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desafectos

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Archivos de etiqueta: Mujeres

Confuso llanto

24 miércoles Nov 2021

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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En estos días, enfermedad, Frío, Gris, hijo, invierno, llanto, lluvia, Música, miedo, Mujeres, Nacimiento, Rostro, Silvio Rodríguez, sol, temor

Se me agolpan las palabras, las emociones, las imágenes. Las intento digerir y ordenar y no puedo. Se me agolpan estos días, estas angustias y miedos, temerosos días de pérdida del recién llegado. Horas amargas de espera y duda y deseos de mejora y sanación, aun no sabiendo si hay enfermedad o mal irreversible o acaso reversible, o sin saber ni siquiera si habrá dolencia tras la complicación. Indefenso él. Tememos, aunque nos digamos que no hemos de temer. Nos preguntamos si ese rostro que ya vimos lo volveremos a ver o cesará antes de haber iniciado su periplo, si ese rostro que antes no era y que hoy es por haberlo visto, y que se ha quedado en la retina, fijo y nítido, seguirá iluminándonos como hoy me lo parece, en este día de invierno gris y lluvioso. Ya no sale el sol, sólo su rostro. Días de aguacero que acompañan esta grisura que se empecina en ahogar la alegría esperada por la llegada del hijo. El cielo se abate sobre la ciudad envolviéndola con nubes oscuras, frías y húmedas, ensombreciendo las calles, haciendo parecer que la noche se aproxima fuera de hora. Como si alguien fuese cerrando los postigos, tal cual antes se hacía, para ahuyentar la felicidad y traer el duelo, enlutando la casa que ahora y como nunca necesita su rostro para ser alumbrada. Quedando todo bajo una atmósfera húmeda que cala los huesos. Días de lágrimas asaltantes en el precipicio del parpado, de lágrimas contenidas y amarradas y sustraídas de su inminente camino para mostrar la fortaleza que no se tiene, la entereza que se desmorona en la soledad de cualquier esquina o ventanal por el que mirar y asomarse  para respirar profundamente e intentar distraerse con el perfil de la ciudad, para no pensar. Intentando sostenerme para sostener al otro, que más frágil se muestra sin saber de la fragilidad del compañero amado. Lloramos a escondidas, hasta que no hay manera de ocultarlo y ocultarse. Ella llora por sus rincones, yo lloro por los míos y nos encontramos en la cocina y nos miramos y lloramos juntos, lloramos en la alcoba, en el cuarto de baño, en el dormitorio del recién nacido, que aún no lo ha habitado. Lloramos y no sabemos porque lloramos, solo nos miramos y nos abrazamos y lloramos. Las lágrimas brotan y brotan con desconsuelo y sin sentido. No es dolor, no es júbilo, es solo llanto, agua salada cayendo con mueca amarga pero no de amargura. Sólo llanto. Confuso llanto.

 

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.     *Silvio Rodríguez ilustra con su canción el sentir del texto; en estos días no sale el sol si no su rostro. Aunque su autor la escribiese con otro sentido, esta canción hoy la convierto en un canto en primera persona hacía el hijo.

 

«En estos días«

Silvio Rodriguez - Mujeres 1978

.     **NA: Publicado originalmente el 23 de Enero de 2014. Hoy recibe una nueva oportunidad.

.     ***Al hijo

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Desorden emocional

03 miércoles Feb 2021

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 45 comentarios

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alegría, Confesiones de un artista de mierda, Convivencia, Depresión postparto, desequilibrio, Desorden, dudas, El equilibrio es Imposible, embarazo, Emociones, Hombres, Hormonas, Ivan Ferreiro, Love of lesbian, Música, Mujeres, pareja, Santi Balmes, sentiminetos, tristeza

Ella me decía que tenía que comprenderla, que sus hormonas estaban revolucionadas y que si estaba algo irascible o malhumorada o inestable no se lo tuviese en cuenta, todo era debido al proceso químico que estaba suponiendo el embarazo. Yo la comprendía o al menos intentaba hacerlo, algo había leído y había visto en documentales sobre toda esa trasformación interna del cuerpo de la mujer, un torrente de cambios desde el mismo momento en que el óvulo es fecundado. El cuerpo primero se altera ante elementos exógenos a los propios de la mujer y después cuando finalmente no lo rechaza, se prepara para acoger lo que vendrá, lo que crecerá en el vientre.

Cuando en conversaciones entre amigos con sus parejas que habían tenido hijos, salía el tema de la complicada convivencia durante el embarazo, siempre ellas decían que nosotros no podíamos entenderlas porque no sufríamos esos cambios celulares que desencadenaban esos desequilibrios en el estado afectivo y de comportamiento. Un comportamiento que hacía de la convivencia una montaña rusa. La maternidad o futura maternidad las diferenciaba de la paternidad o futura paternidad porque ellas sentían esos cambios corporales. Antes de vivirlo como sujeto activo (aunque pasivo en el proceso realmente) lo asumía desde el desconocimiento como algo que debía ser cierto, al fin y al cabo, a veces en los días de menstruación se vivía algo similar en nuestra relación a aquello que contaban. Después, cuando todo llegó pude constatar que sin duda algo pasaba en su interior que la hacía darme contestaciones inesperadas y que mis actos la molestasen sobremanera, lo de “la regla” no era nada comparado con esto nuevo. Era una de cal y otra de arena por parte de ella, tras un comentario poco dulce venían las disculpas, bajo aquel mantra de; “Son las hormonas, discúlpame, no me lo tengas en cuenta”. Y así pasaron los primeros meses, luego la cosa se estabilizó y se producían esporádicamente los episodios de malhumor. Aquello queda ya casi en el olvido, como una curiosidad, algo anecdótico que sucedió pero que en el fondo es ajeno a uno, más figurante que actor principal, sólo el esparrin en el cuadrilátero encajando sin dar respuesta para no dañar al púgil para su lucimiento en el combate final. Y tras ese combate, el púgil queda dañado, y entonces lo que aparece es un desorden emocional. Ya no son malos humores o enfados o discusiones tontas y por lo más nimio, ahora es llanto y tristeza lo que le acompaña a ella en los primeros días tras el alumbramiento.

Se supone que yo debo estar a su lado sin resquicios, para darle orden emocional y estabilidad a ese desenfreno de sentimientos. Te dicen; Ahora tienes que cuidarla, la depresión post-parto es mucho peor que los desvaríos hormonales durante el embarazo. Y entonces te dices que igual que hasta ahora le has apoyado en todo momento y has ido amoldando tus palabras y tu comportamiento para que tus actos no sean motivo de disputa o pequeña bronca, lo seguirás haciendo. Pero de pronto te das cuenta que no te va a ser fácil, cuando eres tú el que siente ese desorden emocional, y necesitarías un hombro en el que apoyarte y unos brazos que te sujeten, y un fuerte abrazo que te consuele. Pensabas que eras el fuerte, el sustento para los dos, y que podrías llevar todo ese peso de los momento difíciles, estos en los que afrontar lo que nos es nuevo. De repente te sientes confuso, la angustia aflora, las dudas se apoderan de todo y te aborda la tristeza, no sabes porque estás así, cuando es alegría lo que deberías derrochar, y es la felicidad lo que debería dominar estos instantes.

