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desafectos

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Archivos de etiqueta: angustia

Miedo

07 Martes Abr 2020

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

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angustia, Cerrado, Christina Rosenvinge, descansar, dormir, higuera, infancia, llanto, Música, mente, miedo, viento

Miedo.

Viento mueves la higuera,

higuera rozas la teja.

Miedo.

Angustia de lo incierto,

duda infante

que acechas susurrante,

golpeando una y otra vez.

 

Ni siquiera lloro,

qué monstruo soy,

¿o seco estoy?

 

El llanto va por dentro,

y sin una gota me encuentro.

La mente no puede más,

emboscada en este infierno,

patio interno.

Huid de mi lado,

vagad por otros tejados.

Fuera el miedo,

descansar y dormir quiero.

 

 

 

.     *Christina Rosenvinge quiere en su canción que la dejen en paz los demonios que la acechan, como en el poema lo quiere nuestro protagonista.

“Cerrado“

.     ** Publicado originalmente 5 de Noviembre de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Humo de tabaco

29 Jueves Ago 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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angustia, aromas, deseo, falsedad, humo, Infidelidad, Música, mentira, olores, perfume, remordimientos, Sabina, sexo, suciedad, tabaco, tristeza, Y sin embargo, yo mi me conmigo

Antes era más fácil volver sin temor, el humo del tabaco lo camuflaba y ensuciaba todo, ahora ya no, ahora cuando vuelvo no hay nada que pueda ocultar el olor; el perfume en mi ropa, en mis manos, en mi cuello, en mi cuerpo, el aroma de otras esencias femeninas que no son las conocidas por ella, no las suyas. Aunque no sea demasiado tarde, siempre espero y deseo que esté dormida, para no tener que acercarme enseguida a darle un beso, así no habrá posibilidad de que descubra el acto ilícito en nuestro pacto de pareja, pero por si acaso no estuviese aún con el sueño cogido, entro en la estancia con rápido sigilo y en silencio me dirijo al baño como para no molestar, falsamente. La realidad es que regreso con la angustia de ser descubierto, y por eso enseguida voy al baño, para despojarme de las prendas y llevarlas al cesto de ropa sucia; la ropa es imán para los perfumes que quedan entre sus fibras con facilidad y perduran en el tiempo si no son lavadas, y me lavo las manos y el rostro, de nuevo, para quedar impregnado con el aroma familiar del jabón común, y eliminar todo atisbo de otros olores delatadores, aunque las manos y la cara ya pasaron por un lavado en el cuarto de baño del local o de la casa en donde estuve, si hubo ésta, siguen con ese aroma metido en mi nariz, quizá ya solo esté dentro de mí, en mi cerebro, y esté recreándolo de tal manera que me lo hace presente sin ya estarlo. Vuelvo a llevarme la mano hacía la cara, aproximo los dedos a la nariz, aspiro y aún me llega de entre mis dedos ese olor a sexo, que en el transitar interior de mis exploradores dedos se empaparon con ese jugo viscoso de penetrante olor producto del deseo y el placer, y que se ha quedado impregnando de tal manera que parece estar dentro de la piel, persisto en limpiarlas con más jabón, aunque es ridículo pensar que aún puede quedar su olor allí, lo creo, pienso que quizás sea bajo las uñas en donde quede un atisbo de ello; en la fogosidad del momento uno busca con denuedo el placer de ella y en ese fragor, las yemas y las falanges no son con lo único que se acaricia, sino que también las uñas intervienen sin control, rozando y arrastrando con cierto violento trajinar, indelicadamente, incluso haciendo pequeños rasgados inconscientes que sólo ella percibirá al día siguiente con pequeña molestia y leve dolor, que le hará recordar quién hurgo con violento placer horas antes en sus entrañas, e insisto en su limpieza con un cepillo de uñas. Me daría una ducha para evitar cualquier huella posible de rastrear por un olfato tan fino como el de ella, antes, cuando el humo, había un excusa perfecta para un baño al regreso de la fiesta y la celebración, meterse en la cama con ese asqueroso olor era algo que nunca nos gustó, traerse adentro de las sábanas esa suciedad siempre quisimos evitarlo, y más ese olor a tabaco que se queda impregnado en el cabello, incluso en las manos aún sin haber cogido un solo cigarro, y que nos llevaba a darnos una ducha rápida, no hay nada más placentero que te reciban unas sábanas limpias y con grato olor y meterse entre ellas recién aseado, haciendo de ello una comunión que nos eleva al sueño y la relajación total al llegar la noche o la madrugada tras el cansancio del día o del trasnoche, pero ya esa excusa se diluyó. Uno en su paranoia piensa que quizás podría haberse dado un baño en aquella casa después del sexo, si es que hubo casa, pero enseguida se da cuenta que eso sería aún más delatador, llegar oliendo a más limpio que cuando uno se marchó es como el olor a lejía que pone en aviso a la policía tras la pista de un sospechoso, evidenciando que hubo excesivo empeño en la limpieza de aquel lugar. Frente al espejo mientras seco mis manos y mi cara y mi cuello, sigo percibiendo el sabor de sus besos, el olor de ella, el dulce aroma de su perfume que en días no se irá de mi cabeza, y el olor acre de su sexo que creeré llevar como astillas de bambú bajo las uñas en una falaz tortura de remordimientos, e instintivamente hará que lleve mis dedos a olfatearlos absurdamente como un demente. Miro el espejo y veo una mueca de tristeza y debilidad, y echo de menos el humo con el que emboscarse para un regreso menos temeroso cuando el alcohol y ardor han sido incontrolables.

