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El primer día de un cambio (3ª parte)

02 Viernes Ago 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 13 comentarios

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Adiós, Afectos, amanecer, amor, cama, cambio, cariño, complejidades, desamor, desencuentro, deseo, despertar, desvelo, dormir, Efecto Mariposa, encuentro, hastío, hombre, insomnio, ligar, Música, mujer, Otra historia, pareja, Ruptura, sexo, Supermercado, vigilia, vino, Vivo en vivo

Los despertares eran fantásticos, aquello se convertía en tal placer que era difícil que ya el día no fuese ideal. Juntos en la cama él se giraba hacía ella y pasaba suavemente la mano por su pelo y dibujaba con un leve roce su oreja y, muy suave,  pasaba el reverso del dedo por la mejilla y con los ojos chispeantes le decía te quiero, ella entonces le ofrecía una sonrisa, bella, resplandeciente, parecía que no hubiese estado durmiendo ocho horas, esa sonrisa borraba todo atisbo de la imagen que tenemos generalmente al salir del sueño, y que no suele ser la idílica de las películas, más bien el de un rostro embotado, el pelo enmarañado y no digamos si ese despertar viene precedido de haberse acostado algo ebrio o después de una larga noche, o de ambas cosas juntas, que ya nos dejan con un deplorable aspecto.

La cama era grande y con espacio amplio para cada uno, que los separaba para dormir a gusto sin molestar al otro con los giros o movimientos o desvelos que se producen en la horas nocturnas, unos sin consciencia, otros demasiado conscientes con insomnio y vigilia y preocupación que nos arruinan la noche y el descanso. Esa distancia quedaba en nada cada mañana, cuando sus cuerpos se buscaban para darse los buenos días y las primeras caricias y besos matinales y decirse palabras dulces antes de levantarse. Y los fines de semana estos cortejos se alargaban y acercaban sus cuerpos para darse caricias y agasajos con todo ello. Entonces las ropas nocturnas sobraban y se hacía necesario hacerlas desaparecer para sentir la piel de uno sobre el otro y la calidez de los cuerpos que mimosos se mostraban con todo el día por delante para estar y compartir, y juntos dilataban el momento de ir a desayunar, y abrazados y arrullados dejaban el mundo al margen y con esa desnudez y ese amor el deseo se abría paso, y ella sentía como la erección de él iba aumentando y se iba inflamando y al rozarla con ella en la pierna o el culo, era señal inequívoca que seguía excitándole aún con sus 50 años pasados, y era como una tarjeta de visita, como credenciales para ser recibido, y ella tan excitada como él, sentía ya la humedad entre sus piernas y echaba la mano bajo las sábanas en busca de ese miembro que llamaba a su puerta para constatar que lo notado era cierto y real y sentir como ya crecido, más que pedir audiencia, reclamaba y exigía atención. Entonces él ante esa acción busca sus pechos y baja su mano hacía su vagina y descubre lo lúbrica que está, y ella con un leve movimiento abre y separa un poco sus piernas para ofrecerle un acceso mejor, y él comienza a jugar con su clítoris, presionando y masajeando como sabe que le gusta. Y sin mucha más demora por la excitación de ambos, ella se voltea y se pone encima de él y con facilidad hace que el pene inhiesto entre duro y grande, pero deslizándose adentro con dulce suavidad, y ella rítmicamente se mueve buscando el orgasmo y aceptando las embestidas de él desde abajo, aguantando hasta sentir que ella está a punto de venirse, y él entonces se deja llevar al percibir como se contraen todos los músculos vaginales por los espasmos del coito venidero; Y al sentir esa presión no soporta más ese placer y se deja ir y eyacula con violencia llegando juntos al final, jadeantes y con la respiración entrecortada, sudorosos.

