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Un paseo de gustos cambiantes

23 lunes Sep 2019

Posted by albertodieguez in Música, Reflexiones, Relato

≈ 33 comentarios

Etiquetas

aroma, bondad, buenas acciones, cambios, deporte, escribir, fútbol, igualdad, Leer, Música, Me gusta, Mediterráneo, Mujeres, No me gusta, paseo, Serrat, Tío Alberto, viajar

Me doy cuenta que he cambiado o mejor dicho, que estoy en constante cambio, las verdades que antes eran un sólido pilar, ya no me lo parecen, o incluso han sido derribadas por mí o por otros. Me doy cuenta que hay cosas que antes me gustaban, que ya no me gustan, o al menos, no me gustan con tanta fuerza e insistencia  y cosas que antes no me gustaban, que las he cogido gusto y cariño. Hay cosas que recuerdo de antes y siguen estando, hay cosas tangibles y otras intangibles que se apartaron de mis deseos y placeres, cambiándose por otras nuevas y diferentes. Hay algunas que siguen con fuerza desde siempre como algunos olores. Como hoy mismo que acaba de caer una pequeña tormenta y huele a lluvia, me gusta el olor después de la lluvia, a la tierra mojada y la atmosfera con ese aroma, pero no me gusta el olor a humedad reconcentrada que queda en algunos lugares por causa del agua estancada o por filtraciones. Aprovechando que ya ha escampado y que no va a llover más, bajo a pasear, me gusta pasear, andar sin ningún motivo, sin ningún lugar al que tener que ir, dejarme llevar por calles o bulevares o por parques. Cerca de casa hay uno por el que me dejo caer de vez en cuando, sobre todo cuando acaban de pasar los jardineros arreglándolo y cortando el césped y estando próximo a él me llega ese olor, entonces no puedo evitar dirigirme hacía allí, me gusta el olor a hierba recién cortada, y me gusta andar por la hierba con los pies descalzos, hoy no lo haré, empapada por la lluvia, pero con ese buen olor de hierba mojada en el ambiente no puedo dejar de inspirar con fuerza para llenarme de bienestar. No me gusta que la gente deteriore y ensucie el césped de los parques dejándolo lleno de papeles y botellas, como veo hoy allí cerca de unos setos, y pienso: «cuánto nos queda por avanzar como sociedad en el respeto de unos con los otros».  Hay gente muy cochina, y me desespera que se tiren papeles al suelo y que los fumadores tiren las colillas por la calle y que cuando están en la playa apaguen el cigarro en la arena y lo entierren como para hacerlo desaparecer.

Salgo del parque y avanzo por la calle, observo a la gente, me gusta imaginarme donde irán y que será de sus vidas, no me gusta lo que veo de algunas de esas vidas, con futuros oscuros, me gusta la igualdad de oportunidades, y no me gusta que los que tienen mucho no repartan algo con los más necesitados. Paso por delante de una boca de metro y veo a una pareja cargada de maletas, sin duda comienzan sus vacaciones, les envidio un poco, a mi aún me quedan días para poder disfrutarlas, van con muchos bultos y maletas pesadas, temo que se pueda caer escaleras abajo el chico que es el que traslada más peso y me presto a ayudarle, al principio me dice que no, pero insisto y accede, le ayudo a bajar las maletas, me gusta ayudar a la gente dentro de mis posibilidades, no me gusta el que puede y no ayuda. Últimamente lo hago mucho, echar una mano, parece una tontería, son pequeños gestos, como el de las maletas, o ayudar a una mujer con el carrito del niño, o indicar una calle a alguien que se ve perdido, nimios gestos seguramente, pero que me reconfortan. Tras acarrear esas maletas escaleras abajo, rehago el camino hacia la calle para continuar mi paseo. Paso por delante del escaparate de la pequeña librería del barrio, que cada día me pregunto cómo consigue seguir abierta, miro un momento los libros expuestos, y pienso en un par de títulos que me gustaría leer, me gusta leer, pero no me gusta leer cualquier libro, hay historias que no me interesan, aunque entiendo que hay gustos para todos, y esos libros que a mí no me gustan tendrán su público, a mí me gusta escribir y me gusta que me lean y supongo que pasará lo mismo, a muchos no les interesarán mis historias nada de nada.

Veo un poco más adelante que han abierto una vinoteca, me gusta el vino, no me gusta que crean que voy de entendidillo por encontrar matices organolépticos cuando lo bebo, pero sobre todo me gusta beberlo y compartirlo con los amigos, pero no me gusta hacerlo tan de tarde en tarde como suele pasar.

