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Archivos de etiqueta: Vetusta Morla

Volver a empezar

16 jueves Abr 2020

Posted by albertodieguez in Música, Reflexiones, Relato

≈ 7 comentarios

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Al respirar, amor, Caminos, Desafectos, desamor, Empezar, Música, respirar, Ruptura, Sharabbey Road, Un día en el mundo, Vetusta Morla

Allá, lejos de la multitud, sumidos en el desamparo, en la isla salvaje, despojados de la civilización, nos unimos como nadie, todo estaba en contra de nosotros pero nos hicimos fuertes y luchamos por querernos, pero aquello pasó y hoy he decidido que ya no más, la rutina asesina nos ha hecho desbocar, todos los avatares que pasamos no nos han hecho madurar, el amor se acabó y no queda por lo que batallar, cada uno mira para otro lado cuando despertamos, las lágrimas por ti no me hacen feliz y necesito echar a volar. Del recuerdo no podemos continuar alimentando un futuro que nos hace daño, necesitamos otros corazones que buscar, que nos refugien y quieran y que nos traigan felicidad, esa que ni tú ni yo nos podemos dar. No me digas que los buenos tiempos volverán, es engañarse una vez más, no vale la pena, es mejor afrontar una ruptura que no dejarse acomodar por el tedio, solo hay una vida que vivir y debemos hacerlo sin sufrir, busquemos otras islas donde poder empezar bajo otras palmeras que nos hagan disfrutar de un amor duradero que no nos supimos dar, ese amor se extinguió, no son reproches solo te quiero contar que ya lo nuestro no tiene donde llegar, que el horizonte está tan lejos que es mejor parar, hace tiempo que nos perdimos y no avanzamos de la mano, nuestros caminos se bifurcan y no quiero seguir a tu lado, tu quieres decidir por dos pero yo estoy cansado, necesito descansar, necesito tomar aire y respirar, quiero la soledad, los días están contados y no hay nada más que perder, es hora de volver a empezar.

 

 

 

.     *A veces los caminos no están claros y se ven lejanos y nuestro compañero de viaje no nos deja respirar y necesitamos separarnos para no sucumbir en el trayecto, Vetusta Morla nos lo recuerda.

«Al Respirar»           «Sharabbey Road«

Vetusta_Morla-Un_Dia_En_El_Mundo-Frontal

.     **NA: Publicado originalmente el 27 de Enero de 2012. Hoy recibe una nueva oportunidad.

¡Fuego!

12 miércoles Feb 2020

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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amor, ardiendo, fuego, invernadero, Pequeño salto mortal, pirómano, Pirómanos, Vetusta Morla, vuelapluma

Fotografía: Nicolas Bruno

El blog “el bic naranja” los viernes propone un ejercicio de creatividad, mostrando un vídeo o una foto o un texto para que cada uno desarrolle y cuente la historia que le sugiera ese elemento; catalizador y detonante. Abajo dejo la aportación que hice allí a vuelapluma sobre la imagen perteneciente a un artista neoyorquino llamado Nicolas Bruno.

 

¡Fuego!

 

¡Fuego!, ¡fuego!, ¡fuego!

Debería gritar; ¡Fuego en el invernadero! Fuego en ese lugar cálido que nos mantiene al margen de las inclemencias del tiempo, ese lugar cómodo dónde florecemos a salvo de la intemperie, del sol abrasador y de los vientos invernales, de las heladas nocturnas. Al margen de lo duro del verano y del invierno, pero también de todo lo bello que hay en ello. Eterna primavera en el invernadero, hoy en llamas, ardiendo todo dentro. Como pirómano miro atónito el espectáculo, miro entre la satisfacción y el miedo, ¿quién provocó el incendio?, quizá no fui yo, pero sin duda cómplice me veo, pirómano me siento, desde fuera miro, pero soy yo el que está dentro. Soy yo el que arde a cada momento, impávido no me muevo mientras me abraso y me quemo, y a ratos lloro sin consuelo, no hay extintor para tanto fuego. En la pira solo queda el descontento. Sí no salgo pronto seguro que perezco, o ya he perecido y esto solo es un cuento.

