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abrazos, Adolescencia, Besos, deseo, deseo sexual, Diego Vasallo, Donde cruza la frontera, falsa atracción, juegos del deseo, Las huellas borradas, Música, Quique González
Los abrazos del deseo son esos expeditivos surgidos del impulso por una atracción corporal, muchos de ellos rápidamente cercenados por la fría razón o por la boca traicionera, quizá porque nunca fueron verdaderos o porque en el mismo momento de ser conseguidos dejaron de ser deseo.
Hubo algún abrazo de rellano de escalera, allí en donde cacé y cometí el atropello de buscar sus pechos bajo su blusa, con la torpeza de la adolescencia. Aunque realmente ni yo le gustaba ni ella me gustaba, sólo era manoseo y deseo, descubrimiento y procacidad. Aquellos años exploratorios en los que todo era válido para dar salida al ansia sexual, daba igual si sólo era un juego de provocación para experimentar y llegado el momento y el lugar todo era desbaratado por esa pregunta atronando por encima de las respiraciones agitadas por la huida y la persecución y la captura o la entrega, y todo junto, todo real y todo falso; – ¿y ahora qué?-. -Y ahora-, era nada, era falsa lucha y breve beso con abrazo mal resuelto, y algo de vergüenza cuando el juego caía en la realidad de un acto no acompañado de la atracción y sí de un falso y equivoco deseo, barnizado de desenfreno, y todo quedaba en regreso con los otros, algo azorados, ellos pensando que ha pasado más de lo pasado, nosotros tristes por sabernos equivocados, sabiendo que si hubiese sido otro y otra los acompañantes, el juego hubiese sido verdaderamente placentero y entonces sí se habría alargado, y sí que hubiese existido un verdadero abrazo, un verdadero juego del deseo.
Hubo abrazos fajadores, de cuerpo a cuerpo, de ficticia pelea para dar salida a un ávido deseo sexual, con manos que recorren un cuerpo que finge displicencia buscando desasirse de una lucha vacua. Estamos allí forcejeando los dos equivocados, yo intentando rescatar algo mío que ellas me hurtaron en busca de mi reacción de acoso con atropello y jaleo y revolcón corporal buscando recuperar lo arrebatado, ella insistiendo en esconderlo y ponerlo alejado de mis manos que ya no buscan el objeto y si unos pechos que quedaron casi por completo descubiertos fuera de la blusa por la pugna y se me muestran muy grandes, descomunales, y el juego invita a que las manos se olviden del objeto y se pierdan en busca del encaje que cubre los senos, y ella se queda quieta con mi mano en su pecho, que aunque deseado la deja algo sorprendida por cumplirse lo perseguido pero quizás la mojigatería de la edad le hace pararse por la audacia cometida sobre ella, y entonces me paro, ya no hay pugna, ya no hay embrollo ni juego, estoy enredado con su cuerpo y quieto, mirando sus ojos azules, su blanca piel, su pelo rubio, todo en un segundo, y resuena la fatídica pregunta, esta vez mentalmente; -¿y ahora qué?. -Y ahora-, es nada, cuando caemos en que realmente los deseados están afuera, tras la puerta que han cerrado para no dejarme marchar, y un pensamiento de cierta rabia y de falsa fidelidad pasa por mí al no estar con la persona realmente deseada en ese momento y que está tan próxima que quizás un acto imprudente desbarataría el plan futuro, y desenredamos el abrazo y recomponemos las ropas y salimos de la habitación algo aturdidos, con semblante de fracasados.
Hubo abrazo de reencuentro, rememoración y beso en un ascensor que prometía renovar y traer de nuevo la complicidad antigua, aun sabiendo que ella no es libre y que no hay del todo verdad ni futuro pero eso ya importa poco en esos momentos, y se hace inevitable conseguir la ausencia de los otros para rodear su cuerpo con mis brazos nada más cerrarse la puerta para acercar mis labios a sus labios y conseguir ese beso deseado, olvidado desde aquel alejamiento por su parte hace años, y aunque el tiempo rebajó el interés por ella incluso quedando desterrada del anhelo, al coincidir hoy, todo lo apartado y asumido se desmoronó y resurgió el viejo deseo. Ella, oponiendo medida resistencia, desiste rápido y se deja besar, nos damos un largo beso que trae recuerdos de besos invernales, y de los primeros cálidos días en los que nos conocimos. El beso acaba y nos deja la respiración agitada y el palpitar del corazón algo desbocado, nos miramos con la duda en la mirada, duda sobre si ha sido un error. Reflejados nuestros cuerpos en el espejo me veo triunfante, henchido por la gesta; de nuevo tuve sus labios y ella los míos, de nuevo conquistado lo que dejó de estar a mi alcance cuando optó por el compromiso que yo no daba y veía innecesario, y entonces se percibe en el ambiente del ascensor como flotando una pregunta; -¿y ahora qué?-. La satisfacción y la soberbia por haberlo conseguido, por haberle sacado ese beso y ese abrazo infiel, lo pudo todo, y la boca traicionera musitó a su oído; -lo estabas deseando-.
