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Archivos de etiqueta: dudas

Desorden emocional

03 Miércoles Feb 2021

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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alegría, Confesiones de un artista de mierda, Convivencia, Depresión postparto, desequilibrio, Desorden, dudas, El equilibrio es Imposible, embarazo, Emociones, Hombres, Hormonas, Ivan Ferreiro, Love of lesbian, Música, Mujeres, pareja, Santi Balmes, sentiminetos, tristeza

Ella me decía que tenía que comprenderla, que sus hormonas estaban revolucionadas y que si estaba algo irascible o malhumorada o inestable no se lo tuviese en cuenta, todo era debido al proceso químico que estaba suponiendo el embarazo. Yo la comprendía o al menos intentaba hacerlo, algo había leído y había visto en documentales sobre toda esa trasformación interna del cuerpo de la mujer, un torrente de cambios desde el mismo momento en que el óvulo es fecundado. El cuerpo primero se altera ante elementos exógenos a los propios de la mujer y después cuando finalmente no lo rechaza, se prepara para acoger lo que vendrá, lo que crecerá en el vientre.

Cuando en conversaciones entre amigos con sus parejas que habían tenido hijos, salía el tema de la complicada convivencia durante el embarazo, siempre ellas decían que nosotros no podíamos entenderlas porque no sufríamos esos cambios celulares que desencadenaban esos desequilibrios en el estado afectivo y de comportamiento. Un comportamiento que hacía de la convivencia una montaña rusa. La maternidad o futura maternidad las diferenciaba de la paternidad o futura paternidad porque ellas sentían esos cambios corporales. Antes de vivirlo como sujeto activo (aunque pasivo en el proceso realmente) lo asumía desde el desconocimiento como algo que debía ser cierto, al fin y al cabo, a veces en los días de menstruación se vivía algo similar en nuestra relación a aquello que contaban. Después, cuando todo llegó pude constatar que sin duda algo pasaba en su interior que la hacía darme contestaciones inesperadas y que mis actos la molestasen sobremanera, lo de “la regla” no era nada comparado con esto nuevo. Era una de cal y otra de arena por parte de ella, tras un comentario poco dulce venían las disculpas, bajo aquel mantra de; “Son las hormonas, discúlpame, no me lo tengas en cuenta”. Y así pasaron los primeros meses, luego la cosa se estabilizó y se producían esporádicamente los episodios de malhumor. Aquello queda ya casi en el olvido, como una curiosidad, algo anecdótico que sucedió pero que en el fondo es ajeno a uno, más figurante que actor principal, sólo el esparrin en el cuadrilátero encajando sin dar respuesta para no dañar al púgil para su lucimiento en el combate final. Y tras ese combate, el púgil queda dañado, y entonces lo que aparece es un desorden emocional. Ya no son malos humores o enfados o discusiones tontas y por lo más nimio, ahora es llanto y tristeza lo que le acompaña a ella en los primeros días tras el alumbramiento.

Se supone que yo debo estar a su lado sin resquicios, para darle orden emocional y estabilidad a ese desenfreno de sentimientos. Te dicen; Ahora tienes que cuidarla, la depresión post-parto es mucho peor que los desvaríos hormonales durante el embarazo. Y entonces te dices que igual que hasta ahora le has apoyado en todo momento y has ido amoldando tus palabras y tu comportamiento para que tus actos no sean motivo de disputa o pequeña bronca, lo seguirás haciendo. Pero de pronto te das cuenta que no te va a ser fácil, cuando eres tú el que siente ese desorden emocional, y necesitarías un hombro en el que apoyarte y unos brazos que te sujeten, y un fuerte abrazo que te consuele. Pensabas que eras el fuerte, el sustento para los dos, y que podrías llevar todo ese peso de los momento difíciles, estos en los que afrontar lo que nos es nuevo. De repente te sientes confuso, la angustia aflora, las dudas se apoderan de todo y te aborda la tristeza, no sabes porque estás así, cuando es alegría lo que deberías derrochar, y es la felicidad lo que debería dominar estos instantes.

Nunca me hablaron que podía ser yo el que sufriese aquello que solo se cuenta que sienten las mujeres. Nunca se habla de que los hombres sufran los mismos síntomas que ellas. Parece que los hombres no sienten ni padecen durante este proceso de llegada del hijo.

Todo esto me pilló desprevenido. Yo, que había interiorizado que mi comportamiento debía ser, aún más que antes, sin aristas que pudiesen dañar y me había esmerado en pulirlas, yo, que había suavizado mi verbo directo y punzante, para que todo fluyese lo mejor para ella y para mí mismo, -verla mal me desarma-, sabiendo que lo que otras veces hubiese pasado por una simple conversación y cruce de comentarios, ahora podía suponer una afrenta que nos llevara a un desencuentro que nos haría mal. No me había preparado, no había tomado la precaución de ponerme una coraza, y esas palabras duras que yo evitaba decir las recibía como lanza y puya, como hiriente filo que sajase mi piel libre de defensa y no preparada para recibir la ignominia del otro, para recibir su desahogo.

Tengo un volcán de emociones que brotan aquí y allá, que se agolpan unas encima de otras, pero no de manera ordenada, ni de una forma lógica, surge la alegría y seguidamente la tristeza, que es apartada por la euforia, que a su vez es retirada por la angustia. Intento comprender esta hipersensibilidad, pero no lo logro, me confunde esta mezcla de sensaciones. Lo normal sería que  aflorasen seguidas las que son del mismo carácter; las felices juntas o las que entristecen y agobian apiñadas, pero no intercaladas y haciendo que me sienta como en un columpio, arriba y abajo, otra vez arriba, y de nuevo en lo más bajo, en un vaivén desquiciante que me hace vacilar sobre mi equilibrio mental. Tengo los sentimientos a flor de piel, y un gesto o una palabra o un pensamiento eriza mi vello y humedece mis pestañas. En la soledad, las emociones se descabalgan, y mil dudas me abordan. Temo no haber acertado trayendo a un ser a este mundo que se me vuelve y muestra ingrato, sin un motivo que lo cambie y lo haga diferente de ayer o de hace un año cuando tomamos la decisión. El egoísmo se muestra y dice; con lo bien que estabas. Intento sosegarme y me digo; no tiene sentido este malestar, este ahogo que tienes. Pero no puedo evitar irme a un aparte y llorar y respirar hondo y rehacerme para volver y que me vea ella fuerte, sin que vislumbre la última herida producto de su último comentario. Encajando como puedo todo este desorden emocional.

.

.

.     *Ivan Ferreiro y Santi Balmes de LOL completan y ponen banda sonora al relato de hoy, hablándonos de esos días en que el equilibrio es imposible, y nos vemos y nos decimos: “Qué felices, qué caras más tristes”.

“El equilibrio es imposible“

Ivan ferreiro - confesiones

.     **NA: Ficción

.     ***NA: Publicado originalmente el 29 de Enero de 2014. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Mística lactante, mística maternal

12 Martes Ene 2021

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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afecto, amor, Bebe, Cuídame, desafecto, desamor, dolor, dudas, EBS, Ella Baila Sola, Grietas, hijo, Jorge Drexler, Lactancia, leche, madre, Maternidad, Mística, Música, Parto, pechos, Pedro Guerra, Por ti, Reencuentros

I

Ayer se me cayó una lágrima. Estaba dando el pecho al niño, sentada en el butacón elegido y comprado para ello, para mi comodidad y su comodidad. Lo sostenía entre mis brazos, bien sujeto y colocado para que llegase cómodamente a la mama, llevaba un rato pidiendo comer, y mientras le cambiaba el pañal se empezó a impacientar, y cuando está con esa ansia, es de temer, succiona con toda su fuerza.

