En estos días de desafecto social y político, de duras imposiciones tildadas de necesarias y acusadoras, criminalizando al sujeto, culpabilizándole de lo sucedido como exabrupto provocador de la situación actual, y haciéndole rehén social para el beneficio de unos pocos. Con este panorama en el que el verbo se tergiversa y se doma al antojo de intereses poco claros, o demasiado claros en realidad, el lenguaje se me antoja ilusorio y desvirtuado. Estos días de palabras desgastadas por su repetición, deformadas por los estragos que hacen repetirlas para que se nos inoculen, vemos ya que su efecto lisérgico queda diluido por el cansancio que provocan en el que las oye, y por lo vacías que se tornan, huecas y sin sustancia, que proyecten en los demás una imagen cargada de sentido, como en su tiempo inicial las tuvieron.
Palabras como “sostenible” que de tanto repetirla se ha vuelto insostenible en su significado, ya no se sujeta ella sola, ya la deslucieron y enfangaron y queda agotada, todo lo contrario de su ser inicial, que abogaba por algo no acabable, algo que no mermara y así poder seguir hacia un futuro que contase con un “para siempre” en su raíz bien arraigada.
En estos días de “crisis”, esta palabra – “crisis” -, quedó agrietada y ajada de oírla y oírla, y la gente la asume con indiferencia y es ahora según avanzan los días cuando el significado toma fuerza en su acepción más grave y gravosa y más real, que es la de carestía y falta y escasez, y no aquella acepción que tanto gasta y gusta en la prensa, no del todo correcta, de declive y valle. La crisis ha de ser un acto brusco y el deterioro económico de un sistema como este no puede seguir con ese adjetivo, el adjetivo sirve para cuando el acto que provocó la ruptura del orden económico establecido sucedió allá por el año 2008, pero ya no estamos en crisis, la crisis sucedió, y lo que vivimos es la perversión surgida de aquel instante, del afán de los que tienen el poder y el dinero, por exprimir al mundo en su beneficio y aprovechar esta circunstancia para implantar su ideario con la excusa y la coartada de arreglar los engranajes sociales y de bienestar, acusándonos incluso de ser los provocadores, por nuestras malas artes, de este estado actual.
Y nos dicen una y otra vez que tenemos que asumir que no hay dinero, que nuestros impuestos no llegan para los servicios y que para tener las cosas gratis las debemos pagar, y me genera confusión ésta manipulación del lenguaje, mis impuestos parecen que no son pago, puesto que me dicen que lo que me proporcionaban como servicios me lo daban gratis, y uno empieza a dudar hasta del lenguaje y las palabras, y este vicio de inventarse nuevas acepciones a las del diccionario, maquiavélicos cambios de la sintaxis para llegar a sentidos tergiversados, me llena de zozobra.
Y nos reiteran por activa y por pasiva que ser “emprendedor” es la única vía, y si no lo hacemos, somos una lacra social. Tal mensaje es el que me ha llegado como definición de esta palabra, de tanto insistir en ella por parte de los interesados en mandar recado de lo que hay que hacer y ser, y este vocablo de empezar y comenzar y poner en pié, se cae y no se tiene, y se extingue y cierra el futuro a su alrededor antes de estrenar camino, puesto que es fácil decir que emprendas e inicies, pero no allanan el sendero ni facilitan la puesta en marcha, y te piden e insinúan que pongas de tu parte, que no son ellos los culpables de que tú no avances, que el futuro no es claro y sí gris, no es por su deseo, y entonces siento que esa palabra se me muestra como la acepción dañina de acometer contra la sociedad para importunarlo y reprenderlo, y siento que me riñen por no “emprender”.
Y entonces nos lanzan humo a la cara llamado “independencia”, y repiten mucho esa expresión que solivianta a unos y encrespa a otros, y así, nos perdemos por la falta de visión, y así, seguimos sin ver lo esencial y solo escuchamos cantos de sirena de un lado y de otro, de una orilla y de la otra, edificando el discurso de la ruptura en contra de la unidad, y la unidad en delación de la ruptura, sin entender unos y otros que estamos a otras cosas, que eso nos da igual, y quieren creer que no nos damos cuenta de que juegan al mismo juego que conviene para despistar y que el saldo será siempre en beneficio de su verdad.
Verdad con un lenguaje engañoso, lujuriosamente modificado, y me duele que se me maltrate con injurias de lenguaje, que se estime en poca mi inteligencia, cuando lo único que nos queda es eso, la palabra, la voz y el significado que la acompaña, y quizás sea eso, que les da miedo la palabra, puesto que ella carga el fusil de la poesía, y ella, la poesía, es un arma cargada de futuro.
*Hoy vuelvo a salirme de lo estrictamente literario para generar un texto de desafecto y enfado social, y sumo a esta entrada a Paco Ibáñez cantando los versos de Gabriel Celaya, para reforzar el texto y mi estado de indignación por esta situación.
«La poesía es un arma cargada de futuro» La canción
«La poesía es un arma cargada de futuro» El poema
