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Archivos de etiqueta: desamor

Regalando palabras (4ª parte)

11 Domingo Ago 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 23 comentarios

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amor, angustia, Aute, ¿Quién eres tú?, búsqueda, desamor, deseo, dolor, dudas, ilusión, incertidumbre, Música, palabras, piropos, Slowly, tristeza

Optó por intentar apartarlo de su mente, como algo cotidiano que pasase de forma ordinaria, no queriéndolo ver como  lo que era, algo extraordinario. Por ello lo guardó allí, en ese cajón de donde lo estaba retomando ahora para volver a posar la vista en aquella frase.

Habían pasado cuatro días, cuatro días desde el exabrupto que le sacó de su vida átona y monótona. Este suceso le hizo recapacitar sobre su comportamiento con las notas que había ido dando estos años. Esa desazón que hubiese podido generar en las destinatarias era la que él padecía ahora y no era ciertamente agradable, estaba sufriendo en sus carnes ese malestar interno del no saber quién ni porqué, que tantas veces él mismo inoculó a otras personas, a mujeres desamparadas- según él-, juego inocente e infantil- según su pensamiento-, y que ahora veía como cruel.

Quizás se lo estaba tomando demasiado a pecho, era demasiado ilusionante, y por ello estaba en ese estado de ansia ahora, con la nota entre sus dedos. Quizás simplemente procedía de alguien que como él, dejaba notas a la gente, y esa persona le vio gris y triste y sin luz en la mirada, como él veía a muchas mujeres a las que regalaba sus papeles y sus palabras, para dotarles de fuerza y dignidad. Puede que debiera tomárselo así, simplemente como un empujón y zarandeo, un toque de ánimo para alzar los hombros y estirar su cuerpo cada vez más encorvado por el aburrimiento de lo diario, de la falta de expectativas, por la nulidad afectiva.

Recibir una nota o un mensaje como ese, a cualquier hombre le gustaría, que le digan ese bello y tierno piropo es una de las mejores cosas que pueden decir y querer de uno.

“Los hombres como tú solo se encuentran en los mejores sueños”, uf! Quién no va a volverse loco por buscar a la persona que te diga eso. Quién puede no salir corriendo en busca de ella, del dueño de ese pensamiento hecho poesía hacia uno… Aunque intentó enterrar el papel en aquel cajón y olvidarlo, dejarlo estar, no pudo evitar al día siguiente mirar a cada una de las personas con las que se cruzaba, de manera vigilante, escudriñando cada gesto, cada movimiento. Estaba cansado por no haber dormido bien, pero quería estar alerta y no perderse detalle de las gentes con las que se cruzaba en el trayecto hacía su trabajo. Su trabajo. No había pensado en ello seriamente, solo de manera fugaz en su repaso de lugares en los que podía haber sido víctima de la entrega. Puede que alguna de las compañeras de trabajo, pero no, descartaba, no podía ser; él nunca lanzó mensajes sexuales hacia ninguna de ellas, no había muchas, ¿tres?, no, cuatro con la chica de recepción con la que casi no tenía trato. Ninguna era de su departamento pero, por razones de trazabilidad del trabajo, sí que tenía relación laboral a menudo. En alguna fiesta había confraternizado algo más con ellas, pero nada extraordinario. En ese instante se le pasó por la cabeza algo que le hizo fruncir el ceño con gesto de de sorpresa, a la vez que se le dibujaba una media sonrisa, como el que, concentrado en su pensar, exteriorizase lo que dentro de su mente está aconteciendo, mostrándose como libro abierto, por esa idea que a la vez le pareció absurda y ridícula.

Miró a su alrededor por si alguien le vio. Qué habrá pensado la gente al verle gesticular así con su rostro, él a veces veía a personas en esa situación y se preguntaba que sería aquello que les hizo sonreír o ensombrecer su cara en otros casos, qué pensamiento hizo que se mostrasen abiertamente y que uno se pudiese asomar a su estado anímico y ver tan adentro. Volvió a esa idea que se le ocurrió, pero que entendió claramente peregrina, o no tanto. ¿Porque no podía ser esa posibilidad? Al fin y al cabo, no era tan extraño que pudiese suceder, no por impulso suyo, no porque él mostrase intención o inclinación, pero posible era. Muchas veces le sucedía, desde siempre o desde bastante joven, por la calle o en bares, era mirado con cierta lujuria, atraía sin duda a bastantes homosexuales, incluso alguna vez recibió propuestas más directas y claras que las simples miradas. Nunca se sintió molesto ni violento con ello, en parte a él con su ego tan frágil, esto le agradaba algo, aunque nunca lo llegase a reconocer ni confesar a otros. Cierto que había mujeres que también le miraban con interés, esto equilibraba la cosa,  y puede que fuese lo que le tranquilizaba con vistas a tener alguna vez alguien a quién amar, sentía que había alguna posibilidad para el afecto compartido. Él no tenía tendencia a la homosexualidad y nunca se había planteado esa posibilidad, pero sentir que atraía a hombres y que incluso podía haber alguno enamorado, le creó duda y confusión. Acaso estaba equivocado desde el inicio en sus elucubraciones y no estaba mirando y observando a quién debiera en busca del dueño de aquella nota, o al menos no debería descartar y dejar de observar a los hombres como hasta ese momento había hecho, eliminados de su vista en la búsqueda de su “regaladora de palabras”. En su trabajo había un par compañeros homosexuales con los que se llevaba muy bien. Quizás. Y desde ese instante todos eran sus sospechosos, camino a su trabajo.

Mirando la nota de nuevo, entre sus dedos algo temblorosos, se pregunta: “Quién eres que tan lacerante me dejaste, quién eres que dolido busco tu imagen, quién eres que se me corta el respirar si una mirada intuyo posada en mí, quién eres que mi palpitar me ensordece, quién eres”.

 

 

 

.     *Nuestro protagonista se pregunta quién será y de donde vendrá el dueño o dueña de esa nota, como Aute se pregunta en su canción.

“¿Quién eres tú?“

Aute - Slowly-cover

.     **NA: Publicado originalmente el 22 de Mayo de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Un hedor de bosque

06 Martes Ago 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 41 comentarios

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aromas, Bolsas de Basura, Convivencia, desamor, El canto del loco, Estados de ánimo, Insoportable, La Tertulia, Lavanda, Música, olores, Pino, Ruptura

No podía creerlo, el olor le llegaba perfectamente, le producía nauseas, desde el cubo de basura llegaba aquel olor insoportable. Se lo había dicho desde un inicio, desde que se conocieron e intimaron, y esto era una provocación, sin duda. Ese aroma a falso monte, a simulacro de pino dentro de la cocina. La cosa no iba bien en los últimos meses, pero este acto era directamente una declaración de guerra, la declaración de sus intenciones de molestar y “joderle la vida”. No podía esperar una acción tan ruin por parte de ella. Ahora ya no había vuelta atrás, ni perdón posible. Ahí estaba él, tapándose la boca y la nariz para poder pasar este mal trago. Le repugnaba la idea de acercarse al cubo, pero lo tenía que hacer, tenía que cogerlo y tirarlo antes de que fuese a enfermar. El cuerpo le pedía salir corriendo de la casa, pero la mente le decía que tendría que volver a ella en algún momento y el hedor seguiría allí a su vuelta, con lo que lo mejor era deshacerse de ello cuanto antes. Los últimos días todo estaba degradado, ya casi ni se miraban a la cara, aún compartían cama, pero desde hace bastante no compartían sexo, ni caricias, ni afectos, ni miradas cómplices, contrariamente lo que había era huida en ellas, intento de no cruzarse sus pupilas.

