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Archivos de etiqueta: placer

Cortinas echadas para dormir

26 jueves Mar 2020

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 12 comentarios

Etiquetas

asiáticos, cena, cita, cortinas, deseo, encuentro, hotel, La noche eterna-Los días no vividos, Los Seres únicos, Love of lesbian, Música, observar, placer, sexo, ventana, voyeur

Pienso si yo lo hago o no, si alguna vez estando en un hotel busqué el amparo del visillo o de la gruesa cortina antes del sueño, para, no ya evitar la luz durante el descanso si no evitar a otros lo que dentro de la habitación acontecía, o si por el contrario no me importó cierto exhibicionismo dejando a la vista sin pudor el interior a posibles observadores. Hay gente que sólo evita la luz o las miradas cuando duerme.

Hacía tiempo que no veía que sucediese, ayer lo volví a presenciar. Estaban allí, con una toalla alrededor del cuerpo, él a la altura de la cintura, ella cubriendo casi todo su cuerpo desde las axilas, no debían tener albornoces. Deduje que se habían bañado o duchado hacía unos minutos, estaban sentados cerca de la ventana, a él lo veía de espaldas a ella de perfil. Comían. Debían haber pedido cena al servicio de habitaciones o quizás ellos mismos habían traído algo para tomar, desde mi observatorio no veía la mesa de donde iban cogiendo la comida ni lo que comían. Parecían contentos, con actitud cómplice. No veía del todo bien sus rostros, no llevaba puestas las gafas y mi miopía hacía que no fuesen del todo nítidas sus caras, pero percibía perfectamente sus rasgos asiáticos y cómo ella sonreía y reía de forma receptiva los comentarios de él que con sus movimientos y lenguaje corporal daban a entender cierto flirteo sexual. Yo me estaba adelantando a algo que no era evidente a priori, pero que a poco que el observador pusiese atención y una pequeña dosis de su propia experiencia podría llevarle a concebir que aquello eran preámbulos al sexo, preámbulos como juego del deseo que transpiraba por los poros de aquella pareja y que se percibía desde la distancia. Uno lo sabe, sabe que aunque están comiendo y bebiendo y charlando animadamente, todo es una escena algo forzada y fingida que ralentiza y retiene esa pasión que se les desboca sin poder evitar que sea percibida por mí e incluso por ellos mismos aun intentando dar sensación de calma y cautela, de no parecer que la avidez les comanda. Me pregunto, como en otras ocasiones ha pasado, cuánto tardarán en levantarse y correr la cortina para lejos de miradas furtivas irse a la cama a dar rienda suelta a ese deseo sexual imparable e inaplazable ya, o si acaso, tras echar la cortina si no podrán evitar comenzar su escarceo sexual allí mismo, sin buscar la cama, dejando caer las toallas y tomándose no ya las viandas habidas hasta el momento si no sus bocas ávidas del fruto corporal, lenguas redentoras de cuerpos lascivos. No me muevo por un rato, esperando que se cumpla lo que creo que sucederá pero con la esperanza, también ha pasado alguna vez, de que no caigan en el pudor de ser vistos por la ventana o qué se olviden de que la cortina está apartada, pero después de unos minutos temiendo que será infructuosa esa espera sigo con mis quehaceres, de vez en cuando vuelvo a mirar para constatar que siguen aún allí, con sus toallas puestas tomando esos bocados que sacien el hambre del cuerpo pero no del deseo. Voy a la habitación a ponerme ropa cómoda, y de paso aprovecho para ponerme las gafas y mejorar la nitidez de la escena algo borrosa por la miopía, desde allí les veo más frontalmente, la tensión sexual ha crecido, no sé, puede parecer raro pero lo percibo desde esta distancia, creo que el desenlace no puede tardar, él, con un leve bamboleo en su asiento se ha aproximado a ella, ambos han reído, ella abiertamente, es como si lo dicho por él hubiese sido una buena ocurrencia que se prestaba a celebrar con jolgorio. Me quedo observando, esperando lo inminente, pero pareciera que tras este trance de breve juerga se hubiesen vuelto a distanciar como si tras el chiste hubiese habido un parón, como cuando hay unas grandes y largas carcajadas y finalmente quedamos sin resuello y la celebración de la gracia es seguida por un silencio para el descanso de tanta risa y fiesta, esos momentos que nos tomamos para coger aire y nuevas fuerzas para poder seguir festejando, ese silencio que a veces se hace incómodo, sobre todo entre nuevos conocidos, por temer que aquella diversión no vaya a continuar así de intensa, les veo volver a dirigir sus movimientos hacia la mesa, ella ahora bebe de una copa. Dudo sin son pareja estable o amantes ocasionales, o si es la primera vez que intiman, por esta última situación vista me decantaría por esta última opción, necesitando parecerse ambos divertidos y sin parar de serlo. No parece que lo que creía inminente fuese a suceder, decido volver a la cocina para prepararme algo de cena. Abro el frigorífico, cojo los ingredientes para una ensalada y los dispongo en la encimera cerca de la ventana para de vez en cuando seguir las evoluciones de la pareja mientras lo preparo. Cuando miro de nuevo ya no están próximos a la ventana, me maldigo, qué poca paciencia tuve, en el breve tiempo que les he perdido de vista entre el dormitorio y la cocina con parada en el frigorífico para sacar la comida, todo se ha precipitado. Ahora les veo en la cama, desnudos, él, algo fofo, encima de ella. Sólo veo dos cuerpos abrazados, no percibo como es ella, esto me da rabia, me hubiese gustado saber cómo es su desnudez. El hombre la cubre con su cuerpo en toda su longitud, tieso, como tenso, se mueve encima de la mujer, aunque es un movimiento casi imperceptible, no sé realmente si es que ya han acabado o es algún juego que están experimentando y simplemente él está dentro y es ella la que con sus movimientos vaginales lo está follando. Desde su posición ella podría verme, justo mi ventana, en una planta superior, está en el ángulo de visión perfecto para que una persona tumbada en la cama a poco que levantase la vista hacia su ventana podría verme con tanta facilidad como yo a ella, pero no tiene la cabeza hacia el lado de la ventana con lo que no hay ese peligro de descubrirme observando si lo hiciese de manera descarada, aun así, me mantengo no demasiado próximo a la ventana, estoy algo agazapado como si por casualidad o necesidades tuviese que permanecer en esa zona de la cocina. No han pasado ni un minuto y ya no se percibe movimiento alguno, me intriga, permanecen allí uno encima del otro, sin ninguna acción más. Sigo elucubrando sobre esta manera de tener sexo, no sé si es una técnica oriental desconocida para mí, o sí es que han sido raudos y ya han terminado, a veces el deseo es tan desaforado que uno no puede evitar acabar tan rápido que lo que se necesita es tiempo para un intento más largo y prolongado, quizás es eso lo que están haciendo ahora, tomarse un tiempo. Dejo de observar y me dedico cinco minutos a elaborar la ensalada, la termino, y vuelvo a buscar con la mirada a mis amantes. Absorto, me quedo mirando, hoy no es mi día, ya no están en la cama, se han debido de levantar en esos minutos que cejé en mi voyerismo, se me ha vuelto a escapar la visión de la desnudez de ella, me quedo un rato por si regresasen a la cama o apareciesen dentro de mí ángulo de visión, pero el resultado es infructuoso con lo que decido ponerme la mesa para la cena en el salón, en cada ida a la cocina a por los cubiertos, los platos, el embutido y demás cosas, voy echando un vistazo por si han regresado. Al final, desisto y me doy por vencido, está claro que ya no tendré más espectáculo de ellos, sin duda están en el cuarto de baño; relajándose en la bañera o bien siguiendo la fiesta allí, hoy está claro que me quedaré sin ver detalles de cuerpos desnudos con tórridas escenas de sexo como en otras ocasiones sí que las disfruté. A media noche me levanto a beber agua a la cocina y no puedo evitar mirar hacia la ventana de los asiáticos, las cortinas están echadas.

