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Archivos de etiqueta: reencuentro

La noche de una primera intención

19 sábado Oct 2019

Posted by albertodieguez in Relato

≈ 21 comentarios

Etiquetas

amor, Aproximación, Aproximaciones, Intención, Música, noche, Pereza, reencuentro, sexo

Una noche interminable, una petición incansable de acomodarse en su hogar, una canción, un salón alfombrado, un sofá acogedor, unas caricias lentas, un desnudarse veloz, unos cuerpos unidos, unas pieles sedientas de ardor. El alcohol desapareciendo, ¿¡qué hacemos aquí los dos!?  De lado, ella pide ser insertada, él no lo logra por bisoñez. Un; vamos al suelo, que no compenetro con esta estrechez.

La alfombra acolchada recibe la desnudez, a cuatro patas y a embestidas pide ella descender al abismo del orgasmo y la dulce placidez. No hay precauciones adoptadas, locura a la que atender, ella extasiada, él derramándose en urgente retirada, la espalda empapada de blanca miel, cae agotado y aturdido abrazando aquel cuerpo consumido que tiene debajo de él.

Años pasaron, y se repitió la noche interminable, pero no hubo petición incansable, y sí invitación sorpresiva, no hubo salón alfombrado, ni sofá acogedor, y sí cama y colchón, sábanas caídas a los lados apartadas con fervor. No hubo estrecheces, sí caricias y ternuras y sexo sin premura, hubo sueño después del amor, tras ella decirle; mucho mejor, aunque del todo no estuvo mal aquella vez, poco que ver con esta ocasión; aprendiste a follar, nada que ver con aquella primera intención.

 

 

.     *Pereza nos canta sobre aquella inolvidable primera aproximación.

«Aproximación«

Pereza-Aproximaciones-Frontal

.     ** Publicado originalmente 14 de Mayo de 2014. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Irónico vértigo de techos alto se

02 lunes Sep 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 13 comentarios

Etiquetas

comienzo, desconocidos, Efecto Mariposa, encuentro, hombre, Ironía, Música, mujer, pueblo, Recuerdos, reencuentro, sexo, tiempo, vacaciones, Verano

– Cuando me has llamado y me has dicho hola, y has pronunciado mi nombre frente a mí con una amplia sonrisa, te he mirado intentando ubicarte. La voz no me era conocida, y tu presencia física tampoco me resultaba familiar, salvo tu sonrisa, esa sí me lo era, pero me costaba adivinar porqué. Y de pronto, me ha llegado, no sé, cómo una leve brisa fresca en este día caluroso de verano, y me ha hecho recordar el lugar de donde procedía esa sonrisa, el lugar de mis recuerdos en donde bucear y de donde la debía rescatar para poder ponerle nombre.

– Ah! Vaya! Qué poético. Tu cara, y que no contestases me despistaron, pensé que no te acordabas de mí.

– He tenido un momento de recuerdos de golpe que han inundado mi cabeza, por eso me he quedado callado, ha sido como un torrente que me impedía hablar, lo siento; Sí, claro que me acuerdo, como no acordarme, lo raro es que tú lo hicieses y me reconocieras, me veo tan diferente.

– No estás tan cambiado.

– Bueno, quizás no tanto, aunque con muchísima menos cara de niño. Sonará mal, pero yo me veo mucho mejor ahora.

– Es verdad que estás mejor, cierto que parecías muy niño, pero quedan bastantes de tus rasgos de joven.

– Claro, por eso no te atraería mucho, ya se sabe que a las chicas de joven les gustan más mayores que los de su edad, y yo encima parecía menor. Nunca hiciste caso de mi interés por ti en esos dos meses de verano, y a hora resulta que te acuerdas hasta de mi nombre; es verdad que yo estoy sorprendido de que haber recordado el tuyo así de repente. Me alegra verte. Joder!! Casi 20 años después. ¿Cómo te va la vida?

– Pues me va, no me puedo quejar, ¿y tú?

– También bien, diría que mucho mejor de lo esperado cuando nos conocimos, bueno en esa época tampoco es que pensase demasiado en el futuro.

– Claro, éramos muy jóvenes para hacer planes. Tengo algo de tiempo libre, ¿tomamos algo?

– Pues… no sé, voy un poco apretado pero… venga vale, tengo una… no, casi dos horas, si quieres nos lo tomamos. Mira, ¿allí mismo?  ¿En aquel bar?

– Vale, vamos. Me alegra mucho haberte reconocido. ¿Sabes?, se me aceleró el corazón un poco, no sabía si hablarte.  Tenías que haberte visto la cara que has puesto cuando te he hablado. Ese tiempo, callado mirándome, se me ha hecho eterno. Pensé que me había equivocado o que te importunaba, hay a gente que le molesta que alguien de su pasado aparezca, así de improviso.

– No, no, era como te he dicho, que no te ubicaba.

– Pues te costó colocarme en el tu puzle de vida, quizás tenías olvidado ese momento de juventud en el que nos conocimos.  Me intriga saber qué has pensado durante ese silencio, o qué te traje a la memoria para quedarte así.

– No sé, sería largo de contarte.

