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desafectos

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Archivos de etiqueta: Christina Rosenvinge

Hiere y arruina, la palabra

15 miércoles Abr 2020

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 34 comentarios

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Al fin sola al fin loca, Christina Rosenvinge, desafecto, desamor, desencuentro, Enfado, Flores raras, loca, locura, Música, palabras, Ruptura, Sola

¿Puede una palabra arruinarlo todo? ¿Una frase puede arruinar un pasado común y un futuro posible que ya no será? ¿Puede un momento de ofuscación desbaratar lo común? ¿Puede deshacerse el lazo por una palabra que resulta ofensiva y dolorosa? ¿Puede para alguien doler tanto un vocablo, a priori inocuo y sólo descriptivo sobre un acto para el que lo verbaliza? Puede.

La voz no ahogada, a veces ahoga. Lo dicho como defensa o purga en un enredo o discusión o enfado, pero sin intención de ser arma arrojadiza se transforma en dardo o daga que hiere y saja. La palabra que no parecía en exceso grave se convierte para el otro en un exceso y hace yaga incurable y comienza su desangre a borbotones, licuando el amor hasta ese momento habido por ser insoportable e inasumible el insulto que ha sentido recibir. Y duele más ese sonido expelido por el amante que un bofetón, mucho más, duele como si lo más grave hubiese sido dicho, como si lo más deshonroso hubiese sido puesto en boca del amado, que ya no puede entenderse como tal; y el –perdón- y la disculpa no bastan cuando el puñal en forma de palabra ha entrado tan hondo que corta la respiración.

Nunca se sabe bien del todo con que carga emocional está lleno el vocabulario que guarda y atesora cada uno; las palabras son palabras pero cada uno las hincha y moldea con unos matices que las transforman y dan vigores e importancias no compartidos y no comunes. No hablo de palabras gruesas y cargadas de acritud que por sí solas denotan insulto y humillación o agravio y ofensa entendidas por todos por igual. Hablo de palabras menos agresivas o al menos dichas sin el ánimo de provocación y más como descripción ante el acto imprudente. Pero lo escuchado en un momento crítico puede cegar el entendimiento de tal manera que ante lo oído se rompa todo y no quede nada. Una palabra, seguida de una corta frase desliza el final de manera abrupta.

– Loca. Estás loca.

Y seguido, como una exhalación surge la respuesta tajante de ruptura, y el silencio, largo silencio, denso silencio, tenso silencio por horas. Después, los días compartidos en los que continúa el silencio y el trato formal de los que cohabitan pero cargado de duelo, con deseo de fin y olvido. Insostenible lo cotidiano en una atmósfera colmada de ultraje que si se alarga se emponzoña más, caldo perfecto para el rencor cuando ya nada queda para ella, salvo un adiós con miradas huidizas.

Como siempre hizo con sus decisiones no hubo cambio de opinión, no reculó, no dio un paso atrás después de la reflexión y el pensamiento en frío. No aceptó la disculpa ni apartó su enfado, se dejó llevar hasta el final por lo que entendía como dolorosa afrenta. La rabia y el dolor tensan el rostro y la mirada queda brillante, apartando los restos del naufragio para evitar la posible salvación.

Uno se pregunta qué fantasmas recorrieron sus estancias, qué miedos cargaron la palabra que la hizo tan pesada, que vivencias afloraron con esa palabra temida y odiada, qué pasado hubo cercano o lejano que infirió a ese estado como lo peor con lo que a uno se le puede designar, o si hubo sangre de su sangre o sangre cercana realmente marcada por ese adjetivo común que deja de serlo para convertirse en un epíteto tan ominoso que lleva a un acto, ahora sin duda, cargado de cierta locura, de pérdida de la razón, un acto visceral, nada meditado que acaba con todo.

 

.

.

.     *Quizá sin saberlo su destino era arruinar lo común para terminar al fin sola, al fin loca, como canta Christina Rosenvinge.

«Al fin sola, al fin loca«

Christina Rosenvinge - flores raras

.     ** Publicado originalmente 23 de Octubre de 2015. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Miedo

07 martes Abr 2020

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

≈ 6 comentarios

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angustia, Cerrado, Christina Rosenvinge, descansar, dormir, higuera, infancia, llanto, Música, mente, miedo, viento

Miedo.

Viento mueves la higuera,

higuera rozas la teja.

Miedo.

Angustia de lo incierto,

duda infante

que acechas susurrante,

golpeando una y otra vez.

 

Ni siquiera lloro,

qué monstruo soy,

¿o seco estoy?

 

El llanto va por dentro,

y sin una gota me encuentro.

La mente no puede más,

emboscada en este infierno,

patio interno.

Huid de mi lado,

vagad por otros tejados.

Fuera el miedo,

descansar y dormir quiero.

 

 

 

.     *Christina Rosenvinge quiere en su canción que la dejen en paz los demonios que la acechan, como en el poema lo quiere nuestro protagonista.

