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Archivos de etiqueta: abandono

Un reflejo en el azogue

13 Viernes Sep 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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añoranza, abandono, calles, casco viejo, comercio, Cristina Lliso, deseo, Esclarecidos, espejo, Música, paseo, Por amor al comercio, probadores, Recuerdos, ropa, Ruptura, sexo, Tiendas, tristeza

Ahora ya no puedo entrar en uno de ellos sin estremecerme un poco, sin cierta nostalgia, sin cierta tristeza, sin ese recuerdo asolador que me hace mirar el espejo y ver mi rostro tenso y algo ensimismado, retrotraído a otro lugar, a otros lugares que no son ese, pero que pudieron serlo, incluso dudo si ese mismo alguna vez no lo fue, aunque no es seguro, quizás fue otro de la misma “cadena”. Cuando así sucede, cuando son de una misma cadena,- ya casi no hay que no lo sean-, no se sabe si se está en una u otra, la de una calle o la de otra, todas son casi exactas por completo, hasta las perfuman con el mismo aroma para que sepas que estás en una de ellas, dando igual, incluso la situación geográfica. Cuando aparto la cortina y luego la corro o cierro la puerta, cuando la hay, y me giro, y frente a mi  queda el espejo, ya no me veo en ese momento, el espejo me devuelve la imagen de otro tiempo, cuando el deseo chisporroteaba en mis ojos y en sus ojos, y veía en él los nervios de la situación, del sexo furtivo, del orgasmo ahogado para no ser descubiertos. Veo en ese espejo su rostro tensarse, su mandíbula apretarse, y sus ojos cerrarse. Veo una figura detrás de mí, veo mis pechos libres del sujetador que me liberó, para acariciar mis senos, para sentir mis pezones endurecerse, como me suele pasar ahora cada vez que entro en uno de nuevo. Las prendas elegidas quedaban colgadas a la espera, mientras la ropa traída y desvestida era arrinconada, para vestirme con sus besos y sus caricias que abrigaban con un calor desmedido, y un rubor que quemaba tomaba mi piel blanca, y se licuaba mi entrepierna aun antes de tocarla, como ahora cada vez que lo pienso, cuando su mano descendía por mi vientre buscando mi vello, suave y recortado, acicalado para un dulce encuentro. Y yo, entre noes apagados y mentirosos, desmentidos por el deseo exacerbado, me apartaba y me giraba para no continuar con aquello, que era locura y peligro y miedo de ser descubiertos. Le pedía que me dejase probarme la ropa, que no era el momento, y él siempre decía; -No te preocupes, hay tiempo-. Entonces él, ante mi desnudez para probarme los ropajes, me cogía desde atrás y me abrazaba con todo su cuerpo. Yo no sentía su piel si no su ropa, menos allá abajo, en dónde ya percibía fuera su falo inhiesto, tan caliente como todo mi cuerpo. A veces caían sus los pantalones al suelo, otras solo su miembro quedaba del pantalón saliendo. Ya no le podía ver de frente ya solo le miraba a través del espejo, sus besos por mi cuello, sus manos acariciando mi sexo, mi húmedo sexo, que ya manchaba hace rato el tanga, con los flujos de mi deseo. No podía negarme a nada, el temblor recorría todo mi cuerpo, trémulo por las ansias de sentirle más pronto que tarde dentro. Veía como mi cuerpo se doblaba hacia adelante, en busca de esa imagen proyectada en el azogue, y mis nalgas buscaban impávidas su movimiento pélvico, cerraba los ojos y ya dejaba de ver su imagen para imaginármela embistiendo, con bravos movimientos, sin pausa ni mucho alarde técnico, deseando que durase hasta el último momento, que no se derramase antes de tiempo, que su sexo siguiese duro, bien entrando y saliendo. Acelerados por el riesgo, en vez de bloquearnos, lo que hacía es que esa excitación nos llevaba a culminar desaforadamente en un breve espacio de tiempo, pero ampliamente satisfactorio, llegando a un orgasmo simultáneo, terminando con las respiraciones sin resuello, acalladas para no delatarnos del acto clandestino. Reconozco que muchas veces en su compañía busqué ir de tiendas sin necesidad, o dando un paseo, decidía entrar en algún comercio, sólo para buscar ese encuentro, siempre deseosa de que él se lanzase a ello, o si no lo hacía yo le provocaba el deseo. Ahora ya no está, desapareció de mi lado. A veces creo que hace una eternidad de su marcha, otras veces creo que fue ayer mismo, cuando sus recuerdos son tan presentes que es impensable que fuesen de hace muchos días o semanas o meses. Pasado este tiempo y sin quererlo, correr la cortina y mirar al espejo es estremecerme por dentro, y en algunas ocasiones con la cabeza en ese otro tiempo, fluye mi pensamiento y miro por encima del hombro esperando ver su cuerpo, y creo que lo veo y no puedo evitar llevar mi mano a mi sexo, y acariciarlo y sentir mis dedos como sus dedos, buscando mi clítoris como en aquellos silencios de labios mordidos, de turbación por lo furtivo, y avanzo y sigo hasta llegar al último suspiro, y me vuelvo a mirar en el espejo que he evitado para creer que era aquello, aunque no me engaño y sé que era ficticio y falso ese momento. Le echo de menos, como en casa, como en el parque o en el paseo de domingo después del largo aperitivo que nos llevaba algo beodos y aturdidos por el alcohol a vagar por el casco viejo. Calles, que me pregunto si recorrerá con otra. Me pregunto si se habrá olvidado ya de que existo, o al contrario, también él, al ir de tiendas recordará esos instantes de manos ávidas y besos lúbricos, de excéntrico y algo demente comportamiento, más propio de jóvenes, que ya no lo éramos. Anhelo sus delicadas manos, de suaves caricias y su forma de tocarme; nadie lo ha hecho como él. Añoro su mirada limpia y directa tan chispeante siempre sin necesidad del reflejo, y algún domingo tras un largo aperitivo, algo tomada, recorro las calles del centro, y casi sin darme cuenta busco sentir y encontrar de nuevo todo ello al descorrer la cortina y ponerme frente al espejo.

