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desafectos

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Archivos de etiqueta: amigos

Frío tras el calor del invierno

31 Jueves Oct 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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Adiós, amigos, Amistad, amor, Amor entre amigos, ¿Quién?, calor, desamor, Despedida, Efecto Mariposa, Frío, Música, Ruptura, Vivo en vivo

Quiero respetar tu decisión, y quisiera seguir como si nada, como si todo fluyese como antes, pero me cuesta pensar que haya que apartar todo el afecto, quiero decir el beso de recibimiento o el de despedida o el abrazo por una alegría de uno o del otro. Pareciera que para estar tranquila quisieras borrarme de tu círculo más próximo, ya me has dicho que ya no, y así lo asumo, pero la siguiente propuesta de indiferencia, de apartar hasta el olvido, no la comprendo bien. No hablo de beso o abrazo a escondidas, una felicitación no necesita de las sombras para darse. Me hablas de; -“para no tentar nada”. Lo respetaré también. Y como lo has decidido y lo quieres, ya no intentaré volver a convencerte de ir un fin de semana juntos fuera de la ciudad a un hotel, ni nada tentador por el estilo, ni siquiera a tomar un café alejados de los amigos comunes que no hemos querido que vean que nuestras soledades las acompañamos de vez en cuando, por no decir que bastante a menudo. El grupo no intuye que el frío nos ha llevado a buscarnos y darnos algo de calor, que he apagado mis tristezas en tus aguas, y tú te has curado alguna de las heridas de tu ruptura que siguen sin cicatrizar del todo aun habiendo pasado mucho tiempo. Quiero asumirlo con naturalidad aunque no comprendo ésta decisión y me surgen fantasmas de que ésta determinación no es sólo por lo que me cuentas y temo que ha surgido alguien que hace que ya no me sientas necesario y que pone una distancia que ya nunca se reducirá entre los dos. Sí, claro que los celos copan mi mente y mi cuerpo. Siento que fui utilizado, y aunque nos fuimos dejando llevar y nunca hablamos de poner ciertos sentimientos en ello no pude evitarlo y caí en ese hechizo de enamoramiento que creía que estaba bajo control, que lo nuestro era amistad y acompañarnos con algo de sexo, que se fue transformando en bastante sexo, pero me doy cuenta que no era así, que no lo tenía todo controlado como yo creía al oír tus palabras de ruptura; qué tontería por mi parte decir ruptura cuando claramente según tú nunca hubo esa adhesión firme que deba desligarse con descalabro, para denominarlo así; tu visión es más de una leve ligazón y un fácil despegarnos con suave dejadez, un dejar de estar juntos sin trauma, con un simple alejamiento que no produce dolor, sólo un recuerdo grato, como me has repetido varias veces.

Pasó que sin darme cuenta me había acostumbrado a ti, que mi vida sin percibirlo estaba girando ya sólo sobre la tuya, éramos una pareja sin ser una pareja, dos solteros que siempre van juntos, y juntos acaban en la cama sin que nadie lo sepa y sin que nadie lo sospeche, -para ellos somos tan diferentes-, en eso sí que conseguimos absoluta discreción, y reconozco que me costaba reprimir la tentación de cogerte la mano, al ir andando junto al resto del grupo, y a veces no podía evitar dejarme llevar por el impulso y acariciarla, inventando subterfugios para ponerme a tu lado y con el revés de mi mano rozar la tuya con un leve toque de mis dedos. Quiero creer que tú también te estabas prendando de mí y que prefieres no seguir, aunque este pensamiento también me cuesta entenderlo si fuese así, ¿qué tengo de malo?, ¿que puede tener de malo un futuro conmigo? Me gustaría pensar que tu problema radica en la duda o indecisión o incluso en el miedo, pensando que lo que va bien así se estropeará si avanzamos en ello y más si lo oficializamos para los otros y para nosotros. Ya no seríamos esos amigos que se comprenden tan bien, ya quizás no perdonaríamos actitudes y posturas que siendo amigos, aun muy íntimos, se pasan por alto pero que siendo pareja no. Pero son ganas de engañarme, para tomar un poco de aire, porque lo que pasa es que cuando me faltas me muero, y lo sé desde hace semanas, cuando en la soledad de mi casa no hacía otra cosa que estar contigo en pensamiento, lo sé ahora que ya me faltas pese a que todavía estas cerca de mí. Ya no puedo mirarte como un amigo, ya no puedo ser tu amigo, y menos si quieres evitar el beso o el abrazo o el mínimo afecto en público. Aunque sé que no te gusta que te diga esto, que te enfadas cuando te repito que después de ti no hay nada, -antes tampoco lo hubo-,  y que siendo una frase hecha la siento muy profunda, y me costará tiempo desterrarla para que sí que haya algo tras tu paso, tras tu huella. Ir vaciándome de ti es lo primero, si no nunca habrá posibilidad para que alguien ocupe y llene lo que ahora rebosa. Sé que si te veo no lo podré superar, y por eso estoy aquí, frente a ti conteniendo la rabia e intentando evitar una escena de melodrama, eso sí, no habrá lágrimas por mi parte, eso va a ser fácil, ya he derramado todas las guardadas para ti antes de venir. No volveremos a vernos, incluso pondré verdadera distancia entre los dos yéndome de la ciudad, ésta es la última vez que me verás. No más mi imagen ni mis palabras ni mis peticiones de reconsideración ni mis posibles futuros reproches que he procurado guardarme bien adentro para no lanzártelos con odio, no quiero odiar, pero después de todo esto, sólo me queda decirte adiós.

