también le entraron dudas sobre su proceder, quizás ella pensase de él que era un frívolo cazador de mujeres solitarias, y además un engreído sabiondo por hablar con esa solvencia de vinos.

Pero todo fue bien en aquella cita para cenar en casa de ella, buena cocinera, algo que a él acabó por desarmarle, ya que él también hacía sus pinitos en los fogones. Parecían hechos el uno para el otro. Esa primera noche terminaron en la alcoba de ella y comenzaron los despertares cómplices.

Cinco años juntos dan para muchas situaciones, y poco a poco se empieza a ver lejos aquel día primero en el que cada uno por su parte pensó que necesitaba un giro en su vida, y precisaba encontrar “el primer día de un cambio”. Y como lo desearon lo obtuvieron y se decidieron a afrontarlo y llevarlo a cabo, y agarraron la ocasión primera, sin pensar demasiado si saldría bien o mal, sin el peso abrumador que nos paraliza cuando tenemos miedo al cambio y tememos lo que vendrá. Primaron el aquí y ahora para potenciar el mañana, que será benévolo o no con las decisiones tomadas.

Todo se va desmoronando con el tiempo. En la cama todo era perfecto, pero se buscaban menos fuera de ella, en los primeros tiempos, incluso de tiendas en los probadores lo hacían, pero ese fuego se fue apagando y extinguiendo, y el deseo y placer no fue sustituyéndose por amor y complicidad, solo por cariño, y con el cariño y el sexo solamente, no se puede sostener el edificio de la pareja, y cada uno a su manera fue buscando su rincón, y hoy en el salón recuerdan amablemente los inicios y los ríen, y les divierten los días alegres y festivos pasados y les enternecen los malos en los que se apoyaron uno en el otro, pero son conscientes que no es suficiente, que queda mucho recorrido por vivir y que prefieren otros lugares comunes que los comunes de los dos. Y se miran y sostienen la mirada, porque el afecto no cambia ni desaparece entre ellos, y se dicen nos vemos, y se dicen adiós.

 

 

.                                                                                          FIN

 

.      *Ya ha pasado lo mejor y todo parece peor, como dice Efecto Mariposa en su canción. Por ello es mejor dejarlo aquí, y desearse lo mejor, y cada uno seguir volando ya más seguros con sus complejidades.

«Otra historia«

Efecto_Mariposa-Vivo_En_Vivo-Frontal

.     **NA: Publicado originalmente el 19 de Febrero de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad

El primer día de un cambio (2ª parte)

01 jueves Ago 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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Complejidad, Depende, desconocida, desconocidos, deseo, dudas, Duerme conmigo, encuentro, fantasear, hombre, Jarabe de Palo, masturbación, Música, mujer, onanismo, sexo, Soñar, Supermercado

Se sentía un poco perdido, desde hace tiempo buscaba dejar de dar tumbos, un parón, un descanso, y encontrar con quién tomar un respiro, un estar y compartir, pero temía perder su libertad, más que su libertad, su espacio, sentía temor a que alguien invadiese esa ínsula en la que se sentía cómodo y seguro, sobre todo seguro. Aunque quién llegase a tomar posesión fuese invitado y no un invasor no esperado.

Estaba convencido de que ella era más mayor que él, aunque no lo pareciese. Él, pasado los cuarenta, ella seguro que rondando los cincuenta, parecía tan joven como él, pero siempre tuvo intuición para esto de las edades y le daba en la nariz que aparentaba menos edad de la real. Tenía un cuerpo escultural, si bien no tenía pinta de ser carne de gimnasio, más bien la naturaleza jugaba a su favor y seguramente cuidaba su dieta, pero sin llegar a la obsesión de rendirse a ella, puesto que no estaba con ese tipo de delgadez, en verdad tenía cuerpo rotundo. En verano había podido constatarlo, con ropa veraniega y vestidos livianos que se amoldaban a su cuerpo sin ser chabacano el resultado, tenía buen gusto, lucía pero sin ser extravagante, cierta elegancia portaba. Quizás este tipo de cosas es lo que le paralizaba ante ella, desprendía seguridad por los cuatro costados. Él que con los años se había dejado llevar por la espontaneidad y se lanzaba a la conversación y al piropeo apartando la vergüenza de juventud, ante aquella mujer no lo conseguía, él experto en soltar sonrisas cómplices, con ella lo más que había podido hacer en un par de ocasiones era sonreír bobamente, cuando ya el encuentro “fortuito” pero realmente buscado se había llevado a cabo, sin poder soltar la frase que llevaba pensada para ese momento tan deseado. La última vez en el supermercado.