 

 

 

 

.     *Hay lugares con espejos traicioneros que nos devuelven la imagen y el recuerdo de un comercio de caricias que desaparecieron, como nos cantan Esclarecidos.

“Por amor al comercio“

esclarecidos - poramoralcomercio87

.     **NA: Publicado originalmente el 25 de Febrero de 2014. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Corta falda con vuelo (2ª parte)

07 Miércoles Ago 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 20 comentarios

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19 días y 500 noches, abandono, Adiós, Asiento, Ópera, Cercanías, coito, comida, culo, estación, excitación, falda, falda con vuelo, falda corta, felación, ferrocarril, Frío, grupo, lascivo, masturbación, Música, melena, metro, minfalda, muslo, piel, Ramal Norte, Sabina, sexo, suavidad, Tren, visión, voyeur

El Ramal es un trayecto que une la que fuera Estación del Norte de ferrocarril con la estación de Ópera, – ahora esa estación de tren es con otro nombre intercambiador de transportes, de “Cercanías” y líneas de metro que por allí transitan y confluyen -. Es un recorrido de una única estación, en la que el mismo conductor hace una y otra vez el mismo trayecto, cambiando una y otra vez de cabina para dirigir el mismo convoy de una estación a otra, recorriendo el andén en un paseo cadencioso, sosegado y calmoso de la cabecera a la cola, que se convierte en cabecera para la vuelta a la estación anterior, que fue origen y ahora se convierte en destino de un viaje que por aquel entonces tenía una duración de un minuto y medio, aunque duraba normalmente más puesto que se paraba dentro del túnel un lapso de tiempo, que nunca entendí a que era debido. Ese trecho desde la estación de Ópera, fue realizado muchas veces por mí en una época en la que una amiga que vivía a las afuera, se acercaba y marchaba de la ciudad en “Cercanías”. Era ese el lugar, esa estación la elegida para encontrarse conmigo y para marcharse de mi lado, despedirse de mí tras estar juntos. Yo iba a buscarla por la mañana o a media tarde y a despedirla cuando el día se había agotado.

Nos gustaba ese sitio. Al inicio de nuestras citas el edificio central estuvo cerrado, hasta que hicieron obras y lo convirtieron en centro comercial, por tanto, vimos y fuimos testigos de cómo cambiaba la fisonomía del lugar. Esa estructura de vigas de acero típicas de las estaciones de finales del siglo XIX nos parecía bellísima, era el marco ideal para nuestro amor, como las parejas de las películas en blanco y negro que se decían adiós en las estaciones, un toque romántico para nuestra relación.