 

 

 

.     *Quién vendrá, que no parezca sobrar, sí no hay hueco después de lo compartido, si todo está tan a rebosar que parece que no hay sitio para nada ni para nadie, como nos cantan Efecto Mariposa.

“¿Quién?“

Efecto_Mariposa-Vivo_En_Vivo-Frontal.     ** Publicado originalmente 3 de Diciembre de 2014. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Afterwork

01 Domingo Sep 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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Afterwork, amigos, Anglicismo, ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?, Bar, Burning, Hombres, ligar, ligón, Música, modernidad, Mujeres, Pelirroja, pijerío, pijos

Tonto y Peliroja- Danioska

Observaba desde mi mesa con mi cerveza a medio terminar la fauna de aquel local. Aunque suene un poco feo ese término y parezca degradante, es lo que mejor describe el conjunto habido en aquel lugar. Variopinta gente con un comportamiento común, el de desconectar del trabajo y ligar. Era un bar “estiloso”, de esos con decoración moderna y que ahora se denominan “Afterwork”, vamos, el lugar donde se queda uno a tomar algo después del trabajo, lo que antes siempre decíamos cañear en cualquier “bareto”, ahora tiene ese anglicismo, que me parece horroroso, presuntuoso y pedante.

Había quedado allí con unos amigos que se estaban retrasando, hacía tiempo que no quedábamos y nos conminamos a intentar recuperar las quedadas de antaño y éste era el primero de los intentos. El lugar elegido por uno de ellos por proximidad a su trabajo, era desconocido por el resto, incluido yo. Quedé un poco desconcertado, no era el estilo de locales que nos gustaba frecuentar hace años, pensé que habíamos cambiado y nuestros gustos también, al menos, sin duda, del que nos citó en ese bar.