– Tenemos casi dos horas, me has dicho

– Sí claro. Ahí estuviste rápida.

– Quizás te parezca una tía rara, acercarme así y hablarte. Realmente somos desconocidos, y voy y te pido tomar algo para hablar como si fuésemos viejos amigos.

– Peculiar la situación sí que es.

-Sí claro, peculiar es una buena forma de decirlo, pero es que ha sido un impulso.

– Qué fuerte!! Verte ahora tras tanto tiempo. Me has traído algo tan lejano que debería estar brumoso pero aunque no lo creas todo aquello está muy nítido en mí cabeza.

– ¿Sí? ¿Y cómo es que lo recuerdas tan bien?

– Imposible de olvidar, solo estuve allí un verano, para mi es aquel gran verano, de los que más recuerdo, quizá para ti sería un verano más.

– Claro, yo veraneaba allí habitualmente, pero algo diferente debió ser para que no se me borrasen tus facciones y las haya reconocido hoy entre la multitud. ¿Qué pensaste en ese silencio?

– Bueno, lo primero que pensé, es que te habías equivocado, no recordaba a nadie como tú.

– Bueno, no te lo reprocho he cambiado bastante. Cuando me conociste era un palo, superdelgada, muy niña aún, y ahora ya ves con kilos y curvas de más.

– Bueno, no tan cambiada, sino no te habría reconocido.

– Sí, pero tardaste.

– Mujer tantos años… pero…

– Sí, se lo que vas a decir; la cara es igual. Pero no es igual está bastante más rellenita.

– No, iba a decirte, lo que antes te dije, la sonrisa sigue siendo igual, y el brillo de tu mirada también es aquel que recuerdo.

– Bah!!, que va, pero gracias por decírmelo,

-Te veo muy alegre, feliz.

-Intento ser feliz.

Y tras esa frase desplegó una sonrisa que la apuntalaba, no dejando dudas de que decía la verdad, que vivía esa verdad sin fisuras, o eso le pareció a él.

 

La vista puesta en ese techo alto, siente como si se alejase más y más, le parece que su altura fuese aumentando a cada momento. Cierra los ojos. Reconstruye otra vez ese encuentro inicial y lo que siguió, lo que hablaron. No deja de dar vueltas en su cabeza lo sucedido. Le contó cómo recordaba él aquel verano; que al principio se presentaba muy aburrido, no conocía a nadie allí, pero por suerte su tía intermedió con la madre de “A” para que este le sacase de casa e hiciese de cicerone por el pueblo, y se hicieron muy buenos amigos. Él, estuvo preguntando por todos los chicos y chicas del grupo. Ella no pudo contarle demasiado, los siguientes veranos, poco a poco dejaron de ir por el pueblo de vacaciones muchos de ellos, el caso es que el contacto se perdió.; – Ya se sabe, se crece y uno va prefiriendo otras vacaciones, otras amistades -. Ella sí que seguía yendo, nunca faltaba su visita cada año, como mínimo aparecía por allí una semana, la de fiestas en verano.  Hablaron mucho. Cayeron varias cervezas, ella era muy locuaz, él que normalmente no lo era también estuvo bastante hablador, preguntando e interesándose por la vida de ella y contestando a las muchas preguntas que le lanzaba. Callaron de vez en cuando, silencios que no se hicieron largos ni incómodos, sorprendentemente. Había pasado poca más de una hora cuando ella le preguntó que hacía por esa zona, y el contesto que cortarse el pelo. Aunque vivía bastante lejos, se cortaba el pelo por allí desde hacía mucho tiempo; – vamos, una de esas cosas que la haces por costumbre y no las cambias sin saber muy bien porqué, se es más fiel al peluquero que a la pareja-, le dijo. – ¿Y tú? ¿Qué haces por aquí? -. Ella le contestó que vivía por aquel barrio, a lo que él le dijo que le gustaba la zona, que estaba muy bien, y que hace años tuvo intención de trasladarse a ese barrio y buscó piso por allí; le gustaban esas casas antiguas de techos altos, pero no encontró nada que cuadrase con su presupuesto que era bastante escaso. Entonces ella, con naturalidad, le invito a ver su casa, que era de las características que él decía y situada a una manzana del bar en el que estaban, el dudó unos momentos, aunque realmente no tenía nada que hacer, la excusa de disponer sólo de dos horas fue mero teatro para ponerle tiempo de caducidad si la cosa se ponía tediosa, volvió a mirar el reloj, aun no se cumplía el tiempo que le dijo disponer, además, quizás quedase feo rechazar esa visita, aceptó y en menos de cinco minutos estaban subiendo en un antiguo ascensor, en el que no había mucho más espacio que para ellos dos. Sin quererlo se sintió algo excitado por esa situación de encierro y proximidad. Pero enseguida intentó alejar esa idea de su cabeza, no quería montarse una película equivocada. Además a priori no era el tipo de chica que le gustaba, bueno de cara sí que lo era, tenía unas bellas facciones, todo encajaba perfectamente en ese rostro y su sonrisa era de esas que desarma e invita a entregarse, pero estaba algo “rellenita”, justo en ese límite de lo que él solía considerar atractivo en una mujer, y que pasada esa frontera, o en ella misma, solía desestimar. La casa era amplia y bonita, estaba decorada con gusto. Era curioso que en el tiempo que llevaban hablando ninguno hubiese preguntado si estaban emparejados. Es verdad que navegaron bastante rato en un mar de recuerdos de aquel verano, pero según avanzaban hacia la actualidad, seguían evitando voluntaria o involuntariamente esa pregunta que al fin llegó por su parte; -¿Y vives sola? ¿No tienes pareja? Ella dijo que sí que vivía sola y que ahora no tenía pareja. – Jo, qué gozada toda ésta casa para ti sola. Ella le preguntó si él no vivía solo. – Sí, sí vivo solo, pero en algo mucho más pequeñito, lo tengo mono, pero esta casa es mucho más chula. Enseguida se arrepintió de esas palabras, ese vocabulario tan infantil o afeminado; “mono”, “chulo”, quizás ella lo creería inmaduro o incluso gay. Intento que ella no lo pensase diciendo que le gustaba mucho la arquitectura y la decoración, como todas las artes, desde la música a la pintura, pasando cómo no, por la literatura, y que ya no sabía en dónde meter los libros que leía.