 

 

 

.     *Como en la canción de Sabina, quizás el protagonista sabe que todo es mejor con ella, y sin embargo…

“Y sin embargo”

Yo_Mi_Me_Contigo sabina -front

 

.     **NA: Publicado originalmente el 27 de Junio de 2016. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Regalando palabras (6ª parte)

13 Martes Ago 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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afecto, Amistad, amor, angustia, aprecio, Arena en los bolsillos, compañera, compañerismo, compañeros, desafecto, desvelo, duda, dudas, En el oscuro abismo en que te meces, Fiesta, frase, Manolo García, Música, miedos, nervios, noche, nota, notas, palabras, Post-it, sentimientos, Trabajo, tristeza

De dadivoso adulador ha pasado a adulado y eso lo tiene descolocado, lo que nunca pensó que le pasaría en su vida, siempre afrontada como mero espectador, sin ánimo de explorar ni pretender nada, en ningún caso como agente activo, más como un elemento vegetativo, quieto, esperando ese final marchito que nos espera a todos dando igual como hayamos pasado la vida. Él se había decantado por un transitar sin sobresaltos, dejando pasar los días, con una existencia anodina y tranquila; buscar y desear, ahora lo atenaza y lo angustia. Como a todos cuando deseamos que algo llegue y nos precipita a la inseguridad e impaciencia y a la duda. Más que nunca la duda se apodera de sus días. Duda de si ha estado equivocándose toda su vida, con esa actitud suya. Duda de si esto es real o se está volviendo algo paranoico. Duda de si ir a esa fiesta. Dudas y más dudas. Siente que se está acobardando; – ¿Y si allí encuentra lo que lleva días deseando encontrar? ¿Qué pasará? ¿Cómo debe actuar? Aunque ahora con estas manos trémulas que sostienen el Post-it duda si realmente quiere que suceda. Mira las palabras escritas en ese cuadradito de papel amarillo, con tinta azul; tinta quizás de alguno de sus dos bolígrafos que tiene encima de la mesa, que no son los que la compañía reparte a los empleados, a él le gusta utilizar los suyos propios. Tiene la tentación de escribir con ellos para comprobar si el color y el grosor del trazo son exactamente iguales, a primera vista sí que se lo parecen. Esto querría decir que a la persona que lo escribió no le importó que alguien, incluso él mismo, le pudiese ver en el acto de escribir y dejar el mensaje. Eso querría decir que no lo hacía a hurtadillas y con el afán de que nadie pudiese saber o averiguar sus intenciones; si no fuese así, hubiese llevado la nota ya escrita para no tardar en dejarla buscando por la mesa, y no encontrando a priori el taco de Post-it puesto que lo guarda en el cajón, y por tanto rebuscando en su intimidad, tardando más y poniendo más aún en peligro esa decisión de moverse en la sombra y la clandestinidad, redactando allí en la misma mesa, el manuscrito a la vista de cualquiera. Quiere pensar que quien le deslizó la nota en su bolsillo y ahora el mensaje pegado en su pantalla del ordenador son la misma persona, de otra forma no ve la manera de poder alcanzar a saber quién era la precursora de su incertidumbre, quien hizo de detonante haciendo estallar delante de sus ojos su planteamiento de subsistencia, y que ha puesto en los últimos días sus convicciones de vida patas arriba, y que lo mantiene en vilo. Quiere pensar que al fin va descubrir a su admiradora o admirador, nunca se puede saber si se despierta ese afán amoroso a los del mismo sexo aunque uno no lo pretenda, pero esto último lo quiere descartar. Si no fuese la misma persona, si no logra acabar con esta situación va a perder la cabeza. Ahora, por este mismo estado de excitación que le hace temblar, se arrepiente un poco, como días atrás, de haber estado repartiendo notas durante estos últimos años sin darse cuenta del daño que puede haber provocado cuando su intención era la contraria. Desde que despegó el mensaje del monitor estaba algo confuso, pensó en lo descabellado que le parecía hace unos días que fuese alguien del entorno laboral su admirador, pero todo se le ha trasmutado con este papelito amarillo que ha hecho volver a pensar en sus compañeras y sin darse cuenta se ha visto imaginando y ensoñando con Helena, con la que más intimó, si se le puede llamar así, por contarse pareceres sobre la vida y los sentimientos y la forma de afrontarlos, y que la empieza a ver con otros ojos, quizás se está forzando él mismo a mirarla con otros ojos, con una mirada que antes ni se le pasó por la cabeza, ni siquiera después de aquella conversación. Él en su mundo, evitando quizás por miedo, otras posibilidades, otros universos. Cómo no se ha fijado en ella antes con este parecer de hoy, que se le ha vuelto ardiente y doloroso, como una llama en el pecho, que le produce quemazón y aprensión y ahogo.

