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desafectos

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Archivos de etiqueta: silencio

Adiós dulzura

18 Sábado Abr 2020

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

≈ 9 comentarios

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Adiós, dulzura, Fiebre, herida, Maldita dulzura, Mapas, Música, partida, reproches, Ruptura, silencio

Aquella dulzura perdida,

palabras ausentes,

miradas esquivas,

dolores reflejados en tu frente,

dulces reproches,

fiebre y herida.

 

Silencios enfermos

quitan la vida,

ruptura declarada

por civilizaciones amigas.

Dulcemente nos amamos,

dulce odio encadenamos,

maldigo aquellos días.

 

Trago amargo

perdida la dulzura,

tiempo perdido

por  manos sin usura.

No habrá recuerdo,

no hay forma de retenerlo

si no me miras.

Gira tu cara y deja la bebida,

grita y lanza lejos la dulzura,

será más fácil la partida.

 

 

 

 

.     *Vetusta Morla maldice la dulzura, y nos sirve para poner música al poema en el que el protagonista necesita deshacerse de esa dulzura, a la que también podría maldecir, para poder facilitar la ruptura.

“Maldita dulzura“

.     **NA: Publicado originalmente el 21 de Agosto de 2012. Hoy recibe una nueva oportunidad

 

Dejando ayer

16 Jueves Ene 2020

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

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Adiós, ayer, Despedida, Fue eléctrico, grito, Ira, La habitación roja, Música, Odio, Ruptura, silencio, tristeza

Antes de que llegue el odio,

te digo adiós.

Antes de que llegue el insulto,

te digo, busca algo mejor.

Antes de que la ira haga aparición,

te digo, suspendamos la relación.

Antes de que la tristeza nos ahogue,

te digo, nademos a por bollas de salvación.

Antes de que todo sea silencio,

te digo, lo siento.

Antes de que gritemos, esto no es ayer,

te digo, mañana hay amanecer.

Antes de dejarte de querer,

te digo, lo hago por mi bien,

lo hago por tu bien.

 

 

 

.     * Como en la canción de La habitación roja, al sentir que ya no hay chispa compartida nos encontramos con la necesidad de abandonar la relación antes de que lo bueno habido se vuelva tóxico.

“Ayer“

La habitación roja - fue electrico

.     ** Publicado originalmente 12 de Junio de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Susurro perdido

21 Miércoles Ago 2019

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

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Ángel para un final, desdicha, lamento, Música, murmullo, perdida, silencio, Silvio Rodríguez, susurro, Tríptico 2, viento

Esto que te escribo, te cuento y te digo, esto que me contestas, me llega y recibo, es un susurro en el oído, un susurro a veces grato y placentero, a veces punzante y doloroso, pero tanto el dulce como el oneroso, se paladean un segundo y en el tiempo se diluyen. Unas veces y otras con el corazón en la garganta y una lágrima cayendo al pecho. Unas feliz de haber sentido, otras triste por lo dolido del mensaje breve y volátil recibido. Hoy ya casi no percibo el susurro, echo en falta tu murmullo, hoy sin tu arrullo lejano, hace poco tan cercano a mis adentros, y ahora me corroe la desdicha por dentro, siento que desapareces del horizonte, y percibo sólo silencio, agudizo pero no oigo el bisbiseo traído por el viento, las palabras susurradas no me llegan, lo lamento.

 

 

     *En el poema prosado, como en la canción de Silvio, el silencio se apodera de nosotros y ya no llegan las voces ni las palabras, llevándonos al lamento final.

“Ángel para un final“

Silvio Rodriguez - Tríptico 2

.     **NA: Publicado originalmente el 23 de abril de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Thais

16 Viernes Ago 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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Al final de este viaje, ausencia, Óleo a una mujer con sombrero, congoja, Copas, delicadeza, dependencia, desesperanza, flechazo, Música, Mujer con sombrero, silencio, Silvio Rodríguez, teléfono, tristeza, voz

Como aquella diosa griega yo la vi. Con un sombrero, aun estando en un bar de copas, aun estando plagado de gente, siendo el último reducto en la zona donde seguir alargando la noche.  A mi paso cerca de ella, casi en la entrada, pegada a la puerta, muy próximos uno del otro por lo atestado de la sala, nuestras miradas se cruzaron y mi gesto con mueca de sorpresa ante su belleza quizás le hizo gracia y me devolvió una sonrisa de esas que derriten los hielos por su calor, esas sonrisas que aceleran el corazón y pueblan la mente de ficciones venideras, dejando a uno cara de bobo. Por ser ya la hora casi de cierre pensé que se marchaba por el atuendo calzado en la cabeza, pero equivocado estaba, puesto que desde lejos la vislumbré en el mismo lugar con las sienes cubiertas por ese fieltro de color camel, parlante con sus acompañantes durante la estancia en el local. De todas formas no le di más importancia, era una belleza inalcanzable, y solo se me escaparon un par de miradas en busca de ese sombrero desde mi alejado lugar, y difícil de observar dentro del laberíntico local.

