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Archivos de etiqueta: desvelo

Regalando palabras (6ª parte)

13 martes Ago 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 21 comentarios

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afecto, Amistad, amor, angustia, aprecio, Arena en los bolsillos, compañera, compañerismo, compañeros, desafecto, desvelo, duda, dudas, En el oscuro abismo en que te meces, Fiesta, frase, Manolo García, Música, miedos, nervios, noche, nota, notas, palabras, Post-it, sentimientos, Trabajo, tristeza

De dadivoso adulador ha pasado a adulado y eso lo tiene descolocado, lo que nunca pensó que le pasaría en su vida, siempre afrontada como mero espectador, sin ánimo de explorar ni pretender nada, en ningún caso como agente activo, más como un elemento vegetativo, quieto, esperando ese final marchito que nos espera a todos dando igual como hayamos pasado la vida. Él se había decantado por un transitar sin sobresaltos, dejando pasar los días, con una existencia anodina y tranquila; buscar y desear, ahora lo atenaza y lo angustia. Como a todos cuando deseamos que algo llegue y nos precipita a la inseguridad e impaciencia y a la duda. Más que nunca la duda se apodera de sus días. Duda de si ha estado equivocándose toda su vida, con esa actitud suya. Duda de si esto es real o se está volviendo algo paranoico. Duda de si ir a esa fiesta. Dudas y más dudas. Siente que se está acobardando; – ¿Y si allí encuentra lo que lleva días deseando encontrar? ¿Qué pasará? ¿Cómo debe actuar? Aunque ahora con estas manos trémulas que sostienen el Post-it duda si realmente quiere que suceda. Mira las palabras escritas en ese cuadradito de papel amarillo, con tinta azul; tinta quizás de alguno de sus dos bolígrafos que tiene encima de la mesa, que no son los que la compañía reparte a los empleados, a él le gusta utilizar los suyos propios. Tiene la tentación de escribir con ellos para comprobar si el color y el grosor del trazo son exactamente iguales, a primera vista sí que se lo parecen. Esto querría decir que a la persona que lo escribió no le importó que alguien, incluso él mismo, le pudiese ver en el acto de escribir y dejar el mensaje. Eso querría decir que no lo hacía a hurtadillas y con el afán de que nadie pudiese saber o averiguar sus intenciones; si no fuese así, hubiese llevado la nota ya escrita para no tardar en dejarla buscando por la mesa, y no encontrando a priori el taco de Post-it puesto que lo guarda en el cajón, y por tanto rebuscando en su intimidad, tardando más y poniendo más aún en peligro esa decisión de moverse en la sombra y la clandestinidad, redactando allí en la misma mesa, el manuscrito a la vista de cualquiera. Quiere pensar que quien le deslizó la nota en su bolsillo y ahora el mensaje pegado en su pantalla del ordenador son la misma persona, de otra forma no ve la manera de poder alcanzar a saber quién era la precursora de su incertidumbre, quien hizo de detonante haciendo estallar delante de sus ojos su planteamiento de subsistencia, y que ha puesto en los últimos días sus convicciones de vida patas arriba, y que lo mantiene en vilo. Quiere pensar que al fin va descubrir a su admiradora o admirador, nunca se puede saber si se despierta ese afán amoroso a los del mismo sexo aunque uno no lo pretenda, pero esto último lo quiere descartar. Si no fuese la misma persona, si no logra acabar con esta situación va a perder la cabeza. Ahora, por este mismo estado de excitación que le hace temblar, se arrepiente un poco, como días atrás, de haber estado repartiendo notas durante estos últimos años sin darse cuenta del daño que puede haber provocado cuando su intención era la contraria. Desde que despegó el mensaje del monitor estaba algo confuso, pensó en lo descabellado que le parecía hace unos días que fuese alguien del entorno laboral su admirador, pero todo se le ha trasmutado con este papelito amarillo que ha hecho volver a pensar en sus compañeras y sin darse cuenta se ha visto imaginando y ensoñando con Helena, con la que más intimó, si se le puede llamar así, por contarse pareceres sobre la vida y los sentimientos y la forma de afrontarlos, y que la empieza a ver con otros ojos, quizás se está forzando él mismo a mirarla con otros ojos, con una mirada que antes ni se le pasó por la cabeza, ni siquiera después de aquella conversación. Él en su mundo, evitando quizás por miedo, otras posibilidades, otros universos. Cómo no se ha fijado en ella antes con este parecer de hoy, que se le ha vuelto ardiente y doloroso, como una llama en el pecho, que le produce quemazón y aprensión y ahogo.