Sin duda en la cama lo han pasado bien, siempre supieron gozarlo, desde aquel encuentro en el supermercado, tan deseado por ambos como se confesaron enseguida, cuando ella dudando ante la estantería de vinos cual elegir él se atrevió a recomendarle uno. Y como ambos estaban predispuestos y deseosos de conocerse, todo fue fácil y sencillo. Conectaron muy bien, el utilizó toda su verborrea pero de forma muy natural, nada forzada, cierto que había elegido un tema del que hablar que le gustaba y del que además tenía ciertos conocimientos, quizás por ello se lanzó y atrevió en la sección de vinos a hacer lo que llevaba tiempo pensando sin osarlo, pues lo que dijese no sonaría a tonterías de adolescentes. Ella se sorprendió a si misma mostrándole esa sonrisa que había imaginado darle algún día, y aceptando su consejo, y más se sorprendió cuando instintivamente le sugirió probarlo juntos en su casa para que si no estaba bueno pudiese echarle la culpa y si lo estaba poder darle las gracias de alguna manera. Argumentó que no quisiera regalar ese vino a unos amigos sin haberlo probado y que una botella para ella sola era mucho. Luego, al llegar a casa pensó que quizás él pensase que era una “fresca”, pero en el fondo no le importaba, hacía algunos días que había decidido dar un cambio a su vida.  A él también le entraron dudas sobre su proceder, quizás ella pensase de él que era un frívolo cazador de mujeres solitarias, y además un engreído sabiondo por hablar con esa solvencia de vinos.

Pero todo fue bien en aquella cita para cenar en casa de ella, buena cocinera, algo que a él acabó por desarmarle, ya que él también hacía sus pinitos en los fogones. Parecían hechos el uno para el otro. Esa primera noche terminaron en la alcoba de ella y comenzaron los despertares cómplices.

Cinco años juntos dan para muchas situaciones, y poco a poco se empieza a ver lejos aquel día primero en el que cada uno por su parte pensó que necesitaba un giro en su vida, y precisaba encontrar “el primer día de un cambio”. Y como lo desearon lo obtuvieron y se decidieron a afrontarlo y llevarlo a cabo, y agarraron la ocasión primera, sin pensar demasiado si saldría bien o mal, sin el peso abrumador que nos paraliza cuando tenemos miedo al cambio y tememos lo que vendrá. Primaron el aquí y ahora para potenciar el mañana, que será benévolo o no con las decisiones tomadas.

Todo se va desmoronando con el tiempo. En la cama todo era perfecto, pero se buscaban menos fuera de ella, en los primeros tiempos, incluso de tiendas en los probadores lo hacían, pero ese fuego se fue apagando y extinguiendo, y el deseo y placer no fue sustituyéndose por amor y complicidad, solo por cariño, y con el cariño y el sexo solamente, no se puede sostener el edificio de la pareja, y cada uno a su manera fue buscando su rincón, y hoy en el salón recuerdan amablemente los inicios y los ríen, y les divierten los días alegres y festivos pasados y les enternecen los malos en los que se apoyaron uno en el otro, pero son conscientes que no es suficiente, que queda mucho recorrido por vivir y que prefieren otros lugares comunes que los comunes de los dos. Y se miran y sostienen la mirada, porque el afecto no cambia ni desaparece entre ellos, y se dicen nos vemos, y se dicen adiós.

 

 

.                                                                                          FIN

 

.      *Ya ha pasado lo mejor y todo parece peor, como dice Efecto Mariposa en su canción. Por ello es mejor dejarlo aquí, y desearse lo mejor, y cada uno seguir volando ya más seguros con sus complejidades.

“Otra historia“

Efecto_Mariposa-Vivo_En_Vivo-Frontal

.     **NA: Publicado originalmente el 19 de Febrero de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad

El primer día de un cambio (2ª parte)

01 Jueves Ago 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 18 comentarios

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Complejidad, Depende, desconocida, desconocidos, deseo, dudas, Duerme conmigo, encuentro, fantasear, hombre, Jarabe de Palo, masturbación, Música, mujer, onanismo, sexo, Soñar, Supermercado

Se sentía un poco perdido, desde hace tiempo buscaba dejar de dar tumbos, un parón, un descanso, y encontrar con quién tomar un respiro, un estar y compartir, pero temía perder su libertad, más que su libertad, su espacio, sentía temor a que alguien invadiese esa ínsula en la que se sentía cómodo y seguro, sobre todo seguro. Aunque quién llegase a tomar posesión fuese invitado y no un invasor no esperado.