Al llegar pedí de beber, no era cuestión de estar esperando  sin tomar nada,  se pasa mejor el rato con una cerveza en la mano y oteando el panorama, eso siempre me gustó, observar el comportamiento de los demás y claro, deleitarme la vista si hubiese alguna chica guapa o varias, entonces el tiempo pasa volado, puesto que uno incluso empieza a vagar con la imaginación sobre posibles conquistas con alguna de ellas, pensando que me miraba o yo esbozaba una leve sonrisa y ella se aproximaba sin ninguna duda, una chica lanzada. Otra fantasía era que nos mirábamos de soslayo durante bastante rato hasta que ya al final me decidía a buscar un encuentro fortuito, como pasar cerca al ir al baño y buscar cualquier excusa peregrina para entablar conversación, vamos las fantasías de cualquiera que quiera ligar en plan fácil sin mucho que rogar y que nunca se dan. Seguía en ello, en el bar, echando un vistazo. El lugar no era feo. Entonces fue cuando reparé en ellos. Ella era una pelirroja llamativa, de las que les gusta serlo, quiero decir,  llamar la atención y concentrar las miradas de ellos e incluso de ellas, las mujeres son así, no les basta con acaparar la atención de los hombres, necesitan sentirse envidiadas por otra mujeres, en su lucha, ellas siempre están compitiendo. Su vestido “palabra de honor”, dejaba a la vista sus hombros y brazos, con la piel muy blanca, de porcelana, típica de las mujeres con ese color de pelo. No se puede negar que era muy guapa, era la más atractiva del local. Ciertamente esa piel atraía como un imán, daban ganas de ir a acariciarla, seguramente desprendía un olor igualmente de atrayente. Todo en ella estaba cuidado para hacer caer a sus pies a cualquiera. Su peinado perfecto. Sus manos, con uñas largas, las uñas largas siempre me atrajeron, estaban pintadas del mismo tono de su lápiz de labios. Labios no exagerados que se dibujaban perfectos en su rostro, unos labios invitadores para el beso. Sujetaba el vaso de su combinado con una mano mientras miraba coqueta colocándose la melena tras la oreja de vez en cuando como acto reflejo, en un gesto de seducción hacia el hombre que hace unos minutos se le había aproximado. Toda ella era seducción. El hombre que estaba con ella se atusaba el nudo de la corbata, con aire ufano y petulante, con ese aire de seguridad que llevan los tipos que se creen irresistibles. Con su traje negro y camisa del mismo color, sobre la que destacaba una corbata roja. Llevaba una vestimenta un poco pasada de moda, hace años se llevó mucho ese estilo, traje y camisa del mismo color, a veces la corbata era del mismo tono también, quedando el conjunto con aspecto monocromático, la mayoría de las veces siendo el negro ese color. En la actualidad algunos siguen anclados en esa vestimenta, como algún entrenador de fútbol de cuyo equipo no soy seguidor, más bien lo soy del equipo de la acera de enfrente, pero ya pasó de moda como antes, no es tan “chic” – que palabra también poco en boga, ahora se habla más de “cool”-, los extranjerismos nos abordan a cada momento y más si es para dar nombres y etiquetas, que quedan más elegantes dichas en otro idioma. Seguía observando el aspecto de aquel individuo y pensaba que hay gente que cuando se siente cómoda con una forma de vestir le cuesta salirse de esa indumentaria, así pasen cien años y cien modas. Está bien no ser víctima de la moda, pero tampoco hay que agarrarse a una como si en ello fuese la vida. El pelo engominado hacia atrás denotaba más aún ese aire trasnochado de “yuppie”. Con una sonrisa de oreja a oreja, se le veía que era fanfarrón y bromista, lo despedía por todos su poros, claramente no podía ocultarlo, pero también claramente no lo quería ocultar, intentaba ser arrollador en su expresión corporal, transmitir la seguridad de su seguridad. El típico tío que ves, y no piensas nada bueno de él, salvo que es un poco “gilipollas”. Me imaginé que le estaba diciendo esas frase que transitamos todos, lugares comunes en el acercamiento, incluso pensé que sería capaz de decir una frase en el que fuese incluida la palabra “nena”, o más todavía, le veía capaz de esa frase tan antigua; “¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?”, entre la gracieta por anticuada y el intento de sorpresa por utilizar la misma anacrónica expresión. Ella le seguía el “rollo”, nunca entendí que esos tipos gustasen a las mujeres, pero claro, supongo que para gustos los colores, y mi color también habrá a muchas que no les guste, a la mayoría diría yo, y recapacitaba sobre esto, mientras observaba a la extraña pareja, aunque en el fondo no era nada extraña, los dos típicos habitantes de esos lugares de copas y pavoneo como animales que lucirse, él siendo gracioso y divertido, ella mostrándose como “Mujer fatal”. Pensándolo bien el extraño era yo en aquel bar. Me miré, y vi que la gente estaría diciéndose lo mismo sobre mí; ¿Qué hace ese tipejo aquí?  Me di cuenta que mi vestimenta, tan “casual” – que se dice ahora – se daba de “hostias” con la del resto de seres que por allí pululaban.  Miré alrededor, y en ese momento fui consciente de que no era el lugar al que me gustaría volver, es más, estaba deseando que llegasen mis colegas para poder salir de ese antro de pijerío.

 

 

.

.     *Hay frases que vienen de lejos, casi son atemporales y hasta se convierten en canciones como la mítica de los Burning. Frases pasadas de moda que ya casi no se usan literales, se nos revelan anacrónicas, pero con otros modos, con otras modernidades, se busca decir lo mismo.