Una lágrima grande, muy grande, como esas primeras gotas de tormenta de verano que levantan polvo al contacto con la arena seca y dejan un círculo amplio. Casi ni rozó la mejilla, pero arrastró con ella algunas otras; éstas sí que se deslizaron por el rostro bajando con menos fuerza, despacio, las percibí húmedas y con pesada abundancia, sintiendo como avanzaban por toda la cara, hacia el abismo unas, y continuando por el mentón para seguir su camino por el cuello otras. Esa primera enorme, cayó rápida y se precipitó hacia la almohada en donde tenía apoyado al bebé. No fue una lágrima lánguida y lenta bajando por la mejilla como las siguientes, supongo que fue mi posición, inclinada un poco la cabeza hacia adelante para llevar mi pecho hacia el niño lo que hizo que abriéndose paso entre las pestañas que no fueron capaces de contenerla, y encontrado el vacío enseguida cayese rauda desde el ojo hasta encontrarse con la tela que la recibió como gota de lluvia, dejando marcado un amplio redondel de agua y sal. No era de ternura ni de alegría ni de miedo ni de duda, no era una lágrima de felicidad, era una lágrima de dolor, de dolor inmenso, dolor de grieta profunda. No es la primera vez que me pasa, ya son varias tomas, varios días en los que ha sucedido, en los que dar de comer al pequeño se me convierte en un suplicio. Un dolor que hace que tense mis piernas, que las estire y levante a la vez que mi cuerpo se dobla levemente sobre el bebé, a la vez que un apretar de dientes acalla ese grito que quisiera lanzar al aire, pero que no evita ese brillo en mi mirada que se transforma en agua salada. Un dolor que no quiero que se transforme en rechazo hacia el muchacho, que no es su intención aún hacer daño, ahora es sólo supervivencia e instinto natural, ya le llegará el tiempo en que sus decisiones si sean meditadas y el daño lo haga a propósito y con conciencia de molestar o hacer mal. Nadie nos libramos de hacerlo, de procurar el perjuicio de otros en alguna ocasión o al menos el deseo de que suceda algún padecimiento por envidia o desacuerdo en pensamiento o por una trifulca que nos enfrenta, y que nos lleva a la irracionalidad de querer la amargura y sufrimiento de esos otros. Yo querré que esto no suceda, que sea una persona de bien, pero quién sabe si lo conseguiré, y menos ahora que los inicios duros nublan mi entendimiento.

Me siento como un animal, como una vaca. Cuando me descuido tengo dos grandes marcas en la camiseta que llevo puesta, sin motivo aparente mis pechos comienzan a segregar la leche, me miro y me veo como en esas imágenes de fiestas de camisetas mojadas, pero no me veo atractiva ni seductora como en ellas se ve y se muestran esas chicas.

Siento que huelo a leche todo el día. Ya sea por la leche desbordada que lo empapa todo o por la proximidad de una toma a otra que hace que sienta que todo el día tengo leche cayendo y calándolo todo, como cuando el bebé se aparta y el chorro sigue saliendo – igual que en aquella imagen de la película “La teta y la luna”- y mojo la cara del pobre pequeño o mi ropa o la almohada en la que le apoyo o incluso en ocasiones llega a manchar el suelo. Hay veces que me pongo a dar uno de los pechos y es el otro el que empieza a exudar leche como si fuese un conducto roto, incontenible, como si una fuente tuviese dos caños y al abrir el grifo ambos soltasen el agua, haya o no balde para recogerla, en este caso haya o no niño que pueda aprovechar esa preciada leche. Y empapo todo el sujetador y maldigo mi estupidez y mi falta de cuidado y mi olvido de ponerme los protectores. Los discos absorbentes son mis fieles compañeros para que esto no suceda, pero con las prisas a veces se me olvida ponérmelos; por indicación de la matrona es mejor no abusar de ellos, no llevándolos constantemente para que los pezones se sequen y no queden mucho tiempo húmedos, es por ello, por no secarse bien lo que hace que las heridas y grietas no se cierren, al igual que no debo abusar de las cremas protectoras para los pezones, por el mismo motivo. Y en estas me veo por la casa con las “lolas” al aire durante un buen rato, para que se sequen los pezones y la aureola de forma natural después de cada toma.

Me esfuerzo y persevero pese al dolor que me produce el momento de dar el pecho, entiendo a tantas mujeres que desisten y lo dejan, y deciden no pasar por el calvario cuando este se vuelve insoportable. Incluso algunas ni se ponen a ello, buscan cualquier excusa para no amantar, -nada criticable-. Es fácil convencerse de que no vale la pena ese sufrimiento, ese esclavismo. Las leches de hoy son tan buenas como la materna, y aunque son muchos los que abogan por la natural en detrimento de la manufacturada porque mejora el sistema inmunológico y de defensas del bebé, es entendible que algunas mujeres al primer revés en el proceso de la lactancia tomen la determinación de dar el biberón. Soy algo testaruda y pensando que es mejor mi leche que la tratada químicamente -“en polvo”-, me digo que debo aguantar un poco, si al primer traspié ya doy un paso atrás cómo me mantendré fuerte y firme para una educación correcta, aunque en el fondo una cosa no tiene nada que ver con la otra, no sé si pierdo la lucidez a ratos y me vuelvo paranoica. Quizás esté haciéndolo mal y antes de tirar la toalla voy a buscar el cambio de postura; en el manual para la lactancia aparecen diferentes formas de dar el pecho, para que se elija el que mejor se ajuste a las necesidades de cada mujer según el tamaño del niño y de los pechos de ella.

No sé. No sé si hago bien las cosas. Me encuentro mal, muy mal, no me da tiempo a nada, no puedo salir de casa, estoy en una mazmorra aunque sin llave echada ni barrotes en las ventanas. Pero es una cárcel. Con un carcelero al que empiezo a querer, en un estado de síndrome de Estocolmo que me idiotiza. Me siento como una esclava atada a una “demanda” sin horarios y sin un minuto para mí.

Me intento convencer de que todo va bien. Pero no lo siento así. Lloro. Tengo los sentimientos a flor de piel. Me siento triste en un momento que debería sentir con completa felicidad, es irracional y absurdo que no pueda estar disfrutando de estos momentos únicos e irrepetibles, como tantas veces me han repetido los que ya han pasado por ello; – Disfrútalo, que se pasa rápido-. Quizá por ello mismo me agobio, por no sentir ese placer y disfrute, por notar que pasan los días y se escapan esos momentos irrepetibles y que no soy capaz de aprovecharlos y vivirlos con plena alegría. Contrariamente quiero que pasen rápidos, que pasen estos primeros meses que se me hacen insoportables y largos, demasiado largos. Dicen que después ya es mejor, y quiero que llegue ese mejor cuanto antes, lo de ahora no es mi idea de felicidad.

Sé que debe ser por las hormonas que las tengo alteradas por el embarazo y el parto y todo el proceso químico que sucede en mí interior, pero que lo sepa no quiere decir que consiga evitar sentirme fatal y que me entren ganas de llorar en muchos momentos del día. Día que me paso prácticamente sola con el hijo, sin relacionarme con nadie más. Intento decirme que no soy mala madre por no sentir el misticismo de la maternidad ni de la lactancia. Ese momento que cuentan algunas mujeres en la que hay una simbiosis perfecta entre madre e hijo, un momento que los hombres nunca podrán entender y que las mujeres que no lo han pasado tampoco, un momento en el que una siente que está dándole el maná de vida a aquella criatura que se ve pequeña y desamparada, y que tú como madre vas a proteger sobre todas las cosas, por encima de cualquier eventualidad. Pero yo eso no lo llego a sentir, no llego a percibir ese estado transcendental y mágico, aunque sí lo otro; que daría cualquier cosa por el hijo, por protegerle, por evitarle males y apartarle a los malvados. No he sentido esa plenitud al dar el pecho nunca ni antes de que comenzasen estos dolores infernales, ni por supuesto ahora con las grietas que hacen que no pueda ni levemente rozarme el pezón con nada, hasta la tela del camisón me daña, y que hacen que cada vez que el niño me pide comer sepa que las lágrimas volverán a brotar durante unos instantes.