Estaba convencido de que ella era más mayor que él, aunque no lo pareciese. Él, pasado los cuarenta, ella seguro que rondando los cincuenta, parecía tan joven como él, pero siempre tuvo intuición para esto de las edades y le daba en la nariz que aparentaba menos edad de la real. Tenía un cuerpo escultural, si bien no tenía pinta de ser carne de gimnasio, más bien la naturaleza jugaba a su favor y seguramente cuidaba su dieta, pero sin llegar a la obsesión de rendirse a ella, puesto que no estaba con ese tipo de delgadez, en verdad tenía cuerpo rotundo. En verano había podido constatarlo, con ropa veraniega y vestidos livianos que se amoldaban a su cuerpo sin ser chabacano el resultado, tenía buen gusto, lucía pero sin ser extravagante, cierta elegancia portaba. Quizás este tipo de cosas es lo que le paralizaba ante ella, desprendía seguridad por los cuatro costados. Él que con los años se había dejado llevar por la espontaneidad y se lanzaba a la conversación y al piropeo apartando la vergüenza de juventud, ante aquella mujer no lo conseguía, él experto en soltar sonrisas cómplices, con ella lo más que había podido hacer en un par de ocasiones era sonreír bobamente, cuando ya el encuentro “fortuito” pero realmente buscado se había llevado a cabo, sin poder soltar la frase que llevaba pensada para ese momento tan deseado. La última vez en el supermercado.

Además era como un imán para sus ojos, cuando andaba despistado por el barrio, sin saber cómo levantaba la vista a tiempo para verla torcer por una calle, o verla cruzar por el paso de cebra junto al semáforo. Ese amado semáforo que hacía que a veces quedasen uno frente al otro en la distancia, él disfrutando como un niño de una visión, que se llevaría a casa para degustarla con tranquilidad y regodeándose en los detalles que pudiese haber memorizado, y ya sin memoria por medio puesto que ya los tendría presente allí, junto a él, se mezclarían con los detalles de su fantasía.

Él, estaba convencido que le gustaba a ella, igual que él la miraba un poco a hurtadillas y como avergonzado, sentía que ella hacía algo similar. Toda la entereza en las relaciones que había ganado en los últimos tiempos se desmoronaba ante ella.

Los días que coincidían en el super, como este último día, como hace menos de una hora, se le aceleraba el corazón y la alegría le ponía una sonrisa tonta de felicidad absurda, que luego se pensaba como un adolescente. No podía evitar seguirla con la mirada cuando ella avanzaba por el lineal, sabe que ella le ha descubierto infraganti más de una vez, pero sigue sin poder evitar quedarse atontado, quieto, tieso, y sin disimular haciendo que compra algo, solo con la mirada perdida por el pasillo en busca de sus andares, y si intuye que se girará es cuando sale de su letargo y da media vuelta esperando no ser cogido en falta.

Se dice que un día tiene que decidirse y hablarle. Quizás si fuese a la frutería donde él suele comprar fuera del supermercado, allí en la espera y con el compadreo que se gasta con el vendedor puede que fuese el lugar idóneo.