.     **NA: Este es el resultado de mi propuesta ante el reto lanzado por agniezka, en el que había que escribir un texto inspirado en la imagen de “el tonto y la pelirroja” que ella adjuntaba y que aparece arriba…

¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?

Burning-Qu_hac_euna_chica

.     **NA: Publicado originalmente el 9 de Junio de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Una visión coral

24 Sábado Ago 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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amigos, areola, autobús, bronceado, Conocerte, coral, desatino, deseo, destino, encuentro, erótico, escote, flechazo, Fracciones de un segundo, lúbrico, lectura, libros, Lujuria, Música, obsesión, parada, pasear, pechos, pezón, piel, Second, sexo, tetas, transporte público, vestido, voyeur

Al encontrármelo por la calle me alegró verlo, hacía bastante que no hablábamos y que no coincidíamos para charlar y tomar algo, ni siquiera el teléfono nos había servido para saber uno del otro, quizás cada uno ocupado en demasía con lo nuestro como para parar un segundo y preguntarnos por el otro, por el buen amigo que siempre fuimos. Él caminaba algo distraído como siempre, y yo tampoco es que fuese muy atento, no lo suelo estar cuando deambulo por las aceras, siempre con la mente en otras cosas. Casi pasamos uno junto al otro sin darnos ni cuenta. Además era raro encontrarlo por allí y más teniendo en cuenta que no era habitual que ejerciese de peatón últimamente, salvo por el centro de la ciudad, por lo que yo recordaba.

Cuando se lo hice saber me contó que no suele viajar en transporte público en los últimos tiempos, como antes siempre hacía. Aunque salvo en hora punta nunca le ha disgustado, pero por ir a trabajar en coche, esa asiduidad ha quedado reducida mucho puesto que por la proximidad de su casa al centro, si no es al trabajo suele moverse andando para el resto de gestiones, ya sea comprar, pasear, ir a alguna exposición o quedar con amigos y hacer vida social. Pero de un tiempo a esta parte lo tiene que hacer varias tardes a la semana para regresar a su casa. Lo hace en autobús, un trayecto no demasiado largo, lo que le permite leer un poco. Es la única pega que le pone al autobús, -aparte de la de tardar más-, frente al metro, que en el autobús dependiendo del recorrido no puede leer puesto que se marea; con los frenazos, y los arranques constantes, las curvas bruscas y ese entrar y salir de su carril reservado, pero en este caso la distancia es poca y además casi todo muy recto. Me comentaba, cuánto estaba disfrutando de nuevo este desplazarse en trasporte público, mucho más distraído y ameno que el coche privado, además siente el pulso de la calle, que en otro caso queda desvirtuado y distante. Cada día entiende más porqué los políticos no están al tanto de la ciudadanía y es debido a ello, a su aislamiento en sus coches oficiales u oficiosos. Nos pusimos al día de lo divino y de lo humano y dentro de todo ello, como no podía ser de otra manera, salió el tema de las mujeres, un tema que siempre solía salir en nuestras conversaciones, con anécdotas pasadas y alguna deseada. Y fue cuando me habló del suceso que le tenía trastornado desde hacía unos días.

Una de esas veces que hizo el trayecto en autobús, tuvo que ir a situarse a la zona del pasillo final, justo antes de donde están los asientos enfrentados, se dispuso a seguir la lectura del libro que estaba leyendo ya en la parada mientras esperaba. Y fue ahí cuando sucedió todo, cuando su lectura se hizo difícil y complicada de seguir. Un vistazo lo desconcertó. Un giro leve de cabeza y mirada de soslayo más invitadora y cómplice que dura y desaprobadora, le hizo buscar el cuerpo que acompañaba a ese rostro que por su leve movimiento le hizo fijarse en él. Encontrando una mirada profunda de ojos verdes. Viajaba sentada de espalda a la dirección en la que se desplazaban, con lo que veía de perfil su rostro.

El color coral le sentaba bien a aquella piel que comenzaba ya tiznándose de verano y sol.