Avanzó el tiempo y la campanilla de cierre nos empujó a ir abandonando el sitio, y desfilando poco a poco fue saliendo la gente desde el fondo del garito, y desde allí, desde esa profundidad nos marchábamos mis compañeros de noche y yo, cuando me topo de nuevo con ella, que aún apuraba los últimos minutos antes del cese total. Y de repente veo que al verme desde cierta distancia, se gira casi por completo para regalarme de nuevo su rostro, visión telúrica pero que me parece en ese instante celestial. Llegando a ella, me oigo hablando, sin ni siquiera darme cuenta; la digo algo, me dice algo, y siendo ya el final de la noche mis palabras se dirigen por los argumentos de la pena, evidenciando y verbalizando que nos hemos encontrado demasiado tarde. Todo sucede tan rápido, todo en menos de un minuto según avanzo a su lado, sus ojos chisporrotean, sus mejillas se ven como porcelana, sus labios se mueven con la lentitud de la promesa deseada, y surge de su boca la petición jamás esperada, – “dame tu teléfono” -.

La marea de gente que pugna por abandonar el local me lleva en volandas y no puedo parar a su lado, no tengo bolígrafo, ni tarjeta que alcanzarle con el número apuntado, y le digo mi teléfono cantado esas cifras como impulso desesperado, a sabiendas que se perderá en el aire y nunca será por ella marcado. Y salgo a la calle y el frío del invierno no lo siento por lo azorado, por pensar la oportunidad que pasó a mi lado y ya veo diluirse en la noche acabada. Pido al portero regresar al interior y este me deniega la petición, lo intento con el invento de búsqueda de un amigo dentro, y el tipo mal encarado me dice que me aparte a un lado. Dudo que hacer, si esperar en la puerta o marchar, mis amigos me conminan a decidir, ellos quieren partir. Me pliego a sus requerimientos y comienzo el ascenso de la cuesta en su compañía, mirando cada dos pasos hacia atrás, buscando con la mirada la puerta del local por si ella saliese, pero el final de la noche me deja sin su presencia. Regresando a casa, en el taxi me regodeo en la visión y en la mala suerte de un encuentro acabado antes de empezado.

La voz es suave, delicada, de terciopelo, no la recordaba así, el teléfono acentúa esa calidez que me llega por el auricular. La imagen que tengo de ella casa a la perfección con esa tonalidad. Me estremece unir ese sonido y esa imagen. Estoy sorprendido, estoy alucinando, es su voz, sin duda, es ella, la diosa nocturna, aún un poco incrédulo de que memorizase el teléfono dicho de carrerilla por mí, y cogido al vuelo por ella. Me habla, me pregunta si la recuerdo, me sonrío; cómo no recordarla, han pasado cinco días desde ese breve encuentro, es jueves, ¿me llamará para quedar este fin de semana?, no doy crédito pienso, e imagino que esto esté sucediendo, la felicidad me está ahogando. Lo pienso y me sosiego, no debo adelantar acontecimientos. Le hablo de mi sorpresa por su memoria, su capacidad de captar los números y guardarlos en la cabeza, ella rebaja y declina mis piropos a su mente, diciendo que al poco rato para evitar olvidarle apuntó el número con lápiz de ojos en una servilleta. Entonces me gana más todavía, está claro que le interesaba recordarlo y recordarme, si no lo podría haber dejado estar en el aire y quizás si al día siguiente lo hubiese recordado, puede que me hubiese llamado. Estoy palpitante, y con sonrisa de bobo, me veo en el espejo felizmente ilusionado. Después de varias frases, me dice que quizás me parezca una locura la llamada, pero necesitaba hablar con alguien, yo la presto mis oídos para que me cuente, qué le sucede, qué necesidad la empujó a llamar a un desconocido solo para hablar. Y ella habla de su soledad, lleva tiempo en la ciudad pero no siente amigos con los que desahogar su ánimo contraído, me dice que mi breve visión le trasmitió serenidad, le hizo pensar que yo escucharía sin preguntar sin importunar en demasía, yo sigo al otro lado del teléfono pasmado, desconcertado. Me cuenta que es de Granada, que está estudiando Danza en Madrid, que en su ciudad no había una escuela de la calidad de la de aquí, y para poder progresar debía venir, que le ha costado mucho separarse de su familia, y que a ratos se siente triste, muy triste. Yo no sé qué decir, no tengo experiencia en este tipo de situaciones, improviso palabras que reconforten su ánimo, su voz se me ha vuelto desesperada, la angustia la percibo como si fuese mía, pasan los minutos, muchos minutos, ella finalmente descargada de su desconsuelo, me dice que la perdone, que no tiene derecho a hacerme esto que me ha hecho, contarme sus desdichas de vacío y congoja. Nos decimos adiós, sin antes decirle que no se preocupe, que me llame cuando lo necesite, que me llame cuando quiera.