Encaja tanto con él. Nunca se le ocurrió poder dar con alguien con los pies tan en la tierra, sin pájaros en la cabeza sobre los afectos pero que a la vez no renuncia al amor, al compartir, al acompañarse sin grandes pretensiones, sin grandes horizontes que conquistar; solo con el fin de encontrar a alguien con el que estar a gusto durante el camino hacia ese horizonte. Con su ceguera y su sentirse diferente, siempre dudó que hubiese alguna persona que pensase como él. Pero tan llanamente lo expuso ella aquella vez, en la que le compartió ese pensamiento sobre el acompañarse las parejas hasta los últimos días, cuando ya no queda la fogosidad inicial, sustentados sólo en el aprecio mutuo, que es ese rescoldo que queda tras el amor marchito, que no tuvo dudas de que ella era especial, distinta a los demás, que ella era muy similar a él, y quizás por eso mismo no siguió pensando en ella tras aquellos días con ojos amorosos ni románticos; alguien como él, no pensaría en buscarse pareja, en buscarse un apoyo, alguien como él se bastaría sola. Pero ahora todo ha cambiado, todo su planteamiento de vida sufrió un revolcón, y aun sin ese impacto luminoso de partida que reciben dos desconocidos que se encuentran o son presentados por terceros y se atraen de pronto sin remisión alguna, con un palpitar de corazones y brillo en la mirada y deseo desbordado en el sexo; quizás aún sin eso, sea este el momento que el destino les ha deparado para su encuentro y unión. Puede que ellos llegasen directamente a ese momento de acompañarse y del aprecio mutuo por un atajo, sin pasar por la inicial fogosidad, saltándose esos preámbulos. Seguramente haya pasado muchas veces en la vida de otras muchas personas, la historia está llena de casos así, en los que el tiempo cansa el vivir y llega un día en el que se necesita de un sostén, un bastón, y a su vez otros necesitan de nosotros para sostenerse y seguir avanzando, y surge el deseo y la necesidad de acompañarse el uno al otro.

Aunque ese era de siempre su parecer, pasados estos días, está empezando a pensar que quizás nunca pueda ser así, que no hay salto ni atajo posible, que siempre se parte de un ardor catalizador que desboca las llamas y avanzan y arrasan los sentimientos que teníamos pulcramente custodiados, todos bien aislados con un aséptico pensamiento racional, pues él ahora en su pecho percibe esa fogosidad. Mira las dos notas, y se siente tan vulnerable, que le da miedo. Lo intenta analizar fríamente; ¿cómo se ha transmutado en un ser tan endeble y guiñapo de lo que era? Sólo por la hipótesis de que sea y suceda algo que en nada tiene fundamento real, basado sólo en elucubraciones de lo que pudiera ser. Remira las dos notas, y se siente tán ridículo.

 

 

. 

. 

.     *El protagonista que se mecía y complacía mirando y escribiendo a los talles y rostros de bellas y tristes mujeres,  ahora se mece sobre un oscuro abismo como nos canta Manolo García.

«En el oscuro abismo en que te meces«

manolo garcia-arena en los bolsillos

.     **NA: Publicado originalmente el 10 de Abril de 2014. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Regalando palabras (5ª parte)

12 lunes Ago 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 30 comentarios

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afecto, Alguien que cuide de mí, Amistad, amor, angustia, aprecio, cena, Christina Rosenvinge, compañerismo, desafecto, desvelo, dudas, Fiesta, frase, Música, miedos, nervios, noche, nota, notas, palabras, pena, Que me parta un rayo, sentimientos, tristeza

Ya no ha vuelto a dejar la nota en el cajón, ya la lleva siempre consigo, metida en la cartera cerca del corazón. Después de aquel primer impulso de dejarla y olvidarla, ha pasado a no desprenderse de ella. Al releerla días después de sacarla del cajón, contempló también la idea de tirarla, pero no se atrevió. No era supersticioso, pero deshacerse de ella le creó desazón y miedo al “mal fario”, lo vio como un desplante, un mal gesto ante un piropo hecho con delicadeza. Pensó que por respeto a quién se ha molestado en decirle y hacerle llegar unas palabras tan deliciosas no debería destruirlo, al menos hasta saber de quién provenía y que intenciones había tras esa misiva.