Últimamente, él demoraba su regreso a casa cuando terminaba su jornada laboral que alargaba lo más que podía, y cuando ya no había más remedio, cerraba y apagaba el ordenador. Se quedaba allí sentado, mirando la pantalla en negro, con la mente perdida. Vacío de ganas de seguir con la rutina. Rutina del retorno a la ínsula compartida que cada vez se le hacía más pequeña y asfixiante. Mirando el monitor esos minutos, lo que veía negro, en un pasado no demasiado lejano era todo de colores alegres. Lo que hizo que cambiara ese colorido a la ausencia de color no lo sabe bien, no alcanza a encontrar aquel punto de inflexión en donde decir: “ahí la cosa se marchitó”. Mirando atrás ve que la relación fue perdiendo fuerza y el ímpetu inicial se transformó en desidia y desánimo. El respeto sobre las diferencias entre ambos pasó de ser limado a afilado y utilizado como punta de lanza para dañar al otro, y hoy ella lo ha llevado a su mayor cota.

Cuando se fueron conociendo les parecía que eran el complemento perfecto uno con el otro, compartían aficiones, y formas de ver las cosas, y eso hizo que no demasiado tiempo después decidiesen ir a vivir juntos. En sus conversaciones pasaban de lo profundo a lo más ordinario con facilidad, contándose lo que estimaban y lo que detestaban. Poniéndose al tanto de sus costumbres y manías del día a día, y ahí salió a relucir algo que parecía de lo más corriente y sin mayor importancia y que él asimiló no sin cierta obligación. Ella era amante de los ambientadores por la costumbre arraigada en casa de sus padres, siempre los habían utilizado, y él en cambio los odiaba, no podía aguantar en su nariz lo fuerte y molesto de esos efluvios químicos, que hasta a veces sentía que le hacían daño al inhalarlos y siempre le ponían dolor de cabeza. Ella quería que todo estuviese con aromas artificiales que decía eran naturales, hablaba de tener un ambiente fresco y limpio, del salón al baño, pasando por el resto de habitaciones y llegando a la cocina donde le gustaban las bolsas de basura con fragancias, y él que hacía un esfuerzo en aguantar ese reparto de olores por la casa, no soportaba en ese aspecto el de las bolsas, prefería que allí no hubiese ninguno efluvio que se mezclase con el tufo a basura, generando una mezcla aún peor que el malo proveniente de los desechos. Él decía que si empezaba a oler la basura, pues se tiraba y resuelto el tema, pero ella no estaba de acuerdo. Como en esos orígenes él estaba por el amor, esto hizo que en ese punto cediese a lo que ella quería, llegando a un acuerdo, al menos sería con olor a lavanda. Acuerdo que hoy había saltado por los aires, acuerdo que hoy ella quebró a sabiendas que lo encabronaría. Esa emanación del cubo de basura a lavanda había sido cambiado por el insoportable a pino. Habían quedado en que nunca pondrían bolsas con olor a pino, ese olor lo inunda todo en la cocina, y si al menos hubiesen conseguido el aroma del pino, pero la mayoría de las veces es un olor a eucalipto que tira para atrás. Cuando uno se pone a cocinar se cree que está haciendo barbacoa en mitad de una arboleda que mata todos los aromas de alrededor, es un olor tan intenso que uno no sabe ni lo que está guisando, en vez de ser una esencia agradable se convierte en fastidiosa y revuelve el estómago; pruebas a ver cómo está el guiso de sabor y crees que te estás comiendo el monte. Al menos con las bolsas de lavanda, ese olor se convierte en un vaho tenue y floral, poco persistente que no hace querer salir corriendo de la cocina.

Además con las de lavanda, al menos te imaginas al mirar hacia el cubo que hay una plantita, y no un pedazo de árbol allí, en mitad de la minúscula cocina, creyendo que en cualquier momento te caerá una piña en la cabeza y una ardilla bajará y te quitará el pedazo de queso que tienes en la mano mientras tomas el tentempié antes de acabar el guiso, que no son unas chuletas y no estás con la bota de vino amarrada y bebiendo para no añusgarse, en plan campestre.

Llegado a este punto, y como ya no lo movía el amor sino más bien el odio, se le pasa por la cabeza coger una bolsa de basura con olor a lavanda, con su suave aroma a campiña que les había acompañado hasta el día de hoy en el que ella le jodió con alevosía, y piensa en meter todos sus vestidos preferidos para tirarlos al contenedor de “Humana”.  Nunca se planteó porqué prefería un olor u otro, simplemente era que uno le gustaba y otro no, pero sin duda ya sabe porqué eran mejor las bolsas con olor a lavanda y no a pino, las primeras dejan salir lo mejor de uno, no es un olor agresivo, por ello se vuelve suave y delicado el que lo percibe, sin embargo el pino saca de nosotros al lobo que llevamos dentro y nos arrastra a esos bosques lúgubres, de donde proviene ese olor, y que no dejan pasar el sol y muestran todo sombrío y frío, como él siente el corazón, con irremediable deseo de deshacerse de ella.

 

 

.                                               Madrid 12/12/12 a las 12 del medio día.

 

.     *Para el proyecto de “La Tertulia”, me tocó el apasionante tema: “Cuáles son las mejores bolsas para la basura, bolsas con olor a pino o a lavanda”. Claramente las segundas ganan, y como en la canción de El canto del loco, no estar de acuerdo en esto colma el vaso y convierte a la pareja en alguien insoportable.

“Insoportable“

elcantodelloco- estadosdeanimo

.     **NA: Publicado originalmente el 12 de Diciembre de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

El primer día de un cambio (3ª parte)

02 Viernes Ago 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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Adiós, Afectos, amanecer, amor, cama, cambio, cariño, complejidades, desamor, desencuentro, deseo, despertar, desvelo, dormir, Efecto Mariposa, encuentro, hastío, hombre, insomnio, ligar, Música, mujer, Otra historia, pareja, Ruptura, sexo, Supermercado, vigilia, vino, Vivo en vivo

Los despertares eran fantásticos, aquello se convertía en tal placer que era difícil que ya el día no fuese ideal. Juntos en la cama él se giraba hacía ella y pasaba suavemente la mano por su pelo y dibujaba con un leve roce su oreja y, muy suave,  pasaba el reverso del dedo por la mejilla y con los ojos chispeantes le decía te quiero, ella entonces le ofrecía una sonrisa, bella, resplandeciente, parecía que no hubiese estado durmiendo ocho horas, esa sonrisa borraba todo atisbo de la imagen que tenemos generalmente al salir del sueño, y que no suele ser la idílica de las películas, más bien el de un rostro embotado, el pelo enmarañado y no digamos si ese despertar viene precedido de haberse acostado algo ebrio o después de una larga noche, o de ambas cosas juntas, que ya nos dejan con un deplorable aspecto.

