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desafectos

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Archivos de etiqueta: Recuerdos

Removidos posos

14 Martes Abr 2020

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

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amargor, Bosé, Hojas secas, Los chicos no lloran, Música, Miguel Bosé, otoño, pasear, posos, Recuerdos, Soledad

Ciertos recuerdos, son esos posos

que al removerlos salen a flote y dejan un sabor amargo,

son esa hojarasca que al pisarla rasga por dentro,

esa hojarasca que pisábamos en otoño,

y ahora, no pasa esa estación sin rasgar el corazón,

no hay otoño en el que el sonido de sus hojas caídas

no dejen cierto sabor amargo.

 

.

.

.     *Inevitable caer por la alameda y pasear de tu mano cada otoño… para recordar mi soledad, como canta Bosé.

“Hojas secas“

Bose - los chicos no lloran

.     ** Publicado originalmente 16 de Septiembre de 2015. Hoy recibe una segunda oportunidad.

BSO

13 Lunes Abr 2020

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 42 comentarios

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Amaral, amor, Banda sonora, Banda sonora desafectada, BSO, Es sólo una canción, Gato negro Dragón rojo, Homosexualidad, Música, Recuerdos

Me dice que la música forma parte de nuestra vida y que todas las personas tenemos en la cabeza una banda sonora, esas canciones que nos han acompañado en el avanzar de los años y conforman un paisaje sonoro de nuestro pasado, de los días vividos, desde la infancia hasta ahora, y que cada día estamos abiertas a dejar entrar una nueva canción o melodía a esa lista. Es inevitable. Nuestro futuro irá musicado también, y antes de ser pasado, justo ahí, cuando ya haya dejado de ser presente es cuando esa música formará parte de nosotros. No todas nos gustan por igual pero hasta esas que no son nuestras preferidas nos transportan en el tiempo. Algunas realmente no han sido elegidas por nosotros para quedarse grabadas en ese imaginario CD, MP4 o “playlist” de nuestra mente, son la BSO de otros, pero nosotros estábamos con ellos y cuando lo oímos nos llevan a ese momento. Suele pasar con el tiempo de nuestra infancia o primera adolescencia, que esa música oída forma parte de nosotros porque era la de otros cercanos; nuestros hermanos o padres, o simplemente son la música del momento, de la época, y sonaba incesantemente, e inconscientemente se nos quedó grabada y no lo sabemos hasta que surge de nuevo en cualquier ocasión, y ¡zas!, nos vemos de regreso a ese instante, y ya no es música de ellos sino nuestra. Sé que tiene razón, pero además de con la música nos pasa con otras percepciones; aromas, sabores, imágenes, paisajes, lecturas, aunque tengo que reconocerle que la música es más potente y más fácil de que entre insospechadamente en acción. Tiene razón cuando me dice; la música está por todas partes. Por ejemplo, andando por la calle te puede llegar por músicos callejeros o en los pasillos del metro o cuando vamos viajando en él, de repente surge esa melodía que te saca de la lectura en la que estás enfrascado, por ese músico que acaba de entrar al vagón y al ponerse en marcha el convoy, toca, y nos despierta sentimientos e imágenes, y a veces nos da un escalofrío y la piel erizada nos duele. Nos duele por la nostalgia y la melancolía que arrasa todo nuestro cuerpo, nos quedamos con la vista perdida en el suelo o mirando la página de ese libro que llevamos entre las manos o en algún pasajero que realmente no vemos puesto que miramos más allá, mucho más allá. Son canciones y sonidos que nos evocan momentos y situaciones a veces placenteras y alegres y otras no tanto, incluso algunas verdaderamente dolorosas. –Es lo que te ha pasado a ti, me dice. Y yo sólo asiento con la cabeza, quisiera decirle que no sólo con la música, también las voces y las palabras moduladas en un tono conocido nos mueven en el tiempo. Me gustaría contarle que hoy le recordé de nuevo, que una voz a mi espalda me hizo darme la vuelta con el corazón agitado, y aunque no pertenecía a quién esperaba y deseaba, yo ya estaba en otro lugar con él, con el dueño verdadero de esa voz, apartada de todos los que me rodeaban en ese momento. Pero no le cuento, no quiero que vuelva a regañarme por agarrarme a su recuerdo a la más mínima oportunidad. Ya me tiró de las orejas antes, cuando le dije que desde que lo dejamos, desde que se fue, ya no hay música en mi vida, que él se la llevó, me secuestró el placer de escucharla, es tanta la música que me evoca a él. Por eso hablamos de la música, de ahí sus palabras diciéndome que es imposible lo que le cuento, que la música forma parte de nosotros como pasa en una película, y que nadie se puede llevar nuestra música, toda nuestra música, sería como si nos robasen la memoria, y sí algunas veces aparecen sin avisar los recuerdos que acompañaron esa música, es normal, son cosas que no se pueden evitar y hay que aprender a convivir con ello aunque sintamos algo de daño, pero seguro que hay mucha música que te trae a otras personas, otras situaciones, que sí son agradables y felices. Intentar borrar canciones o autoextirpar de nosotros algunas de ellas es extirpar parte de nuestra vida. Yo le había contado que hay canciones que no las puedo escuchar, que significan demasiado, y me gustaría que sé esfumasen por completo. Hace un par de días al poner la radio sonó una canción y mi mundo se empezó a resquebrajar, esos cimientos que tantos meses me ha costado ir proyectando, a las primeras de cambio, se tambalean y me dejan hecha mierda. Ella con cariño me ha abroncado. Es un gran apoyo, siempre está ahí, a mi lado, y me ha contado todo eso de nuestra banda sonora, y que no debemos renunciar a los recuerdos, somos lo que somos por lo vivido y eso nos ayuda a seguir, la música forma parte de ello y ayuda a sentir de nuevo, sentir cosas que ya están en el pasado, sí, pero que es necesario revivirlas de vez en cuando, pasar página pero no olvidar. Debemos poder disfrutar de la música y sentir con ella, aunque es verdad que no siempre eso sentido es agradable y hasta el antes bello quejido de un violín resulta doloroso como una puñalada, pero no debemos renunciar a ello, la música es la vida, es lo vivido. Y me ha acariciado y me ha abrazado y me ha dicho que si me dejo ella me cuidará, que si yo quisiera, estaría dispuestas a tener mucha música compartida por las dos.

 

 

.          *A veces pensar que es sólo una canción, como canta Amaral, es lo que necesitaríamos para calmar el corazón.

“Es sólo una canción“

Gato rojo dragon negro amaral

 

 

.          **Todos tenemos una BSO en nuestra vida, y este blog también tiene la suya. Cada texto lleva muy unida una canción que a veces dice mucho más que lo relatado y siempre completa lo escrito, me atrevería a decir que para entender por entero lo que dicen las palabras debería terminarse escuchando la melodía y la letra de las canciones que las acompañan.

.       Para facilitar el seguimiento de esta Banda Sonora, he creado la página BSD, en donde he compilado todas las canciones hasta el momento publicadas y en donde se irán añadiendo las que vayan completando las futuras entradas. Ahora puedes venir en busca sólo de canciones desafectadas para esos días en los que el ánimo te lo pide. Incluso quizás te apetece hacer el camino inverso y descubrir nuevos relatos guiado por la música que quieres escuchar; eligiendo una canción y descubriendo las letras que le acompañan.

