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Archivos de etiqueta: mareo

Una vez me moría

09 jueves Abr 2020

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 12 comentarios

Etiquetas

ambulancia, bienestar, calmante, camilla, dolor, enfermeros, hospital, La cuenta atras, La otra orilla, Los Enemigos, mareo, Música, morir, Muerte, relajación, sangre, tranquilidad, vida

Una vez me moría, y no vi ninguna luz ni ningún túnel, solo veía gente a mí alrededor, hacendosa, y nerviosa, trajinando en torno mío. Tumbado en la camilla con el brazo extendido y el enfermero intentando cogerme una vía, que no acertaba a tomar, supongo por su tensión y mis convulsiones que no le ayudaban mucho, pero aunque parece ser que le puse perdido de sangre, saltando un chorro de mi vena a su bata, yo no sentía dolor alguno, solo una sensación de tranquilidad y relajación, todo fluía a mi alrededor con veloz movimiento pero que a mí me parecía pasar con lentitud. Ir y venir, angustia en sus caras, yo sin fuerzas pero sin sentirme mal, sólo como flotando, cada vez con menos tensión arterial. Oigo decir:” Tiene dos; rápido, adrenalina!”. Me preguntan como estoy, y yo digo “bien”, con la boca un poco seca, ya no siento el mareo como cuando estaba de pie, ahora en la camilla estoy a gusto. Hablan de una ambulancia, con urgencia quieren mi traslado a un hospital. Me siento algo confuso, si esto es la muerte tampoco está tan mal, te diluyes en nada. No siento miedo, quizás un poco de frío, siento las manos frías. No pasa mi vida por delante de mi cabeza como dicen que sucede, no pasa nada, ¿será que no me estoy muriendo? Me ponen una máscara de oxígeno, no entiendo muy bien para qué, no siento ahogamiento, ni fatiga, ni falta de aire, solo bien estar. Me recuerda esta sensación a aquella otra vez que operado de una rodilla, cuando los efectos de la anestesia se fueron retirando de mi cuerpo, dejando paso a un leve dolor concentrado en la rodilla, que fue subiendo en intensidad hasta llegar a ser unos dolores horribles los que me martirizaban. La analgesia que me administraban en un inicio parecía solventar y disminuir aquel padecimiento, pero conforme avanzaba la tarde se convirtió cada vez más insoportable e insufrible, y lo que antes me evitaba sufrimiento durante varias horas ya no lo conseguía, y a los pocos minutos, ya su efecto sedante quedaba en nada, hasta que a altas horas de la madrugada cerca del amanecer, y viéndome algo desesperado deciden ponerme un potente calmante que me hace volar, y elimina de mí todo dolor y plasma en mi cara una sensación de relajación y bienestar jamás experimentado.  Y pienso y me veo como los drogadictos que he visto muchas veces en mi niñez y adolescencia, con los ojos medio cerrados y un rostro de viaje alucinado, y sonrisa bobalicona. Así me encuentro yo, al fin descansando después de toda la noche sin dormir, por fin, sin el tormento en la rodilla. Y así me siento esta vez de nuevo pero sin ser debido a paliativos para dolores, solo el cuerpo dejándose ir. Y no veo los años transcurridos de vida como película o fotografías, ni me vienen a la cabeza seres queridos o no tan queridos, ni situaciones ni recuerdos dichosos ni mucho menos los desagradables, no hay nada, tampoco siento que sea el fin, si esto es morir no está tan mal. No tuve miedo, quizás no era consciente que me moría, que cesaba de vivir, que ya no existiría, que todo acababa, que mañana no estaría aquí, sólo por un instante al ver a mi mujer algo difusa al fondo de la sala, al otro lado del biombo que me impedía ver toda la estancia, pensé que estaría nerviosa, que estaría angustiada, pero fue muy breve ese pensamiento, enseguida mi mente dejó de nuevo de pensar, solo veía y observaba sin otro entendimiento, pero no existía luz cegadora ni nada de la retorica oída, de aquellos que dicen que en este trance estuvieron. No hubo dolor, y eso me gustó, llegado ese momento lo que quiero es no sufrir, no tener suplicio ni padecimiento, irme tranquilo como en aquel ambulatorio donde perdía la vida y casi ni me importaba.