Estar allí, cuando llegaba su tren era fantástico, intentar descubrirla por alguna de las ventanillas al pasar el tren antes de pararse por completo, y si no lo había conseguido, buscar por qué vagón saldría, y cuando daba con ella, verla bajar las escaleras, elegante y bella. Y ese beso de recibimiento y encuentro, aromatizado con su perfume que tanto me gustaba, y ahora casi puedo percibir, recuerdo esa blusa blanca, muy blanca, que le sentaba tan bien y le hacía aparecer tan radiante, con su larga melena rizada.

El vagón, o mejor dicho, los dos vagones que componían el convoy del Ramal Norte, la mayoría de las veces iban con poca gente, no demasiados viajeros tenían la necesidad de utilizarlo, puesto que no todos los llegados en el “Cercanías” tenían como destino ir al centro de la ciudad o salir del centro de la ciudad por aquella estación. Además estaba muy marcado ese transitar de gente por el horario de los trenes, dependiendo el destino; cada treinta minutos, o cada cuarenta y cinco, o cada sesenta. Y si la hora era ya muy avanzada, cercana a los últimos trenes antes de cesar y suspender el servicio por la llegada de la noche, en esos casos viajábamos solos en el vagón. Y fue eso, la ausencia de gente lo que hizo desbordarse el deseo. Muchas veces camino de aquella despedida, íbamos sumidos en un calentón sexual, que refrenábamos por estar en sitio público, pero ante la ausencia en el vagón de gente y miradas de otros, a veces además de besos, dejábamos que nuestras manos tentasen y palpasen al otro con fruición, yo sus pechos y su culo y ella mi sexo, todo ello por encima de la ropa, haciéndose más corto ese minuto y medio o dos minutos, que duraba el avance hacía el destino de la despedida. Luego yo en casa fantaseaba con aquel instante e imaginaba que el tren quedaba un buen rato parado en el túnel y que allí nos desfogábamos a gusto. Una de las veces que viajábamos como únicos pasajeros, con la calentura que traíamos subida, me atreví a sacar mi sexo, todo inhiesto que pugnaba por liberarse de lo que le mantenía atrapado. Ella en un principio sorprendida me pidió que lo guardase y ante mi insistencia, cogió con su mano mi miembro y lo masturbó breve y nerviosamente, pero esta vez no hubo suerte y no se detuvo el tren en mitad del túnel, con lo que al ver la luz de la estación tuvimos que dejarlo estar, con el consiguiente dolor, que al llegar a casa tuve que aliviar.

Nos amábamos tanto que queríamos amarnos en todas partes, en cualquier sitio. El deseo nos cegaba. Tras buena charla con un café y pastel de zanahoria, y después un grato paseo, todo se convertía en ardor y pasión, en busca de parques y portales que nos diesen cobijo, para al menos bregar un rato uno con el cuerpo del otro, con abrazos, besos y suspiros, sin importar mucho el lugar elegido. Ese suceso del Ramal en el que me mostré tan osado, disparó el morbo en mí, e hizo que la siguiente vez que pude por la soledad del vagón, volviera a sacar mi pene, esta vez ella no dudo mucho y se agachó para introducirlo en su boca, era tal la excitación por el lugar en el que lo estábamos haciendo, que los dos minutos que duró el trayecto con pequeña pausa en el túnel incluida, bastó para que me corriese. No fue el mejor orgasmo del mundo, incluso estaba algo avergonzado por haber durado tan poco, pero fue tan morboso que más tarde en casa solo pensaba en lo sucedido.

Ella tenía muchas faldas cortas con un poco de vuelo, que me encantaban, puesto que me permitía con facilidad acariciar sus nalgas por debajo de ella y sentir la suavidad de su piel en esa zona, casi siempre cubierta y por tanto protegida de las intemperies que podrían dañarla y curtirla, volviéndola áspera y poco grata al tacto. Aunque ella intentaba evitarlo e impedirlo si pensaba que podría haber ojos vigilantes. Aquel día le pedí que viniese con una de esas faldas, a ella le extraño que le solicitase que se vistiese de una forma en particular, nunca le exigí por fetichismo ninguna prenda hasta entonces, pero me hizo caso sin darle demasiadas vueltas al asunto. Me alegré como siempre al recibirla, esta vez más si cabe, al verla vestida como le había sugerido, pero toda la tarde estuve deseando que llegase el momento de despedirnos, de tomar ese camino que tanto morbo me producía, estaba excitadísimo y deseando que no hubiese más pasajeros que nosotros, pero mala suerte, en el andén había gente y subió al metro, se iba al traste mi plan.

