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Archivos de etiqueta: amor

Me gusta cuando me hablas bajito

30 martes Nov 2021

Posted by albertodieguez in Música, Reflexiones, Relato

≈ 25 comentarios

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Albanta, amor, Aute, familia, Felicidad, hijo, juegos, Luis Eduardo Aute, padre, susurros

Me gusta cuando me hablas bajito, como en susurros, como si fuese un secreto lo que vas a decir y no debe llegar en voz alta a los oídos de cualquiera. Me fascina todo lo que haces y dices, que no sé muy bien de donde lo has sacado, supongo que lo aprendiste de nosotros en algunos casos y de la escuela en otros. Me gusta cuando me contestas con tu hilo de voz ese “vale” que me desarma, y también ese otro que dentro de unos años no me hará ninguna gracia, ese “vaaale” alargándolo como de hastío por lo que te digo y que a tus dos años y medio de edad ya te empezaba a salir como cansado por mi insistencia sobre lo que debes hacer o no, y tú accedes a ello con esa obediencia a ratos rebelde que tienes, con ánimo de fastidio unas veces y de juego la mayoría.

Me gusta cuando durante el juego te corrijo y te digo que eso no puede ser, y me dices qué sí puede ser, que estamos jugando, y en el juego eso sí puede suceder, dejándome claro que sabes en todo momento discernir el juego de la realidad con una madurez impropia de tu edad. Me gusta cuando después de haberte dado un buen golpe o tras romperse algún juguete o de haber hecho alguna pequeña trastada, me dices; -no pasa nada-. Y es verdad, no pasa nada.

Me gusta cuando me dices; – vamos a jugar a malos-, y me pides en bajito que me quite los zapatos para subirme a la cama contigo y así poder revolcarnos abrazados, yo dándote besos y rozándote la barba por el cuello y la cabeza porque te hace cosquillas y te da escalofríos, y tú intentando zafarte de mis brazos y de mis manos que también te hacen cosquillas por todo el cuerpo, pero en cuanto lo logras enseguida me buscas subiéndote encima, poniéndote de pie sobre mí pecho para que siga la pugna, y hacemos como que luchamos pero sin ninguna violencia, sólo besos y cosquillas y tu risa lo inunda todo, y buceo en ella y soy feliz porque te veo disfrutar, y aunque termino agotado creo que estás siendo feliz en ese momento, y eso ya lo es todo.

.     *Me gusta acompañarlo por su mundo, que bien podría ser esa Albanta de Aute.

«Albanta«

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.     **NA: Publicado originalmente el 23 de Enero de 2017. Hoy recibe una segunda oportunidad.

.     ***Al hijo.

Resquebrajado

29 lunes Nov 2021

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 21 comentarios

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alma, amor, BSO, Cavatina, desamparo, escalofrío, Frío, hijo, miradas, The deer hunter

Me parte el alma. Me parte el alma cuando se gira y desde allí con la puerta entornada, casi cerrada, de la mano de las monitoras y cuidadoras que lo acompañan en ese lapso de tiempo antes de que llegue la hora de clase me mira, con una mirada intensa, fija, con esa cara llena de seriedad y tristeza, con esos ojos suplicantes que me dicen; no te vayas, quiero seguir a tu lado, quiero estar contigo, no me abandones, y que me deja unos segundos petrificado sin poder evitar devolverle esa misma desazón ese mismo desamparo que percibo en él y que de repente me asola a mí, y aunque no llora, sé que por dentro se rompe como yo me rompo, que siente un frío que quizás aún no entiende, como yo siento ese escalofrío que me recorre todo el cuerpo que me angustia y ahoga, que hace que sienta los ojos inflamarse y puntearse de brillos líquidos, y salgo con todo el amor que le tengo anudado a la garganta, y exánime me quedo unos minutos dentro del coche reponiéndome, con la tristeza borboteando dentro y fuera de mí.

.     *Y en ese cruce de miradas resuena “Cavatina” de la BSO de «The deer hunter«

«Cavatina«

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.     **NA: Publicado originalmente el 30 de Enero de 2017. Hoy recibe una segunda oportunidad.

.     ***Al hijo

Donde se siente el amor

28 domingo Nov 2021

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 25 comentarios

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amor, hijo, Juanes, Música, Mi sangre, Para tu amor

Lo sé ahora que han pasado dos años, lo sé con mayor certeza. Ya lo intuí el día de su nacimiento, cuando todo el amor se me hizo presente en la garganta, como un ahogo de felicidad, ese ahogo que no me permitía decir a la abuela; -ya ha nacido, ya está aquí entre nosotros-, y ahora cuando lo recuerdo me vuelve a pasar, y se me llenan de nuevo los ojos de lágrimas, como en aquel momento cuando yo solo en el hospital, en una enorme soledad, no podía evitar esa terrible plenitud mezcla de tantos sentimientos que juntos los sentía agolparse en la garganta, y es ahí donde siento el amor al hijo, aunque parezca menos poético que el corazón. Lo sé ahora porque cuando le miro, con todo mi cariño, por un motivo o por otro o simplemente sin motivo, por el mero hecho de ser él, me viene ese ahogo desde la parte alta del pecho hasta agarrarse con fuerza a la garganta, y asaltan a los ojos las lágrimas que pugnan por derramarse y algunas veces no puedo controlarlas y finalmente me ganan el pulso, y con ello me enmudece el alma.