Enseguida descubrió el sendero hacía sus pechos sutilmente bronceados, quizás aún no con la fuerza que marcaron en su retina otras pieles con ese color bello en otros veranos. El vestido era ligero y escotado, su mirada no podía dejar de transitar por el margen que se desbocaba hacía adentro de aquella tela, que liviana y vaporosa se posaba sobre su cuerpo, dibujando sencillos movimientos en cada suspiro. Los pechos rozaban dulcemente esa gasa, que hacía ciertos pliegues deliciosos para la imaginación. Desbordante fantasía aquélla que pululaba en su cabeza, pero que esta vez no era necesario ejercitarla demasiado. Bajo aquel manto no había ropa interior, y la tela dejaba entrever un encrespamiento de los pezones. El aire acondicionado y la tela suave rozando con ellos los endurecía por el tacto entre sedoso y algo áspero a la vez que a ella seguramente le gustaba sentir. Él desde su posición podía ver aquel pecho liberarse de la tela al inclinarse hacia adelante dejándole una visión turbadora y a la vez reveladora de un cuerpo deseado eternamente. Tragó saliva y se mojó los labios, sintiendo la boca seca, daría cualquier cosa por lanzarse a beber de aquella fuente de placer, e imagina poder saciar su sed. Y ya la boca se le hacía agua. Y más aún al descubrir, según avanza su vista por aquellos senos, la oscuridad de la areola y del pezón que dejó de ser rosado por lo contraído en que está y se yergue desafiante. Él piensa que ella está excitada, tiene los pezones bien duros, y él no puede alejar la vista de ellos. Está convencido de que ella sabe que lo está viendo, ella no se reclina hacia atrás para evitar esa visión, es más, claramente adquiere una postura que ahueca el vestido hacía adelante.

No era de las mujeres que van muy escotadas y luego reprimen las miradas de los demás haciéndoles parecer sucios por mirar y observar aquello que ellas van mostrando por su propia decisión, ya sea un profundo canalillo o una trasparencia que deja ver más de lo que tapa, y hacen movimientos y aspavientos para colocar un escote desbocado que ya en casa se veía que iba a traerle ese tipo de “problemas”, y miran instigadoras a aquellos que se dejan llevar por la mirada hacia el lugar prohibido. Y él siente como su verga comienza a llenarse de sangre, siente como poco a poco, la excitación se está concentrando más allá de su mente. No puede evitar dejar llevarse por un impulso y desliza su mano por aquel escote invitador a la vista y ahora al tacto. Lo hace suave, lento y delicadamente, ella no se mueve, deja hacer al extraño. Él llega a la zona del pezón y pasa sus dedos por ellos, sintiéndolos duros, inhiestos, yertos, y desearía poder chuparlos, metérselos en la boca y mordisquearlos y succionarlos, y ve como ella se muerde el labio inferior.

De repente oyó una voz que le hizo salir de este último ensueño, era ella que le hablaba y le decía si le permitía el paso.

Él disculpándose por su torpeza, le dijo que sí.

– Sí, cómo no, no bajo todavía.

Y es entonces cuando recibe esa frase que lo martillea desde ese momento.

– !Qué pena!

Él, pasmado, no sabe qué decir ni qué hacer, salvo mirarla con deleite y estupefacción, y con más cara de tonto aun cuando pasa muy cerca de él, por la estrechez del pasillo, no evitando acercarse a él, más si cabe, forzando la situación, y rozando sus pechos al de él, y con voz queda y susurrante, sin mirarle, diciendo.

–Siempre vengo a la misma hora.

Él se gira y ve como su melena y toda ella se aleja por el pasillo y se baja en la parada.

Desde ese día va un poco como lo encontré, con la mente vagando y despistado, con un solo objetivo en el día, coger el autobús a la misma hora que aquel día. Sube a él y revisa visualmente a cada pasajero en busca de su pasajera. Cree que se está volviendo algo loco. Llegando a pensar que no fue real, que ella nunca dijo aquellas palabras, esas frases, y que nunca jamás ella cogerá ese autobús de nuevo y que ya no podrá encontrarla. A veces se dice por qué no se bajó en ese preciso momento, en esa parada como ha hecho después algún día para quedarse allí a la espera de varios autobuses, por ver si ella aparecía, pero todo ha sido infructuoso. Aunque él insiste.

Y me habló un tanto dolido y triste, de que ya ese día no la podría ver por haberse entretenido conmigo, pero que no importaba, que valió la pena poder contar a alguien este desatino, dejar salir la angustia de este destino.