.          *** Publicado originalmente 6 de Febrero de 2015. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Y te pregunto a ti, tú ya sabes, ¿cuál crees que es nuestra canción o será nuestra canción?

En el huerto de Melibea

17 Martes Dic 2019

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

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Comala, desafecto, desamor, dudas, Huerto de Melibea, Música, Quién fuera, Recuerdos, Silvio, Silvio Rodríguez

En el huerto de Melibea

paseo y pierdo el tiempo

o no lo pierdo, el que se

pierde soy yo, me pierdo

en los recuerdos, en los vericuetos

que hay del pasado

que no se me muestra cómo pasado,

si cierro los ojos es ahora

y si los abro, te veo aquí a mi lado

como si éste huerto fuese aquel jardín Botánico

o ese parque o ese bulevar, y

si los cierro ya no eres, no sé quién eres,

un rostro lejano que creo saber

que tiene unido un nombre que se me

escapa de la boca sin poderlo pronunciar

no sé articular las letras que lo conforman

realmente no sé las letras

la memoria flaquea en el huerto

de Melibea. Añoro esa tarde

contigo, aunque estás no es lo mismo

ya no es esa tarde, ya las tardes se oscurecen

de pronto sin poder disfrutar de las puestas de sol

se pasa del día a la noche

como mis recuerdos

pasan de la luz a la oscuridad

más que oscuridad

es vacío

es nada

es lugar pero sin gente,

y si no están los que habitaron

ese momento, el momento

queda en nada, sin vida y es

como si no hubiesen vivido, el lugar

se me vuelve Comala y yo empiezo a tener

miedo de no recordar…

 

 

 

.     **En el huerto se deja llevar y se pierde y surge la carencia del presente, como en la canción de Silvio, con su corazón en fuga herido de duda de amor.

“Quién fuera“

Silvio Rodriguez - Silvio

.     ** Publicado originalmente 20 de Febrero de 2015. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Colección de fotografías

14 Sábado Dic 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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Aute, colecionar, Entre amigos, Fotografías, Música, Queda la música, Recuerdos

Siempre me gustaron las fotografías, mirarlas y coleccionarlas, sobre todo esas que el objetivo descubrió a alguien absorto en algo que queda fuera de la visión del que observa la fotografía. Me gusta vagar con la imaginación intentado saber que era aquello que yo no alcanzo a ver y que deja al protagonista de la foto obnubilado o sorprendido o afligido, me dejo ir intentando saber qué pensaba el que allí observa, especulando si yo pensaría lo mismo, si me hubiese quedado también así, pasmado o extrañado o entristecido como el que allí se muestra, con una mirada fija, turbada en unos casos o de desconcierto en otros, y siempre con total abstracción de lo que le rodea en ese instante. A veces he apreciado admiración en el protagonista, esa admiración que no suelo sentir por nada y en cierta manera me genera algo de envidia cuando veo ese halo de fascinación en el rostro del protagonista central de la imagen, aunque realmente el protagonismo central lo tiene lo que sucede al margen de lo que vemos, y que solo el que mira disfruta o sufre o queda fascinado por ello. Quizá lo que está fuera del foco de atención del fotógrafo sea lo importante pero para el fotógrafo en ese instante lo importante es la reacción de los asistentes, lo que crea interés pierde interés para el que está detrás de la cámara tornándose interesante lo que a otros les pasa desapercibido o no les interesa o les importa poco, como puede ser la reacción de los correligionarios ante lo que acontece, el fotógrafo se centra en el público intentando captar el alma de lo que sucede en ese momento, y en ocasiones lo logra sin ser del todo consciente de ello, y como un ladrón se agazapa y se embosca, para ser testigo sin ser visto o delatado para que no se finja entusiasmo o pena o alegría desmesurada, como a veces pasa cuando uno es consciente que se le graba o se le capta con una cámara, apartando la naturalidad del momento y forzando la pose, dejando que la situación pierda espontaneidad y credibilidad. Son esas contadas ocasiones en las que el fotógrafo se quedó con el alma de esa mirada en las que la fotografía que se observa transmite todo lo que allí sucedía, las que siempre busco para mí colección. En ellas se percibe toda la tragedia o celebración o asombro y podemos fantasear con suma facilidad sobre lo que sentía la persona fotografiada e incluso sin ningún dato que nos lo descifre nos podemos aventurar a crear argumentos alrededor de ese personaje central; qué hacía allí, porqué esa mirada limpia o sucia, porqué esa mueca en su cara, y a su vez fantaseando el motivo de su asombro u horror, o si esa cara de admiración era debido a un truco de magia o a estar frente a una celebridad del momento. Me gusta incluir en la colección algunas fotos familiares que tengan esa magia que me atrae, incluidas unas pocas en las que yo he sido protagonista, de muy niño, de cuando no tenemos recuerdos y la mirada a la fotografía nos evoca un supuesto de lo que fue o sucedió más que una realidad recordada y traída al presente por lo que vemos. Sobre todo aquellas en las que no se posa, en las que se capta el momento un poco al margen de la conciencia del grupo familiar y de los que viven ese instante, en la que yo no miro a la cámara, e intento recordar que evento fue aquel y vislumbrar en mí lo que miro y busco otras veces en otros extraños, saber que sentí, porqué de ese gesto o esa sonrisa, o esas lágrimas o ese estado taciturno, porqué estoy allí apartado a un lado en algunas ocasiones alejado del grupo y que quién hizo la foto quiso dejar constancia apartando el objetivo del centro de la celebración en la que probablemente estuviésemos inmersos, y me veo como otro que no soy yo o al menos ahora no me siento aquel, lógico al no haber recuerdos, saber que hubo alrededor de aquel instante y bucear por tu infancia es un juego a veces duro. Igual, dentro de la colección hay cabida para algunas, muy pocas, de amigos, unos que aún lo son y otros que fueron intensos en un periodo de tiempo y luego pasajeros y se difuminaron en el contacto y la memoria como esas fotos muy antiguas que van palideciendo. Cómo no, inevitable que entre la colección persistan las de ellas, también escasas, las que tocaron el corazón, siempre en foto robada en donde siempre se es sincero en el gesto y la pose y la mirada, aunque luego con los años mirando esas fotografías ya no nos reconozcamos ni las reconozcamos en ese gesto y esa pose y ese sentimiento.

 

 

 

.     *Aute nos pone la música al relato, a ese instante que dejó la fotografía y en el que ya no nos reconocemos.