Nunca me hablaron que podía ser yo el que sufriese aquello que solo se cuenta que sienten las mujeres. Nunca se habla de que los hombres sufran los mismos síntomas que ellas. Parece que los hombres no sienten ni padecen durante este proceso de llegada del hijo.

Todo esto me pilló desprevenido. Yo, que había interiorizado que mi comportamiento debía ser, aún más que antes, sin aristas que pudiesen dañar y me había esmerado en pulirlas, yo, que había suavizado mi verbo directo y punzante, para que todo fluyese lo mejor para ella y para mí mismo, -verla mal me desarma-, sabiendo que lo que otras veces hubiese pasado por una simple conversación y cruce de comentarios, ahora podía suponer una afrenta que nos llevara a un desencuentro que nos haría mal. No me había preparado, no había tomado la precaución de ponerme una coraza, y esas palabras duras que yo evitaba decir las recibía como lanza y puya, como hiriente filo que sajase mi piel libre de defensa y no preparada para recibir la ignominia del otro, para recibir su desahogo.

Tengo un volcán de emociones que brotan aquí y allá, que se agolpan unas encima de otras, pero no de manera ordenada, ni de una forma lógica, surge la alegría y seguidamente la tristeza, que es apartada por la euforia, que a su vez es retirada por la angustia. Intento comprender esta hipersensibilidad, pero no lo logro, me confunde esta mezcla de sensaciones. Lo normal sería que  aflorasen seguidas las que son del mismo carácter; las felices juntas o las que entristecen y agobian apiñadas, pero no intercaladas y haciendo que me sienta como en un columpio, arriba y abajo, otra vez arriba, y de nuevo en lo más bajo, en un vaivén desquiciante que me hace vacilar sobre mi equilibrio mental. Tengo los sentimientos a flor de piel, y un gesto o una palabra o un pensamiento eriza mi vello y humedece mis pestañas. En la soledad, las emociones se descabalgan, y mil dudas me abordan. Temo no haber acertado trayendo a un ser a este mundo que se me vuelve y muestra ingrato, sin un motivo que lo cambie y lo haga diferente de ayer o de hace un año cuando tomamos la decisión. El egoísmo se muestra y dice; con lo bien que estabas. Intento sosegarme y me digo; no tiene sentido este malestar, este ahogo que tienes. Pero no puedo evitar irme a un aparte y llorar y respirar hondo y rehacerme para volver y que me vea ella fuerte, sin que vislumbre la última herida producto de su último comentario. Encajando como puedo todo este desorden emocional.

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.     *Ivan Ferreiro y Santi Balmes de LOL completan y ponen banda sonora al relato de hoy, hablándonos de esos días en que el equilibrio es imposible, y nos vemos y nos decimos: “Qué felices, qué caras más tristes”.

«El equilibrio es imposible«

Ivan ferreiro - confesiones

.     **NA: Ficción

.     ***NA: Publicado originalmente el 29 de Enero de 2014. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Cómo será la huella

12 martes Nov 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 23 comentarios

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Afectos, Aute, Huellas, Música, Me va la vida en ello, Mira que eres canalla aute, Mujeres, Parejas, Pasado, Recuerdos, relaciones, Silvio Rodríguez

-Hay veces que me desvelo y pienso en ti, y en mí, y en aquellos momentos, en aquellos años, y me pregunto si tú pensarás alguna vez en mí, o soy tan pasado que ni por un segundo soy presente en tu pensamiento. Puede que en tu cabeza esté tan enterrado en vida que no sea ya, aun viviendo-.

Unas veces es una y otras veces es otra la que aparece en ese desvelo, y me pregunto qué será de cada una de las que acompañaron algún instante de mi vida, unas por unas horas, por un día, otras por varios, algunas por unas semanas, las menos por algunos meses, pero todas y cada una de ellas siguen ahí, vivas, no enterradas en vida, aún respiran dentro de mí, y me pregunto si yo vivo en ellas, si respiro en otros cuerpos, o si alguna vez levemente, surjo como sombra de un pasado, o si por el contrario escribieron mi nombre y me borraron como en aquel relato de By y ya no soy, y mi nombre se les desvaneció y con él mi imagen, lo vivido y lo compartido, poco o mucho, quedando en nada. Cada una moldeó un poquito de mí, tanto de las que salí huyendo o aparté o me aparté como de las que desertaron o decidieron otro camino. Me pregunto si cuando ellas hacen bagaje, o echan la vista atrás o miran pretéritamente su vida aunque sea por un segundo, seré uno de los actores que recobran vida o por el contrario no aparezco en escena, ni con una simple frase, ni como secundario, o más aún ni siquiera formo parte de los títulos de crédito. O quizás en algún caso tomo protagonismo y surgen sentimientos hacia mi imagen, unas veces afectuosos y otras de desprecio y odio o resentimiento, algunas otras de indiferencia, supongo que esto último la mayoría de las veces llegado el caso de ese protagonismo ilusionante a la vez que iluso. Uno quisiera que siempre fuese su paso por la vida de otros agradable y amable y no lacerante e hiriente, y ser visto con los ojos del cariño y no con la mirada del rencor y la antipatía. Y sea en un sentido u otro; el afable y benigno o el dañino y desfavorable, el ego empuja a querer conocer el impacto sobre otros y creer que no ha pasado desapercibido para esa gente, que algo dejó en la vida de ellos y más de ellas, claro. Me gustaría saber si dejé huella; profunda o liviana, pero al menos huella, porque ellas, unas y otras sí que la dejaron. Y sin querer evocarlas surgen inesperadas en ocasiones, como en esos desvelos que cada vez aparecen más cotidianos. Todas están dentro de mí, forman parte de mí, aunque algunas de esas huellas son algo más difíciles de rastrear puesto que su paso fue tan veloz que casi ni posaron en su fugacidad, -como esos animales que al correr casi no apoyan sobre la superficie que pisan-. Pero sin gran esfuerzo las encuentro, y aparecen claras y evidentes y me hacen ver a aquella que la dejó y aquel momento que fue. Siempre evitando amarrarme, sé que no me porte bien algunas veces, y que muchas de ellas no nos acompañamos más que en un breve naufragio, a veces mutuamente decidido otras producto de mi escapada y huida, en mi afán de no quedar anclado, por mi deseo de no perderme otros labios y otros cuerpos, por pensar que lo que estaba acaeciendo no era amor definitivo si no sólo deseo, y había tanto deseo alrededor, que uno actuaba pensando que siempre había y habría alguien más con quién disfrutar y que ella, la de ese momento, evitaría que conociese a otras en espera de que llegase la definitiva, aunque realmente dudando de que la hubiese y quizás en el fondo no queriendo que apareciese, convenciéndome de que cada una de ellas, de las que aparecían no era la idónea y plena, engañado por el pecado de juventud  que empujaba  a pensar que podría pasarme la vida de flor en flor con mi libertad intacta, en búsqueda eterna. En esta senectud que va llegando, rememoro esos brazos y esos abrazos y esos besos dados y los no dados que dolientes quedaron y merodean sobre esas huellas, todas encontradas, ninguna sin referencia clara, por mi cuerpo por mi mente por mi alma. Las difusas y las nítidas, las suavemente marcadas y las profundas, las que sajaron y dejaron herida y las dulces que acariciaron.