Abre los ojos. Se siente mareado. Ese techo lejano parece moverse. Vuelve a cerrar los parpados. Es irónico buscar ahora el porqué, pero lo hace. Qué les hizo terminar en la cama si eran prácticamente desconocidos. Qué se fue tejiendo a su alrededor para terminar allí antes de acabar aquella tarde. Qué hizo que ella se fuese abriendo de esa manera, contándole cada vez más intimidades de su vida, dejando al descubierto que esa intención denodada de ser feliz venía a consecuencia de unas malas experiencias sentimentales, que le hicieron prometerse vivir felizmente la vida. Sí que es verdad que para eso era bueno, para escuchar, sabía hacerlo, sabía escuchar y eso hacía que ellas cada vez se mostrasen más, y sin darse cuenta hacía que las mujeres se sintiesen bien, a gusto a su lado. Quizás fue eso simplemente, que ella sintiese refugio en él. Realmente no sabe que le impulsó a hacerlo, ese momento en el que él sin mediar palabra la beso. Ella no se opuso, por el contrario cerro los ojos, y dejo que sus labios se fundiese con los suyos en un baile suave y de una cadenciosa lentitud. Su sonrisa, su boca, ya había despertado en él cierto deseo cuando estuvieron hablando toda la tarde, sus labios eran de una perfecta carnalidad, y sería necio negar que por algún momento pensó como serían su besos; no siempre una boca perfecta de labios ideales son los que mejor besan, había tenido experiencias desilusionantes en ese sentido, aunque en sentido contrario también, besos que resultaron ser fantásticos salidos de bocas que no prometían o al menos no invitaban a creer en esa delicia que luego fueron. Pero esa flaqueza que pasó por su cabeza, enseguida fue apartada como algo absurdo y poco posible. Sólo volvió a pensar en ello, cuando caminaban hacia la casa. Ahí si pensó que quizás ella quisiese algo más que conversación, y empezó a idear como desembarazarse de una situación incómoda si llegaba a suceder, pero intentó dejar de fantasear, al fin y al cabo él no estaba por la labor, no era su tipo. Y ya se sabe que si dos no quieren no pasa nada. Sentados en el sofá siguieron charlando animadamente, de repente ella le dijo que le iba a dar una sorpresa, y se fue a una estantería  de donde, tras dudar brevemente ante ella, extrajo un libro, qué resulto ser un bonito álbum de fotos. Le enseño unas fotografías de aquel verano, y para su sorpresa él estaba en varias de ellas, no recordaba que se hubiesen hecho fotos, pero la evidencia no dejaba dudas de que sí que las hubo. Ella se río, y dijo; -Ves, nunca has estado olvidado, de vez en cuando ojeo estas fotos y en ellas estás, y como eres el único del que nunca más supe, siempre me preguntaba qué sería de ese que apareció una vez y ya nunca más. Y fíjate, qué cosas de la vida que ahora estas aquí sentado a mi lado -. Y desplegó su sonrisa, y él la besó, fue un largo beso, delicado, dos bocas frescas, dulcemente amalgamadas las lenguas, sin reticencias y sin urgencias como si se conociesen esas lenguas desde tiempo inmemorial y supiesen que ritmo y que contorsión debían dar en cada instante para disfrutar de ese beso eterno.