Además era como un imán para sus ojos, cuando andaba despistado por el barrio, sin saber cómo levantaba la vista a tiempo para verla torcer por una calle, o verla cruzar por el paso de cebra junto al semáforo. Ese amado semáforo que hacía que a veces quedasen uno frente al otro en la distancia, él disfrutando como un niño de una visión, que se llevaría a casa para degustarla con tranquilidad y regodeándose en los detalles que pudiese haber memorizado, y ya sin memoria por medio puesto que ya los tendría presente allí, junto a él, se mezclarían con los detalles de su fantasía.

Él, estaba convencido que le gustaba a ella, igual que él la miraba un poco a hurtadillas y como avergonzado, sentía que ella hacía algo similar. Toda la entereza en las relaciones que había ganado en los últimos tiempos se desmoronaba ante ella.

Los días que coincidían en el super, como este último día, como hace menos de una hora, se le aceleraba el corazón y la alegría le ponía una sonrisa tonta de felicidad absurda, que luego se pensaba como un adolescente. No podía evitar seguirla con la mirada cuando ella avanzaba por el lineal, sabe que ella le ha descubierto infraganti más de una vez, pero sigue sin poder evitar quedarse atontado, quieto, tieso, y sin disimular haciendo que compra algo, solo con la mirada perdida por el pasillo en busca de sus andares, y si intuye que se girará es cuando sale de su letargo y da media vuelta esperando no ser cogido en falta.

Se dice que un día tiene que decidirse y hablarle. Quizás si fuese a la frutería donde él suele comprar fuera del supermercado, allí en la espera y con el compadreo que se gasta con el vendedor puede que fuese el lugar idóneo.

Aunque realmente, lo que más soñaba era encontrarla en un lugar de copas, donde la situación se presta más al careo, y envilecido por un par de copas se atreviese a conversar y galantear y seducir y quién sabe si conseguir tentar. Es en esos instantes, en los que imagina que ella accede e incluso toma la delantera y hechiza y fascina aún más de lo ya atrapado y cautivado que está por un ser que le resulta tan angelical pero a la vez tan mundano que solo piensa en cómo podría ser un encuentro carnal entre ambos, en el que ella se dejase hacer e hiciese, en el que primero con deseo descontrolado se besasen fuerte y rudamente para lentamente compartir sus lenguas.  Y ahora piensa en la desnudez de dos cuerpos bien adultos, pero en forma. Se sobreexcita, y la imagina con la rotundidad de siempre pero sin un ápice de tela que cubra su piel, sus senos no muy grandes pero tampoco pequeños, se le ofrecen para ser lamidos y mordisqueados por su boca insaciable, y ella mirándole brevemente a los ojos tras alzarle la cabeza de sus pechos, baja despacio en busca de su verga que toda encarnada está como nunca lo estuvo, con una erección dolorosa. Y no puede evitar con esta imagen en su cabeza, tumbarse en la cama y agarrar su falo, que le parece enorme y lo masturba con movimiento rítmico primero y después con rapidez, y frena ese veloz ímpetu y lo hace más despacio para alargar el momento de placer y es a la vez un intento de control para no eyacular enseguida, pero su mano que sube y baja con su miembro se le muestra como si fuese ella quién le masturbase, y piensa que en ese momento le pediría que lo dejase y lo soltase para poder penetrarla, y él ya no puede aguantar más y casi sin movimiento alguno siente como su esperma se abre camino, y él junta la mano para no manchar todo y solo consigue que la simiente quede en su mano que se cerró sobre el glande, sintiendo cómo ha subido un espasmo desde el escroto avanzando por su pene, que lo ha dejado un tanto jadeante. Y abre los ojos que cerró para tenerla bien presente, y sólo ve su patética imagen encogida y triste, por no ser capaz de decir y hacer para llevar a cabo, y le da miedo que tras el sexo se encuentre como ahora, con ganas de soledad, sólo con el deseo sexual y no de pareja y que ella deje de ser anhelo y se convierta en estorbo y rémora y atadura.