Ha pasado una semana desde el día del descubrimiento, y no ha vuelto a recibir nada. Un poco infantil se deja llevar por la fantasía y el deseo de que fuese ella, su vecina del tercero, la que sonríe tan luminosa. Es absurdo ese pensamiento, ella está casada, pero en su imaginar sucede que en el ascensor no puede evitar decirle a la cara lo que en la nota pone. Se lo quita enseguida de la cabeza. Cada día se siente más estúpido, quizás no debería darle más importancia al asunto, dejarlo estar. De buscar una razón para esta situación está agotado. Desde que la lleva encima, la saca en el transporte público y la lleva en la mano durante el trayecto para que se vea bien, como un señuelo, intentando atraer al depredador culpable de este estado de incertidumbre, observa los gestos para ver si alguien se delata al ver la nota. Pero en estos días no ha pasado nada reseñable. Vuelve a pensar que igual que él nunca dejaba dos notas a la misma persona, puede que su “regalador de palabras” sea igual. Y tras la primera él ya haya pasado a segundo plano, y ni siquiera reparará en él otra vez.

Durante esta semana los compañeros de trabajo, han ido organizando una cena, él ha sido invitado, pero con la desazón de estos días había mostrado su intención de no ir a algunas de las personas que le preguntaron si se apuntaba. Lo sorprendente ha sido encontrarse el Post-it en la pantalla del ordenador que le decía; “No te olvides de la fiesta, no vayas a faltar”. Está escrita a mano y con letra de imprenta, y sin firmar. Le ha sorprendido esa anotación, puesto que se le hace raro esa insistencia en que vaya, nunca se le había mostrado tanto interés en su asistencia cuando en alguna otra ocasión se ha borrado de una celebración por parte de sus compañeros, ya fuese un cumpleaños, la despedida de alguno de los miembros de la plantilla por marcharse a otra empresa o la jubilación de algún otro o últimamente más por despidos. La ha analizado, para averiguar si la grafía era similar a aquella otra que lleva en la cartera, pero al no estar escrita de la misma manera no adivina si puede ser la misma mano la que plasmó en uno y otro papel aquellos mensajes.

Le da vueltas sobre quién podría ser en este caso la persona que dejó la nota que lo conminaba a no dejar de ir a la cena que se estaba programando para dentro de una semana, como primera fecha más posible, pero no consigue hacerse una idea clara, sigue habiendo pocas candidatas, cuatro.

Quizás fuese Helena, la chica de administración, puede que de las cuatro la más guapa, aquélla que le dijo una frase que le gustó durante una conversación que le resultó muy amena e interesante en una fiesta, animados ya por las copas, y divagando sobre sentimientos, amistad, compañerismo, relaciones y el aprecio.

Ella dijo: “El aprecio son los despojos del amor marchito”. Y recapacitando sobre ello le dijo que tenía razón, que solo vivimos y nos alimentamos de despojos… esencialmente no queda otra cosa, pero nos alimenta para poder seguir.

¡Cómo no había pensado firmemente antes que podría ser ella la de la nota!, no ya la de la nota en el ordenador, si no la amorosa. Aunque quizás esta otra en la pantalla también lo sea, puesto que esa insistencia puede dejar ver el miedo a que un amor escape, que un plan preparado para ese día se frustre por la no asistencia, y se haya decidido a jugársela poniendo en peligro su proyecto, arriesgándose a ser descubierta al adelantar y mostrar las cartas por miedo a un posible fracaso. Si alguien es capaz de hacer esa reflexión tan bella y dolorosa a la vez, podría ser capaz de aquella frase que llevaba pegada al corazón.

En aquella conversación recuerda que ella hablaba de la necesidad que tenemos de sentir a otros, que cuiden de nosotros de cerca, que nos acunen cuando no podemos dormir, que nos arrullen y nos hablen susurrantes en el desvelo, y que eso lo creemos encontrar en el amor, pero ese amor o estado de enamoramiento dura poco o muchas de las veces enseguida queda marchito y sobrevive solo ese otro sentimiento que es el aprecio, y a él le vino a la cabeza, sin mucho sentido, ese dicho que decía su madre “No hay mayor desprecio, que no hacer aprecio”. El aprecio al final es el sustento de las relaciones, siguió contando ella. Siempre queremos que alguien nos aprecie, y nos refuerce y cuando estamos flojos nos levante el ánimo y nos diga cuanto valemos y que a su vez nos necesite y nos pida caricia, mimo y consuelo en sus momentos bajos. Él en ese momento estuvo de acuerdo, pero hasta ahora no lo pensó con tanta fuerza, sintiendo que era una gran verdad. Esa nota le había abierto una herida que necesitaba que alguien cuidase y curase. Siempre quiso la soledad, siempre apostó por la independencia, y ahora sentía el frío de esa elección. Puede que no necesitase un gran amor, puede que necesitase sólo a alguien que le apreciase y quisiera estar junto a él.