.     *Como dice Juanes, es tanto amor que no se sabe cómo explicar lo que se siente…

«Para tu amor«

juanes_-_mi_sangre

.     **NA: Publicado originalmente el 30 de Diciembre de 2016. Hoy recibe una segunda oportunidad

Bajo el influjo de la mirada, los gestos y la intención de palabra

27 sábado Nov 2021

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 18 comentarios

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Albanta, amor, Aute, Autorretratos, Gestos, Habla, hijo, Luis Eduardo Aute, Música, mirada, padre

Gestos. Ha aprendido muchos gestos, es una esponja, cada uno de los míos los asume y después los utiliza, hay otros que no sé muy bien dónde los vio o de quién los sacó, supongo que en la escuela, pero le sirven y me sirven a mí para saber y entender lo que quiere. Dice el libro que primero fue el verbo; completamente en desacuerdo, yo digo que primero fue el gesto, aunque incluso en eso no estoy del todo de acuerdo conmigo mismo, lo primero fue la mirada. Una mirada intensa, profunda, escrutadora. Una mirada atenta, de constante interrogante, con afán de entender; todo eso en sus pupilas desde el inicio, y más después cuando su mirada se hizo instigadora como forma de comunicarse. Esa mirada que a veces se queda perdida en algo o en nada, y otras se queda fija en uno, como analizándote, una mirada inteligente siempre y desafiante a veces. En esa evolución suya de aprendizaje constante, el gesto se abre paso con fuerza, él ha entendido que es más eficaz que sólo la mirada. El gesto de indicar y señalar se le muestra como el avance necesario para conseguir lo que desea, que sólo con la mirada no conseguía. A veces se impacienta porque no acierto con lo señalado, entonces niega con la cabeza y repite y repite sus gestos hasta hacer que lo entienda, pero pronto se ha dado cuenta de que el gesto no es suficiente puesto que ese marcar en la distancia no es certero para el entendimiento de los de su alrededor, y tiene que negar demasiadas veces contrariado con el fallo de los otros en su no saber identificar correctamente su intención, hasta que con su insistencia unas veces puede conseguir su empeño y otras quedarse con la frustración, -primeras de las que aprender de tantas otras que se le avecinan en su transitar vital-. Ahora, para ser más certero en la consecución de sus objetivos por parte de los otros, al gesto va uniendo sonidos y habla, teñido de mis onomatopeyas, que me hacen sonreír; un parloteo confuso e ininteligible para mí, breve y conciso en ocasiones y otras como charla disertadora en lengua clara para él, con la que intenta trasmitir y reforzar lo que desea o lo que quiere contar, y yo voy dilucidando poco a poco esas palabras que para él sólo la componen el final o el principio de las mismas, e interpretarlas y entenderlas después a fuerza de su repetición tenaz, y llenarme de felicidad cuando consigo comprender ese primer idioma suyo y así fuera del abrazo, los besos y el tacto indispensables para ambos, entablar una comunicación racional que nos ayuda a entendernos más y mejor; abriéndose camino la emoción con ahogo en el pecho y humedad en los ojos. Y en esa lengua suya, le escucho y me sonrío cuando le veo que nadie más que él es el destinatario de su discurso, y pienso que tiene otro mundo aparte del que entra y sale cuando nosotros estamos perdidos en este mundo que nos lleva; y entonces se gira y me regala sin yo pedírsela, su enorme y bella sonrisa que desarma, que me eriza la piel y hace brillar mis ojos, es entonces que todo se vuelve ternura y amor, y no puedo por más que ir a achucharlo y tomarlo entre mis brazos de los que él se intenta zafar, aún con su sonrisa.

.

.

.     *Aute canta sobre ese sitio en el que todos alguna vez estuvimos, y que sin duda él con su bella sonrisa transita ahora, y durante unos años seguirá haciéndolo felizmente.

«Albanta«

Luis_Eduardo_Aute_-_Autorretratos_Vol_1_-_Front luis_eduardo_aute_-_albanta-front

.     **NA: Publicado originalmente el 3 de Julio de 2015. Hoy recibe una segunda oportunidad.

.     ***Al hijo.

El Abrazo

26 viernes Nov 2021

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

≈ 29 comentarios

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abrazo, abrazos, amor, Aute, El niño que miraba el mar, hijo, Música, Señales de vida

El abrazo.

Lo había vivido ya,

de varias maneras de las muchas concebidas.

Abrazo de amada y amado,

en parques y bancos o encamados.

A escondidas o bien a la vista.

Para el sexo compartido

o después para el descanso ganado.

Abrazo cálido, de pecho con pecho

o de pecho con espalda

rodeando por completo a la persona abrazada.

Un abrazo de calma, de sosiego,

un abrazo de amor, de cariño.

Dado y recibido.

Un abrazo fraternal o de dolor compartido,

un abrazo fuerte, apretado,

de los que te hacen sentir que el otro te corresponde

y te dice; estoy aquí a tu lado.

Un abrazo entregado con el cuerpo y con el alma,

con las lágrimas a punto de brotar o brotando.

Pero nunca pensé en un abrazo suave pero tenso,

un abrazo tan largo que duele el cuerpo después de darlo y recibirlo.

Un abrazo que une las pieles por el cuello,

esa suave que me ha desarmado.