……..

II

Han pasado días desde las últimas lágrimas. Con los consejos de la matrona y el cambio de postura las grietas se han ido cerrando y aunque en el inicio de la toma sigue molestando un poco, ya no se puede llamar dolor. Estoy más contenta, aunque sigo sin sentir el universo sobre mí cuando doy el pecho, pero sí que noto que cada día quiero más y más al pequeño. Ya han pasado un par de meses desde el parto, difícil parto el que sufrí, y que todo el mundo se empeña en decirme que olvidaré y que no recordaré lo mal que lo pasé, pero yo sé que no será así, hay que ser estúpida para olvidarlo o relativizarlo con el paso de los años, para decir; -bien sufrido fue con el fin de tener lo que se tiene ahora-.

El afecto ha ido creciendo en mí hacia él y cada día le quiero más, un sentimiento que reconozco que no me llegó por el mero hecho de darle a luz, el amor se ha ido cimentando día a día. Quizás por ello he aguantado el dolor en esos días pasados. Con este sentimiento vuelvo a pensar que no soy una buena madre, y que quizás no lo llegue a ser nunca, cómo no sentir inmediatamente un amor desaforado por aquel que llegó al mundo por ti. Incluso me pregunto sobre mi forma de relacionarme con lo que me rodea, no sé si albergo cierta insensibilidad o falta de empatía o si los afectos y desafectos que invoco se me muestran esquivos a la inmediatez, y están purgados del impulso descontrolado e irracional y solo surgen con el trato más largo y cercano, más racional se podría decir, aunque a veces sea lo contrario y el compromiso duradero sea el que lleva a un sentir irracional por la cercanía y proximidad que aturden y ciegan. Se supone que el cariño y el amor deben desvincularse del pensamiento racional y que deben salir de adentro sin entender a que son debidos y sin ponerles dudas o pegas o reparos a esos sentimientos y menos aún trabas. Dicho fríamente, si lo hubiese perdido a las horas de nacer o a los pocos días cuando parecía complicarse su existir o gravitaba sobre él un existir incompleto y nada pleno, me hubiese dolido mucho, muchísimo sin duda, pero si pasase ahora, sentiría que se me desgarra el corazón.

No se puede negar que un lazo existe y amor inicial lo hay, sería también estúpido negarlo. Cómo negar ese dolor y pena por no poder ver al hijo tras el parto, cuando se lo llevaron rápido, y casi ni sabes cómo es, separados, él en la sala de neonatología por sus complicaciones durante la expulsión y yo en la habitación reposando las horas aconsejadas por los médicos, y cuando pasado ese tiempo quieres ir a verlo pero no puedes andar tanto trecho y sentarte en la silla de ruedas es un suplicio por las almorranas enormes que te han salido, y lo intentas y no aguantas el dolor y lloras y dices; -No puedo-, el mundo se te viene encima. Entonces pides al marido que te traiga una foto, que lo quieres ver. No sé si sientes en realidad un deber, o un deseo de comprobar que está bien, o es una imposición tuya de empezar a quererle ya mismo, y solo puedes quererle si lo ves, y realmente no le has visto. Ya cuando al día siguiente por fin los calmantes hacen efecto y puedes ir, y estas frente a la entrada de esa sala en la que se hallan los que han llegado prematuros o con problemas, respiras hondo, y cuando las puertas se abren al contacto del interruptor, entras y no sabes a donde ir, y una voz a tu lado te dice; -Allí, al fondo, en la esquina. Te aproximas con cierto temor de lo que te vas a encontrar, y le ves tan indefenso, con tubitos por la nariz, protegido y al calor de una incubadora, encerrado entre paredes de metacrilato que le aíslan del aire y del mundo al que ha llegado. Las lágrimas te abordan y te emocionas, y lloras, y no puedes evitarlo y quieres mantenerte fuerte pero no lo consigues todo es desconsuelo y llanto y abrazo del marido que te apoya, y escuchas de las enfermeras los ánimos que te dan y dicen que todo va a ir bien. Pero tú tienes miedo de perderle, ya le has visto ya le estás queriendo, ya te está pidiendo tus cuidados aún sin llorar y sin quejido alguno, sólo con su presencia.

Luego avanzan los días y pasan las semanas y ya sólo sientes que te debes a él, ya sólo él, ya no eres tú la prioridad ni para ti misma, y notas que te está robando algo de ti, que te succiona el alma, tienes la sensación de estar en aquella película de “La invasión de los ladrones de cuerpos”, ya no eres tú misma. Los sentimientos han variado de tal manera que siento que no llevo el timón de ellos. Sigo sin sentir la mística de la maternidad pero aprecio que no soy la misma. Quizás sea esa la mística, la perdida de la conciencia del yo.

Esa mística de la que tanto me hablan las que pasaron por ella y la sintieron y la sienten, y no se les va, diría que incluso cada día más se les refuerza, como una ideología o una fe que echa raíces fuertes después de una primera aproximación y ya no se puede arrancar lo que ha brotado.

Me siento mal a ratos por no percibirla, por no hacerme fanática y fiel seguidora de ella, de esa religión en la que se convierte la maternidad, por tener y experimentar sentimientos contradictorios por amar al hijo tanto y por desear a la vez que pase el tiempo rápido, por desear que como en algunos deportes cuando vas ganando el reloj avance más aprisa para llegar antes al pitido final, a la victoria y a la celebración, que sin duda seguro tendré, y pronto me llegará con el hijo. Todos me lo dicen, que antes o después veré la luz y me convertiré. No digo que no, puede que dentro de unos meses o unos años sea la defensora a ultranza de esta fe, y sea la militante más fervorosa, nunca digas de esta agua no beberé, me enseñaron. Mientras tanto intentaré no martirizarme por sentirme una mala madre, y seguiré dedicándome con todo mi esfuerzo y todo mi amor a proteger su fragilidad.

 

 

.     *Cómo nos canta EBS, la protagonista siente su vida empeñada por verle sonreír… y sabe que ese niño le está demandando ya todos los cuidados para mañana, como cantan Pedro Guerra y Jorge Drexler.

“Por ti”                                                      “Cuídame“

Ella Baila Sola     reencuentros

.     **NA: Publicado originalmente el 18 de Marzo de 2014. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Indeterminación sin ti

21 Martes Ene 2020

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

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abandono, Alta Suciedad, Andrés Calamaro, Contradicciones, Crímenes perfectos, dudas, indeterminación, Ruptura, Soledad

.     Me muevo entre el alcohol y estar sereno

entre el polvo y la abstinencia

.     Me muevo entre la realidad y la ficción

entre la ceguera y la iluminación

.     Me muevo entre la indeterminación y la fijación

entre la obnubilación y la precisión

.     Me muevo entre el odio visceral y el amor fraternal

entre la rabia desatada y la ira controlada

.     Me muevo entre la fidelidad y el deseo mordaz

entre el deliro sexual y la denuncia social

.     Me muevo entre la tristeza y la alegría

entre el silencio y la algarabía

.     Me muevo entre putas y monjas decididas

entre falsos y verdaderos

.     Me muevo entre el santo y el criminal

entre querer morir y querer vivir hasta el final

.     Me muevo entre tú y yo

.     Me muevo pero no me muevo

.     Me muevo pero me quedo

.     Me muevo en huida, pero me quedo para que no haya despedida

.     Me muevo con la mente, pero sin dar un paso al frente

.     Me odio y me quiero

.     Te odio y te quiero

.     Me muero porque no me muevo.

.     .     .    Otra vez la soledad.

 

 

 

.     *La indeterminación llega cuando los crímenes perfectos como los canta Calamaro nos dejan en la mayor soledad.