Aunque realmente, lo que más soñaba era encontrarla en un lugar de copas, donde la situación se presta más al careo, y envilecido por un par de copas se atreviese a conversar y galantear y seducir y quién sabe si conseguir tentar. Es en esos instantes, en los que imagina que ella accede e incluso toma la delantera y hechiza y fascina aún más de lo ya atrapado y cautivado que está por un ser que le resulta tan angelical pero a la vez tan mundano que solo piensa en cómo podría ser un encuentro carnal entre ambos, en el que ella se dejase hacer e hiciese, en el que primero con deseo descontrolado se besasen fuerte y rudamente para lentamente compartir sus lenguas.  Y ahora piensa en la desnudez de dos cuerpos bien adultos, pero en forma. Se sobreexcita, y la imagina con la rotundidad de siempre pero sin un ápice de tela que cubra su piel, sus senos no muy grandes pero tampoco pequeños, se le ofrecen para ser lamidos y mordisqueados por su boca insaciable, y ella mirándole brevemente a los ojos tras alzarle la cabeza de sus pechos, baja despacio en busca de su verga que toda encarnada está como nunca lo estuvo, con una erección dolorosa. Y no puede evitar con esta imagen en su cabeza, tumbarse en la cama y agarrar su falo, que le parece enorme y lo masturba con movimiento rítmico primero y después con rapidez, y frena ese veloz ímpetu y lo hace más despacio para alargar el momento de placer y es a la vez un intento de control para no eyacular enseguida, pero su mano que sube y baja con su miembro se le muestra como si fuese ella quién le masturbase, y piensa que en ese momento le pediría que lo dejase y lo soltase para poder penetrarla, y él ya no puede aguantar más y casi sin movimiento alguno siente como su esperma se abre camino, y él junta la mano para no manchar todo y solo consigue que la simiente quede en su mano que se cerró sobre el glande, sintiendo cómo ha subido un espasmo desde el escroto avanzando por su pene, que lo ha dejado un tanto jadeante. Y abre los ojos que cerró para tenerla bien presente, y sólo ve su patética imagen encogida y triste, por no ser capaz de decir y hacer para llevar a cabo, y le da miedo que tras el sexo se encuentre como ahora, con ganas de soledad, sólo con el deseo sexual y no de pareja y que ella deje de ser anhelo y se convierta en estorbo y rémora y atadura.

 

 

 

.     *Nuestro hombre se siente perdido como en la canción de Jarabe de Palo, y cree que si ella entra en sus sueños conseguirá guiarse y encontrar el camino, pero en el fondo aunque lo desee, tiene miedo de que ella duerma con él.

“Duerme conmigo“

Jarabe de Palo - depende

.     **NA: Publicado originalmente el 13 de Febrero de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad

                                    .Continúa… El primer día de un cambio (3ª parte)

El primer día de un cambio

31 Miércoles Jul 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 18 comentarios

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cambio, candidez, cándida, Complejidad, comprar, deseos, Efecto Mariposa, Empezar, ligar, masturbación, Música, onanismo, Ruptura, Sola, Soledad, Supermercado, timorata

Cándida, ella por eso se tenía, se creía un ser cándido, vulnerable, frágil y lo quería cambiar, quería convertirse en una persona fuerte y menos crédula de los demás, que por experiencia le habían defraudado una y otra vez.

En ese camino de cambio en el que se había dispuesto a embarcar, quería dejar de ser lo que había sido hasta ahora, ¿pero qué había sido? Ni siquiera podía responderse a esa pregunta. Quería cambios en su vida para salir de lo que era hasta ese momento, pero salir de qué, si no sabía ella misma el origen de lo que debía cambiar y mutar, del significado de ese “había sido”. Lo que sí sabía era que había decidido vivir la vida sin miramientos, sin detenerse en los dimes y diretes, ni en las apariencias, ya tenía una edad en la que no debía desaprovechar los placeres del estar aquí y ahora, y se proponía abandonar el ser timorata. Sería una nueva mujer.

Quizás el anhelo de ese cambio, la chispa que le hizo querer salir del letargo, fue él.

Se habían visto por el barrio, miradas furtivas, lejanas, al cruzarse por la calle. En el supemercado se vieron algunas veces y se miraron de soslayo como unos más de los usuarios de aquel mercado. Ella estaba en esa edad de esplendor de madurez de la mujer rondando los 50. Aún guardaba un buen porte, con figura buena y cierta seguridad y altivez de la mujer que se siente guapa, incluso “estupenda”, al menos de cuerpo, y con esté sentir corporal quería cambiar su estado anímico y mental.