“Queda la música“

.     ** Publicado originalmente 4 de Diciembre de 2017. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Lo mal que nos comunicamos

21 Jueves Nov 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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anuncios, comunicación, descanso, lenguaje, Los Rodríguez, Música, palabras, Palabras mas palabras menos, publicidad, Recuerdos, Ruptura

Llego a casa cansado físicamente, pero sobre todo mentalmente, bregar a diario con las palabras es agotador, todo el día decidiendo e interpretando y gestionando las expresiones de otros; que hablan, escriben y cuentan cada vez peor o de manera más críptica, no ya con su intencionalidad si no por la falta de destreza con el idioma, con el lenguaje, y no hablo de hacerlo con errores gramaticales o sintácticos, si no por la elección de conceptos y palabras equivocadas en un intento de mostrar nítidas sus opiniones, pero no consiguiéndolo, y contrariamente creando una nebulosa por la que adentrarse en busca de algo que aprovechar, algo con sentido lógico, es toda una aventura. Hay gente que cuando se comunica con nosotros debería darnos un anexo explicativo para que su mensaje lo podamos entender. Muy alejados ellos del dardo en la palabra que decía Lázaro Carreter. Y el cansancio se hace mayor cuando has de convencer a un tercero de que lo que está leyendo no es con el sentido que a él le llega o él interpreta, si no con otro que no se ajusta a lo que se ha preguntado o de lo que se está hablando, o que lo dicho va en otra dirección a la que esos vocablos nos podrían llevar en una primera impresión por su falaz utilización y que tan lejanas quedan de su finalidad real. También he de reconocer que a veces nuestras preguntas son demasiado ambiguas o no están del todo bien redactadas.

Me descalzo, es una delicia liberar los pies de la opresión sufrida todo el día, me pongo ropa cómoda de la que tengo para estar por casa, sólo con estos dos gestos parece que uno ya empieza a revitalizarse, a tomar fuerzas, el proceso físico de recuperación ya está en marcha, ahora queda el dejarse caer en el sillón y que la mente se una a ese proceso de relajación. Antes, cojo una cerveza del frigorífico y la vierto en un vaso que también mantengo dentro de la nevera. Según la estoy echando ya casi la saboreo, como en esos anuncios que al caer la cerveza se forma la espuma y se te hace la boca agua deseando tener una cerca para beberla; en este caso ese sueño se va a cumplir ya mismo, y además sin la necesidad de irme a una isla o una cala y pasármelo “superdivertido” ligando o quizás en un concierto, todo muy hípster.  Se dará cuenta esa gente que esta idea publicitaria ya está agotada.

Me siento en mi sillón preferido, es preferido por que no hay otro, pero me gusta darle ese protagonismo, “Mi sillón”, una tonta extravagancia. Me quedo ahí unos segundos callado escuchando el silencio, respiro hondo, doy un sorbo de mi cerveza y abro un libro, aunque esto parezca contrario al descanso necesario, si llego como he dicho, con la cabeza atiborrada de palabras-; pero éstas lúcidas, por una vez en el día, me ayudan a desintoxicarme. Pero hay días, en los que esas palabras escritas no entran en mi cabeza ocupada sin darme cuenta en buscarte, buscar alrededor de la estancia entre los muebles que los dos decidimos colocar en ese o aquel rincón, buscarte en las paredes en donde aún cuelgan los cuadros que elegimos en nuestros viajes. Es imposible encontrarte pero es difícil no verte en cada mirada a mí alrededor, todo eres tú, todo es tuyo y mío, aunque ahora sólo es mío. Quizás yo tan embebido en mis palabras laborales no dejaba ninguna para las cuestiones domésticas, quizás llegaba tan desgastado que no me salían las necesarias para poder comunicarme, quizás como esos textos que leo en el trabajo y no dicen lo que deberían decir, yo tampoco supe expresarme ante tus interrogantes, ante las preguntas de tus ojos que quizás no miraba tanto como hubiese sido necesario. No supe interpretar tus gestos, ni interpretar tus frases, ni ese; – no pasa nada, y mis palabras ante ello no eran réplica coherente para discernir que algo nos pasabas, por supuesto no supe darme cuenta de que mi discurso era una entelequia indescifrable para ti y para lo nuestro y quizás te cansaste como yo de darle vueltas y sentido a mi decir fuera y alejado de lo que tú querías y necesitabas oír. Me fijo en la pantalla bien grande de la nueva televisión, aquella que compramos no hace tanto en la que queríamos ver películas de amor, bien pegados los dos en el sofá. Y recuerdo cómo te reías de mi cuando veías que las lágrimas humedecían mis ojos y tragaba saliva cuando la peli era sensiblera o con un duro embate para el devenir de los personajes, y cómo en esos casos me abrazabas y me decías; – Amor, si es que eres muy sensible. Veo mi propio reflejo en la negra pantalla que se me ofrece como un oscuro espejo, hago una mueca y me digo que la sensibilidad no es un aval para que te quieran por siempre.

Necesito seguir sacudiéndome el cansancio y ahora también tu imagen, y enciendo el televisor. Me dejo llevar sin mucha atención por los programas y publicidades que les acompañan y les dan de comer.  Y es ahí donde vuelvo a sufrir otro revolcón comunicativo de los que estaba consiguiendo desembarazarme con metódica dedicación. Ante mí, una batería de anuncios, intentando seducirme para que sea un consumidor de su producto o marca, o al menos que lo tenga en cuenta si surge la necesidad de ello o más aún, algunos osados intentan que sin esa necesidad en mi vida yo me la cree bajo el influjo de su sugestión, y he de reconocer que algunos lo consiguen.  Lo hacen de mil maneras diferentes, de lo racional a lo irracional, de lo tradicional a lo más vanguardista, del reclamo con aires del pasado que ahora dicen “Vintage” a la utilización de la tecnología más futurista. Y en esa amalgama de imágenes e ideas y formas de comunicar, surgen los que nos dan un bofetón, y te quedas noqueado, pero no por lo positivo, sino porque dos segundos después de acabar el anuncio dices:

-¿Qué me han querido decir? ¿Qué se ha fumado el creativo? ¿Cómo ha conseguido colar este anuncio a esa empresa?

En otros casos dices; -Qué bonito, pero no me he enterado de nada. Estos son resultado de muchos artificios visuales, llamativos la mayoría de ellos, pero que no llegas a entender que han querido decir. Por ejemplo; una especie de náufrago recorriendo un trasatlántico. Todo muy visual y con ritmo siguiendo la línea de sus buenas campañas anteriores, pero, esta vez  ¿qué me han querido contar? ¿Qué me haga un crucero? Normalmente sus anuncios aunque algo surrealistas contaban una historia más o menos “seguible” o entendible, pero en esta ocasión me perdí.

Y pienso otra vez, como antes con la gente que se expresa mal, que algunos anuncios nos deberían llegar con un anexo explicativo para poder entender esa deriva creativa.

La intención de diferenciarse llega a hacer que algunos anuncios sean descabellados y que en vez de beneficiar a la marca sólo se convierta en un absurdo despilfarro, que si bien no llega perjudicar a la marca sí posiciona mentalmente a la marca en un área del cerebro del usuario que quizás no sea el idóneo, y sin duda sí que es un derroche de dinero sin retorno. Aunque es evidente que en algunos casos lo que se intenta solamente es notoriedad, llamar la atención, buscar esa “viralidad” tan de moda, que es tan fugaz como intrascendente la mayoría de las veces, que convierte ciertas campañas publicitarias en algo ridículo. Esto como en todo va por modas; recuerdo la moda de las canciones y bailes en los anuncios como si fuesen musicales, y como a una marca le dio resultado, muchas se lanzaron en busca del mismo maná, fracasando o cansando al personal por insistentes y pesados con una fórmula que ya no resultaba original. Algo parecido pasó en la época de los anuncios surrealistas de los Hipermercados que también la alargaron en el tiempo en exceso siendo unos cansinos y perdiendo toda la gracia inicial. Muchas veces los publicistas se ahogan en su propio éxito intentando agotar hasta la saciedad una línea publicitaria o peor aún trasladar una idea que tuvo éxito con un producto a otros muy diferentes como si lo que funciona para un mercado pudiese hacerlo para cualquier otro. Y ya no hablemos del responsable de la publicidad de una compañía que llama a la empresa del creativo de turno y les dice; – Quiero que me hagáis lo que habéis hecho para esa marca.