Todavía se sorprende de ese impulso, de lo que vino después ya no tanto, cuando se empieza, lo siguiente venidero ya no es de extrañar, la búsqueda del cuerpo del otro por las manos exploradoras, moviéndose con la misma calma que ese beso deja en el aire, los ojos cerrados todavía, se abren como para pedir disculpas por la osadía, y descubren el centelleo y brillo de los de ella, y siente ese mismo centelleo en sus propias pupilas. Con la certeza visual de que no hay duda ni arrepentimiento en ninguno de los dos, avanzan en el desvestirse, lo hacen sin prisas, con sutileza, como si la celeridad pudiese hacer estallar ese instante y todo se pudiese estropear. Como en una coreografía aprendida y entrenada, se ponen en pie, siguen besándose. Los botones de las camisas ya están libres, y sus cuerpos ya se sienten sin la tela, la piel con la piel enardece aún más sus deseos, ella le desabrocha el cinturón, y el pantalón se desliza hacia el suelo, él le baja los suyos más ajustados. Dejan de besarse y se miran a los ojos, sonríen, no hablan. Todo va con sensación de lentitud pero va sucediendo rápido. El deseo no le aminora ante la desnudez de ella, siente que esa no delgadez le es excitante, todo su cuerpo va un poco más allá del canon establecido por la moda, quizás esté algo pasada de peso para su estatura pero no se le muestra desproporcionada, al contrario todo tiene armonía, y firmeza, esto lo ve y sobre todo lo nota al acariciar su cuerpo, según sus manos han ido desligándolo de la ropa. Ella se libera del sujetador y afloran unos pechos más grandes de lo que él había podido atisbar mientras la ropa los cubría, hace también desaparecer sutilmente el tanga, él hace lo mismo con su ropa interior, y surge irremediable el falo en inhiesto estado, que él acomoda hacia arriba entre su cuerpo y el de ella cuando se unen en abrazo en busca de retomar ese beso que habían aplazado. Con la misma delicadeza de lenta danza con la que se alzaron retoman el sofá. Sus caderas se le muestran amplias y contundentes, y duras las nalgas, cuando posa sus manos mientras ella se ha puesto encima de él al ir tumbándose en el sofá. Con ella a horcajadas, la cintura le parece que se le ha estrechado, por esa posición en la que las piernas se separan y la pelvis se acomoda y acopla, y entonces toman protagonismo las caderas que parecen ampliarse, y se ofrecen atrayentes para asirse a ellas y apretar gustosos los glúteos, haciéndoles partícipes también del empuje de los sexos que en breve se encontrarán. Y ese encuentro se produjo enseguida, con parsimonia pero no exenta de cierta fiereza. No necesitaron mucho más, los besos lascivos, las manos aquí y allá en busca del deleite de la piel y la carne, repasándose cada centímetro del cuerpo, los seños de ella de grandes areolas y sus pezones erectos rozando el pecho de él, algo que lo encendía más, y casi sin quererlo y sin pensarlo, él ya estaba dentro de ella sin tomar medidas protectoras, ninguno de los dos lo encontró necesario seguramente por la procacidad del momento y sin caer en lo temerario. Entró tan fácil, deslizándose suavemente, estaba tan húmedo y lubricado que no tuvo ningún problema para abrirse paso, tan excitado que pensaba que se correría aunque no llegase a penetrarla. Realmente no fue él quien penetro si no que ella buscó su verga con sus movimientos encima de él, y fue su vulva quién atrajo hacía sí, aquel pene, y con él dentro, sus caderas y cintura comenzaron a moverse circularmente, y a un lado a y a otro, rozándose por todas las cavidades internas de su vagina, también los labios internos y externos querían participar y sentir esa placentera fricción y se ceñían con fruición al sexo que albergaban y por el que se deslizaban luego con movimientos de arriba abajo, y viceversa. Muy tumbada sobre él, rozando su monte de venus con el inicio de vientre de él, para que la base del pene fuese masajeando y rozando su clítoris con tal movimiento. Él rompía de vez en cuando esos movimientos con una brusca embestida que ella recibía con placer, pero ella enseguida continuaba con aquel roce que la estaba volviendo loca, cada vez más rápidos los movimientos y con más violencia, él se había dejado hacer, y ya no aguataba más, se iba a correr, no tenía ya fuerzas para más embestidas, se iba a ir, pero quería aguantar hasta que ella se corriese, pero no lo logró, y se fue, con placentero orgasmo apretando los dientes, sintió como eyaculó profusamente. Ella sin hacer caso, siguió y siguió con sus movimientos, y aunque su miembro aún no estaba desinflado del todo ya daba muestras de flacidez, pero para ella era lo de menos, tenía ya todo su placer concentrado en ese punto carnoso de la vulva que tanto gustó le estaba dando, parecía como si él no estuviese allí, y por fin ella con un largo; uhmmm, diosss!!! Se dejó caer por completo sobre él. Estaban sudorosos, ambos exhausto. Él, algo avergonzado, aunque tampoco demasiado, por no haberle aguantado. No era un gran corredor de fondo ya metido en materia, por eso prefería tener un largo preámbulo y que le dejasen hacer, para que sus parejas llegasen próximas al orgasmo antes de la penetración.