 

 

 

 

.     *Desde su atalaya, el protagonista ve aquellos a los que observa como seres únicos, a los que desearía pedir permiso para unirse a ellos y así también sentirse único y no tan trivial, sin darse cuenta que quizás todos seamos únicos como canta Love of lesbian.

«Los Seres únicos«

Love of lesbian. La noche eterna-los días no vividos

.     ** Publicado originalmente 24 de Mayo de 2016. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Suave amarillo pastel (o una locura veraniega)

24 martes Mar 2020

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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ascensor, Buena Suerte, calor, casualidad, ciudad, deseo, encuentro animal, escalera, lectura, locura, Los Limones, Música, paseo, Persecución, placer, sexo, Sube la marea, Te voy siguiendo, Verano

Hacía mucho calor. Uno de esos días tórridos de verano. Iba leyendo por la calle cuando al alzar por un momento la vista del libro me topé con aquella visión. No sé si fue el calor o ese contoneo suyo al andar, o esa falda amarilla ajustadísima que no dejaba ninguna duda de que su trasero era perfecto, y que las curvas de sus caderas y su cintura que lo enmarcaban eran un tobogán por el que deslizarse que daba vértigo y por eso imposible no sentirse atraído y desear caer por él, lo que hizo que ya no me pudiese concentrar en la lectura, miraba el libro, las páginas, los enunciados, las letra, pero ya no asimilaba el sentido de lo escrito. No pude evitar mirar, incluso mirar con descaro, no me importó que la gente con la que me cruzaba, -nos cruzábamos ambos-, viese que miraba su culo. No pude evitar seguir andando detrás de ella a cierta distancia para tener una buena visión, acomodé mi paso a su paso, y me dispuse a deleitarme con sus andares, un bamboleo suave y etéreo, hasta el momento en que nuestros caminos se tuviesen que separar. Rezaba porque el trayecto coincidente fuese largo. Iba hipnotizado, como si un péndulo se moviese delante de mí haciéndome estar en trance, desposeyéndome del  control de mis actos. Cómo explicar aquello, cómo explicar esa cadencia en el andar, ese movimiento parsimonioso y lento, sutil y vaporoso. Una diosa se me mostraba delante de mí. Varias manzanas pude deleitarme con ese caramelo que iba saboreando mentalmente, hasta que ella giró inesperadamente, cambiando la dirección en la que nos dirigíamos ambos. Esto hacía que fuese a perderla de vista, mi diversión acababa pronto, sólo habían sido tres o cuatro minutos, los que había ido tras ese amarillo suave, nada chillón, nada estrambótico en su tonalidad. Un amarillo pastel que lucía elegante con la blusa blanca en la parte alta, bien ceñida dentro de aquella falda, rematada esa unión de ambas prendas por un cinturón blanco acharolado que iba a juego con los zapatos de tacón alto, pero no exagerado, permitiéndole andar con porte elegante, sin esos andares dubitativos y feos de las que se mueven con calzados difíciles de acomodar en un paso firme y seguro. Yo seguía con el libro abierto como si leyese, pero ya no leía, era una simple pose, una manera de parecer que iba lentamente en un paseo distraído, emulando otras ocasiones en las que sí era cierto ese transitar por las calles.

Andaba a pocos metros de ella, y ese cambio de rumbo me iba a dejar huérfano de esa visión tan exuberante, ya la estaba perdiendo de vista antes de poder ver ni siquiera su rostro, que aún no me había parado a pensar cómo sería, puesto que había sido demasiado corto el espacio de tiempo de la visión como para comenzar a elucubrar sobre su posible belleza, eso siempre viene más tarde. El cabello pelirrojo en media melena, dejaba las puertas abiertas a que pudiese ser una guapa mujer, pero también podría no serlo. Ya me había pasado muchas veces que al ir detrás de una mujer que prometía belleza por su figura y su peinado, -indistinto el color de pelo-, al sobrepasarla, un leve giro por mi parte para alimentar mi “voyeurismo” me llevaba a la decepción de ver que sus facciones no acompañaban grácilmente al resto del cuerpo. Al llegar a la bocacalle por la que ella viró, sin pensarlo yo también lo hice, ella seguía diez o doce pasos por delante, respiré con alivio al ver que no entraba en ningún portal. Me dije a mi mismo que estaba un poco tarado, ese no era mi camino, esa dirección se alejaba de mi destino. Además, qué conseguía con ir detrás de una mujer desconocida, a qué juego estaba jugando, a qué había sido debido ese impulso absurdo de seguir persiguiendo “un culo”.

