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Archivos de etiqueta: Infelicidad

Otra idea de felicidad

25 Lunes Nov 2019

Posted by albertodieguez in Música, Poesía, Relato

≈ 14 comentarios

Etiquetas

Bebe, cuchillo, Felicidad, Infelicidad, Lo echamos a suertes, Malo, Música, miedo, Muerte, Odio, oportunidad, Pafuera telarañas, pareja, suerte, Violencia, Violencia de género

Dormir separada de su hombre,

no era su idea de felicidad.

Dormir con un cuchillo bajo la almohada,

no era su idea de felicidad.

 

Poner cerrojo en la puerta de su alcoba,

no era su idea de felicidad.

Los gritos a su regreso,

no era su idea de felicidad.

 

Que le llamen puta,

no era su idea de felicidad.

El olor a alcohol a su vuelta,

no era su idea de felicidad.

 

Las amenazas de quitarle la vida,

no era su idea de felicidad.

El maltrato psicológico,

no era su idea de felicidad.

 

Evitar encontrarse en el hogar con su marido,

no era  su idea de felicidad.

Vivir con miedo,

no era su idea de felicidad.

 

Ser su esclava y sirvienta,

no era su idea de felicidad.

Sentirse culpable,

no era su idea de felicidad.

 

Odiar,

no era su idea de felicidad.

Desear la muerte de alguien,

no era su idea de felicidad.

 

Convivir con el padre de sus cuatro hijos,

se convirtió en su idea de infelicidad.

 

Su muerte supuso liberación.

Su muerte le devolvió la felicidad.

 

La suerte le dio otra oportunidad.

 

 

 

.     *Quizás ella debía haberse vuelto como el fuego y haber sacado el valor para quemar sus puños de acero como dice la canción de Bebe, y no esperar y tentar con su pasividad a que la vida le diese una nueva oportunidad, que por suerte tuvo.

“Malo“

Bebe Pa fuera telarañas

.     ** Publicado originalmente 5 de Diciembre de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

La felicidad a ratos

17 Sábado Ago 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 23 comentarios

Etiquetas

añoranza, ahogo, amor, antepasados, culpa, Días y Flores, dolor, Felicidad, Infelicidad, llanto, Música, muertos, mujer, nostalgia, pena, Pequeña serenata diurna, Silvio Rodríguez, tristeza

A veces la tristeza le agarra del cuello y lo zarandea, le lleva casi al ahogamiento para dejarle como un trapo viejo, tirado. Otras veces la añoranza le sostiene en volandas y no le deja poner los pies en el suelo. Y flota y flota sin rumbo en un espacio onírico de recuerdos, y sin remedio, pasado un tiempo, cae desde lo alto, haciéndose polvo todos los huesos. En ocasiones la nostalgia lo arrebata de lo cotidiano y diario, y vuelca su mente al pasado, le aturde, le anula para el tiempo cercano y la vida se le hace insoportable para seguir luchando. Le pone en peligro, a punto de perder el trabajo ido de sus quehaceres queda vulnerado. En otras ocasiones la melancolía lo hunde en su sofá preferido, allí se siente seguro, a salvo de las alegrías de los otros que tanto daño le haría, en el asiento se acurruca y no quiere ver más vida, sufre silente los males que se imagina. Hay días en los que el desconsuelo se apropia de su alma y el rostro se le tuerce, y la mueca muestra la lágrima viva que cae por su rostro y todo lo irriga, solo puede buscar rincones donde aliviar este desamparo, buscando un sosiego que solo en un muro cree haber encontrado y que le transmite la calma que necesita, huye de las gentes que lo quieren y aman, solo necesita la oscura sombra de una esquina cercana.

Pero hay días que luce el sol por la ventana, y se da cuenta cuán feliz es su vida, comparada. Y siente dolor por sus muertos que quedaron enterrados en tiempos infelices, comparados. En esos días quiere salir a vivir, quiere huir del sofá al que se siente atado. Esos días, desprende las manos que el cuello le tienen atenazado, quiere coger aire, y profundo seguir respirando. Aquellos días de sol, se le enturbia la mirada al darse cuenta de cuánto estaba equivocado, por dejarse llevar por el hartazgo. Y quiere despegar los pies de la tierra, esta vez sí de manera querida, y dejarse llevar  por un vuelo de buenos deseos y fines.  Esos soleados momentos siente euforia, el pecho se le infla y la sonrisa se le marca en el rostro con brillo en sus ojos por ver futuro y no solo recuerdos de y por tiempos pasados. Luchar contra seguir volando es como no seguir luchando por nuevos instantes venideros con proyectos renovados. El sol pone luz y alumbra las tinieblas que lo retenían y ve salir de esa oscuridad a la mujer que lo acompaña, esa que lo ama sin pedir nada, esa que lo anima en sus horas bajas, esa que él arrincona y aparta cuando el delirio de la tristeza le acompaña. Y por un breve espacio de tiempo se siente gigante, con una mujer a la que quiere y le quiere, bañados de libertad.