Cuando muera o me sienta morir de nuevo, quiero que sea como aquella primera vez que me moría y no lo sabía.

 

 

 

.     *Miré la otra orilla y lo que allí había ni siquiera lo vislumbraba, solo sentía que navegaba hacia ella lentamente sin pensar en nada… Los Enemigos nos cantan sobre aquella orilla.

«La otra orilla«

Los enemigos - la cuenta atras

.     ** Publicado originalmente 4 de Marzo de 2013. Hoy recibe una segunda oportunidad.

 

Angustia

01 lunes Jul 2013

Posted by albertodieguez in Música, Relato

≈ 10 comentarios

Etiquetas

angustia, ascensor, caída, desmayo, El momento, enfermedad, escritura, Lucha de gigantes, Malestar, mareo, Música, Nacha Pop, Papel

Cuando se me cayó prácticamente encima, me asusté. Un peso enorme sobre mí se abalanzaba, el hombre caía hacía mí como saco de patatas, con la cara lívida; bueno eso lo vi después, estaba a su lado, con lo que la cara la vi cuando le agarraba a duras penas para no caer los dos al suelo, con su peso muerto, casi inconsciente y con los ojos cerrados, tambaleantes ambos.

Intenté apoyarlo contra la pared del ascensor para evitar la caída y que se deslizase más suave hacia el suelo, a la vez que yo me flexionaba, para que no se golpease contra el suelo, o con el espejo del ascensor. Era un poco angustioso, esos instantes  son breves pero se hacen largos. Guardé la calma, no podía hacer gran cosa hasta no llegar abajo, a la planta cero que es donde nos dirigíamos los dos. Tenía la esperanza de que allí hubiese alguien para ayudarme a sacarlo del habitáculo y luego llamar a una ambulancia, tenía el móvil en un bolso y no podía cogerlo hasta poder desembarazarme del cuerpo. No le había conseguido posar del todo, y la cabeza se le movía como si no fuese del cuerpo inerte, como de pelele se le movía, como esos bebés que aún o tienen fuerza para sujetar su cabeza. Al llegar a la planta cero, la que daba salida al edificio, no había nadie esperando el ascensor,  – “Joder!!” pensé -.

Tuve que arreglármelas para sacarle afuera del ascensor y dejarle tumbado en el suelo. Por fin llamé a emergencias para pedir ayuda, me pidieron su nombre, y como no lo sabía me sugirieron que mirase su documentación, me dio un poco de pudor, iba a tener que registrarle, es algo violento, buscar y sacar de los bolsillos algo privado sin consentimiento y sin el conocimiento de quién es dueño, pero no era momento para divagar sobre si era correcto o no, aunque en esta situación sí que me lo pareciese por el bien del individuo. Vestido con vaqueros y chaqueta «americana», encontré su cartera y un folio doblado, di su nombre y apellidos a la persona que me atendía al otro lado del teléfono de emergencias y me dijo que en diez minutos como máximo llegaría una ambulancia a donde nos encontrábamos.

Volví a colocar su cartera en el bolsillo interior de la chaqueta donde lo encontré, y cuando iba a guardar la hoja de papel me entró la tentación de desplegarlo para ver qué era, quizás fuese algo relativo a la salud del individuo, hay gente que lleva siempre consigo toda una retahíla de instrucciones por si les sucede algo; una desgracia o un accidente o un imprevisto que pueda poner en riesgo su vida y con ello esquivar algún error en su tratamiento, una guía para los sanitarios, bien por padecer de alguna enfermedad muy específica o por tener alergias a algunas sustancias o alimentos o medicamentos o a veces todo a la vez, que podrían suponer una pista para evitar empeoramiento del caso en vez de una mejora o solución al problema con la medicación elegida.

Dudé, pero finalmente desplegué la hoja, y rápido entendí que no era el caso de un informe médico a modo de documento informativo, estaba manuscrito y si fuese el caso pensado estaría escrito de manera más “profesional”; a máquina que se decía antes.