«Cerrado«

.     ** Publicado originalmente 5 de Noviembre de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Al dictado de tu boca. Encuentro para la perdición (3ª parte)

07 sábado Sep 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 22 comentarios

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amor, Christina Rosenvinge, deseo, desnudez, juventud, lascivia, madurez, Música, Perdición, Provocación, sexo, Tu boca, Tu labio superior

Contigo siempre me muevo, -nos movemos-, al son de tus labios, al son de tu boca. Si el beso es apremiante y agitado las manos se nos vuelven veloces y presurosas, y los cuerpos van detrás rudos y bruscos, despezándose con cierta violencia, pero si el beso es lento y sosegado, el resto del cuerpo se contagia de esa cadencia y las manos se nos vuelven suaves plumas acariciadoras que se toman su tiempo para saber y explorar el cuerpo del otro, y ellos, los cuerpos, se amoldan con delicados movimientos. Todos los actos se acomodan al dictado de las bocas, y tu boca me dicta lo que deseas en cada momento, unas veces me guías por la desbocada locura y otras por el cuerdo actuar, tu boca es mi perdición, hasta que ella no me da paso no sé cómo obrar, ella manda y yo obedezco. Tus ojos me dicen que avance y que me lance, pero es tú boca la que después toma el mando y me para y me voltea y me dice así o asá, o me incita; ¡vamos!, o por el contrario; basta de lamernos es hora de regresar. El cuerpo quiere participar, e ir todo él detrás de la lengua, meterse en tú boca que ya no es boca es toda tu carnalidad. Carnalidad que se hace insoportable al verte con esos vaqueros que te quedan tan bien, ajustando toda tu figura, marcando un culo perfecto y unos muslos que parecen más contundentes por las apreturas de la tela de lo que son en realidad, y no puedo dejar de mirar cuando, sabedora de ello, te giras delante de mí al llegar a mí encuentro, en un bar o en una estación de metro o en la misma calle, no pudiendo dejar de pensar cuánto me gustaría que estuviesen a mi alcance ya mismo en otro lugar más íntimo. Y a veces, cuando ha sido posible llevarlo a efecto pronto, ese deseo y esa calentura siguen al recordarlo después, cuando ya no estás, cuando me has abandonado, y sigo colgado de tu figura y de tus labios, de toda tu boca; que es jugo que es agua que es vida y que me hunde un poco más en la perdición. Y ese ardor persiste más aún al pensarte en el inicio loco, no hace tanto tiempo, con ese cuerpo de nívea ondina de desfachatez atroz en la semioscuridad de mi habitación, tumbada en clandestinidad primero, o tocando el órgano bañada de iridiscencia con mi consentimiento, después. Siempre pareciste maestra aun con tu juventud, mucho más diestra e implacable en esos lances que yo en toda mi madurez.

 

 

 

.     *Tu boca es mi perdición canta Christina Rosenvinge, como le pasa a nuestro protagonista con su joven y ardorosa amante.

«Tu boca«

Christina Rosenvinge - tu-labio-superior

 

**NA: Por si quieres saber de donde proviene la perdición:

– Encuentro para la perdición

– Encuentro para la perdición (2ª parte)

.     **NA: Publicado originalmente el 9 de Marzo de 2015. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Regalando palabras (5ª parte)

12 lunes Ago 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 30 comentarios

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afecto, Alguien que cuide de mí, Amistad, amor, angustia, aprecio, cena, Christina Rosenvinge, compañerismo, desafecto, desvelo, dudas, Fiesta, frase, Música, miedos, nervios, noche, nota, notas, palabras, pena, Que me parta un rayo, sentimientos, tristeza

Ya no ha vuelto a dejar la nota en el cajón, ya la lleva siempre consigo, metida en la cartera cerca del corazón. Después de aquel primer impulso de dejarla y olvidarla, ha pasado a no desprenderse de ella. Al releerla días después de sacarla del cajón, contempló también la idea de tirarla, pero no se atrevió. No era supersticioso, pero deshacerse de ella le creó desazón y miedo al “mal fario”, lo vio como un desplante, un mal gesto ante un piropo hecho con delicadeza. Pensó que por respeto a quién se ha molestado en decirle y hacerle llegar unas palabras tan deliciosas no debería destruirlo, al menos hasta saber de quién provenía y que intenciones había tras esa misiva.

Ha pasado una semana desde el día del descubrimiento, y no ha vuelto a recibir nada. Un poco infantil se deja llevar por la fantasía y el deseo de que fuese ella, su vecina del tercero, la que sonríe tan luminosa. Es absurdo ese pensamiento, ella está casada, pero en su imaginar sucede que en el ascensor no puede evitar decirle a la cara lo que en la nota pone. Se lo quita enseguida de la cabeza. Cada día se siente más estúpido, quizás no debería darle más importancia al asunto, dejarlo estar. De buscar una razón para esta situación está agotado. Desde que la lleva encima, la saca en el transporte público y la lleva en la mano durante el trayecto para que se vea bien, como un señuelo, intentando atraer al depredador culpable de este estado de incertidumbre, observa los gestos para ver si alguien se delata al ver la nota. Pero en estos días no ha pasado nada reseñable. Vuelve a pensar que igual que él nunca dejaba dos notas a la misma persona, puede que su “regalador de palabras” sea igual. Y tras la primera él ya haya pasado a segundo plano, y ni siquiera reparará en él otra vez.