Y en estas estoy medio aturullado otra vez como en el trabajo con mensajes absurdos y confusos; viendo perros que rastrean, gente que es golpeada por una mano gigante, un tipo recibiendo bofetadas en la cara, mensajes poco cívicos, como el de llevar un perro suelto en el asiento delantero del coche, y los que más me asquean de responsabilidad social corporativa. Cuando llega el unicornio rosa ya no me queda otra que apagar el televisor si no quiero caer otra vez en el agotamiento y perder el poco equilibrio mental que me queda. Todo queda en silencio, muy en silencio, ya no estas para enredarnos con las palabras y hablar de la mala publicidad, no estas para que compartamos esas dudas sobre lo que nos han querido decir esos anuncios tan raros y absurdos, ni alabar en algunos pocos casos los buenos que a veces nos hacían reír.

 

 

 

.     *Como en la publicidad que no da bien su mensaje evitando con ello la fidelización del cliente, en cualquier campo de la vida, una mala comunicación nos lleva a que no nos entendamos por exceso de palabras o por defecto de ellas, y en la pareja esto se acentúa y todo acaba por lo mal que nos comunicamos. Al final todo son palabras más, palabras menos, como nos cantan Los Rodríguez.

“Palabras más, palabras menos“

Los Rodriguez - palabras-mas-palabras-menos

.     **Publicado originalmente 27 de Noviembre de 2014. Hoy recibe una segunda oportunidad.

El hotel, no era un dulce hotel

14 Jueves Nov 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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amor, canciones, cassettes, desamor, Hotel dulce hotel, magnetofón, Música, Que se llama Soledad, Recuerdos, Sabina, Soledad

Me desangro por los recuerdos cada vez que por azar escucho aquellas canciones oídas hasta la saciedad en mi cuarto, en la penumbra del mediodía o en la aburrida y ociosa tarde de verano o en la oscuridad insomne de la noche, a solas, dando una y otra vez la vuelta a la cinta en ese cacharro que llamábamos magnetofón, aquel “Hotel, dulce hotel” que tan melancólico me ponía con algunas de sus canciones, sonando una y otra vez. Reviviendo y haciendo mío lo que cantaba Sabina. Yo también me sentía así, como él decía en cada una de sus comparaciones, -incluida esa rima algo absurda del torero tras el telón de acero- , y cada vez que el repetía en su canción; “Así estoy yo, así estoy yo, sin ti”, yo lo aseveraba y repetía como una letanía. Y al son de otra canción, me imaginaba que tendríamos amor eterno, pero que también temía durase lo que dura un corto invierno y que tú volases, como poco a poco veía que se hacía realidad. Nunca hubo nada, sólo conversación, miradas, risas y deseo, un deseo tan contenido, y tan contenido de vergüenza que ahogaba y que finalmente ahogó o mejor dicho no llegó a ahogar, eso hubiese sido que respirábamos vida conjunta y la verdad es que no la llegamos a respirar. La duda e inseguridad lo que hizo es evitar que en ese aire hubiese oxigeno que pudiésemos inhalar, con lo que allí realmente entre los dos nunca hubo vida que ahogar. Y aunque yo no me daba cuenta de que no había oxígeno, si era consciente de que no había besos, ansiados besos, pero incluso así, sentía la letra de “Los besos de judas” como una certeza de lo que estaba pasando; me daba cuerda y de pronto un tirón, y sentía que lo nuestro era jugar al gato y el ratón, y cuando yo más le buscaba y me mostraba, ella más se escondía y me esquivaba. No era “Mónica” como él cantaba pero lo era con otro nombre suspirado entre las paredes de mi habitación, y en las escaleras en donde hacía guardia con la esperanza de verla y que desapareciese esa indecisión, que a mí me paralizaba y que creía que a ella le dominaba, pero que en el fondo no era indecisión era un cierre de puerta y en el umbral me había quedado yo. Saltaba las canciones que menos me gustaban y volvía una y otras vez a las letras que más arrugaban mi corazón, era lo único que me arrullaba y me dormitaba el desvelo, la angustia y la soledad; esa amante inoportuna. Y cuando sonaba esa melodía, ya el aire era irrespirable por la densa melancolía. Los meses pasaban y ese estado y sentimiento no cambiaba, era aún peor; -ella desaparecida por completo-, por lo que las frases se tornaban más reales y me sentía más identificado con esa canción; “Que se llama soledad”, y cuando la nostalgia de momentos juntos me atacaba, salía a mandarle un mensaje en una botella que primero tenía que vaciar, y después, claro, no era capaz de mandar el mensaje, y de tanto no hacer y esperar desesperé y no hubo otra opción que llegar a los “Cuernos”; que tontería decir cuernos cuando no hay relación, pero así lo sentía, cuando buscaba los brazos y senos de otras, los labios dulces que se dejaban besar, como besaba los suyos cada noche, con la banda sonora del cassette de fondo y rumiando alguna imagen suya del día o de otros días si ese no la había conseguido ver.

Aquel hotel empezó a dejar de ser dulce para parecerme más que amargo, incluso hubo un tiempo que casi lo aborrecía, pero con el paso de los años cesó tal amargura y su sabor ha quedado en agridulce, porque cada vez que vuelvo a ellas, a esas canciones, o me siento sorprendido por ellas, totalmente desprevenido, llega abrumador su recuerdo; entonces, dulcemente la amo y agriamente la detesto a partes iguales, dulcemente la deseo y agriamente me detesto.

 

 

 

.     *En ese develo, atormentado por la incomprensión, cuando nuestra amante no es quién quisiéramos y sí otra inoportuna que es la soledad, toma más fuerza esta canción de Sabina.

“Que se llama soledad“

Sabina - Hotel_Dulce hotel

.     ** Publicado originalmente 24 de Septiembre de 2014. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Cómo será la huella

12 Martes Nov 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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Afectos, Aute, Huellas, Música, Me va la vida en ello, Mira que eres canalla aute, Mujeres, Parejas, Pasado, Recuerdos, relaciones, Silvio Rodríguez

-Hay veces que me desvelo y pienso en ti, y en mí, y en aquellos momentos, en aquellos años, y me pregunto si tú pensarás alguna vez en mí, o soy tan pasado que ni por un segundo soy presente en tu pensamiento. Puede que en tu cabeza esté tan enterrado en vida que no sea ya, aun viviendo-.

