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Archivos de etiqueta: añoranza

Un reflejo en el azogue

13 viernes Sep 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 37 comentarios

Etiquetas

añoranza, abandono, calles, casco viejo, comercio, Cristina Lliso, deseo, Esclarecidos, espejo, Música, paseo, Por amor al comercio, probadores, Recuerdos, ropa, Ruptura, sexo, Tiendas, tristeza

Ahora ya no puedo entrar en uno de ellos sin estremecerme un poco, sin cierta nostalgia, sin cierta tristeza, sin ese recuerdo asolador que me hace mirar el espejo y ver mi rostro tenso y algo ensimismado, retrotraído a otro lugar, a otros lugares que no son ese, pero que pudieron serlo, incluso dudo si ese mismo alguna vez no lo fue, aunque no es seguro, quizás fue otro de la misma “cadena”. Cuando así sucede, cuando son de una misma cadena,- ya casi no hay que no lo sean-, no se sabe si se está en una u otra, la de una calle o la de otra, todas son casi exactas por completo, hasta las perfuman con el mismo aroma para que sepas que estás en una de ellas, dando igual, incluso la situación geográfica. Cuando aparto la cortina y luego la corro o cierro la puerta, cuando la hay, y me giro, y frente a mi  queda el espejo, ya no me veo en ese momento, el espejo me devuelve la imagen de otro tiempo, cuando el deseo chisporroteaba en mis ojos y en sus ojos, y veía en él los nervios de la situación, del sexo furtivo, del orgasmo ahogado para no ser descubiertos. Veo en ese espejo su rostro tensarse, su mandíbula apretarse, y sus ojos cerrarse. Veo una figura detrás de mí, veo mis pechos libres del sujetador que me liberó, para acariciar mis senos, para sentir mis pezones endurecerse, como me suele pasar ahora cada vez que entro en uno de nuevo. Las prendas elegidas quedaban colgadas a la espera, mientras la ropa traída y desvestida era arrinconada, para vestirme con sus besos y sus caricias que abrigaban con un calor desmedido, y un rubor que quemaba tomaba mi piel blanca, y se licuaba mi entrepierna aun antes de tocarla, como ahora cada vez que lo pienso, cuando su mano descendía por mi vientre buscando mi vello, suave y recortado, acicalado para un dulce encuentro. Y yo, entre noes apagados y mentirosos, desmentidos por el deseo exacerbado, me apartaba y me giraba para no continuar con aquello, que era locura y peligro y miedo de ser descubiertos. Le pedía que me dejase probarme la ropa, que no era el momento, y él siempre decía; -No te preocupes, hay tiempo-. Entonces él, ante mi desnudez para probarme los ropajes, me cogía desde atrás y me abrazaba con todo su cuerpo. Yo no sentía su piel si no su ropa, menos allá abajo, en dónde ya percibía fuera su falo inhiesto, tan caliente como todo mi cuerpo. A veces caían sus los pantalones al suelo, otras solo su miembro quedaba del pantalón saliendo. Ya no le podía ver de frente ya solo le miraba a través del espejo, sus besos por mi cuello, sus manos acariciando mi sexo, mi húmedo sexo, que ya manchaba hace rato el tanga, con los flujos de mi deseo. No podía negarme a nada, el temblor recorría todo mi cuerpo, trémulo por las ansias de sentirle más pronto que tarde dentro. Veía como mi cuerpo se doblaba hacia adelante, en busca de esa imagen proyectada en el azogue, y mis nalgas buscaban impávidas su movimiento pélvico, cerraba los ojos y ya dejaba de ver su imagen para imaginármela embistiendo, con bravos movimientos, sin pausa ni mucho alarde técnico, deseando que durase hasta el último momento, que no se derramase antes de tiempo, que su sexo siguiese duro, bien entrando y saliendo. Acelerados por el riesgo, en vez de bloquearnos, lo que hacía es que esa excitación nos llevaba a culminar desaforadamente en un breve espacio de tiempo, pero ampliamente satisfactorio, llegando a un orgasmo simultáneo, terminando con las respiraciones sin resuello, acalladas para no delatarnos del acto clandestino. Reconozco que muchas veces en su compañía busqué ir de tiendas sin necesidad, o dando un paseo, decidía entrar en algún comercio, sólo para buscar ese encuentro, siempre deseosa de que él se lanzase a ello, o si no lo hacía yo le provocaba el deseo. Ahora ya no está, desapareció de mi lado. A veces creo que hace una eternidad de su marcha, otras veces creo que fue ayer mismo, cuando sus recuerdos son tan presentes que es impensable que fuesen de hace muchos días o semanas o meses. Pasado este tiempo y sin quererlo, correr la cortina y mirar al espejo es estremecerme por dentro, y en algunas ocasiones con la cabeza en ese otro tiempo, fluye mi pensamiento y miro por encima del hombro esperando ver su cuerpo, y creo que lo veo y no puedo evitar llevar mi mano a mi sexo, y acariciarlo y sentir mis dedos como sus dedos, buscando mi clítoris como en aquellos silencios de labios mordidos, de turbación por lo furtivo, y avanzo y sigo hasta llegar al último suspiro, y me vuelvo a mirar en el espejo que he evitado para creer que era aquello, aunque no me engaño y sé que era ficticio y falso ese momento. Le echo de menos, como en casa, como en el parque o en el paseo de domingo después del largo aperitivo que nos llevaba algo beodos y aturdidos por el alcohol a vagar por el casco viejo. Calles, que me pregunto si recorrerá con otra. Me pregunto si se habrá olvidado ya de que existo, o al contrario, también él, al ir de tiendas recordará esos instantes de manos ávidas y besos lúbricos, de excéntrico y algo demente comportamiento, más propio de jóvenes, que ya no lo éramos. Anhelo sus delicadas manos, de suaves caricias y su forma de tocarme; nadie lo ha hecho como él. Añoro su mirada limpia y directa tan chispeante siempre sin necesidad del reflejo, y algún domingo tras un largo aperitivo, algo tomada, recorro las calles del centro, y casi sin darme cuenta busco sentir y encontrar de nuevo todo ello al descorrer la cortina y ponerme frente al espejo.