Hoy he descubierto y he sentido ese otro abrazo

que ya ninguno habrá de superarlo.

Muchos minutos de abrazo,

calmado, silente.

Mi abrazo; protector, completo y arrullador,

el suyo que no abarca; liviano, tierno y entregado,

casi imperceptible por su pequeñez,

pero más sentido que ninguno.

Una pluma posada que ya no la percibes fuera

si no que penetra y llega hasta el fondo

y la sientes rozarte y acariciarte el corazón.

Un abrazo nacido de la inconsciencia, del instinto.

Esperando que se prolongue o se repita infinitamente,

aunque inmediatamente sabes que ya no volverá,

ese, ya no volverá,

vendrán otros quizás más conscientes,

seguro que más fuertes y decididos,

no serán ni peores ni mejores,

sólo serán diferentes,

aunque siempre quedará aquel que fue el primero,

que fue único e irrepetible.

Hay sensaciones que se sienten sólo una vez en la vida

y ese momento insólito te llena de felicidad, efímera.

Penumbra. Ojos cerrados. Piel erizada.

Nada fuera de ese abrazo,

sólo nudo en la garganta e inmenso amor.

.

A Martín, por este abrazo.

.     *Aute me ayuda con su canción a completar todo lo que sentí con ese abrazo del poema. Ahora yo también siento muy dentro de mí, señales de vida.

«Señales de vida«

Aute - El niño que miraba al mar

.     **NA: Publicado originalmente el 16 de Julio de 2014. Hoy recibe una segunda oportunidad.

.     ***Al hijo.

Antes de que llegues

28 jueves Oct 2021

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

≈ 21 comentarios

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amor, cambios, dudas, El pan y la sal, hijo, Música, Mi pequeño Tesoro, Presuntos Implicados, ser, sin estar, tesoro

Un sinfín de «ahoras» me subyacen,

antes de que llegues, ya estás aquí,

antes de ser en cuerpo, eres en mente,

en abigarrado estado, que en un futuro vendrá.

.

Ya sin estar decides qué se puede,

ausente pero presente dices no se puede.

Destinos cambiados, historias de nuevos peligros,

abrazos de amores ungidos, ahora sorprendidos.

Silente y latente, me dejas rendido,

en la angustia de haberte concebido.

.

No quiero visionar lo venidero,

no quiero,

no quiero mi mente de ti aún inundar,

quiero en la espera, no desesperar,

pero sigues mandando sin estar.

.

Independientes éramos y ya no seremos,

ruptura de una vida por otra irrumpiendo,

deseada otra, acompañada de mil preguntas,

respuestas no hay que no sean engaño.

No hay verbo sólo sentimiento,

inexpresable sentimiento,

expectante al gozo,

dicen que hay mucho gozo.

.

Ahora sólo siento alborozo,

mariposeo,

y en el pecho aleteo.

Convertido en duda el proyecto venidero,

te quiero pero aun no siento el “te quiero”,

Antes de llegar eres aguacero,

empapando de amor al antiguo guerrero.

Aunque ya eres nombrarte no puedo,

sin nombre te espero,

aún no eres más que proyecto venidero,

camino empezado, pero aun te atisbo lejos viajero.

 

 

.     *Presuntos Implicados nos envuelve el texto con la música de su pequeño tesoro, como lo será el venidero.

«Mi pequeño tesoro«

Presuntos-Elpanylasal

.     ** NA: Publicado originalmente el 9 de Agosto de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad, ya próximo a cumplir 8 años el viajero, hoy no hay duda de que siento ese “te quiero”.

.    .****Al hijo

Mística lactante, mística maternal

12 martes Ene 2021

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 36 comentarios

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afecto, amor, Bebe, Cuídame, desafecto, desamor, dolor, dudas, EBS, Ella Baila Sola, Grietas, hijo, Jorge Drexler, Lactancia, leche, madre, Maternidad, Mística, Música, Parto, pechos, Pedro Guerra, Por ti, Reencuentros

I

Ayer se me cayó una lágrima. Estaba dando el pecho al niño, sentada en el butacón elegido y comprado para ello, para mi comodidad y su comodidad. Lo sostenía entre mis brazos, bien sujeto y colocado para que llegase cómodamente a la mama, llevaba un rato pidiendo comer, y mientras le cambiaba el pañal se empezó a impacientar, y cuando está con esa ansia, es de temer, succiona con toda su fuerza.

