Ella estaba enamorada, él no,- como siempre-, me dijo: -Nunca me enamoré, una vez creí que sí pero estoy convencido que aquello no era tampoco amor, como mucho enamoramiento, por llamarlo de alguna manera poco fea, era algo más sexual realmente, más visceral, más mundano que idílico, más de secreciones y erecciones que de sensibles palabras y palpitante corazón.- Eso podría ser el amor- me decía a mí mismo; el deseo desaforado de una piel, de unos labios, de una melena, de unos senos turgentes unas veces y livianos otras, de unas caderas, de un cuerpo que me hacía por unos momentos imposible ver con otro que no fuese yo, me decía; si tengo celos y deseo de exclusividad, eso será el amor. Pero luego más fríamente, por las lecturas y lo que me decían otros y otras sobre todo, eso no era amor, era solo lascivia y sexo. Creo que moriré sin saber qué es eso de enamorarse, de amar, no sé muy bien que es ese sentimiento y creo que nunca lo sabré. Lo otro sí, muchas veces he pasado por ese estado de deseo desmedido, es verdad que poco duradero, en algunos casos en el despertar, desaparecida la magia nocturna y el embrujo del alcohol, todo lo bueno de la noche estaba ausente-.
Nunca salió corriendo, incluso hubo desayunos y buenas palabras, buenos deseos de volverse a ver y teléfonos apuntados y cambiados, nunca falseó el número, aún a sabiendas que no habría otra vez, pero no se escondía, si había llamada ya vería que hacer, aunque esperaba que ella no llamase o que esperase su llamada que él no haría, y todo quedaría en nada más que un buen rato entre adultos.
Siempre fantaseó con ser un Gigoló, con anunciarse para tener sexo cobrando por ello, era la manera de tener relaciones sexuales y encima sacar dinero. Aunque lo que le movía realmente en ese imaginar era su falta de sexo en aquellos momentos de ansia sexual, con ello lo supliría, con el estar disponible para cualquier mujer, para ser un “caballero de compañía”, término que quizás ni siquiera exista, pero que él se atribuía. Se creía culto, más o menos, capaz de llevar de manera bastante digna una conversación de casi cualquier cosa; arte, literatura y política inclusive, en la ciencia flaqueaba un poco, pero no era preocupante esta laguna, no es lo más usual en una conversación cuando te llaman para terminar en la cama. La realidad es que nunca se atrevió, al principio por su falta de práctica y vergüenza al posible fracaso. No era fanfarrón en esa época y no se creía un gran amante entre las sábanas, y después cuando ya con experiencia, cuando podría hacerlo con destreza, no tuvo las “agallas” para poner en marcha su idea, ya no era necesario hacerlo para conseguir mujeres, era capaz de embelesar a muchas con facilidad, no era de belleza arrebatadora pero tenía cierto atractivo resultón. De vez en cuando le venía a la mente la posibilidad de hacerlo, en los momentos que le faltaba dinero, es cuando más recurrente se hacía la idea, pero seguían pasando los años y no se lanzaba a utilizar su cuerpo para conseguir más ingresos, aunque su trabajo no le da para mucho y le gustaría poder vivir más desahogado, no vivía mal. Durante un tiempo compaginó dos trabajos, uno en una oficina hasta el medio día, y otro por las tardes en una tienda de ropa hasta el cierre de ella, y los fines de semana en jornada completa. Era agotador y decidió dejarlo, se estaba matando para unos míseros euros más, que luego casi no tenía tiempo de disfrutar, todo el día trabajando.
La cerveza estaba casi acabada y buscábamos al camarero con la mirada para que nos trajese otras. Me pareció verle un poco inquieto, nos habíamos citado para vernos después de unos meses sin hacerlo, siempre una alegría el reencuentro. Pero esta vez yo intuía que quería contarme algo, más allá de ponernos al día de lo habitual y hablar de generalidades. Llevábamos charlando media hora. “Ella está enamorada” – me dijo, así sin esperarlo. No sabía muy bien de quién me hablaba, recordaba a una chica pelirroja muy guapa con la que le vi la última vez, pregunté si se refería a ella, y me dijo que sí.
Genial!!- le dije. La chica está cañón, – bromeé.
Y él con el rostro un poco apesadumbrado me dijo; – pero yo no, como siempre. Y además era una clienta-.
Fue cuando me enteré, que sí, que ahora sí estaba ejerciendo, lo que años atrás me había confesado entre bromas y cachondeo, como su deseo para el futuro, y yo y otros amigos celebrábamos con risotadas y diciendo que podíamos abrir una agencia entre todos; “Follar y sacar dinero, qué más se puede pedir”- era el argumento de juventud.