Cuelgo, y me quedo abstraído, atrapado en un ensueño, ¿será verdad lo vivido hasta hace un momento?

Pasan varios días y su voz se desliza otra vez por el teléfono, me da un vuelco el corazón al escucharla de nuevo, realmente pensé que nunca más sabría de ella. Pregunta si puedo hablar con ella, si tengo tiempo, y le digo que sí, que para ella siempre tendré tiempo, que si es necesario correré en su busca si así lo desea, y ella lo agradece, aunque por su tono, percibo que cree que lo digo por galantería con ánimo de ligue, y no entiende que yo soy como ella, que el frío espiritual me tiene helado muchas veces y quizás no sabe que la comprendo, que su estado no me queda lejos, que aquello que la atenaza me agarra a mi también bien dentro, y mis palabras para ella las convierto en arrullos para mis adentros, susurros que me confortan el alma, que en cada palabra va algo de mí. Me cuenta que hoy ha llorado, que acaba de hablar con su padre, al que está muy unida, y ha tenido que hacer un gran esfuerzo para parecer animada. A su familia no les trasmite lo mal que lo está pasando, no quiere que se enteren, han hecho un esfuerzo para que ella haga lo que más desee, que es bailar, que es la danza clásica, y si viesen que se encuentra fatal, la dirán que se vuelva, que deje sus sueños si éstos la van a hacer sufrir, pero ella es algo testaruda y no se quiere dar por vencida, y se dice que lleva poco tiempo fuera y que ha de ser fuerte y acostumbrase a la soledad, al frío, al calor familiar lejano. Se me pone un nudo en la garganta, su voz suena atormentada, percibo ese llanto sufrido hace unos minutos, esa aflicción condensada durante su diálogo con el padre y derramada en sollozo al colgar. Me desgarra imaginar todo, esa delicadeza física que recuerdo de ella, a media oscuridad, sin querer salir de casa, allí al otro lado del  auricular, sin poder abrazarla para que descanse de sus tormentos internos, de sus disquisiciones negativas sobre su vida. Le acompaño por ese camino de tristeza, escucho y escucho, y su dolor ya es mi dolor, y temo un fatal desenlace, y pido un encuentro para verla de nuevo, y ella esquiva y evita quedar. Y así pasan los días con llamadas, primero muy seguidas, incluso a veces varias en la misma semana, y después, más distanciadas, aunque sus penas no se van mitigando, ella se va ausentando, me asusta llegar un día y no oír su voz, y sé que eso sucederá, que desde el primer instante solo es una pintura en mi mente, una belleza ausente. Una mujer con sombrero. Y ahora soy yo el que espera pegado al teléfono que suene, que me pida que la escuche, ahora soy yo el que la necesita, sentir que le soy útil, que ella tiene dependencia de mí, y no me doy cuenta de que soy yo el dependiente de ella.

Y llegó ese tiempo fatídico que tanto temía, pasaron las semanas que formaron meses y la voz quedó dormida, y ahora quisiera poder ver que sigue existiendo, que la ausencia de llamadas no es por el cese de vida, no quisiera creer que acabó con su vida, aunque en mi conciencia nadie me quita la idea que no pudo con su tristeza, que fue más fuerte que el deseo de vida.

Quizás por ello, por verla como la diosa que su nombre conlleva, me cortejó para su causa, para su lucha, que no era una lucha contra otros, sino batalla interna. Una batalla que quizás la hizo perecer en la contienda.

 

 

 

 

.     *En busca de música para el texto encuentro esta canción de Silvio Rodríguez que pareciera escrita para esta vivencia relatada.

“Óleo a una mujer con sombrero“

**Thais: Nombre de origen Griego que proviene de una diosa que cortejaba a los hombres de la época para que lucharan por ella, en las guerras, su significado es un rayo de luz, aunque también se le adhiere la flor más bella y preciada.