Una lágrima grande, muy grande, como esas primeras gotas de tormenta de verano que levantan polvo al contacto con la arena seca y dejan un círculo amplio. Casi ni rozó la mejilla, pero arrastró con ella algunas otras; éstas sí que se deslizaron por el rostro bajando con menos fuerza, despacio, las percibí húmedas y con pesada abundancia, sintiendo como avanzaban por toda la cara, hacia el abismo unas, y continuando por el mentón para seguir su camino por el cuello otras. Esa primera enorme, cayó rápida y se precipitó hacia la almohada en donde tenía apoyado al bebé. No fue una lágrima lánguida y lenta bajando por la mejilla como las siguientes, supongo que fue mi posición, inclinada un poco la cabeza hacia adelante para llevar mi pecho hacia el niño lo que hizo que abriéndose paso entre las pestañas que no fueron capaces de contenerla, y encontrado el vacío enseguida cayese rauda desde el ojo hasta encontrarse con la tela que la recibió como gota de lluvia, dejando marcado un amplio redondel de agua y sal. No era de ternura ni de alegría ni de miedo ni de duda, no era una lágrima de felicidad, era una lágrima de dolor, de dolor inmenso, dolor de grieta profunda. No es la primera vez que me pasa, ya son varias tomas, varios días en los que ha sucedido, en los que dar de comer al pequeño se me convierte en un suplicio. Un dolor que hace que tense mis piernas, que las estire y levante a la vez que mi cuerpo se dobla levemente sobre el bebé, a la vez que un apretar de dientes acalla ese grito que quisiera lanzar al aire, pero que no evita ese brillo en mi mirada que se transforma en agua salada. Un dolor que no quiero que se transforme en rechazo hacia el muchacho, que no es su intención aún hacer daño, ahora es sólo supervivencia e instinto natural, ya le llegará el tiempo en que sus decisiones si sean meditadas y el daño lo haga a propósito y con conciencia de molestar o hacer mal. Nadie nos libramos de hacerlo, de procurar el perjuicio de otros en alguna ocasión o al menos el deseo de que suceda algún padecimiento por envidia o desacuerdo en pensamiento o por una trifulca que nos enfrenta, y que nos lleva a la irracionalidad de querer la amargura y sufrimiento de esos otros. Yo querré que esto no suceda, que sea una persona de bien, pero quién sabe si lo conseguiré, y menos ahora que los inicios duros nublan mi entendimiento.

Me siento como un animal, como una vaca. Cuando me descuido tengo dos grandes marcas en la camiseta que llevo puesta, sin motivo aparente mis pechos comienzan a segregar la leche, me miro y me veo como en esas imágenes de fiestas de camisetas mojadas, pero no me veo atractiva ni seductora como en ellas se ve y se muestran esas chicas.

Siento que huelo a leche todo el día. Ya sea por la leche desbordada que lo empapa todo o por la proximidad de una toma a otra que hace que sienta que todo el día tengo leche cayendo y calándolo todo, como cuando el bebé se aparta y el chorro sigue saliendo – igual que en aquella imagen de la película “La teta y la luna”- y mojo la cara del pobre pequeño o mi ropa o la almohada en la que le apoyo o incluso en ocasiones llega a manchar el suelo. Hay veces que me pongo a dar uno de los pechos y es el otro el que empieza a exudar leche como si fuese un conducto roto, incontenible, como si una fuente tuviese dos caños y al abrir el grifo ambos soltasen el agua, haya o no balde para recogerla, en este caso haya o no niño que pueda aprovechar esa preciada leche. Y empapo todo el sujetador y maldigo mi estupidez y mi falta de cuidado y mi olvido de ponerme los protectores. Los discos absorbentes son mis fieles compañeros para que esto no suceda, pero con las prisas a veces se me olvida ponérmelos; por indicación de la matrona es mejor no abusar de ellos, no llevándolos constantemente para que los pezones se sequen y no queden mucho tiempo húmedos, es por ello, por no secarse bien lo que hace que las heridas y grietas no se cierren, al igual que no debo abusar de las cremas protectoras para los pezones, por el mismo motivo. Y en estas me veo por la casa con las “lolas” al aire durante un buen rato, para que se sequen los pezones y la aureola de forma natural después de cada toma.

Me esfuerzo y persevero pese al dolor que me produce el momento de dar el pecho, entiendo a tantas mujeres que desisten y lo dejan, y deciden no pasar por el calvario cuando este se vuelve insoportable. Incluso algunas ni se ponen a ello, buscan cualquier excusa para no amantar, -nada criticable-. Es fácil convencerse de que no vale la pena ese sufrimiento, ese esclavismo. Las leches de hoy son tan buenas como la materna, y aunque son muchos los que abogan por la natural en detrimento de la manufacturada porque mejora el sistema inmunológico y de defensas del bebé, es entendible que algunas mujeres al primer revés en el proceso de la lactancia tomen la determinación de dar el biberón. Soy algo testaruda y pensando que es mejor mi leche que la tratada químicamente -“en polvo”-, me digo que debo aguantar un poco, si al primer traspié ya doy un paso atrás cómo me mantendré fuerte y firme para una educación correcta, aunque en el fondo una cosa no tiene nada que ver con la otra, no sé si pierdo la lucidez a ratos y me vuelvo paranoica. Quizás esté haciéndolo mal y antes de tirar la toalla voy a buscar el cambio de postura; en el manual para la lactancia aparecen diferentes formas de dar el pecho, para que se elija el que mejor se ajuste a las necesidades de cada mujer según el tamaño del niño y de los pechos de ella.

No sé. No sé si hago bien las cosas. Me encuentro mal, muy mal, no me da tiempo a nada, no puedo salir de casa, estoy en una mazmorra aunque sin llave echada ni barrotes en las ventanas. Pero es una cárcel. Con un carcelero al que empiezo a querer, en un estado de síndrome de Estocolmo que me idiotiza. Me siento como una esclava atada a una “demanda” sin horarios y sin un minuto para mí.

