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Archivos de etiqueta: roce

Con la mirada de Hopper (5ª parte)

18 Martes Jun 2019

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 7 comentarios

Etiquetas

acoso, Amaral, Amaral 1998, Chair car, Compartimento C, cuadros, deseo, escritores, Hopper, Las once de la mañana, lectura, libros, masturbación, Música, metro, No sé qué hacer con mi vida, onanismo, Pinturas, porno, roce, sexo, Soledad, viajar

Cuando viaja en metro se siente como esas mujeres que Hopper sitúa en vagones de trenes como en “Chair Car” o en “Compartimento C”, solitarias lectoras, bajo suave luz, con la diferencia que en su caso muchas veces le toca ir de pie en vez de cómodamente sentada, y con mucha más luz, pero el espíritu es el mismo, una mujer sola, viajando aislada de todo lo que hay a su alrededor, volcada en ella misma, en los papeles y libros que lleva en su viajar, en su avanzar hasta su destino. Igualmente, ella se abstrae de todo leyendo o escuchando música u observando todo lo que le rodea, aunque básicamente lo primero, la lectura, es su mayor refugio. En los libros se mete en los pensamientos y acciones de los protagonistas, se sumerge en lo contado por los escritores, unos recientes, contemporáneos, y otros de tiempos pasados, la mayoría del siglo XX aunque algunos anteriores. Cuando era adolescente su escritor preferido era Miguel Delibes, luego fue explorando otros muchos, un poco de aquí y de allá, saltando de uno a otro sin un especial motivo, casi guiada por la casualidad. Si se echa un ojo a su biblioteca, no muy extensa, podría decirse que sus autores más seguidos son García Márquez, Vargas Llosa y Javier Marías, aunque también tuvo la época de Muñoz Molina, Pérez Reverte y Almudena Grandes o la misma Elvira Lindo y Roberto Bolaño no hace tanto, de todos ellos también ha leído varios libros, y siempre se dice que le queda tanto por leer y tantos autores a los que descubrir. Los libros siempre estuvieron en su vida por eso quizás también se ve reflejada en tantas pinturas de Hopper en los que las protagonistas aparecen con un libro entre las manos.

Pero hay días en los que no puede concentrarse en la lectura mientras viaja, las conversaciones de tono elevado de algunas personas durante el trayecto, rompen esa comunión entre ella y la historia que le mantiene en vilo y de la que quiere saber más, y es en esos momentos en los que mandaría callar a esas “cotorras”, es en esos instantes cuando les preguntaría si no saben hablar en tono más bajo, sin que sea todo el vagón, auditorio de sus parlamentos. Su mal genio quiere aflorar, pero finalmente solo lo piensa y no lo dice, solo alza la vista de la página y mira con ira a los tertulianos que están socavando su interés por lo escrito. Y no le queda otra que dejar de leer y comienza la observación de la “fauna”, como ella dice, que conforman los viajeros. Le divierte mirar, y lo hace con cierto descaro. Imaginando el destino de unos y otros, a donde irán o donde se bajarán. Se fija en sus vestimentas, y complementos, contempla los libros que leen, o el tipo de móvil que llevan, cualquier cosa por hacer más llevadero el recorrido.

En ocasiones, se centra más en los hombres del vagón, observando su aspecto, y cuando encuentra alguno atractivo piensa en si tendrá pareja, o si no la tendrá, incluso si será o no homosexual, ciertamente cada día le parece que hay más o al menos lo ocultan menos, cosa que no le molesta, siempre ha defendido todas las libertades individuales y esta es una de las más importantes para la felicidad. Y hay veces, si hay mucha aglomeración, que se deja llevar por su instinto sexual y al ir a bajar de estación, cerca de algún hombre se aproxima a su espalda y le arrima sus pechos, un roce que parezca fortuito pero que no lo es. Cuando esto sucede con chicos jóvenes, ella no es mayor pero con cuarenta y dos, todos los menores de treintaicinco le parecen jóvenes, estos miran hacia atrás y se violentan un poco al creer que son ellos los que sin querer rozaron con su espalda las tetas de ella. Ese placer leve e infantil, le gusta recordarlo luego en solitario, al ir andando hacía su casa, y se sonríe viendo de nuevo la cara ruborizada del muchacho en su memoria. Otras veces ha detectado que el acosado por ella se ha dado cuenta y se ha mantenido firme aguantando esa presión que ella ejerce en su espalda y se imagina como él estará excitándose y piensa en cómo le estará engordando su pene dentro del pantalón, y ella misma siente como se humedece su vagina, y se le acelera su corazón. Estos juegos de provocación son brevísimos, pero lo suficiente para desatar su deseo de sexo con ese extraño, que luego nunca lleva a buen fin, aunque se hubiese llevado a más de uno desde el metro a su cama, no se atreve a dar ese paso, ni cree que nunca lo hará. Se pregunta qué le mueve a tal deseo sexual, porqué es tan activa, sobre todo con la imaginación y el onanismo, porqué está tan salida, como se decían unas a otras las amigas cuando era pequeña. No tiene respuesta.