“Crímenes perfectos“

Andres Calamaro-alta-suciedad-

.     ** Publicado originalmente 4 de Noviembre de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

En el huerto de Melibea

17 Martes Dic 2019

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

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Comala, desafecto, desamor, dudas, Huerto de Melibea, Música, Quién fuera, Recuerdos, Silvio, Silvio Rodríguez

En el huerto de Melibea

paseo y pierdo el tiempo

o no lo pierdo, el que se

pierde soy yo, me pierdo

en los recuerdos, en los vericuetos

que hay del pasado

que no se me muestra cómo pasado,

si cierro los ojos es ahora

y si los abro, te veo aquí a mi lado

como si éste huerto fuese aquel jardín Botánico

o ese parque o ese bulevar, y

si los cierro ya no eres, no sé quién eres,

un rostro lejano que creo saber

que tiene unido un nombre que se me

escapa de la boca sin poderlo pronunciar

no sé articular las letras que lo conforman

realmente no sé las letras

la memoria flaquea en el huerto

de Melibea. Añoro esa tarde

contigo, aunque estás no es lo mismo

ya no es esa tarde, ya las tardes se oscurecen

de pronto sin poder disfrutar de las puestas de sol

se pasa del día a la noche

como mis recuerdos

pasan de la luz a la oscuridad

más que oscuridad

es vacío

es nada

es lugar pero sin gente,

y si no están los que habitaron

ese momento, el momento

queda en nada, sin vida y es

como si no hubiesen vivido, el lugar

se me vuelve Comala y yo empiezo a tener

miedo de no recordar…

 

 

 

.     **En el huerto se deja llevar y se pierde y surge la carencia del presente, como en la canción de Silvio, con su corazón en fuga herido de duda de amor.

“Quién fuera“

Silvio Rodriguez - Silvio

.     ** Publicado originalmente 20 de Febrero de 2015. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Un mensaje recuperado

18 Miércoles Sep 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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Algo nos pasa, bilis, celos, daño, dudas, Enfado, Ira, justificaciones, La habitación roja, lanza, madrugada, Música, Mensaje, mentiras, palabras, rabia, universal, Veneno, vigilia

Tiene tantos celos que hasta quiere que deje de ser su amado y amigo, y él  no lo entiende, y recrea y piensa lo brevemente hablado, e imagina qué decirle, qué argumentar, busca palabras que puedan calmar y sosegar su ánimo, el de ella. Y lleva toda la noche desvelado, es incipiente madrugada y solo ha dado vueltas y vueltas en la cama sin poder descansar, proyectando como afrontar lo que vendrá. Le hubiese gustado dejarlo zanjado, pero no pudo ser, no hubo manera, no quiso responder.

  • No ha sido necesario eliminar el mensaje, debiste conseguir recuperarlo antes de que me fuese entregado, piensa decirle. No sé lo que pusiste ni a qué hora fue, dices que unas horas antes de ese otro, como alerta recibido, encomendándome a destruir el anterior. Tampoco sé lo que desató la necesidad de escribirme, según tú, con algo que me podía hacer daño si lo leía. Como no lo he podido leer no sé si me produciría dolor o no tus palabras, y esta es la peor situación, que te digan que hubo un mensaje cargado de sentimientos y ¿reproches? y no te llegue nunca. Ahora tengo un desasosiego interior por saber qué es eso que tanto mal podía hacerme. Y tú te niegas a decirme, y hacerme saber, y aunque yo te repito que me hace daño la ignorancia, tú te enrocas y callas, y cierras la puerta y das la espalda a lo dicho, para que así no me llegue de ninguna manera, aliviada de que el mensaje con la crítica y censura no cumpliese su cometido de echar en cara y reconvenir alguna actitud que no fuese del agrado tuyo, de quién lo manda y lanza como lanza en busca del pecho y corazón de alguien que dejó de ser amado y amigo, convertido en odiado y enemigo, al menos en ese momento de fiebre y de nublado pensamiento. Queda claro el camino y no hay flecos ni vericuetos que abran puertas por las que me pueda enredar, que sean diferentes a lo ya transitado, descorriendo esa blanca puerta, apertura al paraíso. Buscando la flor deseada, desflorando el prado y el paisaje florido, ya cerraste esa puerta con el mensaje envenenado, desaprobador, que si bien no llegó, sí que hizo su efecto, y ya sin quererlo me retuerzo de dolor intenso. La bilis insinuada y decidida en tu pensamiento, dicha y verbalizada para tus adentros, escrita y dirigida a mis sentimientos, pueblan ahora mi mente, sin saber ni siquiera si era fundado o infundado tu desvarío de celo doliente, y envidia de lisonjas ficticias, imaginadas por suspicacias inertes. 
  • Quiero recordar el inicio, o lo que encontraste como inicio para el enfado y el delirio. No lo hallo, doy vueltas, y llego al día anterior y no veo ni detecto indicio de error o disensión en el comportamiento o en lo dicho. – Piensa quizás escribirle. 

Y medita para sí. Las palabras que uno dice, si las mide otro y les busca vuelta y enredo seguro que lo encuentra y lo que pareció vago y sin criterio, se alza como duna que avanza por el viento, arrasando y tapando sin remedio. Lo vacuo se llena de inquina si se cree que el eco reverbera en el dañino hueco que queda por las palabras que no son dichas para los oídos que quieren ser únicos y sin contrincante al que disputar esos sonidos.

Y recuerda como si fuera hace un instante, cuando suena una llamada telefónica y tras descolgar se oye al otro lado una voz desesperada. Que dice que no lo abra, que no mire el correo y si lo mira y encuentra mensaje de su parte, que lo borre y destruya sin tentación de saber su contenido, sin ambages que supongan atracción por la misiva y evite la orden que recibe, y que oye con voz trémula. Avanzan desde el otro lado del auricular, que ya no quiere seguir, que no quiere el daño que siente, y presiente provocar o provocarse más, hacer o hacerse, sobre todo teme tomar iniciativa y hostigar sin miramientos al dolor que cause, que el suyo ya lo sufre y quiere evitarlo, y ante todo quiere evitar hacer el mal al otro, el mal que ella en sí advierte.

La voz angustiada, y angustiosa genera un pulular de mariposas en él, y suben a la cabeza, y no entiende lo que sucede, la nublada mente lo empuja al silencio un instante, y luego las palabras emergen y las justificaciones por lo que no entiende ni comprende. Justificaciones que suenan falsas pues lo son, por no ser ciertas, porque no hubo acción primera que pudiese llevar a la necesidad de rectificarse, y cuando se inventa un pretexto para excusar algo inexistente, una acción que no fue,  genera la certidumbre en el otro de que sí la hubo y que se es culpable por escudarse en la mentira. Y ese minuto de conversación abruptamente se interrumpe.

Y el silencio queda de nuevo en el aire, pues no hay respuesta, y ya al otro lado del auricular no hay nadie que siga oyendo las palabras que brotan para tranquilizar una inquietud imaginada, y la rabia se hace cargo de la situación, y marca el número, y no hay contestación, nadie descuelga, y la ira se apodera del ser que no comprende lo sucedido, e indefenso de la acusación queda maltrecho en su calabozo, confinado con sus pensamientos que deberá ordenar para salir cuerdo de este acoso, del  que no le permiten defensa, pues cortaron la comunicación. La noche se le hace eterna, quisiera que el alba despuntase ya, quiere el nuevo día para poder hablarle y decirle que todo es una equivocación, que no hubo lo que elucubra, pero que con ello, con su recelo, lo suyo, lo que había entre ellos queda herido y sin duda algo de lo sucedido no tendrá reparación.

Le hubiese gustado dejarlo zanjado, pero no pudo ser, no hubo manera, no quiso responder.