 

 

 

.     * «En el mismo renglón, gozo y dolor…», dice Vetusta Morla, que completa perfectamente el texto.

«Pirómanos«

.

     **A María por guiarme hasta la canción, y más.

 

La humillación

10 martes Sep 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 40 comentarios

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agresión, daño, discoteca, escuchante, humillación, miedo, Odio, oyente, Periodistas, Radio, Sávese quien pueda, TV, Un día en el mundo, vejación, venganza, vergüenza, Vetusta Morla

Uno no sabe lo que es la humillación hasta que no ha sido puesto frente a ella o la ha sufrido, aunque a veces uno se expone a ella y la nutre con sus actos o sus palabras y no se da ni cuenta de que se está humillando a sí mismo. Verla de frente, si son otros el objetivo de ella es doloroso y apena y avergüenza, por lo que uno ve, y piensa en la aberración que está presenciando, como cuando uno mira un programa de televisión y el que sale en pantalla es vilipendiado o sirve de diana para la mofa y escarnio de esas personas que le rodean allí si está presente en el plató y si no está da igual, lo denigran y calumnian igualmente, con grandes gritos y aspavientos; o cuando el invitado o entrevistado habla y se expresa fatal por su falta de costumbre ante las cámaras o a veces por incultura y falta de estudios; o todos esos que por la calle responden incongruencias a periodistas o reporteros, y en todos estos casos viéndolo uno se pone colorado por vergüenza ajena y ha de cambiar el canal, y parece que así se libra de ello y descansa de tal turbación.

Y también pasa escuchando la radio, cuando entra en antena una llamada y lo que dice el oyente o escuchante, que ahora dicen, como para darle categoría, no sé ya si a la persona que está al otro lado de las ondas o por vanidad de los profesionales de la radio que se sienten mejor pensando que para quienes hablan les escuchan y no solo les oyen, cosa que me parece horrenda y pretenciosa, aunque lo hagan para darle más empaque a sus seguidores, en el fondo me suena más que es para alimentar su propio ego, no sentir que hablan a la nada, que hablan para nadie. Como decía, también en la radio aparece este sentimiento de bochorno, a veces uno escucha el relato de quién ha llamado a la emisora a dar su opinión entrando en directo o dejándola en un “contestador” y uno intenta pasar de ser escuchante a ser sólo oyente puesto que lo que escucha es penoso, no ya solo por la idea transmitida si no como lo transmite, o se desmarca hablando de algo que no viene a cuento al programa, y es entonces cuando indefectiblemente se va la mano para cambiar el dial y poder librarse de esa humillante imagen que está dejando de sí mismo esa persona, que quizás ni se da cuenta de que se está poniendo en evidencia. Pero en estos casos se es un elemento pasivo, meros observadores y escuchadores, aunque las situaciones nos azoren hasta el punto de intentar desprendernos de aquella visión o de aquellos discursos que nos parecen deleznables para el sentido común, en cambio hay otras situaciones en las que somos participes, protagonistas en esa humillación, no ya impuesta por nosotros mismos ni elegida como algunos de los casos anteriores, si no infligida por otros, unos que creyeron el deber de dar un escarmiento, so pena de limpiar su honor. Un ajuste de cuentas, de unas cuentas que uno no cree deber ni ser moroso de nada para con ese que ahora quiere cobrar para su regocijo y reposición de honra. Invitados como elementos activos de la situación aunque nos reservan un papel pasivo.

De cualquier modo, verlo de frente  y sentirlo si no eres tú el humillado tampoco es lo mismo que si la humillación cae sobre ti, y la vejación se hace en tus propias carnes, y se ceba en tu rostro y en tu dolor y en tu llanto; perdida la dignidad, por el miedo y la indefensión y la repulsión al acto no consentido.