 

 

 

.     *Nuestro hombre se siente perdido como en la canción de Jarabe de Palo, y cree que si ella entra en sus sueños conseguirá guiarse y encontrar el camino, pero en el fondo aunque lo desee, tiene miedo de que ella duerma con él.

«Duerme conmigo«

Jarabe de Palo - depende

.     **NA: Publicado originalmente el 13 de Febrero de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad

                                    .Continúa… El primer día de un cambio (3ª parte)

Perdido

08 miércoles May 2019

Posted by albertodieguez in Música, Reflexiones

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abandonado, animal, caza, Christina Rosenvinge, daño, decepción, encuentro, herida, herido, Música, Me he perdido, Nacho Vegas, Soledad, Solo, Verano fatal

– No te fíes de un animal herido – me dijiste cuando nos encontramos por el camino. Te vi como presa fácil, yo iba de caza y tú venías dañada. Resultó que me quisiste arañar nada más contactar y tuve que dar un paso atrás. Lo intenté por otro sitio, me acerqué con sigilo queriendo descubrir qué te sucedió en este periplo. Venías de un infierno, y se te notaba en todos los huesos, tu tez pálida me decía que habías perdido las ganas de vida, tus ojeras denotaban las lágrimas derramadas en estos días que no fueron los felices que te prometían. No me querías dar detalles, a quién iba a importarle tu vida dolorosa con quién dijo que te amaba, y transformó todo en un delirio que te humillaba. Procuré apartarte del parapeto que utilizabas para que no te atacaran, pero fue imposible, no te dejabas, y yo cada vez más me interesaba.

Dejé pasar unos días para olvidar que ahora te conocía, pero cada vez que te pensaba, por la ventana se reflejaba el sol que me recordaba el brillo de tu mirada. Te resististe en un principio, pero tras encontrarnos en otro garito, me diste la oportunidad de llamarte cuando por insistencia te decía; “desde que te he conocido me he perdido”. Tú sonreíste pensando que mentía, como tantos hombres, pero yo sin quererlo te decía lo que no quería decir. Me tenías hipnotizado, con tu tristeza que se rompía con la sonrisa desencantada, pensando que otra vez te acorralaban. El pelo en larga melena me hacía perder la cabeza. Seguimos el ritual de palabras, miradas y risas algo amargadas. Luego sin poder evitarlo, se me fueron mis manos en busca de tus manos y tú las apartaste, no fuese a hacerte daño. Yo pedí perdón, por querer acariciar tus heridas. Tú me dijiste que aún no estabas preparada, que te lo habías prohibido, que diese media vuelta y saliese al camino en busca de otra presa, que tú herida no eras un animal de fiar. Pero yo ya estaba perdido, y lo único que pude decirte es que me matases en tu defensa si ya no te era necesario, pero que no podía dejar de intentarlo. Te levantaste y te fuiste de mi lado, diciendo; “Ahí te quedas ya nos veremos”.

