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desafectos

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Archivos de etiqueta: Lágrimas

Me quería

12 domingo Ene 2020

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

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anoche, El derrumbe, El hombre delgado, huir, Lágrimas, Soñar

Anoche cuando dormía

soñé que no me quería,

hoy desperté.

Anoche cuando dormía

soñé que huía,

hoy desperté.

Desperté con lágrimas

porque no soñé.

Dijo que me quería

pero que no compartiría,

la vi como huía,

dijo que me quería.

 

 

.     *Hoy nos derrumbamos con la música de El hombre delgado que también ha perdido lo amado como en el poema.

«El derrumbe«

 

.     ** Publicado originalmente 23 de Julio de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Gotas con sal

03 martes Dic 2019

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

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Adiós, Fito Páez, Lágrimas, Marlango, Música, No sé si es Baires o Madrid, Pétalo de sal, Ruptura

En el mismo bar, en el mismo lugar,

donde hubo besos afrutados,

tus labios se hacen pétalos salados.

Me miras,

te miro,

pero ya no nos miramos igual,

me miras distante, alejada,

con una mirada ajada

por el deseo de huir.

Te miro triste

por el deseo que me impediste,

veo borrosas tus pupilas que dicen en la distancia ya no,

mis ojos miopes, tan lejanos

no ven ya los tuyos brillar,

los míos sí que lo hacen, gotas con sal.

 

 

 

.     *No es tan trágico como dice la canción de Fito Paez acompañado de Marlango, pero sin dramatismo sí que es cierto que con los años todo aquello se nos vuelve pétalos de sal…

«Pétalo de sal«

fito-paez-no-se-si-es-baires-o-madrid

.     ** Publicado originalmente 23 de Abril de 2014. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Deseo suicida

24 martes Sep 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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Alfonsina y el mar, conversación, enfermedad, final, Lágrimas, llanto, mar, Música, Mercedes Sosa, miedo, Muerte, Mujeres Argentinas, puenting, suicidio, vejez

Se puede elucubrar mucho sobre los suicidas, sobre si realmente se quieren quitar la vida o solo pretenden llamar la atención, o si se produce en él un desequilibrio momentáneo que en un punto se revierte y toma conciencia de lo que está realizando y no lo quiere llevar a término, y quizás a veces lo demora para que alguien lo libre y rescate de eso que está intentando finalizar. Pero eso sería pensarles como niños que quieren que se fijen en ellos, y que es una manera de alertar a los otros, de decir con un grito desesperado que necesitan que les hagan caso, que necesitan ayuda.

-No es fácil suicidarse-, me dijo; -Pensé que sería sencillo, pensé que tendría valor-.

Esto me recordó cuando fui a hacer Puenting y piensas que será sencillo, que te dejarás caer con facilidad, pero cuando estás al otro lado de la barandilla, cuando ya todo está listo, el arnés y las cuerdas en su sitio, cuando ya solo depende de tu decisión, de un pequeño impulso hacia el vacío o ni siquiera impulso, un dejarse caer hacia la nada que nos sujete. Es ahí cuando el cuerpo no responde a la mente, o es la misma mente la que piensa una cosa y ordena al cuerpo otra. El caso es que tú dices;  Allá voy. Cuentas, uno, dos y tres, y dices; Ya! Y te das cuenta que no, que no has podido hacerlo, que aun sigues encaramado y bien agarrado a la barandilla metálica, sientes que las manos aprisionan el metal, y que casi te estás haciendo daño, que tu cuerpo hizo el movimiento de separación de la vertical, tus brazos dejaron de estar encogidos y se alargaron estirándose por completo, alejándote de lugar de agarre y sujeción, pero tus manos no hicieron lo que debían hacer acompasando el movimiento de cuerpo y brazos, es decir, dejar de agarrar. Ellas siguen allí haciendo lo que no debían de seguir haciendo, sujetándote para evitar la posible caída. Velando por tu vida. Vuelves a ponerte a salvo verticalmente, y te das cuenta que no has conseguido saltar, y lo vuelves a intentar, esta vez tomas la precaución de abrir las manos antes de iniciar el alejamiento del cuerpo de la barandilla, y ya sí, ya nada te retiene y sin vuelta atrás caes con la subida bestial de adrenalina, y la cara se te desencaja por el miedo que tú nunca dejas de tener, aunque hayas decidido por voluntad propia hacer aquello.