Durante esta semana los compañeros de trabajo, han ido organizando una cena, él ha sido invitado, pero con la desazón de estos días había mostrado su intención de no ir a algunas de las personas que le preguntaron si se apuntaba. Lo sorprendente ha sido encontrarse el Post-it en la pantalla del ordenador que le decía; “No te olvides de la fiesta, no vayas a faltar”. Está escrita a mano y con letra de imprenta, y sin firmar. Le ha sorprendido esa anotación, puesto que se le hace raro esa insistencia en que vaya, nunca se le había mostrado tanto interés en su asistencia cuando en alguna otra ocasión se ha borrado de una celebración por parte de sus compañeros, ya fuese un cumpleaños, la despedida de alguno de los miembros de la plantilla por marcharse a otra empresa o la jubilación de algún otro o últimamente más por despidos. La ha analizado, para averiguar si la grafía era similar a aquella otra que lleva en la cartera, pero al no estar escrita de la misma manera no adivina si puede ser la misma mano la que plasmó en uno y otro papel aquellos mensajes.

Le da vueltas sobre quién podría ser en este caso la persona que dejó la nota que lo conminaba a no dejar de ir a la cena que se estaba programando para dentro de una semana, como primera fecha más posible, pero no consigue hacerse una idea clara, sigue habiendo pocas candidatas, cuatro.

Quizás fuese Helena, la chica de administración, puede que de las cuatro la más guapa, aquélla que le dijo una frase que le gustó durante una conversación que le resultó muy amena e interesante en una fiesta, animados ya por las copas, y divagando sobre sentimientos, amistad, compañerismo, relaciones y el aprecio.

Ella dijo: “El aprecio son los despojos del amor marchito”. Y recapacitando sobre ello le dijo que tenía razón, que solo vivimos y nos alimentamos de despojos… esencialmente no queda otra cosa, pero nos alimenta para poder seguir.

¡Cómo no había pensado firmemente antes que podría ser ella la de la nota!, no ya la de la nota en el ordenador, si no la amorosa. Aunque quizás esta otra en la pantalla también lo sea, puesto que esa insistencia puede dejar ver el miedo a que un amor escape, que un plan preparado para ese día se frustre por la no asistencia, y se haya decidido a jugársela poniendo en peligro su proyecto, arriesgándose a ser descubierta al adelantar y mostrar las cartas por miedo a un posible fracaso. Si alguien es capaz de hacer esa reflexión tan bella y dolorosa a la vez, podría ser capaz de aquella frase que llevaba pegada al corazón.

En aquella conversación recuerda que ella hablaba de la necesidad que tenemos de sentir a otros, que cuiden de nosotros de cerca, que nos acunen cuando no podemos dormir, que nos arrullen y nos hablen susurrantes en el desvelo, y que eso lo creemos encontrar en el amor, pero ese amor o estado de enamoramiento dura poco o muchas de las veces enseguida queda marchito y sobrevive solo ese otro sentimiento que es el aprecio, y a él le vino a la cabeza, sin mucho sentido, ese dicho que decía su madre “No hay mayor desprecio, que no hacer aprecio”. El aprecio al final es el sustento de las relaciones, siguió contando ella. Siempre queremos que alguien nos aprecie, y nos refuerce y cuando estamos flojos nos levante el ánimo y nos diga cuanto valemos y que a su vez nos necesite y nos pida caricia, mimo y consuelo en sus momentos bajos. Él en ese momento estuvo de acuerdo, pero hasta ahora no lo pensó con tanta fuerza, sintiendo que era una gran verdad. Esa nota le había abierto una herida que necesitaba que alguien cuidase y curase. Siempre quiso la soledad, siempre apostó por la independencia, y ahora sentía el frío de esa elección. Puede que no necesitase un gran amor, puede que necesitase sólo a alguien que le apreciase y quisiera estar junto a él.

Pero claro, recordando todo esto también le entran dudas, mirándolo fríamente, alguien que piensa tan desabridamente del amor, y lo carga de tanta lógica y “terrenabilidad”, cómo iba a estar involucrada en este juego, que más parece de alguien romántico y enamoradizo.

 

 

 

.      *Todos queremos que alguien cuide de nosotros como nos canta Christina Rosenvinge, y como también desearía nuestro protagonista.