 

 

 

 

.     *Hay lugares con espejos traicioneros que nos devuelven la imagen y el recuerdo de un comercio de caricias que desaparecieron, como nos cantan Esclarecidos.

«Por amor al comercio«

esclarecidos - poramoralcomercio87

.     **NA: Publicado originalmente el 25 de Febrero de 2014. Hoy recibe una segunda oportunidad.

La felicidad a ratos

17 sábado Ago 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 23 comentarios

Etiquetas

añoranza, ahogo, amor, antepasados, culpa, Días y Flores, dolor, Felicidad, Infelicidad, llanto, Música, muertos, mujer, nostalgia, pena, Pequeña serenata diurna, Silvio Rodríguez, tristeza

A veces la tristeza le agarra del cuello y lo zarandea, le lleva casi al ahogamiento para dejarle como un trapo viejo, tirado. Otras veces la añoranza le sostiene en volandas y no le deja poner los pies en el suelo. Y flota y flota sin rumbo en un espacio onírico de recuerdos, y sin remedio, pasado un tiempo, cae desde lo alto, haciéndose polvo todos los huesos. En ocasiones la nostalgia lo arrebata de lo cotidiano y diario, y vuelca su mente al pasado, le aturde, le anula para el tiempo cercano y la vida se le hace insoportable para seguir luchando. Le pone en peligro, a punto de perder el trabajo ido de sus quehaceres queda vulnerado. En otras ocasiones la melancolía lo hunde en su sofá preferido, allí se siente seguro, a salvo de las alegrías de los otros que tanto daño le haría, en el asiento se acurruca y no quiere ver más vida, sufre silente los males que se imagina. Hay días en los que el desconsuelo se apropia de su alma y el rostro se le tuerce, y la mueca muestra la lágrima viva que cae por su rostro y todo lo irriga, solo puede buscar rincones donde aliviar este desamparo, buscando un sosiego que solo en un muro cree haber encontrado y que le transmite la calma que necesita, huye de las gentes que lo quieren y aman, solo necesita la oscura sombra de una esquina cercana.