Encaja tanto con él. Nunca se le ocurrió poder dar con alguien con los pies tan en la tierra, sin pájaros en la cabeza sobre los afectos pero que a la vez no renuncia al amor, al compartir, al acompañarse sin grandes pretensiones, sin grandes horizontes que conquistar; solo con el fin de encontrar a alguien con el que estar a gusto durante el camino hacia ese horizonte. Con su ceguera y su sentirse diferente, siempre dudó que hubiese alguna persona que pensase como él. Pero tan llanamente lo expuso ella aquella vez, en la que le compartió ese pensamiento sobre el acompañarse las parejas hasta los últimos días, cuando ya no queda la fogosidad inicial, sustentados sólo en el aprecio mutuo, que es ese rescoldo que queda tras el amor marchito, que no tuvo dudas de que ella era especial, distinta a los demás, que ella era muy similar a él, y quizás por eso mismo no siguió pensando en ella tras aquellos días con ojos amorosos ni románticos; alguien como él, no pensaría en buscarse pareja, en buscarse un apoyo, alguien como él se bastaría sola. Pero ahora todo ha cambiado, todo su planteamiento de vida sufrió un revolcón, y aun sin ese impacto luminoso de partida que reciben dos desconocidos que se encuentran o son presentados por terceros y se atraen de pronto sin remisión alguna, con un palpitar de corazones y brillo en la mirada y deseo desbordado en el sexo; quizás aún sin eso, sea este el momento que el destino les ha deparado para su encuentro y unión. Puede que ellos llegasen directamente a ese momento de acompañarse y del aprecio mutuo por un atajo, sin pasar por la inicial fogosidad, saltándose esos preámbulos. Seguramente haya pasado muchas veces en la vida de otras muchas personas, la historia está llena de casos así, en los que el tiempo cansa el vivir y llega un día en el que se necesita de un sostén, un bastón, y a su vez otros necesitan de nosotros para sostenerse y seguir avanzando, y surge el deseo y la necesidad de acompañarse el uno al otro.

Aunque ese era de siempre su parecer, pasados estos días, está empezando a pensar que quizás nunca pueda ser así, que no hay salto ni atajo posible, que siempre se parte de un ardor catalizador que desboca las llamas y avanzan y arrasan los sentimientos que teníamos pulcramente custodiados, todos bien aislados con un aséptico pensamiento racional, pues él ahora en su pecho percibe esa fogosidad. Mira las dos notas, y se siente tan vulnerable, que le da miedo. Lo intenta analizar fríamente; ¿cómo se ha transmutado en un ser tan endeble y guiñapo de lo que era? Sólo por la hipótesis de que sea y suceda algo que en nada tiene fundamento real, basado sólo en elucubraciones de lo que pudiera ser. Remira las dos notas, y se siente tán ridículo.

 

 

. 

. 

.     *El protagonista que se mecía y complacía mirando y escribiendo a los talles y rostros de bellas y tristes mujeres,  ahora se mece sobre un oscuro abismo como nos canta Manolo García.

“En el oscuro abismo en que te meces“

manolo garcia-arena en los bolsillos

.     **NA: Publicado originalmente el 10 de Abril de 2014. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Regalando palabras (5ª parte)

12 Lunes Ago 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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afecto, Alguien que cuide de mí, Amistad, amor, angustia, aprecio, cena, Christina Rosenvinge, compañerismo, desafecto, desvelo, dudas, Fiesta, frase, Música, miedos, nervios, noche, nota, notas, palabras, pena, Que me parta un rayo, sentimientos, tristeza

Ya no ha vuelto a dejar la nota en el cajón, ya la lleva siempre consigo, metida en la cartera cerca del corazón. Después de aquel primer impulso de dejarla y olvidarla, ha pasado a no desprenderse de ella. Al releerla días después de sacarla del cajón, contempló también la idea de tirarla, pero no se atrevió. No era supersticioso, pero deshacerse de ella le creó desazón y miedo al “mal fario”, lo vio como un desplante, un mal gesto ante un piropo hecho con delicadeza. Pensó que por respeto a quién se ha molestado en decirle y hacerle llegar unas palabras tan deliciosas no debería destruirlo, al menos hasta saber de quién provenía y que intenciones había tras esa misiva.

Ha pasado una semana desde el día del descubrimiento, y no ha vuelto a recibir nada. Un poco infantil se deja llevar por la fantasía y el deseo de que fuese ella, su vecina del tercero, la que sonríe tan luminosa. Es absurdo ese pensamiento, ella está casada, pero en su imaginar sucede que en el ascensor no puede evitar decirle a la cara lo que en la nota pone. Se lo quita enseguida de la cabeza. Cada día se siente más estúpido, quizás no debería darle más importancia al asunto, dejarlo estar. De buscar una razón para esta situación está agotado. Desde que la lleva encima, la saca en el transporte público y la lleva en la mano durante el trayecto para que se vea bien, como un señuelo, intentando atraer al depredador culpable de este estado de incertidumbre, observa los gestos para ver si alguien se delata al ver la nota. Pero en estos días no ha pasado nada reseñable. Vuelve a pensar que igual que él nunca dejaba dos notas a la misma persona, puede que su “regalador de palabras” sea igual. Y tras la primera él ya haya pasado a segundo plano, y ni siquiera reparará en él otra vez.

