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desafectos

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Archivos de etiqueta: Silvio Rodríguez

Confuso llanto

26 Martes Ene 2021

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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En estos días, enfermedad, Frío, Gris, hijo, invierno, llanto, lluvia, Música, miedo, Mujeres, Nacimiento, Rostro, Silvio Rodríguez, sol, temor

Se me agolpan las palabras, las emociones, las imágenes. Las intento digerir y ordenar y no puedo. Se me agolpan estos días, estas angustias y miedos, temerosos días de pérdida del recién llegado. Horas amargas de espera y duda y deseos de mejora y sanación, aun no sabiendo si hay enfermedad o mal irreversible o acaso reversible, o sin saber ni siquiera si habrá dolencia tras la complicación. Indefenso él. Tememos, aunque nos digamos que no hemos de temer. Nos preguntamos si ese rostro que ya vimos lo volveremos a ver o cesará antes de haber iniciado su periplo, si ese rostro que antes no era y que hoy es por haberlo visto, y que se ha quedado en la retina, fijo y nítido, seguirá iluminándonos como hoy me lo parece, en este día de invierno gris y lluvioso. Ya no sale el sol, sólo su rostro. Días de aguacero que acompañan esta grisura que se empecina en ahogar la alegría esperada por la llegada del hijo. El cielo se abate sobre la ciudad envolviéndola con nubes oscuras, frías y húmedas, ensombreciendo las calles, haciendo parecer que la noche se aproxima fuera de hora. Como si alguien fuese cerrando los postigos, tal cual antes se hacía, para ahuyentar la felicidad y traer el duelo, enlutando la casa que ahora y como nunca necesita su rostro para ser alumbrada. Quedando todo bajo una atmósfera húmeda que cala los huesos. Días de lágrimas asaltantes en el precipicio del parpado, de lágrimas contenidas y amarradas y sustraídas de su inminente camino para mostrar la fortaleza que no se tiene, la entereza que se desmorona en la soledad de cualquier esquina o ventanal por el que mirar y asomarse  para respirar profundamente e intentar distraerse con el perfil de la ciudad, para no pensar. Intentando sostenerme para sostener al otro, que más frágil se muestra sin saber de la fragilidad del compañero amado. Lloramos a escondidas, hasta que no hay manera de ocultarlo y ocultarse. Ella llora por sus rincones, yo lloro por los míos y nos encontramos en la cocina y nos miramos y lloramos juntos, lloramos en la alcoba, en el cuarto de baño, en el dormitorio del recién nacido, que aún no lo ha habitado. Lloramos y no sabemos porque lloramos, solo nos miramos y nos abrazamos y lloramos. Las lágrimas brotan y brotan con desconsuelo y sin sentido. No es dolor, no es júbilo, es solo llanto, agua salada cayendo con mueca amarga pero no de amargura. Sólo llanto. Confuso llanto.

 

.

 

.     *Silvio Rodríguez ilustra con su canción el sentir del texto; en estos días no sale el sol si no su rostro. Aunque su autor la escribiese con otro sentido, esta canción hoy la convierto en un canto en primera persona hacía el hijo.

“En estos días“

Silvio Rodriguez - Mujeres 1978

.     **NA: Publicado originalmente el 23 de Enero de 2014. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Necesitada Poesía

27 Jueves Feb 2020

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

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afecto, amor, desafecto, desamor, Música, Poesía, Silvio Rodríguez, Te doy una canción

Desafectados necesitamos la poesía,

enamorados necesitamos la poesía,

contra el miedo de amar tenemos la poesía.

 

Dar el paso y quebrar el miedo es hacer poesía.

 

Cuando te pienso brota poesía

Cuando te siento eres poesía

Poesía en el canto

Poesía en el llanto

Poesía necesitada para explicar

Poesía para comprender e interpretar

Poesía para la lastima arrancar

Poesía vibrante para aceptar el desplante

Poesía lujuriosa para el sueño, para el desvelo la prosa

Poesía soñadora en la retina instigadora.

 

No solo poesía leída,

sino poesía brotada de la más profunda mirada,

introspectiva la mirada

y la poesía encontrada,

lacerante la poesía cuando el desencuentro

es el encuentro de almas ofuscadas,

luciérnaga poética de luz almidonada,

de oscuros pensamientos libera

la poesía atesorada.

Reducto de los cantos viejos

que en rescate vienen para decir

lo que siento, cuando el miedo

me impide buscarte,

y buscar tu recuerdo.

 

 

.     *Silvio nos canta estas ganas de gastar papeles y hablar en el silencio, y esa necesidad de dar una canción o un poema donde contar y volcar todos esos sentimientos hacia la persona amada.