Pero hay días que luce el sol por la ventana, y se da cuenta cuán feliz es su vida, comparada. Y siente dolor por sus muertos que quedaron enterrados en tiempos infelices, comparados. En esos días quiere salir a vivir, quiere huir del sofá al que se siente atado. Esos días, desprende las manos que el cuello le tienen atenazado, quiere coger aire, y profundo seguir respirando. Aquellos días de sol, se le enturbia la mirada al darse cuenta de cuánto estaba equivocado, por dejarse llevar por el hartazgo. Y quiere despegar los pies de la tierra, esta vez sí de manera querida, y dejarse llevar  por un vuelo de buenos deseos y fines.  Esos soleados momentos siente euforia, el pecho se le infla y la sonrisa se le marca en el rostro con brillo en sus ojos por ver futuro y no solo recuerdos de y por tiempos pasados. Luchar contra seguir volando es como no seguir luchando por nuevos instantes venideros con proyectos renovados. El sol pone luz y alumbra las tinieblas que lo retenían y ve salir de esa oscuridad a la mujer que lo acompaña, esa que lo ama sin pedir nada, esa que lo anima en sus horas bajas, esa que él arrincona y aparta cuando el delirio de la tristeza le acompaña. Y por un breve espacio de tiempo se siente gigante, con una mujer a la que quiere y le quiere, bañados de libertad.

Pero enseguida los rayos que iluminan y dan calor se van y vuelve la ausencia de luz y regresa el frío, y ese rato de tiempo jovial y esperanzado se transforma y cae y el llanto se abre paso y se siente culpable de su felicidad, y no puede con su alma y la angustia rige de nuevo su estar en este mundo que se le hace ingrato. Y son más los pensamientos que le sacuden y agobian y dejan caer, que los que le acunan, aunque esa mujer se desviva por él.

 

 

 

.     *Para musicalizar el texto me ayudo de ésta canción de Silvio Rodríguez en la que nos habla de ese instante de felicidad que siente el protagonista del relato. De los motivos simples que le llevan a serlo por un momento, y como se siente casi culpable, por ese breve bienestar que quizás sus muertos no pudieron disfrutar, y a los que pide perdón.

«Pequeña serenata diurna«

Silvio_Rodriguez_-_Dias_y_Flores_-_Front

.     **NA: Publicado originalmente el 14 de Enero de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Los días que no fueron

01 miércoles Ago 2018

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

≈ 10 comentarios

Etiquetas

añoranza, abandono, huida, La noche eterna-Los días no vividos, llanto, Los días no vividos, Love of lesbian, Música, Recuerdos

Postrado.

Tanto tiempo para pensar

que estoy agotado.

Los sentimientos golpean,

los recuerdos empujan,

los deseos estrujan

y yo me desespero,

no consigo expresar

todo lo que quiero.

.

Si fuera capaz

de decirte lo que te añoro,

lo que por ti lloro,

lágrimas saladas

caen por mi cara,

cara desencajada

por el dolor que me acompaña.

.

Compañía dolorosa.

Compañía de desamor.

Compañía de frustración

por tu partida,

saliste antes de llegar,

huiste antes de aceptar.

.

Sortilegios hago,

pues  tu rechazo no comprendo,

aunque sí que entiendo

que sentías amenazada

esa vida recién estrenada.

 

 

 

.     *El poema nos hablaba de lo que no fue, de lo que no pudo ser, y Love of lesbian nos dejan sus días no vividos… que viene a ser lo mismo.