Ella sigue dormida. Él ya no sabe cuánto rato lleva despierto mirando el techo, que siente altísimo, muy alejado de él, tiene cierta sensación de vértigo, ¿o es la situación la que le da vértigo? En este desvelo reconstruyendo lo sucedido y buscando el porqué, además del techo, ha observado toda la habitación. Muebles de Ikea, como casi toda la casa, pero todo puesto con muy buen gusto como ya pudo apreciar, la habitación se hace acogedora, todo aparece muy ordenado, como el resto del piso. Eso le gusta, no soporta el caos, y por su experiencia en otras aventuras, sabe que hay muchas mujeres que son un desastre, y lo van dejando todo por ahí, prendas encima de sillas o de radiadores, incluso fuera de la alcoba en cualquier parte de la casa. En algunos casos este desorden no está a primera vista pero tienen armarios atiborrados de ropa sin orden, y que por desgracia llegas a abrir y descubres una ingente cantidad de ropa apelotonada. Al principio, llegó a pensar que eran casos singulares, pero con la repetición empezó a dudar de que fuesen casos aislados y raros, a no ser que su vida se hubiese aliado con la excepción y la viviese permanentemente. En la parte de sus amigos se confirmaba ese axioma de que los “tíos” son desastrosos, él se siente excepción, hasta algo enfermizo.  No sabe qué hora es. La persiana a medio bajar, hace que ya no entra casi luz natural en la alcoba, está anocheciendo, deben ser cerca de las diez, es verano, y por la ventana abierta entran apagados ruidos de la calle; murmullos de gente, tráfico, corretear de algunos niños jugando. Debe haberse dormido un par de horas. No sabe qué hacer, si levantarse con sigilo y marcharse o esperar, aunque parece dormida profundamente seguro que la despertaría al vestirse. Le gustaría darse una ducha. Piensa que ha hecho el gilipollas por follar sin condón, y no sólo una vez, sino dos, en el sofá y luego en la cama, debería preguntarle si toma “píldora” o si usa algún otro método anticonceptivo. Es de necios lamentarse de lo que ya no tiene remedio, pero le jode ser tan inconsciente. La verdad es que ha disfrutado, pero no quiere que esto sucedido, lo bien que se han sentido uno con el otro, y que se haya quedado y no haya salido corriendo enseguida, lo entienda como un comienzo. Tampoco quisiera hacerle daño, no quisiera quedar como un cabrón. Aunque esto tampoco importa mucho, además en una noche, o una tarde mejor dicho, no cree que dé tiempo a dejar tan mala huella. Quizás se esté comiendo la cabeza por nada, y ella esté haciéndose la dormida esperando y deseando que se marche. Puede que se haya arrepentido de lo sucedido, o no, pero no quiere que él se crea que esto puede ser un inicio, sino simplemente disfrutar de sexo. Con este pensamiento, absurdamente se siente utilizado, siente que ha sido follado, y es irónico pensar esto puesto que él ha querido y ha participado activamente, aunque es verdad que no sabe cómo llegó a tal deseo si ella no estaba dentro de sus apetencias como mujer. Sigue mirando el alto techo, le gustan los techos altos, le gustaría vivir en esa casa. Cierra los ojos, siente vértigo.

 

 

 

.     *El protagonista siente la ironía de lo sucedido, como todo es irónico para Efecto Mariposa en su canción;  Es difícil tener fría la cabeza y caliente el corazón, y animar un alma rota y no volver la vista atrás… Es todo irónico al final. Sorpresas que te va dando la vida.

«Ironía«

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.     **NA: Publicado originalmente el 28 de Enero de 2015. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Viejos tiempos

22 viernes Mar 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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Etiquetas

amigas, Complejidad, Efecto Mariposa, Hoy no entiendo de nada, Incomodidad, Música, Pasado, Presente, Recuerdos, reencuentro, silencio, Viejos tiempos

Están incómodos, la incomodidad que les produce el silencio, ese silencio que en nuestras vidas queremos evitar, sobre todo con extraños con los que no nos sentimos afines. Los viejos tiempos traen estos silencios que se tintan de cierta comicidad para aliviar esa tensión y ese desasosiego de las voces calladas.

Sentados, rodeados de gente pero al margen de todos, en aquel lugar donde situaron su encuentro, en esta estación de estío, de suaves calores en la que nos hallamos, en la cual siempre estamos con el ánimo abierto y con la urgencia de experiencias nuevas o renovadas, o traídas de antes, de las ya pasadas, pero sin duda, con el deseo de exprimirlas como vida atrapada; ahí están los tres, mirándose con la sonrisa algo forzada.

El reencuentro de viejos amigos trae al presente el pasado de aquellos días que compartieron, un pasado que se agazapa en un rincón pero que siempre está, el pasado nunca deja de ser presente, lo ya sucedido y vivido no queda atrás, si no que forma parte de cada hora, de cada minuto, de cada instante del ahora. Lo recordado, a veces, no se sabe si ha sucedido tal cual lo contamos o ni siquiera si ha ocurrido, pero al contarlo y creer que ha sucedido, ya es como si hubiese sucedido, si es que no sucedió de esa manera.