Y en el insomnio, cuando aparece el recuerdo y vago por él para ir siguiendo los pasos dejados por esa huella, acechante durante el rastreo surge la duda sobre lo apropiado o errado de ese instante, -absurdamente, pues no hay remedio para bien o para mal-. En ese vagar, rememorando el momento que dejó esa huella, a veces me distrae una nueva y me aparta del rastro que me trajo el desvelo y me lleva por otro camino, haciéndome tomar conciencia de que unas y otras huellas se solapan e incluso que sus dueñas cohabitaron, y aparece la pregunta; ¿Cómo sería todo, si hubiese sucedido de otra manera?, y emergen más las equivocaciones que los aciertos, los ahora no haría esto o hubiese debido de actuar de otra manera o que gran error fue decir o hacer, o más aún no hacer no decir, y en estas divagaciones ridículas me envuelvo y acuno para ir mortecinamente entrando en el sueño por el ensueño del pasado, y brumosas flotan las preguntas. ¿Y en ellas? ¿Quedó rastro o rasgo alguno de mi presencia en sus vidas? ¿Se acordarán cuando miran atrás de que estuve allí a su lado? ¿Cómo será, -si la hubo-, esa huella?

 

 

 

.     *Lo dice Aute interpretado por Silvio; vivir era vértigo y no una carrera. Y como a él, a veces, nos va la vida en saber lo que hemos significado para otros y dar sentido a lo vivido, y no pensar que todo ha sido naufragio por malentender el verbo amar.12

«Me va la vida en ello«

Luis_Eduardo_Aute_-_Mira_Que_Eres_Canalla_Aute-front

.     ** Publicado originalmente 2 de Octubre de 2014. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Un paseo de gustos cambiantes

23 lunes Sep 2019

Posted by albertodieguez in Música, Reflexiones, Relato

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aroma, bondad, buenas acciones, cambios, deporte, escribir, fútbol, igualdad, Leer, Música, Me gusta, Mediterráneo, Mujeres, No me gusta, paseo, Serrat, Tío Alberto, viajar

Me doy cuenta que he cambiado o mejor dicho, que estoy en constante cambio, las verdades que antes eran un sólido pilar, ya no me lo parecen, o incluso han sido derribadas por mí o por otros. Me doy cuenta que hay cosas que antes me gustaban, que ya no me gustan, o al menos, no me gustan con tanta fuerza e insistencia  y cosas que antes no me gustaban, que las he cogido gusto y cariño. Hay cosas que recuerdo de antes y siguen estando, hay cosas tangibles y otras intangibles que se apartaron de mis deseos y placeres, cambiándose por otras nuevas y diferentes. Hay algunas que siguen con fuerza desde siempre como algunos olores. Como hoy mismo que acaba de caer una pequeña tormenta y huele a lluvia, me gusta el olor después de la lluvia, a la tierra mojada y la atmosfera con ese aroma, pero no me gusta el olor a humedad reconcentrada que queda en algunos lugares por causa del agua estancada o por filtraciones. Aprovechando que ya ha escampado y que no va a llover más, bajo a pasear, me gusta pasear, andar sin ningún motivo, sin ningún lugar al que tener que ir, dejarme llevar por calles o bulevares o por parques. Cerca de casa hay uno por el que me dejo caer de vez en cuando, sobre todo cuando acaban de pasar los jardineros arreglándolo y cortando el césped y estando próximo a él me llega ese olor, entonces no puedo evitar dirigirme hacía allí, me gusta el olor a hierba recién cortada, y me gusta andar por la hierba con los pies descalzos, hoy no lo haré, empapada por la lluvia, pero con ese buen olor de hierba mojada en el ambiente no puedo dejar de inspirar con fuerza para llenarme de bienestar. No me gusta que la gente deteriore y ensucie el césped de los parques dejándolo lleno de papeles y botellas, como veo hoy allí cerca de unos setos, y pienso: «cuánto nos queda por avanzar como sociedad en el respeto de unos con los otros».  Hay gente muy cochina, y me desespera que se tiren papeles al suelo y que los fumadores tiren las colillas por la calle y que cuando están en la playa apaguen el cigarro en la arena y lo entierren como para hacerlo desaparecer.

Salgo del parque y avanzo por la calle, observo a la gente, me gusta imaginarme donde irán y que será de sus vidas, no me gusta lo que veo de algunas de esas vidas, con futuros oscuros, me gusta la igualdad de oportunidades, y no me gusta que los que tienen mucho no repartan algo con los más necesitados. Paso por delante de una boca de metro y veo a una pareja cargada de maletas, sin duda comienzan sus vacaciones, les envidio un poco, a mi aún me quedan días para poder disfrutarlas, van con muchos bultos y maletas pesadas, temo que se pueda caer escaleras abajo el chico que es el que traslada más peso y me presto a ayudarle, al principio me dice que no, pero insisto y accede, le ayudo a bajar las maletas, me gusta ayudar a la gente dentro de mis posibilidades, no me gusta el que puede y no ayuda. Últimamente lo hago mucho, echar una mano, parece una tontería, son pequeños gestos, como el de las maletas, o ayudar a una mujer con el carrito del niño, o indicar una calle a alguien que se ve perdido, nimios gestos seguramente, pero que me reconfortan. Tras acarrear esas maletas escaleras abajo, rehago el camino hacia la calle para continuar mi paseo. Paso por delante del escaparate de la pequeña librería del barrio, que cada día me pregunto cómo consigue seguir abierta, miro un momento los libros expuestos, y pienso en un par de títulos que me gustaría leer, me gusta leer, pero no me gusta leer cualquier libro, hay historias que no me interesan, aunque entiendo que hay gustos para todos, y esos libros que a mí no me gustan tendrán su público, a mí me gusta escribir y me gusta que me lean y supongo que pasará lo mismo, a muchos no les interesarán mis historias nada de nada.

Veo un poco más adelante que han abierto una vinoteca, me gusta el vino, no me gusta que crean que voy de entendidillo por encontrar matices organolépticos cuando lo bebo, pero sobre todo me gusta beberlo y compartirlo con los amigos, pero no me gusta hacerlo tan de tarde en tarde como suele pasar.