Pensé que debería devolverlo a su lugar sin entrometerme en su lectura, pero me pudo la curiosidad. La letra no era limpia ni fácil de leer, parecía una letra temblorosa, más al inicio, luego algo más firme y sosegada, pero toda ella como de escritura rápida, quiero decir, como esas veces en las que escribimos con premura sin la capacidad de hacerlo con cuidado, lento y legible, para su mejor comprensión por terceros, si no más como impulso por sacar rápido lo que tenemos en la cabeza, pensando que se nos puede escapar y dejar de expresarlo por olvidarlo si no lo plasmamos raudos, y la mano va mucho más lenta que los pensamientos que nos afloran y abordan en el entendimiento que muchas veces se muestra más como insensatez, y una palabra casi está encima de la otra, pisándose el espacio. Pero la primera frase fue cataléptica y no pude evitar quedar pasmado y seguir leyendo.

 

“Cuando comienza, angustia y preocupa. Ves mal, pierdes parte de la visión.

Es como si no viese del todo, intento analizarlo, intento encontrar las palabras para si tengo que contarlo y explicarlo, decirlo de la manera más descriptiva para que quien lo lea y lo oiga lo entienda fácilmente y me pueda ayudar. Lo que me sucede intento que no me lleve al pánico, intento guardar la calma, empezaré desde el principio.

Voy en el coche y miro a un lado y a otro, guiño un ojo y luego el otro, cuando tengo los dos abiertos el problema está focalizado más en el lado izquierdo,  no en sí en el ojo izquierdo no podría decir que el ojo izquierdo es el que funciona mal aunque sí que es verdad que es en la parte periférica izquierda en la que veo el problema (mejor dicho, no veo). Y es ese el problema que lo que miro no lo veo completamente, hay una parte como si no estuviera, como si en una imagen con señal digital fallasen los pixeles, como si en un puzzle faltasen algunas piezas que no evitan que una el conjunto pero si hay perdidos algunos detalles, también noto en la parte lateral como un brillo y como si todo vibrara o si se ondulase como en esas imágenes producto por el calor que se ven  en las carreteras a la altura del asfalto o también en el horizonte de los desiertos. Lo que creo es que mi cerebro no consigue juntar correctamente todas las piezas que el ojo percibe, más que ocular pienso en un problema neuronal. Me alegro de no ir conduciendo, creo que sería un peligro, además tendría que decírselo a mi pareja, a la que hasta el momento he dejado al margen, sé  que se preocuparía y prefiero no trasladarle este estado un poco terrorífico.

Cierro los ojos y los abro con la esperanza de que al abrirlos todo vuelva a la normalidad, pero no es así, casi todo sigue igual.  Llego al trabajo y enciendo el ordenador, el teclado no está completo, bueno, quiero decir que no lo veo completo, pero la inercia y la costumbre hace que los dedos se depositen en las teclas correctas para meter la contraseña, los textos y los números no los percibo bien, me levanto a por agua, pienso que este estado visual puede ser por bajada de tensión, sé que ingerir líquido, cualquier líquido, hace que la tensión suba algo cuando está demasiado baja. A la tercera taza creo que he mejorado algo y me autoconvenzo que era la tensión y no otra cosa más grave. Pero empiezo a tener lo que temía me llegaría y es el dolor de cabeza, que me empieza leve, muy leve, pero que se va abriendo paso, aunque ya me adelanté y tomé un analgésico. Mi percepción es rara, estoy un poco mal, me preocupa que lo que leo en la pantalla del ordenador no lo entiendo bien. Leo pero no capto la idea, lo que en el conjunto del texto se quiere transmitir, esto me pone algo nervioso. Me voy al baño, tanta agua me hace tener ganas de mear. La vista sigue igual, quizás algo mejor, ya no faltan piezas pero estoy un poco entre cansado y mareado. Pero no encuentro el adjetivo con el que describirlo y hacerlo entender. Temo que algo está sucediendo hasta el estómago me está revolviendo. Me gustaría irme a casa y meterme en la cama, apagar las luces y dormir, cerrar los ojos y dormir, no me da miedo no despertar, es preferible a sentirme así. Creo que lo haré, me voy.”

 

 

.     *El protagonista sufre un pequeño shock, un choque por ese cuerpo en el suelo y ese monstruo devorador creciendo en aquel papel entre sus manos, sintiendo gran fragilidad como en la canción de Nacha Pop.

«Lucha de gigantes«

Nacha Pop - el momento

La vida está llena de afectos y desafectos.

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