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Archivos de etiqueta: Olvido

Duele el olvido

12 Miércoles Sep 2018

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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Etiquetas

búsqueda, Bunbury, cambios, Confesión, Música, novedad, Olvido, Pequeño cabaret ambulante, Ruptura

Ver con nuestros ojos lo que ya era evidente, ver una vez en directo el olvido, es mucho más duro, es más doloroso que las cien veces que lo hemos imaginado y recreado, desde el abandono sufrido o del por nosotros realizado y decidido. Quieres o crees que quieres, nunca es seguro lo deseado, se duda si es deseo de novedad o simple cambio por el hastío de lo hallado en nuestro camino, de lo que tenemos estamos cansados y precisamos cambios que nos incentiven el avance de otras aspiraciones diferentes, que nos impulsen a lo desconocido y que queremos conocer. La vida se nos muestra aburrida y sosa, sin alicientes, sin chispa, sin ese chisporroteo de brasas incandescentes, sin esa llama que devore situaciones y experiencias, sin el fogoso fuego del deseo. Todo nuestro entorno se nos vuelve en contra, o eso percibimos. El trabajo, el ocio, la familia, los amigos, se nos hacen una carga, bultos incómodos que nos apetece dejar a un lado. Y la pareja se nos vuelve insoportable, asfixiante, y pretendemos un espacio limpio, precisamos de una bocanada de aire, y urgimos al otro que nos deje respirar, que entienda que lo mejor es echarse a un lado, que el camino a seguir es mejor hacerlo separados, que en nuestro estado no somos buenos compañeros de viaje, que lo mejor es parar y no hacernos daño. Nos imaginamos vidas diferentes, futuros nuevos sin lo que tenemos alrededor, sin los que tenemos a nuestra vera, que nos parecen agotados, sin la energía vital que demandamos nos deben inocular, y les apartamos como baterías desechables sin carga, sin nada que aportarnos. La confusión apoderada de nosotros nos empuja, no pensamos racionalmente unas veces, y otras sí sopesamos todos los avatares habidos y por haber, aunque dudamos si es la insatisfacción la que guía las decisiones, o si el inconformismo con una vida no plena es lo que aboga a tomar resoluciones, a veces meditadas, otras espontáneas y poco estudiadas. Y somos implacables ante la demanda de motivos por parte de los otros y más si esas cuestiones nos vienen de la pareja, que no lo esperaba, no lo vio venir, y asombrada y dolida por la situación nueva, nos repudia. Y en ocasiones el llanto y la congoja, el chillido y alarido le suceden y nos lo lanza con súplica de respuestas a sus preguntas, pero otras el estado de aturdimiento lo acalla todo y el silencio se apodera del lugar y solo quedan gritos callados, mudos reproches de miradas llenas de lágrimas por brotar. En otros trances, es esperada esa ruptura por el otro y no hay reproches, solo musitados adioses, dolores por el fracaso pero con nuevos horizontes. Y otros casos aunque esperado el final, la crítica y censura por lo pasado surge, y la mirada se tinta de rabia y sin perdones, y se lanzan a la cara mil errores, mil situaciones desveladas por el odio desatado por el anhelo nuevo. Hoy, pasado el tiempo y conseguido el olvido deseado para la nueva vida que tenemos, ese olvido argumentado hacia el otro que no entendía que quisiéramos eso. Hoy duele ese olvido, siento cuan olvidado he quedado en tu vida, hoy que te vi con la risa desenfrenada y la alegría desbordada, hoy vi a otro a tu lado, al que hoy envidio por lo feliz que te vi, y aunque me aparté para no traicionarte, para que tu vida no fuese una mentira por mi caída, e hice que mi recuerdo en ti de odio pleno lo llenases, hoy me di cuenta cuanto te amé y para no llamarte me aparté. No sirve de nada haber sido el que decidió la separación, uno nunca queda preparado para verse olvidado.

 

 

 

.     * Como en el texto, Bunbury confiesa que la sigue queriendo pese al olvido por él propuesto.

“Confesión“

.     **NA: Publicado originalmente el 12 de Junio de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

La distancia hace el olvido

16 Lunes Oct 2017

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 2 comentarios

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amor, distancia, Efecto Mariposa, estío, Javier Ojeda, juventud, Música, No me crees, Olvido, Verano, Vivo en vivo