Pienso que el suicidarse o la decisión de suicidarse, debe ser algo así. Decides hacerlo pero nunca dejas de temer el resultado. Quieres hacerlo pero algo en ti te frena. Esos casos son los que la gente luego dice que lo intentó quizás para llamar la atención, que en el fondo no se quería suicidar, pero eso es simplificar demasiado cuando el acto no se lleva a término sin retorno.

-Hay días en los que quisiera morirme-, me dice.

Sentado frente a mí, mirándome a los ojos, pero con la vista perdida, como si no me viese, como si estuviese viendo a través de mí, -igual le soy transparente en ese instante-, pienso. Callo y le observo. Le miro. Su rostro hierático no me deja vislumbrar que pasa por su mente, su cara solo me muestra una persona que parece que no está allí. Sigo en silencio para que continúe, para que me diga más, para que me cuente el motivo de esa reflexión, de ese deseo que me ha dejado helado. El silencio se dilata y avanzan los minutos, sin que crucemos palabra. No hay frases, ni preguntas, ni respuestas por tanto. No le exijo argumentos que me expliquen los motivos. Entre él y yo hay una pequeña distancia, no más de setenta centímetros, la longitud de la mesa que nos separa, pero realmente hay una distancia abismal, le siento lejísimos, él no está allí, en aquel lugar. No digo nada, espero para saber cuándo él decida que debo saber. Aunque en realidad, me doy cuenta que no espero ni he dejado de hablarle ni musito nada, no por respeto a sus motivaciones que me mostrará seguramente o eso espero, no guardo silencio por darle tiempo a que organice su pensamiento y me cuente, si no, que lo que hace que calle es que no sé qué decir, no sé qué decirle. Noqueado por esa confesión la mente ha sufrido cierta parálisis y me va lenta, muy lenta. Busco en mí, argumentos, preguntas, ánimos, para articular lo que debo decirle y como decirle; que eso es una barbaridad que no tiene motivos para esas locas ideas, para ese fin de acabar antes de que la naturaleza dé por finalizado su existir. Pasa por mi cabeza, que quizás esté enfermo y yo no lo sepa y que me dirá que se cansó de luchar, de bregar con el mal que lo aqueja, y que aunque la batalla no ha sido aún ganada por la enfermedad, él se rinde, pues no estima que alargar temporalmente la lucha sirva para algo. Está cansado de la inutilidad de cada amanecer en el que calzarse la armadura de medicamentos para una pelea interna que le va mermando sus ganas de vivir, aunque nadie lo veamos. Sus ilusiones ya no existen, ya no tiene proyectos que cimenten cada despertar.

Miro la taza de café que hace rato dejó de humear, pienso que se ha quedado frío, tanto como yo cuando escuché ese anuncio de muerte deseada.

Mira por la ventana.

-¿Estás enfermo?

Sin girar la cabeza, contesta; -No-, y veo una leve sonrisa de circunstancias, como si supiese que esa sería una de mis preguntas, o al menos como si supiese que eso pasaría por mi cabeza.

-No, no es nada de eso, no tiene nada que ver con enfermedades o que haya perdido la cabeza o la esté perdiendo.

-Entonces se me escapa-, le digo, a la vez que intento que la voz no me suene angustiada.

-No tiene nada de misterio, es sólo que ya me gustaría cesar mi existir, pero como te decía no es fácil ser elemento activo, aunque lo desees. Hay que ser valeroso para llevarlo a cabo. Para mí sería una bendición no despertarme una mañana, o contraer esa enfermedad que tú me suponías, pero claro que fuese una enfermedad rápida y no dolorosa.

Aturdido, no sé por dónde continuar, si insistir en que es un desvarío, o callar. Su edad avanzada, aunque no tanto, me hace comprenderle un poco en esa terrible aspiración. El fin de las ilusiones, pensar que ya todo está hecho y que el camino que queda no sirve nada más que para seguir avanzando sin objetivo, solo por la inercia de avanzar, con todas o casi todas las experiencias cumplidas. Lo llego a entender. Siempre es una decisión respetable, pero no siempre es soportada por la racionalidad, y menos cuando esa decisión viene dada antes de la vejez. ¿Puede alguien no desear vivir sin estar con sus funciones mentales trastornadas? He conocido varios casos cercanos, gente que he tratado y siendo jóvenes han decidido acabar su existencia física. No sé lo que ha pasado en sus cabezas, y por tanto no sabría decir si estaban trastornados o no.