.     ***NA: Publicado originalmente el 16 de Noviembre de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Adiós silente

12 Viernes Abr 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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Adiós, Bar, daño, dolor, Enfado, Malas temporadas, Marlango, Música, observar, Ruptura, silencio, tristeza, Vete, voyeur

Desde mi mesa en el bar, observaba a aquella pareja que parecía algo distante, bueno mejor dicho muy distante. Las caras muy largas denotaban el enfado, no estaban en su mejor día, era evidente. No se miraban, los ojos de ella con la vista perdida en lontananza, yendo tras la vidriera que daba a la calle, en busca de transeúntes que la llevasen lejos de allí. Él con la vista en la mesa, jugueteando con el vaso, (que estaba) lleno de cerveza, solo le había proferido un pequeño sorbo nada más traerla, ya hacía al menos 10 minutos.- Se le va a calentar- pensé. Desde que llegaron no habían cruzado casi palabra, salvo un inicial reproche de ella  nada más sentarse, en cuanto el camarero desapreció de su lado a por las bebidas que habían pedido. Ella, pelirroja, con melena abundante recogido en una coleta, y con esa belleza algo dura de las mujeres con ese color de pelo, tenía pecas, no demasiadas, las justas para darle un toque singular a su rostro. Ni muchas ni pocas, se diría que se eligió la cantidad justa para no afear la cara y sí para hacerla más atractiva, uno mirándola, desearía contarle esos lunares de un marrón suave, que se ven algo más por estar sobre una tez lechosa, pero que por efecto del sol, había tintado en un tono algo bronceado, no mucho, pues este tipo de pieles si se pasan con el sol, se enrojece demasiado y no toma ese color tostado. Me pareció reconocer en esa muchacha en su paso veloz cerca de mí a una actriz, y quizás eso es lo que me hizo interesarme en ellos, a él no lo reconocía. Después, ya el interés no era por ser una persona con posible fama, no era actriz de primera fila, pero sí de carrera incipiente y posiblemente podría destacar en el futuro. Como digo, no fue ese el objeto de mí interés, fue más el intentar descubrir cuál era el motivo de esa desavenencia, porqué estaban con ese enfado, qué se traslucía en sus rostros y sus gestos. El cuerpo nos dice mucho de nuestro estado anímico, y en este caso era un libro abierto, sus cuerpos aún estando cerca mostraban una predisposición al alejamiento, un alejamiento que deseaban. Cosa que me llamó la atención más si cabe: Porqué seguir allí si no querían estar allí. Los ojos no se miraban frente a frente, la vista huidiza delataba que mirarse era reprocharse, enfrentarse con los ojos del otro podría hacer que tuviesen que hablarse y quizás si hablaban, podrían decirse palabras hirientes, quizás ese fuese el motivo esencial de no mirarse, no hacerse más daño. Él intentó un leve acercamiento verbal, dijo algo inaudible para mí, no estaba próximo a ellos, por una parte esto me beneficiaba para poder observar sin ser descubierto pero por otro lado me daba rabia, pues no podía escuchar nada de lo dicho. Me gusta escuchar y elucubrar sobre lo que veo que me rodea y me llama la atención, por eso lo que sucede cerca o no tan cerca, me genera expectación, igualmente voy paseando por las calles y una ventana abierta con las cortinas descorridas atrae por completo mi necesidad de mirar y espiar lo hallado allí, me intereso por la decoración, por cómo viven los que habitan el lugar, imagino cómo será la estancia completa, pues solo vislumbro una muy pequeña parte de ella. Cualquiera podría decir que soy un cotilla y si bien no es exacto, sí que  en el sentido visual mi actitud se podría definir así, aunque en mi caso me atrevería a decir que en su sentido más suave y menos malicioso del término, diría que es más en sentido de voyeur, pues es búsqueda visual y no de saber para utilizarlo como información en beneficio propio o de daño de los otros.

En este caso como no había tenido una visión anterior de la posible discusión, o un gesto o una voz más alta que otra en la que hubiese podido intuir de dónde venía ese enojo, era más intrigante saber de dónde procedía la riña. Ella giró su cabeza, tras las palabras de él, espetándole algo y volviendo a mirar por el ventanal. Se la veía realmente enfadada. Él cogió aire e hizo un gesto de malestar, girando su cuerpo hacia un lado, dio un trago largo de la cerveza. Ella no había probado su bebida de refresco, quizás el nudo que tenía en la garganta no le dejaba tragar, quizás la angustia de la situación le hacía no tener ganas de nada, ni de beber, ni de conversar. Pero sí que se le notaba una ira contenida, un chispazo en sus ojos, dejaba ver que podría llorar si se dejase llevar, seguramente en otro lugar, sin público, seguro que ya estaría soltando lágrimas. Intentaba imaginar qué dolor le había infligido él, qué se habría derrumbado entre los dos. Sin duda era una gran decepción para ella, más que para él, o al menos él no parecía sufrirlo tanto, no parecía tan afectado. En la cara de ella había preguntas sin respuesta. Allí seguían sin hablarse, en tenso silencio, con muchas conversaciones alrededor de ellos, con muchos ruidos que para ellos quedaban en segundo plano, como banda sonora, a un inminente adiós. Desde mi mesa era partícipe de su tristeza, sobre todo la de ella. No sé porqué pero la entendía y a la vez la compadecía, era una situación incómoda para la pareja, e incluso lo estaba siendo para mí. A él le veía como verdugo e inspirador de esta situación, ella parecía preguntarle, aún sin mirarle, sin dirigirle la palabra; qué quería de ella, dónde habían quedado esos días por los que por ella vivía, qué hacía allí aún. Porqué destruyó el amor que le dio con ilusión. Porqué no se marchaba ya, y dejaba de regodearse del dolor que le estaba produciendo. En completo silencio, parecía estar gritándole ¡Vete!.