Pero claro, recordando todo esto también le entran dudas, mirándolo fríamente, alguien que piensa tan desabridamente del amor, y lo carga de tanta lógica y “terrenabilidad”, cómo iba a estar involucrada en este juego, que más parece de alguien romántico y enamoradizo.

 

 

 

.      *Todos queremos que alguien cuide de nosotros como nos canta Christina Rosenvinge, y como también desearía nuestro protagonista.

** NA: A Elena, por su frase reveladora en aquel comentario.

«Alguien que cuide de mí«

Cheristina Rosenvinge - que me parta un rayo

.     **NA: Publicado originalmente el 16 de Julio de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Regalando palabras (3ª parte)

10 sábado Ago 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 7 comentarios

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afecto, amor, angustia, Autobiografía, desafecto, desvelo, dudas, Duncan Dhu, error, frase, Música, miedos, nervios, noche, nota, palabras, Palabras sin nombre, pena, sorpresa, tristeza

Llevaba varios días sin leerlo, lo dejó allí guardado en un cajón, y no lo había vuelto a leer, casi como reliquia lo mantenía en ese lugar, venerado pero sin visitarlo, como en un santuario que el creyente sabe cercano pero al que nunca va.

Después de leerlo y releerlo aquel día, muchas veces, muy seguido, una y otra vez, cada vez más despacio, cada repaso más lento, aturdido, con la mente volando, buscando, sin encontrar dónde o cuándo, cómo o quién. Era una frase, solo una frase, ni muy larga, ni muy corta, pero turbadora, él que siempre era sosegado y no expresaba sus nervios, no podía evitar esta vez estar agitado, si alguien le viese se sorprendería, su rostro estaba tenso, como nunca se lo habrían visto. Desde el preciso momento de sacarlo del bolsillo y distraídamente leerlo, su corazón pasó de un tranquilo latir a un bombeo cada vez más trepidante, como si estuviese creciendo en su pecho, hasta casi sentirlo en la garganta. Llevaba allí un rato, paralizado, quieto, no sabía cuantos minutos, pero sentía las piernas cargadas y pesadas y la boca seca, muy seca. Se desplazó a la cocina en busca de agua, andaba sin mirar al frente, sin mirar hacia donde se dirigía, su mirada no se despegaba de ese pedazo de papel, de esas letras escritas. Tras beber agua e intentar calmarse, se quedó mirando por la ventana, mirando sin ver, simplemente dejándose estar, frente a él, los árboles del parque se le mostraban frondosos, y el césped con alguna que otra persona sentada en él. Pero no reparaba en ello, ni en la gente ni en la arboleda, ni en el césped que era habitado por ellos. Miraba pero no veía, seguía buscando en su mente, en su interior, quería saber que sucedía, estaba en shock, atónito. Sentía algo pero no sabía que era, no sabía si era sorpresa, dolor, rabia, esperanza. No conseguía pensar con lucidez, iba de un pensamiento a otro  y no lograba centrarse.  Llegó a pensar, en un momento dado, que se estaba volviendo algo loco, o desmemoriado, y que esa nota fue escrita de su puño y letra, y que él mismo la hubiese metido en el bolsillo a la espera de ser entregada, y ya olvidada por no encontrar momento o receptora, y ahora, casualmente, la hubiese recuperado por un azar no buscado.

Finalmente después de un rato, desechó esta posibilidad, el texto encontrado estaba escrito con destinatario masculino, y eso él nunca lo hizo, siempre sus “victimas” eran mujeres, eran del sexo femenino. Nunca se supo atraído por hombres, ni siquiera le interesó darles ánimos si los vio alicaídos, al contrario que con las mujeres, que despertaban en él tantos sentimientos; de amor, ternura, pena, desamparo y desconsuelo. Y cómo no, le provocaban también lujuria y deseo, y todo esto le empujaba a darles mensajes de ánimo, piropo, amparo y consuelo. Estaba claro que tampoco era su letra, quiso ver en ella la letra de mujer, diferente dicen a la del hombre, aunque la suya no era la estándar de ellos, menos redondeada y más pequeña, la suya era bonita y algo afeminada, le llegaron a decir de joven. Cosa que en aquella época le turbó, por lo que pudiesen pensar de él. Ya más fríamente, tras una cena frugal, tenía el estómago cerrado y desaparecido el apetito, en la cama siguió  sin entender nada, seguía repasando su día, su último día, esa chaqueta hacía tiempo que no se la ponía. Pero entonces podía estar equivocado y no ser en el transcurso del último día cuando llegó la nota a su bolsillo, bien podría ser aquella otra vez anterior que llevó esa indumentaria.