Durante esta semana los compañeros de trabajo, han ido organizando una cena, él ha sido invitado, pero con la desazón de estos días había mostrado su intención de no ir a algunas de las personas que le preguntaron si se apuntaba. Lo sorprendente ha sido encontrarse el Post-it en la pantalla del ordenador que le decía; “No te olvides de la fiesta, no vayas a faltar”. Está escrita a mano y con letra de imprenta, y sin firmar. Le ha sorprendido esa anotación, puesto que se le hace raro esa insistencia en que vaya, nunca se le había mostrado tanto interés en su asistencia cuando en alguna otra ocasión se ha borrado de una celebración por parte de sus compañeros, ya fuese un cumpleaños, la despedida de alguno de los miembros de la plantilla por marcharse a otra empresa o la jubilación de algún otro o últimamente más por despidos. La ha analizado, para averiguar si la grafía era similar a aquella otra que lleva en la cartera, pero al no estar escrita de la misma manera no adivina si puede ser la misma mano la que plasmó en uno y otro papel aquellos mensajes.

Le da vueltas sobre quién podría ser en este caso la persona que dejó la nota que lo conminaba a no dejar de ir a la cena que se estaba programando para dentro de una semana, como primera fecha más posible, pero no consigue hacerse una idea clara, sigue habiendo pocas candidatas, cuatro.

Quizás fuese Helena, la chica de administración, puede que de las cuatro la más guapa, aquélla que le dijo una frase que le gustó durante una conversación que le resultó muy amena e interesante en una fiesta, animados ya por las copas, y divagando sobre sentimientos, amistad, compañerismo, relaciones y el aprecio.

Ella dijo: “El aprecio son los despojos del amor marchito”. Y recapacitando sobre ello le dijo que tenía razón, que solo vivimos y nos alimentamos de despojos… esencialmente no queda otra cosa, pero nos alimenta para poder seguir.

¡Cómo no había pensado firmemente antes que podría ser ella la de la nota!, no ya la de la nota en el ordenador, si no la amorosa. Aunque quizás esta otra en la pantalla también lo sea, puesto que esa insistencia puede dejar ver el miedo a que un amor escape, que un plan preparado para ese día se frustre por la no asistencia, y se haya decidido a jugársela poniendo en peligro su proyecto, arriesgándose a ser descubierta al adelantar y mostrar las cartas por miedo a un posible fracaso. Si alguien es capaz de hacer esa reflexión tan bella y dolorosa a la vez, podría ser capaz de aquella frase que llevaba pegada al corazón.

En aquella conversación recuerda que ella hablaba de la necesidad que tenemos de sentir a otros, que cuiden de nosotros de cerca, que nos acunen cuando no podemos dormir, que nos arrullen y nos hablen susurrantes en el desvelo, y que eso lo creemos encontrar en el amor, pero ese amor o estado de enamoramiento dura poco o muchas de las veces enseguida queda marchito y sobrevive solo ese otro sentimiento que es el aprecio, y a él le vino a la cabeza, sin mucho sentido, ese dicho que decía su madre “No hay mayor desprecio, que no hacer aprecio”. El aprecio al final es el sustento de las relaciones, siguió contando ella. Siempre queremos que alguien nos aprecie, y nos refuerce y cuando estamos flojos nos levante el ánimo y nos diga cuanto valemos y que a su vez nos necesite y nos pida caricia, mimo y consuelo en sus momentos bajos. Él en ese momento estuvo de acuerdo, pero hasta ahora no lo pensó con tanta fuerza, sintiendo que era una gran verdad. Esa nota le había abierto una herida que necesitaba que alguien cuidase y curase. Siempre quiso la soledad, siempre apostó por la independencia, y ahora sentía el frío de esa elección. Puede que no necesitase un gran amor, puede que necesitase sólo a alguien que le apreciase y quisiera estar junto a él.

Pero claro, recordando todo esto también le entran dudas, mirándolo fríamente, alguien que piensa tan desabridamente del amor, y lo carga de tanta lógica y “terrenabilidad”, cómo iba a estar involucrada en este juego, que más parece de alguien romántico y enamoradizo.

 

 

 

.      *Todos queremos que alguien cuide de nosotros como nos canta Christina Rosenvinge, y como también desearía nuestro protagonista.

** NA: A Elena, por su frase reveladora en aquel comentario.

“Alguien que cuide de mí“

Cheristina Rosenvinge - que me parta un rayo

.     **NA: Publicado originalmente el 16 de Julio de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Regalando palabras (4ª parte)

11 Domingo Ago 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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amor, angustia, Aute, ¿Quién eres tú?, búsqueda, desamor, deseo, dolor, dudas, ilusión, incertidumbre, Música, palabras, piropos, Slowly, tristeza

Optó por intentar apartarlo de su mente, como algo cotidiano que pasase de forma ordinaria, no queriéndolo ver como  lo que era, algo extraordinario. Por ello lo guardó allí, en ese cajón de donde lo estaba retomando ahora para volver a posar la vista en aquella frase.

Habían pasado cuatro días, cuatro días desde el exabrupto que le sacó de su vida átona y monótona. Este suceso le hizo recapacitar sobre su comportamiento con las notas que había ido dando estos años. Esa desazón que hubiese podido generar en las destinatarias era la que él padecía ahora y no era ciertamente agradable, estaba sufriendo en sus carnes ese malestar interno del no saber quién ni porqué, que tantas veces él mismo inoculó a otras personas, a mujeres desamparadas- según él-, juego inocente e infantil- según su pensamiento-, y que ahora veía como cruel.

Quizás se lo estaba tomando demasiado a pecho, era demasiado ilusionante, y por ello estaba en ese estado de ansia ahora, con la nota entre sus dedos. Quizás simplemente procedía de alguien que como él, dejaba notas a la gente, y esa persona le vio gris y triste y sin luz en la mirada, como él veía a muchas mujeres a las que regalaba sus papeles y sus palabras, para dotarles de fuerza y dignidad. Puede que debiera tomárselo así, simplemente como un empujón y zarandeo, un toque de ánimo para alzar los hombros y estirar su cuerpo cada vez más encorvado por el aburrimiento de lo diario, de la falta de expectativas, por la nulidad afectiva.