Con los años hubo gustos que dejaron de serlo no se ya si porque me hice viejo o por que descubrí que no me compensaba ese gusto si hace que no disfrute de otros. Además, me pasa como a mucha gente, que en las cosas positivas siempre veo una «cara b» que nos matiza eso que nos gusta, la lucha es que esa negatividad no vele lo bueno de lo que disfrutamos, y pienso esto al pasar delante del quiosco de prensa y ver las portadas de los periódicos deportivos, me gusta el fútbol, pero no soporto y no me gusta en muchos casos el maniqueísmo de los periodistas que lo cubren, pero procuro que esto no interfiera en mi disfrute cuando me informo de este deporte. Observo en la portada a Rafa Nadal que vuelve a ganar después de varios meses en el “dique seco”, es un portento de deportista, también veo una reseña a Mireia Belmonte que ha batido dos record mundiales en piscina corta. Realmente me doy cuenta que me gusta prácticamente todo el deporte, y además de verlo, practicarlo, lo que no me gusta es no poder hacerlo como antes, desde la operación de ligamentos de la rodilla queda vedado el disfrute sin luego resentirme y decir ya no vuelvo.

Sigo mi paseo, pasaré al supermercado a comprarme chocolate, ya no me queda, me gusta el chocolate del 85% de cacao, pero no me gusta que me moleste el riñón si me paso en su consumo. Después tengo que ir a buscar la documentación para mi viaje de vacaciones, me gusta viajar, una pasión tardía pero que ahora es una de las grandes de mi vida, y no me gusta no poder viajar todo lo que quisiera. Según entro en el supermercado una chica me echa una buena mirada, se me forma una sonrisa interior, me gusta gustar, es un engorde de ego que no lleva a ninguna parte, pero me gusta, supongo que cuando sea viejito muchas tonterías se me pasarán y sobre todo esta última de gustar. Me gusta pensar que tendré una vida plena y que final de mis días, como resumen, cantaré la canción de Serrat que contiene mi nombre.

 

 

 

.     *Miguel lanza una propuesta sobre lo que Gusta y No gusta, y aunque no me gusta hacer listas vitales ni suelo jugar con los estereotipos de contraposiciones, puesto que vivo en la duda constante y no tengo tantas certezas convalidadas en la vida, me decido a escribirlo y ficcionarlo un poquito, dando pinceladas de gustos y no gustos, pero que no quiere decir que mañana todo lo dicho no sea una gran falacia, incluso que hoy sea una falsa realidad del ciudadano modelo que quisiera ser.

«Tío Alberto«

Serrat - Mediterráneo

.     **NA: Publicado originalmente el 12 de Agosto de 2013). Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Afterwork

01 domingo Sep 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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Afterwork, amigos, Anglicismo, ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?, Bar, Burning, Hombres, ligar, ligón, Música, modernidad, Mujeres, Pelirroja, pijerío, pijos

Tonto y Peliroja- Danioska

Observaba desde mi mesa con mi cerveza a medio terminar la fauna de aquel local. Aunque suene un poco feo ese término y parezca degradante, es lo que mejor describe el conjunto habido en aquel lugar. Variopinta gente con un comportamiento común, el de desconectar del trabajo y ligar. Era un bar “estiloso”, de esos con decoración moderna y que ahora se denominan “Afterwork”, vamos, el lugar donde se queda uno a tomar algo después del trabajo, lo que antes siempre decíamos cañear en cualquier “bareto”, ahora tiene ese anglicismo, que me parece horroroso, presuntuoso y pedante.

Había quedado allí con unos amigos que se estaban retrasando, hacía tiempo que no quedábamos y nos conminamos a intentar recuperar las quedadas de antaño y éste era el primero de los intentos. El lugar elegido por uno de ellos por proximidad a su trabajo, era desconocido por el resto, incluido yo. Quedé un poco desconcertado, no era el estilo de locales que nos gustaba frecuentar hace años, pensé que habíamos cambiado y nuestros gustos también, al menos, sin duda, del que nos citó en ese bar.

Al llegar pedí de beber, no era cuestión de estar esperando  sin tomar nada,  se pasa mejor el rato con una cerveza en la mano y oteando el panorama, eso siempre me gustó, observar el comportamiento de los demás y claro, deleitarme la vista si hubiese alguna chica guapa o varias, entonces el tiempo pasa volado, puesto que uno incluso empieza a vagar con la imaginación sobre posibles conquistas con alguna de ellas, pensando que me miraba o yo esbozaba una leve sonrisa y ella se aproximaba sin ninguna duda, una chica lanzada. Otra fantasía era que nos mirábamos de soslayo durante bastante rato hasta que ya al final me decidía a buscar un encuentro fortuito, como pasar cerca al ir al baño y buscar cualquier excusa peregrina para entablar conversación, vamos las fantasías de cualquiera que quiera ligar en plan fácil sin mucho que rogar y que nunca se dan. Seguía en ello, en el bar, echando un vistazo. El lugar no era feo. Entonces fue cuando reparé en ellos. Ella era una pelirroja llamativa, de las que les gusta serlo, quiero decir,  llamar la atención y concentrar las miradas de ellos e incluso de ellas, las mujeres son así, no les basta con acaparar la atención de los hombres, necesitan sentirse envidiadas por otra mujeres, en su lucha, ellas siempre están compitiendo. Su vestido “palabra de honor”, dejaba a la vista sus hombros y brazos, con la piel muy blanca, de porcelana, típica de las mujeres con ese color de pelo. No se puede negar que era muy guapa, era la más atractiva del local. Ciertamente esa piel atraía como un imán, daban ganas de ir a acariciarla, seguramente desprendía un olor igualmente de atrayente. Todo en ella estaba cuidado para hacer caer a sus pies a cualquiera. Su peinado perfecto. Sus manos, con uñas largas, las uñas largas siempre me atrajeron, estaban pintadas del mismo tono de su lápiz de labios. Labios no exagerados que se dibujaban perfectos en su rostro, unos labios invitadores para el beso. Sujetaba el vaso de su combinado con una mano mientras miraba coqueta colocándose la melena tras la oreja de vez en cuando como acto reflejo, en un gesto de seducción hacia el hombre que hace unos minutos se le había aproximado. Toda ella era seducción. El hombre que estaba con ella se atusaba el nudo de la corbata, con aire ufano y petulante, con ese aire de seguridad que llevan los tipos que se creen irresistibles. Con su traje negro y camisa del mismo color, sobre la que destacaba una corbata roja. Llevaba una vestimenta un poco pasada de moda, hace años se llevó mucho ese estilo, traje y camisa del mismo color, a veces la corbata era del mismo tono también, quedando el conjunto con aspecto monocromático, la mayoría de las veces siendo el negro ese color. En la actualidad algunos siguen anclados en esa vestimenta, como algún entrenador de fútbol de cuyo equipo no soy seguidor, más bien lo soy del equipo de la acera de enfrente, pero ya pasó de moda como antes, no es tan “chic” – que palabra también poco en boga, ahora se habla más de “cool”-, los extranjerismos nos abordan a cada momento y más si es para dar nombres y etiquetas, que quedan más elegantes dichas en otro idioma. Seguía observando el aspecto de aquel individuo y pensaba que hay gente que cuando se siente cómoda con una forma de vestir le cuesta salirse de esa indumentaria, así pasen cien años y cien modas. Está bien no ser víctima de la moda, pero tampoco hay que agarrarse a una como si en ello fuese la vida. El pelo engominado hacia atrás denotaba más aún ese aire trasnochado de “yuppie”. Con una sonrisa de oreja a oreja, se le veía que era fanfarrón y bromista, lo despedía por todos su poros, claramente no podía ocultarlo, pero también claramente no lo quería ocultar, intentaba ser arrollador en su expresión corporal, transmitir la seguridad de su seguridad. El típico tío que ves, y no piensas nada bueno de él, salvo que es un poco “gilipollas”. Me imaginé que le estaba diciendo esas frase que transitamos todos, lugares comunes en el acercamiento, incluso pensé que sería capaz de decir una frase en el que fuese incluida la palabra “nena”, o más todavía, le veía capaz de esa frase tan antigua; “¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?”, entre la gracieta por anticuada y el intento de sorpresa por utilizar la misma anacrónica expresión. Ella le seguía el “rollo”, nunca entendí que esos tipos gustasen a las mujeres, pero claro, supongo que para gustos los colores, y mi color también habrá a muchas que no les guste, a la mayoría diría yo, y recapacitaba sobre esto, mientras observaba a la extraña pareja, aunque en el fondo no era nada extraña, los dos típicos habitantes de esos lugares de copas y pavoneo como animales que lucirse, él siendo gracioso y divertido, ella mostrándose como “Mujer fatal”. Pensándolo bien el extraño era yo en aquel bar. Me miré, y vi que la gente estaría diciéndose lo mismo sobre mí; ¿Qué hace ese tipejo aquí?  Me di cuenta que mi vestimenta, tan “casual” – que se dice ahora – se daba de “hostias” con la del resto de seres que por allí pululaban.  Miré alrededor, y en ese momento fui consciente de que no era el lugar al que me gustaría volver, es más, estaba deseando que llegasen mis colegas para poder salir de ese antro de pijerío.