Pero jugándomela a que ella pudiese perder el tren, le pedí que nos fuésemos en el siguiente metro y no en ese, en espera de que no quedase nadie más que nosotros para el trayecto. Y ella accedió, aunque no entendía a que venía mi interés de no ir en ese próximo. Por suerte nadie vino y pudimos hacer el trayecto en solitario. Nada más iniciar el viaje, saqué mi sexo por entre la bragueta y le pedí que se sentase encima de espaldas a mí, ella puso reparos, pero le insistí diciéndole que me diese ese gusto, que era solo por probar, y aprovechando el vuelo de la falda solo era necesario apartar el tanga a un lado para que ella pudiese introducirse mi verga.  Ella estaba tan excitada y lubricada que fácilmente entró todo mi sexo, y ella se movió ondulante y arriba y abajo, aproveché las manos libres para con una tocarle el clítoris con hábiles dedos a la vez que estaba dentro de ella, y con la otra los pechos, mis manos eran raudas y delicadas a la vez. Por un momento miré el reflejo en la ventanilla y vi sus ojos cerrados y su labio superior mordido, ver que ella estaba disfrutando disparó mi excitación. Un pequeño frenazo dentro del túnel casi nos hizo caer, había parado el metro, esto haría que el final del viaje se retrasase al menos un poco, ¡estábamos de suerte!, y sí que la tuvimos con creces, puesto que estuvimos dentro del túnel bastante tiempo parados, no sabría decir cuánto, no estábamos para contar minutos, pero fueron suficientes para acabar lo iniciado, era tal la excitación de ambos que no tardamos demasiado en irnos los dos.

Fue corto, pero tan intenso lo vivido que es difícil olvidar esas sensaciones, ese palpitar fortísimo, quizás producto de los nervios, y ese irrefrenable espasmo cuando nos llegó el delirio consumado, por el deseo loco desbocado que hizo que perdiésemos la cabeza para hacer aquello, el corazón se nos salía por la boca, estábamos sudorosos por todo lo acontecido, por el sexo y el miedo contenido a ser descubiertos, y con una risa floja, los ojos chispeantes y los rostros encendidos terminamos ese viaje que jamás sería repetido. Ella en la despedida, haciéndose la enfadada, pero desmentida por su rostro divertido, me dijo que era un golfo y que lo tenía todo pensado, yo no pude por más que no llevarle la contraria, poniendo cara de santo.

Miro la mesa próxima y veo la corta falda con vuelo que me trajo a la mente esa época y ese día tan especial, y aquella otra corta falda con vuelo que voló y se posó y se desparramó encima de mis piernas, para ser testigo y no molestar, para estar sin fastidiar, para cubrir y tapar lo que sucedía fuera de nuestra vista, para convertirse en el breve sayo que adecenta lo que podría escandalizar. Aquello es lo que me queda de ella, bueno otros recuerdos más también, algunos paseos, algunas risas, ella era de reír, pero el más vivo y perseverante recuerdo es ese, el transcurrido en un vagón de metro. Luego vino el cansancio y el hastío, uno del otro, ya no buscábamos rincones para darnos calor, y las camas de hoteles se hicieron frías, y los encuentros y las despedidas, dejaron de ser especiales, y dejé de interesarme por ir en su busca y acompañarla en la marcha o despedida, y dejé de transitar aquel cordón umbilical entre el centro y la estación de partida, y ella no insistió en que la recibiese o besase cuando su tren salía, y al final fríamente cesaron los encuentros y las despedidas. Pasado poco tiempo quise recuperarla, y recuperar aquella pasión, aquello perdido, ya tarde, quise evitar primero mi abandono y luego su abandono definitivo. Desde entonces algunos días y muchas noches, cuando veo una falda corta con vuelo no puedo dejar de pensar en el “Ramal Norte”, y una sonrisa triste y cínica se me dibuja en el rostro.

 

 

 …..                                                                                 FIN

 

.     *Como canta Sabina, también nuestro protagonista se quedó solo y tardó pocos días y muchas noches en olvidarla… cuando definitivamente se fue con su corta falda.