 

 

 

 

.     *Me pregunto si él habrá encontrado a esa mujer que por azar, con su lúbrica visión y tan breves palabras, le dejaron ido, obsesionado, y con tantas ganas de conocerla como Second nos cuenta en su canción.

“Conocerte“

second-Fracciones de un segundo

.     **NA: Publicado originalmente el 12 de Julio de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Afectos y desafectos

05 Martes Feb 2019

Posted by albertodieguez in Música, Reflexiones, Relato

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1999, Afectos, amigos, Amistad, amor, Anacronismo, Como hemos cambiado, Cuestiones de familia, Desafectos, desamor, Enemistad, familia, hermanos, hijo, Love of lesbian, Música, padres, pareja, Presuntos Implicados, Recuerdos, rencor, Ronroneando, Ser de agua, Sr. Chinarro, vida

Los afectos y desafectos son lo mismo, unos vigentes y otros caducados o trasmutados, pero que siguen siendo afectos que dejan o dejaron poso y huella. Hablo de afectos desaparecidos o perdidos o con posibilidad de caer en el olvido o ya prescritos o también de afectos dolidos que pasan a ser odios reprimidos. Los afectos a veces se dejan y apartan por decisión propia y ya entonces son desafectos, no siempre barnizados por la inquina y el resentimiento, o el rencor. Los afectos  nos llegan de nacimiento unas veces, y encontrados por el camino muchas más. El cariño que nos profesan nada más nacer y que nosotros devolvemos, es ese primer afecto que nos llena durante tanto tiempo, que no existen casi otros. El más duradero de todos los afectos, ese, familiar, de madre y padre y hermanos, y toda la consanguineidad que nos rodea, como manta que nos quiere proteger de las intemperies que nos llegan, de los fríos con los que nos tendremos que enfrentar y nadie podrá evitar por más que ese abrazo de todos ellos nos quieran aislar de esos gélidos vientos. Y este afecto inicial no está a salvo ni siquiera de ser mutado en desafecto, en malquerencia, por motivaciones que no están muy claras. Cuando niños nos aparece y nos da por pensar que se nos omite la libertad, que nos asfixian con las normas y todo el amor que recibimos o damos se vuelve contra quién nos lo da o quién lo recibe, en forma de desdén y alejamiento, y ya no hay reconciliación, solo desafecto. La ternura desaparece y ese niño que fuimos ya no la inspira, incluso ese recuerdo tierno se entierra, y se borra cualquier posible marca que nos diga donde estuvo ese sentimiento, y al hijo se le repudia, y al padre y la madre se les destierra del futuro del hijo. Y cuando la envidia surge entre hermanos, se ahonda un distanciamiento que la vida abundará, y cada uno llevará su vida y será el desafecto el nexo de unión, un afecto alejado, distante, teñido de amor enrarecido, no indiferente pero en el fondo poco afectivo.

Luego con los años aparecen la amistad y el aprecio por ciertas personas que avanzan junto a nosotros en el día a día, y creemos que ellos nos acompañarán durante todo nuestro camino, no se nos pasa por la cabeza que irán quedándose en la cuneta, por el destino, cambios de residencias, de estudios y de juegos compartidos, mudados a otros lugares, que nos llevan a encontrar a otros compañeros de viaje, también por tiempo limitado. Pero otras veces esos amigos, dejan de serlo no por el devenir de la cotidianidad de los días, o por los caprichos de la vida. La enemistad surge de pronto, por un roce, por una desilusión, por un enfado fundado o infundado, por suspicacias o por cualquier nimiedad, y entonces apartamos al camarada, lo mandamos al exilio, dudando de la fidelidad a nuestra causa, y el desafecto lo deja en un Gulag interior, que mucho tiempo después quizás se rehabilite en la memoria, pero que por siempre quedará como un afecto osco, lejano, sin el calor de algo que nos toque y nos despierte emoción, solo recuerdo de un pasado donde iniciábamos nuestro periplo en comunidad, con otros que no eran los de la sangre propia.