En el cruce con la siguiente calle el semáforo estaba en rojo para los peatones, ella se había detenido allí, y yo no tuve otra alternativa que aproximarme y quedarme cerca de ella a un lado pero un paso por detrás. Seguía con mi libro abierto, dando ese aire distraído que me convenía. En la breve espera ella miró hacia mi lado y me vio, intuí que algo le había interesado o al menos llamado la atención en mí dirección puesto que volteo de nuevo la cabeza instintivamente antes de terminar de mirar al frente. Yo a ella por fin le vi el rostro, por el que ya sí que me empezaba a preguntar cómo sería. No era de una belleza arrolladora, de esas mujeres que incluso asustan a los hombres por sentirlas inalcanzables, pero era guapa o mejor dicho tenía mucho atractivo, diría que era poseedora de ese halo que tienen algunas mujeres que las hacen irresistibles aun no teniendo las facciones más refinadas o sutiles que suelen gustar más. Iba maquillada tenuemente.

El semáforo dio vía libre a los peatones, comenzó su marcha y tras ella, dos viandantes más, yo también lo hice aunque lo demoré un poco haciéndome el despistado para poder avanzar como hasta el momento, a cierta distancia.

Tenía unas bonitas piernas, tensas y duras a cada paso. El muslo era amplio, no con la delgadez casi enfermiza que no me gusta, pero tampoco llegando a esas piernas próximas a la obesidad que hacen que una minifalda deje en mal lugar a quién la porta por no saber elegir el atuendo para su cuerpo. El exceso de volumen no me desagrada ni me es negativo para apreciar la belleza de una mujer, pero para lucirlo hay que elegir las prendas más adecuadas para atraer y no por el contrario que surja el rechazo por parecernos una imagen esperpéntica. Sus gemelos eran perfectos, y tanto ellos como los muslos y cómo no, sus glúteos, quedaban realzados, sin duda, por ese tacón de siete centímetros que calculé desde la distancia. Aunque íbamos despacio, yo andaba bastante acalorado, no sé si era ese calor bochornoso del día o los nervios de la boba situación que estaba protagonizando. El caso es que había comenzado a tener bastante sed, sentía la boca seca, y me fastidió pensar que si pudiese besar a aquella mujer no sería un beso fresco y de líquida humedad, y sí en cambio de fluido pastoso.

En mi afán de que no se notase demasiado que iba tras ella, en el escaparate de una óptica me detuve a mirar unos modelos de gafas de sol. Cuando me quise dar cuenta la distancia había aumentado mucho, ella aun no yendo más deprisa que antes se había alejado demasiado, me dispuse a acelerar el paso, pero desistí, me di cuenta que no tenía ningún sentido lo que estaba haciendo. Solo me quedaba aprovechar en la distancia los últimos momentos de aquel iluso deseo visual antes de volver a enfilar el camino más recto hacia mi casa, no me quedaba otra que seguir por esa calle hasta el siguiente cruce  abandonado,  cuando ella volvió la cabeza un poco, con un movimiento lento para ver quién iba a su espalda. Este mismo movimiento lo repitió varias veces en un corto espacio de tiempo. Supongo que al no verme pensó que ya había desparecido de la calle, y para cerciorarse por completo giró del todo la cabeza, perdiendo todo el disimulo. Yo ya miraba con descaro en la lejanía que me permitía no parecer que el objeto de mi mirada era ella, llevaba el libro semi-cerrado portándolo en la mano con el brazo caído a un lado de mí cuerpo, utilizando mi dedo índice como marca-páginas para continuar la lectura en algún momento cuando la distracción desaparecida me lo permitiese, cuando ya aquella vista quedase lejana o perdida si llegaba a su destino.

Al percibir que ella oteaba tras su espalda e inferir que me buscaba con la vista, un mayor calor me recorrió por todo el cuerpo, a la vez que me hizo esbozar una pequeña sonrisa de satisfacción para mis adentros. Esto ya era mucho para mí, ya iba a estar contento el resto del camino a casa con esa satisfacción de saber que le has interesado a una mujer desconocida, este suceso iba a alimentar mi ego durante unas cuantas horas, quién sabe si incluso esa satisfacción la llevase hasta las últimas consecuencias en soledad. Tras verme, ella aminoró el paso. Lo noté puesto que yo no había acelerado el mío y en pocos metros ya me estaba aproximando. Ella giro de nuevo su cabeza, yo ya no podía remolonear más y no tenía otra alternativa que seguir andando al ritmo que iba y no ralentizar mí marcha, si lo hubiese hecho habría podido asustarla pareciendo que la perseguía; algo que no era del todo falso. Cuando me hallaba a unos tres o cuatro metros de alcanzarla, ella estaba pasando por delante de un portal, y aprovechando que una persona salía de allí, se detuvo de pronto y antes que se cerrase la puerta, la sujetó y se quedó con ella abierta y en el momento de llegar yo a su altura, a la vez que me miraba oí su voz que decía: ¿Entras?

De nuevo, me dejé llevar instintivamente, y no dudé un segundo. De forma natural franqueé la puerta, que ella sostenía para permitirme el paso, como si aquel fuese mi destino, como si fuese la entrada de mi propio portal o de un lugar habitual para mí.

Todo sucedió muy rápido. Yo avancé por aquel “hall” hasta situarme frente al ascensor, y seguidamente pulsé el botón de llamada. Me giré esperando su llegada. No sabía dónde debería ir, no sabía a qué piso subir. Temí que ella hubiese desaparecido. Pero no, allí estaba avanzando hacía mi posición. Llegó a mi lado justo cuando se abrieron las puertas del ascensor, yo le cedí el paso caballeroso, aunque realmente fue un gesto movido por el miedo de que ella no entrase, de que se arrepintiese y aprovechase ese momento para huir de una situación un tanto rara. Sentía como si el corazón se me fuese a salir por la garganta. No podía creerme lo que estaba pasando.  Al entrar y casi sin darse tiempo de cerrarse las puertas nos miramos y ella me dijo; -¿Y ahora qué?-.

– Subamos a tu casa -, le dije.