La cama era grande y con espacio amplio para cada uno, que los separaba para dormir a gusto sin molestar al otro con los giros o movimientos o desvelos que se producen en la horas nocturnas, unos sin consciencia, otros demasiado conscientes con insomnio y vigilia y preocupación que nos arruinan la noche y el descanso. Esa distancia quedaba en nada cada mañana, cuando sus cuerpos se buscaban para darse los buenos días y las primeras caricias y besos matinales y decirse palabras dulces antes de levantarse. Y los fines de semana estos cortejos se alargaban y acercaban sus cuerpos para darse caricias y agasajos con todo ello. Entonces las ropas nocturnas sobraban y se hacía necesario hacerlas desaparecer para sentir la piel de uno sobre el otro y la calidez de los cuerpos que mimosos se mostraban con todo el día por delante para estar y compartir, y juntos dilataban el momento de ir a desayunar, y abrazados y arrullados dejaban el mundo al margen y con esa desnudez y ese amor el deseo se abría paso, y ella sentía como la erección de él iba aumentando y se iba inflamando y al rozarla con ella en la pierna o el culo, era señal inequívoca que seguía excitándole aún con sus 50 años pasados, y era como una tarjeta de visita, como credenciales para ser recibido, y ella tan excitada como él, sentía ya la humedad entre sus piernas y echaba la mano bajo las sábanas en busca de ese miembro que llamaba a su puerta para constatar que lo notado era cierto y real y sentir como ya crecido, más que pedir audiencia, reclamaba y exigía atención. Entonces él ante esa acción busca sus pechos y baja su mano hacía su vagina y descubre lo lúbrica que está, y ella con un leve movimiento abre y separa un poco sus piernas para ofrecerle un acceso mejor, y él comienza a jugar con su clítoris, presionando y masajeando como sabe que le gusta. Y sin mucha más demora por la excitación de ambos, ella se voltea y se pone encima de él y con facilidad hace que el pene inhiesto entre duro y grande, pero deslizándose adentro con dulce suavidad, y ella rítmicamente se mueve buscando el orgasmo y aceptando las embestidas de él desde abajo, aguantando hasta sentir que ella está a punto de venirse, y él entonces se deja llevar al percibir como se contraen todos los músculos vaginales por los espasmos del coito venidero; Y al sentir esa presión no soporta más ese placer y se deja ir y eyacula con violencia llegando juntos al final, jadeantes y con la respiración entrecortada, sudorosos.

Sin duda en la cama lo han pasado bien, siempre supieron gozarlo, desde aquel encuentro en el supermercado, tan deseado por ambos como se confesaron enseguida, cuando ella dudando ante la estantería de vinos cual elegir él se atrevió a recomendarle uno. Y como ambos estaban predispuestos y deseosos de conocerse, todo fue fácil y sencillo. Conectaron muy bien, el utilizó toda su verborrea pero de forma muy natural, nada forzada, cierto que había elegido un tema del que hablar que le gustaba y del que además tenía ciertos conocimientos, quizás por ello se lanzó y atrevió en la sección de vinos a hacer lo que llevaba tiempo pensando sin osarlo, pues lo que dijese no sonaría a tonterías de adolescentes. Ella se sorprendió a si misma mostrándole esa sonrisa que había imaginado darle algún día, y aceptando su consejo, y más se sorprendió cuando instintivamente le sugirió probarlo juntos en su casa para que si no estaba bueno pudiese echarle la culpa y si lo estaba poder darle las gracias de alguna manera. Argumentó que no quisiera regalar ese vino a unos amigos sin haberlo probado y que una botella para ella sola era mucho. Luego, al llegar a casa pensó que quizás él pensase que era una “fresca”, pero en el fondo no le importaba, hacía algunos días que había decidido dar un cambio a su vida.  A él también le entraron dudas sobre su proceder, quizás ella pensase de él que era un frívolo cazador de mujeres solitarias, y además un engreído sabiondo por hablar con esa solvencia de vinos.

Pero todo fue bien en aquella cita para cenar en casa de ella, buena cocinera, algo que a él acabó por desarmarle, ya que él también hacía sus pinitos en los fogones. Parecían hechos el uno para el otro. Esa primera noche terminaron en la alcoba de ella y comenzaron los despertares cómplices.

Cinco años juntos dan para muchas situaciones, y poco a poco se empieza a ver lejos aquel día primero en el que cada uno por su parte pensó que necesitaba un giro en su vida, y precisaba encontrar “el primer día de un cambio”. Y como lo desearon lo obtuvieron y se decidieron a afrontarlo y llevarlo a cabo, y agarraron la ocasión primera, sin pensar demasiado si saldría bien o mal, sin el peso abrumador que nos paraliza cuando tenemos miedo al cambio y tememos lo que vendrá. Primaron el aquí y ahora para potenciar el mañana, que será benévolo o no con las decisiones tomadas.

Todo se va desmoronando con el tiempo. En la cama todo era perfecto, pero se buscaban menos fuera de ella, en los primeros tiempos, incluso de tiendas en los probadores lo hacían, pero ese fuego se fue apagando y extinguiendo, y el deseo y placer no fue sustituyéndose por amor y complicidad, solo por cariño, y con el cariño y el sexo solamente, no se puede sostener el edificio de la pareja, y cada uno a su manera fue buscando su rincón, y hoy en el salón recuerdan amablemente los inicios y los ríen, y les divierten los días alegres y festivos pasados y les enternecen los malos en los que se apoyaron uno en el otro, pero son conscientes que no es suficiente, que queda mucho recorrido por vivir y que prefieren otros lugares comunes que los comunes de los dos. Y se miran y sostienen la mirada, porque el afecto no cambia ni desaparece entre ellos, y se dicen nos vemos, y se dicen adiós.

 

 

.                                                                                          FIN

 

.      *Ya ha pasado lo mejor y todo parece peor, como dice Efecto Mariposa en su canción. Por ello es mejor dejarlo aquí, y desearse lo mejor, y cada uno seguir volando ya más seguros con sus complejidades.