No te fiabas del calor que te mostraban mis manos. El invierno es frío y el calor a veces hace daño, cuando no estamos acostumbrados. Recibirlo después de largo tiempo ausente se nos hace doloroso. Sentirlo en la piel que creíamos había quedado insensible. Y cuando venimos acompañados del odio, es complicado cambiarlo por otro sentimiento que no creamos falso. Intentar limpiar los escombros que somos y desnudarnos, no ya de ropa si no de intenciones, para mostrarnos tal cual, y poder desnudar al otro en igualdad de condiciones y que no nos vea como amenaza. Y más tarde, me diste una oportunidad pero diciéndome,  – déjame llevar, si quieres que lo intentemos no es así como debemos –. Y yo me dejé llevar. Cómo lo iba a evitar, si desde hacía tiempo estaba perdido. Aunque me advertiste: No te fíes de un animal herido. No te fíes de un animal herido. No te hice caso, y después de curar tus heridas, hoy estoy aquí, solo y consumido.

 

 

 

.     *Nacho Vegas y Christina Rosenvinge nos cantan su encuentro, inspirador de este texto.

«Me he perdido«

.     **NA: Publicado originalmente el 31 de Julio de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Fracasados por las celeridades de las vidas paralelas

30 jueves Abr 2015

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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deseo, encuentro, Fracaso, furtivo, Infidelidad, La Deriva, Música, Vestusta Morla, vidas paralelas

Con la aceleración y pensando que se tiene que marchar enseguida y que tiene que ser uno y rápido para poder cumplir con lo previsto y llegar a casa sin levantar sospechas, y que su marido no esté cuando ella llegue, no cumplo como quisiera. Estas prisas me zozobran, y la verga no se enaltece ni se muestra vigorosa como necesitamos para un acto completo, para hacerle y hacerme gozar y derramarme dentro. Yo insisto en que no importa y busco su boca con mi boca, mi lengua penetrando en busca de la suya que se enreda con la mía y pulsean allá dentro ávidos de deseo. Mis manos surcan su espalda, palpando y acariciando la montonera de huesos que percibo allí por su extrema delgadez, y bajo por esa línea de montículos que se me muestran y veo, aún cegado por su cuerpo, sólo con mis manos que me hacen atisbar y sentir el contorno de un dragón o un animal prehistórico al que le imagino devorador. Busco su sexo para con la mano suplir las carencias del falo casi exánime que ni sus labios consiguieron enderezar después de que sus manos hicieran que con él aún flácido rápido me corriese, sin quererlo, y eso le pareció el fin. Esperar tiempo a la recuperación sería imposible, no hay tanto espacio en el reloj para una segunda oportunidad, y ella decide que no quiere sucedáneos que llegó con el deseo de penetración y mis dedos no son lo esperado, que debemos dejarlo que ya no es propicia la ocasión.

.

.     *Canta Vetusta Morla; habrá que inventarse una guarida… habrá que inventarse una salida. Cuando se va a la deriva la ocasión se vuelve esquiva, y ellos crecieron y avanzan sin timón.

«La Deriva«

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Por lo que fuimos

26 viernes Oct 2012

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

≈ 5 comentarios

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amor, búsqueda, desesperante, desquiciante, duda, encuentro, espera, locura, Música, miedo, risa, Solo me has rozado, temor, Tulsa, Ya no somos invencibles

Saldré y te buscaré,

te perseguiré.

Y si no te encuentro,

esperaré.

Desquiciado en la espera,

espera que enloquece,

locura cuerda

por no poder verte,

por no poder sentirte,

por no poder oírte.

Ni siquiera esto.

Poder oír tu risa,

tu grácil gracias,

desquiciante,

desesperante,

por ya no haberlo.

Y si te adivino dónde,

seguiré en la puerta,

parado, a la espera,

con temor de encontrarte

y descubrir que ya no nos queremos.

 

 

 

.     *Tulsa nos recuerda en su canción, que lo habido y destruido, cuando lo reencontramos ya no vuelve a ser como ayer, igual que en el poema, en el que el protagonista teme el encuentro.

«Ya no somos invencibles«

 

La vida está llena de afectos y desafectos.

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