“Te doy una canción“

Silvio_Rodriguez-Te_Doy_Una_Cancion-Frontal

.     ** Publicado originalmente 7 de Agosto de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Pediría un deseo

31 Martes Dic 2019

Posted by albertodieguez in Música, Poesía, Reflexiones

≈ 31 comentarios

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Año nuevo, Desafecto Social, deseo, desterrar, Feliz 2013, Odio, pedir, quimera, rabia, Rabo de nube, Silvio Rodríguez, tristeza

Época de deseos,

de renovar los pasados,

los no cumplidos,

y los cumplidos que han de ser cambiados.

Sacarlos por la ventana en papel escrito,

quemarlos con los primeros instantes

del año nuevo, dicen serán cumplidos.

Aconsejan que elijas uno o varios nuevos.

 

Si pudiera pensar que se cumpliesen,

optaría por la esperanza,

sacar de mí el odio por lo que no comprendo

sobre decisiones sociales tomadas.

Repartir un poco, de lo poco que tengo,

repartir un mucho, de los que mucho tienen.

 

Si tuviera que pedir un deseo,

pediría que las lágrimas no me brotasen por lo que veo.

Que la ira no me nublara el pensamiento,

que la rabia no se apoderase de mí,

cuando nos cortan nuestros derechos.

 

Si pudiera y creyera en los deseos,

pediría desterrar la desigualdad.

Si pudiera y creyera en lo quimérico,

pediría un deseo.

 

 

.    *Con la fuerza de esta canción de Silvio Rodríguez (necesaria escuchar), acompaño mi deseo escrito y que el próximo año nos llegue un rabo de nube. Feliz 2013. Feliz 2020.

“Rabo de Nube”

Silvio Rodriguez- Rabo de nube

.     ** Publicado originalmente 29 de abril de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

.     ***Las cosas no han cambiado demasiado en este tiempo y por eso estos deseos tristemente no han caducado y vuelven a ser mis deseos para este año próximo. Añadiría, que acierte en mis decisiones.

En el huerto de Melibea

17 Martes Dic 2019

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

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Comala, desafecto, desamor, dudas, Huerto de Melibea, Música, Quién fuera, Recuerdos, Silvio, Silvio Rodríguez

En el huerto de Melibea

paseo y pierdo el tiempo

o no lo pierdo, el que se

pierde soy yo, me pierdo

en los recuerdos, en los vericuetos

que hay del pasado

que no se me muestra cómo pasado,

si cierro los ojos es ahora

y si los abro, te veo aquí a mi lado

como si éste huerto fuese aquel jardín Botánico

o ese parque o ese bulevar, y

si los cierro ya no eres, no sé quién eres,

un rostro lejano que creo saber

que tiene unido un nombre que se me

escapa de la boca sin poderlo pronunciar

no sé articular las letras que lo conforman

realmente no sé las letras

la memoria flaquea en el huerto

de Melibea. Añoro esa tarde

contigo, aunque estás no es lo mismo

ya no es esa tarde, ya las tardes se oscurecen

de pronto sin poder disfrutar de las puestas de sol

se pasa del día a la noche

como mis recuerdos

pasan de la luz a la oscuridad

más que oscuridad

es vacío

es nada

es lugar pero sin gente,

y si no están los que habitaron

ese momento, el momento

queda en nada, sin vida y es

como si no hubiesen vivido, el lugar

se me vuelve Comala y yo empiezo a tener

miedo de no recordar…

 

 

 

.     **En el huerto se deja llevar y se pierde y surge la carencia del presente, como en la canción de Silvio, con su corazón en fuga herido de duda de amor.

“Quién fuera“

Silvio Rodriguez - Silvio

.     ** Publicado originalmente 20 de Febrero de 2015. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Cómo será la huella

12 Martes Nov 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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Afectos, Aute, Huellas, Música, Me va la vida en ello, Mira que eres canalla aute, Mujeres, Parejas, Pasado, Recuerdos, relaciones, Silvio Rodríguez

-Hay veces que me desvelo y pienso en ti, y en mí, y en aquellos momentos, en aquellos años, y me pregunto si tú pensarás alguna vez en mí, o soy tan pasado que ni por un segundo soy presente en tu pensamiento. Puede que en tu cabeza esté tan enterrado en vida que no sea ya, aun viviendo-.