“Otra historia“

Efecto_Mariposa-Vivo_En_Vivo-Frontal

.     **NA: Publicado originalmente el 19 de Febrero de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad

Viejos tiempos (6ª parte)

04 Jueves Abr 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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40:04, amigas, cambio, desamor, deseo, Diez minutos, dudas, Efecto Mariposa, estupidez, Infidelidad, Música, Odio, palabras, pareja, preguntas, Presente, ridiculo, Ruptura, silencio

No dice lo que querría decir. Está tan nublado su pensamiento que todo lo que era nítido ya no lo es, su odio hacia esas dos mujeres piensa que no tiene sentido. Aquello por lo que su cabeza no deja de fabular e imaginar es algo que no debería preocuparle. Siente cierto mareo, un vértigo que le lleva a fruncir el entrecejo sin darse cuenta de que está siendo observado, de manera un tanto atónita, por las mujeres que están haciendo de estas horas, de las peores que ha tenido nunca. Debería pensar en el presente activo y actual, con aires positivos de enriquecimiento, de aprendizaje de cosas hechas y lugares no habitados hasta el día de hoy por él. Debería plantarle cara a las suspicacias y tomar este presente con afabilidad. No mirar al frente y ver enemigos. Qué estupidez, no hay ninguna guerra, ningún conflicto. Siente que está haciendo el ridículo. Quiere pensar y no piensa, quiere decir y no dice. Qué diablos le pasa. Alza la vista que tenía clavada en el suelo, mira al frente con la mirada perdida, y después mira a las dos amigas. Ve sus caras, su pareja algo seria pero no enfadada como él cree que podría estarlo por su comportamiento raro. La amiga mantiene dibujada una sonrisa en el rostro. Seguramente, cada vez abunda más en su pensamiento el de: “qué tipo más raro es la pareja de su amiga”. Él piensa que menos mal que todo empezó por la tarde y ella vio que estaba sobrio al llegar, si no parecería por su conducta que estaba muy bebido, pero tres cervezas a lo largo de estas horas no son suficientes para argumentar este estado anímico como fruto de una borrachera, salvo que no estuviese acostumbrado a beber. Al fin, respira profundo y balbucea algo rápido, sin mucho sentido si se escucha lentamente, sin mucho convencimiento de convencer a sus dos oyentes, pero logra salir del atolladero con su vehemente verborrea, que eso sí, cuando está locuaz logra con seguridad dar un mensaje eficaz sobre lo que quiere transmitir, y en este caso logra lo que quiere, es decir, lo contrario, no transmitir nada, decir sin decir. Hablar por hablar. Pareciera que está consiguiendo esquivar este momento complicado, ayudado sin duda, porque su pareja decide ir al aseo, y se levanta dirigiéndose hacia fondo del local, lo que hace revivir por un instante el momento de fragilidad que tuvo él frente al espejo del lavabo. Hay silencio, están ahora solos, frente a frente, dos extraños que están compartiendo tarde, ya casi noche. Tantas palabras hubo hace unos segundos y ahora solo mutismo. No saben que decirse, que no suene forzado para romper esta mudez de ambos. Beben para ocupar sus bocas y tener la excusa para tal insonoridad de sus cuerdas vocales. Él la mira, sí que es guapa – piensa – y está morena, con ese color que a él le gusta, no demasiado tostada, esas pieles requemadas por el sol no le gustan nada. Vuelve a sonreírse internamente, que falsedad la suya, está encabronado por el presente llegado del pasado a su vida, el de su pareja, por los celos de lo desconocido y que activa sus defensas contra ello, y a su vez le gusta ver enfrente ese nuevo presente, que es atractivo, bonito, lujurioso incluso. Qué desfachatez la suya, se dice, es capaz de haber estado juzgando lo oído, de ellas, de sus actos, de sus vivencias, de su correrías, y sin embargo el cometería infidelidad con la amiga de su pareja con un suspiro de ella. No sabe si es un flechazo o es simple deseo, la animadversión de hace un rato se esfumó. Quizás esto que ahora le sucede sea lo real, y que lo escuchado le está sirviendo de coartada para una ruptura que él no sabía que deseaba, y que se dio cuenta esta tarde que la burbuja en la que se había metido lo mantenía en un mundo ficticio, en el que estaba a gusto, apartados los dos de lo que les rodeaba, de las tentaciones del presente actual y de las del presente pasado. Y ahora, mirando ese presente pasado hecho presente actual y que desearía fuese presente futuro, duda si lo tenido es lo querido. O este pensamiento es simplemente el fruto de su estado mental de hoy, poco cuerdo. Está hecho un lío. Pero ahora mismo desearía tener más tiempo para estar así, a solas con ella, y poder decir lo que siente.

 

 

.     *El protagonista está sumido en un mar de dudas, y como Efecto Mariposa necesitaría tiempo para poder decir todo lo que lleva ahora dentro, todo el deseo canalla atrapado en este momento, en este silencio.

“Diez minutos“

.     **NA: Publicado originalmente el 17 de Julio de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

                                                         …Continúa “Viejos tiempos (7ª parte)“

Viejos tiempos (4ª parte)

30 Sábado Mar 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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amigas, ¿Qué hago ahora?, desamor, deseo, Donde pongo lo hallado, Música, Mujeres, Pasado, pensamientos, placer, Presente, Recuerdos, sexo, Silvio Rodríguez