Intentó distraerse con otra cosa y puso el televisor, y no conseguía centrarse en la tertulia del canal elegido, pasó por toda la franja de canales varias veces y volvió a parar en la tertulia, y aunque escuchaba, no seguía la conversación de los tertulianos ni de la moderadora y presentadora, es más, ésta por ser guapa le llevaba con más fuerza a pensar en la nota, en la frase declaratoria. Y aunque dudaba si quiera que él fuese el verdadero destinatario de ella, pensaba más, como defensa y distanciamiento, en una confusión, del que él como convidado de piedra estaba involucrado por error, incluso le dio pena esa mujer o chica, (no sabe muy bien como denominarla sin saber su edad), que pudo darle la nota por equivocación. Le entristecía esa posibilidad, el posible pensamiento de ella, al ver que el sujeto no respondía a su interés por él, y entendiendo que él sí que estaba al tanto de la inclinación de ella. Y esa imagen le desordenó aún más el pensamiento, creyendo ver la aflicción de la chica y la culpabilidad en sí mismo, por el desaire que achacaría la mujer al hombre, por el desdén sufrido, y que ese hombre no sabe de ello. Y quizás, peor aún, él también atraído por ella jamás sabrá de su afecto, puesto que la nota nunca le llegó. Y se siente fatal por verse culpable indirecto de esta tribulación y desafecto.

 

 

 

.     *El regalador de palabras se ve sumido en el desvelo, y la noche se le hace larga por esas palabras sin nombre que no le dejan descansar, como nos canta Duncan Dhu.

«Palabras sin nombre«

Duncan dhu - Autobiografia

.     **NA: Publicado originalmente el 11 de Mayo de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad.

El primer día de un cambio (3ª parte)

02 viernes Ago 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 13 comentarios

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Adiós, Afectos, amanecer, amor, cama, cambio, cariño, complejidades, desamor, desencuentro, deseo, despertar, desvelo, dormir, Efecto Mariposa, encuentro, hastío, hombre, insomnio, ligar, Música, mujer, Otra historia, pareja, Ruptura, sexo, Supermercado, vigilia, vino, Vivo en vivo

Los despertares eran fantásticos, aquello se convertía en tal placer que era difícil que ya el día no fuese ideal. Juntos en la cama él se giraba hacía ella y pasaba suavemente la mano por su pelo y dibujaba con un leve roce su oreja y, muy suave,  pasaba el reverso del dedo por la mejilla y con los ojos chispeantes le decía te quiero, ella entonces le ofrecía una sonrisa, bella, resplandeciente, parecía que no hubiese estado durmiendo ocho horas, esa sonrisa borraba todo atisbo de la imagen que tenemos generalmente al salir del sueño, y que no suele ser la idílica de las películas, más bien el de un rostro embotado, el pelo enmarañado y no digamos si ese despertar viene precedido de haberse acostado algo ebrio o después de una larga noche, o de ambas cosas juntas, que ya nos dejan con un deplorable aspecto.

La cama era grande y con espacio amplio para cada uno, que los separaba para dormir a gusto sin molestar al otro con los giros o movimientos o desvelos que se producen en la horas nocturnas, unos sin consciencia, otros demasiado conscientes con insomnio y vigilia y preocupación que nos arruinan la noche y el descanso. Esa distancia quedaba en nada cada mañana, cuando sus cuerpos se buscaban para darse los buenos días y las primeras caricias y besos matinales y decirse palabras dulces antes de levantarse. Y los fines de semana estos cortejos se alargaban y acercaban sus cuerpos para darse caricias y agasajos con todo ello. Entonces las ropas nocturnas sobraban y se hacía necesario hacerlas desaparecer para sentir la piel de uno sobre el otro y la calidez de los cuerpos que mimosos se mostraban con todo el día por delante para estar y compartir, y juntos dilataban el momento de ir a desayunar, y abrazados y arrullados dejaban el mundo al margen y con esa desnudez y ese amor el deseo se abría paso, y ella sentía como la erección de él iba aumentando y se iba inflamando y al rozarla con ella en la pierna o el culo, era señal inequívoca que seguía excitándole aún con sus 50 años pasados, y era como una tarjeta de visita, como credenciales para ser recibido, y ella tan excitada como él, sentía ya la humedad entre sus piernas y echaba la mano bajo las sábanas en busca de ese miembro que llamaba a su puerta para constatar que lo notado era cierto y real y sentir como ya crecido, más que pedir audiencia, reclamaba y exigía atención. Entonces él ante esa acción busca sus pechos y baja su mano hacía su vagina y descubre lo lúbrica que está, y ella con un leve movimiento abre y separa un poco sus piernas para ofrecerle un acceso mejor, y él comienza a jugar con su clítoris, presionando y masajeando como sabe que le gusta. Y sin mucha más demora por la excitación de ambos, ella se voltea y se pone encima de él y con facilidad hace que el pene inhiesto entre duro y grande, pero deslizándose adentro con dulce suavidad, y ella rítmicamente se mueve buscando el orgasmo y aceptando las embestidas de él desde abajo, aguantando hasta sentir que ella está a punto de venirse, y él entonces se deja llevar al percibir como se contraen todos los músculos vaginales por los espasmos del coito venidero; Y al sentir esa presión no soporta más ese placer y se deja ir y eyacula con violencia llegando juntos al final, jadeantes y con la respiración entrecortada, sudorosos.