Ella contestó que no vivía allí. Me quedé sorprendido, pero entendí que si era esto locura, subirse a un extraño a su casa sería mayor aún. No sé de donde saqué el valor, pero di un paso al frente y le besé. Ella acepto mis labios y me ofreció los suyos. Pese a mi sed y mi boca seca por los nervios, no fue un mal beso como temí durante el paseo, cuando imaginaba un beso que nunca pensé que sucedería. Enseguida nuestras bocas se mostraron bien jugosas. El edificio tenía doce plantas, pulsé el botón de la novena, como podría haber pulsado cualquier otro. Ascendimos hasta esa planta, y al llegar le cogí de la mano, y nos dirigimos hacia las escaleras. Abrimos la puerta que separa y protege las viviendas del tiro de escalera en caso de incendio, salimos a esa zona y volvimos a cerrar la puerta. Si todas estaban cerradas como esta, tendríamos intimidad suficiente para no ser sorprendidos allí. Subimos un tramo de escalera y nos quedamos entre dos plantas, nos quedamos un momento escuchando para ver si todo estaba en silencio. Así lo era. Nos miramos y nos sonreímos con complicidad. Nos volvimos a besar, yo esta vez no pude evitar bajar mis manos por su espalda y acariciar y apretar ese culo que me había atraído como un imán hasta ese lugar. Deslicé su falda hacia arriba, para poder tocar sus nalgas libres de tela, sin nada que impidiese sentir su piel. Ella se dejó hacer. Me desasí de ella y me senté en la escalera, le hice que subiese unos peldaños quedando yo por debajo de su cintura entre sus piernas. Lo que veía desde ahí me gustaba, la falda toda subida y ajustada a sus caderas dejaban a mí vista sus muslos pétreos que admiré a distancia, y su tanga de encaje qué deslicé enseguida hacia abajo, dejándome ver su pubis pelirrojo recortado. Besé el interior de sus muslos y enseguida sentí como se tensaba su cuerpo, fui subiendo en dirección a su sexo, y con mi nariz roce su vello y levemente su vulva. Hasta allí podía olerse su perfume, pareciera que también lo hubiese perfumado. Separé mi rosto unos centímetros de aquel tentador lugar. Chupé mi pulgar, y lo deslice suavemente por sus labios internos, volví a humedecerlo con mi saliva y continué, enseguida noté que no necesitaría hacerlo más, ya su humedad se abría camino y al introducir un poco más mi dedo sentí mojarse bien todo él.  Aproveché su lubricante natural para deslizar mi dedo con suavidad e introduciéndolo más hondo sutilmente, presioné levemente y subí por esa carnosidad bien mojada en busca del clítoris, que rápido encontré para presionarlo y masajearlo, con fuerza y delicadeza a la vez. Cuando noté que todo allí empezaba a desbocarse; su respiración cada vez más acelerada me lo indicaba, a la vez que su lubricidad aumentaba escurriendo por mi pulgar hasta la mano, y ella agarraba con mayor presión mí cabeza. Me levante, y le di la vuelta para sentir su culo apoyarse en mi sexo que seguía guardado dentro del pantalón. Ella se apretó hacía atrás. Mi mano derecha buscó su coño, está vez con la yema del dedo corazón busqué sus labios que seguían bien mojados, y tras deslizarlo arriba y abajo varias veces lentamente, lo introduje muy hondo hasta sentir que la palma de la mano y el resto de dedos hacían tope. Moví mi dedo allí dentro masajeando todo el interior a la vez que por momentos deslizaba la mano hacia arriba para que la parte del dedo que se une a la palma, rozara y apretara el clítoris con cierta dureza. Después introduje un segundo dedo y después un tercero. Ella ya no aguantó mucho más. Se dejó ir, hasta que sujetó mi mano para que no siguiese, ya se estaba corriendo y no soportaba que la tocase más, cerrando y apretando las piernas medio encogidas y un poco flexionadas, con mi mano aún allí para qué parase, pero  que con travesura, yo aún movía de vez en cuando y veía como ella sufría a cada leve movimiento un espasmo a la vez que sus labios decían muy suavemente y casi sin aliento; -“quieetooo”-.  Los jadeos habían resonado por el hueco de la escalera y su fuerte respiración aun lo hacía.

Mientras la mantenía aún entre mis brazos, con un abrazo que la envolvía, y mis labios posados en su cuello, ella recuperaba el resuello, a la vez que buscaba con su mano mi entrepierna, palpando lo abultado que estaba, la solté para poder desabrocharme el pantalón  y así poder sentir su mano en mi miembro que ya no aguantaba más aquel encierro. Posé mi pene y mis testículos en aquella piel blanca que recubría su perfecto culo, piel suave que aún me excitó más.  Ella acaricio mi escroto y agarró mi pene empezando a masturbarlo. En mi posición sería difícil poder penetrarla, por lo que como en una danza, la hice girar, a la vez que yo acompañaba ese movimiento, haciéndola subir un peldaño y así yo quedaba lo suficientemente bajo para poder obrar con mayor facilidad. Tan excitado estaba que no pensaba con claridad sólo actuaba, sólo me dejaba llevar por el deseo y las ganas de correrme, sentía los testículo a reventar y la sangre circulaba por unas venas que ya no soportaban más presión en aquel lugar. Me dispuse a introducirme en ella, cuando me dijo; -ponte algo- Maldita sea, pensé.

-No tengo nada, no llevo preservativos-, le dije. A la vez que notaba que mi pene por ese revés iba a desinflarse en breve.