Empiezo a temer, que siga hablando. Por egoísmo y por miedo a la vez, por querer evitarme algo que se me vuelve desagradable de pensarlo y me comienza a agobiar sólo por intuirlo. Algo a lo que no sabría cómo enfrentarme, si tendría valor o si la cobardía se apoderaría de mí, empezando a buscar escusas con las que argumentar la petición de desistir de su empeño, no para salvarle si no para salvarme.

-He pensado cómo podría hacerlo, realmente hay muchas posibilidades, muchas maneras; empezando por el salto al vacío desde un viaducto, fíjate que el de Madrid lo acristalaron para que la gente no saltase desde él. Cortarse las venas y dejarse llevar en una bañera dándose un baño. Utilizar pastillas o algún veneno. Incluso uno puede intentar hacerse con heroína e inyectarse una sobredosis. Pero todas las opciones requieren tener gran osadía, no ya en los preámbulos de preparación, eso hasta resultaría fácil y entretenido como cuando preparas un viaje, si no en el momento de llevarlo a cabo uno mismo. Sería más sencillo que otro te ayudase, que otro fuese el que te empujase desde el borde del viaducto, que fuese otro el que te acompañase en tu último baño y te hiciese los cortes definitivos, que fuese otro el que te hiciese ese cóctel de pastillas nocivas o te suministrase el tósigo mortal, o que fuese otro el que diluyese el polvo en la cucharilla calentada y después con la jeringa hincase ese fuego letal. No, no te asustes, no te voy a pedir que seas ese otro, tu cara delata ese pensamiento ayudado por mis palabras. Sólo digo que seguramente sería más fácil llegar a ello. En mi ensueño, pienso que alguien que conoce éste mi deseo, se apiada, y sin yo saberlo un día obra y cumple lo que yo quiero. Eso, como un accidente que provoca la muerte repentina, sería algo con lo que sueño.

Hay organizaciones que ayudan morir, pero creo que sólo a gente que está con enfermedades terminales. Organizaciones para la Eutanasia, para conseguir una muerte digna, antes de que la enfermedad denigre. Es una pena que no hagan esa misma labor para gente que no está enferma y que quisiera morir.

Escucho, sólo escucho, no soy capaz de interrumpirlo. Habla sosegadamente sin ningún atropello, sin ninguna excitación que me parezca que lo hace sin reflexión, por el contrario lo hace con calma, fluyendo todas sus frases de manera lenta, y suavemente vuelan a mi alrededor hipnóticas, generando cierto vértigo, haciendo que no me parezca real todo aquello, me siento algo mareado, como drogado. Le oigo continuar.

-También he elucubrado con tener un fin más poético, al estilo de lo que relata la canción sobre el final decidido por la poetisa Storni; internarme en el mar lentamente, en un mar cálido, un mar que me arrope y que me dé el calor que necesito y que seguramente necesite más en ese momento, pues estaré con miedo, mucho miedo, y frío, mucho frío, por más que sea lo que más deseo, en ese instante estaré helado, tiritando y con lágrimas. Lágrimas de despedida. Lágrimas saladas uniéndose a un mar salado, y así, dejaría algo de mí en ese mar, que será para siempre mi mar.

 

 

 

.     *Por lo que nos encoge el alma, siempre quisiéramos creer que suicidarse es un alarde tan poético como en la canción; “Alfonsina y el mar”, entonada por Mercedes Sosa

«Alfonsina y el mar«

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.     **NA: Publicado originalmente el 14 de Febrero de 2014). Hoy recibe una segunda oportunidad.

                                                       .Continúa: «Deseo Suicida» (2ª parte)

Con la mirada de Hopper (2ª parte)

31 viernes May 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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coito, Hopper, La mejor versión de ti, Lágrimas, ligar, Música, Midiendo el tiempo con canciones, orgasmo, remordimiento, Ruidoblanco, salir, sexo, Sola, Soledad, techo, tristeza

No quería salir, pero salió, no le apetecía ir de bares, pero no quería estar a solas, y fue en busca de gente, en busca de estar acompañada, de personas que le rodeasen para seguir en soledad pero con cuerpos a su alrededor, para intentar evitar sentir el frío de estar sola. Como en esos bares de Hopper en los que hay gente pero se ven tan solos. Y solitaria, en busca de calor, llegó a donde no quería ir.