Sin duda en la cama lo han pasado bien, siempre supieron gozarlo, desde aquel encuentro en el supermercado, tan deseado por ambos como se confesaron enseguida, cuando ella dudando ante la estantería de vinos cual elegir él se atrevió a recomendarle uno. Y como ambos estaban predispuestos y deseosos de conocerse, todo fue fácil y sencillo. Conectaron muy bien, el utilizó toda su verborrea pero de forma muy natural, nada forzada, cierto que había elegido un tema del que hablar que le gustaba y del que además tenía ciertos conocimientos, quizás por ello se lanzó y atrevió en la sección de vinos a hacer lo que llevaba tiempo pensando sin osarlo, pues lo que dijese no sonaría a tonterías de adolescentes. Ella se sorprendió a si misma mostrándole esa sonrisa que había imaginado darle algún día, y aceptando su consejo, y más se sorprendió cuando instintivamente le sugirió probarlo juntos en su casa para que si no estaba bueno pudiese echarle la culpa y si lo estaba poder darle las gracias de alguna manera. Argumentó que no quisiera regalar ese vino a unos amigos sin haberlo probado y que una botella para ella sola era mucho. Luego, al llegar a casa pensó que quizás él pensase que era una “fresca”, pero en el fondo no le importaba, hacía algunos días que había decidido dar un cambio a su vida.  A él también le entraron dudas sobre su proceder, quizás ella pensase de él que era un frívolo cazador de mujeres solitarias, y además un engreído sabiondo por hablar con esa solvencia de vinos.

Pero todo fue bien en aquella cita para cenar en casa de ella, buena cocinera, algo que a él acabó por desarmarle, ya que él también hacía sus pinitos en los fogones. Parecían hechos el uno para el otro. Esa primera noche terminaron en la alcoba de ella y comenzaron los despertares cómplices.

Cinco años juntos dan para muchas situaciones, y poco a poco se empieza a ver lejos aquel día primero en el que cada uno por su parte pensó que necesitaba un giro en su vida, y precisaba encontrar “el primer día de un cambio”. Y como lo desearon lo obtuvieron y se decidieron a afrontarlo y llevarlo a cabo, y agarraron la ocasión primera, sin pensar demasiado si saldría bien o mal, sin el peso abrumador que nos paraliza cuando tenemos miedo al cambio y tememos lo que vendrá. Primaron el aquí y ahora para potenciar el mañana, que será benévolo o no con las decisiones tomadas.

Todo se va desmoronando con el tiempo. En la cama todo era perfecto, pero se buscaban menos fuera de ella, en los primeros tiempos, incluso de tiendas en los probadores lo hacían, pero ese fuego se fue apagando y extinguiendo, y el deseo y placer no fue sustituyéndose por amor y complicidad, solo por cariño, y con el cariño y el sexo solamente, no se puede sostener el edificio de la pareja, y cada uno a su manera fue buscando su rincón, y hoy en el salón recuerdan amablemente los inicios y los ríen, y les divierten los días alegres y festivos pasados y les enternecen los malos en los que se apoyaron uno en el otro, pero son conscientes que no es suficiente, que queda mucho recorrido por vivir y que prefieren otros lugares comunes que los comunes de los dos. Y se miran y sostienen la mirada, porque el afecto no cambia ni desaparece entre ellos, y se dicen nos vemos, y se dicen adiós.

 

 

.                                                                                          FIN

 

.      *Ya ha pasado lo mejor y todo parece peor, como dice Efecto Mariposa en su canción. Por ello es mejor dejarlo aquí, y desearse lo mejor, y cada uno seguir volando ya más seguros con sus complejidades.