Pero visto y no visto, ella, medio agachada como estaba esperando mi embestida, alargó la mano a su bolso posado en el suelo y sacó un condón y me lo dio. Lo cogí, no era mi marca preferida, pero rápido sin perder un segundo lo abrí y me lo puse, antes de que la flacidez empezase a evidenciarse. Ella seguía inclinada, apoyándose en la barandilla de la escalera, lo que hacía que la redondez de su figura se me mostrase en todo su esplendor. Un blanco inmaculado el de su piel. Deslice mi mano desde detrás hasta su vulva buscando el camino de su clítoris para masajeárselo a la vez que introducía mi verga suavemente. Ya no estaba tan dura, pero lo suficiente para entrar sin demasiados problemas. Ella gimió, esta vez el sonido se propago por la escalera en un tono más elevado, en las siguientes embestidas ella comenzó a gritar con fuertes alaridos que podían atraer la atención de los vecinos y ponernos en un aprieto, y no pude por menos que poner mi mano libre sobre su boca, al menos conseguí amortiguar algo esos gritos de placer, dejé de masajear su coño, se hacía difícil hacerlo todo a la vez, y aunque no conseguí un gran ritmo, por la fogosidad acumulada enseguida noté que me correría, y así fue, no duré casi nada, entre los nervios y la excitación fue un abrir y cerrar de ojos, pero intenso. Sin desinflarme rápido aguanté lo suficiente para continuar. Por suerte ella también estaba incontenible y poquísimo después terminó, diría que casi simultáneamente. Nos quedamos así un rato, yo abrazándole con todo mi cuerpo, rodeándole con todo mi ser,  y ella dejándose abrazar, con el tiempo detenido, recobrando el aliento, como acurrucados, como si nada importase en el mundo, unos instantes de serenidad, de paz. Tan a gusto que pareciese que siempre habíamos estado juntos, compartiendo esta intimidad. Ella se desembarazó de mí, se giró y me beso, un beso suave en los labios, y después un beso prolongado con su lengua paseándose por toda mi boca. Me miró sería, fijamente y apretó los labios hacia adentro con ese gesto que da un aire de pensamiento y duda. Suspiró. Yo le miraba a los ojos, era la primera vez que era consciente del color de sus ojos. Un bello color verde. Sería ese color de ojos con su pelo cobrizo lo que le daba ese toque especial, un atractivo superior, que el conjunto de sus facciones no daban a primera vista como una mujer bella. Yo no hablaba, no sabía que decir, seguro que si hablaba rompería el hechizo en el que estaba sumido. Al final fue ella la que dijo; -¿Nos vamos?-. Yo asentí, no sabía si pedirle el teléfono, si decirle si le acompañaba. Ahora me entraban las dudas y los miedos que antes, con el no pensar y la osadía y el arrojo o la inconsciencia y el instinto sexual, no se produjeron o al menos se mantuvieron al margen, quizás porque la adrenalina y la testosterona obnubilan y ciegan el pensamiento racional y nos hacen actuar sin reflexionar.

Bajamos en el ascensor, casi en silencio. Yo musite; -ha estado bien esta locura, ¿no?-. Ella sonrió, y dijo; – muy bien-. Aunque lacónica, me pareció sincera su respuesta.

Me disponía a decir si nos podríamos ver de nuevo, cuando ella se me adelantó; -bueno, quizás nos encontremos otra vez, este camino lo suelo recorrer-. Era lo más parecido a una cita de esas que surgen en bares de copas, cita sin cita, como evitando el compromiso serio pero dando pie a emplazarse allí, tipo; -“yo suelo venir por el local, ya nos veremos”–,  y tú vas el fin de semana siguiente como si hubieses quedado, pero allí no aparece la persona esperada, y sientes la noche arruinarse por toda la ilusión que habías puesto en ella, y en muchas ocasiones no vuelves a verla nunca, por más que repites noches y noches con la esperanza como bandera. Por eso sabía que a veces esa frase era sincera, pero las más de las veces, esa misma frase es la manera de escabullirse. Aquellas palabras de ella eran algo similar, una posibilidad lejana dejada en el aire; -si nos vemos quizás podamos repetir-. Pero a la vez era un; -adiós, hasta nunca-. Y seguidamente me dijo que preferiría que nos despidiésemos aquí, que le diese cinco minutos y que después saliese yo. Sólo adiviné a decir; -Ok-.Me dio un beso en los labios, que me pareció dulcísimo, y salió del portal. Me quedé allí, primero mirando como salía por esa puerta, deleitándome de nuevo con su figura, su elegante contoneo seguía hipnotizándome, cuando desapareció de mi vista me quedé con la mirada perdida entre los buzones dándole vueltas a lo sucedido, viendo los titulares de esos cajetines me di cuenta que no nos habíamos dicho los nombres ni siquiera. Un encuentro de lo más animal. Salí de allí a los cinco minutos y ni rastro de ella, ni una pista de por donde habría emprendido el camino.

Cada día hago el mismo camino de regreso a casa tras el trabajo aunque supone no hacer el recorrido más corto, es más, supone dar un rodeo absurdo. Al pasó por aquel portal me estremezco, lo transito con gran devoción como si fuese un santuario. No he vuelto a verla. Me digo que quizás ella haya cambiado de casa, y ya no viva por aquella zona o que su horario de rutina diaria se haya visto afectada por cualquier motivo, todo ello por no querer pensar que el motivo de que no aparezca es por mí, que  lo que ha hecho es cambiar su camino para evitarme. Ese pensamiento me corroe, eso significa claramente que prefiere no toparse conmigo, prefiere que no haya ningún contacto ni siquiera casual, ¿tan mal lo hice, tan mal lo pasó?, mi ego de machito se resiente con este pensamiento. O quizás está avergonzada por lo sucedido y no sabría cómo actuar si nos encontrásemos. Dentro de mi estupidez eso reconforta más. Aunque no sé de qué me sorprendo, en mi afán de soltería, yo he actuado de la misma manera alguna vez, he estado con una mujer y luego, si te he visto no me acuerdo, poniendo todos los medios para ese olvido. Pero ni siquiera esto hace que no me sienta como un gilipollas, herido, abandonado, como utilizado y rechazado. No puedo decir que la amo, o que estoy enamorado, sería necio por mi parte, pero hay un deseo atroz por encontrarme con ella otra vez que se ha convertido en una obsesión, la tengo metida en la cabeza todo el día y toda la noche, no dejo de tenerla en mis pensamientos y en mis sueños, sueños tintados en un suave amarillo pastel, que claro, son bastante húmedos. Supongo que por haber sido algo diferente, fuera de lo normal, lo tengo idealizado y quisiera repetirlo como fuese, pero tendré que superarlo, tendré que pasar página, tendré que olvidarla, quizás deba empezar desde hoy mismo, hay tantos tonos ahí afuera, quizás deba comenzar a perseguir otros colores, quizás la suerte me vuelva a sonreír.

 

 

 

.     *Los Limones nos prestan la música de su persecución obsesiva de un poético admirador secreto, para esta otra persecución del relato, más carnal; algo increíble, fantasiosa, obsesiva y cínica.