** NA: A Elena, por su frase reveladora en aquel comentario.

«Alguien que cuide de mí«

Cheristina Rosenvinge - que me parta un rayo

.     **NA: Publicado originalmente el 16 de Julio de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

En la ducha

23 martes Jul 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 12 comentarios

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amor, Aute, Christina Rosenvinge, ducha, erotismo, fantasía, fisgar, imaginación, intemperie, La bien querida, Música, Nacho Vegas, pareja, Quiéreme, ropa interior, Sílvia Comes, sexo, Shinoflow, Sidonie, Soledad, tristeza, ventanas

La veo en braguitas blancas, ahora ya no está. Braguitas blancas y camiseta también blanca, pero se fue de mi vista. Continúo mirando, observo desde la ventana, la persiana, mi persiana no me deja ver con nitidez. Vuelve a aparecer, es un blanco inmaculado que se ve muy bien, incluso muy brillante diría; coge algo y desaparece de nuevo. Sigo impasible con la vista al frente, en leve penumbra. No me impaciento, un minuto, dos, y un tercero pasan; y sigue sin volver a aparecer por delante de la ventana. Ahora sí me desespero, quiero que entre en mi campo visual de nuevo, deseo que suceda algo. Intento imaginar qué hace en otra parte de la habitación, creo que está en el baño, pero no lo sé con certeza. Quizás se esté dando un baño o una ducha relajante con toda el agua cayendo por su cabeza y su cuerpo, bajo un chorro de los llamados “lluvia”, que ahora se estilan. Y dejo volar mi imaginación y veo caer esa agua por sus cabellos y sus hombros y más, bajando y cayendo hacia sus pechos, pechos que creo que deben ser turgentes, antes vislumbré bajo aquella camiseta blanca esa posibilidad.

Él tampoco está al alcance de mi vista, a él también le vi con ropa interior, unos boxes ajustados y el torso desnudo. Pasó por delante de la ventana un par de veces, también asió algo y ya no le he vuelto a ver. Ahora aparece un momento, pero ha sido brevísimo, ya no está, se marchó hacia la parte a la que ella se desplazó. Me dejo llevar otra vez por las posibilidades que se estén dando en aquel lugar, al margen de lo que veo. Llevo aquí plantado bastante rato, y no hay novedades, sigo mirando al frente, al interior de esa ventana que me brinda la posibilidad de ver su interior por la luz encendida, ya es de noche.

Son más o menos jóvenes, en torno a los treinta y tantos, pudiera ser que cercanos a los cuarenta. Al verles ya a medio desnudar, y no siendo una hora avanzada de la tarde-noche pensé que quizás iban a tener sexo, y yo podría estar invitado a verlo si no cerraban el cortinaje de la ventana. Por eso me he quedado en el balcón frente a aquella ventana que se me muestra como una pantalla de cine. La pantalla de una sala X, lugar que nunca he visitado, lo más que he visto de cine “porno” ha sido algunas imágenes de películas en vídeo, nunca una película al completo, algunas escenas en Internet, sí que también he visto, a veces son estimulantes.

Están tardando en aparecer los dos. Si se hubiesen duchado por turnos, uno de los dos ya habría salido hacia la habitación y le hubiese visto pasar por delante de la ventana. Imagino que se están duchando juntos, que ella entró antes bajo el chorro de agua y él se demoro unos segundos, lo justo para que ella ya tuviese todo el cabello y el cuerpo mojado, cuando él se ha dispuesto a acompañarla. Ella no fue al baño con la intención de ducharse juntos y ni siquiera él, pero al verla tan atractiva toda mojada, decidió entrar para hacerlo junto a ella.

Ella se sorprende un poco, pero enseguida se sonríe y se echa a un lado para hacerle hueco, el espacio no es estrecho pero tampoco de gran dimensión. Le da un beso en el cuello y ella se estremece levemente, le ha empezado a tocar los pechos, los tiene suaves, tersos y deslizantes por el agua, a él le encanta sentir esa sensación en el tacto de sus manos, y al pasar los dedos por los pezones ha notado como estos se han endurecido. Se pone detrás de ella, a su espalda, y rodeando con sus brazos todo su cuerpo la sigue tocando los pechos, la aproxima hacia él, y ella ya siente el pene de él bastante erecto rozándole las nalgas. Ella, traviesa, mueve su culo por la zona genital de él, y la erección termina por ascender vertiginosa, tanto que ya ella nota sus testículos sobre su culo y el pene deslizarse apoyado verticalmente por el inicio de su espalda. Ella busca a tientas con su mano hacia atrás, y nota la verga dura de él. La agarra y la masajea con suave fruición. El agua sigue cayendo ya sobre los dos, como si estuviesen bajo la lluvia en algún callejón, al que han tenido que apartarse para poder aliviar la calentura que traían por la calle, como en aquellas imágenes de “Nueve semanas y media”. Ella siente gran calor en la entrepierna, ya toda húmeda de sus secreciones por la excitación. Sigue con el miembro viril bien agarrado. Él deja una de las manos en el pecho izquierdo y con la otra, deslizándola suave y lentamente por toda la tripa y el vientre hasta el vello púbico recortado graciosamente, por el que él pasa rápidamente en busca del ansiado clítoris que presiona con su dedo corazón. Ella da un leve respingo al sentir esa presión, y enseguida abre un poco las piernas y baja el falo para que encuentre sitio entre las piernas. Él entiende lo que ella quiere, que es lo mismo que él. Ella se pone un poco de puntillas para que el pueda encontrar la manera de penetrarla desde esa postura posterior, y con facilidad consigue que entre en su vagina, él lo hace con delicadeza pero no evitando que ella sienta la dureza del miembro abrirse paso por las cavidades del placer. Da un nimio gemido, y entonces él comienza a follarla con ímpetu, ella se dobla un poco hacia adelante apoyando sus manos en la pared, y siente como él sigue con ritmo entrando y saliendo, ahora parando y moviendo circularmente para que perciba en todas las partes de su interior el pene, y ya con tal excitación, ambos están a punto de correrse , y con los últimos movimientos acompasados él ya no aguanta más y se viene dentro de ella, apretando toda su pelvis contra el cuerpo de la pareja y a la vez la mujer se está corriendo, y aprieta sus nalgas contra las caderas de él, para sentir bien el falo dentro, que ya comienza a estar sin esa tensión de hace unos segundos cuando el placer venidero le mantenía duro y vibrante. Él queda abrazado sobre la espalda de ella jadeante, y ella coge resuello saboreando este instante de placer.