Ahora se pregunta qué hacer con ella, dónde poner lo hallado, lo que no esperaba o no quería ver. Mira la belleza que él adora en ella, o quizás haya que decir adoraba, no es capaz de verla con los mismos ojos, que hace unas horas, al menos verla por dentro de la misma forma no puede, aunque por fuera si lo sea. Contemplarla es sentir una punzada en el estómago, siente esa acidez de las malas digestiones. Qué bien le vendría tener un almax a mano, piensa. Aprecia lo guapa que está, eso sin duda, cualquiera que le vea allí con esas dos mujeres pensará lo afortunado que es, y ciertamente si no estuviese en este estado de shock, de desilusión y malestar por lo presenciado, lo podría pensar él mismo, es más, cuando vio llegar a la amiga lo pensó, era atractiva y como hace un rato mismo, elucubró con tener sexo con ella si se terciase. Nunca pudo evitar mirar a las mujeres con deseo sexual, algo que no podía evitar. Aunque fuese algo efímero ese transitar por una situación que no se iba a llevar a cabo, se dejaba llevar cinco segundos por la imaginación pensando que se le insinuarían y sin muchos más trámites, terminarían haciendo el amor sin ataduras, sin otro fin que el placer. Ahora tiene allí delante a dos mujeres guapas, luminosas, vestidas con elegancia aunque con toque informal dándoles un aire de modernidad, con escotes insinuantes pero no llamativos, nada chabacano, con faldas cortas que dejan entrever unas piernas desnudas que atraen miradas de los que cerca pasan, tienen cierta aura de sensualidad que apabulla en el ambiente. Y brevemente piensa que sería un sueño poder estar con las dos a la vez, aunque nunca ha tenido esa experiencia, la tiene en la retina como tantos hombres y mujeres. Esas flaquezas físicas se diluyen enseguida y vuelve a ser atacado por el desengaño que él mismo se está infligiendo, y alentando sin saber muy bien de donde salen esas ideas. Vuelve a la carga la sensación de estar en un presente que no es su presente, se da cuenta que lleva bastante tiempo en silencio, pensando en aspectos sexuales que no tienen sentido. Vuela su mente en ficciones que nada tienen que ver con su presente real, que es el de situaciones que le mantienen fuera, al margen de esas mujeres con las que comparte tarde, que no experiencias. Cae en un victimismo que no entiende ni él, que quizás no está siendo realista con los acontecimientos. No es cierto que ellas hayan obviado su presencia totalmente, de vez en cuando se dirigen a él, para hacerle entender cualquier aspecto de lo relatado que pudiese parecer confuso, pero es él el que se aísla más y más. La amiga de su pareja le ha mirado de soslayo varias veces, él lo ha detectado. Al principio no quiso darle importancia pero ahora le asusta un poco que ella se dé cuenta de su estado misantrópico en esta reunión, y que se haga una idea equivocada de él, aunque hoy no estaría equivocada en verdad. Vuelve a dejarse ir por pensamientos un tanto peregrinos e imagina que le mira de esa manera por que le ha gustado. Rápido cae otra vez en la realidad de este presente y no del imaginado, e intuye que la chica o mujer, – no sabe cómo llamarla, los tres están en esa edad que ni son jóvenes ni viejos, y decir chica es pensar en una imagen demasiado juvenil y decir mujer, es envejecer a esa persona -, está evaluándole como si de un examen de reválida se tratase. Definitivamente él piensa que la amiga, así se siente más cómodo al referirse a ella, quisiera saber que tienen en común su amiga y él, y que por eso a su entender, le vigila con miradas sutiles. Ella la conoce bien y viéndole a él junto a ella al llegar, seguramente que no se podía creer que él fuese su pareja, a primera vista no había ninguna incompatibilidad entre ambos que evidenciase esa imposibilidad, pero los amigos ven más allá y perciben este tipo de cosas. Fantaseaba con estas elucubraciones de la mente de la amiga, cuando súbitamente le hicieron una pregunta, no era ya una frase explicativa como muchas de las referidas en la conversación anteriormente. Era una pregunta directa que él no esperaba, le pilló con la guardia baja, él no estaba allí con su mente y menos en la conversación. Se quedaron ambas mirándole esperando una contestación que él no daba, el silencio se apoderó de nuevo del lugar, como al inicio de la tarde, aunque ya sin la incomodidad inicial, al menos para ellas, pero si para él. El breve espacio de tiempo que transcurrió entre el momento que le lanzaron el interrogante y cuando se lo tuvieron que volver a repetir por su falta de respuesta, a él se le hizo enorme, largo y angustioso, y le cayó como jarro de agua fría por la sorpresa inesperada, y nada gratificante, y con esa incomodidad del principio encima, salió al paso, y sin entender la pregunta, sin saber realmente cual era la cuestión, les contestó; y ahora ¿dónde pongo lo hallado?

 

 

 

.     *Nuestro protagonista se deja llevar por el subconsciente y pregunta en voz alta lo mismo que Silvio Rodríguez en su canción.

“¿Qué hago ahora?“

.     **NA: Publicado originalmente el 12 de Julio de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

                                                        …Continúa “Viejos tiempos (5ª parte)”

Viejos tiempos (3ª parte)

28 Jueves Mar 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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amigas, amor, desamor, Música, Pasado, Por quien merece amor, Presente, Recuerdos, Silvio Rodríguez, Te molesta mi amor, Unicornio

La felicidad se le está marchando sigilosamente, o pudiera ser que ya estuviese desaparecida al sentarse esta tarde en este lugar, antes de que todo empezase. No es normal que lo acontecido en las últimas horas, ¿qué horas? Ni siquiera han pasado horas, quizás como mucho un par de ellas. Ya el tiempo para él se le está haciendo elástico. Le parece mucho rato el que llevan compartiendo mesa, compartiendo espacio y lugar, compartiendo presente. Todo se le arruinó hoy, o eso cree. Aunque realmente empieza a desembarazarse de este sentimiento de inquina hacia la persona que hasta hace un momento era alguien desconocido y que de pronto se transmutó en su voraz enemigo. Devorando su presente, dejándole sin futuro o al menos sin el futuro que tenía pensado. Meditándolo bien, él no tenía pensado nada para los siguientes días, ni años, él se dejaba llevar, feliz de estar siempre en un presente constante, presente que avanzaba con él tranquilamente, sin sobresalto, emparejado con ella, que hoy no la ve ya con él, en ese presente continuo que sería su futuro. Infeliz se siente en este instante, en el que se regodea de su mala fortuna, que lo ha llevado a este pensamiento perentorio, con la urgencia de encontrar respuesta a este sentir. Acuciado por estas dudas, por este tenebroso pensamiento, temeroso de lo que pasará a partir de ahora, está ausente de la conversación de ellas de la que desde hace rato intenta evadirse. No logra taponar mentalmente sus oídos para evitar la entrada de los sonidos, para que éstos no le transmitan a su mente el sentido que tienen y conllevan esas palabras dichas y apuntaladas con los argumentos de las situaciones revividas. Vuelve a oír y entender las frases que quisiera no comprender, para no asimilar este nuevo presente, que ve que no soporta tal cual se le aparece. Ese presente de él y de ella, la pareja que quiso ver eterna y no lo es, no lo será.  Mira a la amiga, la mira escrutadoramente, intentando averiguar el motivo de la llamada, ella que no estuvo nunca presente, que solo estuvo como referencia literaria, solo como nombre, como el título de un libro que se sabe que existe pero no se ha leído. Así era ella hasta hoy. Hacerse carne ella y sentir la fiebre él, ha sido uno. Se le ha clavado en el costado como una daga, un dolor que avanza y penetra, pero no hace sangre, el flujo lo siente interior, se desangra hacia dentro, y él piensa que hará que se ahogue, ya en el baño, lo sintió, sintió que el líquido le llegaba a la garganta que le asfixiaba, aunque allí se repuso tragando fuerte. Pero aquí con la mirada penetrante en ella, no lo consigue tan fácilmente, respira como si le faltara el aire, como si ya no fuese a quedar oxígeno para todos los que allí están, pero ellas ni se dan cuenta, de que está algo lívido, marmóreo, con los ojos demasiado brillantes, para estar bien. Pasa desapercibido, ante ellas, y el dolor se agudiza, es transparente ante aquellas dos mujeres, es como no ser. Mira a la amiga de su pareja, que no siente como amiga suya, de él. La observa y se dice que es guapa, que sí que tendría un buen revolcón con ella, hace una mueca de media sonrisa por este pensamiento, cómo somos los hombres se dice, hasta en estos embates, fugazmente nos olvidamos del dolor amoroso por un deseo de sexo, por una imagen que nos despierta la libido y todo el deseo sexual nos aborda de manera frenética. Dirige la vista a su pareja, que en tiempos no quiso ser su pareja, pero él insistente gano para si aquella guerra dando la vuelta a esos primeros rechazos ante sus intentos de conquista amorosa. Esta vista de ella, frente a él, le hace pensar en ese presente  que se le hace reciente en el que le molestaba su amor y él luchó contra su breve rechazo y hoy se siente triste por haber ganado aquella batalla, y se pregunta de que sirvió, si ahora hubiese preferido perecer en aquellas trincheras imaginarias tras el teléfono, con llamadas insistentes, suplicatorias, con peticiones de citas, que ella eludía con largas, pues en ese momento le molestaba su amor.