Me intento convencer de que todo va bien. Pero no lo siento así. Lloro. Tengo los sentimientos a flor de piel. Me siento triste en un momento que debería sentir con completa felicidad, es irracional y absurdo que no pueda estar disfrutando de estos momentos únicos e irrepetibles, como tantas veces me han repetido los que ya han pasado por ello; – Disfrútalo, que se pasa rápido-. Quizá por ello mismo me agobio, por no sentir ese placer y disfrute, por notar que pasan los días y se escapan esos momentos irrepetibles y que no soy capaz de aprovecharlos y vivirlos con plena alegría. Contrariamente quiero que pasen rápidos, que pasen estos primeros meses que se me hacen insoportables y largos, demasiado largos. Dicen que después ya es mejor, y quiero que llegue ese mejor cuanto antes, lo de ahora no es mi idea de felicidad.

Sé que debe ser por las hormonas que las tengo alteradas por el embarazo y el parto y todo el proceso químico que sucede en mí interior, pero que lo sepa no quiere decir que consiga evitar sentirme fatal y que me entren ganas de llorar en muchos momentos del día. Día que me paso prácticamente sola con el hijo, sin relacionarme con nadie más. Intento decirme que no soy mala madre por no sentir el misticismo de la maternidad ni de la lactancia. Ese momento que cuentan algunas mujeres en la que hay una simbiosis perfecta entre madre e hijo, un momento que los hombres nunca podrán entender y que las mujeres que no lo han pasado tampoco, un momento en el que una siente que está dándole el maná de vida a aquella criatura que se ve pequeña y desamparada, y que tú como madre vas a proteger sobre todas las cosas, por encima de cualquier eventualidad. Pero yo eso no lo llego a sentir, no llego a percibir ese estado transcendental y mágico, aunque sí lo otro; que daría cualquier cosa por el hijo, por protegerle, por evitarle males y apartarle a los malvados. No he sentido esa plenitud al dar el pecho nunca ni antes de que comenzasen estos dolores infernales, ni por supuesto ahora con las grietas que hacen que no pueda ni levemente rozarme el pezón con nada, hasta la tela del camisón me daña, y que hacen que cada vez que el niño me pide comer sepa que las lágrimas volverán a brotar durante unos instantes.

……..

II

Han pasado días desde las últimas lágrimas. Con los consejos de la matrona y el cambio de postura las grietas se han ido cerrando y aunque en el inicio de la toma sigue molestando un poco, ya no se puede llamar dolor. Estoy más contenta, aunque sigo sin sentir el universo sobre mí cuando doy el pecho, pero sí que noto que cada día quiero más y más al pequeño. Ya han pasado un par de meses desde el parto, difícil parto el que sufrí, y que todo el mundo se empeña en decirme que olvidaré y que no recordaré lo mal que lo pasé, pero yo sé que no será así, hay que ser estúpida para olvidarlo o relativizarlo con el paso de los años, para decir; -bien sufrido fue con el fin de tener lo que se tiene ahora-.

El afecto ha ido creciendo en mí hacia él y cada día le quiero más, un sentimiento que reconozco que no me llegó por el mero hecho de darle a luz, el amor se ha ido cimentando día a día. Quizás por ello he aguantado el dolor en esos días pasados. Con este sentimiento vuelvo a pensar que no soy una buena madre, y que quizás no lo llegue a ser nunca, cómo no sentir inmediatamente un amor desaforado por aquel que llegó al mundo por ti. Incluso me pregunto sobre mi forma de relacionarme con lo que me rodea, no sé si albergo cierta insensibilidad o falta de empatía o si los afectos y desafectos que invoco se me muestran esquivos a la inmediatez, y están purgados del impulso descontrolado e irracional y solo surgen con el trato más largo y cercano, más racional se podría decir, aunque a veces sea lo contrario y el compromiso duradero sea el que lleva a un sentir irracional por la cercanía y proximidad que aturden y ciegan. Se supone que el cariño y el amor deben desvincularse del pensamiento racional y que deben salir de adentro sin entender a que son debidos y sin ponerles dudas o pegas o reparos a esos sentimientos y menos aún trabas. Dicho fríamente, si lo hubiese perdido a las horas de nacer o a los pocos días cuando parecía complicarse su existir o gravitaba sobre él un existir incompleto y nada pleno, me hubiese dolido mucho, muchísimo sin duda, pero si pasase ahora, sentiría que se me desgarra el corazón.

No se puede negar que un lazo existe y amor inicial lo hay, sería también estúpido negarlo. Cómo negar ese dolor y pena por no poder ver al hijo tras el parto, cuando se lo llevaron rápido, y casi ni sabes cómo es, separados, él en la sala de neonatología por sus complicaciones durante la expulsión y yo en la habitación reposando las horas aconsejadas por los médicos, y cuando pasado ese tiempo quieres ir a verlo pero no puedes andar tanto trecho y sentarte en la silla de ruedas es un suplicio por las almorranas enormes que te han salido, y lo intentas y no aguantas el dolor y lloras y dices; -No puedo-, el mundo se te viene encima. Entonces pides al marido que te traiga una foto, que lo quieres ver. No sé si sientes en realidad un deber, o un deseo de comprobar que está bien, o es una imposición tuya de empezar a quererle ya mismo, y solo puedes quererle si lo ves, y realmente no le has visto. Ya cuando al día siguiente por fin los calmantes hacen efecto y puedes ir, y estas frente a la entrada de esa sala en la que se hallan los que han llegado prematuros o con problemas, respiras hondo, y cuando las puertas se abren al contacto del interruptor, entras y no sabes a donde ir, y una voz a tu lado te dice; -Allí, al fondo, en la esquina. Te aproximas con cierto temor de lo que te vas a encontrar, y le ves tan indefenso, con tubitos por la nariz, protegido y al calor de una incubadora, encerrado entre paredes de metacrilato que le aíslan del aire y del mundo al que ha llegado. Las lágrimas te abordan y te emocionas, y lloras, y no puedes evitarlo y quieres mantenerte fuerte pero no lo consigues todo es desconsuelo y llanto y abrazo del marido que te apoya, y escuchas de las enfermeras los ánimos que te dan y dicen que todo va a ir bien. Pero tú tienes miedo de perderle, ya le has visto ya le estás queriendo, ya te está pidiendo tus cuidados aún sin llorar y sin quejido alguno, sólo con su presencia.