Mi juventud era menor que su juventud, pero los dos éramos muy jóvenes. El lugar de encuentro fue un cruce de caminos, alejado de donde residíamos ambos, el verano hizo el resto. En un pueblo pequeño, muy pequeño, donde todo era paz y sosiego, y el ser que yo era se reconfortaba de la existencia. Las noches eran largas, y corto el amanecer. El sol, el alcohol, la conversación y la amistad se entrecruzaban cada día para compartir la vida que se nos ofrecía nueva y amplia cada mañana, y se hacía vieja y angosta cada atardecer cuando el paso de cada jornada se extinguía y el crepúsculo traía la oscuridad, y la diversión nocturna se alargaba incesante. Unos y otros queríamos aprovechar y saborear cada instante; el verano es esa estación del desenfreno de los sentidos, de la inhibición interna superada, estamos eufóricos, las ganas de vivir se nos agolpan dentro del cuerpo y necesitamos sacarlas, nos hace daño tanta efervescencia contenida, el estómago se nos encoge, nos vuelan mariposas por él, en la garganta la congoja por la dicha nos ahoga, y en los ojos nos aparece un brillo de lágrimas contenidas, que sin querer nos afloran y nos empujan a buscar acomodo distanciado de los demás para calmar tantas sensaciones incontroladas e incontrolables. La vida nos supura por todas partes, somos felices o creemos que lo somos, y todo lo bello nos parece más bello, el campo, el cielo, las puestas de sol, todo nos transmite deseos de compartir y querer que otros disfruten lo que nosotros percibimos, y la necesidad de amar se nos antoja misión principal. En este estado de excitación mental y de todo el cuerpo, podríamos llegar a decir del alma, la conocí. Quizás fuese este el motivo del enamoramiento, esa predisposición física y espiritual unida sin duda a la juventud. Cuando somos jóvenes sólo nos importa el ahora y queremos abordar el día a día como si ya no importase el mañana, como si lo que deba venir no interese, puesto que no está aquí, y lo que está es lo que interesa y debemos aprovechar. Y estando en ese estado, su belleza me pareció más atractiva, su dulzura y timidez me fueron ganando poco a poco, y las noches de verano mirando el cielo, tumbados, viendo las estrellas en la más absoluta oscuridad, disfrutando la lluvia sideral, ese espectáculo natural bellísimo, hizo que se consumase esa atracción mutua. Alguna de esas estrellas nos cayó encima como meteorito, incendiando nuestros cuerpos, y las bocas se buscaron en lo oscuro, y se encontraron ansiosas una de la otra y los besos se hicieron largos y pausados a veces y voraces otras, y nuestras manos lujuriosas en busca de los cuerpos incandescentes no se cansaban de explorar y acariciar y sentir la piel que se erizaba por el escalofrío del placer y por el frío de la noche que ya era madrugada, y así una y otra vez, alargando ese verano que no queríamos cesase, que hubiésemos detenido como única estación, pero el tiempo nos quitó la razón y avanzó y avanzó hasta que Septiembre se nos presentó inquisidor despertándonos de aquel ensueño, de un estío de placeres y delirios, de despedidas aplazadas apurando cada instante juntos, sabiendo que nos quedaba poco tiempo y que cada minuto era ganado a un futuro incierto.

Luego vinieron las cartas en la lejanía, primero muy seguidas, contando las andanzas nuevas y la añoranza de lo pasado, del verano, de los besos y las manos, de los ojos y las sonrisas, de las palabras dichas y guardadas en la memoria para saborearlas en el silencio y la ausencia. Después las cartas cada vez en intervalos más amplios y espaciados, fueron enfriándose y quedando en descripciones simples y áridas, sin la floración del recuerdo. Y la distancia iba asesinando lo que tuvimos, y el día que me trasladé para visitarla, – en aquella ciudad que ya conocía y que era una de mis favoritas -, ella no apareció, había salido en otra dirección aún sabiendo que probablemente iría, y se consumó lo que intuía, el dolor que me afligía en la lejanía, lo que yo no quería saber pero sabía se me presentó con crudeza, y me marché de la ciudad sin poder verla aquel día. Siguieron llegando las cartas, pero ya no las sentía y las mías se fueron haciendo más frías. Sus fotos enviadas no despertaban la pasión que me trasmitían aquellos ojos brillantes en la oscuridad, bajo las estrellas, esos ojos que me parecían como aquellas. Y pasó lo inexorable, como pacto tácito, sin decirlo. El recuerdo se quedó en eso, sólo recuerdo querido y mimado durante un tiempo y luego guardado aunque nunca olvidado, pese a que la distancia hizo el olvido.

 

 

 

.     *Efecto Mariposa acompañados de Javier Ojeda, nos cantan que aunque la persona amada nos despierte todo nuestro amor, la distancia hará perecer ese amor…

“No me crees“

.     **NA: Publicado originalmente el 16 Marzo de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad, con leves cambios.

Ahogado en alcohol

01 Miércoles Jun 2016

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 9 comentarios

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Bares, Clavado en un bar, La copa rota, Los Rodríguez, Maná, Música, Olvido

Estoy en un bar que se convierte en el refugio del desamor, del fracaso sentimental. El alcohol me nubla la mente, me cataliza esas lágrimas que nos cuesta tanto que florezcan cuando nuestro estado anímico se mueve entre el amor y el odio, entre la incomprensión y la incredulidad.
El abandono sea deseado, provocado o sufrido nos lleva a la desesperación y toda la melancolía nos aborda de golpe, nos flagelamos con los recuerdos que nos ahogan, que nos hacen un nudo en la garganta que no nos deja gritar, nos sumimos en un letargo, en una levitación de la conciencia sobre lo que nos rodea, perdemos el equilibrio mental y corporal y caemos en un estado físico decrépito. Estoy en el bar apoyando la cabeza sobre la mesa, me quiero levantar y no puedo, solo veo un fondo borroso y nublado, la bebida y el líquido salado de mis ojos no me dejan ver el futuro que me espera, o mejor dicho sí que lo dejan ver, pero distorsionado, herrumbroso sin tu brújula que a tan buenos lugares me llevaron, que enderezaron un rumbo que llevaba derroteros peligrosos y ahora vuelven a encontrar escollos que sin duda no sé si sabré bordear. Me levanto como puedo y tambaleante salgo y no sé como llego a casa, caigo en una cama que me recibe fría sin ti, ¿qué pasó? me pregunto, qué errores nos hicieron odiarnos hasta no aguantarnos, hasta no poder ser amigos, hasta desear el olvido.

 

 

.     *Hoy acompañan al texto canciones de Maná y Los Rodríguez, lamentos sentimentales en bares donde nos refugiamos para pasar el trance empapados en alcohol.

“Clavado en un bar”                        “La copa rota”

 

 

.     **NA: Publicado originalmente el 19 de Enero de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

La vida está llena de afectos y desafectos.

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