 

 

 

 

.     *En el texto, como en la canción de La habitación roja, el protagonista es consciente de que algo les pasa, y que lo dicho o escrito pero no escuchado o leído es la puerta que cierra el paso definitivo del uno al otro.

“Algo nos pasa“

La habitación roja - Universal

.     **NA: Publicado originalmente el 29 de Abril de 2013). Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

K

03 Martes Sep 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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cartas, celos, comienzo, declaración de amor, desconocida, dudas, Efecto Mariposa, equívoco, Ironía, Ruptura

Querida desconocida K.

Me dejaste una carta en mi buzón, creo que por error, aunque puede que no sea así y que en un pasado remoto sí que tú y yo hayamos compartido afectos, y que pasado el tiempo te surgiese la necesidad de ponerte en contacto conmigo, aunque como tú misma me dices yo te pidiera que nunca lo hicieses, pero sinceramente si es así debe ser en un tiempo muy antiguo y no con la proximidad temporal con la que me hablas, puesto que esa letra con la que firmas no me da ninguna pista sobre quién puedes ser, nadie que yo conozca empieza su nombre o apellido por tal letra, y tampoco me suena como apodo o nombre secreto o en clave para mantener la relación oculta a otros o como simple juego y complicidad entre los dos. En cualquier caso de ser cierta esa posible relación entre ambos yo he desterrado esos recuerdos de mi cabeza por algún motivo. Ha pasado un mes desde que al llegar a casa encontramos tu carta, sí, dije bien, encontramos, quizás no lo sabías pero tengo pareja desde hace tiempo, ese otro nombre que viste en el buzón es el de ella, lo que no te impidió deslizar la carta, fuimos los dos juntos al revisar el correo los que nos topamos con el sobre que se dirigía a mí, sin sellos ni matasellos dejando en evidencia que fue dejado en el buzón directamente sin ser mandado por correo, ni depositado por un cartero y sí dejado por la mano que escribió, algo que me produjo cierto escalofrío. La curiosidad hizo que abriese enseguida la carta en su presencia y al preguntarme sobre su contenido ella no creyó lo que le decía, que era una equivocación que debían haberse equivocado de buzón, que era de carácter íntimo. Ella me solicitó la carta y yo se la mostré, no tenía nada que ocultar, estaba seguro que yo no era el destinatario de aquellas letras pese a que mi nombre sin apellido aparecía en el sobre, pero al leerlo ella misma su semblante cambio, sus ojos se pusieron vidriosos, su cara reflejaba una mezcla entre sorpresa, ira y deseo de llanto. Empezó un interrogatorio cargado de celos, sin atender a mis razones, ninguna de mis respuestas fueron creídas por ella, me desesperaba esa negativa a creer en lo que le decía, rechazaba mis argumentos sobre la imposibilidad de un desliz sentimental por no ser deseado y que además con la vida que llevábamos no había ni siquiera oportunidad de ello, y que si fuese alguien de mi pasado que reaparecía no era bajo mi conformidad, no buscada ni aceptada esa presencia de mi vida anterior a ella, como en la propia carta ponía, si fuese cierto ser yo el destinatario, por tanto no tenía sentido ese ataque de celos, y así pasaron un par de semanas, con el enfado y enojo y la sombra de duda y desconfianza como compañeros cotidianos. Por más que insistía cada día en que no había nada entre la persona de esa carta, es decir, tú K y yo, que no conocía a la responsable de esa desesperada e impulsiva carta de amor, no hubo manera de que ella cambiase de opinión, todo lo nuestro se había derrumbado de golpe, todo estaba acabándose por un error, por unas letras de una desconocida. K, aún sin saberlo seguro, te trato como mujer porque me siento más cómodo pensándote en femenino, me parecería más rocambolesco y ridículo que todo este equívoco que ha desmontado mi vida a día de hoy fuese por las letras de un hombre dirigidas a su deseado amante, que sin duda en este caso sí puedo asegurarlo no sería yo puesto que nunca estuve en esas tesituras. Te escribo ahora pasadas estas dos semanas tras el abandono de mi pareja, ya que me gustaría conocerte, al menos querría ver el rostro de la persona que ha hundido y arruinado mi vida actual en pareja. No temas, no hay ánimo de daño o venganza, solo fuerte deseo de conocerte.

Sin otro particular, te espero pronto, ya sabes en dónde vivo.

Un abrazo.

 

 

.     *Todo se vuelve Irónico al final, como nos canta Efecto Mariposa.

“Ironía“

efecto_mariposa_comienzo-portada

.     *NA: En el blog “el bic naranja”, su autor Fernando Vicente, los viernes propone un ejercicio de creatividad, mostrando un vídeo o una foto o un texto para que cada uno desarrolle y cuente la historia que le sugiera ese elemento; catalizador y detonante. Arriba leíste mi aportación a ésta su propuesta;

Imagina: Una ciudad cualquiera, 1957. Regresas a casa después de un viaje y encuentras la carta de un desconocido en el buzón.

Ayer fui a tu casa y no estabas. Sí, ya sé que no debí hacerlo, que me lo prohibiste, pero ¡ay! no puedo vivir así, sin apenas verte, sin saber de ti. La desesperación de sentirte lejos me consume.

Sabes que haré cualquier cosa que me pidas. Por favor, ¡escríbeme!

K.

Evidentemente es un error. No conoces a esa persona de nada, no sabes de qué está hablando ni que une a K. y al destinatario de la carta. Aun así, le contestas… ¿Qué le escribirás?

.

.     **NA: Publicado originalmente el 26 de Septiembre de 2016. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Regalando palabras (6ª parte)

13 Martes Ago 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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afecto, Amistad, amor, angustia, aprecio, Arena en los bolsillos, compañera, compañerismo, compañeros, desafecto, desvelo, duda, dudas, En el oscuro abismo en que te meces, Fiesta, frase, Manolo García, Música, miedos, nervios, noche, nota, notas, palabras, Post-it, sentimientos, Trabajo, tristeza