Recibir una nota o un mensaje como ese, a cualquier hombre le gustaría, que le digan ese bello y tierno piropo es una de las mejores cosas que pueden decir y querer de uno.

“Los hombres como tú solo se encuentran en los mejores sueños”, uf! Quién no va a volverse loco por buscar a la persona que te diga eso. Quién puede no salir corriendo en busca de ella, del dueño de ese pensamiento hecho poesía hacia uno… Aunque intentó enterrar el papel en aquel cajón y olvidarlo, dejarlo estar, no pudo evitar al día siguiente mirar a cada una de las personas con las que se cruzaba, de manera vigilante, escudriñando cada gesto, cada movimiento. Estaba cansado por no haber dormido bien, pero quería estar alerta y no perderse detalle de las gentes con las que se cruzaba en el trayecto hacía su trabajo. Su trabajo. No había pensado en ello seriamente, solo de manera fugaz en su repaso de lugares en los que podía haber sido víctima de la entrega. Puede que alguna de las compañeras de trabajo, pero no, descartaba, no podía ser; él nunca lanzó mensajes sexuales hacia ninguna de ellas, no había muchas, ¿tres?, no, cuatro con la chica de recepción con la que casi no tenía trato. Ninguna era de su departamento pero, por razones de trazabilidad del trabajo, sí que tenía relación laboral a menudo. En alguna fiesta había confraternizado algo más con ellas, pero nada extraordinario. En ese instante se le pasó por la cabeza algo que le hizo fruncir el ceño con gesto de de sorpresa, a la vez que se le dibujaba una media sonrisa, como el que, concentrado en su pensar, exteriorizase lo que dentro de su mente está aconteciendo, mostrándose como libro abierto, por esa idea que a la vez le pareció absurda y ridícula.

Miró a su alrededor por si alguien le vio. Qué habrá pensado la gente al verle gesticular así con su rostro, él a veces veía a personas en esa situación y se preguntaba que sería aquello que les hizo sonreír o ensombrecer su cara en otros casos, qué pensamiento hizo que se mostrasen abiertamente y que uno se pudiese asomar a su estado anímico y ver tan adentro. Volvió a esa idea que se le ocurrió, pero que entendió claramente peregrina, o no tanto. ¿Porque no podía ser esa posibilidad? Al fin y al cabo, no era tan extraño que pudiese suceder, no por impulso suyo, no porque él mostrase intención o inclinación, pero posible era. Muchas veces le sucedía, desde siempre o desde bastante joven, por la calle o en bares, era mirado con cierta lujuria, atraía sin duda a bastantes homosexuales, incluso alguna vez recibió propuestas más directas y claras que las simples miradas. Nunca se sintió molesto ni violento con ello, en parte a él con su ego tan frágil, esto le agradaba algo, aunque nunca lo llegase a reconocer ni confesar a otros. Cierto que había mujeres que también le miraban con interés, esto equilibraba la cosa,  y puede que fuese lo que le tranquilizaba con vistas a tener alguna vez alguien a quién amar, sentía que había alguna posibilidad para el afecto compartido. Él no tenía tendencia a la homosexualidad y nunca se había planteado esa posibilidad, pero sentir que atraía a hombres y que incluso podía haber alguno enamorado, le creó duda y confusión. Acaso estaba equivocado desde el inicio en sus elucubraciones y no estaba mirando y observando a quién debiera en busca del dueño de aquella nota, o al menos no debería descartar y dejar de observar a los hombres como hasta ese momento había hecho, eliminados de su vista en la búsqueda de su “regaladora de palabras”. En su trabajo había un par compañeros homosexuales con los que se llevaba muy bien. Quizás. Y desde ese instante todos eran sus sospechosos, camino a su trabajo.

Mirando la nota de nuevo, entre sus dedos algo temblorosos, se pregunta: “Quién eres que tan lacerante me dejaste, quién eres que dolido busco tu imagen, quién eres que se me corta el respirar si una mirada intuyo posada en mí, quién eres que mi palpitar me ensordece, quién eres”.

 

 

 

.     *Nuestro protagonista se pregunta quién será y de donde vendrá el dueño o dueña de esa nota, como Aute se pregunta en su canción.

“¿Quién eres tú?“

Aute - Slowly-cover

.     **NA: Publicado originalmente el 22 de Mayo de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Regalando palabras (3ª parte)

10 Sábado Ago 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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afecto, amor, angustia, Autobiografía, desafecto, desvelo, dudas, Duncan Dhu, error, frase, Música, miedos, nervios, noche, nota, palabras, Palabras sin nombre, pena, sorpresa, tristeza

Llevaba varios días sin leerlo, lo dejó allí guardado en un cajón, y no lo había vuelto a leer, casi como reliquia lo mantenía en ese lugar, venerado pero sin visitarlo, como en un santuario que el creyente sabe cercano pero al que nunca va.