Cubrió su apariencia de ganas y sonrisas para tapar los desconchones de desidia y aburrimiento. Ahora desde la cama mira el techo y recuerda y ve y recrea algún pasaje de ayer y se le ha nublado esa visión por la lágrima que ya cae por su cara. Y se dice lo de siempre, que no debe volver a suceder. Pero siempre se repite, una y otra vez,  esta situación, este estado de frustración y de remordimiento. De negación de lo pasado, e intención de olvido. El asiento trasero de un coche no es lo que ella querría, pero es lo que sucede. Una breve sonrisa, una mirada invitadora. Intento de atraer la atención de ese hombre que le resulta agradable, quizás no el más guapo, ni más atractivo, pero sí el que ella cree que puede aceptar el envite y no resultar peligroso. No siempre lo consigue a la primera, a veces tiene que mandar el mensaje a varias bandas, a varios candidatos para conseguirlo. Es una mujer guapa y en ocasiones la timidez del elegido, por entender que es demasiado atractiva para él, hace que no resulte la invitación al acercamiento. Pero hay mucho lobo suelto y ella sabe como mostrarse candorosa para que ellos piensen que es una pieza a la que abordar, y no se dan cuenta de que es ella la que elige siempre. Anoche, una vez más, salió del local, y dejó que el deseo carnal se hiciese camino entre ella y el elegido. Ella se prestó a llevarle en su coche pero no con la intención de llegar a su casa, no lleva a cualquiera allí. De camino, se apartó por unas calles donde sabe que todo queda solitario, y ahí paró ante la sorpresa de él.

En este momento, con la mirada ausente, un tanto ida, algo enfadada consigo misma por no lograr contener su deseo sexual, esa búsqueda con el orgasmo, de anulación del vacío que siente en muchas ocasiones. Un impulso que no puede refrenar, algo que le lleva a pensar en mantener sexo con muchos hombres con los que se cruza en la calle, cuando siente que sus miradas se pararon en su escote, en sus pechos. Nada malo siente en ello, no ve el sexo por mero placer como algo sucio, lo que le enfada es no conseguir hilar sentimientos que aferren algo más que placer a la situación, no logra entablar una relación con nadie, quizás en el fondo se sienta más cómoda así, con encuentros fugaces, casi nunca repite con el mismo hombre, aunque se los vuelva a encontrar. Suplir su carencia afectiva con el sexo la deja derrotada al día siguiente de suceder, cuando recuerda lo pasado. No se entiende así misma, no entiende el motivo por el que prefiere la individualidad total, antes que plegarse a compartir espacios que se le muestran asfixiantes, como en algunos cuadros de Hopper, con parejas ausentes uno del otro. No quisiera estar sola, pero elige estar sola, ¿se engaña entonces cuando se dice que no quiere estar sola? El techo blanco no le da respuesta a su duda, y piensa en la última versión de sí misma, y otra lágrima cae por su rostro.

 

 

 

.     *Ruidoblanco nos habla de distanciarnos de los recuerdos para que duelan menos, y que la soledad se nos presente como la elección acertada, donde estar a salvo, alejados, en un el lugar en el que nadie nos encontrará, como piensa nuestra protagonista.

«La mejor versión de ti«

.     **NA: Publicado originalmente el 25 de Septiembre de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

                            …Continúa «Con la mirada de Hopper (3ª parte)«

Destemplado cuerpo

22 miércoles May 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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abrazar, abrazos, Adiós, amanecer, aroma, calor, casa, Christina Rosenvinge, destemplado, Frío, invernal, jersey, Lágrimas, llanto, Música, Nadie como tú, nostalgia, olor, Ruptura, Traición, Tu labio superior

Ya son muchas las mañanas en las que se repite ese estado anímico, desde aquella primera vez en la que lo sentí así. Cada mañana aparece el recuerdo de su calor, y la cama se hace fría. Las mañanas son gélidas sin un cuerpo que te temple. Ese cuerpo, que furtivo se escabulló de entre las sábanas, dejando un aroma que no se evapora en el aire, que ha quedado impregnado, no ya en las sábanas si no en todo el cuarto, las paredes no consiguen librarse de él. Y cada amanecer ese olor me arrebata los sentidos y caigo otra vez, en el no olvido, aunque lucho cada día por librarme de él y olvidar.