Unas veces es una y otras veces es otra la que aparece en ese desvelo, y me pregunto qué será de cada una de las que acompañaron algún instante de mi vida, unas por unas horas, por un día, otras por varios, algunas por unas semanas, las menos por algunos meses, pero todas y cada una de ellas siguen ahí, vivas, no enterradas en vida, aún respiran dentro de mí, y me pregunto si yo vivo en ellas, si respiro en otros cuerpos, o si alguna vez levemente, surjo como sombra de un pasado, o si por el contrario escribieron mi nombre y me borraron como en aquel relato de By y ya no soy, y mi nombre se les desvaneció y con él mi imagen, lo vivido y lo compartido, poco o mucho, quedando en nada. Cada una moldeó un poquito de mí, tanto de las que salí huyendo o aparté o me aparté como de las que desertaron o decidieron otro camino. Me pregunto si cuando ellas hacen bagaje, o echan la vista atrás o miran pretéritamente su vida aunque sea por un segundo, seré uno de los actores que recobran vida o por el contrario no aparezco en escena, ni con una simple frase, ni como secundario, o más aún ni siquiera formo parte de los títulos de crédito. O quizás en algún caso tomo protagonismo y surgen sentimientos hacia mi imagen, unas veces afectuosos y otras de desprecio y odio o resentimiento, algunas otras de indiferencia, supongo que esto último la mayoría de las veces llegado el caso de ese protagonismo ilusionante a la vez que iluso. Uno quisiera que siempre fuese su paso por la vida de otros agradable y amable y no lacerante e hiriente, y ser visto con los ojos del cariño y no con la mirada del rencor y la antipatía. Y sea en un sentido u otro; el afable y benigno o el dañino y desfavorable, el ego empuja a querer conocer el impacto sobre otros y creer que no ha pasado desapercibido para esa gente, que algo dejó en la vida de ellos y más de ellas, claro. Me gustaría saber si dejé huella; profunda o liviana, pero al menos huella, porque ellas, unas y otras sí que la dejaron. Y sin querer evocarlas surgen inesperadas en ocasiones, como en esos desvelos que cada vez aparecen más cotidianos. Todas están dentro de mí, forman parte de mí, aunque algunas de esas huellas son algo más difíciles de rastrear puesto que su paso fue tan veloz que casi ni posaron en su fugacidad, -como esos animales que al correr casi no apoyan sobre la superficie que pisan-. Pero sin gran esfuerzo las encuentro, y aparecen claras y evidentes y me hacen ver a aquella que la dejó y aquel momento que fue. Siempre evitando amarrarme, sé que no me porte bien algunas veces, y que muchas de ellas no nos acompañamos más que en un breve naufragio, a veces mutuamente decidido otras producto de mi escapada y huida, en mi afán de no quedar anclado, por mi deseo de no perderme otros labios y otros cuerpos, por pensar que lo que estaba acaeciendo no era amor definitivo si no sólo deseo, y había tanto deseo alrededor, que uno actuaba pensando que siempre había y habría alguien más con quién disfrutar y que ella, la de ese momento, evitaría que conociese a otras en espera de que llegase la definitiva, aunque realmente dudando de que la hubiese y quizás en el fondo no queriendo que apareciese, convenciéndome de que cada una de ellas, de las que aparecían no era la idónea y plena, engañado por el pecado de juventud  que empujaba  a pensar que podría pasarme la vida de flor en flor con mi libertad intacta, en búsqueda eterna. En esta senectud que va llegando, rememoro esos brazos y esos abrazos y esos besos dados y los no dados que dolientes quedaron y merodean sobre esas huellas, todas encontradas, ninguna sin referencia clara, por mi cuerpo por mi mente por mi alma. Las difusas y las nítidas, las suavemente marcadas y las profundas, las que sajaron y dejaron herida y las dulces que acariciaron.

Y en el insomnio, cuando aparece el recuerdo y vago por él para ir siguiendo los pasos dejados por esa huella, acechante durante el rastreo surge la duda sobre lo apropiado o errado de ese instante, -absurdamente, pues no hay remedio para bien o para mal-. En ese vagar, rememorando el momento que dejó esa huella, a veces me distrae una nueva y me aparta del rastro que me trajo el desvelo y me lleva por otro camino, haciéndome tomar conciencia de que unas y otras huellas se solapan e incluso que sus dueñas cohabitaron, y aparece la pregunta; ¿Cómo sería todo, si hubiese sucedido de otra manera?, y emergen más las equivocaciones que los aciertos, los ahora no haría esto o hubiese debido de actuar de otra manera o que gran error fue decir o hacer, o más aún no hacer no decir, y en estas divagaciones ridículas me envuelvo y acuno para ir mortecinamente entrando en el sueño por el ensueño del pasado, y brumosas flotan las preguntas. ¿Y en ellas? ¿Quedó rastro o rasgo alguno de mi presencia en sus vidas? ¿Se acordarán cuando miran atrás de que estuve allí a su lado? ¿Cómo será, -si la hubo-, esa huella?

 

 

 

.     *Lo dice Aute interpretado por Silvio; vivir era vértigo y no una carrera. Y como a él, a veces, nos va la vida en saber lo que hemos significado para otros y dar sentido a lo vivido, y no pensar que todo ha sido naufragio por malentender el verbo amar.12

“Me va la vida en ello“

Luis_Eduardo_Aute_-_Mira_Que_Eres_Canalla_Aute-front

.     ** Publicado originalmente 2 de Octubre de 2014. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Más que un verano volcado en una pulsera

05 Sábado Oct 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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afecto, amor, desafecto, hoy, India Martínez, lectura, Música, nostalgia, Otras verdades, pueblo, pulsera, Recuerdos, Verano

Me hiciste recordar de pronto aquellas vacaciones que pasé en el pueblo en donde vivía mi tía, y a la hora de la siesta, cuando el calor tórrido invitaba a buscar el frescor  y la sombra de la casa, yo salía en busca de esa sombra fuera de ella, frente a la era, cerca de la carretera, en donde la encontraba bajo el edificio del “transformador” y los árboles que le rodeaban. Allí, en soledad, con mi libro “La sombra del ciprés es alargada” en la mano, me llegaba el aroma del cereal recién cosechado y oía el silenció tan atronador que me dejaba embebido sin poder iniciar la lectura o interrumpiéndola, para poder deleitarme con ese aroma y ese silencio y ese paisaje calcinado por el sol, todo amarillo, reinante el ocre, y salpicado aquí y allá de verde al borde del tajo gris que se abría camino entre esos campos en dirección al siguiente pueblo. Solo, observar aquella quietud era reconfortante. A veces deseaba que apareciese alguien a interrumpir aquello, el propósito de estar allí era la lectura pero quizás más el encuentro con los amigos, y sobre todo el deseo de que alguna de las chicas llegase, algo que sabía muy improbable a aquellas horas, puesto que las madres y padres, como bien sabes, no os permitían salir hasta mucho más tarde, a la hora del paseo. En otros ratos, deseaba que nadie interrumpiese esos instantes de mirada errante y amada soledad, lacónico en la espera, que sabía que sería larga e infructuosa. Incluso me molestaba que llegase quién no quería que lo hiciese, -aun siendo un buen amigo-, al menos hasta más tarde, hasta haber disfrutado de la leve brisa que acariciaba inconstante mi rostro, y mecía y agitaba a ráfagas las hojas de los árboles levantando un sonido de rasgueo, ese que rompe y aja el callado silencio, y se lleva brevemente el calor seco de mi cara y mis ojos que más los siento en el horizonte que cercanos a las letras del libro que no leo, pero evoco por estar allí en ellas al señor Lesmes y ese invierno frío de Ávila que contrasta con este verano tan caluroso en tierras de la Alcarria. Pasados esos minutos deseaba la llegada de algo que me distrajese o de alguien, ahora sí, que me sacudiese la melancolía y la soledad, esa constante que sentía. La tristeza y pesadumbre que me provocaba mi vida, una pesada carga que teñía de gris todo mi futuro. Quizá no supe ser feliz en aquella época aunque tan bien me lo pasaba. Quizá fueron las lecturas encadenadas que hice en esos años las que resultaron ser demoledoras para mi pensamiento en ese momento y para el de futuro, o quizá llegaron a mí esas lecturas seguidas por que yo ya era así. Los libros le llegan a uno en un orden arbitrario y no sabes muy bien que curiosa casualidad te lleva de uno a otro.

