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Problema y solución

04 miércoles Sep 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 16 comentarios

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Cafetería, callar, Decir, desafecto, desamor, Efecto Mariposa, escribir, escritos, Granito de arena, Leer, Literatura, Música, No decir, notas, ocultar, Ordenadores, palabras, papeles, pareja, Vivo en vivo

-“Dejar de querer no se deja fácilmente, pero sí que creo que el desapego y el desafecto llegan paulatinamente, y cuando se hacen presentes es más valiente decirlo y sucumbir ante la realidad que seguir hasta un final que quizás no sea el mejor final, puesto que puede que no sea nuestra mejor historia, acaso haya otra historia esperándonos para ser contada y vivida más plenamente”.

Pero esto son sólo palabras, es sólo literatura, la vida es más complicada, aquí es todo más fácil decirlo y que parezca fácil hacerlo, por eso lo escribo, por eso te lo digo y no te lo digo, te lo estoy diciendo aquí, pero falsamente, puesto que nunca llegará a tus oídos, ni a tus ojos para ser leído. Hoy me armé de valor y me lancé para dejar de ser un cobarde, para no seguir engañándote cuando te digo lo que te digo y no siento en verdad eso que verbalizo y con voz melosa y cicatera de verdades infundadas y buenas palabras te envuelvo, y tu sonrisa y el brillo en tu mirar me devuelve al malestar de mentir y no hallar la manera de no disfrazar y falsificar lo que en verdad llevo dentro que no es amor sino alejamiento, deseo de partida y comienzo de nuevo, de búsqueda, pero sin disimulos y engaños explorando los caminos deseados, las colinas a subir para ver otros paisajes y otear otros campos.

“Nosotros somos el problema casi siempre, en nosotros está la solución siempre”, me digo. Yo soy el problema, y yo soy la solución, al menos en lo que concierne a mí, lo que me hará no sentir la vida perdida, lo que evitará la amargura. Cómo evitar mi pesar sin trasladártelo a ti, sin hacer que mi liberación se transforme en tu desconsuelo y aflicción. Yo sólo veo ruinas endebles donde tú ves el castillo sólido al completo, yo lo veo de papel ajado que cederá con el viento, con mi soplido si me atreviera a hacerlo. Pero realmente el viento lo que se llevará son estas palabras, es este papel, en el que pongo lo que no me atrevo a decir de viva voz, que se trastabilla cada vez que frente a tus ojos lo pienso, y que hace que baje los míos hacia el suelo, y que aparente cansancio físico, cuando lo que me cansa es lo nuestro. Este peso, esta carga, este trauma.  Agobiado y triste e infeliz, se me muestra el hoy, y peor aún, el mañana y el pasado mañana  y el resto de los días hasta la muerte, que me llegará quizás antes por las ganas de vivir desaparecidas, por el tedio de la convivencia no querida, por el poco valor a dar un paso, a haberlo dado cuando había tiempo. He buscado y rebuscado e indagado dentro de mí y a mi alrededor para solventar este estado de ánimo, me he dicho tantas veces que el problema soy yo y que si miro dentro será sencillo solucionarlo, y fácil encontrar el error en el que me muevo y por el que vivo falseando todo lo que concibo, todo lo que nos concierne y emponzoña lo nuestro. Y el yerro no se muestra y entonces asumo que no es tan sencillo saber el motivo del fallo en la relación. Nunca hubo desaires ni discusiones ni palabras mal sonantes ni voces elevadas ni reproches constantes. Eso es lo peor, que no hay, no hubo una motivación para este lastre que me hunde y ahoga en la tristeza más lacerante.-

El papel arrugado en el suelo de la cafetería a mis pies me llamó la atención, no sé que me impulsó a cogerlo, quizás mi curiosidad o quizás más mi vena cotilla de saber que podría contener. En aquél lugar hay mucha gente que va a leer y escribir y consultar páginas web o sus redes sociales o sus correos personales en sus “portátiles”, y también hay gente que se acerca a leer libros en papel, y pocos ya a escribir en papel. Quizás fue esto lo que me llevó a recogerlo, la cada vez menor posibilidad de encontrarse lo escrito por alguien tirado en el suelo, el ver que era un folio hecho bola, no ya caído u olvidado, si no desprendido de él por su autor o autora a propósito con ánimo de convertirlo en deshecho. Cada vez más lo que se escribe es en formato electrónico y cuando uno se deshace de ello se borra y desparece con más facilidad y menor posibilidad de que un extraño lo pueda leer, que alguien ajeno al destinatario final, si es que lo hubiese, pueda saber lo que uno escribe sin el deseo de que sea así, leído por casualidad o por accidente, recogido del suelo o de una papelera. A no ser que el que lo lea lo busque con un propósito de saber y conocer investigando en tu ordenador, pero eso sería como leer en un cuaderno o agenda o diario sin consentimiento, eso sería otra cosa, sería como una violación de tu intimidad. Y esto bien podría parecerse, pero no lo veo así, no está acompañado de la alevosía de la búsqueda, es más un encuentro fortuito con la palabra y el grito necesario de quién lo ha escrito. Es cierto que turba un poco leer la intimidad de alguien, cuando ese alguien no lo ha elegido como público. Uno traga saliva, e incluso se sonroja, por creerse un poco en falta, pero el deseo de saber es más fuerte y la lectura se hace rauda y con ganas de interiorizar y conocer lo sentimientos de quién puso esas letras, esos pensamientos y en este caso sentimientos, de desamor, desafecto y desaliento.