Con los años hubo gustos que dejaron de serlo no se ya si porque me hice viejo o por que descubrí que no me compensaba ese gusto si hace que no disfrute de otros. Además, me pasa como a mucha gente, que en las cosas positivas siempre veo una «cara b» que nos matiza eso que nos gusta, la lucha es que esa negatividad no vele lo bueno de lo que disfrutamos, y pienso esto al pasar delante del quiosco de prensa y ver las portadas de los periódicos deportivos, me gusta el fútbol, pero no soporto y no me gusta en muchos casos el maniqueísmo de los periodistas que lo cubren, pero procuro que esto no interfiera en mi disfrute cuando me informo de este deporte. Observo en la portada a Rafa Nadal que vuelve a ganar después de varios meses en el “dique seco”, es un portento de deportista, también veo una reseña a Mireia Belmonte que ha batido dos record mundiales en piscina corta. Realmente me doy cuenta que me gusta prácticamente todo el deporte, y además de verlo, practicarlo, lo que no me gusta es no poder hacerlo como antes, desde la operación de ligamentos de la rodilla queda vedado el disfrute sin luego resentirme y decir ya no vuelvo.

Sigo mi paseo, pasaré al supermercado a comprarme chocolate, ya no me queda, me gusta el chocolate del 85% de cacao, pero no me gusta que me moleste el riñón si me paso en su consumo. Después tengo que ir a buscar la documentación para mi viaje de vacaciones, me gusta viajar, una pasión tardía pero que ahora es una de las grandes de mi vida, y no me gusta no poder viajar todo lo que quisiera. Según entro en el supermercado una chica me echa una buena mirada, se me forma una sonrisa interior, me gusta gustar, es un engorde de ego que no lleva a ninguna parte, pero me gusta, supongo que cuando sea viejito muchas tonterías se me pasarán y sobre todo esta última de gustar. Me gusta pensar que tendré una vida plena y que final de mis días, como resumen, cantaré la canción de Serrat que contiene mi nombre.

 

 

 

.     *Miguel lanza una propuesta sobre lo que Gusta y No gusta, y aunque no me gusta hacer listas vitales ni suelo jugar con los estereotipos de contraposiciones, puesto que vivo en la duda constante y no tengo tantas certezas convalidadas en la vida, me decido a escribirlo y ficcionarlo un poquito, dando pinceladas de gustos y no gustos, pero que no quiere decir que mañana todo lo dicho no sea una gran falacia, incluso que hoy sea una falsa realidad del ciudadano modelo que quisiera ser.

«Tío Alberto«

Serrat - Mediterráneo

.     **NA: Publicado originalmente el 12 de Agosto de 2013). Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Problema y solución

04 miércoles Sep 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 16 comentarios

Etiquetas

Cafetería, callar, Decir, desafecto, desamor, Efecto Mariposa, escribir, escritos, Granito de arena, Leer, Literatura, Música, No decir, notas, ocultar, Ordenadores, palabras, papeles, pareja, Vivo en vivo

-“Dejar de querer no se deja fácilmente, pero sí que creo que el desapego y el desafecto llegan paulatinamente, y cuando se hacen presentes es más valiente decirlo y sucumbir ante la realidad que seguir hasta un final que quizás no sea el mejor final, puesto que puede que no sea nuestra mejor historia, acaso haya otra historia esperándonos para ser contada y vivida más plenamente”.

Pero esto son sólo palabras, es sólo literatura, la vida es más complicada, aquí es todo más fácil decirlo y que parezca fácil hacerlo, por eso lo escribo, por eso te lo digo y no te lo digo, te lo estoy diciendo aquí, pero falsamente, puesto que nunca llegará a tus oídos, ni a tus ojos para ser leído. Hoy me armé de valor y me lancé para dejar de ser un cobarde, para no seguir engañándote cuando te digo lo que te digo y no siento en verdad eso que verbalizo y con voz melosa y cicatera de verdades infundadas y buenas palabras te envuelvo, y tu sonrisa y el brillo en tu mirar me devuelve al malestar de mentir y no hallar la manera de no disfrazar y falsificar lo que en verdad llevo dentro que no es amor sino alejamiento, deseo de partida y comienzo de nuevo, de búsqueda, pero sin disimulos y engaños explorando los caminos deseados, las colinas a subir para ver otros paisajes y otear otros campos.