El presente siempre está modificado por el pasado, que no es pasado, puesto que cuando recordamos ya es presente, y las decisiones de ahora están teñidas por lo que pasó, que ya es actor activo de lo que pasa, pues la conversación, las determinaciones que tomamos están motivadas por lo ya acontecido que es el motor de lo que hoy hacemos, de lo que hoy oficiamos. Después de un momento de miradas esquivas, finalmente comienzan las palabras a hacerse camino, y de repente fluyen raudas, y el verbo hace partícipe a los tres del presente que comparten en este espacio de tiempo que se muestra hoy de tres cuando antes fue de dos. Los actos del pasado que aparecen como una visualización tan real que parece que pasan ahora, y ciertamente son ahora pues la incomodidad de algunas de las imágenes a uno de los partícipes le ponen en guardia, y comienza a utilizar la ironía y la maledicencia en sus respuestas y comentarios, y busca con sus preguntas saber lo que cree que se le oculta. Y los nombres que surgen en la conversación, conocidos para dos y desconocidos para el tercero, crea discordia, y revela que el presente no es del todo compartido porque él no forma parte de escenas que están en la esquina del presente del otro, de la pareja que hoy no es su pareja y es pareja de su amiga por lo compartido. Los celos infundados o con fundamento, pues nunca se sabe en el fondo si lo hay, puesto que no podemos saberlo, no estuvimos allí. Nos tenemos que ceñir a lo que nos cuentan y lo contado a veces no es claro y transparente a nuestro entendimiento, y las sombras nos oscurecen el presente al salir las vivencias de ayer a pasear un rato por la habitación que se comparte. Y en este estado de excitación dolorosa se encuentra, por sentir que lo sentido por ellas no es compartido con él, y se siente apartado, como si le lanzasen fuera del presente, y ya duda si será parte del futuro o quedará para la nostalgia de otro presente en el que no será activo participante.

La incomodidad inicial de ellas ya se diluyó, y desparecida, brota la satisfacción del reencuentro, de vivir este presente tan adornado por muebles del pasado que toman actualidad como elementos renovados, ”vintage” que llaman ahora, y adquieren un cariz nuevo, más atractivo quizás incluso que cuando fueron allí puestos. Y él, cada vez se siente más pequeño, más vulnerable, más fuera del lugar compartido por los tres, y las dudas que nunca tuvo aparecen con fuerza, y la envidia de no haber disfrutado de aquella existencia, lo llena todo y se levanta y se va y quisiera que cuando volviese ella, la amiga de su pareja se hubiese hecho humo, que ese presente no hubiese sido, pero ya es tarde, ahora él tiene un nuevo presente marcado por lo acontecido a otros y del que ahora ya no se podrá desasir, acaba de recibir una herencia de la que no podrá despojarse, y allí en el baño frente al espejo, con toda la pesadumbre que le agota, siente que todo se ha derrumbado, que ahora los nombres y lugares oídos son sus lugares aún no habiéndolos conocido, ni disfrutado, y ahora se siente más vacío, se da cuenta de lo poco que ha vivido, de que no entiende nada de lo sucedido hasta el día de hoy, que la mentira maquilla todo. Todas las vivencias están pérfidamente delimitadas por medias verdades, evidencias que dejan de serlo, transformándose en engaño. Y comenzamos a percibir, quizás equivocadamente, falsedad y disimulo en quien creemos que nos ama y nos quiere, y así pensando en ello, sigue mirándose en el espejo, que le devuelve una imagen que no conoce, aunque la observa con detenimiento y percibe que no se reconoce en esa imagen, pero tampoco en el fondo, en lo que hay tras ese rostro. Se da cuenta de que no se conoce a sí mismo. Y esa vida de certezas que tenía hasta la llegada de la vieja amiga de su pareja se frustró de un plumazo, y se pregunta si quiere volver al encuentro de ambas, pues entiende que todo ha quedado trastocado por esa pretérita presencia, que ya es presencia presente, y que se ha entrometido de tal manera en su vida que ahora no sabe por dónde ir, se ha dado cuenta de que no comparte tantas cosas con quien todo creía que compartía, que ya nada puede ser igual, él no puede fingir que todo da igual.

 

 

.     *Nuestro protagonista en el relato se ha topado con que el presente se le ha trastocado, sin entender muy bien qué ha sucedido. Como Efecto Mariposa que no entiende hoy de nada en su canción.

«Hoy no entiendo de nada«


.     **NA: Publicado originalmente el 9 de Julio de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

                                                          …Continúa «Viejos tiempos (2ª parte)«

Mal verano

13 miércoles Feb 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 5 comentarios

Etiquetas

amor, calor, Christina Rosenvinge, desengaño, deseo, Música, Nacho Vegas, reencuentro, Verano, Verano fatal