 

 

 

.     *El protagonista del relato recuerda esos inicios con la pareja, en el que su amor era rechazado y era molesto para ella, como Silvio Rodríguez que nos canta y nos describe como es ese amor suyo que molesta.

“Por quien merece amor“

 

.     **NA: Publicado originalmente el 11 de Julio de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

                                                         …Continúa “Viejos tiempos (4ª parte)“

Afectos y desafectos

05 Martes Feb 2019

Posted by albertodieguez in Música, Reflexiones, Relato

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1999, Afectos, amigos, Amistad, amor, Anacronismo, Como hemos cambiado, Cuestiones de familia, Desafectos, desamor, Enemistad, familia, hermanos, hijo, Love of lesbian, Música, padres, pareja, Presuntos Implicados, Recuerdos, rencor, Ronroneando, Ser de agua, Sr. Chinarro, vida

Los afectos y desafectos son lo mismo, unos vigentes y otros caducados o trasmutados, pero que siguen siendo afectos que dejan o dejaron poso y huella. Hablo de afectos desaparecidos o perdidos o con posibilidad de caer en el olvido o ya prescritos o también de afectos dolidos que pasan a ser odios reprimidos. Los afectos a veces se dejan y apartan por decisión propia y ya entonces son desafectos, no siempre barnizados por la inquina y el resentimiento, o el rencor. Los afectos  nos llegan de nacimiento unas veces, y encontrados por el camino muchas más. El cariño que nos profesan nada más nacer y que nosotros devolvemos, es ese primer afecto que nos llena durante tanto tiempo, que no existen casi otros. El más duradero de todos los afectos, ese, familiar, de madre y padre y hermanos, y toda la consanguineidad que nos rodea, como manta que nos quiere proteger de las intemperies que nos llegan, de los fríos con los que nos tendremos que enfrentar y nadie podrá evitar por más que ese abrazo de todos ellos nos quieran aislar de esos gélidos vientos. Y este afecto inicial no está a salvo ni siquiera de ser mutado en desafecto, en malquerencia, por motivaciones que no están muy claras. Cuando niños nos aparece y nos da por pensar que se nos omite la libertad, que nos asfixian con las normas y todo el amor que recibimos o damos se vuelve contra quién nos lo da o quién lo recibe, en forma de desdén y alejamiento, y ya no hay reconciliación, solo desafecto. La ternura desaparece y ese niño que fuimos ya no la inspira, incluso ese recuerdo tierno se entierra, y se borra cualquier posible marca que nos diga donde estuvo ese sentimiento, y al hijo se le repudia, y al padre y la madre se les destierra del futuro del hijo. Y cuando la envidia surge entre hermanos, se ahonda un distanciamiento que la vida abundará, y cada uno llevará su vida y será el desafecto el nexo de unión, un afecto alejado, distante, teñido de amor enrarecido, no indiferente pero en el fondo poco afectivo.

Luego con los años aparecen la amistad y el aprecio por ciertas personas que avanzan junto a nosotros en el día a día, y creemos que ellos nos acompañarán durante todo nuestro camino, no se nos pasa por la cabeza que irán quedándose en la cuneta, por el destino, cambios de residencias, de estudios y de juegos compartidos, mudados a otros lugares, que nos llevan a encontrar a otros compañeros de viaje, también por tiempo limitado. Pero otras veces esos amigos, dejan de serlo no por el devenir de la cotidianidad de los días, o por los caprichos de la vida. La enemistad surge de pronto, por un roce, por una desilusión, por un enfado fundado o infundado, por suspicacias o por cualquier nimiedad, y entonces apartamos al camarada, lo mandamos al exilio, dudando de la fidelidad a nuestra causa, y el desafecto lo deja en un Gulag interior, que mucho tiempo después quizás se rehabilite en la memoria, pero que por siempre quedará como un afecto osco, lejano, sin el calor de algo que nos toque y nos despierte emoción, solo recuerdo de un pasado donde iniciábamos nuestro periplo en comunidad, con otros que no eran los de la sangre propia.

Luego llega el afecto de los afectos, la estima y devoción, el amor. El primero es el más bonito, por lo menos en la memoria así queda, a no ser que por algún motivo como un Mr. Hyde se transforme y ya no quede ese dulce recuerdo. El apego emocional hacia otro nos mueve constantemente, siempre queremos tener a alguien a quién amar, con quién compartir, hacer proyectos, sentirnos importantes para el otro y consecuentemente para nosotros mismos, que nos crecemos al pensar que somos un referente para ese otro en la pareja. Y nos vaciamos y nos damos y se vacían y nos dan todo, tanto que quedamos secos y necesitamos del otro para recuperar energías, y es a la vez un conducto que retroalimenta la relación, nos seca y nos consume, secamos y absorbemos, y acumulamos y colmamos de vigor y fuerzas, y nos recargan con mimos y halagos, devociones y aprecios, que a veces se trastornan y se vuelven desprecios. Y el respeto antes cultivado, queda destronado y se instaura el rencor y toda la tolerancia de antes se hace intransigencia, y todo lo bueno se gira en malo, las bondades de antes se enturbian y parecen vilezas, y ya todo rezuma desafecto. Un desafecto acentuado y tildado de odio y crueldad, la perversión toma el mando y todo lo que antes hacíamos por el bien del  cónyuge, con complacencia y diligencia, con fervor de ofrenda, se transfigura, y la piedad desaparece, de tal manera que nos trasladamos al otro extremo, convertidos en inclementes. Y es ahí con esa fuerza con la que se nos compone todo el desafecto malicioso que podemos dar y recibir, encontrar que nos lo suministran o encontrarnos endilgándoselo al antes amado. Y el aborrecimiento ensombrece nuestro día a día, y llegada la separación física, no nos basta para pasar página, se queda enquistado en la médula la mortificación que nos supone pensar en el otro, no nos conformamos con la ruptura y el olvido. En algunos casos la obsesión es la recuperación del amor y estimas perdidos en el otro, y viendo la imposibilidad, el deseo creciente es el de insuflar el mayor mal, el mayor dolor a la pareja perdida, que nos haga catarsis del nuestro que no nos deja vivir y nos ciega. Y esa enfermedad es el mayor peligro, caer en ese pozo es hacer del desafecto el motivo de vida, pero no como indiferencia si no como sinónimo de penitencia, escarmiento y deseo de castigo. Otras veces aún siendo fortuito y no esperado, el desafecto es tomado como avatar de vida y el alejamiento es civilizado y tomado como un estigma y muesca más que nos deja el oficio de vivir, y el desafecto se queda solo en eso, en desvío de la estima hacia el otro, dejar a otros huérfanos de nuestra estima o al menos con ella bajo mínimos.