“Nosotros somos el problema casi siempre, en nosotros está la solución siempre”, me digo. Yo soy el problema, y yo soy la solución, al menos en lo que concierne a mí, lo que me hará no sentir la vida perdida, lo que evitará la amargura. Cómo evitar mi pesar sin trasladártelo a ti, sin hacer que mi liberación se transforme en tu desconsuelo y aflicción. Yo sólo veo ruinas endebles donde tú ves el castillo sólido al completo, yo lo veo de papel ajado que cederá con el viento, con mi soplido si me atreviera a hacerlo. Pero realmente el viento lo que se llevará son estas palabras, es este papel, en el que pongo lo que no me atrevo a decir de viva voz, que se trastabilla cada vez que frente a tus ojos lo pienso, y que hace que baje los míos hacia el suelo, y que aparente cansancio físico, cuando lo que me cansa es lo nuestro. Este peso, esta carga, este trauma.  Agobiado y triste e infeliz, se me muestra el hoy, y peor aún, el mañana y el pasado mañana  y el resto de los días hasta la muerte, que me llegará quizás antes por las ganas de vivir desaparecidas, por el tedio de la convivencia no querida, por el poco valor a dar un paso, a haberlo dado cuando había tiempo. He buscado y rebuscado e indagado dentro de mí y a mi alrededor para solventar este estado de ánimo, me he dicho tantas veces que el problema soy yo y que si miro dentro será sencillo solucionarlo, y fácil encontrar el error en el que me muevo y por el que vivo falseando todo lo que concibo, todo lo que nos concierne y emponzoña lo nuestro. Y el yerro no se muestra y entonces asumo que no es tan sencillo saber el motivo del fallo en la relación. Nunca hubo desaires ni discusiones ni palabras mal sonantes ni voces elevadas ni reproches constantes. Eso es lo peor, que no hay, no hubo una motivación para este lastre que me hunde y ahoga en la tristeza más lacerante.-

El papel arrugado en el suelo de la cafetería a mis pies me llamó la atención, no sé que me impulsó a cogerlo, quizás mi curiosidad o quizás más mi vena cotilla de saber que podría contener. En aquél lugar hay mucha gente que va a leer y escribir y consultar páginas web o sus redes sociales o sus correos personales en sus “portátiles”, y también hay gente que se acerca a leer libros en papel, y pocos ya a escribir en papel. Quizás fue esto lo que me llevó a recogerlo, la cada vez menor posibilidad de encontrarse lo escrito por alguien tirado en el suelo, el ver que era un folio hecho bola, no ya caído u olvidado, si no desprendido de él por su autor o autora a propósito con ánimo de convertirlo en deshecho. Cada vez más lo que se escribe es en formato electrónico y cuando uno se deshace de ello se borra y desparece con más facilidad y menor posibilidad de que un extraño lo pueda leer, que alguien ajeno al destinatario final, si es que lo hubiese, pueda saber lo que uno escribe sin el deseo de que sea así, leído por casualidad o por accidente, recogido del suelo o de una papelera. A no ser que el que lo lea lo busque con un propósito de saber y conocer investigando en tu ordenador, pero eso sería como leer en un cuaderno o agenda o diario sin consentimiento, eso sería otra cosa, sería como una violación de tu intimidad. Y esto bien podría parecerse, pero no lo veo así, no está acompañado de la alevosía de la búsqueda, es más un encuentro fortuito con la palabra y el grito necesario de quién lo ha escrito. Es cierto que turba un poco leer la intimidad de alguien, cuando ese alguien no lo ha elegido como público. Uno traga saliva, e incluso se sonroja, por creerse un poco en falta, pero el deseo de saber es más fuerte y la lectura se hace rauda y con ganas de interiorizar y conocer lo sentimientos de quién puso esas letras, esos pensamientos y en este caso sentimientos, de desamor, desafecto y desaliento.

Al terminar de leer un poco de ahogo surge, y la espera a la pareja se hace más impaciente, quiero contarle lo que he encontrado y que también lo lea y congratularme con ella de que no tenemos ese problema, que esa flaqueza no la hay entre los dos, pero la tardanza hace que le dé vueltas al asunto y me empieza a asustar, porque hoy no siento lo que he leído pero quizás como dice el papel, pueda llegar alguna vez el cansancio de uno en el otro, poco a poco sin ruido sin avisar, y que lo que hoy se ve imposible llegue a suceder, que llegue el momento que uno de los dos necesite irse a un bar para escribir lo que no se atreve a decir con las palabras a los oídos del otro. Y miro alrededor tontamente para ver si puedo identificar a quién escribió eso y que ahora esté con su pareja como si nada, con total normalidad, esa normalidad que ahora ya no consigo para mi, ya no estoy seguro de querer enseñar ese texto a mi pareja, no quiero plantearme que lo que he leído quizás ya esté empezando en mí o en ella, sé que si se lo muestro lo hablaremos y elucubraremos sobre ello, y ese hálito pueda quedar posado entre nosotros. Miro por el ventanal, miro a la puerta de entrada, y por fin veo llegar a mi cita, por fin puedo olvidarme de este papel escrito y lo arrugo y lo tiro. Pero en el fondo no lo olvido.

 

. 

 

.     *Teme que se conviertan en dos extraños como en la canción de Efecto Mariposa, y le asusta y no quiere ni pensárselo, teme que lo leído se convierta en profecía.

«Granito de Arena«

Efecto_Mariposa-Vivo_En_Vivo-Frontal

 

.     **NA: Publicado originalmente el 20 de Junio de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad.

La vida está llena de afectos y desafectos.

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