“19 días y 500 noches“

Sabina - 19 días y 500 noches

.     **NA: Publicado originalmente el 16 de Abril de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Vacío amanecer

20 Lunes May 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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abandono, amanecer, ausencia, Desorientación, despertar, duda, El breve espacio en que no estás, Música, Pablo Milanés, Querido Pablo, vacío

Mira de reojo el hueco de su cuerpo ausente, un frío le recorre el suyo, una presciencia le llena de incertidumbre. Se acumula de golpe toda la melancolía, la nostalgia de ese olor que no sabe si es ya suyo, ese olor que no le pertenece, inspira profundamente con los ojos cerrados, pero el aroma no llega, su mente vuela en busca de lo que no está, quiere traer algo que llene la ausencia, ¿pero qué elegir entre tanto recuerdo? Y por un instante fluye el deseo de que vuelva ese mundo que hoy se ha parado, su pájaro no le dio cuerda, pero la mente traicionera no le ayuda, quizás para poner distancia, para darse cuenta  si quiere empezar de nuevo, si otro mundo es posible.

Retornó aquel pensamiento, cuando años atrás se planteó dejarlo todo, empezar de la nada, pero el mundo giraba tan aprisa que el vértigo apartó de su mente esa posibilidad, ahora la decisión no había sido suya, estaba como ausente, sin saber qué hacer, qué decir, todo el mundo que conocía de pronto se había desplomado, mejor dicho, se había quedado quieto, sin movimiento, todo detenido. Un incesante deseo de recuperar la normalidad agitaba su ser, estaba empezando a tener ansiedad por saber, por comprender qué sucedía, y por qué sucedía, que pasó la noche anterior para que este nuevo día fuese tan diferente, tan abrupto, tan… extraño. Salirse de la costumbre ha trastocado todo, no consigue controlar la brújula de su mente, no sabe qué camino tomar, qué dirección será la correcta, cierra los ojos y aspira en busca de un olor que le devuelva la tranquilidad, aún sabiendo que no llegará, ni la esencia ni el sosiego.

Soñamos mucho con el paraíso o paraísos sucesivos que desde ya son paraísos perdidos, este pensamiento le taladra una y otra vez, su paraíso encontrado ha desaparecido de golpe, sin esperarlo, ayer estaba, hoy ya no.

Temor, pero temor a qué. Quizás a levantarse y deambular por la casa, que le hará ser consciente del vacío, del silencio doloroso a sus oídos. Siente un mareo que le ata a las sábanas, siente un gran peso que le aturde y aplasta. Es como una enorme resaca que le embota la mente y el estómago le amenaza con nauseas. Ese estado de malestar que sube desde las entrañas a la cabeza le hace sentir un sudor frío como fiebre por enfermedad que empapa la almohada. Mira de soslayo una vez más, como no queriendo afrontar. El tiempo pausado que parece no avanzar se eterniza aún más en su pensamiento vacuo por la imposibilidad de fijar su pensamiento. Se pregunta si eso será la enfermedad mental, no poder fijar ideas, no ser dueño de los pensamientos y que estos salten de aquí a allá sin razón, y llevándonos a la sinrazón. Siente el latido en la cabeza, que le está mortificando. Porqué se siente así, se pregunta, si no hubo promesas de eternidades. Esa imposibilidad de hilar sus pensamientos le atormenta aún más. Si no consigue dominarse y dominar su juicio, no podrá saber, y sin saber, la duda no desaparecerá, y su sueño se desvanecerá.

 

 

 

.     *Pablo Milanés nos presta su breve espacio de vacío para dar voz al vacío encontrado por el protagonista del texto.

“El breve espacio en que no estás“

.     **NA: Publicado originalmente el 14 de Agosto de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Los días que no fueron

01 Miércoles Ago 2018

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

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añoranza, abandono, huida, La noche eterna-Los días no vividos, llanto, Los días no vividos, Love of lesbian, Música, Recuerdos

Postrado.

Tanto tiempo para pensar

que estoy agotado.

Los sentimientos golpean,

los recuerdos empujan,

los deseos estrujan

y yo me desespero,

no consigo expresar

todo lo que quiero.

.

Si fuera capaz

de decirte lo que te añoro,

lo que por ti lloro,

lágrimas saladas

caen por mi cara,

cara desencajada

por el dolor que me acompaña.

.

Compañía dolorosa.

Compañía de desamor.

Compañía de frustración

por tu partida,

saliste antes de llegar,

huiste antes de aceptar.