Después de leerlo y releerlo aquel día, muchas veces, muy seguido, una y otra vez, cada vez más despacio, cada repaso más lento, aturdido, con la mente volando, buscando, sin encontrar dónde o cuándo, cómo o quién. Era una frase, solo una frase, ni muy larga, ni muy corta, pero turbadora, él que siempre era sosegado y no expresaba sus nervios, no podía evitar esta vez estar agitado, si alguien le viese se sorprendería, su rostro estaba tenso, como nunca se lo habrían visto. Desde el preciso momento de sacarlo del bolsillo y distraídamente leerlo, su corazón pasó de un tranquilo latir a un bombeo cada vez más trepidante, como si estuviese creciendo en su pecho, hasta casi sentirlo en la garganta. Llevaba allí un rato, paralizado, quieto, no sabía cuantos minutos, pero sentía las piernas cargadas y pesadas y la boca seca, muy seca. Se desplazó a la cocina en busca de agua, andaba sin mirar al frente, sin mirar hacia donde se dirigía, su mirada no se despegaba de ese pedazo de papel, de esas letras escritas. Tras beber agua e intentar calmarse, se quedó mirando por la ventana, mirando sin ver, simplemente dejándose estar, frente a él, los árboles del parque se le mostraban frondosos, y el césped con alguna que otra persona sentada en él. Pero no reparaba en ello, ni en la gente ni en la arboleda, ni en el césped que era habitado por ellos. Miraba pero no veía, seguía buscando en su mente, en su interior, quería saber que sucedía, estaba en shock, atónito. Sentía algo pero no sabía que era, no sabía si era sorpresa, dolor, rabia, esperanza. No conseguía pensar con lucidez, iba de un pensamiento a otro  y no lograba centrarse.  Llegó a pensar, en un momento dado, que se estaba volviendo algo loco, o desmemoriado, y que esa nota fue escrita de su puño y letra, y que él mismo la hubiese metido en el bolsillo a la espera de ser entregada, y ya olvidada por no encontrar momento o receptora, y ahora, casualmente, la hubiese recuperado por un azar no buscado.

Finalmente después de un rato, desechó esta posibilidad, el texto encontrado estaba escrito con destinatario masculino, y eso él nunca lo hizo, siempre sus “victimas” eran mujeres, eran del sexo femenino. Nunca se supo atraído por hombres, ni siquiera le interesó darles ánimos si los vio alicaídos, al contrario que con las mujeres, que despertaban en él tantos sentimientos; de amor, ternura, pena, desamparo y desconsuelo. Y cómo no, le provocaban también lujuria y deseo, y todo esto le empujaba a darles mensajes de ánimo, piropo, amparo y consuelo. Estaba claro que tampoco era su letra, quiso ver en ella la letra de mujer, diferente dicen a la del hombre, aunque la suya no era la estándar de ellos, menos redondeada y más pequeña, la suya era bonita y algo afeminada, le llegaron a decir de joven. Cosa que en aquella época le turbó, por lo que pudiesen pensar de él. Ya más fríamente, tras una cena frugal, tenía el estómago cerrado y desaparecido el apetito, en la cama siguió  sin entender nada, seguía repasando su día, su último día, esa chaqueta hacía tiempo que no se la ponía. Pero entonces podía estar equivocado y no ser en el transcurso del último día cuando llegó la nota a su bolsillo, bien podría ser aquella otra vez anterior que llevó esa indumentaria.

Intentó distraerse con otra cosa y puso el televisor, y no conseguía centrarse en la tertulia del canal elegido, pasó por toda la franja de canales varias veces y volvió a parar en la tertulia, y aunque escuchaba, no seguía la conversación de los tertulianos ni de la moderadora y presentadora, es más, ésta por ser guapa le llevaba con más fuerza a pensar en la nota, en la frase declaratoria. Y aunque dudaba si quiera que él fuese el verdadero destinatario de ella, pensaba más, como defensa y distanciamiento, en una confusión, del que él como convidado de piedra estaba involucrado por error, incluso le dio pena esa mujer o chica, (no sabe muy bien como denominarla sin saber su edad), que pudo darle la nota por equivocación. Le entristecía esa posibilidad, el posible pensamiento de ella, al ver que el sujeto no respondía a su interés por él, y entendiendo que él sí que estaba al tanto de la inclinación de ella. Y esa imagen le desordenó aún más el pensamiento, creyendo ver la aflicción de la chica y la culpabilidad en sí mismo, por el desaire que achacaría la mujer al hombre, por el desdén sufrido, y que ese hombre no sabe de ello. Y quizás, peor aún, él también atraído por ella jamás sabrá de su afecto, puesto que la nota nunca le llegó. Y se siente fatal por verse culpable indirecto de esta tribulación y desafecto.

 

 

 

.     *El regalador de palabras se ve sumido en el desvelo, y la noche se le hace larga por esas palabras sin nombre que no le dejan descansar, como nos canta Duncan Dhu.

“Palabras sin nombre“

Duncan dhu - Autobiografia

.     **NA: Publicado originalmente el 11 de Mayo de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Varado

10 Viernes May 2019

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

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angustia, Despedida, intuición, llanto, Música, Mujeres, Nada, Silvio Rodríguez, varado, Y nada más

Hoy buscando para republicar, releo este poema escrito y publicado casi 6 años antes de que sucediese realmente lo que luego fue un reflejo anticipado en el poema de lo que sentí.

Cuando aquella última noche volví del hospital algo me hizo pensar que todo acabaría en unas horas, y así fue, tres horas después de abandonar el hospital estaba de regreso para verle marmóreo y frío, sin esa respiración angustiosa que nos entristecía pensando que estaba sufriendo.