Te vi al llegar y ya no pude evitar la sensación de que mi elección no iba a ser lo mejor ni lo más normal, el verano caluroso me hizo mal, trastornó sin duda mi identidad, si no, cómo se me fue a ocurrir pensar en ti, soñar despierto que tú bajando por aquella calle serías mi futuro angelical. Y al final como después intuí eres futuro infernal. La piel morena recién estrenada me impactó en la mirada, la piel dorada reflejaba la vitalidad que tu cuerpo destilaba, y cómo no me iba a prendar de esos andares que giraban la vista de todos y todas que se cruzaban en tu caminar. Bajabas por el empedrado que parecía alisarse a tu paso, tu esbeltez se cimbreaba en cada zancada. Segura, y con la sonrisa resplandeciente ibas encandilando a la gente, el vestido sedoso y vaporoso, aumentaba ese aire de anuncio que enmudecía al mundo que no podía apartar la vista en tu transitar. Pero, casualidades de la vida, resultaste ser amiga de mi amiga, ésa que en mi pensamiento inicial sería la que compartiría este verano ideal, que entonces no era fatal. Ella era mi objetivo, hacía tiempo que nuestros gustos eran los mismos y entre esos gustos estaban nuestros físicos. Allí, sentado en la terraza del bar, todo esto se esfumó cuando te vi avanzar hacia nosotros y mi amiga se levantó para recibirte con gran algarabía y alegría de reencuentro esperado en ese lugar en el que habíais quedado y que lo cambió todo. Volvíais a veros después de largo tiempo, cruzasteis piropos y flores, besos y abrazos cargados de recuerdos pasados. Y yo observando como un bobo. Ya fascinado. Pasé la tarde escuchando vuestras aventuras en las que yo no participé, pero en cada una de ellas a tu lado yo me imaginé, con cierta envidia y celo por haberme perdido todas esas correrías y divertimentos que con tan buen recuerdo celebrabais en ese momento. El día era cálido, y tu mirada tras las gafas de sol, me daban más calor, no podía apreciar tus ojos pero intuía que me descifraban tras los cristales. Recibía tus ademanes de cierta coquetería, señales de humo me llegaban con sonrisas de grana, labios coloreados de intenso carmín, que turbaban mi imaginación pensando en besos con fuerte pasión.

Cuando uno está casi al margen de una conversación aunque esté allí presente, y le hagan participe a ratos, tiene la oportunidad de vagar con la mente, por otros lugares que no son los de allí, puedes fantasear e inventar, con lo que rodea, y en ese estado yo me dejé llevar lejos, con el espejismo de estar contigo, en otros sitios en otras playas, en otros caminos, y sin moverme de mi silla estuve esa tarde en una puesta de sol, dándonos besos, caricias y mimos. Me dejé llevar por ese delirio, ya estaba perdido. Tras varios días de preguntarme si lo que sentía por mi amiga era menos fuerte que lo que ahora me embriagaba por la suya, su amiga, que ahora eras ya mía, y era con quién intercambiaba insinuaciones y flirteos, sustituyéndole a ella como centro. Todo parecía tan evidente y rápido, tú sentías lo mismo que yo, un irrefrenable deseo de juntar nuestras manos, nuestros labios y sentir próximos los cuerpos, que el tacto se abriese paso antes que otros sentidos y sentimientos. Días de tonteo infinitos, hasta que una noche se cumplió mi utópico pensamiento de aquella tarde de inesperado encuentro. Mi amiga me miró con cierto resentimiento, todas mis palabras, antes para ella, dejaron de serlo. Aunque sentía que me equivocaba en la elección, no tenía otra opción, me habías obnubilado y todo mi verano planeado con antelación se me resquebrajó con tu llegada. Esa noche, me sentía eufórico pensando en lo afortunado que era, pero poco duró aquella felicidad. Enseguida me di cuenta que no todo sería genial, que yo estaba enamorado, pero para ti iba a ser solo un rollo de verano. En cuanto pasaron varios días, tu interés por mi quedó en la orilla y ya me veías con desinterés, quizás te atrajo quitarle el pretendiente a tu amiga, por lo que contabais cuando más niñas, competíais con ese fin, pero era tarde para mí, el verano se había chafado, y lejos de ser lo esperado, se convirtió en desengaño para el corazón. Y no poder estar a tu lado compartiendo no solo el espacio, me mataba y cada noche me hundía en el alcohol, enmascarando mi dolor, y si algo podía ir peor, sucedió, descubrí a mi amiga ligando por ahí. Pero qué esperaba, ¿que estuviese preparada para recogerme y perdonarme lo ruin que fui? Y el verano ha tocado a su fin y aún estoy aquí, destrozado y recordando el peor verano que viví. Vengo de un verano fatal, me enamoré nada más empezar y terminó con funesto final.

 

 

 

.     *Esto es lo que nos puede suceder en verano a cualquiera, cambiar lo que tenemos por una novedad que nos ciega. Christina Rosenvinge y Nacho Vegas ponen música a mi mal verano, con su verano fatal.

«Verano fatal«

.     **NA: Publicado originalmente el 3 de Julio de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad

 

Un reencuentro escrito

27 miércoles Feb 2013

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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Etiquetas

Adolescencia, Amistad, amor, ayer, barrio, carnalidad, cartas, Como la cabeza al sombrero, duda, El último de la fila, escritura, hoy, huida, Llanto de pasión, Manolo García, Música, niñez, Recuerdos, reencuentro

Ella.

Está claro que nos falló eso, decirnos las cosas.