De golpe; – Y ahora -, se convierte en nada. Esas palabras, voltearon todo, deshicieron el abrazo, separaron los cuerpos, y mis disculpas y mis frases intentando arreglar el descalabro no fueron atendidas, ni decir que yo también lo estaba deseando sirvió para atemperar su enfado. El ascensor bajó volado tras ser pulsado el botón con rabia y enojo, y con aire destemplado me dejó atrás en el portal. Allí plantado tenía un sentimiento contradictorio, por un lado me sentía estúpido por lo dicho y la oportunidad perdida de pasar una tarde aplacando el deseo carnal con este bien merecido desplante, y por otro, me embargaba un ufano desdén por lo sucedido, reviviendo el efímero momento del abrazo y el beso que quizás por ser dado había dejado de ser en el fondo deseado y puede que por ello mismo ese instante de pérdida se tornaba menos traumático, en verdad no me importaba mucho, la antigua atracción ya no existía, y quizás todo lo había forzado para demostrar que aún era capaz de la conquista como un petulante Valmont; somos tan arrogantes y vacuos que sentimos como victoria personal y triunfo nuestras veleidades en los abrazos, un triunfo absurdo que cuando lo creemos conseguido ya deja de interesarnos, y aquella espalda que caminaba alejándose nunca más sería abrazada por mí y nunca más se desplazaría el enfado de aquella cara cuando conmigo se cruzó.
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. *Los abrazos del deseo se convierten en una inútil ilusión traicionera que nos llevan a vivir en la frontera hasta que unas manos frías recomponen nuestra vida entera, como cantan Diego Vasallo y Quique González.
. ** Publicado originalmente 4 de Diciembre de 2015. Hoy recibe una segunda oportunidad.
¿Resumen de una vida perdida? Tal vez sea excesivo el término, pero la idea general que me dejó fue esa; el tono melancólico del relato me llevó por ese camino. Tal vez lo que deba hacerse es considerar a cada abrazo como el último; y así valorarlo como lo que es: algo único e irrepetible. Si hay un abrazo siguiente no será el «proximo» en el sentido de que no es un cadena de circunstancias, sino que cada uno vale por sí mismo en su momento y mientras dure. Además, nunca se sabe, tal vez realmente SEA el último.
Un abrazo, ya que estamos.
Siempre en los relatos hay diferentes lecturas y sin duda uno podría fácilmente deslizarse por ese resumen «excesivo» que tú apuntas. En general, sea como recuerdo agradable o de pérdida o de error, creo que el hablar o leer de abrazos nos lleva directos a la melancolía por ello quizá se me escoró el relato hacía ese tono.
Como bien dices, un abrazo es irrepetible y han de valorarse todos, cada uno en su contesto circunstancial.
Un abrazo. 🙂
Es un buen punto l que marcas, Alberto: «hablar o leer de abrazos nos lleva directos a la melancolía»; eso es cierto y es algo que analizo al escribir esto (hasta hice la pausa suspendiendo las manos sobre el teclado) y no veo cómo podría escribirse un relato de abrazos que no sea melancólico. Incluso lo pensé en un ámbito totalmente festivo y asexuado (iluso de mi) como podría ser un estadio en medio de un partido de fútbol y… no, no hay caso, la mirada melancólica aparece aunque quiera evitársela. Gracias por haber abierto esa puerta.
Un abrazo.
Vaya, mi canción, mi lema : ahora estoy aquí, donde cruza la frontera. Excelente elección para el punto y final de un abrazo.
Gracias Tejas rojas.
Me alegra que te gustase.
Existía la posibilidad de muchos finales.
Sí, cuando se inicia un abrazo el abanico de posibles finales es amplio. 🙂
El mundo es tan real que muchas veces duele, un abrazo es esa parte de la realidad que siempre desea un hermoso final lleno de esperanza
El abrazo es reconfortante y siempre esperanzador cuando lo iniciamos, incluso cuando sabemos en ese inicio que realmente es momentáneo y pasajero, sin futuro.
Y sin embargo, a veces vivimos presos de esos abrazos que, en realidad, no significan nada. Un besote.
Tienes razón, a veces, por un motivo o por otro, vivimos presos de esos abrazos que no significan nada.
Besos!
Tiene un aire tan melancólico tu relato! Quizá en el fondo ese abrazo no fue una victoria y lo único que dejó fue sabor a cenizas.
Besetes de sábado, Alberto.
Como le dije a Borgeano, hablar de abrazos nos lleva a la melancolía…
Es verdad que esos triunfales abrazos pueden dejar un sabor amargo.
Besos, María.
Seguramente al «¿y ahora qué?» precedió un «¿por qué no?», al que había precedido un «¿por qué?» al que no había sabido encontrarle respuesta..
Muy bien descrito.
Un abrazo.
Gracias Macondo.
Tienes razón, muchas veces antes y después, las preguntas se suceden una tras otra sin respuesta.
Un abrazo.
Deseo sin gustarse? deseo arrogante que nos hace sentirnos como cazador y presa… y muy a menudo como trofeo.
Besos infernales
Deseo sin gustarse totalmente; además de ese deseo arrogante del que hablas, con el que estoy de acuerdo, está ese deseo primario que nos empuja hacía una atracción irracional, momentánea, que nos convierte en presa y depredador a la vez.