Tras la llamada dando la noticia, me sentí como cuenta el poema, con una angustia difícil de describir, un llanto interior, sin lágrimas, y mucha sensación de vacío y ausencia, ya no estaría más, papá sólo viviría en nuestros recuerdos.

Ha pasado un año y tres meses, pero cada día que le pienso se me hace un nudo en la garganta.

 

 

Varado aquí,

con una angustia vespertina,

todo queda en mi retina,

borroso por el llanto,

todo me parece lejano,

y sin embargo no hace tanto.

Fue hace una hora,

cuando intuí el fatal desenlace.

No puedo llorar,

sólo angustia me queda,

tanto tiempo preparándome,

y al final surge el llanto,

llanto interior, que nubla

la visión.

Lágrimas no hay,

solo mirada ausente.

Nada más.

 

 

 

.     *El poema, como la canción de Silvio Rodríguez nos trae la angustia de la vida que pasa, sabiendo que no hay nada más…

“Y nada más“

.     **NA: Publicado originalmente el 9 de Agosto de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Deseando desaparecer

18 Viernes May 2018

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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Amor se escribe con llanto, angustia, delirio, Desaparecer, Desde que no nos vemos, Despedida, dolor, Enrique Urquijo, Enrique Urquijo y Los Problemas, huida, Música, Soledad, tristeza

Esta madrugada desperté, y tú estabas junto a mí, cuánto deseé que te marcharas, o que hubiese otro cuerpo ahí, o quizás que no hubiese nadie. Deseo la soledad desde hace tiempo, no eres tú el problema, creo que el problema está en mí, que perdí el deseo de vivir. Nada me llena, todo me resulta vacuo, todo es angustia y tristeza, inquietud y congoja, por no entender esta infelicidad, esta desafección al mundo que me rodea, y en ese entorno estás tú, y temo hacerte daño y que el amor se convierta en odio y desprecio y desesperación por no comprender qué sucede, a qué se debe esta depresión vital, esta desgana de vida, esta ausencia de dicha, que tú te esfuerzas cada día en transmitirme y hacerme ver y sentir, juntos.

El delirio en el que me sumo, y me consumo, no tiene sentido. La vida es bella, pero la oscuridad se cierne sobre mi cabellera como águila que quisiera llevarse una presa, arrastrarla y alzarla al aire para dejarla caer y despeñarla. Y así me siento, en caída libre, volando hacia un abismo, oscuro y tenebroso, que se acerca y aproxima a gran velocidad, pero a la vez, contradictoriamente, lentamente, como si estuviese en un estado de evasión mental y alucinación, desconectado de una realidad huída por un mareo y vértigo que no permite pensar, que genera cierta inconsciencia, y deja el cuerpo varado en un lecho del que no puede levantarse. La angustia de este vahído, muestra al individuo que soy descompuesto, como trapo viejo olvidado y ovillado, con la bilis subiendo por la garganta, y provocando la arcada y el vómito. Y en el intento de auparme y avanzar, el cuerpo no mantiene la verticalidad, se cimbrea y mueve sin control, dando pasos adelante y atrás, pasos inconexos que dan lástima, pero la necesidad de llegar al baño me empuja y lanza hacia las paredes que se muestran lejanas y cercanas a cada paso descompasado. Y con la tez blanca y sin color, sin rubores de vitalidad, con la palidez enfermiza que llega dada por la lipotimia mental, que transformó el organismo en vehículo para un malestar que naciendo de la cabeza se perpetúa en el estómago, que se tuerce y me retuerce, me muevo por la casa. En este instante, es cuando más deseo desaparecer, la mente no domina los sentidos, las sensaciones son desagradables y desasosegantes, los placeres mundanos se muestran lejanos y se transfiguran en dolores que lo cubren todo y la vida se ve por ese prisma de molestia y fastidio y solo se presenta la insustancialidad de la misma. E irrumpe el deseo de velarse, hacerse nada y descansar.  Y en este deseo de esfumarse y borrarse de esta efímera eternidad, lo que más daño hace es pensar que puedo dañar. Y para no hacerte daño, para no hacerme más daño con este pensamiento de mortalidad, que me rompe y enloquece y mata por no matar, me alejo y pongo espacio entre ambos, y te dejo una nota: “te quise tanto, que el amor se me ha vuelto llanto”.

 

 

.     *Enrique Urquijo (y los Problemas) nos traen todo su desencanto, para acompañar la desilusión y tristeza de este relato.

“Amor se escribe con llanto“

.     **NA: Publicado originalmente el 17 de Mayo de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad

 

¿Dónde está Abril?