 

 

.

.     *Hay frases que vienen de lejos, casi son atemporales y hasta se convierten en canciones como la mítica de los Burning. Frases pasadas de moda que ya casi no se usan literales, se nos revelan anacrónicas, pero con otros modos, con otras modernidades, se busca decir lo mismo.

.     **NA: Este es el resultado de mi propuesta ante el reto lanzado por agniezka, en el que había que escribir un texto inspirado en la imagen de “el tonto y la pelirroja” que ella adjuntaba y que aparece arriba…

¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?

Burning-Qu_hac_euna_chica

.     **NA: Publicado originalmente el 9 de Junio de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Herida vida disoluta

31 sábado Ago 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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Amistad, amor, Bunbury, cerveza, compañía, Confidencia, desamor, deseo, dinero, Gigoló, Helville de Luxe, herida, hombre, insatisfacción, La herida secreta, Música, Mujeres, sexo, Soledad, tristeza

Ella estaba enamorada, él no,- como siempre-, me dijo:  -Nunca me enamoré, una vez creí que sí pero estoy convencido que aquello no era tampoco amor, como mucho enamoramiento, por llamarlo de alguna manera poco fea, era algo más sexual realmente, más visceral, más mundano que idílico, más de secreciones y erecciones que de sensibles palabras y palpitante corazón.- Eso podría ser el amor- me decía a mí mismo; el deseo desaforado de una piel, de unos labios, de una melena, de unos senos turgentes unas veces y livianos otras, de unas caderas, de un cuerpo que me hacía por unos momentos imposible ver con otro que no fuese yo, me decía; si tengo celos y deseo de exclusividad, eso será el amor. Pero luego más fríamente, por las lecturas y lo que me decían otros y otras sobre todo, eso no era amor, era solo lascivia y sexo. Creo que moriré sin saber qué es eso de enamorarse, de amar, no sé muy bien que es ese sentimiento y creo que nunca lo sabré. Lo otro sí, muchas veces he pasado por ese estado de deseo desmedido, es verdad que poco duradero, en algunos casos en el despertar, desaparecida la magia nocturna y el embrujo del alcohol, todo lo bueno de la noche estaba ausente-.

Nunca salió corriendo, incluso hubo desayunos y buenas palabras, buenos deseos de volverse a ver y teléfonos apuntados y cambiados, nunca falseó el número, aún a sabiendas que no habría otra vez, pero no se escondía, si había llamada ya vería que hacer, aunque esperaba que ella no llamase o que esperase su llamada que él no haría, y todo quedaría en nada más que un buen rato entre adultos.

Siempre fantaseó con ser un Gigoló, con anunciarse para tener sexo cobrando por ello, era la manera de tener relaciones sexuales y encima sacar dinero. Aunque lo que le movía realmente en ese imaginar era su falta de sexo en aquellos momentos de ansia sexual, con ello lo supliría, con el estar disponible para cualquier mujer, para ser un “caballero de compañía”, término que quizás ni siquiera exista, pero que él se atribuía. Se creía culto, más o menos, capaz de llevar de manera bastante digna una conversación de casi cualquier cosa; arte, literatura y política inclusive, en la ciencia flaqueaba un poco, pero no era preocupante esta laguna, no es lo más usual en una conversación cuando te llaman para terminar en la cama. La realidad es que nunca se atrevió, al principio por su falta de práctica y vergüenza al posible fracaso. No era fanfarrón en esa época y no se creía un gran amante entre las sábanas, y después cuando ya con experiencia, cuando podría hacerlo con destreza, no tuvo las “agallas” para poner en marcha su idea, ya no era necesario hacerlo para conseguir mujeres, era capaz de embelesar a muchas con facilidad, no era de belleza arrebatadora pero tenía cierto atractivo resultón. De vez en cuando le venía a la mente la posibilidad de hacerlo, en los momentos que le faltaba dinero, es cuando más recurrente se hacía la idea, pero seguían pasando los años y no se lanzaba a utilizar su cuerpo para conseguir más ingresos, aunque su trabajo no le da para mucho y le gustaría poder vivir más desahogado, no vivía mal. Durante un tiempo compaginó dos trabajos, uno en una oficina hasta el medio día, y otro por las tardes en una tienda de ropa hasta el cierre de ella, y los fines de semana en jornada completa. Era agotador y decidió dejarlo, se estaba matando para unos míseros euros más, que luego casi no tenía tiempo de disfrutar, todo el día trabajando.

La cerveza estaba casi acabada y buscábamos al camarero con la mirada para que nos trajese otras. Me pareció verle un poco inquieto, nos habíamos citado para vernos después de unos meses sin hacerlo, siempre una alegría el reencuentro. Pero esta vez yo intuía que quería contarme algo, más allá de ponernos al día de lo habitual y hablar de generalidades. Llevábamos charlando media hora. “Ella está enamorada” – me dijo, así sin esperarlo. No sabía muy bien de quién me hablaba, recordaba a una chica pelirroja muy guapa con la que le vi la última vez, pregunté si se refería a ella, y me dijo que sí.

Genial!!- le dije. La chica está cañón, – bromeé.

Y él con el rostro un poco apesadumbrado me dijo; – pero yo no, como siempre. Y además era una clienta-.