Luego llega el afecto de los afectos, la estima y devoción, el amor. El primero es el más bonito, por lo menos en la memoria así queda, a no ser que por algún motivo como un Mr. Hyde se transforme y ya no quede ese dulce recuerdo. El apego emocional hacia otro nos mueve constantemente, siempre queremos tener a alguien a quién amar, con quién compartir, hacer proyectos, sentirnos importantes para el otro y consecuentemente para nosotros mismos, que nos crecemos al pensar que somos un referente para ese otro en la pareja. Y nos vaciamos y nos damos y se vacían y nos dan todo, tanto que quedamos secos y necesitamos del otro para recuperar energías, y es a la vez un conducto que retroalimenta la relación, nos seca y nos consume, secamos y absorbemos, y acumulamos y colmamos de vigor y fuerzas, y nos recargan con mimos y halagos, devociones y aprecios, que a veces se trastornan y se vuelven desprecios. Y el respeto antes cultivado, queda destronado y se instaura el rencor y toda la tolerancia de antes se hace intransigencia, y todo lo bueno se gira en malo, las bondades de antes se enturbian y parecen vilezas, y ya todo rezuma desafecto. Un desafecto acentuado y tildado de odio y crueldad, la perversión toma el mando y todo lo que antes hacíamos por el bien del  cónyuge, con complacencia y diligencia, con fervor de ofrenda, se transfigura, y la piedad desaparece, de tal manera que nos trasladamos al otro extremo, convertidos en inclementes. Y es ahí con esa fuerza con la que se nos compone todo el desafecto malicioso que podemos dar y recibir, encontrar que nos lo suministran o encontrarnos endilgándoselo al antes amado. Y el aborrecimiento ensombrece nuestro día a día, y llegada la separación física, no nos basta para pasar página, se queda enquistado en la médula la mortificación que nos supone pensar en el otro, no nos conformamos con la ruptura y el olvido. En algunos casos la obsesión es la recuperación del amor y estimas perdidos en el otro, y viendo la imposibilidad, el deseo creciente es el de insuflar el mayor mal, el mayor dolor a la pareja perdida, que nos haga catarsis del nuestro que no nos deja vivir y nos ciega. Y esa enfermedad es el mayor peligro, caer en ese pozo es hacer del desafecto el motivo de vida, pero no como indiferencia si no como sinónimo de penitencia, escarmiento y deseo de castigo. Otras veces aún siendo fortuito y no esperado, el desafecto es tomado como avatar de vida y el alejamiento es civilizado y tomado como un estigma y muesca más que nos deja el oficio de vivir, y el desafecto se queda solo en eso, en desvío de la estima hacia el otro, dejar a otros huérfanos de nuestra estima o al menos con ella bajo mínimos.

Pero otras muchas veces los desafectos son la salida buscada por el miedo a un abrazo de futuro que nos inquieta y del que no estamos seguros, es una puerta de escape para el acorralado, al que los sentimientos le tienen amarrado y atado y duda de que sea lo que él estimaba sería, o de lo que imaginó y de pronto ya no quiere que sea. La mayoría de las veces no queremos el daño del otro como fin al apartarnos, es la consecuencia de auto-protegernos, de salvaguardar nuestro sueño, nuestros anhelos, que a veces simplemente son seguir libres durante más tiempo, no sentir ataduras, ni grilletes que nos mantengan en una celda, o que nosotros vemos como tal. Y aunque no deseamos hacer mal, el mal aparece y la incomprensión, la falta de entendimiento a ese celo que prestamos hacia nuestra intimidad que ya no queremos compartir y que el otro ve como frustrante rechazo por nosotros, y desencadena dolor.

Más allá de todo esto tan cercano, tan de piel con piel, están los otros afectos, esos que son fugaces, cotidianos, que están cincelados por la simpatía, son esos que nos rodean en nuestras relaciones menos profundas o que nosotros estimamos así, más frívolas, sin la hondura que otorgamos a los otros lazos, en estos el vínculo lo manejamos con distanciamiento, intentando que no nos marque, que no deje en nuestra piel el roce cálido que nos traiga afinidades y familiaridades, y que evitamos pues no nos interesan esas bondades que no queremos que profundicen en nosotros. Y estos afectos son muchos menos que los desafectos que destilamos, cuando miramos alrededor son muchas más las antipatías que nos despiertan y despertamos, que las conexiones con las que confraternizamos. La gente la vemos con animosidad, y con aversión, nos molesta el comportamiento de prójimo constantemente, sus acciones nos parecen plagadas de egoísmo y así es en la mayoría de la veces, montarse en un vehículo es encontrar adversarios con los que luchar en la carretera, la solidaridad está escondida, no se sabe dónde, pero claramente atrincherada en algún lugar que no vemos y que se nos muestra como fugitiva y refugiada de una guerra, allá en cualquier sitio menos cerca.