Luego avanzan los días y pasan las semanas y ya sólo sientes que te debes a él, ya sólo él, ya no eres tú la prioridad ni para ti misma, y notas que te está robando algo de ti, que te succiona el alma, tienes la sensación de estar en aquella película de “La invasión de los ladrones de cuerpos”, ya no eres tú misma. Los sentimientos han variado de tal manera que siento que no llevo el timón de ellos. Sigo sin sentir la mística de la maternidad pero aprecio que no soy la misma. Quizás sea esa la mística, la perdida de la conciencia del yo.

Esa mística de la que tanto me hablan las que pasaron por ella y la sintieron y la sienten, y no se les va, diría que incluso cada día más se les refuerza, como una ideología o una fe que echa raíces fuertes después de una primera aproximación y ya no se puede arrancar lo que ha brotado.

Me siento mal a ratos por no percibirla, por no hacerme fanática y fiel seguidora de ella, de esa religión en la que se convierte la maternidad, por tener y experimentar sentimientos contradictorios por amar al hijo tanto y por desear a la vez que pase el tiempo rápido, por desear que como en algunos deportes cuando vas ganando el reloj avance más aprisa para llegar antes al pitido final, a la victoria y a la celebración, que sin duda seguro tendré, y pronto me llegará con el hijo. Todos me lo dicen, que antes o después veré la luz y me convertiré. No digo que no, puede que dentro de unos meses o unos años sea la defensora a ultranza de esta fe, y sea la militante más fervorosa, nunca digas de esta agua no beberé, me enseñaron. Mientras tanto intentaré no martirizarme por sentirme una mala madre, y seguiré dedicándome con todo mi esfuerzo y todo mi amor a proteger su fragilidad.

 

 

.     *Cómo nos canta EBS, la protagonista siente su vida empeñada por verle sonreír… y sabe que ese niño le está demandando ya todos los cuidados para mañana, como cantan Pedro Guerra y Jorge Drexler.

«Por ti»                                                      «Cuídame«

Ella Baila Sola     reencuentros

.     **NA: Publicado originalmente el 18 de Marzo de 2014. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Una pregunta incómoda

05 martes Ene 2021

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 15 comentarios

Etiquetas

Amistad, amor, Bisexualidad, cariño, comprensión, Confesión, Depegar, duda, Esposa, Felicidad, Heteroxesualidad, Homosexualidad, Música, Ondina, pareja, ridiculo, Ruptura, sorpresa, vergüenza

El día que ella le preguntó si había tenido alguna experiencia homosexual, él se quedó algo descolocado, sin duda no esperaba esa pregunta, estaban en el coche o tomando algo, no recuerda bien del todo. Quizás el lugar quedó borrado por el impacto de lo ocurrido. Lo que si recuerda es que estaban hablando de la ruptura de ella con su novio después de muchos años emparejados, desde la adolescencia, hacía relativamente poco tiempo que estaban cada uno por su lado, y ella hablaba de la necesidad de estar libre sin ataduras, empezó tan joven su relación que siempre a él estuvo atada. El novio, posesivo y celoso, cometió el desvarío de la infidelidad que provocó la última y definitiva riña. Ella desde largo tiempo lo intuía, o creía saber sin saber de este fraude en la relación, y aquella última vez él no lo pudo o no lo quiso negar.

Esto le sonaba a declaración de intenciones, quizás ella estaba entreabriendo una puerta que creía que se le iba cerrando tan pronto. Parecía decirle que no empujase la puerta, que quería que entrase la luz, y saber que podía salir en cualquier momento. Que casi sentía la necesidad de dejarla de par en par y poner una cortina, de esas de cilindros de plástico que se ponen en algunas casas de los pueblos y que ya aquí en la ciudad están casi olvidadas o solo utilizadas como adorno y decoración de interiores, y así entrar y salir sin problema y que por ella pasase la luz que necesitaba.

Después de la sorpresa por la pregunta, que rápido él negó como defensa u ofensa recibida, como si en ello viese venir una trampa, de la que quisiera salir como un emboscado para evitar la batalla que se cernía por esa cuestión que se le tornó insidiosa y dañina, como si con ella buscase la obtención de ventaja para algo, para algún objetivo que él veía oscuro y sombrío, dudando del motivo de tal interrogación. Reaccionó devolviéndole la misma pregunta. Y su respuesta jamás pensada en un principio, pues su pregunta fue un acto reflejo e instintivo de supervivencia y amparo por la demanda de ella sobre esa posibilidad sexual, y en ningún caso, recapacitada ni elucidada en su seno salvo en ese instante, formulando esa posibilidad por su propia protección. Y quedó boquiabierto ante su sí.