Pero enseguida los rayos que iluminan y dan calor se van y vuelve la ausencia de luz y regresa el frío, y ese rato de tiempo jovial y esperanzado se transforma y cae y el llanto se abre paso y se siente culpable de su felicidad, y no puede con su alma y la angustia rige de nuevo su estar en este mundo que se le hace ingrato. Y son más los pensamientos que le sacuden y agobian y dejan caer, que los que le acunan, aunque esa mujer se desviva por él.

 

 

 

.     *Para musicalizar el texto me ayudo de ésta canción de Silvio Rodríguez en la que nos habla de ese instante de felicidad que siente el protagonista del relato. De los motivos simples que le llevan a serlo por un momento, y como se siente casi culpable, por ese breve bienestar que quizás sus muertos no pudieron disfrutar, y a los que pide perdón.

“Pequeña serenata diurna“

Silvio_Rodriguez_-_Dias_y_Flores_-_Front

.     **NA: Publicado originalmente el 14 de Enero de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Viejos tiempos (2ª parte)

26 Martes Mar 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 4 comentarios

Etiquetas

amigas, Amistad, celos, dudas, E.B.S., El tiempo de mi felicidad, Ella Baila Sola, Felicidad, Infelicidad, llanto, Música, Pasado, Presente, Recuerdos, tristeza

Se repone, se lava la cara, se la seca con el papel para tal efecto, y respira hondo, muy profundo, no sabe porqué pero tiene ganas de llorar. Por un momento aguanta el tipo, traga saliva, sigue con la cabeza baja, mirando el lavabo, no se atreve a alzar la vista hacia el espejo, no quiere ver, no quiere encontrarse con lo que puede reflejar, ni tampoco lo que pudiese encontrar al otro lado del mismo. Pero el llanto le vence y hace pucheros, callados sonidos, ahogando ese deseo de que las lágrimas se derramen y sean acompañadas de sonidos lastimeros. Llora brevemente, lo suficiente para echar fuera de sí, momentáneamente, la tristeza que le tiene poseído.  Vuelve a refrescarse la cara para eliminar las señales del dolor que le ha atacado de manera sorpresiva, y que le ha dejado maltrecho emocionalmente. Aprieta la mandíbula para desentumecer la sonrisa y poder salir con cara resplandeciente, falsamente alegre, fingiendo normalidad, vestido de hipocresía.

Lo que no entiende es este arrebato que le ha venido, porqué esta situación tan trivial en un principio, tan habitual en reencuentros de viejos amigos, puede haberle llevado a este estado, a esta ansiedad por lo no vivido. El nuevo presente que ahora tiene enfrente le ha dejado trastornado. Quizás esta situación solo ha sido el desencadenante de algo que ya tenía dentro. Esta simple conversación sirvió de espoleta para el estallido en su interior. Lo bueno y agradable se le ha vuelto malo y desagradable. Sentarse allí con ellas y sobrellevar la tarde dignamente va a ser complicado. Se acerca con intranquilidad, no quiere que se le note la desazón que azogado le mantiene algo irritado, no quisiera que ellas tan felices lo noten. Y pareciera que lo consigue, no le han hecho demasiado caso cuando ha llegado de vuelta. Ya se siente fuera del presente de ellas y mucho más fuera del futuro de su pareja. Aparecen más nombres y situaciones lejanas en el tiempo pero que están ahora allí tan vivas y presentes que casi desprenden los aromas de aquellos aires viciados y viciosos que él no aspiró y que en este preciso instante, inhala y llena todos los pulmones de esa brisa salina y de salitre, de pueblo de costa, de playa donde sucedió, y que hoy se hizo presente. Lo ve todo tan próximo, tan cercano a su piel, que cree sentir en este instante el roce de alguna mano, paseándose por la espalda de ella, ve las lentes oscuras de alguien apartarse para ver mejor y dejar ver su ojos y su mirada obscena, invitadora y lo peor es  la sonrisa cómplice que se dibuja en el rostro de ella. Ver esta imagen tan presente le rasga, y no puede por menos apartar la vista a un lado, lejos de la conversación, de las eternas amigas.

Ellas continúan con sus comentarios en tiempo presente, aunque vayan acompañados de un “recuerdas” momentáneo y efímero como parte de un sicalíptico retruécano que ellas conocen y del que a él le dejan ignorante de su origen y finalidad. Un fin de felicidad para ellas y no compartida con él. Nunca pensó que pudiese tener celos del pasado de ella, y ahora, como ese pasado no es pasado sino presente, él se escuda en ello para excusarse de esta flaqueza que jamás pensó tendría. Él siempre fue muy liberal para los sentimientos y al final se siente mal por resultar ser igual que todos o casi todos, posesivo hasta para los pensamientos, más allá de los propios actos del otro. Tener recelo de una amiga de su pareja  es lo que menos hubiese imaginado, quizás de un amigo sí, pero de una mujer, impensable hace tiempo, y sin embargo, aquí está odiándola, sintiendo que le está robando el tiempo de su felicidad.

 

 

 

.     *El protagonista del texto siente que le roban el tiempo de su felicidad, ese tiempo que espera que le llegue algún día a Ella Baila Sola en su canción.

“El tiempo de mi felicidad“

.     **NA: Publicado originalmente el 10 de Julio de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

                                                      …Continúa “Viejos tiempos (3ª parte)“

La vida está llena de afectos y desafectos.

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