Me hiciste recordar tu extremada delgadez de ese verano, tu pelo lacio y piel morena; cierro los ojos y te recuerdo muy morena de tez, ojos oscuros y boca de labios finos, tan acorde con tu rostro delgado y anguloso, de pómulos dominantes, una cara que te mostraba sería y distante, pero que rápido era desmentida por esa sonrisa amplia que te mostraba tan guapa ante mis ojos, -esa, que acabo de rescatar para ponerle nombre-. Me hiciste recordar esa pulsera tuya que me quedé casi sin quererlo, y tuve muchos años guardada en un armario pero a la vista, siempre estuviste muy presente, yo siempre soñador. No sé muy bien a que fue debido que llegase a mis manos, si me la diste en prenda, ya cercano el final del verano en algún inocente juego nocturno, y después no tuve momento de devolvértela puesto que precipitadamente abandonaste el pueblo, y ya no te volví a ver. Creo recordar que algún familiar repentinamente enfermó gravemente, o ya enfermo el desenlace final se aceleró y tuvisteis que marchar para poder despediros y acompañarle en sus últimos momentos y si no a él por llegar tarde, a los familiares más cercanos y dolientes por la situación inesperada o quizás esperada hace tiempo pero igual de dolorosa, no lo sé con certeza. El asunto hizo que se acortasen tus vacaciones, ya quedaban menos de dos semanas para la llegada de septiembre y tus padres decidieron no volver, quizás como duelo por el deceso que hace que nos incomode a veces seguir con nuestra vida en seguida y parece que se guarda más respecto y mejor la memoria si nos evitamos la diversión y felicidad, por eso nos fastidia tanto una muerte en los momentos vacacionales, nos decimos; vaya fastidio, por qué en este momento, por qué no antes o después y no ahora que arruina mis días de descanso y de ruptura con lo rutinario y de merecidas vacaciones y en cambio me somete al encierro y negación del disfrute, para no poner en duda mi afecto hacia el que ya no estará nunca más entre nosotros.

Te quedaste allí, congelada en unos días de mi pasado, de un verano, sólo un verano, menos que un verano. Sin un beso que recordar, sólo mi deseo y mi amor ingenuo, sólo tu imagen, sólo tu pulsera durante tanto tiempo guardada pero que ya no tengo. Me deshice de ella cuando esa presencia a la vista podía ponerme en apuros teniendo que dar explicaciones que no me apetecía dar, y queriendo evitar los celos tuve que renunciar a su posesión, y fue como renunciar a ti, no creas que no me costó, aunque pensándolo fríamente era absurdo todo, tanto guardarla como no querer dar explicaciones a un nuevo amor sobre una alhaja que sólo era algo importante para mí por la carga emocional que yo le había dado, por todo el afecto que había volcado en ella, y por no enterrar un verano, que para mí no había sido un verano más, pero al final para no incomodar y no incomodarme volatilicé lo material de ese tiempo, aunque quedó lo intangible. Ahora vuelve a hacerse material aquel verano contigo delante, con tu presencia, con tus besos en mi mejilla, con el roce de mis labios en las tuyas, con mi mano tocando tu cintura en ese acto. No eres la misma, tu cuerpo y tu rostro han cambiado, por eso me ha costado reconocerte, aunque tus ojos negros siguen destellando y tu sonrisa lo inunda todo como antaño. Te toco, toco el pasado, ese que ya sólo estaba en la memoria, y me contengo el impulso de darte un abrazo, quisiera abrazarte, quisiera darte el abrazo que nunca te di. Tontamente hasta tu perfume me huele a verano, y me lleva a esos días. Me hiciste recordar un tiempo que me hizo feliz, aunque también fue un tiempo de muchas dudas y bastante tristeza rememorando esa felicidad estival, sin la posibilidad de recuperarla, sin ningún dato de tus señas; nadie me las supo dar, nadie las tenía, o eso me dijeron. Después de un par de días sin verte, me dieron la noticia de que ya no estabas en el pueblo, y que quizás volvieses el fin de semana, pero no hubo tal regreso, y se me torció el gesto y ya el final del verano se me volvió como acaban siempre los veranos, tormentosos. Todo se me cayó por tierra, mi intención de escribirte y luego poder verte ya en la ciudad se esfumaron. Yo creía que te gustaba, y tener tu pulsera como tesoro rehén cuya devolución me reclamabas desde día siguiente de yo poseerla, era mi baza para poder verte y tontear un poco más y antes de que acabase el verano pedirte tu dirección, justo antes del acontecimiento nefasto del familiar que lo transmutó todo y que ensombreció mis planes evitando ese encuentro y esa petición. De repente aquella pulsera se convirtió en toda mi esperanza, tenía la excusa perfecta para poder contactar contigo; devolvértela. Esa era la ocasión ideal para volver a verte otros días pero ya en la ciudad; días que no hubo. Como dije, nadie quiso facilitarme la manera de dar con tu dirección. Esa pulsera se fue cargando de ilusiones, ensueños, visiones y revisiones de días idealizados, de cándida juventud en la que nunca me atrevía a decir las cosas que sentía, siempre comedido, siempre correcto, siempre cauto… con miedo al fracaso y al rechazo. Y me pregunto, ahora que hacemos si ya no hay tiempo para enmendarlo, lo que no fue no será,  ya hay otras vidas que ocupan el lugar reservado en aquel verano, y hay otras causas y otros azares… pero… y te parecerá loco y atrevido… aunque sólo sea una vez, cómo me gustaría hacer lo que no hicimos aquel verano y recuperar todo este tiempo separados.

 

 

.     *Versionando a Gloria Estefan, India Martínez nos expresa con esta canción todo lo que nuestro protagonista ha sentido durante años, y lo que quisiera que sucediese hoy.

“Hoy“

India_Martinez-Otras_Verdades-Frontal

 

.     **NA: A Chelo, que con una foto y Machado de su mano me devolvió al pueblo y me hizo traer este relato.