Fue cuando me enteré, que sí, que ahora sí estaba ejerciendo, lo que años atrás me había confesado entre bromas y cachondeo, como su deseo para el futuro, y yo y otros amigos celebrábamos con risotadas y diciendo que podíamos abrir una agencia entre todos; “Follar y sacar dinero, qué más se puede pedir”- era el argumento de juventud.

Al ver mi cara de estupefacción, e incredulidad, enseguida me explicó que hacía menos de dos años, y que empezó poco a poco, casualmente, sin premeditación real. Quizás por la copas de más que llevaba, una noche se ofreció a una mujer de edad algo avanzada comparada con él. Ella no le creía en su propuesta, él no tenía la apariencia que ella imaginaba a un vividor de su cuerpo, pero aceptó le pareció agradable y no rechazó su compañía, era divertido y le había caído bien, -según le dijo ella -, y sorprendentemente para él, después de varias horas charlando se lo llevó a su casa. Como la situación no la tenía pensada ni preparada, cuando ella le dijo, cuánto dinero le debía, el no supo qué pedir y salió del paso diciendo que era un servicio gratuito, como promoción, para ella y que se lo contase a sus amigas. Al salir de allí aún no se creía lo que había hecho, es más creía que esto había sido una gamberrada, que le había servido para conseguir echar un polvo, con una mujer mayor pero de muy buen ver.

Pasado un mes ella le volvió a llamar para salir a cenar y tomar unas copas, y terminaron de nuevo en su casa. Esta vez, él sí que le puso precio, 150 € y todos los gastos de la noche pagados. Lo demás, me dijo, no tenía mucha historia, al final el boca a boca, hizo que la clientela aumentase, me dijo, evitando la arrogancia, que creía que era porque estaban a gusto con él.

Ante mis palabras de pasmo y admiración y asombro, y envidia, él, con media sonrisa, me decía que no era para tanto. Le decía que era mi héroe, pero el rebajaba mi euforia, diciendo que no es tan difícil llegar a hacerlo, que en el fondo, para llevarlo a cabo lo que hay que eliminar, son los escrúpulos. Pero a su vez, él ha tomado sus medidas de protección, y no acepta cualquier encargo ni cita ni servicio, para evitarse algún mal trago que ya pasó. No todas eran mujeres de buen ver, con cuerpos y rostros bellos, con elegancia y clase, no siempre era para salir a cenar y hablar y pasar un buen rato antes del sexo, otras muchas de las citas solo eran para darles placer. Aunque lo que más le había sorprendido, es que mujeres estupendas usasen estos servicios de compañía, cuando en cualquier bar podrían encontrar una pareja para ir a la cama, o al baño o a un coche, buscar algo rápido y sin compromiso hoy en día, si ellas quieren no es tan difícil. Según pudo averiguar, aún pudiendo hacerlo, ellas preferían no perder el tiempo ni tener que aguantar a tipos de bares, que la mayoría de las veces les parecían insufribles en el trato.

Claro, cada uno se arma en su cabeza una historia y según me contaba las andanzas, me imaginaba que todas serían como la pelirroja, envidia de muchas mujeres y él para muchos hombres. Yo no entendía, aunque ya me lo había explicado, que ella hubiese llegado a él por su trabajo de Gigoló, y menos que sabiendo de ese trabajo se hubiese enamorado de él. Todo comenzó como cliente, y a veces se encontraban casualmente en lugares comunes cada uno por su cuenta y tratándose en esos casos como meros amigos, unas él trabajando y otras con amigos, nadie sabíamos de este trabajo, solía pasar que tras esos encuentros fortuitos ella recurría de nuevo a sus servicios. Fue cerrando el círculo hasta el día que le dijo que estaba enamorada de él, y que se estaba volviendo loca, que no tenía sentido, pero cada vez que lo veía con una cita, algo le revolvía por dentro, los celos no la dejaban dormir esa noche, y él no quería hacerle daño pero no compartía ese sentimiento, y necesitaba contárselo a alguien y pedir consejo y quizás buscar ayuda para entender porqué no sentía lo mismo que ella, y allí estaba yo, como amigo para las confidencias. Mirando su tristeza.

Por fin había hecho realidad ese proyecto de juventud, y yo le veía algo desilusionado, quizás este deseo de ser libre, de ser un hombre “de compañía” sin ataduras, de basar su vida en el sexo y el dinero y no en el amor, era lo que le atenazaba, era lo que le mantenía un poco taciturno, como si le faltase algo. Puede ser que en su afán de libertad no permitiese enamorarse y eso le estaba haciendo daño.

 

 

.   *Nuestro disoluto hombre se inventa un mundo en el que habitar a salvo de las relaciones, como el protagonista de la canción de Bunbury, marcado por una secreta herida.

«La herida secreta«

Bunbury-Hellville_De_Luxe-Frontal

.     **NA: Publicado originalmente el 6 de Junio de 2013.Hoy recibe una segunda oportunidad.

Regalando palabras (2ª parte)

09 viernes Ago 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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amor, Contigo me quedaría, deseo, lisonja, Manolo García, Música, Melancolía, Mujeres, palabras, Saldremos a la lluvia, Soledad, sorpresa, tristeza

Llegó a casa. Estaba cansado, últimamente había tenido bastante trabajo, y llegaba agotado, no era un trabajo físico, pero en esas épocas de mucho jaleo laboral terminaba como si hubiese estado corriendo una maratón, y qué contar del cansancio mental, en esos días locos quedaba aturdido.

En el trayecto de regreso, había estado como siempre hacía, observando a la gente, con ello conseguía relajarse, o al menos, poner su mente en otro lugar alejado a los trajines de la oficina. Le gustaba mirar, sobre todo a las mujeres, quisiera ser el amante de todas ellas, a veces sentía esta forma de ser suya como algo enfermizo, estar enamorado de todas ellas, desear a cada una de las que veía, y especialmente a aquellas que veía algo tristes, hacía pensar en él como alguien un poco trastornado, puede que algo no funcionase bien en su cabeza. La tristeza era algo que le enternecía tanto que no podía dejar de querer ponerse a disposición de quién la sufría para ayudarle y acompañarle en su travesía de grisura, y cederle su hombro y su pecho y sus brazos, para que se apoyasen en él, y vertiesen sus lágrimas, para sentir un abrazo necesitado.

A una distancia no muy lejana, se quedó anclado en una chica, mejor dicho mujer, puesto que no era ya joven, más parecía cerca de los 40 que de los 30. Ella era bastante atractiva, aunque su rostro denotaba que no era uno de sus mejores días, parecía preocupada o tensa por algo, quizás esto también le animó a decidirse por ella, a que ella fuese su víctima. El desamparo que se traslucía en ella, al menos en este día. Él necesitaba salir de su estado anímico de saturación por el trabajo, fuera de él eran pocos los acontecimientos de distracción, y así por unos momentos, llegado a casa él seguiría fantaseando con ella, con lo que habría pensado y sentido al leer lo escrito, si lo habría descubierto enseguida o si por el contrario sería pasados unos días cuando lo hallase. Eso le distraería. Nunca la había visto antes como había sucedido con otras muchas. Pero estaba decidido, además, el texto que llevaba escrito le encajaba perfectamente a ella, el texto decía:

“¡No te preocupes! Tú eres la luz, y  lo que te atenaza te soltará y dejará paso a lo que deseas que llegue. Tú eres la luz, y como tal me has guiado hasta ti. Hoy al verte, me di cuenta que harás conmigo lo que quieras, y me da igual, solo te pido que mires a tu alrededor y me encuentres, y me lleves contigo, eres el amor que siempre he querido, me gustaría ser tu elegido.”