Es un sentimiento horroroso cuando se sufre, quizás difícil de imaginar si nunca has pasado por ello. Lo más próximo a veces es escucharlo de la boca de otros que tuvieron que pasar ese mal trance e incluso les cuesta pensar que la desgracia cayó de esa manera sobre ellos, y no aciertan con las palabras que determinen sus sentimientos, su estado anímico de ahora y de cuando lo sufrieron. El de ahora puedes intentar intuirlo si consigues verle los ojos; bajos, arrastrados por el suelo, van con la cabeza baja, muy agachada como con un gran peso, triste la expresión y el llanto en el borde de los parpados siempre a punto de salir. Pero el de aquel día no se puede intuir ni por aproximación saber si antes no lo has visto, no has visto el rostro del humillado en pleno acto, en pleno momento de ofensa y burla. Pero yo sí lo vi, brevemente o no tan breve siendo sincero; el morbo hace que uno se recree en esas cosas que siempre dice nunca vería, o por las que asegura no se dejará llevar por asco o aprensión y convencimiento de que mirarlo no te hace mejor persona y al verlo formas parte de ello y eres participe de algo nauseabundo, y en vez de apagar o cambiar de canal o de dial como siempre uno hace, o procura hacer y defiende esa postura ante otros, se deja llevar por aquello que resulta hasta desagradable visionar.

Las imágenes no necesitaban grandes comentarios, el sonido grabado era más que descriptivo del trauma acaecido allí.

Parece ser que el encuentro se produjo de manera casual y fortuita, pero llevó a un desenlace grotesco. En aquella discoteca atestada de gente, fue mala pata que el destino hiciese que se pudiesen juntar de nuevo sus vidas, era un local inmenso y con tanta gente que lo normal hubiese sido que no se hubiesen visto, ni haber sabido uno del otro, pero la mala fortuna hizo que él con varios amigos decidiese moverse del lugar donde estaban cerca de una barra para ir a pedir a otra y de paso ver como estaba “el ganado” por otras partes de la “disco”, donde se ubicaban no había chicas accesibles a sus intereses.

Al avanzar entre la multitud, en una zona alta en la que se podía apreciar la pista y gran parte del sitio, vio su cara casi de improviso, y al verlo no le dio gran trascendencia, sólo lo le sonrió y le saludó, pero enseguida se dio cuenta de que su saludo no era bien recibido, al ver como el conocido tensaba la mandíbula y abría ostensiblemente los ojos, y al llegar a su altura le agarró del brazo cuando éste le iba a dar la mano. Él iba el último del grupo, por lo que sus amigos no se percataron de que quedaba rezagado y enseguida lo perdieron de vista. La música estaba muy alta y casi no podían oírse si no se acercaban mucho, el conocido le dijo que cómo se atrevía a saludarlo.

–          ¿Cómo te atreves?

–          ¿Qué dices? – un poco confuso, no entendía ese recibimiento.

–          ¡Cabrón, que sé lo que pasó en la fiesta de fin de año!

(-Ah, era eso, -ya comenzó a comprender esa actitud del conocido).

Era el novio de una amiga suya, y en Nochevieja él no asistió a la fiesta en la que estuvieron, y finalizando la noche con bastante alcohol por las venas de todos los amigos y amigas, se enrolló con ella, con la novia de éste que ahora tenía enfrente. Aunque realmente solo estuvieron besándose sin llegar a nada más, dándose cuenta del error absurdo habían decidido olvidar el “percance”.

El caso es que ahora estaba frente al novio y se preguntaba cómo se había enterado él, a no ser que se lo hubiese dicho ella misma nadie más se lo podía haber contado, casi nadie fue testigo de ello, o eso creía. Pero estaba un poco aturdido, no entendía muy bien qué estaba pasando, él ya no iba con ese grupo de amigos, pero  por lo que tenía entendido, ellos ya no eran pareja, como para que viniese ahora con estas cuentas.

Lo que sucedió a continuación, pasó muy rápido.