Unas veces es una y otras veces es otra la que aparece en ese desvelo, y me pregunto qué será de cada una de las que acompañaron algún instante de mi vida, unas por unas horas, por un día, otras por varios, algunas por unas semanas, las menos por algunos meses, pero todas y cada una de ellas siguen ahí, vivas, no enterradas en vida, aún respiran dentro de mí, y me pregunto si yo vivo en ellas, si respiro en otros cuerpos, o si alguna vez levemente, surjo como sombra de un pasado, o si por el contrario escribieron mi nombre y me borraron como en aquel relato de By y ya no soy, y mi nombre se les desvaneció y con él mi imagen, lo vivido y lo compartido, poco o mucho, quedando en nada. Cada una moldeó un poquito de mí, tanto de las que salí huyendo o aparté o me aparté como de las que desertaron o decidieron otro camino. Me pregunto si cuando ellas hacen bagaje, o echan la vista atrás o miran pretéritamente su vida aunque sea por un segundo, seré uno de los actores que recobran vida o por el contrario no aparezco en escena, ni con una simple frase, ni como secundario, o más aún ni siquiera formo parte de los títulos de crédito. O quizás en algún caso tomo protagonismo y surgen sentimientos hacia mi imagen, unas veces afectuosos y otras de desprecio y odio o resentimiento, algunas otras de indiferencia, supongo que esto último la mayoría de las veces llegado el caso de ese protagonismo ilusionante a la vez que iluso. Uno quisiera que siempre fuese su paso por la vida de otros agradable y amable y no lacerante e hiriente, y ser visto con los ojos del cariño y no con la mirada del rencor y la antipatía. Y sea en un sentido u otro; el afable y benigno o el dañino y desfavorable, el ego empuja a querer conocer el impacto sobre otros y creer que no ha pasado desapercibido para esa gente, que algo dejó en la vida de ellos y más de ellas, claro. Me gustaría saber si dejé huella; profunda o liviana, pero al menos huella, porque ellas, unas y otras sí que la dejaron. Y sin querer evocarlas surgen inesperadas en ocasiones, como en esos desvelos que cada vez aparecen más cotidianos. Todas están dentro de mí, forman parte de mí, aunque algunas de esas huellas son algo más difíciles de rastrear puesto que su paso fue tan veloz que casi ni posaron en su fugacidad, -como esos animales que al correr casi no apoyan sobre la superficie que pisan-. Pero sin gran esfuerzo las encuentro, y aparecen claras y evidentes y me hacen ver a aquella que la dejó y aquel momento que fue. Siempre evitando amarrarme, sé que no me porte bien algunas veces, y que muchas de ellas no nos acompañamos más que en un breve naufragio, a veces mutuamente decidido otras producto de mi escapada y huida, en mi afán de no quedar anclado, por mi deseo de no perderme otros labios y otros cuerpos, por pensar que lo que estaba acaeciendo no era amor definitivo si no sólo deseo, y había tanto deseo alrededor, que uno actuaba pensando que siempre había y habría alguien más con quién disfrutar y que ella, la de ese momento, evitaría que conociese a otras en espera de que llegase la definitiva, aunque realmente dudando de que la hubiese y quizás en el fondo no queriendo que apareciese, convenciéndome de que cada una de ellas, de las que aparecían no era la idónea y plena, engañado por el pecado de juventud  que empujaba  a pensar que podría pasarme la vida de flor en flor con mi libertad intacta, en búsqueda eterna. En esta senectud que va llegando, rememoro esos brazos y esos abrazos y esos besos dados y los no dados que dolientes quedaron y merodean sobre esas huellas, todas encontradas, ninguna sin referencia clara, por mi cuerpo por mi mente por mi alma. Las difusas y las nítidas, las suavemente marcadas y las profundas, las que sajaron y dejaron herida y las dulces que acariciaron.

Y en el insomnio, cuando aparece el recuerdo y vago por él para ir siguiendo los pasos dejados por esa huella, acechante durante el rastreo surge la duda sobre lo apropiado o errado de ese instante, -absurdamente, pues no hay remedio para bien o para mal-. En ese vagar, rememorando el momento que dejó esa huella, a veces me distrae una nueva y me aparta del rastro que me trajo el desvelo y me lleva por otro camino, haciéndome tomar conciencia de que unas y otras huellas se solapan e incluso que sus dueñas cohabitaron, y aparece la pregunta; ¿Cómo sería todo, si hubiese sucedido de otra manera?, y emergen más las equivocaciones que los aciertos, los ahora no haría esto o hubiese debido de actuar de otra manera o que gran error fue decir o hacer, o más aún no hacer no decir, y en estas divagaciones ridículas me envuelvo y acuno para ir mortecinamente entrando en el sueño por el ensueño del pasado, y brumosas flotan las preguntas. ¿Y en ellas? ¿Quedó rastro o rasgo alguno de mi presencia en sus vidas? ¿Se acordarán cuando miran atrás de que estuve allí a su lado? ¿Cómo será, -si la hubo-, esa huella?