Se abrazan y besan con gran amor. Y comienzan a ducharse.

Ahora les veo aparecer frente a la ventana, ambos con albornoz y sonrientes, sin duda lo han pasado bien, parecen felices. Y esa imagen me hace daño, la tristeza me embarga, otra vez me siento solo. Cada vez que allí, enfrente, veo las parejas de las que no consigo formar parte, de las que en otro tiempo huía y ahora anhelo, me ataca este malestar. Me veo como ese amante de madera que he sido, sin sentimientos, como un tarugo insensible, que no da afecto ni deja que se lo den, pero que en la soledad, frente a esas vistas y esas ausencias añoro y pido que me quieran.

 

 

 

.     *Luis Eduardo Aute acompañado de varios cantantes jóvenes como Christina Rosenvinge, Nacho Vegas, La Bien Querida, Shinoflow, Marc Ros (Sidonie) y Sílvia Comesnos, cantan esta petición y deseo de ser querido como el protagonista del relato quisiera para sí.

«Quiéreme«

.     **NA: Publicado originalmente el 17 de Octubre de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad

 

Destemplado cuerpo

22 miércoles May 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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abrazar, abrazos, Adiós, amanecer, aroma, calor, casa, Christina Rosenvinge, destemplado, Frío, invernal, jersey, Lágrimas, llanto, Música, Nadie como tú, nostalgia, olor, Ruptura, Traición, Tu labio superior

Ya son muchas las mañanas en las que se repite ese estado anímico, desde aquella primera vez en la que lo sentí así. Cada mañana aparece el recuerdo de su calor, y la cama se hace fría. Las mañanas son gélidas sin un cuerpo que te temple. Ese cuerpo, que furtivo se escabulló de entre las sábanas, dejando un aroma que no se evapora en el aire, que ha quedado impregnado, no ya en las sábanas si no en todo el cuarto, las paredes no consiguen librarse de él. Y cada amanecer ese olor me arrebata los sentidos y caigo otra vez, en el no olvido, aunque lucho cada día por librarme de él y olvidar.

La casa, es pequeña pero se me hace gigante, de pasillos infinitos y estancias enormes. Y no quiero salir de la cama para no perderme por el piso en busca del ser que ya no está, en busca del que dijo sentirse desertor cuando propuso un adiós. Y giro el cuerpo y la cabeza y pongo la cara apretada contra la almohada. La nariz y la boca oprimidas por el peso, sienten la ausencia de aire que respirar y quisiera sentir esa asfixia hasta el final, pero no me atrevo a seguir. Y creo percibir su perfume aún en ella, como si no hubiese pasado ya mucho tiempo sin recibir su cabeza para darle descanso, como si en todo este tiempo ese cabezal no hubiese sido cambiado y lavado, aunque hubo tentaciones de no hacerlo para salvaguardar esa esencia que hoy se vuelve dañina al fantasear que aún está y se aspira. Me doy media vuelta y miro la pared, la silla, el armario. Quizás ahí dentro esté la solución momentánea a esta sensación de tristeza azul, de frescor de auroras invernales que dejan el cuerpo yerto, esperando entrar en calor con el abrazo del amado.

Allí tengo su jersey, ese jersey que le cogí para sentir los abrazos que ya casi no me daba e intuía que no me daría más, y que hace que me acurruque por aquí y por allá de vez en cuando, en los momentos que ya no puedo más con la soledad y la ausencia, los días en los que deambular por la casa que ya no pisará, y por la que paseo y paseo como si de un palacio se tratase, dando pasos y más pasos, recorriendo una y otra vez las mismas habitaciones y el mismo salón, una y otra vez, como si en algún momento fuese a encontrar a quién bien sé que no hallaré. Volvió con su familia, que es lo normal, – me repito-,  que supiese que no iba a prosperar no hace que me deje de odiar, por estúpida, por creer que lo podía cambiar. Y en esas ocasiones en las que me pongo el jersey y me abrazo para sentirle, y cierro los ojos, y su perfume, el que su cuerpo dejó en el tejido que aproximo a mi cara y rozo con suavidad, y son mi nariz y mi olfato los que quieren recuperar para mis adentros aquel resto de él tan leve y efímero y falso. Y acurrucada en un rincón, la angustia y las lágrimas caen y se deslizan lentamente por la mejilla para precipitarse sobre su jersey, ese que ahora le sustituye, y me rasga el alma. Y cada mañana tengo el deseo de sentir sus abrazos y hundir mi cabeza en su jersey y dejarme llevar al tiempo pretérito, al de las promesas, sabedores de la imposibilidad de cumplirlas pero aún así dichas y lanzadas y refrendadas con actos que las hiciesen creíbles y venideras en un futuro, que hoy ya no existe. Solo existe el frío de la soledad no querida, no buscada. Y la mañana se vuelve el peor momento del día y el deseo de acabar por siempre lo empaña todo, y cuesta levantarse sin esa necesidad del llanto, de la triste mueca frente al espejo, y bajo la ducha las lágrimas que me bañan un mañana sí y otro también. Y debería partir y cambiar y huir y empezar, y sé lo que tendría que hacer pero el cuerpo destemplado no ayuda a viajar.