«Te voy siguiendo«

Los Limones - sube la marea

 

.     ** Publicado originalmente 24 de Julio de 2014. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Dominio y sumisión

12 jueves Sep 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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deseo, Dominio, Los Romeos, Música, Muérdeme, placer, sexo, Sumisión

Dominio y sumisión

Estoy susurrándote al oído las palabras que te excitan, que hacen que tus pezones se endurezcan. Pezones erectos que se me clavarán en mis palmas, pezones que pellizcaré y estiraré hasta el dolor, que no podrás verbalizar. Pezones que culminan esos pequeños pechos que tanto me gustan, senos que puedo acariciar por completo como frutos que recolecto. Pechos que amasaré con fuerza y fruición cuando introduzca el pene que llevo amarrado a la cintura. Y arqueas tu espalda en busca de mi cuerpo, que te domina, y que deseas que siga siendo así, aunque también deseas que no me demore, que avance más rauda hacia el orgasmo que te llegue explosivo. Pero yo disfruto tanto viéndote desear lo que yo te puedo dar que no puedo más que alargar tu agonía. Disfruto tanto dándote como tú recibiéndome. Te musito al oído, que te partiré en dos con la tranca que te entrará por detrás con la violencia y daño que añoras sentir, quizás incluso sientas la humedad de la sangre deslizarse por la entrepierna en el desgarro doloroso, y tu piel se eriza de pensar lo que te anuncio venidero, pero no será ahora, no serán aún las embestidas que anhelas, de un daño orgásmico. Aún queda mucho juego para tu deseo, para mi deseo, mi sumisa, sabes que no hay amor que solo es sexo.

 

 

.     *Los Romeos con su sonido guitarrero nos cantan que esta noche no la olvidarás, como a buen seguro, ellas tampoco la olvidarán.

«Muérdeme«

Los Romeos

En el blog “el bic naranja”, su autor Fernando Vicente, los viernes propone un ejercicio de creatividad, mostrando un vídeo o una foto para que cada uno desarrolle y cuente la historia que le sugiera ese elemento que actúa como catalizador y detonante.

Me traigo aquí mi aportación que hice allí a vuela pluma, sobre la foto que adjunto y de la que Vicente dice no saber su autor. Como siempre, completo el relato con música, esta vez con las potentes guitarras de Los Romeos.

 

.     **NA: Uno está tentado a retocar el texto viendo las imperfecciones del mismo, (que son muchas), pero me resisto, puesto que el juego es el de la improvisación y el resultado que se consigue en el momento, y así lo dejo.

.     ***NA: Publicado originalmente el 3 de Febrero de 2014. Hoy recibe una segunda oportunidad.

En el césped de un atardecer

22 jueves Ago 2019

Posted by albertodieguez in Música, Poesía, Relato

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amarillo, aroma, calor, campo, césped, Cuentos chinos para niños del Japón, descalzo, deseo, espiga, frescor, Love of lesbian, Música, piel, pies, placer, Recuerdos, rocio, sol, Un día en el parque, verde

Piso descalzo el césped, recién cortado.

El aroma embriaga,

me gusta.

Me gusta la sensación en las plantas,

la piel en contacto con la hierba

siempre me gustó.

Deseo cerrar los ojos,

y me dejo llevar por el deseo,

quiero sentir el aire por mis pulmones

llenándolos de esta fragancia.

Aspiro profundamente, hasta sentirlo muy dentro.

Este olor me arrebata, es uno de mis preferidos.

No sé porqué pero me estremece,

y se me hace nudo la garganta.

Una congoja me invade, no de miedos ni malos avatares,

sólo una emoción que colma, y lágrimas surcan la cara.

El frío recorre mi cuerpo, me encrespa el vello.

Qué sentido tiene esto, me pregunto, y no encuentro.

Espigas verdes vienen de otro tiempo,

se muestran con visión primaveral,

antes que el calor las vuelva pastizal,

amarillo de veranos y calores.

Prefiero el verde, que exhala frescor donde se halla.

Por los párpados cerrados entra la luz rojiza,

resplandeciente fulgor.

El sol en la cara y la humedad en los pies.

La pradera la siento fresca, no quiero abrir los ojos.

A gusto, estoy a gusto,

aunque con cierto mareo,

vértigo que me hace pensar que me muevo y dudo si caer puedo.

Los parques me atrajeron, nunca me dieron miedo,

ni con la noche cayendo, ni en el solitario amanecer.

Atrás de la casa, un campo, no era césped lo que había en él,

sólo hierbajos y retama, que con rocío también me gustaba oler,

y llegando la tarde, empezando a oscurecer,

las espigas rondando el cuerpo en el cálido anochecer.

Tormenta de estío, da fresco aroma al nocturno jugar.

Aspiro y respiro, una y otra vez,

se confunden aroma y roce cercano de piel.

Quizás sea éste recuerdo el que me da escalofrío en este atardecer.

.     *El texto nos lleva al disfrute de una tarde de parque que nos agarra los sentimientos por dentro y nos voltea, y nos hace rodar como en la canción de Love of Lesbian.

«Un día en el parque»

Love of lesbian - cuentos-chinos-

.     **NA: Publicado originalmente el 9 de Mayo de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad.

La habitación de al lado

18 domingo Ago 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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amor prohibido, Bunbury, deseo, engaño, fantasear, hija, Infiel, Licenciado Cantinas, madre, Música, Mi sueño prohibido, placer, Soñar

Sueño con ella, y no contigo, sueño con hacerle el amor hasta el delirio, sueño y me recreo en las visiones que te predico. Eyaculo mentalmente y luego físicamente lo derramo, largo, muy largo, con gran excitación, y si estoy contigo pienso en la otra habitación. No puedo evitar ver su cuerpo entre mis manos cuando son tus senos los acariciados. Mis dedos no buscan tu sexo y tu clítoris, aunque por ellos los deslice, buscan los de ella en mi cabeza, no deseo darte placer a ti, si no que pienso en lo que ella puede sentir. Te hago pero no lo hago por ti, lo hago en falso, en ilusa emoción, venidera ficción de lo que quisiera fuera. Y cuando los labios juntamos y los ojos cerramos, los abro impaciente buscando la puerta, deseoso de salir por ella. De ir a topar con ella, esté donde esté, en su cuarto, en salón o bendita ilusión, en el baño o en la cocina. En esos casos, mi invención se desborda pensándola ligera de ropa, insinuante y expectante, esperando mi proceder en el encuentro confiado, aguardado por ambos pero no declarado. Y cierro de nuevo los ojos y me entrego a ti, beso fulminante, beso lascivo, lenguas que se enredan y encienden la mecha del ardor entre las piernas, separo ligeramente los párpados y creo ver la puerta entornada y ella mirando y observando resguardada, y entreveo poco nítidamente entre mis pestañas que la puerta sigue cerrada, y mis anhelos se frustran violentamente y lo inhiesto me guía, me lleva a apretarte la nuca mientras el beso se desboca. Las manos se vuelven locas, primorosas te quitan la ropa, con avidez recorren todo tu cuerpo. Tú te desenredas de mí para poder desnudarme, buscas la pica que quisieras que ya estuviese en Flandes, y ves su estado venoso y lo sientes en la palma de la mano y su calor te impresiona, y yo me recreo viéndote con ella, pero no con tu mano si no con el pensamiento de la mano de ella, que blandiese mi sexo con la cautela y el ansia de adolescente, pero con la maestría de la experiencia adulta, que abandonó hace tiempo el pueril comportarse y en el hoy no duda en demostrarse.