 

 

 

.     *Lo dice Aute interpretado por Silvio; vivir era vértigo y no una carrera. Y como a él, a veces, nos va la vida en saber lo que hemos significado para otros y dar sentido a lo vivido, y no pensar que todo ha sido naufragio por malentender el verbo amar.12

“Me va la vida en ello“

Luis_Eduardo_Aute_-_Mira_Que_Eres_Canalla_Aute-front

.     ** Publicado originalmente 2 de Octubre de 2014. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Susurro perdido

21 Miércoles Ago 2019

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

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Ángel para un final, desdicha, lamento, Música, murmullo, perdida, silencio, Silvio Rodríguez, susurro, Tríptico 2, viento

Esto que te escribo, te cuento y te digo, esto que me contestas, me llega y recibo, es un susurro en el oído, un susurro a veces grato y placentero, a veces punzante y doloroso, pero tanto el dulce como el oneroso, se paladean un segundo y en el tiempo se diluyen. Unas veces y otras con el corazón en la garganta y una lágrima cayendo al pecho. Unas feliz de haber sentido, otras triste por lo dolido del mensaje breve y volátil recibido. Hoy ya casi no percibo el susurro, echo en falta tu murmullo, hoy sin tu arrullo lejano, hace poco tan cercano a mis adentros, y ahora me corroe la desdicha por dentro, siento que desapareces del horizonte, y percibo sólo silencio, agudizo pero no oigo el bisbiseo traído por el viento, las palabras susurradas no me llegan, lo lamento.

 

 

     *En el poema prosado, como en la canción de Silvio, el silencio se apodera de nosotros y ya no llegan las voces ni las palabras, llevándonos al lamento final.

“Ángel para un final“

Silvio Rodriguez - Tríptico 2

.     **NA: Publicado originalmente el 23 de abril de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

La felicidad a ratos

17 Sábado Ago 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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añoranza, ahogo, amor, antepasados, culpa, Días y Flores, dolor, Felicidad, Infelicidad, llanto, Música, muertos, mujer, nostalgia, pena, Pequeña serenata diurna, Silvio Rodríguez, tristeza

A veces la tristeza le agarra del cuello y lo zarandea, le lleva casi al ahogamiento para dejarle como un trapo viejo, tirado. Otras veces la añoranza le sostiene en volandas y no le deja poner los pies en el suelo. Y flota y flota sin rumbo en un espacio onírico de recuerdos, y sin remedio, pasado un tiempo, cae desde lo alto, haciéndose polvo todos los huesos. En ocasiones la nostalgia lo arrebata de lo cotidiano y diario, y vuelca su mente al pasado, le aturde, le anula para el tiempo cercano y la vida se le hace insoportable para seguir luchando. Le pone en peligro, a punto de perder el trabajo ido de sus quehaceres queda vulnerado. En otras ocasiones la melancolía lo hunde en su sofá preferido, allí se siente seguro, a salvo de las alegrías de los otros que tanto daño le haría, en el asiento se acurruca y no quiere ver más vida, sufre silente los males que se imagina. Hay días en los que el desconsuelo se apropia de su alma y el rostro se le tuerce, y la mueca muestra la lágrima viva que cae por su rostro y todo lo irriga, solo puede buscar rincones donde aliviar este desamparo, buscando un sosiego que solo en un muro cree haber encontrado y que le transmite la calma que necesita, huye de las gentes que lo quieren y aman, solo necesita la oscura sombra de una esquina cercana.

Pero hay días que luce el sol por la ventana, y se da cuenta cuán feliz es su vida, comparada. Y siente dolor por sus muertos que quedaron enterrados en tiempos infelices, comparados. En esos días quiere salir a vivir, quiere huir del sofá al que se siente atado. Esos días, desprende las manos que el cuello le tienen atenazado, quiere coger aire, y profundo seguir respirando. Aquellos días de sol, se le enturbia la mirada al darse cuenta de cuánto estaba equivocado, por dejarse llevar por el hartazgo. Y quiere despegar los pies de la tierra, esta vez sí de manera querida, y dejarse llevar  por un vuelo de buenos deseos y fines.  Esos soleados momentos siente euforia, el pecho se le infla y la sonrisa se le marca en el rostro con brillo en sus ojos por ver futuro y no solo recuerdos de y por tiempos pasados. Luchar contra seguir volando es como no seguir luchando por nuevos instantes venideros con proyectos renovados. El sol pone luz y alumbra las tinieblas que lo retenían y ve salir de esa oscuridad a la mujer que lo acompaña, esa que lo ama sin pedir nada, esa que lo anima en sus horas bajas, esa que él arrincona y aparta cuando el delirio de la tristeza le acompaña. Y por un breve espacio de tiempo se siente gigante, con una mujer a la que quiere y le quiere, bañados de libertad.