El conocido le espetó si le gustaba joder a la gente y romper parejas, que qué era eso de liarse con las novias de otros. De repente se vio rodeado de tres individuos más y empezó a ponerse nervioso. 

En todo el rato el conocido no le soltó del brazo, y esto le había mantenido muy cercano a él, por el ruido estas pocas palabras que se cruzaron fueron muy cerca del oído, y como final y despedida le dijo:

–          ¡Anda, vete de aquí! lárgate de mí vista!

–          ¿De qué vas? ¿Quién eres tú para decirme que me vaya?

–          ¡Cómo que de qué voy, lárgate si no quieres que sea peor!

Una amenaza así de chulesca, en mitad de tanta gente,  es más fácil afrontarla, no creyendo que pueda ser llevado a cabo el acto amenazante. En cualquiera de los casos decidió no tentar a la suerte y marcharse.

–          ¡Que desaparezcas de mi vista!

–          Ya, ya me voy, ¡no hace falta que empujes!

El incidente le había dejado mal cuerpo, una situación así es desagradable y además en el transcurso había perdido de vista a sus amigos, dio una vuelta por el local oteando aquí y allá en busca de sus colegas, cerca de las barras era más fácil que los localizase, por la querencia que ésta tenía para ellos, pero tampoco hubo suerte. Pasada  casi media hora de búsqueda decidió marcharse. Se iba algo preocupado hacia la puerta, una sombra de intranquilidad le ocupaba la mente, estaba nervioso, era ya madrugada avanzada, y quizás sería difícil encontrar un Taxi, y temía volverse a encontrar con el conocido y sus amigos.

Los malos presagios ahogan, y él se ahogaba, el corazón le palpitaba en exceso, no sabía si achacarlo a la gran ingesta de alcohol o al suceso. También estaba un poco dubitativo en qué hacer, si debía marcharse sin sus amigos como si les diese plantón, aunque realmente era al contrario, la imposibilidad de encontrarlos le hacía sentirse plantado.

Todo lo siguiente, cuando a uno se lo cuentan no puede dar pábulo sobre su veracidad, por entenderlo exagerado y desorbitado, son esas cosas que uno no imagina que puedan suceder, salvo en las películas en las que se fuerzan los argumentos para generar historias entretenidas e impactantes, alejadas de la realidad, pero que a la gente le gusta ver. Y esto es, ver, lo que ha hecho que sí que crea no ya el relato del interior de la discoteca, si no lo habido fuera.

En la puerta había poca gente y poco tráfico, la zona no estaba muy bien iluminada y decidió cambiar de calle en busca de un Taxi, por allí a esas horas sería demasiada casualidad que pasase alguno. Según avanzaba oyó pasos a su espalda pero no le dio importancia, seguía saliendo gente de la discoteca aunque aún quedaban un par de horas hasta el cierre. Al girar la esquina fue cuando oyó unos pasos rápidos y fuertes como de alguien corriendo, varias personas corriendo, cuando giró la cabeza para mirar qué sucedía, vio como le agarraban cuatro individuos, y dos chicas que les acompañaban eran testigos de ello. Él quiso protestar, pero recibió un golpe en la cara que le hizo caer mareado, debió ser un golpe certero en el mentón, puesto que le dejó atolondrado, y no supo muy bien que pasó seguidamente, puesto que lo que recuerda es que estaba en el parque cercano a la discoteca, rodeado por los cuatro chicos y las dos chicas, una de ellas con un móvil grabándolo todo.

El miedo debe atenazar de tal manera que deja mudo, uno debe pensar que si grita todo será peor, y si no lo hace puede salir indemne de la situación comprometida en la que se encuentra, que los daños que sufrirá serán menores, que el agresor se compadecerá por no crear jaleo ni importunar su acción con alboroto, que el secuestrador lo liberará antes y sin represalia. Qué equivocado se está, en una situación así, todo lo malo que pienses se quedará corto, no da tiempo a pensar en lo malo que puede sucederte porque primero estás intentando ordenar tus pensamientos en saber por qué estás ahí, qué quieren de ti. Y cuando empiezas a entender y comprender ya es tarde y lo que pensabas podía pasarte ya te está pasando.