De dadivoso adulador ha pasado a adulado y eso lo tiene descolocado, lo que nunca pensó que le pasaría en su vida, siempre afrontada como mero espectador, sin ánimo de explorar ni pretender nada, en ningún caso como agente activo, más como un elemento vegetativo, quieto, esperando ese final marchito que nos espera a todos dando igual como hayamos pasado la vida. Él se había decantado por un transitar sin sobresaltos, dejando pasar los días, con una existencia anodina y tranquila; buscar y desear, ahora lo atenaza y lo angustia. Como a todos cuando deseamos que algo llegue y nos precipita a la inseguridad e impaciencia y a la duda. Más que nunca la duda se apodera de sus días. Duda de si ha estado equivocándose toda su vida, con esa actitud suya. Duda de si esto es real o se está volviendo algo paranoico. Duda de si ir a esa fiesta. Dudas y más dudas. Siente que se está acobardando; – ¿Y si allí encuentra lo que lleva días deseando encontrar? ¿Qué pasará? ¿Cómo debe actuar? Aunque ahora con estas manos trémulas que sostienen el Post-it duda si realmente quiere que suceda. Mira las palabras escritas en ese cuadradito de papel amarillo, con tinta azul; tinta quizás de alguno de sus dos bolígrafos que tiene encima de la mesa, que no son los que la compañía reparte a los empleados, a él le gusta utilizar los suyos propios. Tiene la tentación de escribir con ellos para comprobar si el color y el grosor del trazo son exactamente iguales, a primera vista sí que se lo parecen. Esto querría decir que a la persona que lo escribió no le importó que alguien, incluso él mismo, le pudiese ver en el acto de escribir y dejar el mensaje. Eso querría decir que no lo hacía a hurtadillas y con el afán de que nadie pudiese saber o averiguar sus intenciones; si no fuese así, hubiese llevado la nota ya escrita para no tardar en dejarla buscando por la mesa, y no encontrando a priori el taco de Post-it puesto que lo guarda en el cajón, y por tanto rebuscando en su intimidad, tardando más y poniendo más aún en peligro esa decisión de moverse en la sombra y la clandestinidad, redactando allí en la misma mesa, el manuscrito a la vista de cualquiera. Quiere pensar que quien le deslizó la nota en su bolsillo y ahora el mensaje pegado en su pantalla del ordenador son la misma persona, de otra forma no ve la manera de poder alcanzar a saber quién era la precursora de su incertidumbre, quien hizo de detonante haciendo estallar delante de sus ojos su planteamiento de subsistencia, y que ha puesto en los últimos días sus convicciones de vida patas arriba, y que lo mantiene en vilo. Quiere pensar que al fin va descubrir a su admiradora o admirador, nunca se puede saber si se despierta ese afán amoroso a los del mismo sexo aunque uno no lo pretenda, pero esto último lo quiere descartar. Si no fuese la misma persona, si no logra acabar con esta situación va a perder la cabeza. Ahora, por este mismo estado de excitación que le hace temblar, se arrepiente un poco, como días atrás, de haber estado repartiendo notas durante estos últimos años sin darse cuenta del daño que puede haber provocado cuando su intención era la contraria. Desde que despegó el mensaje del monitor estaba algo confuso, pensó en lo descabellado que le parecía hace unos días que fuese alguien del entorno laboral su admirador, pero todo se le ha trasmutado con este papelito amarillo que ha hecho volver a pensar en sus compañeras y sin darse cuenta se ha visto imaginando y ensoñando con Helena, con la que más intimó, si se le puede llamar así, por contarse pareceres sobre la vida y los sentimientos y la forma de afrontarlos, y que la empieza a ver con otros ojos, quizás se está forzando él mismo a mirarla con otros ojos, con una mirada que antes ni se le pasó por la cabeza, ni siquiera después de aquella conversación. Él en su mundo, evitando quizás por miedo, otras posibilidades, otros universos. Cómo no se ha fijado en ella antes con este parecer de hoy, que se le ha vuelto ardiente y doloroso, como una llama en el pecho, que le produce quemazón y aprensión y ahogo.

Encaja tanto con él. Nunca se le ocurrió poder dar con alguien con los pies tan en la tierra, sin pájaros en la cabeza sobre los afectos pero que a la vez no renuncia al amor, al compartir, al acompañarse sin grandes pretensiones, sin grandes horizontes que conquistar; solo con el fin de encontrar a alguien con el que estar a gusto durante el camino hacia ese horizonte. Con su ceguera y su sentirse diferente, siempre dudó que hubiese alguna persona que pensase como él. Pero tan llanamente lo expuso ella aquella vez, en la que le compartió ese pensamiento sobre el acompañarse las parejas hasta los últimos días, cuando ya no queda la fogosidad inicial, sustentados sólo en el aprecio mutuo, que es ese rescoldo que queda tras el amor marchito, que no tuvo dudas de que ella era especial, distinta a los demás, que ella era muy similar a él, y quizás por eso mismo no siguió pensando en ella tras aquellos días con ojos amorosos ni románticos; alguien como él, no pensaría en buscarse pareja, en buscarse un apoyo, alguien como él se bastaría sola. Pero ahora todo ha cambiado, todo su planteamiento de vida sufrió un revolcón, y aun sin ese impacto luminoso de partida que reciben dos desconocidos que se encuentran o son presentados por terceros y se atraen de pronto sin remisión alguna, con un palpitar de corazones y brillo en la mirada y deseo desbordado en el sexo; quizás aún sin eso, sea este el momento que el destino les ha deparado para su encuentro y unión. Puede que ellos llegasen directamente a ese momento de acompañarse y del aprecio mutuo por un atajo, sin pasar por la inicial fogosidad, saltándose esos preámbulos. Seguramente haya pasado muchas veces en la vida de otras muchas personas, la historia está llena de casos así, en los que el tiempo cansa el vivir y llega un día en el que se necesita de un sostén, un bastón, y a su vez otros necesitan de nosotros para sostenerse y seguir avanzando, y surge el deseo y la necesidad de acompañarse el uno al otro.

Aunque ese era de siempre su parecer, pasados estos días, está empezando a pensar que quizás nunca pueda ser así, que no hay salto ni atajo posible, que siempre se parte de un ardor catalizador que desboca las llamas y avanzan y arrasan los sentimientos que teníamos pulcramente custodiados, todos bien aislados con un aséptico pensamiento racional, pues él ahora en su pecho percibe esa fogosidad. Mira las dos notas, y se siente tan vulnerable, que le da miedo. Lo intenta analizar fríamente; ¿cómo se ha transmutado en un ser tan endeble y guiñapo de lo que era? Sólo por la hipótesis de que sea y suceda algo que en nada tiene fundamento real, basado sólo en elucubraciones de lo que pudiera ser. Remira las dos notas, y se siente tán ridículo.

 

 

. 

. 

.     *El protagonista que se mecía y complacía mirando y escribiendo a los talles y rostros de bellas y tristes mujeres,  ahora se mece sobre un oscuro abismo como nos canta Manolo García.

“En el oscuro abismo en que te meces“

manolo garcia-arena en los bolsillos

.     **NA: Publicado originalmente el 10 de Abril de 2014. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Regalando palabras (5ª parte)

12 Lunes Ago 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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afecto, Alguien que cuide de mí, Amistad, amor, angustia, aprecio, cena, Christina Rosenvinge, compañerismo, desafecto, desvelo, dudas, Fiesta, frase, Música, miedos, nervios, noche, nota, notas, palabras, pena, Que me parta un rayo, sentimientos, tristeza

Ya no ha vuelto a dejar la nota en el cajón, ya la lleva siempre consigo, metida en la cartera cerca del corazón. Después de aquel primer impulso de dejarla y olvidarla, ha pasado a no desprenderse de ella. Al releerla días después de sacarla del cajón, contempló también la idea de tirarla, pero no se atrevió. No era supersticioso, pero deshacerse de ella le creó desazón y miedo al “mal fario”, lo vio como un desplante, un mal gesto ante un piropo hecho con delicadeza. Pensó que por respeto a quién se ha molestado en decirle y hacerle llegar unas palabras tan deliciosas no debería destruirlo, al menos hasta saber de quién provenía y que intenciones había tras esa misiva.

Ha pasado una semana desde el día del descubrimiento, y no ha vuelto a recibir nada. Un poco infantil se deja llevar por la fantasía y el deseo de que fuese ella, su vecina del tercero, la que sonríe tan luminosa. Es absurdo ese pensamiento, ella está casada, pero en su imaginar sucede que en el ascensor no puede evitar decirle a la cara lo que en la nota pone. Se lo quita enseguida de la cabeza. Cada día se siente más estúpido, quizás no debería darle más importancia al asunto, dejarlo estar. De buscar una razón para esta situación está agotado. Desde que la lleva encima, la saca en el transporte público y la lleva en la mano durante el trayecto para que se vea bien, como un señuelo, intentando atraer al depredador culpable de este estado de incertidumbre, observa los gestos para ver si alguien se delata al ver la nota. Pero en estos días no ha pasado nada reseñable. Vuelve a pensar que igual que él nunca dejaba dos notas a la misma persona, puede que su “regalador de palabras” sea igual. Y tras la primera él ya haya pasado a segundo plano, y ni siquiera reparará en él otra vez.