Miro el armario, la distancia hasta la cama se me hace tan larga que me da miedo levantarme, y congelarme por el camino antes de encontrar allá adentro, la fibra que me traiga su calor. Quisiera despedirme de él, tirar su jersey y dejarle atrás, pero no puedo, me cuesta tanto que cuando lo intento me puede la imagen de los buenos ratos y los buenos tiempos, me olvido de la afrenta por la renuncia a seguir, a avanzar juntos. Olvido que la ausencia es para siempre, y su regreso al hogar del que me dijo que escapó para conmigo encontrarse está consumado. Con este frío interior, busco calor, y solo encuentro dentro de mí su abrazo, para hacerme creer que con ese recuerdo no me hielo. Y no añoro sus ojos, ni sus besos, ni sus palabras, sino sus brazos que abrigaban mi desasosiego, que me daban el cariño que hoy ya no siento. La nostalgia de los días anteriores al abandono, cuando no había traición ni engaño, me acomoda cada amanecer un estado de embriaguez, que me tumba y aplasta, que evita la posibilidad de iniciar el día con ánimo renovado de vida, y aunque ya ha pasado tiempo, es ayer siempre para mí y me deja destemplado el cuerpo.

 

 

 

 

.     *Las mañanas de Christina Rosenvinge se convierten en duros amaneceres por el recuerdo de una dolorosa ruptura, igual que la protagonista del texto, con ese frío que no se puede sacar de adentro.

«Nadie como tú«

.     **NA: Publicado originalmente el 17 de Agosto de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Perdido

08 miércoles May 2019

Posted by albertodieguez in Música, Reflexiones

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abandonado, animal, caza, Christina Rosenvinge, daño, decepción, encuentro, herida, herido, Música, Me he perdido, Nacho Vegas, Soledad, Solo, Verano fatal

– No te fíes de un animal herido – me dijiste cuando nos encontramos por el camino. Te vi como presa fácil, yo iba de caza y tú venías dañada. Resultó que me quisiste arañar nada más contactar y tuve que dar un paso atrás. Lo intenté por otro sitio, me acerqué con sigilo queriendo descubrir qué te sucedió en este periplo. Venías de un infierno, y se te notaba en todos los huesos, tu tez pálida me decía que habías perdido las ganas de vida, tus ojeras denotaban las lágrimas derramadas en estos días que no fueron los felices que te prometían. No me querías dar detalles, a quién iba a importarle tu vida dolorosa con quién dijo que te amaba, y transformó todo en un delirio que te humillaba. Procuré apartarte del parapeto que utilizabas para que no te atacaran, pero fue imposible, no te dejabas, y yo cada vez más me interesaba.

Dejé pasar unos días para olvidar que ahora te conocía, pero cada vez que te pensaba, por la ventana se reflejaba el sol que me recordaba el brillo de tu mirada. Te resististe en un principio, pero tras encontrarnos en otro garito, me diste la oportunidad de llamarte cuando por insistencia te decía; “desde que te he conocido me he perdido”. Tú sonreíste pensando que mentía, como tantos hombres, pero yo sin quererlo te decía lo que no quería decir. Me tenías hipnotizado, con tu tristeza que se rompía con la sonrisa desencantada, pensando que otra vez te acorralaban. El pelo en larga melena me hacía perder la cabeza. Seguimos el ritual de palabras, miradas y risas algo amargadas. Luego sin poder evitarlo, se me fueron mis manos en busca de tus manos y tú las apartaste, no fuese a hacerte daño. Yo pedí perdón, por querer acariciar tus heridas. Tú me dijiste que aún no estabas preparada, que te lo habías prohibido, que diese media vuelta y saliese al camino en busca de otra presa, que tú herida no eras un animal de fiar. Pero yo ya estaba perdido, y lo único que pude decirte es que me matases en tu defensa si ya no te era necesario, pero que no podía dejar de intentarlo. Te levantaste y te fuiste de mi lado, diciendo; “Ahí te quedas ya nos veremos”.