Mira, yo de verdad tengo muy buenos recuerdos y me quedo con eso. Éramos unos pipiolos y nuestros actos surgían a golpe de mata. Los chicos en esa edad sois más carnales, creo que nosotras no tanto, es más, yo pensaba en mi príncipe, en mi mundo de hadas, siempre he sido muy infantiloide y aquello tan «humano» me golpeó en la sesera. Por entonces ya trabajaba, y lo malo de entrar en un mundo de adultos tan precoz es que a veces no se asimila, y eso me pasó a mí. Empecé a ver a los chicos como monstruos, me costó superarlo, de hecho no salí a la calle durante años, eso sí, me lié a hacer cursos de todo tipo. No quería estar en nuestro barrio, por eso me quedaba a dormir en casa de un tío mío.
Nuestro vecino el pobrecillo se paso esa época tirándome los tejos, y me agobiaba mucho. Luego fui cerrándome en mí y así estuve años. No encajaba en ningún sitio. La situación de nuestro barrio es verdad que no me llamaba la atención. Los hombres, la mayoría del tiempo en el bar, y las mujeres en casa con los niños…..no sé, en ese futuro no me veía. Y de las pocas familias que no hacían eso era la tuya, para mí inalcanzable. Luego, un verano coincidí con Anabel bastante, y me dijo que me fuera con ella al pueblo de vacaciones, no sé si debido a que mi madre le dijo a la suya que estaba preocupada pues no salía de casa, el caso es que así lo hice, me marché con ella. Me lo pase bien, allí dejé de pensar en la rutina que hasta el momento me rodeaba y volví a la realidad de la vida que no era tan mala como yo creía, ni los chicos tan tiranos como creía también.
Luego, ya casi no entraba en casa. Salía mucho con ella y empecé a ver todo diferente poco a poco. Eso sí, con un horizonte distinto al del barrio, que seguía siendo mi objetivo, alejarme de él, buscar otros lugares, otros escenarios en los que sentirme bien. De todas formas, en mi mundo fui feliz, sé que me perdí cosas pero que le voy a hacer.
Me quedo con nuestra pequeña experiencia que fue muy bonita, aunque como dices fue nada, solo deseo frustrado, y ahora hemos tenido esta oportunidad para hacer lo que no hicimos en su día, comunicarnos.

Él.

Completamente de acuerdo con lo que me escribes.

Con esto que me cuentas de dormir en casa de tu tío, empiezo a comprender por qué en mis esperas tú muchas veces no aparecías y tenía que marchame y desistir de verte, y no comprendía donde te podías haber metido y me volvía a casa todo taciturno, envidiando con quién estuvieses.

Me alegra ver que no me equivocaba demasiado en lo que presentía y veía en ti. La parte del rechazo a los chicos y los hombres también la llegué a apreciar. Y me alegra que aún con tu auto-encierro lo vivieras feliz.

Respecto a que te tirasen los tejos yo creo que en el barrio nadie dejó de hacerlo, me río pensándolo. Pero nunca pensé que él fuese uno de ellos.

Una curiosidad, antes de cambiarnos al barrio, tu vecina del patio de enfrente, la que era de nuestra edad, con los pechos enormes, no sé si recuerdas, una vez me llegó a decir que pensaba que tú y yo estábamos juntos, por como estábamos siempre y como nos mirábamos.

Recuerdo cuando te esperaba a la vuelta de la calle para que nadie viese que habíamos quedado para dar una vuelta o para ir a jugar a baloncesto, puesto que tus padres estaban allí apostados a la fresca de la tarde con los vecinos. A ellos, tus padres, no les gustaba que estuvieses con chicos. Luego, como dices, te fuiste alejando más y más, y en tu afán de cambio, de abandono de aquel lugar, me fuiste apartando, y fui creyendo y asimilando que yo no era lo que esperabas para tu futuro, y comencé a buscar otros caminos.

Me es grato ver que perdiste algunos de tus miedos, que conseguiste salir del barrio y no tener aquella vida de bar y ama de casa contrapuesta, y que encontrases a alguien que te hiciese feliz con hijos incluidos.

Es verdad, como hemos coincidido, en la carnalidad de los chicos frente a las chicas en esa época, pero yo en el fondo era bastante infantil como tú, no quiero que esto te suene mal, pero siempre he sido un poco chica en ese sentido y, creo que es por haber estado rodeado de ellas desde mi infancia, en mi calle con la hijas del vecino del final de la calle, siempre jugando en su patio, y de las que de una de ellas, de muy pequeño me enamoré, aunque es curioso que se me haya borrado su nombre, a veces intento recordarlo y no lo consigo. Vaya, ahora mismo sí que me ha venido, pero llevaba años sin conseguirlo, qué curioso. También en la escuela, estuve casi siempre rodeado de chicas; fui el primero que hizo una clase mixta en mi colegio, y durante varios cursos no fuimos más que dos o tres chicos en mi clase. Además mi cuerpo que se desarrolló tan tarde no ayudaba a ser un machote y que perdiese esa inseguridad y vergüenza que he tenido constantemente.

Siempre la vergüenza, siempre ese sentido del ridículo que es ridículo en sí. Poco a poco me he ido desembarazando de todos estos traumas. Y con los años, aunque algo vergonzoso, soy más lanzado.

Y claro, sin duda decirte todo esto a ti en estas cartas, eso sí que ha sido una catarsis. Me alegra haberte encontrado y que hayamos vuelto a comunicarnos. Quizás mejor que en el pasado. Además haciéndolo por escrito puede que haya sido más fácil hablar y decir y sacar lo que es y está guardado.

Cuídate.

 

 

 

.     *Los protagonistas del relato, se pensaron muchas veces, pero hasta ahora no se decidieron a escribirse y traer al hoy aquello de ayer, como en la canción de El último de la fila.

«Llanto de Pasión«

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