Como no tiene a nadie que la espere en casa y nada especial que hacer, salvo leer o escuchar música, la tele le aburre y navegar por Internet tampoco es su pasatiempo ideal, se baja varias estaciones antes de la más próxima a su casa, le gusta pasear, pero además con ello tarda más en llegar al encuentro de la soledad, y así poder tomar aire. Y más en esos días de roces y desafíos corporales, en los que debe tranquilizarse, enfriarse y calmar ese irrefrenable instinto sexual, puesto que si llegase a casa pronto le haría encender el ordenador e ir a una web porno, como otras veces, y masturbarse hasta correrse como un torrente, y luego sentada desnuda y vacía, pegada a la ventana se quedaría mirando por ella como en aquel cuadro de Hopper “Las once de la mañana”, reflexionando que hace con su vida.

 

 

 

.     *Amaral nos refleja el sentimiento de nuestra protagonista en su canción, mirándose a sí misma como niña crecida.

“No sé qué hacer con mi vida“

.     **NA: Publicado originalmente el 2 de Octubre de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad

                            …Continúa “Con la mirada de Hopper (6ª parte)“

Un roce liviano

06 Miércoles Jun 2018

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 8 comentarios

Etiquetas

amor, daño, deseo, dolor, Música, roce, Solo me has rozado, Tulsa, Verano

Calculé mal la distancia… y solo me has rozado, no has llegado a tocarme como hubiese deseado, solo me has rozado. Y hundido bajo la desilusión estoy un poco desubicado, no sé si acercarme e intentarlo de nuevo o alejarme para otro lado, no sé qué debo hacer. Confuso me muevo, después de todo, estoy sorprendido de que solo me hayas rozado. Puse todo mi empeño en lanzarte señales, me mostré como soy solo para ti, y ahora no sé si pliego y salgo o sigo aquí con este juego de tiras y aflojas donde expongo mis sentimientos y estoy al albur del dolor primero, del primer amor. Se me va el verano, se me va de las manos la calma, esperando tu llegada, tu llamada que intuyo que no va a llegar, te noto a mil kilómetros de mí. Esto se acaba, y dudo de todo lo pasado, de lo que siento y recreo en mi mente que se turba y atolondra, en un pesar desesperante de lo que quisiera hubiese sido y tu evitaste, queriendo o sin querer, y esa es la duda que me persigue y ensombrece. Tu ignominia me desnuda y me deja vulnerable en una intemperie sentimental, y me siento ignorado, que es peor aún que rechazado. Me pregunto interiormente, para aclararme, para encontrar un error, para entender, para comprender si te molesté, si fui demasiado agresivo o por el contrario demasiado poco, si en el fondo fui muy “naif” en mi manera de proponerte y sugerir. Eso es, quizás fue la forma poco frontal de mostrarme, tan dubitativo, que ni siquiera te dabas cuenta de mis palabras, de mis deseos y de mis miradas, cargadas de futuro y de imágenes imaginadas, de nostalgias de lo que sería aquella melancolía retrasada, cuando queriéndonos los dos el destino nos separara.

Pienso en soledad, en esta espera, si fui esquivado a propósito, y si esa expresión de ausencia que adoptabas a veces en nuestros encuentros, era tu manera de no querer captar lo que yo te decía y hacía para engatusarte, o simplemente era inocuo a ti mi veneno y tu no advertías ni sentías, lo que yo creía mostrarte evidente, sin dudas, con claridad, queriendo hacerte ver que tu pelo irisado y tu piel dorada por un sol abrasador me desarmaban y perdía mi equilibrio emotivo, yo, tan calmado aparentemente, y tú sin enterarte. Con los latidos rompiéndome el pecho, descontrolado me derrumbaba, pero escondía todos los escombros en los que me convertía, y puede que ese fuese el error, no dejar ver en lo que me mudaba por ti, un  amasijo de sentimientos gigantes, caídos y esparcidos por la playa testigo de nuestros paseos.

Imagino y me invento sin certeza verdadera que huías cuando te lanzaba mis débiles dardos y tú mirabas hacia otro lado. Y ya no veía esos ojos que me abrasaban como ascuas, y ese girar tu rostro a un lado, escondía tu sonrisa, que ocultaba ese mundo de deseo que se me mostraba un momento antes, cuando me perdía en tus labios, que ya percibía no serían para mi, puesto que nada de lo que yo te revelaba lo sentía correspondido. Me aproximé, pero no lo suficiente, temía quemarme y herirme, y al final lo que ha pasado es que se me acaba el verano y siento que solo me has rozado por no haberme entregado, y sobre todo siento que yo solo te he rozado y tú ni te has enterado de que te quería tocar. Y hoy, no sé qué hacer, si insistir o cerrar los ojos y dormir. Hoy, como nunca, descubro como un roce tan liviano puede hacer tanto daño.

 

 

.     

.     *Tulsa con guitarras que rasgan la piel, pone música al leve roce que tanto daño hace…

“Solo me has rozado“

.     **NA: Publicado originalmente el 21 de Mayo de 2012. Hoy recibe una segunda oportunidad

 

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