.

Sortilegios hago,

pues  tu rechazo no comprendo,

aunque sí que entiendo

que sentías amenazada

esa vida recién estrenada.

 

 

 

.     *El poema nos hablaba de lo que no fue, de lo que no pudo ser, y Love of lesbian nos dejan sus días no vividos… que viene a ser lo mismo.

“Los días no vividos“

.     **NA: Publicado originalmente el 1 de Junio de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad

 

Cómo quieres que no te quiera

27 Miércoles Dic 2017

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

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abandono, Alta Suciedad, amor, Andrés Calamaro, Flaca, Música

Cómo quieres que no te quiera

si por ti daría la vida entera

Si suspiro por tu mirada

que me esquivas

y rechazas

 

Cómo quieres que no te quiera

si por ti soy algo

sin ti nada, solo me siento

Solo, alumbras mi desgana

 

Cómo quieres que no te quiera

si despertaste mi alma

que hundida yacía

y la sacaste al alba

 

Me enseñaste la luz y el bello día

que hoy oscuro, me recuerda

aquella alegría

que hoy me esquivas

y rechazas

 

Cómo quieres que no te quiera

 

 

.     *Andrés Calamaro nos acompaña el poema, cantándonos que las raíces del amor donde están quedarán.

“Flaca“

 

.     **NA: Publicado originalmente el 23 de Febrero de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Nada es para siempre

18 Lunes Dic 2017

Posted by albertodieguez in Música, Reflexiones, Relato

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abandono, anillo, Música, Nunca es para siempre, Presuntos Implicados, Ruptura, siempre, Siete, Soledad

El metal solitario es frío y se torna cálido cuando junto a la piel toma nuestra temperatura. Hoy está en la mesa, alejado y fuera de su lugar habitual, del sitio para el que fue creado. Ese anillo, junto al otro, que una vez formaron pareja, se vuelven gélidos en la distancia del cuerpo, expuestos a la intemperie. No están en los dedos que una vez soportaron su encierro y su cerco. Hay inscripción en su interior, nombre y fecha, un recordatorio de efeméride y data de cuando tuvo lugar el suceso. Marca y muesca que tallada con mimo y precisión nos deja un significado, nos deja el mensaje de un pasado, primero cercano y que después, con el tiempo inexorable en su avance nos parece lejano, cada día un poco más, cada avance en el calendario la fecha queda más atrás. Ese rebaje en el interior, muestra a los participantes, uno en cada aro. Y su lectura, nos trae la visión de las caras que llevan esos alias, y al nombrarlos mentalmente se nos aparecen en toda su realidad, que no es realidad, puesto que está subjetivada por nosotros, por nuestro filtro psíquico, que cargamos de experiencias, de situaciones y de anhelos de lo que fue y de lo que no fue. Las dos sortijas reposan cercanas una de la otra, allí sobre el cristal, que deja ver el vacío hasta el suelo. Un vacío que lo llena todo. Un suelo en el que me encuentro, en el que se encuentran mis sentimientos. No se puede caer más bajo, más hondo, estar a ras del suelo. Miro los surcos externos, miro la piedra, el brillante en una de las alianzas, veo el metal precioso, contemplo el oro blanco, estoy ensimismado en esa aleación que conforma y significa tanto en un simple objeto, un vínculo. Puse mi arete con suavidad y amor, mi círculo de unión, al lado del suyo, que ya no quiso, que rechazó y apartó de sus manos, de las manos que lo acogían en tiempo pretérito y que en un presente que ya no lo es, hicieron que se deslizase suave y lentamente de ellas. Sacándolo lentamente sin dureza ni violencia, como si en ese acto intentase no sufrir daño, que al deslizarse no le rasgase, ni la piel ni el alma. Algo que no evitó que dejase en jirones la mía. El símbolo que era de unión, dejó de serlo para ser objeto, simple adorno, forma de embellecer parte de nuestro cuerpo que tanto da y tanto dice de nosotros. Desgarrado por esa ceremonia de entrega, de devolución, veo pasar despacio ese instante por mi mente. Episodio final de un periodo en común que ella quiso deshacer, separar nuestros destinos. Desligarse y quitar la atadura que ese ornamento le era y asfixiaba su garganta aprisionada desde el anular que le impedía recibir un nuevo aire. Miro la cronología de los hechos, desde el inicio hasta este momento, hasta esta mirada abstraída, perdida, viendo en dos anillos miles de sentimientos, asimilando que nada es para siempre.