Besos, Nieves.
Jo! Qué bien escribes, Alberto… Es un texto-vorágine con su punto álgido y un final con fracaso…Supongo que ya es edad de subir por las escaleras , por lo saludable…Lo único, siguiendo el hilo de Nieves desde el Averno : ¿Deseo sin atracción?
Gracias By.
Creo que me lees con muy buenos ojos. 🙂
Puede que no haya edad para subir las escaleras… por cualquier motivo… quizás si nos esperase un abrazo al final las subiríamos habitualmente y con más ánimo para mejorar la salud.
Como le decía a Nieves, sí que creo que pueda existir ese deseo sin gustarse totalmente, sin verdadera atracción, seguramente cada fin de semana se puedan ver ejemplos en los bares de copas… (Hay una frase entre hombres que dice; “No me gusta pero me la follaba”, quizás entre mujeres también exista una frase similar o la misma).
El relato es hiperbólico y cuando hablo de deseo “sin verdadera atracción” no me refiero fielmente a la anulación del concepto “atracción”, puesto que la física sin duda está presente aunque sea momentánea y muy volátil, me refiero a la ausencia de la atracción que va más allá de la belleza visual o de unas curvas excitantes, y sin la cual la atracción deja de ser completa y verdadera, quedando sólo en artificio sexual, sin otro futuro que el de los “bajos” instintos.
Pero vamos, esto es tan verdadero como falso, tan probable como improbable, y seguramente la mayoría de las mujeres están más alejadas de actuar bajo esta posibilidad que la mayoría de los hombres. En definitiva, que cada uno tendrá su teoría sobre el deseo y la atracción física y mental, para unos indisoluble, para otros por el contrario fácilmente disociable.
NA: Creo que me pasé de filosofar!! 😦
Besos.
Besos!
¡Fantástico! amigo
Gracias, Cándido.
Un abrazo.
Fascinante tu capacidad analítica, que brota de un abrazo y se convierte en un río de reflexión que va creando meandros y fluyendo entre el deseo, la soberbia, lo que podría haber sido y no fue, y lo efímero que en el fondo es todo en la vida.
Me ha gustado mucho.
Gracias Jorge.
Los abrazos te enredan de tal manera que todo lo vuelven sinuoso.
Me alegra que te haya gustado.
Un abrazo.
Qué sensación de frustación, contados esos abrazos con la melancolía del que recuerda un pasado, lo analiza, lo estruja y se queda en nada en sus manos. Yo creo que de mayor supo de verdad lo que supone un gran abrazo tanto dado como recibido y es en la reflexión comparativa donde descubre que aquello, que entonces le parecía algo, no fue nada.
Puede ser como dices, que en la comparación con lo encontrado descubriese que aquello era nada… eso suena bonito.
Un abrazo, María Pilar.
Vengo a desearte una felices fiestas, hermoso. Pásalo genial, en compañía de los tuyos y disfruta de estos días. Merecen la pena.
Besazo
Gracias, muchas gracias!!
Te hago caso, me pongo ya mismo a disfrutar lo máximo de estas fiestas, por el curro ha sido complicado ponerse a ello antes. 🙂
Espero que pases estos días muy feliz y que el año próximo depare muchas cosa buenas para ti y tu familia.
Besos!!
«Been there. Done that», dirían los gringos. Perdón por el anglicismo, querido, pero me salió. En efecto, es frecuente el confundir deseo «per se» con deseo «per alguien» (note usted mi manejo superlativo del latín), pero además está ese «Y ahora» que se cuela de sorpresa y nos deja plantados en medio de la nada. Lo he vivido, cómo no. Por suerte, creo que los años en algo ayudan a ser más selectivos, menos atolondrados. Como dice la canción de Vasallo:
De esta vida
de este manual compartido
de las desaparecidas
de todo este amor esparcido
De las penas
y de las alegrías
de este calor en las venas
cuando con tus manos frías
recompones mi vida entera
Por cierto, preciosa la letra. Y también me ha encantado el video, tan gris, tan desolado, tan sin alma.
Un abrazo apretado, querido Alberto
Buen texto y muy bien escrito… sobre todo parece hecho para reflexionar…
¡Ay, el deseo! ése que no sabe cuando debe salir y lo hace a veces sin que haya justificación alguna, simplemente porque necesita hacerlo o porque la nostalgia lo revive en el recuerdo y fluye sólo, sin permiso, esperando llegar a ese abrazo que abre las puertas…
A veces añoramos lo que pudo haber sido y no fue y va creando la necesidad de comprobar hasta qué punto debió ser y a la vez la de creer que somos capaces de retomar y reavivar lo que en realidad no existió, sólo en nuestra mente. Somos por naturaleza pedantes y prepotentes.
Estuvo mal eso de… «lo estabas deseando» ¿eh?, jajaja… ahí estaba su ego dispuesto a probarse.
Nos vemos, Alberto
Gracias Elsa, me alegra que te gustase.
Siempre el Ego termina apareciendo y tomando el mando…
Besos.