Al terminar de leer un poco de ahogo surge, y la espera a la pareja se hace más impaciente, quiero contarle lo que he encontrado y que también lo lea y congratularme con ella de que no tenemos ese problema, que esa flaqueza no la hay entre los dos, pero la tardanza hace que le dé vueltas al asunto y me empieza a asustar, porque hoy no siento lo que he leído pero quizás como dice el papel, pueda llegar alguna vez el cansancio de uno en el otro, poco a poco sin ruido sin avisar, y que lo que hoy se ve imposible llegue a suceder, que llegue el momento que uno de los dos necesite irse a un bar para escribir lo que no se atreve a decir con las palabras a los oídos del otro. Y miro alrededor tontamente para ver si puedo identificar a quién escribió eso y que ahora esté con su pareja como si nada, con total normalidad, esa normalidad que ahora ya no consigo para mi, ya no estoy seguro de querer enseñar ese texto a mi pareja, no quiero plantearme que lo que he leído quizás ya esté empezando en mí o en ella, sé que si se lo muestro lo hablaremos y elucubraremos sobre ello, y ese hálito pueda quedar posado entre nosotros. Miro por el ventanal, miro a la puerta de entrada, y por fin veo llegar a mi cita, por fin puedo olvidarme de este papel escrito y lo arrugo y lo tiro. Pero en el fondo no lo olvido.

 

. 

 

.     *Teme que se conviertan en dos extraños como en la canción de Efecto Mariposa, y le asusta y no quiere ni pensárselo, teme que lo leído se convierta en profecía.

«Granito de Arena«

Efecto_Mariposa-Vivo_En_Vivo-Frontal

 

.     **NA: Publicado originalmente el 20 de Junio de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Regalando palabras

08 jueves Ago 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 29 comentarios

Etiquetas

amor, Cecilia, desconocidas, escribir, Música, Mujeres, Nada de nada, notas, palabras, papeles, piropos, Poesía, sigilo, Soledad, versos

Tenía la costumbre de escribir notas, poemas, palabras hiladas que regalaba a desconocidas. Le gustaba imaginar qué cara pondrían cuando descubriesen el papel dentro de su bolso, o su bolsillo, o donde lo hubiese conseguido deslizar. Unas veces lo llevaba ya escrito sin saber quién sería su destinataria, quién sería la que se ajustase a lo escrito, y otras impulsado por la visión de alguna mujer, se lanzaba a garabatear rápido y compulsivamente unas líneas delicadas y bellas. Suerte que tenía una letra bella y muy legible, y aunque escribiese con premura quedaba el papel como si lenta y sosegadamente lo hubiese escrito. Él escribía cosas como: “Tu piel nacarada,/ refulgente,/ me ha invitado a soñar,/ soñar con atardeceres a tu vera,/ rozando nuestras manos,/ en silencio atronador,/ sin otro placer,/ incomparable placer,/ al de estar a tu lado.”

En su interior siempre bullían palabras que decir y obsequiar con sigilo. Estando en su casa, en el transporte público, en el trabajo, siempre, constantemente dándole vueltas a expresar deseos y lisonjas con dulces prosas o versos. Algunas veces volvía a ver a alguna de sus “victimas” y se preguntaba si ella estaría expectante y vigilante, observando a su alrededor en busca de la persona que le posó  ese retazo escrito. Se preguntaba si quizás se lo habría tomado como afrenta u obra de un loco y obseso que la pudiese atacar. En esos casos se sentía mal, pensar que ellas podrían sentirse amenazadas le hacía incomodarse, esa imagen estaba muy lejos de su deseo, que era dar rienda suelta a la necesidad de alabar y decir lo bello que le resultaba esa visión. Muchas veces estos textos se los ofrecía a mujeres que no resultaban llamativas a primera vista, englobadas más bien en la normalidad, las veía tristes, apagadas, pero él las descubría entre la multitud y veía algún halo que le empujaba a escribir, y era en esos casos cuando casi más le gustaba y disfrutaba con lo que hacía. Se veía a sí mismo como una especie de Robín Hood al rescate de mujeres con falta de autoestima, mujeres a las que se les robó su amor propio. Él escribía cosas como: “Tu pelo azabache,/ el aire con caricias ondula,/ al viento enamora./ Melena negra para rostro gitano,/ morena belleza cordobesa,/ ojos negros,/ de antiguo reino de Taifas./ Tú enamoras con simple mirada”.

Sus frases y versos de colegial le hacían sentirse bien, y pensaba cuánto tiempo haría que esas mujeres no eran el centro de piropos, de floreo y adulación. Quién sabe si lo fueron alguna vez. Y en su delirio, imaginaba que ellas al salir de casa la próxima vez irían más altivas, sabiéndose de belleza atesorada durante mucho tiempo, y que alguien al fin descubrió, y van por la calle sin la frente marchita de días pasados.

Y esas palabras que él vertía en los papeles, con todo el amor destilando por el bolígrafo, tinta venida de su corazón, hacían que cada vez se le fuese quedando más seco. Todo lo daba, todo fluía de él, pero nada lo llenaba, salían palabras pero ninguna lo alimentaba, nunca recibió esas mismas frases que lo fortaleciesen como él las daba para reforzar sentimientos de mujeres, bellas y no tan bellas, y en su afán de dar no percibía o no quería percibir que nadie se las daba, que nunca nadie se las dio.

 

 

 

.     *Aunque la canción ya la he utilizado para otro texto, hoy la retomo, esta vez en su versión original de Cecilia, creo que expresa muy bien el sentimiento del protagonista del relato de hoy. Una nota perdida, una palabra vacía en un poema… Nada de nadie.

«Nada de nada«

Cecilia-Cecilia-Frontal1

.     **NA: Publicado originalmente el 8 de Enero de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad.

.                                   Continúa… Regalando palabras (2ª parte)

La vida está llena de afectos y desafectos.

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