Oyó de nuevo la voz del conocido, le vio la cara con sonrisa cínica y los ojos brillantes inyectados en sangre, como de ido, un loco frente a él pensó, pero enseguida se dio cuenta de que estaba hasta arriba de alcohol y droga, posiblemente cocaína por el brillo de los ojos, y anfetaminas por la excitación en los movimientos y su hablar frenético, y que esas sustancias le diesen ese aspecto de demente, los amigos y amigas no le iban a la zaga, todos estaban muy alterados y con risas algo histéricas y absurdas, una de las chicas no dejaba de grabar toda esta situación incompresible para él.

Bajarse los pantalones era el inicio de la humillación, era el primer pago de una deuda no contraída o al menos no conocida, como cuando te embargan la cuenta por una multa de tráfico que no te llegó nunca ni nunca supiste de su existencia por no ser notificada, ni consciente de la posibilidad de ella por no saber que se cometió infracción alguna. La humillación se iba envolviendo de palabras y palabras, en las que sobresalían los exabruptos de machote, del tipo:

–          “Si te gusta joder a los demás también te gustará que te jodan”

–          “Te gustaría joderte también a mis amigas, ellas puede que quieran, dicen que eres guapete”

–          “Enseñadle las tetas, a ver si se le pone dura”

Y ellas divertidas le hacen caso y le muestran los pechos desnudos.

–          “Huy, no parece que te engorde la polla”

–          “No parece que como hace años te la ponga dura la novia de otro, quizás necesitas saber que ellas son nuestras novias para excitarte”

–          Ya sé lo que tú necesitas.

Por si acaso quisiera huir, estaba bien agarrado por dos de los cuatro chicos. Uno de ellos parecía más pasivo, sin intervenir, casi como no queriendo participar, aunque sin hacer nada por evitar la situación.

La denigración seguía avanzando y ya eran los calzoncillos los bajados, dejando su sexo al aire, sexo que supuso risitas de las chicas por verlo pequeño y asustado, tanto como el dueño de ese apéndice que casi desaparecía entre el vello púbico.

Las lágrimas ya asomaban y caían por las mejillas, había entrado en pánico y solo balbuceaba: «¡¡dejadme!!, yo no os he hecho nada”. Para evitar que hablase le taparon la boca con un pañuelo sacado del bolso de una de las chicas que al rebuscar sacó también un “consolador” que llevaba en él, algo que provocó las risotadas de todos los chicos, a la vez que le hacían comentarios de poco gusto sobre sus necesidades sexuales y que ellos le podrían proporcionar algo mejor.

La humillación iba subiendo de tono, le hicieron que se arrodillase  y se pusiese a “cuatro patas”, fue entonces cuando aquello se desbocaba sin remisión, tomando un cariz de juego feo, de burla y ofensa depravada, no ya para dar un susto y una lección por una afrenta lanzada en un remoto pasado y de la que se está cobrando prenda y pasando factura. Una de las chicas se subió a su espalda como si lo montase, y le golpeó en el culo cual si fuese un caballo al que arrease para avanzar. La otra chica no dejaba de grabar. La diversión ya no parecía poder ir más allá, cuando el conocido volvió a repetir: “Te gustará que te jodan”,  y se bajó los pantalones sacando su pene flácido, ante la mirada horrorizada del humillado. Unos segundos que se hicieron largos, muy largos, mirando el miembro viril de aquel tipo, a la vez que se movía con violencia para intentar desembarazarse de los que le sujetaban, y descabalgar a la chica.