Durante esta semana los compañeros de trabajo, han ido organizando una cena, él ha sido invitado, pero con la desazón de estos días había mostrado su intención de no ir a algunas de las personas que le preguntaron si se apuntaba. Lo sorprendente ha sido encontrarse el Post-it en la pantalla del ordenador que le decía; “No te olvides de la fiesta, no vayas a faltar”. Está escrita a mano y con letra de imprenta, y sin firmar. Le ha sorprendido esa anotación, puesto que se le hace raro esa insistencia en que vaya, nunca se le había mostrado tanto interés en su asistencia cuando en alguna otra ocasión se ha borrado de una celebración por parte de sus compañeros, ya fuese un cumpleaños, la despedida de alguno de los miembros de la plantilla por marcharse a otra empresa o la jubilación de algún otro o últimamente más por despidos. La ha analizado, para averiguar si la grafía era similar a aquella otra que lleva en la cartera, pero al no estar escrita de la misma manera no adivina si puede ser la misma mano la que plasmó en uno y otro papel aquellos mensajes.

Le da vueltas sobre quién podría ser en este caso la persona que dejó la nota que lo conminaba a no dejar de ir a la cena que se estaba programando para dentro de una semana, como primera fecha más posible, pero no consigue hacerse una idea clara, sigue habiendo pocas candidatas, cuatro.

Quizás fuese Helena, la chica de administración, puede que de las cuatro la más guapa, aquélla que le dijo una frase que le gustó durante una conversación que le resultó muy amena e interesante en una fiesta, animados ya por las copas, y divagando sobre sentimientos, amistad, compañerismo, relaciones y el aprecio.

Ella dijo: “El aprecio son los despojos del amor marchito”. Y recapacitando sobre ello le dijo que tenía razón, que solo vivimos y nos alimentamos de despojos… esencialmente no queda otra cosa, pero nos alimenta para poder seguir.

¡Cómo no había pensado firmemente antes que podría ser ella la de la nota!, no ya la de la nota en el ordenador, si no la amorosa. Aunque quizás esta otra en la pantalla también lo sea, puesto que esa insistencia puede dejar ver el miedo a que un amor escape, que un plan preparado para ese día se frustre por la no asistencia, y se haya decidido a jugársela poniendo en peligro su proyecto, arriesgándose a ser descubierta al adelantar y mostrar las cartas por miedo a un posible fracaso. Si alguien es capaz de hacer esa reflexión tan bella y dolorosa a la vez, podría ser capaz de aquella frase que llevaba pegada al corazón.

En aquella conversación recuerda que ella hablaba de la necesidad que tenemos de sentir a otros, que cuiden de nosotros de cerca, que nos acunen cuando no podemos dormir, que nos arrullen y nos hablen susurrantes en el desvelo, y que eso lo creemos encontrar en el amor, pero ese amor o estado de enamoramiento dura poco o muchas de las veces enseguida queda marchito y sobrevive solo ese otro sentimiento que es el aprecio, y a él le vino a la cabeza, sin mucho sentido, ese dicho que decía su madre “No hay mayor desprecio, que no hacer aprecio”. El aprecio al final es el sustento de las relaciones, siguió contando ella. Siempre queremos que alguien nos aprecie, y nos refuerce y cuando estamos flojos nos levante el ánimo y nos diga cuanto valemos y que a su vez nos necesite y nos pida caricia, mimo y consuelo en sus momentos bajos. Él en ese momento estuvo de acuerdo, pero hasta ahora no lo pensó con tanta fuerza, sintiendo que era una gran verdad. Esa nota le había abierto una herida que necesitaba que alguien cuidase y curase. Siempre quiso la soledad, siempre apostó por la independencia, y ahora sentía el frío de esa elección. Puede que no necesitase un gran amor, puede que necesitase sólo a alguien que le apreciase y quisiera estar junto a él.

Pero claro, recordando todo esto también le entran dudas, mirándolo fríamente, alguien que piensa tan desabridamente del amor, y lo carga de tanta lógica y “terrenabilidad”, cómo iba a estar involucrada en este juego, que más parece de alguien romántico y enamoradizo.

 

 

 

.      *Todos queremos que alguien cuide de nosotros como nos canta Christina Rosenvinge, y como también desearía nuestro protagonista.

** NA: A Elena, por su frase reveladora en aquel comentario.

“Alguien que cuide de mí“

Cheristina Rosenvinge - que me parta un rayo

.     **NA: Publicado originalmente el 16 de Julio de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Regalando palabras (4ª parte)

11 Domingo Ago 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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amor, angustia, Aute, ¿Quién eres tú?, búsqueda, desamor, deseo, dolor, dudas, ilusión, incertidumbre, Música, palabras, piropos, Slowly, tristeza

Optó por intentar apartarlo de su mente, como algo cotidiano que pasase de forma ordinaria, no queriéndolo ver como  lo que era, algo extraordinario. Por ello lo guardó allí, en ese cajón de donde lo estaba retomando ahora para volver a posar la vista en aquella frase.

Habían pasado cuatro días, cuatro días desde el exabrupto que le sacó de su vida átona y monótona. Este suceso le hizo recapacitar sobre su comportamiento con las notas que había ido dando estos años. Esa desazón que hubiese podido generar en las destinatarias era la que él padecía ahora y no era ciertamente agradable, estaba sufriendo en sus carnes ese malestar interno del no saber quién ni porqué, que tantas veces él mismo inoculó a otras personas, a mujeres desamparadas- según él-, juego inocente e infantil- según su pensamiento-, y que ahora veía como cruel.

Quizás se lo estaba tomando demasiado a pecho, era demasiado ilusionante, y por ello estaba en ese estado de ansia ahora, con la nota entre sus dedos. Quizás simplemente procedía de alguien que como él, dejaba notas a la gente, y esa persona le vio gris y triste y sin luz en la mirada, como él veía a muchas mujeres a las que regalaba sus papeles y sus palabras, para dotarles de fuerza y dignidad. Puede que debiera tomárselo así, simplemente como un empujón y zarandeo, un toque de ánimo para alzar los hombros y estirar su cuerpo cada vez más encorvado por el aburrimiento de lo diario, de la falta de expectativas, por la nulidad afectiva.

Recibir una nota o un mensaje como ese, a cualquier hombre le gustaría, que le digan ese bello y tierno piropo es una de las mejores cosas que pueden decir y querer de uno.

“Los hombres como tú solo se encuentran en los mejores sueños”, uf! Quién no va a volverse loco por buscar a la persona que te diga eso. Quién puede no salir corriendo en busca de ella, del dueño de ese pensamiento hecho poesía hacia uno… Aunque intentó enterrar el papel en aquel cajón y olvidarlo, dejarlo estar, no pudo evitar al día siguiente mirar a cada una de las personas con las que se cruzaba, de manera vigilante, escudriñando cada gesto, cada movimiento. Estaba cansado por no haber dormido bien, pero quería estar alerta y no perderse detalle de las gentes con las que se cruzaba en el trayecto hacía su trabajo. Su trabajo. No había pensado en ello seriamente, solo de manera fugaz en su repaso de lugares en los que podía haber sido víctima de la entrega. Puede que alguna de las compañeras de trabajo, pero no, descartaba, no podía ser; él nunca lanzó mensajes sexuales hacia ninguna de ellas, no había muchas, ¿tres?, no, cuatro con la chica de recepción con la que casi no tenía trato. Ninguna era de su departamento pero, por razones de trazabilidad del trabajo, sí que tenía relación laboral a menudo. En alguna fiesta había confraternizado algo más con ellas, pero nada extraordinario. En ese instante se le pasó por la cabeza algo que le hizo fruncir el ceño con gesto de de sorpresa, a la vez que se le dibujaba una media sonrisa, como el que, concentrado en su pensar, exteriorizase lo que dentro de su mente está aconteciendo, mostrándose como libro abierto, por esa idea que a la vez le pareció absurda y ridícula.