No te fiabas del calor que te mostraban mis manos. El invierno es frío y el calor a veces hace daño, cuando no estamos acostumbrados. Recibirlo después de largo tiempo ausente se nos hace doloroso. Sentirlo en la piel que creíamos había quedado insensible. Y cuando venimos acompañados del odio, es complicado cambiarlo por otro sentimiento que no creamos falso. Intentar limpiar los escombros que somos y desnudarnos, no ya de ropa si no de intenciones, para mostrarnos tal cual, y poder desnudar al otro en igualdad de condiciones y que no nos vea como amenaza. Y más tarde, me diste una oportunidad pero diciéndome,  – déjame llevar, si quieres que lo intentemos no es así como debemos –. Y yo me dejé llevar. Cómo lo iba a evitar, si desde hacía tiempo estaba perdido. Aunque me advertiste: No te fíes de un animal herido. No te fíes de un animal herido. No te hice caso, y después de curar tus heridas, hoy estoy aquí, solo y consumido.

 

 

 

.     *Nacho Vegas y Christina Rosenvinge nos cantan su encuentro, inspirador de este texto.

«Me he perdido«

.     **NA: Publicado originalmente el 31 de Julio de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Mal verano

13 miércoles Feb 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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amor, calor, Christina Rosenvinge, desengaño, deseo, Música, Nacho Vegas, reencuentro, Verano, Verano fatal

Te vi al llegar y ya no pude evitar la sensación de que mi elección no iba a ser lo mejor ni lo más normal, el verano caluroso me hizo mal, trastornó sin duda mi identidad, si no, cómo se me fue a ocurrir pensar en ti, soñar despierto que tú bajando por aquella calle serías mi futuro angelical. Y al final como después intuí eres futuro infernal. La piel morena recién estrenada me impactó en la mirada, la piel dorada reflejaba la vitalidad que tu cuerpo destilaba, y cómo no me iba a prendar de esos andares que giraban la vista de todos y todas que se cruzaban en tu caminar. Bajabas por el empedrado que parecía alisarse a tu paso, tu esbeltez se cimbreaba en cada zancada. Segura, y con la sonrisa resplandeciente ibas encandilando a la gente, el vestido sedoso y vaporoso, aumentaba ese aire de anuncio que enmudecía al mundo que no podía apartar la vista en tu transitar. Pero, casualidades de la vida, resultaste ser amiga de mi amiga, ésa que en mi pensamiento inicial sería la que compartiría este verano ideal, que entonces no era fatal. Ella era mi objetivo, hacía tiempo que nuestros gustos eran los mismos y entre esos gustos estaban nuestros físicos. Allí, sentado en la terraza del bar, todo esto se esfumó cuando te vi avanzar hacia nosotros y mi amiga se levantó para recibirte con gran algarabía y alegría de reencuentro esperado en ese lugar en el que habíais quedado y que lo cambió todo. Volvíais a veros después de largo tiempo, cruzasteis piropos y flores, besos y abrazos cargados de recuerdos pasados. Y yo observando como un bobo. Ya fascinado. Pasé la tarde escuchando vuestras aventuras en las que yo no participé, pero en cada una de ellas a tu lado yo me imaginé, con cierta envidia y celo por haberme perdido todas esas correrías y divertimentos que con tan buen recuerdo celebrabais en ese momento. El día era cálido, y tu mirada tras las gafas de sol, me daban más calor, no podía apreciar tus ojos pero intuía que me descifraban tras los cristales. Recibía tus ademanes de cierta coquetería, señales de humo me llegaban con sonrisas de grana, labios coloreados de intenso carmín, que turbaban mi imaginación pensando en besos con fuerte pasión.

Cuando uno está casi al margen de una conversación aunque esté allí presente, y le hagan participe a ratos, tiene la oportunidad de vagar con la mente, por otros lugares que no son los de allí, puedes fantasear e inventar, con lo que rodea, y en ese estado yo me dejé llevar lejos, con el espejismo de estar contigo, en otros sitios en otras playas, en otros caminos, y sin moverme de mi silla estuve esa tarde en una puesta de sol, dándonos besos, caricias y mimos. Me dejé llevar por ese delirio, ya estaba perdido. Tras varios días de preguntarme si lo que sentía por mi amiga era menos fuerte que lo que ahora me embriagaba por la suya, su amiga, que ahora eras ya mía, y era con quién intercambiaba insinuaciones y flirteos, sustituyéndole a ella como centro. Todo parecía tan evidente y rápido, tú sentías lo mismo que yo, un irrefrenable deseo de juntar nuestras manos, nuestros labios y sentir próximos los cuerpos, que el tacto se abriese paso antes que otros sentidos y sentimientos. Días de tonteo infinitos, hasta que una noche se cumplió mi utópico pensamiento de aquella tarde de inesperado encuentro. Mi amiga me miró con cierto resentimiento, todas mis palabras, antes para ella, dejaron de serlo. Aunque sentía que me equivocaba en la elección, no tenía otra opción, me habías obnubilado y todo mi verano planeado con antelación se me resquebrajó con tu llegada. Esa noche, me sentía eufórico pensando en lo afortunado que era, pero poco duró aquella felicidad. Enseguida me di cuenta que no todo sería genial, que yo estaba enamorado, pero para ti iba a ser solo un rollo de verano. En cuanto pasaron varios días, tu interés por mi quedó en la orilla y ya me veías con desinterés, quizás te atrajo quitarle el pretendiente a tu amiga, por lo que contabais cuando más niñas, competíais con ese fin, pero era tarde para mí, el verano se había chafado, y lejos de ser lo esperado, se convirtió en desengaño para el corazón. Y no poder estar a tu lado compartiendo no solo el espacio, me mataba y cada noche me hundía en el alcohol, enmascarando mi dolor, y si algo podía ir peor, sucedió, descubrí a mi amiga ligando por ahí. Pero qué esperaba, ¿que estuviese preparada para recogerme y perdonarme lo ruin que fui? Y el verano ha tocado a su fin y aún estoy aquí, destrozado y recordando el peor verano que viví. Vengo de un verano fatal, me enamoré nada más empezar y terminó con funesto final.