“Lo malo es que, ¿ves?, no se me pone dura, no me pones, ´maricón´, estás de suerte”. Y un respiro pareció pasarle por la cara bien enfocada por la cámara. El rostro congestionado con el pañuelo amordazándolo, ese mismo rostro que pareció destensarse un segundo, sufrió un súbito cambio y el horror se hizo más patente de golpe, de repente, transmutando en deseo de morirse y desaparecer y que esta pesadilla terminase, cuando oyó al conocido decirle: “O quizás no tuviste tanta suerte”, a la vez que le mostraba el “consolador” bastante grueso con su forma de pene; “Hay días que es mejor no salir de casa, y lanzó una carcajada”.

Cuando has visto la cara de la humillación es difícil olvidarla, ver la rabia, el dolor, la vergüenza, el miedo. El relato no es comparable a la imagen, uno puede pensar que lo que le cuentan es humillante, degradante, uno puede oírlo de palabra por el mismo humillado o por terceros, o leerlo como relato del que lo sufrió o de otro que transcribe ese relato de lo acontecido, y solidarizarse con la persona que crees que no merece haber pasado por ello, haber recibido una tunda por una cuenta pendiente, por un acto de un pasado lejano, por algo habido en la juventud, cuando casi no somos conscientes de la transcendencia de los actos. Y si es impactante la imagen, ésta es aún más cuando va acompañada del sonido del llanto y el grito y el chillido desgarrador del que están desgarrando, y ver la sangre del vejado y la saña del que veja, es algo que difícilmente no deja huella, y uno piensa en cuantas de estas situaciones hay en el mundo que no nos llegan. Y uno no sabe lo que es la humillación hasta que no ha sido puesto frente a ella.

.

 

 

 

.     *Nos lo canta Vetusta Morla, hay tanto idiota ahí fuera que avergüenza y daña, que solo nos queda el sálvese quien pueda.

«Sálvese quien pueda«

Vetusta_Morla-Un_Dia_En_El_Mundo-Frontal

.     **NA: Publicado originalmente el 13 de Agosto de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad

Tal vez

28 viernes Dic 2018

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

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caer, gatos, herido, herir, Lo que te hace grande, Mapas, Música, rabia, Tal vez, Vetusta Morla

Tal vez

la audacia

sirva para algo

tal vez

esta rabia

sirva para algo

tal vez

algo sirva para algo.

 

Pero los gatos no bajan

del tejado

siguen locos

por esos tejados

buscando cada día,

¿buscando qué?

 

Tal vez

buscando el calor

tal vez

buscando el candor

de gente ingenua

de gente buena.

 

Lujo lejano,

quisiera creer

tal vez

alguna vez

estará cercano.

 

Gato sin dueño

buscando amor

buscando lo que tú

no supiste dar.

 

Tal vez

yo no te lo puse fácil

tal vez

te ahogué

o simplemente te acosé.

 

Tal vez

no supe motivarte

quizás fuera

espejismo de un día

el amor que creía te tenía.

 

Tal vez mi duda actual

simplifique y desdramatice

este dolor que creía tener.

Tal vez

solo tal vez

pueda volver a querer.

 

Tal vez

algún día piense en ti

y la astucia

me sirva para no herir

como yo caí

gigante herido

 

Tal vez

esta rabia

me sirva para no herir

como yo caí.

Tal vez

te quise

o solo creí.

 

 

 

 

.     *Vetusta Morla nos acompaña los tal vez de dudas del poema con los suyos de alarmas encendidas por los vaivenes de la vida.

«Lo que te hace grande«

.     **NA: Publicado originalmente el 7 de Mayo de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Zozobrando

06 viernes Jul 2018

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

≈ 9 comentarios

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La marea, Naufragar, Un día en el mundo, Velero, Vetusta Morla

Zozobra mi velero

en ausencia navegante,

ya no queda vela

que soporte este instante.

Los jirones del alma arden,

el palo mayor no aguanta

no encontrarte,

probablemente de esta

noche no pase.

 

Un velero fue encontrado

anoche susurrante,

muero por tu ausencia

muero al no encontrarte.