«Otra historia«

Efecto_Mariposa-Vivo_En_Vivo-Frontal

.     **NA: Publicado originalmente el 19 de Febrero de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad

Siete pecados librescos

24 miércoles Abr 2013

Posted by albertodieguez in Música, Relato

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Avaricia, desvelo, envidia, Fiebre, Gula, Ira, León Felipe, lectura, libros, Lujuria, Música, Mediterráneo, noche, Orgullo, Pecados, Pereza, Serrat, Vencidos, vigilia

los-siete-pecados-capitales-de-la-lectura

Adwoa me condena al purgatorio hasta que no expíe mis pecados capitales con la lectura, con los libros y los autores. En un principio, yo quiero resistirme, no me gustaron los confesionarios nunca. No soy amigo de las sotanas y los capillitas, y las iglesias me alteran, no los templos, sino la organización eclesiástica cualquiera sea su creencia y su dogma.

Pero finalmente aquí me muestro, dando vaga respuesta a las preguntas relacionadas con los pecados y los libros, más por su interés de conocerme (según dice, le costó bastante interesarse y querer seguir mis escritos), que por mi interés en confesar.

Como el blog está centrado en relatos y poesía, he decidido contestar de dos maneras: Una escueta y directa, tipo test y otra un poco más acorde con el blog, más trabajada e inventada para entretenimiento de todos y con el placer que me provoca contar historias ficticias y apoyadas en el quicio de mi recuerdo manipulado. Que cada uno elija el que más le guste. 

**NA: Al final del todo encontraréis los pecadores que he seleccionado para este juego al que me he prestado.

Versión Test.

Avaricia: ¿Cuál es tu libro más caro y el más barato? Mis compras suelen ser los libros normales, nada de ediciones fabulosas, la horquilla entre los 5 y 30 euros creo que es lo que gasto.

Ira: ¿con qué autor tienes una relación amor-odio?  Ira suena fuerte y no es un sentimiento real, pero sí que hay un autor que me fastidia por lo bien que escribe y te alarga una historia para luego en pocas páginas dar por zanjado el libro, quizás lo adivinasteis: Javier Pérez Reverte

Gula: ¿Qué libro te devoras una vez tras otra? No soy de relecturas, pero reconozco que «El Principito» es el libro al que he recurrido varias veces.

Pereza: ¿Qué libro no has leído por flojera?  Son muchos los aplazados, más que por flojera por pensar que no es el momento, que ya tendré tiempo de su lectura. Aunque hay uno que dejé a medias y le tengo pendiente, como una espina y es Ulises de Joyce.

Orgullo: ¿De qué libro hablas para sonar intelectual? No me gusta sonar intelectual, quiero decir  tener esa pose, sobre todo si es potenciada para distanciarme o parecer por encima de los demás. Considero que he leído tan poco que casi soy un analfabeto, hay tanto por aprender.

Lujuria. ¿Qué encuentras atractivo en los personajes femeninos o masculinos? No soy mitómano, con lo que si en la vida real no hay cabida para ello, no encuentro atractivo tampoco en los personajes escritos cánones lujuriosos a los que seguir.

Envidia: ¿Qué libro te gustaría recibir cómo regalo? Cualquiera que venga regalado con cariño.

Versión Relato.

«Los siete pecados librescos»

La fiebre. La fiebre le tiene empapado y algo desorientado. Se despierta a cada rato, la vigilia le aturde el pensamiento, desea seguir durmiendo y no lo consigue. Frío. Suda por la calentura que a la vez le provoca escalofrío. Sed. Tiene sed pero no quiere levantarse en busca del agua que se la aplaque, teme caerse en el trayecto. Da vueltas en la cama y la mente se le llena de pensamientos. Vértigo. Siente el mareo y la enfermedad que no sabe de dónde viene. A la cabeza le van y le vienen recuerdos, historias  que se le mezclan y confunden, sin discernir lo real de lo ficticio, de aquello leído de lo otro vivido, de lo deseado y anhelado con lo hecho y realizado.