 

 

 

.     *Esto es lo que nos puede suceder en verano a cualquiera, cambiar lo que tenemos por una novedad que nos ciega. Christina Rosenvinge y Nacho Vegas ponen música a mi mal verano, con su verano fatal.

«Verano fatal«

.     **NA: Publicado originalmente el 3 de Julio de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad

 

Cesar

30 miércoles Ene 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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Cerrado, Cesar, Christina Rosenvinge, Desaparecer, Flores raras, huir, marchar, Música, oscuridad, partir, romper, Ruptura, rutina, salir, tristeza

No estar, no querer jugar. Bajo la persiana para no ver, cierro las ventanas para no oír, no me llaméis, no voy a salir. Ya mi piel no quiere sentir. Huyo de todo, no entendéis que quiero cesar de seguir, ausentarme de vosotros y que vosotros os ausentéis de mí. Dimito de lo que esperáis de mi, ya no quiero defraudarme, ni traicionarme, solo busco vivir, pero lejos de aquí. No quiero formar parte de vosotros ni que vosotros forméis parte de mí, no quiero justificarme solo quiero dormir. Descansar de vuestras rutinas que me absorben la vida, esa que ya no quiero vivir, y cerrar los ojos para no ver, y cerrarlos para poder huir. Los amores que me donáis no los quiero, esos me atan a este mundo y necesito romper con ello, por eso no puedo seguir. Encerrado en mí, buscando solo la manera de sacarme de dentro este vacío que lo llena todo y ahoga y asfixia, es la manera que tengo de desasirme de lo que rodea mi existencia, que quizás ya no quiera.

Partir, esa palabra, dice tanto a la vez para mí, significa emprender el viaje pero también significa ruptura, por eso quizás ese verbo que lo llena todo, que lo aúna todo, sea el que ronda constantemente en mi cabeza. Inicio de un viaje, búsqueda de un nuevo destino, quizás no espacial pero si mental, marchar hacia un nuevo horizonte, emigrar hacia nuevos sentimientos que no estén emponzoñados por lo baldío y lo que nos ha secado. Mudarse y mudar a los otros, por otros nuevos o mejor por ningunos, para ser solo y solitario, para no sufrir, y no dañar. Abandonar el lugar, y los sentimientos, quedarse carente de afectos y emociones, ser un Ser vacuo. Irse, no ser. Partir también es cortar, fragmentar, romper con todo lo que hay, o creemos que hay, pues llegado este momento dudo de que haya algo. Miro dentro y lo que hallo es el enrarecimiento que lo llena todo. Separar y separarnos, eso es partir. Separar de nosotros lo que no queremos o hemos dejado de querer, y aquello que se agotó y que antes nos daba fuerzas y razones para ser y estar, y todo esto nos lleva a separarnos sin muy bien saber el fin de ello, el motivo que nos empuja, pero que nos obliga a correr hacia un lugar nuevo, como tierra prometida donde descansar. Descanso para nosotros y para los que nos rodean, puesto que nuestro estado anímico, osco y duro les hace mal y nos hace mal a nosotros. Y todo se vuelve noche en este encierro que necesito, y no sé ni siquiera, si quiero que llegue el día. Si prefiero quedarme así en la oscuridad tenebrosa y que la tristeza sea razón de ser, razón de vida, o esperar que un rayo de luz me devuelva las ganas de vida, o romper por siempre con esta rutina.

 

 

 

.     *Christina Rosenvinge pide que la dejen dormir, al igual que en el relato el protagonista pide que le dejen no ser, no estar en este lugar.

«Cerrado«

 

 

.     **NA: Publicado originalmente el 04 de Julio de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad

No lloro

28 jueves Jun 2012

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

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alma, ausencia, Christina Rosenvinge, Frío, llanto, Música, Nacho Vegas, No lloro por ti, Verano fatal

Hoy ,

quiero que brote

lo que el alma pide,

llanto.

Lejano, por sentir tu lejanía.

Cercano, por la ausencia de tu cercanía.

Escalofrío.

Frío, piel erizada,

lágrimas que no surgen,

pero rompen mi alma.

Tanto por lo que llorar,

pero en él, tú ya no estás.

 

*Christina Rosenvinge y Nacho Vegas, nos recuerdan algunas sensibilidades por las que llorar, pero en la que no tiene cabida el amante que nos hizo daño, como en el poema.

«No lloro por ti»

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