«Los días no vividos«

.     **NA: Publicado originalmente el 1 de Junio de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad

 

Ciudades soñadas

29 miércoles May 2013

Posted by albertodieguez in Música, Poesía, Relato

≈ 33 comentarios

Etiquetas

añoranza, amor, ciudades, Esto no es una elegía, evocar, Música, Melancolía, Mujeres, Poesía, Recuerdos, Silvio Rodríguez, versos, viajar

Viajamos mentalmente por la fascinación de lo desconocido, un no sé qué nos empuja a ello. Una foto, una canción, un libro, o algo de lo que nos han hablado y narrado o descrito, nos activa el deseo de estar allí. Una añoranza de ver aquellos lugares, que no se pueden añorar puesto que nunca se vivieron ni se vieron realmente con los ojos, y sí más con la mente. Cuando era joven y aún no viajaba, escribía, garabateaba el papel, plasmando melancolías, por lugares no transitados, por ecos no oídos, por vientos no sentidos en el rostro, e incluso se generaba un nudo en la garganta, un brillo en los ojos, y una tristeza, por creer que nunca podría “volver” a estar y pasear aquellos lugares, como si no fuese un primer viaje el ansiado y sí una evocación de algo ya vivido. Con las mujeres pasaba lo mismo, en el papel quedaban los anhelos de ellas, de volver con ellas, cuando nunca fueron el lugar a regresar, nunca habían sido el destino al que se llegó. Ellas también eran un viaje a lo desconocido, un mundo que esperaba ser descubierto, para deleitarnos con su presencia, con sus palabras, sus gestos y sus caricias, que soñaba compartidas.

Hoy ya no tan joven, iniciados algunos viajes por lugares y mujeres, se mezcla todo aquello. Ya si hay recuerdos de vivencias, y sí que las añoranzas son reales, se rememoran paisajes y calles, y rincones y besos, y miradas, y frases, dulces unas veces y lacerantes otras. Sigue habiendo tanto mundo que recorrer y conocer que cada día surgen tierras deseadas y nuevas añoranzas, aunque con los años quizá se desmoronó o se aplacó ese otro viajar en busca de mujeres, en busca de descubrir sus enigmas, o quizá pudo ser que uno ya encontró un lugar donde estar y residir, un corazón acogedor, y unos ojos en los que perderse y por los que viajar eternamente. Esos ojos que brillan cuando me miran, igual que los míos cuando los miran, me recuerdan los anhelos, algunos cumplidos juntos, y traen esos escalofríos sentidos en la juventud, cuando queriendo estar en lugares lejanos, sintiendo otros aires, brisas de mares, escribía en los papeles bajo la luz tenue, apesadumbrado, por no poder conocer otros sitios, ilusamente amados, y comparados con mi lugar habitado. Y la música que me transportaba en esa época, lo vuelve a hacer hoy, ya conocidas aquellas ciudades soñadas, pero la música no me lleva solo a ellas, me lo junta todo, aquellos años iniciáticos con lo visto después, me lleva a antes y a después, cuando uno trae a la cabeza lo ideado y lo realizado, lo que  imaginaba y lo que con el tiempo vio, allí, en el Morro, o en el muro, sintiendo como en la canción, un poco de muerte, y se eriza la piel al volver a traer aquellos versos de casi niñez, emulando a poetas.

(LH)

Habana.

Añorada Habana.

Tan leída, tan sentida,

desde el malecón

a la Habana vieja,

que ahora es

Vieja Habana.

Decadente,

cae a trozos,

trozos de Revo

que nadie para.

No veo el momento de ir

a la Vieja Habana.

(BA)

Soñada Buenos Aires,

no estoy acá

sino allá,

siempre quise ir Buenos Aires,

tangos y arrabales,

sucios arrabales.

Solo, en la soledad,

te añoro sin verte,

sin conocerte.

Quizás, en otra vida fuese

Bonaerense.

Río de la Plata,

que como Madrid,

me mata.

(M, BA, LH)

Madrid, Buenos Aires, La Habana

tres ciudades hermanas,

peculiares,

lejanas.

Sólo conozco Madrid,

y añoro La Habana.

Sólo soy de Madrid

y Buenos Aires me mata.

¿Cuándo visitaré Buenos Aires?

¿Cuándo visitaré La Habana?

    *Acompañando el texto de hoy, esta canción de Silvio que siempre me trae un punto de melancolía aflorando esos recuerdos. Ya conocí aquellos lugares soñados, pero otros muchos aparecieron en el camino, y otras canciones y otras músicas los evocan.

«Esto no es una elegía«

Silvio Rodriguez - Mujeres 1978

La vida está llena de afectos y desafectos.

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