 

 

.     *Presuntos Implicados nos ponen la música al texto de hoy. Asimilación de que puede que lo que tenemos no sea eterno, de lo frágil que puede ser todo vínculo.

“Nunca es para siempre“

.     **NA: Publicado originalmente el 26 de Abril de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Para no olvidar

12 Martes Sep 2017

Posted by albertodieguez in Música, Microrrelato

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abandono, Dormido, Los Rodríguez, Música, Para no olvidar, Soñar, Todavía una canción de amor

Solo sé que no sé nada de tu vida, creo que nunca te llegué a conocer aunque estuvimos muy cerca pronto nos apartamos uno del otro, presenté mis credenciales a tu risa pero tú no me devolviste la mirada, seguramente si alguna vez te encuentro será dormido, pero mientras tanto déjame soñar que me quedo en tu cintura atado hasta la mañana, y si un día me reconoces pasa de largo no quisiera salir de este letargo, estropear este recuerdo que tengo como una lanza en el costado, doloroso como una canción de amor despechado, como sentirse abandonado, y que recreo para hundirte más en el alcohol, pero que saboreo como si fuese lo único que hace de la vida tener sentido, trágico, pero sentido.
Cuando pienso y repienso, lo que trato de decirte es que no quiero salir a buscarte por no correr el riesgo de encontrarte, que me desespero de esperarte pero que me aterra la idea de encontrarte y no saber decir que no, que el recuerdo me invade pero que quiero que sea solo eso, recuerdo, iluminado por las noches en bares, desterrado de la conciencia para no sufrir un amor impracticable.

 

.

.     *Hoy acompañados de unos jóvenes Los Rodríguez capaces de transmitirnos todas sus amarguras bajo un rock teñido con toques de rumba como ellos mismo reconocían.

“Para no olvidar”                                   “Todavía una canción de amor“

 

.     **NA: Publicado originalmente el 17 de Enero de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

.     ***La música siempre inspira y este texto viene de la mano de estas dos buenísimas canciones; eran mis primeros pinitos escribiendo y básicamente uno reinterpreta, acomoda y reutiliza en el texto parte de las canciones para crear algo propio.

Febrero

28 Martes Feb 2017

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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abandono, amor, desamor, Despedida, Febrero, Frío, invierno, La habitación roja, Música, Ruptura, universal

Si estás pensando en dejarme, hazlo. Pero no lo hagas todavía, espera un poco más, no lo hagas en febrero que es como empezar de nuevo. Si recuerdas bien, nuestras vidas se juntaron en este mes, y si me abandonas no lo podré soportar, sentir el inicio y el final todo en una palabra me puede matar. Lo que no entiendo es qué pasó, ya sé que nada es igual, que han pasado muchos febreros y el desgaste entre nosotros acabó con la pasión, pero mi cariño no se terminó, y no comprendo qué te pasó a ti, que mi amor ya no te vale, y dónde quedó el tuyo por mí. Aquél primer febrero hizo más frío que en todos los inviernos, nos acurrucábamos en los bancos de cualquier calle, no teníamos dinero para refugiarnos en los bares. Ese primer febrero nos sentíamos inmunes al viento helador que golpeaba nuestros rostros, que se juntaban para besarse, nuestros labios calientes se fundían y desafiaban a los copos de nieve que nos caían y se derretían en nuestras caras, que hoy evitamos mirarnos. Tus ojos tan próximos en ese febrero hoy no logro verlos, los cierras y apartas para evitar mi mirada, que te suplica para que no te vayas. Dices que te miro y te imploro, y que eso no lo aguantas, que ya no queda nada, que no insista con ese mirar, no soportas volver a mis súplicas para hacerte recordar. El hielo que fundimos aquel febrero hoy te hiela el corazón en este que hace calor. Tenemos que tomar caminos diferentes, que nos alejen, fuera de cinismos lo sé, pero que no sea en febrero, espera un poco más, si no, no lo podré soportar, recordar cada vez este mes ya no con cariño si no con todo lo demás, con el rencor ahogado por el abandono que me harás y que siempre a ti me unirá en este mes tan amado que a partir de ahora no podría sobrellevar. Vete, pero un poco más tarde, no me dejes en febrero, con el dolor en el mes que más quiero, aunque tú ya no estés no me rompas febrero, ya me destrozas el corazón si te marchas de mí, pero detente, que no sea en febrero, cada vez que lo pienso me pongo a morir.