Como aquel Quijano, se le presentan batallas idealizadas, palabras que le enfadan a veces, y otras que le alegran y agradan. Se le aparecen los libros leídos y los aplazados, le angustian estos últimos, los postergados, puesto que siente que ya no tendrá tiempo de resarcirse con su lectura retrasada, se da cuenta de su pecado de Pereza, y se pregunta ¿Qué libro no ha leído por flojera? , y se le amontonan y amalgaman unos y otros y otros más, que fue dejando por desidia, porque estimaba que tendría tiempo de ello, en un tiempo futuro cuando no le quedasen más que ganas para la lectura. Tantos son que se avergüenza y siente la Ira, pensando en los libros leídos que lo defraudaron y evitaron que otros fueran leídos, y se pregunta: ¿Con qué autor tiene una relación amor-odio? Y no sabría contestar, le aparecen caras pero no podría concretar, aunque en su delirio quizás se le fija una faz con más nitidez, ese que le gusta en su contar pero que le engaña y decepciona una y otra vez con sus finales, y ve su tez delgada y poblada de corta barba, es Perez-Reverte. Ese rostro, no sabe muy bien por qué le trae otro rostro, iniciático en la lectura para él, alguien que siendo colegial le inoculó el virus  de los libros, y traga saliva, siente la boca seca, siente palpitaciones al advertir su pecado en esa infancia, pecado de Avaricia, cuando quería coleccionar libros que compraba semanalmente y que luego no leía y quedaban en la estantería, en ese impulso de coleccionismo infantil, absurdo y pasajero por no tener dinero. Y el tema pecuniario le lleva a preguntarse: ¿Cuál es el libro más caro y el más barato que nunca compró?, dándose cuenta de que no gastó nunca ni mucho ni poco, siempre fue en término medio, sin locuras pero sin escatimar en pasta dura, que prefiere a las ediciones de bolsillo que son ahora su sino, pero no Envidia, a quien se compra las primeras ediciones, con grandes letras y amplios márgenes, y con la excitación visual de bellos libros se pregunta: ¿Qué libro le gustaría recibir cómo regalo?, y no encuentra preferencia, hoy se siente a salvo, y en su purgar pecados entiende que lo importante es de quién viene ese regalo. Todo gira a su alrededor, y a la vez él avanza, en un vaivén desquiciado de mente ida, y huido el entendimiento por el sueño extraviado, esto que está sintiendo es como una catarsis, un purgatorio donde espiar sus pecados de soberbia intelectual, por ser lector habitual, y piensa quizás en haber pecado de Orgullo por ello, pero enseguida lo rechaza, darse respuesta a su pregunta, ¿De qué libro habla para sonar intelectual?, sabiendo que no lo hay, que nunca utilizó ninguna lectura para sonar letrado y en boga, y al reflexionar a este respecto, recuerda sus lecturas y las que le marcaron, quizás más por su mensaje, y se cuestiona: ¿Qué libro devora una vez tras otra?, que le lleva al pecado de la Gula, de degustar de vez en cuando para paladear sus letras, y aunque no es muy dado a relecturas, tiene que reconocer que de vez en cuando,  pasado el tiempo, cae por las páginas de “El Principito” para dejarse llevar por su magia y su sabiduría. Y siendo ese personaje protagonista tan blanco y limpio de corazón, se da cuenta de que no cae en el pecado de la Lujuria, cuando se pregunta: ¿Qué encuentra atractivo en los personajes femeninos o masculinos?, la lujuria no está en lo leído, y la piensa de carne y hueso. Y la noche avanza y con este pensamiento último cae rendido, como Alonso en su último retiro. Y busca un cuento de aquellos que ha leído que lo tranquilice y dé un respiro, en espera del amanecer que le saque de este delirio de fiebre y desvarío. Enfermo del amor y desdicha, de las vidas de otros encontradas en los libros, queda vencido.

*Para finalizar, como siempre música para el texto. Esta vez Serrat nos canta, el gran poema de León Felipe, que como nuestro protagonista queda Vencido en su batallar con la vida y los libros.

«Vencidos»

Serrat - Mediterráneo

**Para completar el juego al que me presté, tengo que nominar unos pecadores para que hagan lo mismo, responder a las preguntas, yo pondré los nombres pero si alguno pasa de hacerlo, lo entiendo, yo soy de su pensamiento y esta vez me traicioné.

***Ellos 7 y los motivos:

Dessjuest, para saber si su pasión por el ciclismo está ligada a los pecados de la lectura.

Nergal, para encontrar las raíces del Nergalés.

Inspi, para encontrar las fuentes de ese romanticismo.

Comedieta, porque sé que últimamente no escribe y así la obligo a poner unas líneas, y de paso saber algo más de ella.

Ana Azul, me intriga esa pasión suya por las listas con curiosidades, a veces estrafalarias.

Kátharsis – Masalladelapalabra, para saber algo más de esos ojos hipnóticos.

Después del sexo, porque seguro que Carlos me sorprende con sus respuestas.

La vida está llena de afectos y desafectos.

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