Pero enseguida los rayos que iluminan y dan calor se van y vuelve la ausencia de luz y regresa el frío, y ese rato de tiempo jovial y esperanzado se transforma y cae y el llanto se abre paso y se siente culpable de su felicidad, y no puede con su alma y la angustia rige de nuevo su estar en este mundo que se le hace ingrato. Y son más los pensamientos que le sacuden y agobian y dejan caer, que los que le acunan, aunque esa mujer se desviva por él.

 

 

 

.     *Para musicalizar el texto me ayudo de ésta canción de Silvio Rodríguez en la que nos habla de ese instante de felicidad que siente el protagonista del relato. De los motivos simples que le llevan a serlo por un momento, y como se siente casi culpable, por ese breve bienestar que quizás sus muertos no pudieron disfrutar, y a los que pide perdón.

“Pequeña serenata diurna“

Silvio_Rodriguez_-_Dias_y_Flores_-_Front

.     **NA: Publicado originalmente el 14 de Enero de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Thais

16 Viernes Ago 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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Al final de este viaje, ausencia, Óleo a una mujer con sombrero, congoja, Copas, delicadeza, dependencia, desesperanza, flechazo, Música, Mujer con sombrero, silencio, Silvio Rodríguez, teléfono, tristeza, voz

Como aquella diosa griega yo la vi. Con un sombrero, aun estando en un bar de copas, aun estando plagado de gente, siendo el último reducto en la zona donde seguir alargando la noche.  A mi paso cerca de ella, casi en la entrada, pegada a la puerta, muy próximos uno del otro por lo atestado de la sala, nuestras miradas se cruzaron y mi gesto con mueca de sorpresa ante su belleza quizás le hizo gracia y me devolvió una sonrisa de esas que derriten los hielos por su calor, esas sonrisas que aceleran el corazón y pueblan la mente de ficciones venideras, dejando a uno cara de bobo. Por ser ya la hora casi de cierre pensé que se marchaba por el atuendo calzado en la cabeza, pero equivocado estaba, puesto que desde lejos la vislumbré en el mismo lugar con las sienes cubiertas por ese fieltro de color camel, parlante con sus acompañantes durante la estancia en el local. De todas formas no le di más importancia, era una belleza inalcanzable, y solo se me escaparon un par de miradas en busca de ese sombrero desde mi alejado lugar, y difícil de observar dentro del laberíntico local.

Avanzó el tiempo y la campanilla de cierre nos empujó a ir abandonando el sitio, y desfilando poco a poco fue saliendo la gente desde el fondo del garito, y desde allí, desde esa profundidad nos marchábamos mis compañeros de noche y yo, cuando me topo de nuevo con ella, que aún apuraba los últimos minutos antes del cese total. Y de repente veo que al verme desde cierta distancia, se gira casi por completo para regalarme de nuevo su rostro, visión telúrica pero que me parece en ese instante celestial. Llegando a ella, me oigo hablando, sin ni siquiera darme cuenta; la digo algo, me dice algo, y siendo ya el final de la noche mis palabras se dirigen por los argumentos de la pena, evidenciando y verbalizando que nos hemos encontrado demasiado tarde. Todo sucede tan rápido, todo en menos de un minuto según avanzo a su lado, sus ojos chisporrotean, sus mejillas se ven como porcelana, sus labios se mueven con la lentitud de la promesa deseada, y surge de su boca la petición jamás esperada, – “dame tu teléfono” -.

La marea de gente que pugna por abandonar el local me lleva en volandas y no puedo parar a su lado, no tengo bolígrafo, ni tarjeta que alcanzarle con el número apuntado, y le digo mi teléfono cantado esas cifras como impulso desesperado, a sabiendas que se perderá en el aire y nunca será por ella marcado. Y salgo a la calle y el frío del invierno no lo siento por lo azorado, por pensar la oportunidad que pasó a mi lado y ya veo diluirse en la noche acabada. Pido al portero regresar al interior y este me deniega la petición, lo intento con el invento de búsqueda de un amigo dentro, y el tipo mal encarado me dice que me aparte a un lado. Dudo que hacer, si esperar en la puerta o marchar, mis amigos me conminan a decidir, ellos quieren partir. Me pliego a sus requerimientos y comienzo el ascenso de la cuesta en su compañía, mirando cada dos pasos hacia atrás, buscando con la mirada la puerta del local por si ella saliese, pero el final de la noche me deja sin su presencia. Regresando a casa, en el taxi me regodeo en la visión y en la mala suerte de un encuentro acabado antes de empezado.