No hacía tanto que se conocían como para estas confesiones, e incluso a veces en toda una vida estos temas ni se airean ni dicen, si no se nombran no son o no lo fueron, y quedan como anécdota en la cabeza del que los guarda, como secreto, y se convence incluso de que no existieron.

Pero ella le decía que sí, que existió ese instante, ese momento, y él un poco atónito, comienza a pensar en cómo sería esa ocasión en la que sucedió, y quiere preguntar si fue gratificante, pero de momento no lo hace, y ella habla que fue no buscado, que tampoco quiere dar muchos detalles, que paso y pasó, que en el despecho y huida por la afrenta del engaño de él, el refugio de la amiga que la acunó y ayudó en ese trance, quizás les llevó a la confusión del amor que se tenían por esa amistad, a otro tipo de amor, llevándolo al terreno sexual de caricia, deseo y placer, y él por fin lo hace, le pregunta si fue gratificante, y ella dice: sí. Pero no le dice quién fue la “partenaire”, le esgrime que eso no tiene importancia, y él, que solo conoce a una de sus amigas, piensa que será ella, y su mente vuela lasciva, se imagina a ambas entre sábanas, entre las mismas sábanas en las que él estuvo. Ella es hermosa, muy hermosa, tirando a delgada aunque con curvas definidas, marcando una buena cintura y unas caderas que se ensanchan lo justo, pechos más bien pequeños, y con un culo fantástico, duro y bien armado, pero su amiga, la que no sabe a ciencia cierta si es la otra parte del “affaire”, es más grandona, si no se cuidase podría derivar en esas persona que cogen peso sin darse cuenta, con pechos grandes y las curvas más acentuadas, hacen de ella una mujer con la que cualquier hombre no dudaría en querer estar. Es más, en ese momento tiene pareja masculina. Su cabeza solo ve ahora esos rostros besándose, con tal dulzura que envidia, y avista sus manos deslizándose por sus cuerpos y sus labios enredados en los senos y deteniéndose en la mama sonrosada de una y más oscura de la otra, imagina. E intuye la mano buscando la vulva que ha explorado una y otra vez, con sus hábiles dedos y con su pene procaz. Pero eso solo es su pensamiento, ella no le dice quién fue la pareja en esa escena que le ha desvelado, tan intima, tan poco habitual de ser relatada y descubierta a los ojos de otros y menos del sexo contrario cuando en ese momento es tu pareja, y más si es reciente.

Y ahora en la distancia, ve absurdo ese apuro ante tal pregunta, esa cortedad ridícula que él tuvo por algo que no hizo pero que igualmente no hubiese reconocido, por pueril vergüenza de ser visto como homosexual, además como si ello pudiese ser la excusa buscada con la pregunta, de no ser lo suficiente macho para hembra como ella. Que ella pudiese ser bisexual no es que le pareciese algo sucio o fuese contra-natura como esgrimen algunas religiones. Es algo que puede darse en cualquier persona, que uno no se ciña al estatus habitual de relaciones afectivas, y llevarlo al entorno sexual, dando rienda al placer de igual manera o de otra manera, tanto con el sexo contrario como con el propio, sin descartar a unos ni otros. Pero no verlo mal, no quiere decir que cuando se sabe de alguien que lo es y lo dice abiertamente, nos genere un recelo por sentirlo como raro y desconocido, y eso le pasó a él, aunque ella enseguida le dio a entender que no fue un giro en su sexualidad, que le seguían gustando los hombres como siempre fue, y que no se sentía bisexual, que no le atraían las mujeres y como muestra es que estaba con él, pero él dudó, dudó de sí esa confesión era para mostrarle el camino de salida de su vida. No entendía muy bien, por su cabeza pasaron imágenes de ellos juntos con la amiga secreta, y eso le agradó, por un instante, luego no tanto pensándose marginado por ellas, quizás la amiga solo desease a la pareja homosexual y no al invitado. Ya en otra ocasión vivió una situación similar, ellas en la cama y él en el sofá. Empezaba a pensar que los fracasos de ellas con los hombres terminaban siempre con amigas en la cama. La ruptura no tuvo nada que ver con esa confesión y sí con el deseo de libertad, esa que hacía poco había descubierto, esa que él ya intuía como necesidad para ella y hacía verse fuera de su vida. Alguna vez se vieron, pasado ya bastante tiempo, y ella le habló de sus conquistas masculinas, durante su labor de viajante. Esas mismas relaciones laborales que estando juntos le daban tantos celos, aunque nunca, se lo declarase.

Cuando con los años pasados, vuelve a su recuerdo, y la visualiza en el presente, se le antoja que estará feliz, y se alegra por ello, siempre fue risueña y vital, y la presiente con pareja, pero ya no puede evitar verla e imaginarla, dichosa en la vida, con Esposa.

.

.

.

.     *Ella quizás no quería ser como dicen que hay que ser, igual que nos cuenta Ondina en su canción.

«Despegar«

ondina - despegar

.     **NA: Publicado originalmente el 08 de Marzo de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad.