Y fulminado por el deseo me desboco, culminando el “polvo” desenfrenado, con violenta embestida, y jadeante ahogo, supurando por el recodo por el que ya se abrió camino con brío en humedad placentera, traída por fogosidad y arrebato. Apasionada quemazón que lleva al estruendo del cabecero contra la pared por el ímpetu desbordado, y la imagen de ella se hace entre mis brazos, y en mi pelvis siento su pelvis fantaseada, más ancha que la tuya que me recibe y enardece en el instante que tapo tu boca para acallar ese gemido largo que te asalta consumando el deleite. Y te cubro y apago el grito para que ella no oiga y no sospeche lo acaecido en el cuarto contiguo al suyo. No quisiera que sintiese la infidelidad que siento yo al hacer contigo lo que con ella quisiera. Derrotados y rendidos,  quedamos vencidos por el cansancio del gozo, mi cuerpo junto a tu cuerpo. A media luz, miro la puerta y suspiro y siento los pasos aproximarse, y oigo que roza levemente la madera como no queriendo molestar, y percibo los toques quedos del golpe de sus nudillos, como no queriendo sobresaltarnos por si estuviésemos dormidos, y oigo la voz que nos llama, suave sin estridencia ni grito, dulce sonido casi susurrante, que nos dice: “hija…, chicos, vamos la cena está lista”.

 

 

 

.     *Como nos canta Bunbury, hay sueños prohibidos con abismos insalvables que muchos no entenderían que quisiéramos saltar.

«Mi sueño prohibido«

bunbury-licenciado-cantinas

.     **NA: Publicado originalmente el 20 de Marzo de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Viejos tiempos (4ª parte)

30 sábado Mar 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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amigas, ¿Qué hago ahora?, desamor, deseo, Donde pongo lo hallado, Música, Mujeres, Pasado, pensamientos, placer, Presente, Recuerdos, sexo, Silvio Rodríguez

Ahora se pregunta qué hacer con ella, dónde poner lo hallado, lo que no esperaba o no quería ver. Mira la belleza que él adora en ella, o quizás haya que decir adoraba, no es capaz de verla con los mismos ojos, que hace unas horas, al menos verla por dentro de la misma forma no puede, aunque por fuera si lo sea. Contemplarla es sentir una punzada en el estómago, siente esa acidez de las malas digestiones. Qué bien le vendría tener un almax a mano, piensa. Aprecia lo guapa que está, eso sin duda, cualquiera que le vea allí con esas dos mujeres pensará lo afortunado que es, y ciertamente si no estuviese en este estado de shock, de desilusión y malestar por lo presenciado, lo podría pensar él mismo, es más, cuando vio llegar a la amiga lo pensó, era atractiva y como hace un rato mismo, elucubró con tener sexo con ella si se terciase. Nunca pudo evitar mirar a las mujeres con deseo sexual, algo que no podía evitar. Aunque fuese algo efímero ese transitar por una situación que no se iba a llevar a cabo, se dejaba llevar cinco segundos por la imaginación pensando que se le insinuarían y sin muchos más trámites, terminarían haciendo el amor sin ataduras, sin otro fin que el placer. Ahora tiene allí delante a dos mujeres guapas, luminosas, vestidas con elegancia aunque con toque informal dándoles un aire de modernidad, con escotes insinuantes pero no llamativos, nada chabacano, con faldas cortas que dejan entrever unas piernas desnudas que atraen miradas de los que cerca pasan, tienen cierta aura de sensualidad que apabulla en el ambiente. Y brevemente piensa que sería un sueño poder estar con las dos a la vez, aunque nunca ha tenido esa experiencia, la tiene en la retina como tantos hombres y mujeres. Esas flaquezas físicas se diluyen enseguida y vuelve a ser atacado por el desengaño que él mismo se está infligiendo, y alentando sin saber muy bien de donde salen esas ideas. Vuelve a la carga la sensación de estar en un presente que no es su presente, se da cuenta que lleva bastante tiempo en silencio, pensando en aspectos sexuales que no tienen sentido. Vuela su mente en ficciones que nada tienen que ver con su presente real, que es el de situaciones que le mantienen fuera, al margen de esas mujeres con las que comparte tarde, que no experiencias. Cae en un victimismo que no entiende ni él, que quizás no está siendo realista con los acontecimientos. No es cierto que ellas hayan obviado su presencia totalmente, de vez en cuando se dirigen a él, para hacerle entender cualquier aspecto de lo relatado que pudiese parecer confuso, pero es él el que se aísla más y más. La amiga de su pareja le ha mirado de soslayo varias veces, él lo ha detectado. Al principio no quiso darle importancia pero ahora le asusta un poco que ella se dé cuenta de su estado misantrópico en esta reunión, y que se haga una idea equivocada de él, aunque hoy no estaría equivocada en verdad. Vuelve a dejarse ir por pensamientos un tanto peregrinos e imagina que le mira de esa manera por que le ha gustado. Rápido cae otra vez en la realidad de este presente y no del imaginado, e intuye que la chica o mujer, – no sabe cómo llamarla, los tres están en esa edad que ni son jóvenes ni viejos, y decir chica es pensar en una imagen demasiado juvenil y decir mujer, es envejecer a esa persona -, está evaluándole como si de un examen de reválida se tratase. Definitivamente él piensa que la amiga, así se siente más cómodo al referirse a ella, quisiera saber que tienen en común su amiga y él, y que por eso a su entender, le vigila con miradas sutiles. Ella la conoce bien y viéndole a él junto a ella al llegar, seguramente que no se podía creer que él fuese su pareja, a primera vista no había ninguna incompatibilidad entre ambos que evidenciase esa imposibilidad, pero los amigos ven más allá y perciben este tipo de cosas. Fantaseaba con estas elucubraciones de la mente de la amiga, cuando súbitamente le hicieron una pregunta, no era ya una frase explicativa como muchas de las referidas en la conversación anteriormente. Era una pregunta directa que él no esperaba, le pilló con la guardia baja, él no estaba allí con su mente y menos en la conversación. Se quedaron ambas mirándole esperando una contestación que él no daba, el silencio se apoderó de nuevo del lugar, como al inicio de la tarde, aunque ya sin la incomodidad inicial, al menos para ellas, pero si para él. El breve espacio de tiempo que transcurrió entre el momento que le lanzaron el interrogante y cuando se lo tuvieron que volver a repetir por su falta de respuesta, a él se le hizo enorme, largo y angustioso, y le cayó como jarro de agua fría por la sorpresa inesperada, y nada gratificante, y con esa incomodidad del principio encima, salió al paso, y sin entender la pregunta, sin saber realmente cual era la cuestión, les contestó; y ahora ¿dónde pongo lo hallado?