Realmente lo que había escrito como un sentimiento interno, sin una imagen evocadora, se había transmutado de tal manera que se ajustaba a ella como un guante a medida. Esta vez el sentimiento y la emoción de esas palabras iban mucho más allá, el texto se había convertido en realidad, y aunque sabía que era una ingenuidad por su parte, sí que quisiera ser su elegido, él con ella se quedaría.

Lo que parecía sería un problema por la distancia entre ambos, por un acto del azar se derrumbó y dejó de ser problema. En una de las paradas entró una embarazada  y ella se dispuso a cederle el asiento, y seguidamente se desplazó unos metros en dirección a él. Al verla acercarse entendió que era la ocasión idónea, y con el sigilo y el disimulo habitual, consiguió introducir la nota en el bolsillo de su cazadora al quedar un acceso estrecho a su paso ante él, y pasar muy próximos uno del otro. Él ya estaba contento y feliz, ahora seguiría ilusionándose e imaginando su cara y su sorpresa e incluso su posible miedo por lo encontrado en su bolsillo, por lo escrito. Ella se bajó dos estaciones antes que él, esto le alegró también, puesto que quizás la volviese a ver por el barrio, la cosa podía dejar de ser una quimera. Al llegar a casa, aunque agotado no pensaba en el trabajo, pensaba en la mujer, y comenzaba a revisar mentalmente lo sucedido y como otras veces le había pasado, le recorría un escalofrío por el cuerpo, era la soledad que de repente se le hacía presente y le cambiaba un poco el gesto, por que se hacía ilusiones de que alguna vez, además de repartir notas a desconocidas, pudiese tener a alguien cercano a quién lisonjear, dejándole notas bajo la almohada al irse por la mañana, o escondérselas en el cajón de la ropa interior donde sabría que ella lo encontraría en su ausencia. Y ya con la mirada perdida y los ojos algo vidriosos, se dispuso a vaciar los bolsillos de su abrigo, cuando al introducir su mano halló aquel papel que parecía de propaganda, pero que él no reconoció haber cogido, y al girarlo encontró aquella frase que le sobresalto y aceleró el pulso.

 

 

 

.     *Nuestro regalador de palabras se quedaría con ella, con esta última que vio y quizás le toco más que todas las demás vistas e imaginadas y soñadas en sus papeles, como nos canta Manolo García.

«Contigo me quedaría«

manolo garcia-saldremos a la lluvia

.     **NA: Publicado originalmente el 23 de Enero de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Regalando palabras

08 jueves Ago 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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amor, Cecilia, desconocidas, escribir, Música, Mujeres, Nada de nada, notas, palabras, papeles, piropos, Poesía, sigilo, Soledad, versos

Tenía la costumbre de escribir notas, poemas, palabras hiladas que regalaba a desconocidas. Le gustaba imaginar qué cara pondrían cuando descubriesen el papel dentro de su bolso, o su bolsillo, o donde lo hubiese conseguido deslizar. Unas veces lo llevaba ya escrito sin saber quién sería su destinataria, quién sería la que se ajustase a lo escrito, y otras impulsado por la visión de alguna mujer, se lanzaba a garabatear rápido y compulsivamente unas líneas delicadas y bellas. Suerte que tenía una letra bella y muy legible, y aunque escribiese con premura quedaba el papel como si lenta y sosegadamente lo hubiese escrito. Él escribía cosas como: “Tu piel nacarada,/ refulgente,/ me ha invitado a soñar,/ soñar con atardeceres a tu vera,/ rozando nuestras manos,/ en silencio atronador,/ sin otro placer,/ incomparable placer,/ al de estar a tu lado.”

En su interior siempre bullían palabras que decir y obsequiar con sigilo. Estando en su casa, en el transporte público, en el trabajo, siempre, constantemente dándole vueltas a expresar deseos y lisonjas con dulces prosas o versos. Algunas veces volvía a ver a alguna de sus “victimas” y se preguntaba si ella estaría expectante y vigilante, observando a su alrededor en busca de la persona que le posó  ese retazo escrito. Se preguntaba si quizás se lo habría tomado como afrenta u obra de un loco y obseso que la pudiese atacar. En esos casos se sentía mal, pensar que ellas podrían sentirse amenazadas le hacía incomodarse, esa imagen estaba muy lejos de su deseo, que era dar rienda suelta a la necesidad de alabar y decir lo bello que le resultaba esa visión. Muchas veces estos textos se los ofrecía a mujeres que no resultaban llamativas a primera vista, englobadas más bien en la normalidad, las veía tristes, apagadas, pero él las descubría entre la multitud y veía algún halo que le empujaba a escribir, y era en esos casos cuando casi más le gustaba y disfrutaba con lo que hacía. Se veía a sí mismo como una especie de Robín Hood al rescate de mujeres con falta de autoestima, mujeres a las que se les robó su amor propio. Él escribía cosas como: “Tu pelo azabache,/ el aire con caricias ondula,/ al viento enamora./ Melena negra para rostro gitano,/ morena belleza cordobesa,/ ojos negros,/ de antiguo reino de Taifas./ Tú enamoras con simple mirada”.

Sus frases y versos de colegial le hacían sentirse bien, y pensaba cuánto tiempo haría que esas mujeres no eran el centro de piropos, de floreo y adulación. Quién sabe si lo fueron alguna vez. Y en su delirio, imaginaba que ellas al salir de casa la próxima vez irían más altivas, sabiéndose de belleza atesorada durante mucho tiempo, y que alguien al fin descubrió, y van por la calle sin la frente marchita de días pasados.

Y esas palabras que él vertía en los papeles, con todo el amor destilando por el bolígrafo, tinta venida de su corazón, hacían que cada vez se le fuese quedando más seco. Todo lo daba, todo fluía de él, pero nada lo llenaba, salían palabras pero ninguna lo alimentaba, nunca recibió esas mismas frases que lo fortaleciesen como él las daba para reforzar sentimientos de mujeres, bellas y no tan bellas, y en su afán de dar no percibía o no quería percibir que nadie se las daba, que nunca nadie se las dio.

 

 

 

.     *Aunque la canción ya la he utilizado para otro texto, hoy la retomo, esta vez en su versión original de Cecilia, creo que expresa muy bien el sentimiento del protagonista del relato de hoy. Una nota perdida, una palabra vacía en un poema… Nada de nadie.

«Nada de nada«

Cecilia-Cecilia-Frontal1

.     **NA: Publicado originalmente el 8 de Enero de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad.