 

 

.     *Hoy nos acompaña la marea de Vetusta Morla, que arrastra a la costa nuestro naufragio…

«La marea«

.     **NA: Publicado originalmente el 30 de Mayo de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad

 

Una noche atribulada

23 lunes Oct 2017

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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alcohol, Bisexualidad, deseo, Fiesta, Frío, Homosexualidad, La marea, Música, noche, resaca, sexo, trío, Un día en el mundo, Vetusta Morla

Foto; David San Cristobal

 

Sólo recuerda con verdadera nitidez aquellas botellas y latas vacías encima de la mesa, quizás es porque fue lo primero que vio al despertarse aterida de frío y dolorida. No recuerda con precisión en que momento todo le empezó a dar vueltas y él comenzó a besarla y acariciarla por todas partes, ella se dejaba hacer permitiendo que la desnudase con fogosidad y avidez. Sigue helada en su casa, no ha conseguido entrar en calor. Intenta recordar que fue lo que la empujó a aceptar su invitación, quizás subir a aquella casa no fue lo más acertado. Cuando despertó estaba tirada en aquel sofá, desnuda. Una fuerte resaca le impedía pensar con claridad. ¿Qué es lo que había hecho? No quedaba nadie allí, salvo ellos tres, desnudos. Ya no había ni rastro de los otros que estuvieron en la fiesta. No conocía a nadie en ella cuando aceptó subir a aquella casa con su amiga que pronto la abandonaría. Se fueron marchando todos poco a poco, y al final se quedaron ella, él  y aquella chica delgada de labios gruesos y bella sonrisa que no se había separado de su lado en toda la noche. Ahora está confusa, y helada. Recuerda los cuerpos enredados, los gruesos labios teñidos de un rojo hipnótico deambulando dulcemente por su piel. Siente algo de dolor en su coño y en su culo. En un frenético desenlace acepto los juguetes que la chica propuso, los utilizó con ella y con él, y dejó que ellos los utilizasen con ella misma. Se dejó hacer analmente con el dildo, con cierto desenfreno y violencia mientras era penetrada por el chico, lo que la llevo a un placer extenuante. Nunca se había planteado usar juguetes y menos si tenía a mano a un chico, y aunque no recuerda todo con claridad, sí que ese momento le aparece fuera de la bruma como muy placentero. Busca rastrear todos los momentos vividos entre los tres pero tiene lagunas, se piensa gilipollas por beber tanto y perder el control. Está confusa, no vivió con total conciencia todo lo que estaba pasando, en cierta forma se siente violada, aunque lo disfrutó y lo consintió todo, no era dueña de todos sus actos ni de todos sus sentidos. Se despertó por el frío del lugar y el estar en completa desnudez. La sordidez que le produce lo ocurrido la tiene descolocada, no quiere pensar que lo que hizo no fue correcto pero por otro lado se piensa sucia y descarriada. Yo no soy así, se dice. Marchó del lugar, con un horrible dolor de cabeza mientras ellos aún dormían, y en cierta forma ahora se arrepiente. No recuerda sus nombres, ni tiene sus teléfonos, eso le da rabia, todo quedará como un sueño, y si quisiese saber más sobre ellos no habría posibilidad, salvo la de presentarse en aquella dirección sin saber si sería bienvenida. Llegarse físicamente a un lugar, y decir; – Hola soy la de la otra noche-, no se atrevería a hacerlo, una llamada sí que quizás la hiciese, la distancia y el parapeto del teléfono le ayudarían a lanzarse al abismo. Aunque se detesta un poco por lo que ha pasado, algo internamente la empuja a desear que se repitiese. Va entrando en calor. No recuerda muy bien los rasgos de él, incluso duda si lo reconocería por la calle, si más los de ella, esa delgadez en contraste con unos senos grandes, puede que algo desproporcionados para ese cuerpo tirando a huesudo, unos labios gruesos de cálidos besos en perfecta armonía con el resto del rostro, era bella, con la piel muy blanca, pelirroja, con el vello púbico sin depilar en exceso, quizás le gusta verse con esa mata rojiza entre sus piernas, a ella le gustó, se asombra que todo lo de ella sea lo que más nítido ve de esas horas pasadas. Nunca tuvo tendencias homosexuales, y esto la confunde más, no le crea rechazo el haber tenido sexo con una chica, incluso ahora rememorándolo se moja los labios al recordar los besos recibidos de esos carnosos labios. El frío le ha abandonado, ahora le urge cómo conseguir volver a verla.