 

 

.     *El silencio muchas veces dice más que las palabras. Desde la distancia ese silencio nos habla a los que observamos, como en el relato, que nos muestra el final y el adiós de una relación, un silencio que parece estar diciendo márcharte, vete, igual que en la versión que hace Marlango de esta canción para la banda sonora de Malas Temporadas.

“Vete“

.     **NA: Publicado originalmente el 25 de Julio de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Viejos tiempos (6ª parte)

04 Jueves Abr 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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40:04, amigas, cambio, desamor, deseo, Diez minutos, dudas, Efecto Mariposa, estupidez, Infidelidad, Música, Odio, palabras, pareja, preguntas, Presente, ridiculo, Ruptura, silencio

No dice lo que querría decir. Está tan nublado su pensamiento que todo lo que era nítido ya no lo es, su odio hacia esas dos mujeres piensa que no tiene sentido. Aquello por lo que su cabeza no deja de fabular e imaginar es algo que no debería preocuparle. Siente cierto mareo, un vértigo que le lleva a fruncir el entrecejo sin darse cuenta de que está siendo observado, de manera un tanto atónita, por las mujeres que están haciendo de estas horas, de las peores que ha tenido nunca. Debería pensar en el presente activo y actual, con aires positivos de enriquecimiento, de aprendizaje de cosas hechas y lugares no habitados hasta el día de hoy por él. Debería plantarle cara a las suspicacias y tomar este presente con afabilidad. No mirar al frente y ver enemigos. Qué estupidez, no hay ninguna guerra, ningún conflicto. Siente que está haciendo el ridículo. Quiere pensar y no piensa, quiere decir y no dice. Qué diablos le pasa. Alza la vista que tenía clavada en el suelo, mira al frente con la mirada perdida, y después mira a las dos amigas. Ve sus caras, su pareja algo seria pero no enfadada como él cree que podría estarlo por su comportamiento raro. La amiga mantiene dibujada una sonrisa en el rostro. Seguramente, cada vez abunda más en su pensamiento el de: “qué tipo más raro es la pareja de su amiga”. Él piensa que menos mal que todo empezó por la tarde y ella vio que estaba sobrio al llegar, si no parecería por su conducta que estaba muy bebido, pero tres cervezas a lo largo de estas horas no son suficientes para argumentar este estado anímico como fruto de una borrachera, salvo que no estuviese acostumbrado a beber. Al fin, respira profundo y balbucea algo rápido, sin mucho sentido si se escucha lentamente, sin mucho convencimiento de convencer a sus dos oyentes, pero logra salir del atolladero con su vehemente verborrea, que eso sí, cuando está locuaz logra con seguridad dar un mensaje eficaz sobre lo que quiere transmitir, y en este caso logra lo que quiere, es decir, lo contrario, no transmitir nada, decir sin decir. Hablar por hablar. Pareciera que está consiguiendo esquivar este momento complicado, ayudado sin duda, porque su pareja decide ir al aseo, y se levanta dirigiéndose hacia fondo del local, lo que hace revivir por un instante el momento de fragilidad que tuvo él frente al espejo del lavabo. Hay silencio, están ahora solos, frente a frente, dos extraños que están compartiendo tarde, ya casi noche. Tantas palabras hubo hace unos segundos y ahora solo mutismo. No saben que decirse, que no suene forzado para romper esta mudez de ambos. Beben para ocupar sus bocas y tener la excusa para tal insonoridad de sus cuerdas vocales. Él la mira, sí que es guapa – piensa – y está morena, con ese color que a él le gusta, no demasiado tostada, esas pieles requemadas por el sol no le gustan nada. Vuelve a sonreírse internamente, que falsedad la suya, está encabronado por el presente llegado del pasado a su vida, el de su pareja, por los celos de lo desconocido y que activa sus defensas contra ello, y a su vez le gusta ver enfrente ese nuevo presente, que es atractivo, bonito, lujurioso incluso. Qué desfachatez la suya, se dice, es capaz de haber estado juzgando lo oído, de ellas, de sus actos, de sus vivencias, de su correrías, y sin embargo el cometería infidelidad con la amiga de su pareja con un suspiro de ella. No sabe si es un flechazo o es simple deseo, la animadversión de hace un rato se esfumó. Quizás esto que ahora le sucede sea lo real, y que lo escuchado le está sirviendo de coartada para una ruptura que él no sabía que deseaba, y que se dio cuenta esta tarde que la burbuja en la que se había metido lo mantenía en un mundo ficticio, en el que estaba a gusto, apartados los dos de lo que les rodeaba, de las tentaciones del presente actual y de las del presente pasado. Y ahora, mirando ese presente pasado hecho presente actual y que desearía fuese presente futuro, duda si lo tenido es lo querido. O este pensamiento es simplemente el fruto de su estado mental de hoy, poco cuerdo. Está hecho un lío. Pero ahora mismo desearía tener más tiempo para estar así, a solas con ella, y poder decir lo que siente.