 

 

 

.     *Nuestro protagonista se deja llevar por el subconsciente y pregunta en voz alta lo mismo que Silvio Rodríguez en su canción.

«¿Qué hago ahora?«

.     **NA: Publicado originalmente el 12 de Julio de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

                                                        …Continúa «Viejos tiempos (5ª parte)»

Efusión nocturna

17 jueves Ene 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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amor, Andrés Calamaro, Ay que gustito pa mis orejas, clítoris, cunnilingus, desamor, deseo, efusión, fantasía, Gerundina, nocturno, orgasmo, pechos, pezones, placer, polución, Raimundo Amador, sexo, sueños, vientre, vulva

Por fin te he tenido, esta noche te he tenido, esta noche la he pasado contigo, soñaba hace tanto con este momento que se hacía eterno y hoy me paseé por tu cuerpo con todos mis sentidos. Mis manos, mis labios, unidos con un mismo fin, el placer de estar contigo y darte placer que siempre es mi mayor anhelo, y mis ojos que no querían perder detalles lo han grabado a fuego. Había preparado tanto este momento que no podía ni quería dejar nada a la improvisación, aunque todo ha sido improvisado y no esperado hoy, pero si fantaseado mil veces cada vez que te alejabas y yo cerraba los ojos para quedarme con esa imagen, para robarte el alma como dicen algunos indígenas cuando les hacen fotografías.

Y de pronto todo se hizo presente y real. Tú estás aquí a mi lado. Despacio, lento, suave, es tu petición, siempre tranquilo, todo tranquilo, relajado. No quieres ningún estrés, el sosiego es tu fin, te gusta saborear los momentos y dices que eso solo se puede hacer despacio, con calma, relajadamente. Y así lo hago, alargando cada uno de mis besos, cada una de mis caricias, muy suavemente, enredándome a tu cuerpo, y tú dejándome hacer.

Miro tu desnudez que es la mía, la de mi alma ante ti, estoy despojado de todo en tu presencia. Y tu cuerpo resplandece en la semioscuridad en la que nos encontramos, donde me puedo recrear con tus curvas rotundas de mujer, alejada de las sílfides doncellas que poco me atraen. Mis manos no resisten más tiempo estar alejadas de tu piel, y se lanzan al tacto de tus senos que solícitos me esperan y me atraen como imanes. Mis dedos buscan tus pezones, y después se deslizan por el contorno abismal hasta tu vientre, surcándolo seguidamente hasta llegar a ese vello púbico tan recortado por el que retozo y me recreo un rato, y me dejo llevar en busca de ese punto donde la yema de mi dedo te hace estremecer, con leve opresión inicial, y después con un pequeño masaje para aumentar poco a poco la presión y el movimiento rítmico de mi dedo que ya no es uno si no dos. Y mis labios ardientes recorren tus pechos, y se detienen en la cúspide rosada que en el fragor del encuentro se tornan carmesí. Mi lengua sale en busca de tu pezón que lame con delicadeza y mis dientes aprietan esa dureza hiniesta, redonda y alargada a la vez, como canica deforme que tanto me excita ver así y jugar con ella. Pero no me detengo ahí, sigo besándote toda la piel que se muestra como estepa entre tus pechos y el surco entre tus piernas. Paro mi mano y tú destensas por un segundo todos tus músculos contraídos por ese gusto que te está recorriendo todo el cuerpo, y tiene su centro en ese punto, vulva volcánica, a la que me dirijo ávido de que se encuentre con mi boca, que pretende besar, y succionar. Deslizo mi lengua por todo tu sexo, de abajo a arriba, rozando todos tus labios cómplices de mi boca, y tú sientes mi respiración entre tus piernas. Ese aire que exhalo te hace sentir cosquillas, que te hacen sonreír. Y te retuerces aún más, cuando mi lengua pasa con deleite por tu clítoris, y mis labios lo aprisionan con cuidado de no hacer daño pero dar placer, y tú ya agarras mi cabeza pues ya no puedes soportar dilatar ese orgasmo venidero que te está recorriendo todo el cuerpo, tu piel tersa se encrespa y sientes como por la nuca el cabello también. Y te dejas llevar, y yo al ver tu placer lo convierto en mi placer y mi sexo duro y erecto, no aguanta más su flujo interno y me corro contigo, a la vez, y mi semen deja toda la sabana empapada, dando y recibiendo placer, y exhaustos seguimos uno al lado del otro con la respiración alterada y sin resuello pero felices. Y una leve lágrima se me escapa, cuando despierto mojado por tanta felicidad y desventura por no ser cierto lo sucedido. Y conformarme con tenerte en sueños es lo que me queda desde que me dijiste: “ni sueñes que te quiero”.

 

 

 

.     *Raimundo Amador y Andrés Calamaro nos cantan el gustito de estar enterradito entre unas piernas, como en el delirio del sueño.

«Ay que gustito pa mis orejas«

.     **NA: Publicado originalmente el 25 de Junio de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad

 

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