Etiquetas
amor, canciones, cassettes, desamor, Hotel dulce hotel, magnetofón, Música, Que se llama Soledad, Recuerdos, Sabina, Soledad
Me desangro por los recuerdos cada vez que por azar escucho aquellas canciones oídas hasta la saciedad en mi cuarto, en la penumbra del mediodía o en la aburrida y ociosa tarde de verano o en la oscuridad insomne de la noche, a solas, dando una y otra vez la vuelta a la cinta en ese cacharro que llamábamos magnetofón, aquel “Hotel, dulce hotel” que tan melancólico me ponía con algunas de sus canciones, sonando una y otra vez. Reviviendo y haciendo mío lo que cantaba Sabina. Yo también me sentía así, como él decía en cada una de sus comparaciones, -incluida esa rima algo absurda del torero tras el telón de acero- , y cada vez que el repetía en su canción; “Así estoy yo, así estoy yo, sin ti”, yo lo aseveraba y repetía como una letanía. Y al son de otra canción, me imaginaba que tendríamos amor eterno, pero que también temía durase lo que dura un corto invierno y que tú volases, como poco a poco veía que se hacía realidad. Nunca hubo nada, sólo conversación, miradas, risas y deseo, un deseo tan contenido, y tan contenido de vergüenza que ahogaba y que finalmente ahogó o mejor dicho no llegó a ahogar, eso hubiese sido que respirábamos vida conjunta y la verdad es que no la llegamos a respirar. La duda e inseguridad lo que hizo es evitar que en ese aire hubiese oxigeno que pudiésemos inhalar, con lo que allí realmente entre los dos nunca hubo vida que ahogar. Y aunque yo no me daba cuenta de que no había oxígeno, si era consciente de que no había besos, ansiados besos, pero incluso así, sentía la letra de “Los besos de judas” como una certeza de lo que estaba pasando; me daba cuerda y de pronto un tirón, y sentía que lo nuestro era jugar al gato y el ratón, y cuando yo más le buscaba y me mostraba, ella más se escondía y me esquivaba. No era “Mónica” como él cantaba pero lo era con otro nombre suspirado entre las paredes de mi habitación, y en las escaleras en donde hacía guardia con la esperanza de verla y que desapareciese esa indecisión, que a mí me paralizaba y que creía que a ella le dominaba, pero que en el fondo no era indecisión era un cierre de puerta y en el umbral me había quedado yo. Saltaba las canciones que menos me gustaban y volvía una y otras vez a las letras que más arrugaban mi corazón, era lo único que me arrullaba y me dormitaba el desvelo, la angustia y la soledad; esa amante inoportuna. Y cuando sonaba esa melodía, ya el aire era irrespirable por la densa melancolía. Los meses pasaban y ese estado y sentimiento no cambiaba, era aún peor; -ella desaparecida por completo-, por lo que las frases se tornaban más reales y me sentía más identificado con esa canción; “Que se llama soledad”, y cuando la nostalgia de momentos juntos me atacaba, salía a mandarle un mensaje en una botella que primero tenía que vaciar, y después, claro, no era capaz de mandar el mensaje, y de tanto no hacer y esperar desesperé y no hubo otra opción que llegar a los “Cuernos”; que tontería decir cuernos cuando no hay relación, pero así lo sentía, cuando buscaba los brazos y senos de otras, los labios dulces que se dejaban besar, como besaba los suyos cada noche, con la banda sonora del cassette de fondo y rumiando alguna imagen suya del día o de otros días si ese no la había conseguido ver.
Aquel hotel empezó a dejar de ser dulce para parecerme más que amargo, incluso hubo un tiempo que casi lo aborrecía, pero con el paso de los años cesó tal amargura y su sabor ha quedado en agridulce, porque cada vez que vuelvo a ellas, a esas canciones, o me siento sorprendido por ellas, totalmente desprevenido, llega abrumador su recuerdo; entonces, dulcemente la amo y agriamente la detesto a partes iguales, dulcemente la deseo y agriamente me detesto.
. *En ese develo, atormentado por la incomprensión, cuando nuestra amante no es quién quisiéramos y sí otra inoportuna que es la soledad, toma más fuerza esta canción de Sabina.
. ** Publicado originalmente 24 de Septiembre de 2014. Hoy recibe una segunda oportunidad.