 

 

.     *El protagonista está sumido en un mar de dudas, y como Efecto Mariposa necesitaría tiempo para poder decir todo lo que lleva ahora dentro, todo el deseo canalla atrapado en este momento, en este silencio.

“Diez minutos“

.     **NA: Publicado originalmente el 17 de Julio de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

                                                         …Continúa “Viejos tiempos (7ª parte)“

Viejos tiempos (5ª parte)

03 Miércoles Abr 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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amigas, conversación, convidado de piedra, despistado, dudar, Entre dos tierras, evasivas, Héroes del Silencio, Música, pareja, preguntas, Recuerdos, risa, rubor, Senderos de traición, silencio, Timidez, trío, vergüenza

Ellas no entendieron su respuesta, se miraron sorprendidas, y se rieron como si hubiese sido una ocurrencia graciosa que a ellas se les escapaba, y le pidieron que aclarase lo que quería decir. Él rectificó, pidiendo perdón, excusándose de que estaba pensando en otra cosa. Reculó, se acobardó, no se atrevió a descifrarles el sentido de lo dicho, y pidió que le repitiesen la pregunta, diciendo que no la había asimilado, y esbozó una sonrisa para hacer más agradable y simpático el despiste con el que quiso vestir su respuesta insólita. A su pareja no le sorprendió la situación, él era despistado de por sí, ella se lo comentó a su amiga, le contó que esto era habitual, que se despistaba con facilidad, se le olvidaban cosas. Salían a veces a la calle y él tomaba el camino equivocado, puesto que se le había difuminado el objeto y objetivo de su salida. Cuando iban a la compra al mercado, al salir del portal, él se disponía a elegir el camino del supermercado, que era el lugar al que se debían acercar más tarde a comprar el resto de cosas, y ella le conminaba con una risa cómplice, diciéndole “¿pero dónde vas?”. Y él, sonreía, proponiendo cualquier excusa falsa muy evidente, para carcajearse los dos juntos. Entonces ella le decía que le alucinaba su capacidad para extraviar la mente por caminos que ella no adivinaba. Al oír estas palabras de ella, él se removía en su asiento, esto que contaba era real, tan real que era doloroso para él, al sentir como lo narraba, con sonrisa abierta, y feliz de contárselo a su amiga, no intuyendo ella el pensamiento despegado de él en este momento, este presente que ya no era ese presente que ella contaba como presente habitual. Se dio cuenta de que ella no parecía en ese instante querer dejar de ser su presente, o quizás disimulaba muy bien, se sintió por un instante un traicionero hacia ella, hacia la causa común de ambos. Esa traición que vio en las palabras de ella compartidas para con su amiga, esas que a él le habían estado haciendo daño, pareciera que para ella no fueran flechas lanzadas contra él. ¿Será verdad que ella no se haya percatado del daño que estaba haciéndole con su perorata, con su presente pasado, con lo no compartido? Y duda. Duda de que estuviese en lo cierto en su pensamiento, duda de que el ensimismamiento en el que se había encontrado toda la tarde le hubiese llevado a tomar conciencia de una falsa realidad, una realidad que quizás no era como él la veía, y que tamizada por su cerebro, después la decantaba convertida en hiel.

Con la explicación de su pareja a la amiga, puede tomarse un par de minutos para pensarse qué poder decir, ante la nueva pregunta, olvidando sus interrogadoras, la anterior, que de momento no le vuelven a espetar. Ahora le demandan que les diga en qué estaba pensando, que pensamiento podía llevar a una frase como la que había salido por su boca. La amiga de su pareja, encontraba muy divertida la situación, no dejaba de reír abiertamente y su mirada fulguraba. Él evita explicar aquellos pensamientos feroces, de lobos en jauría, acorralando y destrozando lo que tuvieron, con dentelladas a este presente que se le convierte en presente incierto, de pesares por lo que cree haber descubierto. Él insiste en que estaba abstraído por completo, que no tiene importancia lo dicho, que estaba recordando algo de la casa y estaba pensando donde colocarlo. Algo que en el fondo no es mentira. Aunque no es un enser, y a ellas no les dirá que es algo intangible, y que no está en el hogar, si no allí, muy presente. Y que, a lo que se le ha revelado hoy, tiene que buscársele un lugar donde ubicarlo, sobre todo para que no haga rozadura y no se enganchen con ello cuando pasen cerca.

