Era un cabeza loca, sólo me interesaba lo nuevo, la conquista, lo demás ya era pasado, una chica nueva era el aliciente para intentar abordarla con sutileza, seducciones y coqueteos primaban, miradas cautivas de un interés último, el fin era hacer que le gustase y cayese en mis brazos o yo en los suyos, realmente siempre somos los atrapados aunque creamos lo contrario, y una vez conseguida su boca todo pasaba a un segundo plano, perdía el interés y el objetivo era otra, con la conquista era casi suficiente, había tantas mujeres que una sola no bastaba. Ella se acercó en el bar de copas, se presentó y dijo conocerme, mi sorpresa se debió notar, mi “timidez” me hizo quizás balbucear, hasta tomar conciencia que estaba siendo presa de un ataque frontal, rápidamente me rehíce, ya recordé, todas las mañanas la veía en el metro al ir a trabajar, en el local yo no la había reconocido pero ella a mi sí y enseguida vino a mi encuentro, bueno más que a mi encuentro al de mi espalda, puesto que el abordaje fue por ese flanco que la dejaba fuera de mi visión, aprovechando el elemento sorpresa cayó sobre mí, no venía sola, yo tampoco lo estaba, resultó que mi amigo conocía a sus padres que visitaban el bar del que eran dueños los progenitores de mi colega, la cosa se ponía interesante, no hay que detallar mucho el encuentro para que se entienda como transcurrió la noche; conversación más o menos forzada, siempre se buscan mil historias y argumentos con los que consolidar una situación poco natural, el desvelamiento de unas atracciones en busca de beneficios que queremos inmediatos y muchas veces se nos posponen como fue el caso, pero mentalmente ya caí en sus redes, intercambio de teléfonos y promesas de vernos el fin de semana siguiente, que así fue puesto que nosotros éramos asiduos al local y ellas no pero que sabiéndonos allí volvieron a aparecer, su interés era evidente y yo me dejé querer. Casualidad de la vida a partir de ese momento dejamos de coincidir en el metro, ella cambió de lugar de trabajo y ya nuestros horarios y líneas no se amoldaban, seguimos quedando más veces con encuentros seudoinvoluntarios, nunca utilizamos el teléfono para vernos, yo nunca entablaba una relación estable en esa época, la mayoría de las veces por no tener oportunidades y otras por esquivarlas, pero por aquellos días mi amigo y yo comenzamos a salir con otras dos amigas de manera más constante con las que íbamos a la misma zona de copas y por ende sin poder evitarlo al mismo garito, el doble juego estaba servido, todo se complicaba, era excitante y angustioso el estar alerta constantemente, por suerte el local se llenaba demasiado por lo que lo importante era no estar en la misma zona del bar o no estarlo de manera comprometedora y con el tumulto era fácil lograrlo, además en estos lugares si somos asiduos tendemos a localizarnos siempre en una misma zona del mismo, somos como animales que les gusta apostarse en el mismo lugar para abrevar y saciar nuestros instintos, ellas tenían su lugar y nosotros el nuestro, por lo que normalmente nosotros y ellas no coincidíamos en el mismo punto para nuestros disfrutes nocturnos hasta que decidíamos juntarnos si la noche avanzaba y no había otras presas. Esos juegos son peligrosos y al final dolorosos para el que esté poniendo algo más que juego en ello y así fue, no tardando, las alertas y esquivas no fueron lo suficientemente certeras y en un error de cautela todo se vino abajo, aun no teniendo nada entre ambos definitivo ni concretado ni pactado, se sintió traicionada y engañada, el enfado fue sublime y quizás normal no había nada que censurarle, de «cabrón» no quiso bajar, en mi defensa no tuve nada que alegar, una disculpa más o menos argumentada no sirvió de nada, solo me dijo que no quería verme más. El afecto se convirtió en desafecto y rechazo aún no habiendo dado promesa de fidelidad ni de exclusividad ni de amor eterno, el sentirse engañada fue suficiente para recibir reproches de conducta deshonesta e inmoral, de tachar de tramposo el comportamiento desarrollado, de utilizar malas artes en la forma de actuar, de humillar y maltratar los sentimientos de una persona que “todo” lo empezaba a dar, aunque de esta parte nunca tuve conciencia, ella se llevo un fiasco que no debería haber sido tal, nunca hubo juramento ni compromiso ni amor, solo deseo compartido y muy poco más.
. *Hoy tomamos la música de Amparanoia para dar la perspectiva y el punto de vista de la chica despechada del texto y que le den al canalla.
«Que te den» «Me voy lejos»