Pero otras muchas veces los desafectos son la salida buscada por el miedo a un abrazo de futuro que nos inquieta y del que no estamos seguros, es una puerta de escape para el acorralado, al que los sentimientos le tienen amarrado y atado y duda de que sea lo que él estimaba sería, o de lo que imaginó y de pronto ya no quiere que sea. La mayoría de las veces no queremos el daño del otro como fin al apartarnos, es la consecuencia de auto-protegernos, de salvaguardar nuestro sueño, nuestros anhelos, que a veces simplemente son seguir libres durante más tiempo, no sentir ataduras, ni grilletes que nos mantengan en una celda, o que nosotros vemos como tal. Y aunque no deseamos hacer mal, el mal aparece y la incomprensión, la falta de entendimiento a ese celo que prestamos hacia nuestra intimidad que ya no queremos compartir y que el otro ve como frustrante rechazo por nosotros, y desencadena dolor.

Más allá de todo esto tan cercano, tan de piel con piel, están los otros afectos, esos que son fugaces, cotidianos, que están cincelados por la simpatía, son esos que nos rodean en nuestras relaciones menos profundas o que nosotros estimamos así, más frívolas, sin la hondura que otorgamos a los otros lazos, en estos el vínculo lo manejamos con distanciamiento, intentando que no nos marque, que no deje en nuestra piel el roce cálido que nos traiga afinidades y familiaridades, y que evitamos pues no nos interesan esas bondades que no queremos que profundicen en nosotros. Y estos afectos son muchos menos que los desafectos que destilamos, cuando miramos alrededor son muchas más las antipatías que nos despiertan y despertamos, que las conexiones con las que confraternizamos. La gente la vemos con animosidad, y con aversión, nos molesta el comportamiento de prójimo constantemente, sus acciones nos parecen plagadas de egoísmo y así es en la mayoría de la veces, montarse en un vehículo es encontrar adversarios con los que luchar en la carretera, la solidaridad está escondida, no se sabe dónde, pero claramente atrincherada en algún lugar que no vemos y que se nos muestra como fugitiva y refugiada de una guerra, allá en cualquier sitio menos cerca.

Los desafectos, son afectos perdidos, miedo a los afectos, recuerdos de afectos desaparecidos. Simiente para un futuro de indiferencia, odio o rencor. Siempre de dolor, breve o indefinido.

 

 

 

.     *Para el texto de hoy, traigo varias canciones que recorren los diferentes afectos y desafectos contados en él.  Love of Lesbian nos cantan los familiares, Sr. Chinarro los de pareja, y Presuntos Implicados los de las amistades y amores primeros, transformados por el tiempo.

“Cuestiones de familia”          “Anacronismo”          “Como hemos cambiado”

  

 

 

 

 

 

 

 

.     **NA: Publicado originalmente el 29 de Junio de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad

Efusión nocturna

17 Jueves Ene 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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amor, Andrés Calamaro, Ay que gustito pa mis orejas, clítoris, cunnilingus, desamor, deseo, efusión, fantasía, Gerundina, nocturno, orgasmo, pechos, pezones, placer, polución, Raimundo Amador, sexo, sueños, vientre, vulva

Por fin te he tenido, esta noche te he tenido, esta noche la he pasado contigo, soñaba hace tanto con este momento que se hacía eterno y hoy me paseé por tu cuerpo con todos mis sentidos. Mis manos, mis labios, unidos con un mismo fin, el placer de estar contigo y darte placer que siempre es mi mayor anhelo, y mis ojos que no querían perder detalles lo han grabado a fuego. Había preparado tanto este momento que no podía ni quería dejar nada a la improvisación, aunque todo ha sido improvisado y no esperado hoy, pero si fantaseado mil veces cada vez que te alejabas y yo cerraba los ojos para quedarme con esa imagen, para robarte el alma como dicen algunos indígenas cuando les hacen fotografías.

Y de pronto todo se hizo presente y real. Tú estás aquí a mi lado. Despacio, lento, suave, es tu petición, siempre tranquilo, todo tranquilo, relajado. No quieres ningún estrés, el sosiego es tu fin, te gusta saborear los momentos y dices que eso solo se puede hacer despacio, con calma, relajadamente. Y así lo hago, alargando cada uno de mis besos, cada una de mis caricias, muy suavemente, enredándome a tu cuerpo, y tú dejándome hacer.

Miro tu desnudez que es la mía, la de mi alma ante ti, estoy despojado de todo en tu presencia. Y tu cuerpo resplandece en la semioscuridad en la que nos encontramos, donde me puedo recrear con tus curvas rotundas de mujer, alejada de las sílfides doncellas que poco me atraen. Mis manos no resisten más tiempo estar alejadas de tu piel, y se lanzan al tacto de tus senos que solícitos me esperan y me atraen como imanes. Mis dedos buscan tus pezones, y después se deslizan por el contorno abismal hasta tu vientre, surcándolo seguidamente hasta llegar a ese vello púbico tan recortado por el que retozo y me recreo un rato, y me dejo llevar en busca de ese punto donde la yema de mi dedo te hace estremecer, con leve opresión inicial, y después con un pequeño masaje para aumentar poco a poco la presión y el movimiento rítmico de mi dedo que ya no es uno si no dos. Y mis labios ardientes recorren tus pechos, y se detienen en la cúspide rosada que en el fragor del encuentro se tornan carmesí. Mi lengua sale en busca de tu pezón que lame con delicadeza y mis dientes aprietan esa dureza hiniesta, redonda y alargada a la vez, como canica deforme que tanto me excita ver así y jugar con ella. Pero no me detengo ahí, sigo besándote toda la piel que se muestra como estepa entre tus pechos y el surco entre tus piernas. Paro mi mano y tú destensas por un segundo todos tus músculos contraídos por ese gusto que te está recorriendo todo el cuerpo, y tiene su centro en ese punto, vulva volcánica, a la que me dirijo ávido de que se encuentre con mi boca, que pretende besar, y succionar. Deslizo mi lengua por todo tu sexo, de abajo a arriba, rozando todos tus labios cómplices de mi boca, y tú sientes mi respiración entre tus piernas. Ese aire que exhalo te hace sentir cosquillas, que te hacen sonreír. Y te retuerces aún más, cuando mi lengua pasa con deleite por tu clítoris, y mis labios lo aprisionan con cuidado de no hacer daño pero dar placer, y tú ya agarras mi cabeza pues ya no puedes soportar dilatar ese orgasmo venidero que te está recorriendo todo el cuerpo, tu piel tersa se encrespa y sientes como por la nuca el cabello también. Y te dejas llevar, y yo al ver tu placer lo convierto en mi placer y mi sexo duro y erecto, no aguanta más su flujo interno y me corro contigo, a la vez, y mi semen deja toda la sabana empapada, dando y recibiendo placer, y exhaustos seguimos uno al lado del otro con la respiración alterada y sin resuello pero felices. Y una leve lágrima se me escapa, cuando despierto mojado por tanta felicidad y desventura por no ser cierto lo sucedido. Y conformarme con tenerte en sueños es lo que me queda desde que me dijiste: “ni sueñes que te quiero”.