.                                   Continúa… Regalando palabras (2ª parte)

Varado

10 viernes May 2019

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

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angustia, Despedida, intuición, llanto, Música, Mujeres, Nada, Silvio Rodríguez, varado, Y nada más

Hoy buscando para republicar, releo este poema escrito y publicado casi 6 años antes de que sucediese realmente lo que luego fue un reflejo anticipado en el poema de lo que sentí.

Cuando aquella última noche volví del hospital algo me hizo pensar que todo acabaría en unas horas, y así fue, tres horas después de abandonar el hospital estaba de regreso para verle marmóreo y frío, sin esa respiración angustiosa que nos entristecía pensando que estaba sufriendo.

Tras la llamada dando la noticia, me sentí como cuenta el poema, con una angustia difícil de describir, un llanto interior, sin lágrimas, y mucha sensación de vacío y ausencia, ya no estaría más, papá sólo viviría en nuestros recuerdos.

Ha pasado un año y tres meses, pero cada día que le pienso se me hace un nudo en la garganta.

 

 

Varado aquí,

con una angustia vespertina,

todo queda en mi retina,

borroso por el llanto,

todo me parece lejano,

y sin embargo no hace tanto.

Fue hace una hora,

cuando intuí el fatal desenlace.

No puedo llorar,

sólo angustia me queda,

tanto tiempo preparándome,

y al final surge el llanto,

llanto interior, que nubla

la visión.

Lágrimas no hay,

solo mirada ausente.

Nada más.

 

 

 

.     *El poema, como la canción de Silvio Rodríguez nos trae la angustia de la vida que pasa, sabiendo que no hay nada más…

«Y nada más«

.     **NA: Publicado originalmente el 9 de Agosto de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Viejos tiempos (4ª parte)

30 sábado Mar 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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amigas, ¿Qué hago ahora?, desamor, deseo, Donde pongo lo hallado, Música, Mujeres, Pasado, pensamientos, placer, Presente, Recuerdos, sexo, Silvio Rodríguez

Ahora se pregunta qué hacer con ella, dónde poner lo hallado, lo que no esperaba o no quería ver. Mira la belleza que él adora en ella, o quizás haya que decir adoraba, no es capaz de verla con los mismos ojos, que hace unas horas, al menos verla por dentro de la misma forma no puede, aunque por fuera si lo sea. Contemplarla es sentir una punzada en el estómago, siente esa acidez de las malas digestiones. Qué bien le vendría tener un almax a mano, piensa. Aprecia lo guapa que está, eso sin duda, cualquiera que le vea allí con esas dos mujeres pensará lo afortunado que es, y ciertamente si no estuviese en este estado de shock, de desilusión y malestar por lo presenciado, lo podría pensar él mismo, es más, cuando vio llegar a la amiga lo pensó, era atractiva y como hace un rato mismo, elucubró con tener sexo con ella si se terciase. Nunca pudo evitar mirar a las mujeres con deseo sexual, algo que no podía evitar. Aunque fuese algo efímero ese transitar por una situación que no se iba a llevar a cabo, se dejaba llevar cinco segundos por la imaginación pensando que se le insinuarían y sin muchos más trámites, terminarían haciendo el amor sin ataduras, sin otro fin que el placer. Ahora tiene allí delante a dos mujeres guapas, luminosas, vestidas con elegancia aunque con toque informal dándoles un aire de modernidad, con escotes insinuantes pero no llamativos, nada chabacano, con faldas cortas que dejan entrever unas piernas desnudas que atraen miradas de los que cerca pasan, tienen cierta aura de sensualidad que apabulla en el ambiente. Y brevemente piensa que sería un sueño poder estar con las dos a la vez, aunque nunca ha tenido esa experiencia, la tiene en la retina como tantos hombres y mujeres. Esas flaquezas físicas se diluyen enseguida y vuelve a ser atacado por el desengaño que él mismo se está infligiendo, y alentando sin saber muy bien de donde salen esas ideas. Vuelve a la carga la sensación de estar en un presente que no es su presente, se da cuenta que lleva bastante tiempo en silencio, pensando en aspectos sexuales que no tienen sentido. Vuela su mente en ficciones que nada tienen que ver con su presente real, que es el de situaciones que le mantienen fuera, al margen de esas mujeres con las que comparte tarde, que no experiencias. Cae en un victimismo que no entiende ni él, que quizás no está siendo realista con los acontecimientos. No es cierto que ellas hayan obviado su presencia totalmente, de vez en cuando se dirigen a él, para hacerle entender cualquier aspecto de lo relatado que pudiese parecer confuso, pero es él el que se aísla más y más. La amiga de su pareja le ha mirado de soslayo varias veces, él lo ha detectado. Al principio no quiso darle importancia pero ahora le asusta un poco que ella se dé cuenta de su estado misantrópico en esta reunión, y que se haga una idea equivocada de él, aunque hoy no estaría equivocada en verdad. Vuelve a dejarse ir por pensamientos un tanto peregrinos e imagina que le mira de esa manera por que le ha gustado. Rápido cae otra vez en la realidad de este presente y no del imaginado, e intuye que la chica o mujer, – no sabe cómo llamarla, los tres están en esa edad que ni son jóvenes ni viejos, y decir chica es pensar en una imagen demasiado juvenil y decir mujer, es envejecer a esa persona -, está evaluándole como si de un examen de reválida se tratase. Definitivamente él piensa que la amiga, así se siente más cómodo al referirse a ella, quisiera saber que tienen en común su amiga y él, y que por eso a su entender, le vigila con miradas sutiles. Ella la conoce bien y viéndole a él junto a ella al llegar, seguramente que no se podía creer que él fuese su pareja, a primera vista no había ninguna incompatibilidad entre ambos que evidenciase esa imposibilidad, pero los amigos ven más allá y perciben este tipo de cosas. Fantaseaba con estas elucubraciones de la mente de la amiga, cuando súbitamente le hicieron una pregunta, no era ya una frase explicativa como muchas de las referidas en la conversación anteriormente. Era una pregunta directa que él no esperaba, le pilló con la guardia baja, él no estaba allí con su mente y menos en la conversación. Se quedaron ambas mirándole esperando una contestación que él no daba, el silencio se apoderó de nuevo del lugar, como al inicio de la tarde, aunque ya sin la incomodidad inicial, al menos para ellas, pero si para él. El breve espacio de tiempo que transcurrió entre el momento que le lanzaron el interrogante y cuando se lo tuvieron que volver a repetir por su falta de respuesta, a él se le hizo enorme, largo y angustioso, y le cayó como jarro de agua fría por la sorpresa inesperada, y nada gratificante, y con esa incomodidad del principio encima, salió al paso, y sin entender la pregunta, sin saber realmente cual era la cuestión, les contestó; y ahora ¿dónde pongo lo hallado?

 

 

 

.     *Nuestro protagonista se deja llevar por el subconsciente y pregunta en voz alta lo mismo que Silvio Rodríguez en su canción.

«¿Qué hago ahora?«

.     **NA: Publicado originalmente el 12 de Julio de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

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