El rubor ha subido a su rostro, siempre le pasa cuando algo le azora, o es pillado en falta, o es sorprendido no ya en falta, pero sí en una acción de la que no esperaba ser descubierto por otros, aunque sea algo sin importancia. Es vergonzoso, aunque actúe con arrojo muchas veces para afrontar esa timidez. Y en este caso, se dice así mismo que necesitará mucho coraje para ser directo y franco. Las miradas de ellas insistentes, coactivas, en espera de respuestas menos peregrinas de las dadas hasta el momento, le ponen nervioso.  El cuerpo le pide mirarles a las dos y preguntarles,  si añoran aquella vida, aquel presente, que hoy se hizo para los tres y del que él se siente convidado de piedra. Se siente como si estuviese en un trío y le hubiese tocado ser sólo observador mientras ellas disfrutan y se deleitan con mil placeres, que a él le duelen más por no poder practicarlos, ni sentirlos, que él no quiere ser un simple voyeur. Desea dar y recibir esa plenitud que ve en ellas, en sus intercambios de palabras, de frases, de risas, de miradas dolorosamente cómplices, de silencios de los que desapareció por completo la incomodidad; Es más, ahora son buscados para acallar comentarios que deben ser silenciados por pulcritud para con los oyentes no implicados en lo presenciado, que en este caso es solo él. Pero le falta la valentía para gritarles: ¡Porqué! Con qué derecho le han mostrado este presente inesperado, cómo encaja todo lo nuevo con lo ya existente en su vida, en su memoria, en sus proyectos. Porqué de repente nos encontramos entre dos tierras.

 

 

.     *El protagonista se siente entre dos tierras; la suya, su presente pasado y la de ellas, su nuevo presente. Ambas se le vuelven movedizas, y al igual que Héroes del Silencio, quisiera gritar. Y si se echa atrás tendrá muchas huellas que borrar.

“Entre dos tierras“

.     **NA: Publicado originalmente el 16 de Julio de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

                                                         …Continúa “Viejos tiempos (6ª parte)“

Viejos tiempos

22 Viernes Mar 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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amigas, Complejidad, Efecto Mariposa, Hoy no entiendo de nada, Incomodidad, Música, Pasado, Presente, Recuerdos, reencuentro, silencio, Viejos tiempos

Están incómodos, la incomodidad que les produce el silencio, ese silencio que en nuestras vidas queremos evitar, sobre todo con extraños con los que no nos sentimos afines. Los viejos tiempos traen estos silencios que se tintan de cierta comicidad para aliviar esa tensión y ese desasosiego de las voces calladas.

Sentados, rodeados de gente pero al margen de todos, en aquel lugar donde situaron su encuentro, en esta estación de estío, de suaves calores en la que nos hallamos, en la cual siempre estamos con el ánimo abierto y con la urgencia de experiencias nuevas o renovadas, o traídas de antes, de las ya pasadas, pero sin duda, con el deseo de exprimirlas como vida atrapada; ahí están los tres, mirándose con la sonrisa algo forzada.

El reencuentro de viejos amigos trae al presente el pasado de aquellos días que compartieron, un pasado que se agazapa en un rincón pero que siempre está, el pasado nunca deja de ser presente, lo ya sucedido y vivido no queda atrás, si no que forma parte de cada hora, de cada minuto, de cada instante del ahora. Lo recordado, a veces, no se sabe si ha sucedido tal cual lo contamos o ni siquiera si ha ocurrido, pero al contarlo y creer que ha sucedido, ya es como si hubiese sucedido, si es que no sucedió de esa manera.

El presente siempre está modificado por el pasado, que no es pasado, puesto que cuando recordamos ya es presente, y las decisiones de ahora están teñidas por lo que pasó, que ya es actor activo de lo que pasa, pues la conversación, las determinaciones que tomamos están motivadas por lo ya acontecido que es el motor de lo que hoy hacemos, de lo que hoy oficiamos. Después de un momento de miradas esquivas, finalmente comienzan las palabras a hacerse camino, y de repente fluyen raudas, y el verbo hace partícipe a los tres del presente que comparten en este espacio de tiempo que se muestra hoy de tres cuando antes fue de dos. Los actos del pasado que aparecen como una visualización tan real que parece que pasan ahora, y ciertamente son ahora pues la incomodidad de algunas de las imágenes a uno de los partícipes le ponen en guardia, y comienza a utilizar la ironía y la maledicencia en sus respuestas y comentarios, y busca con sus preguntas saber lo que cree que se le oculta. Y los nombres que surgen en la conversación, conocidos para dos y desconocidos para el tercero, crea discordia, y revela que el presente no es del todo compartido porque él no forma parte de escenas que están en la esquina del presente del otro, de la pareja que hoy no es su pareja y es pareja de su amiga por lo compartido. Los celos infundados o con fundamento, pues nunca se sabe en el fondo si lo hay, puesto que no podemos saberlo, no estuvimos allí. Nos tenemos que ceñir a lo que nos cuentan y lo contado a veces no es claro y transparente a nuestro entendimiento, y las sombras nos oscurecen el presente al salir las vivencias de ayer a pasear un rato por la habitación que se comparte. Y en este estado de excitación dolorosa se encuentra, por sentir que lo sentido por ellas no es compartido con él, y se siente apartado, como si le lanzasen fuera del presente, y ya duda si será parte del futuro o quedará para la nostalgia de otro presente en el que no será activo participante.