Miró a su alrededor por si alguien le vio. Qué habrá pensado la gente al verle gesticular así con su rostro, él a veces veía a personas en esa situación y se preguntaba que sería aquello que les hizo sonreír o ensombrecer su cara en otros casos, qué pensamiento hizo que se mostrasen abiertamente y que uno se pudiese asomar a su estado anímico y ver tan adentro. Volvió a esa idea que se le ocurrió, pero que entendió claramente peregrina, o no tanto. ¿Porque no podía ser esa posibilidad? Al fin y al cabo, no era tan extraño que pudiese suceder, no por impulso suyo, no porque él mostrase intención o inclinación, pero posible era. Muchas veces le sucedía, desde siempre o desde bastante joven, por la calle o en bares, era mirado con cierta lujuria, atraía sin duda a bastantes homosexuales, incluso alguna vez recibió propuestas más directas y claras que las simples miradas. Nunca se sintió molesto ni violento con ello, en parte a él con su ego tan frágil, esto le agradaba algo, aunque nunca lo llegase a reconocer ni confesar a otros. Cierto que había mujeres que también le miraban con interés, esto equilibraba la cosa,  y puede que fuese lo que le tranquilizaba con vistas a tener alguna vez alguien a quién amar, sentía que había alguna posibilidad para el afecto compartido. Él no tenía tendencia a la homosexualidad y nunca se había planteado esa posibilidad, pero sentir que atraía a hombres y que incluso podía haber alguno enamorado, le creó duda y confusión. Acaso estaba equivocado desde el inicio en sus elucubraciones y no estaba mirando y observando a quién debiera en busca del dueño de aquella nota, o al menos no debería descartar y dejar de observar a los hombres como hasta ese momento había hecho, eliminados de su vista en la búsqueda de su “regaladora de palabras”. En su trabajo había un par compañeros homosexuales con los que se llevaba muy bien. Quizás. Y desde ese instante todos eran sus sospechosos, camino a su trabajo.

Mirando la nota de nuevo, entre sus dedos algo temblorosos, se pregunta: “Quién eres que tan lacerante me dejaste, quién eres que dolido busco tu imagen, quién eres que se me corta el respirar si una mirada intuyo posada en mí, quién eres que mi palpitar me ensordece, quién eres”.

 

 

 

.     *Nuestro protagonista se pregunta quién será y de donde vendrá el dueño o dueña de esa nota, como Aute se pregunta en su canción.

“¿Quién eres tú?“

Aute - Slowly-cover

.     **NA: Publicado originalmente el 22 de Mayo de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Regalando palabras (3ª parte)

10 Sábado Ago 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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afecto, amor, angustia, Autobiografía, desafecto, desvelo, dudas, Duncan Dhu, error, frase, Música, miedos, nervios, noche, nota, palabras, Palabras sin nombre, pena, sorpresa, tristeza

Llevaba varios días sin leerlo, lo dejó allí guardado en un cajón, y no lo había vuelto a leer, casi como reliquia lo mantenía en ese lugar, venerado pero sin visitarlo, como en un santuario que el creyente sabe cercano pero al que nunca va.

Después de leerlo y releerlo aquel día, muchas veces, muy seguido, una y otra vez, cada vez más despacio, cada repaso más lento, aturdido, con la mente volando, buscando, sin encontrar dónde o cuándo, cómo o quién. Era una frase, solo una frase, ni muy larga, ni muy corta, pero turbadora, él que siempre era sosegado y no expresaba sus nervios, no podía evitar esta vez estar agitado, si alguien le viese se sorprendería, su rostro estaba tenso, como nunca se lo habrían visto. Desde el preciso momento de sacarlo del bolsillo y distraídamente leerlo, su corazón pasó de un tranquilo latir a un bombeo cada vez más trepidante, como si estuviese creciendo en su pecho, hasta casi sentirlo en la garganta. Llevaba allí un rato, paralizado, quieto, no sabía cuantos minutos, pero sentía las piernas cargadas y pesadas y la boca seca, muy seca. Se desplazó a la cocina en busca de agua, andaba sin mirar al frente, sin mirar hacia donde se dirigía, su mirada no se despegaba de ese pedazo de papel, de esas letras escritas. Tras beber agua e intentar calmarse, se quedó mirando por la ventana, mirando sin ver, simplemente dejándose estar, frente a él, los árboles del parque se le mostraban frondosos, y el césped con alguna que otra persona sentada en él. Pero no reparaba en ello, ni en la gente ni en la arboleda, ni en el césped que era habitado por ellos. Miraba pero no veía, seguía buscando en su mente, en su interior, quería saber que sucedía, estaba en shock, atónito. Sentía algo pero no sabía que era, no sabía si era sorpresa, dolor, rabia, esperanza. No conseguía pensar con lucidez, iba de un pensamiento a otro  y no lograba centrarse.  Llegó a pensar, en un momento dado, que se estaba volviendo algo loco, o desmemoriado, y que esa nota fue escrita de su puño y letra, y que él mismo la hubiese metido en el bolsillo a la espera de ser entregada, y ya olvidada por no encontrar momento o receptora, y ahora, casualmente, la hubiese recuperado por un azar no buscado.

Finalmente después de un rato, desechó esta posibilidad, el texto encontrado estaba escrito con destinatario masculino, y eso él nunca lo hizo, siempre sus “victimas” eran mujeres, eran del sexo femenino. Nunca se supo atraído por hombres, ni siquiera le interesó darles ánimos si los vio alicaídos, al contrario que con las mujeres, que despertaban en él tantos sentimientos; de amor, ternura, pena, desamparo y desconsuelo. Y cómo no, le provocaban también lujuria y deseo, y todo esto le empujaba a darles mensajes de ánimo, piropo, amparo y consuelo. Estaba claro que tampoco era su letra, quiso ver en ella la letra de mujer, diferente dicen a la del hombre, aunque la suya no era la estándar de ellos, menos redondeada y más pequeña, la suya era bonita y algo afeminada, le llegaron a decir de joven. Cosa que en aquella época le turbó, por lo que pudiesen pensar de él. Ya más fríamente, tras una cena frugal, tenía el estómago cerrado y desaparecido el apetito, en la cama siguió  sin entender nada, seguía repasando su día, su último día, esa chaqueta hacía tiempo que no se la ponía. Pero entonces podía estar equivocado y no ser en el transcurso del último día cuando llegó la nota a su bolsillo, bien podría ser aquella otra vez anterior que llevó esa indumentaria.

Intentó distraerse con otra cosa y puso el televisor, y no conseguía centrarse en la tertulia del canal elegido, pasó por toda la franja de canales varias veces y volvió a parar en la tertulia, y aunque escuchaba, no seguía la conversación de los tertulianos ni de la moderadora y presentadora, es más, ésta por ser guapa le llevaba con más fuerza a pensar en la nota, en la frase declaratoria. Y aunque dudaba si quiera que él fuese el verdadero destinatario de ella, pensaba más, como defensa y distanciamiento, en una confusión, del que él como convidado de piedra estaba involucrado por error, incluso le dio pena esa mujer o chica, (no sabe muy bien como denominarla sin saber su edad), que pudo darle la nota por equivocación. Le entristecía esa posibilidad, el posible pensamiento de ella, al ver que el sujeto no respondía a su interés por él, y entendiendo que él sí que estaba al tanto de la inclinación de ella. Y esa imagen le desordenó aún más el pensamiento, creyendo ver la aflicción de la chica y la culpabilidad en sí mismo, por el desaire que achacaría la mujer al hombre, por el desdén sufrido, y que ese hombre no sabe de ello. Y quizás, peor aún, él también atraído por ella jamás sabrá de su afecto, puesto que la nota nunca le llegó. Y se siente fatal por verse culpable indirecto de esta tribulación y desafecto.

 

 

 

.     *El regalador de palabras se ve sumido en el desvelo, y la noche se le hace larga por esas palabras sin nombre que no le dejan descansar, como nos canta Duncan Dhu.

“Palabras sin nombre“

Duncan dhu - Autobiografia

.     **NA: Publicado originalmente el 11 de Mayo de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad.

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