 

.     ***NA: Publicado originalmente el 28 de Marzo de 2014. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Un reflejo en el azogue

13 Viernes Sep 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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añoranza, abandono, calles, casco viejo, comercio, Cristina Lliso, deseo, Esclarecidos, espejo, Música, paseo, Por amor al comercio, probadores, Recuerdos, ropa, Ruptura, sexo, Tiendas, tristeza

Ahora ya no puedo entrar en uno de ellos sin estremecerme un poco, sin cierta nostalgia, sin cierta tristeza, sin ese recuerdo asolador que me hace mirar el espejo y ver mi rostro tenso y algo ensimismado, retrotraído a otro lugar, a otros lugares que no son ese, pero que pudieron serlo, incluso dudo si ese mismo alguna vez no lo fue, aunque no es seguro, quizás fue otro de la misma “cadena”. Cuando así sucede, cuando son de una misma cadena,- ya casi no hay que no lo sean-, no se sabe si se está en una u otra, la de una calle o la de otra, todas son casi exactas por completo, hasta las perfuman con el mismo aroma para que sepas que estás en una de ellas, dando igual, incluso la situación geográfica. Cuando aparto la cortina y luego la corro o cierro la puerta, cuando la hay, y me giro, y frente a mi  queda el espejo, ya no me veo en ese momento, el espejo me devuelve la imagen de otro tiempo, cuando el deseo chisporroteaba en mis ojos y en sus ojos, y veía en él los nervios de la situación, del sexo furtivo, del orgasmo ahogado para no ser descubiertos. Veo en ese espejo su rostro tensarse, su mandíbula apretarse, y sus ojos cerrarse. Veo una figura detrás de mí, veo mis pechos libres del sujetador que me liberó, para acariciar mis senos, para sentir mis pezones endurecerse, como me suele pasar ahora cada vez que entro en uno de nuevo. Las prendas elegidas quedaban colgadas a la espera, mientras la ropa traída y desvestida era arrinconada, para vestirme con sus besos y sus caricias que abrigaban con un calor desmedido, y un rubor que quemaba tomaba mi piel blanca, y se licuaba mi entrepierna aun antes de tocarla, como ahora cada vez que lo pienso, cuando su mano descendía por mi vientre buscando mi vello, suave y recortado, acicalado para un dulce encuentro. Y yo, entre noes apagados y mentirosos, desmentidos por el deseo exacerbado, me apartaba y me giraba para no continuar con aquello, que era locura y peligro y miedo de ser descubiertos. Le pedía que me dejase probarme la ropa, que no era el momento, y él siempre decía; -No te preocupes, hay tiempo-. Entonces él, ante mi desnudez para probarme los ropajes, me cogía desde atrás y me abrazaba con todo su cuerpo. Yo no sentía su piel si no su ropa, menos allá abajo, en dónde ya percibía fuera su falo inhiesto, tan caliente como todo mi cuerpo. A veces caían sus los pantalones al suelo, otras solo su miembro quedaba del pantalón saliendo. Ya no le podía ver de frente ya solo le miraba a través del espejo, sus besos por mi cuello, sus manos acariciando mi sexo, mi húmedo sexo, que ya manchaba hace rato el tanga, con los flujos de mi deseo. No podía negarme a nada, el temblor recorría todo mi cuerpo, trémulo por las ansias de sentirle más pronto que tarde dentro. Veía como mi cuerpo se doblaba hacia adelante, en busca de esa imagen proyectada en el azogue, y mis nalgas buscaban impávidas su movimiento pélvico, cerraba los ojos y ya dejaba de ver su imagen para imaginármela embistiendo, con bravos movimientos, sin pausa ni mucho alarde técnico, deseando que durase hasta el último momento, que no se derramase antes de tiempo, que su sexo siguiese duro, bien entrando y saliendo. Acelerados por el riesgo, en vez de bloquearnos, lo que hacía es que esa excitación nos llevaba a culminar desaforadamente en un breve espacio de tiempo, pero ampliamente satisfactorio, llegando a un orgasmo simultáneo, terminando con las respiraciones sin resuello, acalladas para no delatarnos del acto clandestino. Reconozco que muchas veces en su compañía busqué ir de tiendas sin necesidad, o dando un paseo, decidía entrar en algún comercio, sólo para buscar ese encuentro, siempre deseosa de que él se lanzase a ello, o si no lo hacía yo le provocaba el deseo. Ahora ya no está, desapareció de mi lado. A veces creo que hace una eternidad de su marcha, otras veces creo que fue ayer mismo, cuando sus recuerdos son tan presentes que es impensable que fuesen de hace muchos días o semanas o meses. Pasado este tiempo y sin quererlo, correr la cortina y mirar al espejo es estremecerme por dentro, y en algunas ocasiones con la cabeza en ese otro tiempo, fluye mi pensamiento y miro por encima del hombro esperando ver su cuerpo, y creo que lo veo y no puedo evitar llevar mi mano a mi sexo, y acariciarlo y sentir mis dedos como sus dedos, buscando mi clítoris como en aquellos silencios de labios mordidos, de turbación por lo furtivo, y avanzo y sigo hasta llegar al último suspiro, y me vuelvo a mirar en el espejo que he evitado para creer que era aquello, aunque no me engaño y sé que era ficticio y falso ese momento. Le echo de menos, como en casa, como en el parque o en el paseo de domingo después del largo aperitivo que nos llevaba algo beodos y aturdidos por el alcohol a vagar por el casco viejo. Calles, que me pregunto si recorrerá con otra. Me pregunto si se habrá olvidado ya de que existo, o al contrario, también él, al ir de tiendas recordará esos instantes de manos ávidas y besos lúbricos, de excéntrico y algo demente comportamiento, más propio de jóvenes, que ya no lo éramos. Anhelo sus delicadas manos, de suaves caricias y su forma de tocarme; nadie lo ha hecho como él. Añoro su mirada limpia y directa tan chispeante siempre sin necesidad del reflejo, y algún domingo tras un largo aperitivo, algo tomada, recorro las calles del centro, y casi sin darme cuenta busco sentir y encontrar de nuevo todo ello al descorrer la cortina y ponerme frente al espejo.

 

 

 

 

.     *Hay lugares con espejos traicioneros que nos devuelven la imagen y el recuerdo de un comercio de caricias que desaparecieron, como nos cantan Esclarecidos.

“Por amor al comercio“

esclarecidos - poramoralcomercio87

.     **NA: Publicado originalmente el 25 de Febrero de 2014. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Palabras incómodamente complejas

05 Jueves Sep 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 50 comentarios

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Alegría de vivir, amor, Felicidad, feliz, Música, palabras, Quién no corre vuela, Ray Heredia, Recuerdos, viajar, viajes

Hay palabras que tontamente les he dado un significado, quizás mayor y más etéreo de lo que en realidad tienen en sus acepciones del diccionario. Quiero decir que las palabras son sólo eso, palabras, pero cada uno las viste con unas solemnidades diferentes, y en mi caso hay palabras que están rodeadas de un halo especial que me obliga a usarlas con mucho cuidado y mimo, a tenerlas apartadas de mis labios, ya lo sabes tú, y de tan evitadas, en algún caso incluso, cuando hube de vocalizarlas salieron trastabilladas de mi boca, casi tartamudeadas por el pudor que me da o daba decirlas en esos momentos, por sentirlas falsas o incompletas o no acertadas para designar lo que de verdad sentía. Esas palabras como; amor, te quiero, querer, felicidad, feliz, amigo. Dar tanta importancia a la palabra dicha, seguramente es una obstinación absurda por mi parte, un intento de decir con la mejor palabra de manera certera lo que se quiere expresar y lo que se siente. Se gasta el lenguaje y pierde valor cuando se usa de manera vacua, sin el sentir, sin llenarla de verdad y utilizándolas meramente para decirlas sin ser sentidas. Por ejemplo feliz, es una palabra que podría ser muy fácil de usar, el diccionario dice: “Estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien. Satisfacción, gusto, contento”. Por tanto, si estoy a gusto y contento, podría decir que soy feliz, al aparecer cómo sinónimos, pero para mí feliz tiene un escalón superior, feliz es una agrupación de cosas mucho más complejas que ese estar a gusto, estar a gusto es eso “estar a gusto”, disfrutando y contento. Sin embargo, yo lo siento más como un estado idealizado y casi místico, es decir casi imposible de conseguir, sería un compendio de muchas cosas unidas. Diferentes sentimientos y sensaciones que juntas se transformarían en esa palabra; -FELICIDAD. Como ves sería una acepción más compleja que la habitual y que la gente usa (como es normal) a la ligera. Y claro, con esa utopía metida en mi cabeza, me lleva a pensar que la felicidad no existe. Por eso no te contesté en ese momento.