La habitación

14 martes Jul 2020

Posted by albertodieguez in Música, Microrrelato, Relato

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amor, amor efímero, desafecto, falsedad, habitación, Música, proyectos, Seguramente me lo merezco, Solo me has rozado, Tulsa, viajes

En el blog “el bic naranja”, su autor Fernando Vicente, los viernes propone un ejercicio de creatividad, mostrando un vídeo o una foto para que cada uno desarrolle y cuente la historia que le sugiera ese elemento; catalizador y detonante. Me traigo aquí mi aportación que hice allí a vuela pluma, para la foto de abajo sobre la que él decía:

Esta semana, os planteo un reto: ¿seremos capaces de introducir conflicto y cambio a una imagen de amor tan idílica como esta que os traigo de Puuung?»

La habitación

.

La habitación.

Otro día que se nos va a pasar aquí encerrados, tumbados, perdiéndonos un magnifico día de sol primaveral, enclaustrados en esta asfixiante habitación. Cierro los ojos y me dejo llevar a otros lugares, me fugo con otras compañías, con otras amantes. Acariciando a este gato, haciendo que me place pero que lanzaría por la ventana si pudiera, no soporto a este animal siempre encima de nosotros, se supone que los gatos son independientes y van a su aire y este no hace más que quitarnos el aire de lo pesado e insistente que está siempre. Ella aún no sabe que detesto a los animales. Sigue en su nube desde hace días, ilusionada y empeñada en decidir ya la ruta que quiere que hagamos, planificando con la guía de viajes las vacaciones que por un descuido imprudentemente le propuse.

.14

.

.     *Cuando ella se sacuda esa felicidad “nubladora” quizás cante y sienta suya esta canción de Tulsa.

«Seguramente me lo merezco«

Tulsa - Sólo me has rozado

.     **NA: Publicado originalmente el 25 de Junio de 2015. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Cuando era tu Ángel

20 miércoles May 2020

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 4 comentarios

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alas, amor, caricias, Danza Invisible, Danza Invisible 1984-1989, Edén, El Ángel caído, insomnio, Javier Ojeda, Música, noche, oscuridad, piel, sexo

En la noche, cuando el sueño me quita el sueño, cuando pienso en lo hecho y en lo deshecho, cuando todo lo claro y luminoso se ensombrece, cuando el cansancio no me deja descansar, vienes y vas. En la nocturnidad te haces más evidente, y te veo mejor en la oscuridad, te apareces y presentas, y te acercas y alejas. Sucumbo a un delirio sin rumbo, que me zarandea y me aturde. Te intuyo intrusiva en mi descansar que no consigue llegar. Caes y te levantas a mi lado, y miro y ya no estás. Nítida te veía un instante antes, y te difuminas en cada segundo cuando intento tocarte. Como cuando las caricias que te hacía te erizaban la piel, encrespando todo el vello, y tú estremecida por el escalofrío, te retorcías y me pedías que parara, no podías aguantar ese suplicio que a la vez era placer, e intentabas alejarte un poco para no estar a mi alcance, para que mis manos, mis dedos, no pudiesen seguir rozando centímetro a centímetro cada poro de tu piel, que se me trasformaba en desierto por el que perderme, y sediento buscaba tu boca donde saciar mi avidez. Tu desnudez, me excitaba tanto que no podía esperar y el resto de mi cuerpo, ya no solo las palmas y las yemas, si no todos mis miembros iban al encuentro de la piel, epidermis de aromas tentadores, y humores ansiados, de delicias prometedoras, que cálida me trasportaba feliz por toda ella, con el deseo como guía y cicerone, para saber el camino por donde debía discurrir mi exploración y travesía, rastreando cada uno de tus movimientos, cada una de tus respuestas a mis actos, suaves y delicados, siempre entregados a ti. Y tú dada la vuelta, medio acurrucada como si quisieras poner tierra de por medio, como si darme la espalda fuese tu manera de huir, eras todo provocación y coquetería convirtiéndose esa huida en una falsedad, siendo en realidad la manera invitadora de mostrarme todo lo que querías compartir, para facilitarme el asedio que esperabas recibir, y yo sin dilación te envolvía con todo mi cuerpo como una cascara que te protegiese y quedabas cercada por todo mi yo, te abrazaba como si alas suaves y sedosas tuviese, y tu melena se hacía a un lado para dejar tu cuello libre para mis labios, que se deshacían en besos que volvían a hacer que tu piel se encrespase. Ya, mi sexo endurecido buscaba entrar en ti para un goce que habíamos prolongado y dilatado, y encontraba que era recibido por ti con afán, todo rociado ya con tus efluvios, que deseosos esperaban para mezclarse con los míos. Pero me hago consciente que esto no sucede, ni sucederá más, salvo en mi cabeza, cuando cada noche que insomne y turbado, sin el sosiego necesario para dormir, vuelvas otra vez como espectro y fantasma a revivir en mí, todos esos momentos, agazapados los dos en la cama, y después exhaustos, en los que nos prometíamos amor para el resto de los días. En esta vigilia, hechizado otra vez vuelvo a no entender nada, vuelvo a sentir este sufrimiento que me persigue por ese error que cometí, y que te hizo marchar, debo acostumbrarme a que jamás volverás, me quemaré en mi infierno a donde me mandaste. Caí de tu edén y dejé de ser para ti el ángel que con alas te abrazaba.

 

 

 

.     *Hoy ponemos la música de Danza Invisible para el texto de un ángel caído en desgracia, que recuerda aquel edén perdido.

«El Ángel caído«

 

.     **NA: Publicado originalmente el 25 de Abril 2012. Hoy recibe una nueva oportunidad.

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