Al ver mi cara de estupefacción, e incredulidad, enseguida me explicó que hacía menos de dos años, y que empezó poco a poco, casualmente, sin premeditación real. Quizás por la copas de más que llevaba, una noche se ofreció a una mujer de edad algo avanzada comparada con él. Ella no le creía en su propuesta, él no tenía la apariencia que ella imaginaba a un vividor de su cuerpo, pero aceptó le pareció agradable y no rechazó su compañía, era divertido y le había caído bien, -según le dijo ella -, y sorprendentemente para él, después de varias horas charlando se lo llevó a su casa. Como la situación no la tenía pensada ni preparada, cuando ella le dijo, cuánto dinero le debía, el no supo qué pedir y salió del paso diciendo que era un servicio gratuito, como promoción, para ella y que se lo contase a sus amigas. Al salir de allí aún no se creía lo que había hecho, es más creía que esto había sido una gamberrada, que le había servido para conseguir echar un polvo, con una mujer mayor pero de muy buen ver.
Pasado un mes ella le volvió a llamar para salir a cenar y tomar unas copas, y terminaron de nuevo en su casa. Esta vez, él sí que le puso precio, 150 € y todos los gastos de la noche pagados. Lo demás, me dijo, no tenía mucha historia, al final el boca a boca, hizo que la clientela aumentase, me dijo, evitando la arrogancia, que creía que era porque estaban a gusto con él.
Ante mis palabras de pasmo y admiración y asombro, y envidia, él, con media sonrisa, me decía que no era para tanto. Le decía que era mi héroe, pero el rebajaba mi euforia, diciendo que no es tan difícil llegar a hacerlo, que en el fondo, para llevarlo a cabo lo que hay que eliminar, son los escrúpulos. Pero a su vez, él ha tomado sus medidas de protección, y no acepta cualquier encargo ni cita ni servicio, para evitarse algún mal trago que ya pasó. No todas eran mujeres de buen ver, con cuerpos y rostros bellos, con elegancia y clase, no siempre era para salir a cenar y hablar y pasar un buen rato antes del sexo, otras muchas de las citas solo eran para darles placer. Aunque lo que más le había sorprendido, es que mujeres estupendas usasen estos servicios de compañía, cuando en cualquier bar podrían encontrar una pareja para ir a la cama, o al baño o a un coche, buscar algo rápido y sin compromiso hoy en día, si ellas quieren no es tan difícil. Según pudo averiguar, aún pudiendo hacerlo, ellas preferían no perder el tiempo ni tener que aguantar a tipos de bares, que la mayoría de las veces les parecían insufribles en el trato.
Claro, cada uno se arma en su cabeza una historia y según me contaba las andanzas, me imaginaba que todas serían como la pelirroja, envidia de muchas mujeres y él para muchos hombres. Yo no entendía, aunque ya me lo había explicado, que ella hubiese llegado a él por su trabajo de Gigoló, y menos que sabiendo de ese trabajo se hubiese enamorado de él. Todo comenzó como cliente, y a veces se encontraban casualmente en lugares comunes cada uno por su cuenta y tratándose en esos casos como meros amigos, unas él trabajando y otras con amigos, nadie sabíamos de este trabajo, solía pasar que tras esos encuentros fortuitos ella recurría de nuevo a sus servicios. Fue cerrando el círculo hasta el día que le dijo que estaba enamorada de él, y que se estaba volviendo loca, que no tenía sentido, pero cada vez que lo veía con una cita, algo le revolvía por dentro, los celos no la dejaban dormir esa noche, y él no quería hacerle daño pero no compartía ese sentimiento, y necesitaba contárselo a alguien y pedir consejo y quizás buscar ayuda para entender porqué no sentía lo mismo que ella, y allí estaba yo, como amigo para las confidencias. Mirando su tristeza.
Por fin había hecho realidad ese proyecto de juventud, y yo le veía algo desilusionado, quizás este deseo de ser libre, de ser un hombre “de compañía” sin ataduras, de basar su vida en el sexo y el dinero y no en el amor, era lo que le atenazaba, era lo que le mantenía un poco taciturno, como si le faltase algo. Puede ser que en su afán de libertad no permitiese enamorarse y eso le estaba haciendo daño.
. *Nuestro disoluto hombre se inventa un mundo en el que habitar a salvo de las relaciones, como el protagonista de la canción de Bunbury, marcado por una secreta herida.
«La herida secreta«

. **NA: Publicado originalmente el 6 de Junio de 2013.Hoy recibe una segunda oportunidad.