Los desafectos, son afectos perdidos, miedo a los afectos, recuerdos de afectos desaparecidos. Simiente para un futuro de indiferencia, odio o rencor. Siempre de dolor, breve o indefinido.

 

 

 

.     *Para el texto de hoy, traigo varias canciones que recorren los diferentes afectos y desafectos contados en él.  Love of Lesbian nos cantan los familiares, Sr. Chinarro los de pareja, y Presuntos Implicados los de las amistades y amores primeros, transformados por el tiempo.

“Cuestiones de familia”          “Anacronismo”          “Como hemos cambiado”

  

 

 

 

 

 

 

 

.     **NA: Publicado originalmente el 29 de Junio de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad

Mucho que contar

20 Jueves Sep 2018

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

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1999, amigos, aventura, Club de fans de John Boy, concierto, creatividad, Love of lesbian, tormenta

Nos gastamos algo de dinero del ahorrado para las vacaciones en ir aquel fin de semana al festival en el que tocaría nuestro grupo preferido. Se nos presentaba un viaje excitante, nunca habíamos salido de nuestro pueblo, ese verano sería el primero y por eso no dejábamos de engordar la hucha con la ilusión de un gran viaje lo más alejado posible. Cuando surgió la posibilidad de ir a escuchar a nuestros ídolos musicales no nos pudimos resistir a esquilmar los ahorros y que nuestro gran viaje veraniego se quedase en algo menos ambicioso y se tornase en algo más doméstico, quizás nos diese para llegar a la playa, pero valía la pena el cambio. Salimos del pueblo en autobús, cargados con las mochilas y la tienda de campaña, aún ninguno de los cuatro teníamos permiso de conducir, era todo tan especial, por primera vez nos dejaban viajar a solas, lo que hacía que tuviésemos los nervios a flor de piel y haciéndonos destilar por cada poro. Nos esperaba una aventura, nuestra primera aventura. Cuatro amigos “pueblerinos festivaleros” nos parecía algo rompedor, nadie en el pueblo lo había hecho, seríamos la envidia de muchos de nuestro conocidos y amigos.

Aún puedo oír hoy los truenos y el repiqueteo de la tormenta que nos arruinó la actuación del grupo por el que habíamos viajado. El cielo se oscureció en unos minutos, el aire comenzó a levantarse y con rapidez se convirtió en ventolera y vendaval, y en unos instantes, los primeros rugidos del cielo nos alertaron de lo peor, y así fue, como por arte de magia, visto y no visto, el cielo se nos caía encima en forma de torrente, todo el mundo corrió en busca de cobijo, nosotros conseguimos llegar a la zona de tiendas y ponernos a resguardo, no antes de llegar calados hasta los huesos. No dejó de llover en un par de horas, con tal fuerza que decidieron suspender la actuación. Nuestro primer pensamiento fue de desilusión y frustración, pensando que el dinero gastado había sido un error puesto que al final no habíamos podido ver a nuestro grupo preferido en acción, pero enseguida vimos el lado positivo, esto sucedió el último día del festival y a pocas horas del cierre, habíamos disfrutado casi tres días completos y eso ya nos había dado grandes satisfacciones y disfrute, y teníamos muchas cosas que contar a nuestro regreso.

 

 

 

.     *Para completar el texto añadimos la música de Love of Lesbian con su “Club de fans de John Boy” que en su esencia festivalera y de concierto encaja con lo narrado.

“Club de fans de John Boy“

 

.     **Nota: Para potenciar la creatividad hay un ejercicio que es hacer frases con palabras que empiecen por letras cogidas al azar. En un breve curso creativo que hice se realizó ese ejercicio. Esta vez eran un par de frases a inventar, nos dieron ocho letras en dos grupos de cuatro, después se pedía escribir un breve relato en el que esas frases formasen parte de él. El resultado fue el texto que leíste antes.

Las letras y las frases:

N G A D ; Nos Gastamos Algo de Dinero

P O H T ;  Puedo Oír Hoy los Truenos

La vida está llena de afectos y desafectos.

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