La voz es suave, delicada, de terciopelo, no la recordaba así, el teléfono acentúa esa calidez que me llega por el auricular. La imagen que tengo de ella casa a la perfección con esa tonalidad. Me estremece unir ese sonido y esa imagen. Estoy sorprendido, estoy alucinando, es su voz, sin duda, es ella, la diosa nocturna, aún un poco incrédulo de que memorizase el teléfono dicho de carrerilla por mí, y cogido al vuelo por ella. Me habla, me pregunta si la recuerdo, me sonrío; cómo no recordarla, han pasado cinco días desde ese breve encuentro, es jueves, ¿me llamará para quedar este fin de semana?, no doy crédito pienso, e imagino que esto esté sucediendo, la felicidad me está ahogando. Lo pienso y me sosiego, no debo adelantar acontecimientos. Le hablo de mi sorpresa por su memoria, su capacidad de captar los números y guardarlos en la cabeza, ella rebaja y declina mis piropos a su mente, diciendo que al poco rato para evitar olvidarle apuntó el número con lápiz de ojos en una servilleta. Entonces me gana más todavía, está claro que le interesaba recordarlo y recordarme, si no lo podría haber dejado estar en el aire y quizás si al día siguiente lo hubiese recordado, puede que me hubiese llamado. Estoy palpitante, y con sonrisa de bobo, me veo en el espejo felizmente ilusionado. Después de varias frases, me dice que quizás me parezca una locura la llamada, pero necesitaba hablar con alguien, yo la presto mis oídos para que me cuente, qué le sucede, qué necesidad la empujó a llamar a un desconocido solo para hablar. Y ella habla de su soledad, lleva tiempo en la ciudad pero no siente amigos con los que desahogar su ánimo contraído, me dice que mi breve visión le trasmitió serenidad, le hizo pensar que yo escucharía sin preguntar sin importunar en demasía, yo sigo al otro lado del teléfono pasmado, desconcertado. Me cuenta que es de Granada, que está estudiando Danza en Madrid, que en su ciudad no había una escuela de la calidad de la de aquí, y para poder progresar debía venir, que le ha costado mucho separarse de su familia, y que a ratos se siente triste, muy triste. Yo no sé qué decir, no tengo experiencia en este tipo de situaciones, improviso palabras que reconforten su ánimo, su voz se me ha vuelto desesperada, la angustia la percibo como si fuese mía, pasan los minutos, muchos minutos, ella finalmente descargada de su desconsuelo, me dice que la perdone, que no tiene derecho a hacerme esto que me ha hecho, contarme sus desdichas de vacío y congoja. Nos decimos adiós, sin antes decirle que no se preocupe, que me llame cuando lo necesite, que me llame cuando quiera.

Cuelgo, y me quedo abstraído, atrapado en un ensueño, ¿será verdad lo vivido hasta hace un momento?

Pasan varios días y su voz se desliza otra vez por el teléfono, me da un vuelco el corazón al escucharla de nuevo, realmente pensé que nunca más sabría de ella. Pregunta si puedo hablar con ella, si tengo tiempo, y le digo que sí, que para ella siempre tendré tiempo, que si es necesario correré en su busca si así lo desea, y ella lo agradece, aunque por su tono, percibo que cree que lo digo por galantería con ánimo de ligue, y no entiende que yo soy como ella, que el frío espiritual me tiene helado muchas veces y quizás no sabe que la comprendo, que su estado no me queda lejos, que aquello que la atenaza me agarra a mi también bien dentro, y mis palabras para ella las convierto en arrullos para mis adentros, susurros que me confortan el alma, que en cada palabra va algo de mí. Me cuenta que hoy ha llorado, que acaba de hablar con su padre, al que está muy unida, y ha tenido que hacer un gran esfuerzo para parecer animada. A su familia no les trasmite lo mal que lo está pasando, no quiere que se enteren, han hecho un esfuerzo para que ella haga lo que más desee, que es bailar, que es la danza clásica, y si viesen que se encuentra fatal, la dirán que se vuelva, que deje sus sueños si éstos la van a hacer sufrir, pero ella es algo testaruda y no se quiere dar por vencida, y se dice que lleva poco tiempo fuera y que ha de ser fuerte y acostumbrase a la soledad, al frío, al calor familiar lejano. Se me pone un nudo en la garganta, su voz suena atormentada, percibo ese llanto sufrido hace unos minutos, esa aflicción condensada durante su diálogo con el padre y derramada en sollozo al colgar. Me desgarra imaginar todo, esa delicadeza física que recuerdo de ella, a media oscuridad, sin querer salir de casa, allí al otro lado del  auricular, sin poder abrazarla para que descanse de sus tormentos internos, de sus disquisiciones negativas sobre su vida. Le acompaño por ese camino de tristeza, escucho y escucho, y su dolor ya es mi dolor, y temo un fatal desenlace, y pido un encuentro para verla de nuevo, y ella esquiva y evita quedar. Y así pasan los días con llamadas, primero muy seguidas, incluso a veces varias en la misma semana, y después, más distanciadas, aunque sus penas no se van mitigando, ella se va ausentando, me asusta llegar un día y no oír su voz, y sé que eso sucederá, que desde el primer instante solo es una pintura en mi mente, una belleza ausente. Una mujer con sombrero. Y ahora soy yo el que espera pegado al teléfono que suene, que me pida que la escuche, ahora soy yo el que la necesita, sentir que le soy útil, que ella tiene dependencia de mí, y no me doy cuenta de que soy yo el dependiente de ella.