 

 

 

.     *Esa noche fue como una Marea imprevista que lo arrasó todo y le dejó la piel cuarteada como canta Vetusta Morla.

«La marea«

 

.     **NA: Hace ya unos meses, no recuerdo bien en que blog publicaban la foto de las botellas conminando a contar alguna historia inspirada en ella, y rápidamente me surgió el inicio de este texto que apunté y dejé con la intención de una horas después seguir escribiendo, pero sin tiempo para volver a ello ahí se quedó la cosa. Pasadas unas semanas volví sobre la foto y la frase escrita para ampliarlo y cerrar la historia que tenía algo formada en la cabeza y avancé brevemente el texto pero tuve que volver a dejarlo sin terminar. En una tercera incursión por fin tomo la forma definitiva que ciertamente se apartó de esa idea que tenía en la cabeza. Luego he tardado bastante en publicarlo buscando una música que de alguna manera pudiese encajar con el texto, y casi dándome por vencido recupero este tema que ya utilicé con otro texto pero que de manera onírica también creo que sirve para este.

Amenaza y chantaje en los días raros

17 viernes Mar 2017

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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amenaza, chantaje, corregir, educar, engaño, hijo, inocencia, Los diías raros, Mapas, Música, padre, Vetusta Morla

Demasiados días moviéndome entre la amenaza y el chantaje, en una marea incesante. A ratos la tristeza toma el mando, y me veo incómodo, falso, basándome en el engaño y en su inocencia, pero no veo otra manera de convencer y corregir y enderezar. Aunque me dicen; -no hay que verlo así-, y salvan la crudeza del asunto con eufemismo llamándolo negociación. Me consuelo pensando que pronto ha de pasar, que no es lo normal, que estos son los días raros.

 

 

.     *Como dicen Vetusta Morla; “Aún quedan vicios por perfeccionar en los días raros”. Supongo que esto lleva su tiempo y quedan aún muchos días raros…

«Los días raros«

 

De temores y fantasmas, vuelve la poesía.

20 lunes Feb 2017

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

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Cuarteles de invierno, escritura, falta de escritura, fantasmas, hijo, inspiración, La Deriva, Música, Poesía, temores, Vetusta Morla

.

Llegan las necesidades del hijo y desbaratan la poesía,

pero sobrevive, y vuelve

de temores y fantasmas vencidos sobre el hijo.

 

 

.     *Como dice la canción de Vetusta Morla, “Fue tan largo el duelo que al final casi lo confundo con mi hogar”.

«Cuarteles de invierno«

vetusta_morla_la_deriva-portada

 

 

Paseando

25 viernes May 2012

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

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anhelo, ciudad, Copenhague, Música, Melancolía, nostalgia, paseo, Un día en el mundo, Vetusta Morla

Paseo,

deambulo,

apartado de la realidad

aún yendo por su arteria principal,

que hoy gris

invita a la melancolía.

Melancolía que eriza la piel,

que llena de humedad

los ojos que no te ven.

Sigo calle arriba,

me deleito con sus edificios.

Aún en este centro

solo me encuentro,

soledad que traspasa mis poros

y agua salada deja en mi rostro.

Nostalgia no sé de qué

no sé porqué.

Lluvia que moja mi ser.

Solo siento dolor en el alma

que a los lejos oye la calma.

Grito callado

por no conseguir lo anhelado.

.

.     *Vetusta Morla quisiera dejarse llevar a otro lugar, como el protagonista del poema que deambula solitario por la ciudad gris, y se deja llevar anhelante por la melancolía y la nostalgia…

«Vetusta Morla«

La vida está llena de afectos y desafectos.

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