La casa, es pequeña pero se me hace gigante, de pasillos infinitos y estancias enormes. Y no quiero salir de la cama para no perderme por el piso en busca del ser que ya no está, en busca del que dijo sentirse desertor cuando propuso un adiós. Y giro el cuerpo y la cabeza y pongo la cara apretada contra la almohada. La nariz y la boca oprimidas por el peso, sienten la ausencia de aire que respirar y quisiera sentir esa asfixia hasta el final, pero no me atrevo a seguir. Y creo percibir su perfume aún en ella, como si no hubiese pasado ya mucho tiempo sin recibir su cabeza para darle descanso, como si en todo este tiempo ese cabezal no hubiese sido cambiado y lavado, aunque hubo tentaciones de no hacerlo para salvaguardar esa esencia que hoy se vuelve dañina al fantasear que aún está y se aspira. Me doy media vuelta y miro la pared, la silla, el armario. Quizás ahí dentro esté la solución momentánea a esta sensación de tristeza azul, de frescor de auroras invernales que dejan el cuerpo yerto, esperando entrar en calor con el abrazo del amado.

Allí tengo su jersey, ese jersey que le cogí para sentir los abrazos que ya casi no me daba e intuía que no me daría más, y que hace que me acurruque por aquí y por allá de vez en cuando, en los momentos que ya no puedo más con la soledad y la ausencia, los días en los que deambular por la casa que ya no pisará, y por la que paseo y paseo como si de un palacio se tratase, dando pasos y más pasos, recorriendo una y otra vez las mismas habitaciones y el mismo salón, una y otra vez, como si en algún momento fuese a encontrar a quién bien sé que no hallaré. Volvió con su familia, que es lo normal, – me repito-,  que supiese que no iba a prosperar no hace que me deje de odiar, por estúpida, por creer que lo podía cambiar. Y en esas ocasiones en las que me pongo el jersey y me abrazo para sentirle, y cierro los ojos, y su perfume, el que su cuerpo dejó en el tejido que aproximo a mi cara y rozo con suavidad, y son mi nariz y mi olfato los que quieren recuperar para mis adentros aquel resto de él tan leve y efímero y falso. Y acurrucada en un rincón, la angustia y las lágrimas caen y se deslizan lentamente por la mejilla para precipitarse sobre su jersey, ese que ahora le sustituye, y me rasga el alma. Y cada mañana tengo el deseo de sentir sus abrazos y hundir mi cabeza en su jersey y dejarme llevar al tiempo pretérito, al de las promesas, sabedores de la imposibilidad de cumplirlas pero aún así dichas y lanzadas y refrendadas con actos que las hiciesen creíbles y venideras en un futuro, que hoy ya no existe. Solo existe el frío de la soledad no querida, no buscada. Y la mañana se vuelve el peor momento del día y el deseo de acabar por siempre lo empaña todo, y cuesta levantarse sin esa necesidad del llanto, de la triste mueca frente al espejo, y bajo la ducha las lágrimas que me bañan un mañana sí y otro también. Y debería partir y cambiar y huir y empezar, y sé lo que tendría que hacer pero el cuerpo destemplado no ayuda a viajar.

Miro el armario, la distancia hasta la cama se me hace tan larga que me da miedo levantarme, y congelarme por el camino antes de encontrar allá adentro, la fibra que me traiga su calor. Quisiera despedirme de él, tirar su jersey y dejarle atrás, pero no puedo, me cuesta tanto que cuando lo intento me puede la imagen de los buenos ratos y los buenos tiempos, me olvido de la afrenta por la renuncia a seguir, a avanzar juntos. Olvido que la ausencia es para siempre, y su regreso al hogar del que me dijo que escapó para conmigo encontrarse está consumado. Con este frío interior, busco calor, y solo encuentro dentro de mí su abrazo, para hacerme creer que con ese recuerdo no me hielo. Y no añoro sus ojos, ni sus besos, ni sus palabras, sino sus brazos que abrigaban mi desasosiego, que me daban el cariño que hoy ya no siento. La nostalgia de los días anteriores al abandono, cuando no había traición ni engaño, me acomoda cada amanecer un estado de embriaguez, que me tumba y aplasta, que evita la posibilidad de iniciar el día con ánimo renovado de vida, y aunque ya ha pasado tiempo, es ayer siempre para mí y me deja destemplado el cuerpo.