Y llegó ese tiempo fatídico que tanto temía, pasaron las semanas que formaron meses y la voz quedó dormida, y ahora quisiera poder ver que sigue existiendo, que la ausencia de llamadas no es por el cese de vida, no quisiera creer que acabó con su vida, aunque en mi conciencia nadie me quita la idea que no pudo con su tristeza, que fue más fuerte que el deseo de vida.

Quizás por ello, por verla como la diosa que su nombre conlleva, me cortejó para su causa, para su lucha, que no era una lucha contra otros, sino batalla interna. Una batalla que quizás la hizo perecer en la contienda.

 

 

 

 

.     *En busca de música para el texto encuentro esta canción de Silvio Rodríguez que pareciera escrita para esta vivencia relatada.

“Óleo a una mujer con sombrero“

**Thais: Nombre de origen Griego que proviene de una diosa que cortejaba a los hombres de la época para que lucharan por ella, en las guerras, su significado es un rayo de luz, aunque también se le adhiere la flor más bella y preciada.

.     ***NA: Publicado originalmente el 16 de Noviembre de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Varado

10 Viernes May 2019

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

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angustia, Despedida, intuición, llanto, Música, Mujeres, Nada, Silvio Rodríguez, varado, Y nada más

Hoy buscando para republicar, releo este poema escrito y publicado casi 6 años antes de que sucediese realmente lo que luego fue un reflejo anticipado en el poema de lo que sentí.

Cuando aquella última noche volví del hospital algo me hizo pensar que todo acabaría en unas horas, y así fue, tres horas después de abandonar el hospital estaba de regreso para verle marmóreo y frío, sin esa respiración angustiosa que nos entristecía pensando que estaba sufriendo.

Tras la llamada dando la noticia, me sentí como cuenta el poema, con una angustia difícil de describir, un llanto interior, sin lágrimas, y mucha sensación de vacío y ausencia, ya no estaría más, papá sólo viviría en nuestros recuerdos.

Ha pasado un año y tres meses, pero cada día que le pienso se me hace un nudo en la garganta.

 

 

Varado aquí,

con una angustia vespertina,

todo queda en mi retina,

borroso por el llanto,

todo me parece lejano,

y sin embargo no hace tanto.

Fue hace una hora,

cuando intuí el fatal desenlace.

No puedo llorar,

sólo angustia me queda,

tanto tiempo preparándome,

y al final surge el llanto,

llanto interior, que nubla

la visión.

Lágrimas no hay,

solo mirada ausente.

Nada más.

 

 

 

.     *El poema, como la canción de Silvio Rodríguez nos trae la angustia de la vida que pasa, sabiendo que no hay nada más…

“Y nada más“

.     **NA: Publicado originalmente el 9 de Agosto de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Viejos tiempos (4ª parte)

30 Sábado Mar 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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amigas, ¿Qué hago ahora?, desamor, deseo, Donde pongo lo hallado, Música, Mujeres, Pasado, pensamientos, placer, Presente, Recuerdos, sexo, Silvio Rodríguez