Esta última vez se toparon de forma fortuita, despistadamente, y con el choque de carros se sonrieron, y él no pudo evitar girarse para ver otra vez su figura según se iba alejando ella por el pasillo mirando los lineales. Figura de la cual poco podía ver por su vestimenta de invierno, pero el imaginó que veía lo que ya conocía y plantó allí mismo la figura que guardaba en su cabeza del verano, con vestido vaporoso y sensual, que con ligereza caía sobre su cuerpo marcando sus curvas de manera elegante y muy atrayente. Ella por su parte estuvo tentada de darse la vuelta inmediatamente para comprobar si él la miraba, estaba segura que así sería, pero lo evitó, esperando unos segundos para echar ese vistazo aprovechando al girar por el pasillo siguiente.

Echó una sonrisa enorme para sí misma al ver que él estaba aún parado mirando hacia ella, aunque él al verla cambiar de dirección intentó parecer ocupado y distraído en otra cosa. Ese encuentro fugaz fue el inicio de un deseo desaforado, el era atractivo, no era  guapo, tampoco era muy alto, pero lo suficiente para con su delgadez parecer más alto que la media. Ella se quedó pensando frente a la estantería de los cereales, realmente no era un lugar en el que debía detenerse no busca ninguna marca, ella no los consumía, pero necesitaba pararse unos segundos, su mente vagaba de forma distraída, un poco infantil, con el corazón algo acelerado, igual que cuando era jovencita, y un chico le atraía. Pensaba cómo podría hacer para dar el paso a un encuentro sexual con él, estaba bastante acalorada, sentía unas ganas locas de tener sexo. Y fantaseó con que él apareciese de nuevo por el pasillo y se atreviese a lanzarle una propuesta provocativa. Tras unos minutos siguió con la compra, y ya no volvió a verle, ni por los pasillos, ni por el lineal de cajas. Quedó frustrada.

De camino a casa, no podía quitárselo de la cabeza, se sentía algo tonta. Porqué se había quedado prendada de él, quizás estuviese incluso casado y no soltero como ella. Para animarse, se dice que los casados también tontean si tienen oportunidad, igual que se dice que las casadas no, pero ella duda de esto último, todo el mundo hoy en día tontea con el sexo opuesto, y ella, que no lo solía hacer, se había propuesto cambiar en este punto de su vida. Ya en casa no puede por menos que sacar las cosas del carro de la compra rápido y colocarlo todo con premura en el frigorífico y la despensa. Llegó con ganas de sentir sus manos, las de él, y sus dedos deslizándose por su cuerpo, hasta llegar a su sexo, y con urgencia se va al dormitorio y sin tiempo de quitarse la ropa, se tumba en la cama, y metiendo la mano por encima de los pantys, van directos los dedos a su sexo, pensando con que es él quién la acompañó y son los suyos los aviesos, y se muerde el labio inferior, y cierra los ojos y  piensa que la próxima vez lo traerá y dejará que la penetre con su pene que imagina duro y caliente, muy caliente y siente ese calor subiendo por todo su interior, y suspira y jadea y se encoge cuando el orgasmo golpea por dentro y le da un espasmo que recorre todas sus entrañas, y con el corazón bombeando aún potente, abre los ojos y se ve sola en la cama, con su complejidad.

 

 

 

.     *Ella en su complejidad quiere un cambio, tomar las riendas hacia para una nueva vida y alzar la vista sin mirar atrás, como en la canción de Efecto Mariposa.

“Complejidad“

Efecto_Mariposa-Complejidad-Frontal

.     **NA: Publicado originalmente el 6 de Febrero de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad

.                                     .Continúa… El primer día de un cambio (2ª parte)

 

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