 

 

 

 

.     *Las mañanas de Christina Rosenvinge se convierten en duros amaneceres por el recuerdo de una dolorosa ruptura, igual que la protagonista del texto, con ese frío que no se puede sacar de adentro.

«Nadie como tú«

.     **NA: Publicado originalmente el 17 de Agosto de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Soñada primavera

08 martes Ene 2019

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

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espera, Estopa, Estopa 2.0, La Primavera, Lágrimas, Música, Recuerdos

Solo quiero comprensión,

comprensión del dolor último

de perderte, del que rebosa

por mí mente, clamando

a lo lejos, verte.

Pidiendo tu regreso, necesito

gritarlo a los cuatro vientos,

a nadie digo el dolor que

por ti siento

que por no sentirte rompe mi

interior, paz que zozobra

ante un suspiro de la

melancolía que irrumpe y

mortifica.

Llegan lágrimas, secas lágrimas

de dolor desquiciadas,

transformadas en puñales

sajan en su camino,

surcos de tristeza.

 

Consuelo encuentro

con la llegada de la primavera

soñada primavera, haz florecer

campos sin dolor, campos de amor

campos sin tristeza.

 

Siembra de esperas sin llamadas

Dagas sin sorpresas, alma

desmembrada.

Arrugas convertidas en

risas desenfrenadas.

 

Triunfará la espera

de esta primavera.

 

Nostalgia de otra primavera

que se me escapa

(tu llamada, tu regreso).

 

 

.     *Estopa nos trae la primavera que se les escapa, pero que les vale la pena. Para un texto que sueña con una primavera que nos haga florecer.

«La primavera«

.     **NA: Publicado originalmente el 27 de Abril de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Inerte

17 viernes Abr 2015

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 22 comentarios

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ahogo, Deluxe, Desafectos, desencuentro, Es verdad, Inerte, Lágrimas, llanto, Música, Reconstrucción, Ruptura, tristeza, Xoel López

En el blog “el bic naranja”, su autor Fernando Vicente, los viernes propone un ejercicio de creatividad, mostrando un vídeo o una foto para que cada uno desarrolle y cuente la historia que le sugiera ese elemento; catalizador y detonante. Me traigo aquí mi aportación que hice allí a vuela pluma sobre la foto de Gregory Crewdson.

CREWD-2001-ed.-10-Untitled-Ophelia-1024x817

Inerte.

Después de la inundación quedó el cadáver solitario, anegado todo, sólo flotaba aquel cuerpo de mirada perdida, ya perdida antes del trágico final. La convivencia se había hecho insoportable con esas aguas crecientes bajo los pies, cada día el salón más y más impracticable. Tanta lágrima diaria lo estaba anegando todo, poco a poco, conversación a conversación, desencuentro a desencuentro, siempre suaves, sin voces, sin gritos, sólo palabras dulcemente hirientes, en tono comedido, anodinas palabras que agrietaban lo poco que iba quedando del edificio común, menos común cada día. La humedad fue calando los huesos primero y el alma después cuando fue avanzando más y más. No se querían dar cuenta que el frío penetraba en los cuerpos y que quizás eran ellos los culpables de esas frías aguas. Sólo fingían que no sentían esa frialdad para no darse calor o salir a buscarlo. No se dieron cuenta hasta ser demasiado tarde.

.

.

.     *Hay veces que se escapa la vida en la cotidianeidad del desencuentro y se es consciente demasiado tarde para que haya otra oportunidad dentro o fuera, y queda el cuerpo inerte sólo como estela de los planes buenos, como canta Xoel López (Deluxe).

«Es verdad«

deluxe-reconstruccion

.     **NA: En estos días poco productivos en la escritura para publicar sólo me queda el impulso inmediato.

La vida está llena de afectos y desafectos.

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