Ahora se pregunta qué hacer con ella, dónde poner lo hallado, lo que no esperaba o no quería ver. Mira la belleza que él adora en ella, o quizás haya que decir adoraba, no es capaz de verla con los mismos ojos, que hace unas horas, al menos verla por dentro de la misma forma no puede, aunque por fuera si lo sea. Contemplarla es sentir una punzada en el estómago, siente esa acidez de las malas digestiones. Qué bien le vendría tener un almax a mano, piensa. Aprecia lo guapa que está, eso sin duda, cualquiera que le vea allí con esas dos mujeres pensará lo afortunado que es, y ciertamente si no estuviese en este estado de shock, de desilusión y malestar por lo presenciado, lo podría pensar él mismo, es más, cuando vio llegar a la amiga lo pensó, era atractiva y como hace un rato mismo, elucubró con tener sexo con ella si se terciase. Nunca pudo evitar mirar a las mujeres con deseo sexual, algo que no podía evitar. Aunque fuese algo efímero ese transitar por una situación que no se iba a llevar a cabo, se dejaba llevar cinco segundos por la imaginación pensando que se le insinuarían y sin muchos más trámites, terminarían haciendo el amor sin ataduras, sin otro fin que el placer. Ahora tiene allí delante a dos mujeres guapas, luminosas, vestidas con elegancia aunque con toque informal dándoles un aire de modernidad, con escotes insinuantes pero no llamativos, nada chabacano, con faldas cortas que dejan entrever unas piernas desnudas que atraen miradas de los que cerca pasan, tienen cierta aura de sensualidad que apabulla en el ambiente. Y brevemente piensa que sería un sueño poder estar con las dos a la vez, aunque nunca ha tenido esa experiencia, la tiene en la retina como tantos hombres y mujeres. Esas flaquezas físicas se diluyen enseguida y vuelve a ser atacado por el desengaño que él mismo se está infligiendo, y alentando sin saber muy bien de donde salen esas ideas. Vuelve a la carga la sensación de estar en un presente que no es su presente, se da cuenta que lleva bastante tiempo en silencio, pensando en aspectos sexuales que no tienen sentido. Vuela su mente en ficciones que nada tienen que ver con su presente real, que es el de situaciones que le mantienen fuera, al margen de esas mujeres con las que comparte tarde, que no experiencias. Cae en un victimismo que no entiende ni él, que quizás no está siendo realista con los acontecimientos. No es cierto que ellas hayan obviado su presencia totalmente, de vez en cuando se dirigen a él, para hacerle entender cualquier aspecto de lo relatado que pudiese parecer confuso, pero es él el que se aísla más y más. La amiga de su pareja le ha mirado de soslayo varias veces, él lo ha detectado. Al principio no quiso darle importancia pero ahora le asusta un poco que ella se dé cuenta de su estado misantrópico en esta reunión, y que se haga una idea equivocada de él, aunque hoy no estaría equivocada en verdad. Vuelve a dejarse ir por pensamientos un tanto peregrinos e imagina que le mira de esa manera por que le ha gustado. Rápido cae otra vez en la realidad de este presente y no del imaginado, e intuye que la chica o mujer, – no sabe cómo llamarla, los tres están en esa edad que ni son jóvenes ni viejos, y decir chica es pensar en una imagen demasiado juvenil y decir mujer, es envejecer a esa persona -, está evaluándole como si de un examen de reválida se tratase. Definitivamente él piensa que la amiga, así se siente más cómodo al referirse a ella, quisiera saber que tienen en común su amiga y él, y que por eso a su entender, le vigila con miradas sutiles. Ella la conoce bien y viéndole a él junto a ella al llegar, seguramente que no se podía creer que él fuese su pareja, a primera vista no había ninguna incompatibilidad entre ambos que evidenciase esa imposibilidad, pero los amigos ven más allá y perciben este tipo de cosas. Fantaseaba con estas elucubraciones de la mente de la amiga, cuando súbitamente le hicieron una pregunta, no era ya una frase explicativa como muchas de las referidas en la conversación anteriormente. Era una pregunta directa que él no esperaba, le pilló con la guardia baja, él no estaba allí con su mente y menos en la conversación. Se quedaron ambas mirándole esperando una contestación que él no daba, el silencio se apoderó de nuevo del lugar, como al inicio de la tarde, aunque ya sin la incomodidad inicial, al menos para ellas, pero si para él. El breve espacio de tiempo que transcurrió entre el momento que le lanzaron el interrogante y cuando se lo tuvieron que volver a repetir por su falta de respuesta, a él se le hizo enorme, largo y angustioso, y le cayó como jarro de agua fría por la sorpresa inesperada, y nada gratificante, y con esa incomodidad del principio encima, salió al paso, y sin entender la pregunta, sin saber realmente cual era la cuestión, les contestó; y ahora ¿dónde pongo lo hallado?

 

 

 

.     *Nuestro protagonista se deja llevar por el subconsciente y pregunta en voz alta lo mismo que Silvio Rodríguez en su canción.

“¿Qué hago ahora?“

.     **NA: Publicado originalmente el 12 de Julio de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

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