La incomodidad inicial de ellas ya se diluyó, y desparecida, brota la satisfacción del reencuentro, de vivir este presente tan adornado por muebles del pasado que toman actualidad como elementos renovados, ”vintage” que llaman ahora, y adquieren un cariz nuevo, más atractivo quizás incluso que cuando fueron allí puestos. Y él, cada vez se siente más pequeño, más vulnerable, más fuera del lugar compartido por los tres, y las dudas que nunca tuvo aparecen con fuerza, y la envidia de no haber disfrutado de aquella existencia, lo llena todo y se levanta y se va y quisiera que cuando volviese ella, la amiga de su pareja se hubiese hecho humo, que ese presente no hubiese sido, pero ya es tarde, ahora él tiene un nuevo presente marcado por lo acontecido a otros y del que ahora ya no se podrá desasir, acaba de recibir una herencia de la que no podrá despojarse, y allí en el baño frente al espejo, con toda la pesadumbre que le agota, siente que todo se ha derrumbado, que ahora los nombres y lugares oídos son sus lugares aún no habiéndolos conocido, ni disfrutado, y ahora se siente más vacío, se da cuenta de lo poco que ha vivido, de que no entiende nada de lo sucedido hasta el día de hoy, que la mentira maquilla todo. Todas las vivencias están pérfidamente delimitadas por medias verdades, evidencias que dejan de serlo, transformándose en engaño. Y comenzamos a percibir, quizás equivocadamente, falsedad y disimulo en quien creemos que nos ama y nos quiere, y así pensando en ello, sigue mirándose en el espejo, que le devuelve una imagen que no conoce, aunque la observa con detenimiento y percibe que no se reconoce en esa imagen, pero tampoco en el fondo, en lo que hay tras ese rostro. Se da cuenta de que no se conoce a sí mismo. Y esa vida de certezas que tenía hasta la llegada de la vieja amiga de su pareja se frustró de un plumazo, y se pregunta si quiere volver al encuentro de ambas, pues entiende que todo ha quedado trastocado por esa pretérita presencia, que ya es presencia presente, y que se ha entrometido de tal manera en su vida que ahora no sabe por dónde ir, se ha dado cuenta de que no comparte tantas cosas con quien todo creía que compartía, que ya nada puede ser igual, él no puede fingir que todo da igual.

 

 

.     *Nuestro protagonista en el relato se ha topado con que el presente se le ha trastocado, sin entender muy bien qué ha sucedido. Como Efecto Mariposa que no entiende hoy de nada en su canción.

“Hoy no entiendo de nada“


.     **NA: Publicado originalmente el 9 de Julio de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

                                                          …Continúa “Viejos tiempos (2ª parte)“

Ya no

18 Lunes Nov 2013

Posted by albertodieguez in Música, Micropoesía

≈ 16 comentarios

Etiquetas

¿Quién la mató?, Bosé, desamor, Ruptura, silencio, XXX

Micropoema 2-Ya no

 

 

*Quién la mato pregunta Bosé en su canción, como me pregunto yo; ¿quién te mato?, ¿fui yo?, ¿fuiste tú?, ¿fue el tiempo?…

¿Quién la mató?

Bose - XXX

 

 

NA: Diseño de tarjeta creada con Notegraphy.

Tu silencio

06 Martes Mar 2012

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

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Etiquetas

espera, Música, Nena Daconte, Retales de carnaval, silencio, Sin ti

Tu silencio

me consume

Sigo esperando noticias

noticias que no llegan

a la deriva me encuentro

esperando tu puerto

que no llega

Todo es deseo en mi espera

triste espera

y tú nunca llegas

Náufrago me encuentro

Sin tu voz sincera

Sólo recordándote

Sigo, Sigo…

Aunque sin ti no lo consigo.

Triste espera

y saber que no conseguiré

darte la luna entera

porque tú me negaste la escalera.

* Hoy el poema acompañado por Nena Daconte que nos cuenta que todo seguirá pasando aún en la ausencia del otro.

“Sin ti”

La vida está llena de afectos y desafectos.

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