Me hiciste mirar atrás, muy muy atrás con aquellas preguntas sobre los momentos de felicidad en la infancia y más tarde de adulto. Tuve que estar bastante tiempo escrutando por esos años que se me muestran muy poco nítidos, más partes son las borrosas que las que puedo reconocer con facilidad. Incluso hay algunas que creo que las reconozco no por mi recuerdo si no por lo que me han contado, contaminado ese recuerdo por lo que otros han dicho que sucedió o he visto en una fotografía y me han contado sobre ella, y en la que me distingo a duras penas. Y también tuve que pensar en cada uno de los días del hoy, a los que casi ni presto atención, y que suceden rápidos aún en su lenta rutina; la rutina siempre se me antoja lenta y aburrida, como lo triste, frente a lo alegre que parece pasar deprisa, mientras los momentos menos gratos se nos ralentizan una eternidad.

–  ¿Qué te hace feliz en el día a día?-, preguntabas.

–  ¿Cuál ha sido el momento o momentos más felices de la infancia y de adulto?-, continuabas, pidiendo algo más concreto por lo ya vivido, y no lo venidero o futurible o deseado, o lo inmediatamente pasado del día a día, como era la primera interpelación.

Ante tus preguntas, pensé en ese día a día de ahora y del pasado. Busqué en el ayer y en la actualidad algún estado de ánimo de; satisfacción, gusto, contento, para poder responder. Y no encontraba uno que sobresaliese más por encima de los otros. Pero me apliqué para cuando volviésemos a vernos y conversar sobre ello, y ser capaz de darte respuesta. Aunque tú insististe en que no era necesario darle muchas vueltas al asunto e incluso que podía olvidarlo, que era una pavada. Pero sabes de lo tremendo que soy y no pude tomármelo como juego infructuoso para pasar el rato.

Me estuve preguntando durante algunos días, -¿Qué me hace feliz en el día a día?-, y me costaba responder, no encontraba nada en el paso de los días cotidianos que me suponga una satisfacción para así destacarla sobre nada de lo que me depara la vida desde el despertar hasta el acostarme. Hace años, desde mi juventud o desde siempre podría decir, este mismo pensamiento, -ahora casi apartado-, me abrumaba y me rondaba la cabeza con la desazón y sentimiento de desventura por estar perdiéndome algo, por no encontrar en cada uno de los días algo que diese sentido a esa palabra; “Feliz”. Con los años relativicé todo y ya no siento ese peso, esa necesidad de buscar alrededor constantemente momentos de aventura o acción o sexo que sacudan el tedio y el aburrimiento de lo corriente. Por eso, después de cerciorarme que verdaderamente ya no estaba idiotizado por ese afán de juventud, me llegó la respuesta, que es algo sosa, muy prosaica, incluso quizá decepcionante para ti:

–No tener contratiempos; siempre me alteran-.

Esa fue mi conclusión final, como ves nada atractiva. Nada de lo que alardear y hacer público a bombo y platillo, ni gritar a los cuatro vientos, no un objetivo inalcanzable, sino algo muy fácil de conseguir, a primera vista.

Luego rastreé en el pasado como me pedías; -¿Cuál ha sido el momento o momentos más felices en la infancia y de adulto?-, e igual que antes, no acertaba con ello, por ese hecho de que no existieron tal cual, por mi concepto particular de la felicidad. Después de insistir en los vericuetos de mi memoria, hallé uno que podría servir como ejemplo de un momento que resalta de entre los demás; son sobrados los que se ajustan a esas acepciones de contento y satisfacción. Siendo bastante pequeño recuerdo bien un gol que metí, y tengo grabado en la cabeza ese instante de mi infancia, en la que tanto me gustaba jugar a fútbol. Y si todavía lo veo nítido es porque quizás en ese momento fui feliz. Que absurdo puede sonar esto, ¿verdad?

Respecto a adulto, no sabría decir uno solo, he tenido muchos compartiendo con la familia, con amigos, contigo mismo más que con nadie, pero bueno por ceñirme a algunos más concretos; siempre que he viajado, que viajo, y quizás podría acotarlo un poco más al primer viaje que hicimos juntos, fue un momento, el de viajar para conocer mundo, que de niño jamás imaginé que pudiese cumplir. Luego he sentido gran satisfacción y contento en otros muchos viajes, en casi todos diría, como al alcanzar Machu Pichu, o durante los paseos por la Habana Vieja, o al llegar a Lhasa y ver el Potala y transitar por él, y cómo no, al viajar por la India. Tendría que enumerar muchos momentos y lugares para dar cuenta de esos “instantes felices”, pero tan efímeros e imperfectos que no llenan mí concepto idealizado. Quizás puedes pensar por esto que te digo, que me falta y no encuentro la alegría de vivir, y no te lo puedo reprochar, a veces yo mismo reflexiono sobre ello. Sé que no te gusta cuando me pongo así.

 

Por fin me quedo callado, algo sombrío. Tú me dejas hablar y hablar y hablar, como tantas veces que estamos juntos y conversamos. Mientras yo divago, tú escuchas. En ese momento no me doy cuenta de que quizás te aburro con mi perorata, que muchas veces se hace repetitiva y  redundante, y es largo rato después cuando tu silencio resuena, y me hace caer en la cuenta, de que de nuevo estoy con el verbo suelto y fácil, y que quizás hace rato que sobre lo que elucubro dejó de interesante y aunque fuiste tú quién hizo la pregunta, a veces no ya hoy sino en otra ocasión y yo me la llevé como tarea para la siguiente vez, soy yo el que no mide la respuesta y va dando rodeos y hago elipses argumentales que me acercan y me alejan del tema central de la conversación que deja de ser conversación para convertirse en monólogo. Me doy cuenta que soy incorregible, y te lo hago saber y tu sonrisa, -que me desarma-,  ya me da el perdón a mis pecados y tu mano acercándose a la mía me dice que no hay nada que perdonar que te gusta oírme divagar. Y es cuando me doy cuenta que eso es la felicidad, ver y sentir tu mano sobre mi mano, ver esa sonrisa y saber que me escuchas y me miras, y yo estoy bien, “estoy a gusto” así, mirando esa sonrisa y esos ojos que me sonríen a la vez.

 

 

 

.     *Yo lo busco y no lo encuentro, mi manera de sentir… nos canta Ray Heredia, como a veces el protagonista del relato.

“Alegría de vivir”

Ray Heredia - quien-no-corre-vuela

**NA: A Bypils, que me provocó el relato que iba postergando.

.     **NA: Publicado originalmente el 11 de Marzo de 2014. Hoy recibe una segunda oportunidad.

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