03 Jueves May 2018

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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angustia, ¿Quién me ha robado el mes de abril?, despertar, El hombre del traje gris, Música, perdida, primavera, Sabina, Soledad, Solo

Hace un par de días me desperté azarado y no sabía muy bien porqué, solo noté que me faltaba algo. Me incorporé de la cama, estaba solo, completamente solo, tampoco era demasiado raro estarlo, desde hace tiempo lo estoy, pero mis miedos, mis inseguridades y mis angustias vinieron todas de golpe a buscarme, a sacarme de la habitación. Me hicieron recorrer la casa entera, yendo al salón primero, después a la cocina, y todo estaba solitario. Volví al dormitorio y la cama estaba vacía, iluso pensé que allí lo encontraría, te encontraría. Me puse a pensar qué estaba sucediendo, a qué se debía este estado de ánimo, qué me pasaba. No había pensado en los últimos días, en los últimos tiempos, pero de repente me vino toda la conciencia, a visitarme, a avisarme que algo me estaba ocurriendo. Toda la congoja se me agolpó en la garganta. Llevo dos días sin poder recrearlo, sin hablarlo y sin escribir sobre ello. Era tanta la rabia y tanto el dolor que me visitó que no podía afrontarlo, no quería enfrentarme a ello, ni revivir ese estado interior, no quería proyectar imágenes que derivasen de unos momentos de agobio y aflicción. La inquietud se había apoderado de mí, la opresión se adueñó de estos días que me hicieron recordar que todo un mes había pasado de largo, que otro año más lo borré, y me salté treinta días de mi vida. Él, que tiene que ser lluvioso, queda seco, más que seco desértico, sin nada que lo habite, y pasa raudo, como si no hubiese existido. Él, que estuvo tan lleno de vivencias compartidas aparece sumido en un vacio conmovido. Te borré con tantas ansias que me llevé por delante todo un mes. Y cada año me digo que no debe ser así, que el daño me lo hago a mí mismo, por desperdiciar esta vida que es la única que tenemos y que no se repite, que lo que no vivamos, que el tiempo no “vivido” nadie nos lo devolverá, pero caigo en el mismo error una y otra vez, año tras año y ya van demasiados. Y el mes que deber ser de la explosión de la primavera, de los nuevos proyectos, de dejar atrás lo gris, lo invernal y que debería transformarse en luz y color, y transmutarse en alegría y diversión, en búsqueda de nuevos planes y que pase lo triste y frío para encontrar la calidez de un sol nuevo que haga olvidar ese otro que se extinguió y dejó de calentar, de dar vida a un futuro en común, desaparece de mi horizonte. Y resulta que todo eso me lo pierdo, quedo frustrado cada vez que llegan estos tiempos, y me doy cuenta que mi recuerdo vital último es de marzo y hoy ya me encuentro en mayo, y maldigo a quién me robó el mes de abril, y te maldigo por visitarme siempre el primero de mayo, para hacerme ver que otra vez ganaste y me borraste el mes de abril.

 

 

.     *Sabina se pregunta quién le robó el mes de abril, pero el protagonista de nuestro relato no se lo pregunta puesto que cada año lo tiene muy presente, es alguien que le robo el corazón y en él se llevó todo un mes.

“¿Quién me ha robado el mes de abril?“

.     **NA: Publicado originalmente el 3 de Mayo de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad

 

Fría madrugada

14 Jueves Dic 2017

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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alba, alma, amanecer, Amaral, angustia, Esta madrugada, Frío, insomnio, madrugada, Música, Pájaros en la cabeza, Recuerdos, Refree, tristeza

Esta madrugada desperté, y tú no estabas junto a mí, cuánto deseé que no te marcharas esa otra madrugada. Estoy helado en esta noche amarga, en esta mala hora, que se hace infinita. Toda la tristeza me vino a acompañar. Todo el llanto quiere aparecer en esta hora desangelada. No puedo dormir recordándote, cuando ya te había olvidado, pero este silencio me traicionó con un despertar desasosegante, cuando la luna entró por la ventana para ahuyentarme. Quiero que la oscuridad de mi alma se ilumine, deseo que llegue el alba, pero quédate un rato que tengo frío, al menos abrígame con tus recuerdos que quizás ya no compartas con los míos. Ha pasado tanto, que no entiendo porque me vinieron a ver aquellos tiempos, ya no sé por dónde andas, en esta ciudad que compartimos, a la que llegamos juntos y hoy cada uno vaga por distintos caminos. Esta calma me desarma las intenciones de dormir y de poder huir de esta madrugada a un amanecer que nunca llega. Quiero esa luz que alumbre mi oscuridad, en la que de pronto se vio envuelto este insomne glacial. Quiero que llegue el alba para descansar, que el rocío se escarche en la ventana por donde se me escapa el alma. Dame calor aunque sea la última vez, prometo no volver a desfallecer, prometo no pedir más tu regreso en esta mala hora, y no caer en tu recuerdo bajo la intemperie de una noche angustiosa y dolorosa.

Creo oír un Chelo, como un quejido, como un lamento que me acompaña este sentimiento, y no encuentro esa ilusión por vivir que me abrasaba por dentro, que hacía que quisiera comerme el mundo, quizás es por eso, que de pronto se me vino todo el universo al suelo. Y no sé porqué te cuento esto si tú ya estás muy lejos de mí. No sé como vino esto que me pilló desprevenido. Quiero despertar, esto debe ser un mal sueño. Será que perdí todas las ansias por la vida, será que te echo de menos, que te me vuelves como la verdad única que habita mi recuerdo. Quisiera tu calor, quisiera tu cariño esta madrugada, que se me hace eterna de pensar que nunca vas a estar, por mucho que pida que hoy te quedes conmigo hasta que entre la luz por el postigo. En esta mala hora de desvelo que me ahoga.

 

 

 

.     *Esta versión de la canción de Amaral con la colaboración de Refree me sedujo, no pudiendo evitar convertir en un relato bastante fiel a lo que ella canta, una noche triste de insomnio, frío y recuerdos.

“Esta madrugada“

 

.     **NA: Publicado originalmente el 10 Mayo de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

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