 

 

 

.     *Raimundo Amador y Andrés Calamaro nos cantan el gustito de estar enterradito entre unas piernas, como en el delirio del sueño.

“Ay que gustito pa mis orejas“

.     **NA: Publicado originalmente el 25 de Junio de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad

 

Todo acabado

14 Lunes Ene 2019

Posted by albertodieguez in Música, Poesía

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Ajuste de cuentas, alma, Arañazos de piel roja, desamor, final, Música, Quique González, Ruptura

Noche triste

.     noche amarga

.         porque sajaste mi alma

 

Sin querer quererme

.      has logrado vencerme

lo hemos firmado

.        ya todo ha acabado

 

Por fin

.      lo puedo decir

te quise tanto

.       que ya me da igual

.               veo el final

lo he superado

.  aún abandonado

 

Por fin

.     lo puedo decir

aunque ahora llames

.              ya no me ardes

es demasiado tarde

.             tú ya lo sabes

incluso amándote

.         ya no te amo

.            no te reclamo

 

No quiero renunciar

.        a otra piel amar

.            mundos que explorar

 

He esperado

.       y he desesperado

ahora me da igual

.          lo tengo superado

me dejaste sin planes

.           todo he abandonado

 

Por fin

.     lo puedo decir

todo ha acabado.

 

 

.     *Quique González nos deja sus arañazos para este poema, que también tiene los suyos en el alma.

“Arañazos de piel roja“

.     **NA: Publicado originalmente el 24 de Mayo de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

Traición

03 Lunes Dic 2018

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 4 comentarios

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A por ellos que son pocos y cobardes, Alaska y Dinarama, ¿Cómo pudiste hacerme esto a mí?, Desafectos, desamor, Deseo carnal, dolor, La Mataré, llanto, Loquillo, Música, Ruptura, Soledad, Solo, Traición

Solo. Solitario. Solamente en soledad, reconcomiéndose por dentro. Recordando lo que había visto, la traición. Los había visto juntos, al principio pensó que podía ser amistad, pero fue un pensamiento efímero, enseguida y sin buscarlo se encontró con una realidad que ahora le estaba consumiendo. Ese instante se repetía una y otra vez en su cabeza, esa mano que acariciaba el pelo, esa mano que surcaba con suavidad la cintura, esa mano que cogía la mano de ella, era como si le golpease directamente en el mentón, y grogui no pudiese pensar con claridad. Se resistía a llorar para no nublar la vista y poder ver con claridad y no distorsionar una visión tan dolorosa. Pero ese mareo que le producía el shock de recrear mentalmente el instante en que sus labios se acercaron y se rozaron levemente, ese vértigo le hacía no pensar con transparencia, todo se le movía alrededor. Estuvo días sin dormir bien desde el suceso, estuvo incómodo con ella, con la cabeza en otra parte, principalmente en una calle, aquella que para él era la calle de entrada al infierno, donde vio el encuentro. Ella no podía entender qué le pasaba, qué le preocupaba y se lo repetía muchas veces, si tenía problemas en el trabajo o si era otro motivo personal, y él esquivo, eludía dar explicaciones, achacaba su ensimismamiento y mal humor al entorno laboral que decía asfixiarle. Pero no pudo seguir más con ese juego de perro y gato, de mentira sobre mentira. Entonces se lo dijo, le dijo que lo sabía, conocía la deslealtad y que no entendía qué fue lo que la llevó a la infidelidad. No quiso escuchar las excusas de ella, salió en estampida y ahora pasados los días, la cabeza le sigue dando vueltas y solo piensa en arrancarla de su memoria y borrar aquella huella, sobre todo la marca dejada por aquel momento. Los celos cada día van en aumento, cuando ya deberían ir a menos. La felonía debería ir quedando amortiguada por el tiempo pasado, pero no remiten los odios levantados en su interior. Hace planes para deshacerse de ella, no físicamente, eso nunca, pero fantasea con pasar página encontrando otra persona que le alivie la cólera, que le traiga el sosiego perdido, una tranquilidad que llevaba en su vida cotidiana cuando creía que su existir estaba pautado hasta el final de los días. Él, que siempre huyó de los sobresaltos, se topó con lo inesperado, con lo insospechado, con la deserción sentimental por parte de la pareja que adivinaba como eterna. Y piensa en matarla virtualmente, eliminarla de su vida, dándole vueltas una vez y otra a cómo hacerlo. Ya procura no coincidir con amigos comunes que la traigan a su presencia no corpórea pero si emocional, hasta procura no ir a los lugares comunes en los que ambos estuvieron tantas veces y que no le traerían más que aflicción. Pero cuando queda solo, solitario, solamente en soledad, todo se transforma y se hunde y las lágrimas con las que lucha porque no broten, ganan la batalla y salen torrenciales como llanto de niño, con la mueca amplia en la cara, con el dolor desgarrador de la desilusión cuando ésta es inesperada. Solo piensa en suprimirla, y sacar y extirpar de dentro su recuerdo, el de los buenos tiempos y el desalentador, el de aquella tarde ya lejana, pero tan cercana cada día que arrebata el sentido, y en la locura transitoria pide que sea devorada y destruida por una mano divina para que él pueda descansar. Le surgen mil demonios que tiene que aplacar para no ser esa mano sentenciadora y justiciera que se convertiría en mano ensangrentada, de una fatalidad absurda que no va con su forma de ser, nada violenta y siempre pacífica, huidizo de la pelea y abogado de la palabra. Y con el silencio que le acompaña en los momento de soledad, en esos malos momentos, se rehace y piensa en seguir adelante e intentar salir del pozo en el que está sumido por un desafecto tan frustrante y dejar los pensamientos negros sobre la que hasta hace poco fue su amada, y que a partir de ahora por su deseo, el de ella y por su respeto, el de él, quedarán en nada, y aquella calle quedará olvidada.

 

 

 

.     *Hoy ponemos música algo políticamente incorrecta al relato de celos y deseos de destrucción inicial, con canciones de Loquillo y Alaska y Dinarama

“La Mataré”                                     “¿Cómo pudiste hacerme esto a mí?“

          

.     **Si padeces violencia de género, no dudes, llama al 016.

.  ***NA: Publicado originalmente el 9 de Abril de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad.

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