Y sé que te pido una estupidez que ya no hay nada, que ya nada va a cambiar y que piensas que da lo mismo la fecha, sé que en el fondo ya no estás y no estarás en lo que queda y nada va a cambiar, pero para mí no es igual, recordar que te conocí en febrero me hace temblar, y cada vez que llegue otro año pasearé por las mismas calles, quizás te vuelva a encontrar, pero si me abandonas en febrero no podré salir en busca de esa piedra donde poder volver a tropezar, habrá otro recuerdo que me lo impedirá. Te lo pido, en febrero no lo hagas, no me digas adiós, espérate a mañana, que ya marzo será.

 

 

.     *La música de La habitación roja nos trae su febrero, que me ha inducido a situar mi historia de abandono en este mes, para enlazarlo con la canción.

“Febrero“

.     **NA: Publicado originalmente el 29 de Febrero de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Te odio

18 Lunes Abr 2016

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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abandono, Despedida, Hazme lo que quieras, Los seis días, Música, Te odio

En la desazón estúpida de este instante reconozco que te amé, ya no te amo, reconozco mi desesperación al no llamarme, reconozco que me enamoré sin tu permiso, nunca me lo pediste, y cuando te lo dije, me dejaste sin ni siquiera una nota al despertar.
Del amor al odio no hay nada, y yo te amé como muchos han debido amar, pero ahora te odio como nadie más puede odiar. Te fuiste sin importarte qué me podía pasar, sin llamadas que hiciesen comprender esta nueva realidad, sin un latido que me avisase que nunca contarías conmigo más.
Te odio por dejar en mi cabeza mil historias que recordar, por no llevarte tus maletas que me recuerdan que sigues ahí, y que me hacen hacerte resucitar, y volver a recordar el instante cuando pasado tiempo me dijiste que esto fue un error, que no hubo nada entre los dos, que fueron divertimentos que es mejor olvidar, que cada uno debe seguir su vida y no mirar atrás, y yo grité, si te empeñas me voy, te juro que me voy, sin entender que no hacía falta, que ya estabas lejos, y entonces te odio, te vuelvo a odiar, como en ese despertar en el que ya no estabas y sería para nunca más. Te odio cuando pienso que te quise como a nadie más, te odio de pensar que ya no podré amar. Te odio porque no quiero odiar, y sin embargo este sentimiento me aplasta hasta no dejarme respirar. Mi cabeza y mi corazón van a estallar de sentir que te amé y te odio a la par, de sentir que en algún momento puedes aparecer y entonces quizás ya no sepa si odiar o amar, si perdonarte y volver a empezar.
Por eso te odio.

.

.

.     *Los seis días nos cantan un sentimiento que resulta duro escuchar y que deberíamos conseguir desterrar de la vida.

“Te Odio”                     “Hazme lo que quieras“

 

.     **NA: Publicado originalmente el 20 de Enero de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Niñez sin consuelo

04 Miércoles Dic 2013

Posted by albertodieguez in Música, Microrrelato

≈ 21 comentarios

Etiquetas

abandono, alegría, Aquarela, Edward Michael Sandridge III, niñez, pintar, Toquinho, tristeza

En el blog “el bic naranja”, su autor Fernando Vicente, los viernes propone un ejercicio de creatividad, mostrando un vídeo o una foto para que cada uno desarrolle y cuente la historia que le sugiera ese elemento que actúa como catalizador y detonante.

Me traigo aquí la aportación que hice allí sobre este fragmento de un video de Edward Michael Sandridge III.

Niñez sin consuelo.

Pinté de niña el desconsuelo y me acurruqué en él. Hoy bailo sobre aquellas lágrimas de sentido abandono que me hicieron infeliz.

 

*Toquinho nos deja su aquarela para darle color a esta infancia no tan feliz.

“Aquarela“

**NA: No teniendo mucho tiempo para relatos nuevos, me vuelvo a traer algo escrito por mí en otros lugares a golpe de improvisación. Lo traigo tal cual salió, con sus virtudes y sus defectos; cuando uno lo relee siente la tentación de cambiarlo o desarrollarlo, pero eso, ya sería otra cosa diferente al reto de escribirlo en un momento de inspiración.

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